Carta: 1-15 de Noviembre, 1992

CARTA A ELLACU

Querido Ellacu:

Hoy es 31 de octubre -aquí entre nosotros- y es el día en que debiera haber finalizado el cumplimiento de los Acuerdos de Paz. Por ello elegimos recordarte precisamente este sábado, porque -aunque todos los mártires lucharon y dieron su vida por la paz-, quizás tú -esos dones te dio el Señor- los puedes simbolizar. Pero no ha podido ser, todavía no se han cumplido los acuerdos, y como conoces muy bien este país, no te extrañarás. Una vez más se han complicado las cosas, y las fuerzas del mal -la extremísima derecha- trata ahora de desestabilizar el proceso.

Recordemos cómo en 1976 se dieron los primeros pasos de reforma agraria, tímidos y humildes, y cómo el presidente de la República dio marcha atrás. Entonces tú escribiste uno de tus mejores editoriales, un escrito muy universitario, muy salvadoreño y muy cristiano, que titulaste "A sus órdenes mi capital". Pues bien, varios lo hemos recordado estos días, y hemos pensado que quizás hoy hubieras escrito otro titulado: "A sus órdenes mi capitán". Y es que cuando las cosas iban por buen camino la fuerza armada no ha querido ceder.

No es esto todo lo que ocurre en el país, Ellacu. Aun con todos los problemas, algo hemos cambiado, pero he comenzado contándote cómo están las cosas por aquello de que la teología de la liberación siempre empieza con la realidad, y además porque en estos momentos necesitamos tu ejemplo en un punto importante: seguir caminando y seguir buscando soluciones. Esto te lo voy a decir primero en forma jocosa y después en forma más seria.

Recordarás que en nuestra comunidad Montes solía repetir que tú nos habías embarcado muchas veces en procesos que no tuvieron éxito: ya en el 72 y ciertamente en el 76 quisiste embarcar a la UCA en la reforma agraria de Molina, después nos embarcaste en el golpe del 79, después en la solución político-militar, después en la solución negociada... y así hasta el final. Las consecuencias de esos procesos siempre eran las mismas: fracasos de los intentos de solución y bombas para la UCA. Sin embargo, tú no parecías desanimarte e insistías en que se iban dando pasitos hacia adelante, y con una creatividad excepcional siempre encontrabas el rumbo de trabajo en la nueva situación. A la extrema derecha no le gustaba los caminos que abrías, los hermanos de la izquierda a veces los criticaban. Y Montes, cada vez que había un cambio de línea, decía tajante: "Ya nos está embarcando el Ellacu otra vez".

Pues bien, yo he pensado mucho en esas enganchadas tuyas, y las he relacionado con un pasaje del profeta Miqueas que muchas veces hemos citado en esta capilla: "Ya se te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno y lo que el Señor desea de ti: que practiques la justicia, que ames con ternura y que camines humildemente con tu Dios". Lo de la ternura, Ellacu, no parecería ser lo más tuyo -por carácter, más que nada-, pero lo del amor al pueblo crucificado y lo de trabajar por la justicia para bajarlo de la cruz, si.

Sin embargo, ahora quiero fijarme en eso del "caminar humildemente con Dios". Lo que Montes llamaba "enganchadas" no eran en verdad más que ese caminar humilde porque no es fácil encontrar el camino definitivo, y es que la objetividad de la historia y no sólo una forma de la subjetividad es lo que hace que el caminar sea humilde. Y, creo yo que ésa es una herencia que nos dejaste: que siempre hay que caminar, como personas, como UCA, como Iglesia, como pueblo, y que siempre hay que estar dispuestos -"humildemente"- a rehacer el camino, sin lamentos estériles, sin anclarnos en dogmatismos de ninguna especie. Lo que nos enseñaste es que lo único que no podemos hacer es dejar de caminar y dejar de buscar.

Y para terminar, creo, Ellacu, que ese caminar fue un caminar con Dios. No eras muy dado es tus presentaciones públicas al lenguaje religioso melifluo, y quizás a pocos se les ocurría pensar en Dios cuando te veían discutir en televisión con políticos e intelectuales, pero yo te veía poniendo por obra el texto de Miqueas. Ese hablar y escribir siempre sobre las soluciones para el país, ese deshacer caminos transitados cuando ya no servían y ese buscar siempre otros nuevos, eso era caminar sobre este mundo para transformarlo en el reino de Dios, y eso era caminar con la humildad de quien no tiene la solución.

Así, pienso yo, que caminaste con Dios, hasta que un 16 de noviembre -con Julia Elba y Celina, y con tus hermanos- llegaste a Dios. Este caminar sin desánimos, sin parálisis, con esperanza y con humildad es lo que te pedimos para nosotros, Ellacu. Y ojalá el año entrante te podamos decir que ya se han cumplido los acuerdos de paz y que ya hay paz en El Salvador.


Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
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