Ultimo escrito de Martín-Baró

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN MASIVA
Y LA OPINIÓN PÚBLICA EN EL SALVADOR DE 1979 A 1989
IGNACIO MARTÍN-BARÓ

Ponencia para el XV Congreso Internacional de la Asociación de Estudios Latino Americanos, en el panel "El Salvador diez años más tarde," organizado por la profesora Tommie Sue Montgomery. Ignacio Martín-Baró ya no pudo asistir a este congreso, llevado a cabo en la ciudad de Miami, en diciembre de leída como homenaje póstumo.

1. Información y opinión pública en El Salvador

1.1. El contexto de guerra

La población de El Salvador se encuentra en guerra civil desde 1981, aunque se había mantenido en estado de confrontación prebélica desde 1972, cuando las fuerzas en el poder abortaron con fraude y sangre la victoria conseguida en las urnas electorales por una coalición popular opositora. Desde una perspectiva psicosocial, hablar de guerra supone referirse a una situación caracterizada principalmente por dos condiciones: una polarización extrema entre las principales fuerzas sociales y un recurso a la violencia mortal sistemática como medio principal para promover los propios intereses y la propia causa. Y si la violencia física mata a personas y destruye recursos, la polarización social socava los fundamentos mismos de la convivencia colectiva y hasta de las relaciones interpersonales.

Uno de los ingredientes esenciales de toda guerra contemporánea y, más específicamente, de los llamados "conflictos de baja intensidad," es la llanada guerra psicológica. La guerra psicológica consiste en el esfuerzo sistemático por ganarse "la mente y el corazón, del enemigo y de sus simpatizantes, actuales o potenciales, y para ello se sirve d. cualquier medio que permita convencer y conmover, sin excluir los medios que convencen sólo porque conmueven, como es toda forma de terrorismo de Estado. La guerra psicológica "busca, precisamente, lograr su objetivo atendiendo a los dos elementos psicosociales de la guerra. El primero de ellos consiste en convertir la realidad social en una palestra maniquea de bien o mal absoluto, frente a la cual no queda más alternativa que optar por el bien, que es la propia postura. Este proceso conduce a la elaboración de una "historia oficial," una formalización simplista de los hechos y sus actores, coherente con los intereses establecidos. El segundo elemento consiste en reforzar positivamente la aceptación de esa historia oficial y la consiguiente sumisión al poder establecido y volviendo lo más costoso posible su rechazo y la insumisión al proyecto dominante.

Lo que son y hacen los medios de comunicación masiva actualmente en El Salvador, lo que representan y el papel que juega la opinión pública salvadoreña, hay que situarlo en este contexto social de conflicto armado y de guerra psicológica. Porque, se quiera o no, la opinión pública constituye una de las principales palestras de la guerra psicológica, así como los medios de comunicación masiva constituyen uno de los instrumentos fundamentales para la guerra de contrainsurgencia.

1.2. La información

En El Salvador, todavía más que la censura gubernamental sobre los medios de comunicación masiva, ha existido lo que se pudiera llamar la censura estructural: la mayor parte de los medios de comunicación masiva y, ciertamente, los más potentes pertenecen al mismo sector social minoritario que dispone del poder económico, en íntima alianza con el poder estatal. Los medios de comunicación masiva son concebidos fundamentalmente como un negocio, de tal manera que la información transmitida debe supeditarse al doble criterio de hacer dinero y de servir a los intereses grupales de los propietarios. Durante muchos años, el periodismo dominante en El Salvador se limitaba a seleccionar noticias servidas por las grandes agencias internacionales, o a transmitir informaciones locales intrascendentes, muchas de ellas suministradas por los propios interesados. Se daba así la paradoja -la cual ocasionalmente aún se puede ver- de que alguna información importante sobre lo que ocurría en el país llegara remitida desde Estados Unidos como información noticiosa de una agencia internacional.

Con la confrontación social que se desarrolla en la década de los setenta, esta situación empezó a cambiar, sobre todo porque surgieron algunos medios de comunicación masiva alternativos, aunque la mayoría de ellos sólo tuvo una vida efímera. Se produjo también una pequeña apertura en los noticieros radiales, la cual fue inmediatamente combatida con presiones de todo tipo e incluso con violencia física. La repetida destrucción con bombas de la YSAX, la emisora del arzobispado de San Salvador, el cierre obligado de ciertos periódicos de orientación popular (como La Crónica del Pueblo o El Independiente) y la persecución y asesinato de periodistas, son muestras de que los medios de comunicación masiva constituyen, a comienzo de la década de los ochenta, un factor neurálgico en el contexto de la guerra salvadoreña. Entre 1981 y 1982, la utilización sistemática de las "cadenas nacionales," es decir, la retransmisión obligada de los actos y programas oficiales por todas las emisoras y canales de televisión del país y una estricta censura sobre la prensa escrita, lleva a su extremo el control estatal directo sobre los medios de comunicación masiva, apenas adversado por dos emisoras radiales clandestinas del FMLN, ambas de difícil audición, sobre todo en el área metropolitana de San Salvador.

Con la instauración del proyecto contrainsurgente en 1983 y las exigencias de ofrecer una formalidad democrática, se abrieron desde la mitad de la presente década unos paradójicos espacios para la comunicación en el país. El más notorio lo constituye, sin duda, la aparición de los noticieros televisivos, comenzando con el programa "Al Día" del Canal 12, al que pronto siguieron otros. Desde mediados de la presente década, El Salvador ha contado con unos noticieros de radio y televisión que han informado sobre la situación del país con una notable libertad y veracidad, aun cuando con evidentes limitaciones técnicas y de cobertura. Para Eduardo Sancho, comandante del FMLN, la apertura de los medios de comunicación masiva a la crítica y a las dos vertientes de la guerra es, en parte, producto de la necesidad del régimen de "hacer aparecer como si las cosas hubieran cambiado" y, en parte, un buen negocio como lo es todo lo relativo a la guerra. En todo caso, esta apertura de los medios de comunicación masiva a una visión menos uniforme y más crítica de la realidad salvadoreña ha obligado al gobierno y a la Fuerza Armada a tecnificar su versión de los hechos y a intensificar su difusión por todos los medios a su alcance, es decir, a multiplicar sus esfuerzos por propagar e imponer la historia oficial.

1.3. La opinión pública

La opinión pública no puede ser concebida como un simple estado de la conciencia colectiva de una población; lo que se entiende por opinión pública supone un grado de formalización refleja, en el sentido de una toma de conciencia sobre la cual las personas piensan o sienten como miembros de una colectividad o grupo social. Y, en la sociedad contemporánea, esta formalización depende en buena medida de la labor de los medios de comunicación masiva.

De hecho, lo que realmente piensa la mayor parte de los sectores sociales salvadoreños ha sido históricamente ignorado; los medios de comunicación masiva se han limitado a presentar como opinión pública lo que era simplemente opinión interesada de sus propietarios o de vender como sentir colectivo lo que no pasaba de ser una opción muy particular, y ello, independientemente de si, en efecto, esa opinión era o no representativa o hasta qué punto lo era de lo que pensaba la población. Todavía hoy, algunos medios presentan sus puntos de vista amparados en un presunto estado de opinión pública, justificado por llamadas telefónicas no identificadas, comunicaciones personales guardadas en el anonimato y, en ocasiones, hasta por datos de encuestas nunca divulgadas técnica o integralmente. Ni siquiera esa forma de expresión de la opinión pública que son las votaciones ha servido para reflejar el sentir de los salvadoreños tanto por lo limitado de las opciones electorales presentadas como por el fraude que sistemáticamente se ha realizado con sus resultados.

Desde la perspectiva de la guerra psicológica, un objetivo fundamental para el gobierno salvadoreño lo constituía el crear un estado de opinión pública favorable a su proyecto político y, en el peor de los casos, crear imágenes que pudieran ser difundidas como prueba de ese estado de opinión pública. De ahí que la historia oficial se haya convertido en un engarzamiento no muy coherente de hechos reales con hechos ficticios, de interpretaciones sesgadas y ocultamientos burdos de la realidad, de exaltación hasta el ridículo de los unos y denigramiento sistemático y deshumanizador de los otros. Esto que he llamado "la mentira institucionalizada" ha contribuido a bloquear la formalización de la conciencia de amplios sectores de la población salvadoreña sobre su propia experiencia de los hechos cotidianos, generando así un estado de penumbra perceptiva cuando no de ruptura esquizoide entre vivencia y comunicación, entre experiencia personal y ratificación de sentido común.

En 1986, se fundó en El Salvador el Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) como un órgano académico de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas." Su objetivo fundamental era contrarrestar el clima de mentira producido por la guerra psicológica, particularmente ayudando a desmontar la formalización ideologizada de la opinión pública salvadoreña con la ayuda de las ciencias sociales. El IUDOP ha intentado desde entonces contribuir a un conocimiento más realista de lo que sienten y piensan los salvadoreños, y a potenciar así un debate nacional más rico en el cual se tuviera más en cuenta la complejidad de opiniones e intereses de los diversos grupos que componen la población. Por supuesto, no pretendemos afirmar aquí que el IUDOP haya sido la causa de la evolución del país hacia la situación actual, en la cual se va abriendo un espacio para una discusión más pluralista, en la cual se haga presente la opinión de los diversos sectores de la opinión pública salvadoreña, particularmente aquellos que tradicionalmente han sido silenciados; más bien lo que afirmamos es que el IUDOP es una instancia entre otras que ha surgido del juego de las fuerzas salvadoreñas, y que busca canalizar y dar mayor voz a las opiniones e intereses de las mayorías populares, en su caso mediante un trabajo de encuestamiento científico.

2. De la imagen a la opinión pública real

Traeré tres ejemplos concretos sobre algunas imágenes que se han tratado de crear sobre la opinión pública salvadoreña, imágenes difundidas nacional e internacionalmente, y lo que los datos de algunas encuestas del IUDOP ofrecen como opinión real de la población. Estos tres ejemplos permiten, al mismo tiempo, apreciar algunas características de la opinión pública salvadoreña en estos años de guerra civil.

2.1. La democracia formal

Una de las imágenes que con más insistencia ha tratado de difundir el gobierno salvadoreño desde 1982 ha sido la de la "vocación democrática" del pueblo. Esa vocación ha sido identificada con la decisión de los salvadoreños de resolver los problemas del país a través de las urnas electorales. Esta imagen ha sido ampliamente utilizada en las seis ocasiones en que, a lo largo de la década de los ochenta, el pueblo salvadoreño ha sido llamado a votar. En cada caso, se ha exhibido y ponderado la gran afluencia de salvadoreños a las urnas, incluso "bajo las balas," y se ha querido interpretar esa asistencia como expresión inequívoca del apoyo popular al sistema democrático ofrecido por el régimen. Ahora bien, ¿refleja esta imagen la realidad? ¿Realmente el pueblo salvadoreño ha acudido a las urnas masivamente a fin de dar su apoyo al proyecto político del régimen?

Ciertamente, en cada una de las elecciones celebradas desde 1982, la mayoría del pueblo salvadoreño se ha mostrado dispuesto a participar, y así lo han mostrado consistentemente las encuestas de opinión pública: más del 75 por ciento de la población ha declarado una y otra vez su voluntad de votar. En este punto, el FMLN ha equivocado repetidas veces su diagnóstico y, por tanto, su postura frente a las elecciones, a las cuales ha dado mayor legitimidad con su violencia inútil. Sin embargo, las motivaciones de la población para ir a votar tampoco indicaban necesariamente un apoyo al plan gubernamental. Así, por ejemplo, mientras el 53.7 por ciento de quienes indicaban que irían a votar en 1989 argumentaban que se trataba de "un deber ciudadano," el 11.4 por ciento señalaba que lo haría para evitar la represión. Pero más significativa es todavía la convicción mayoritaria de que las elecciones serían fraudulentas: apenas el 21.4 por ciento de quienes indicaban que irían a votar en la elección presidencial de 1989 manifestaba seguridad de que no habría fraude; el 39.3 por ciento decía que silo habría y el 39.3 por ciento adicional se mostraba dudoso. Ahora bien, ¿qué puede significar votar para ese 80 por ciento de ciudadanos que está decidido a ir a las urnas, pero que teme que su voto no será respetado? Estos datos tan básicos ponen de relieve que la actitud del pueblo salvadoreño frente a un proceso electoral es distinta a lo que puede ser la actitud del pueblo norteamericano o del de cualquier otro país con tradición electoral.

2.2. La injerencia estadounidense

Desde que en 1980 se iniciaron las reformas agraria, bancaria y del comercio exterior, ha sido una constante del discurso oficial que los rebeldes ya no tienen razones para tomar las armas puesto que se habían cambiado fundamentalmente las condiciones del país. Más aún, el proyecto norteamericano impulsado por el presidente Reagan afirmaba que en El Salvador se estaba trazando la línea contra el expansionismo soviético-cubano y, por lo tanto, que la lucha era contra "la agresión comunista." En este sentido, continuamente se ha tratado de alimentar la imagen de que es Nicaragua la que abastece al FMLN y, en consecuencia, la responsable de la prolongación de la guerra en el país.

Ahora bien, preguntada por la causa principal de la guerra en el país, la población salvadoreña ha apuntado consistentemente a causas endógenas del conflicto como la injusticia estructural, la ambición de poder, la crisis económica o la mala administración de los gobiernos. A pesar de una sistemática campaña de los medios de comunicación masiva para inculpar al comunismo y, en particular, a Nicaragua de la guerra salvadoreña, apenas un 5 por ciento de la población salvadoreña lo señala como la principal causa de la guerra civil.

Más aún, al interrogar a las personas sobre qué país se injiere más en El Salvador, la respuesta mayoritaria ha sido consistentemente que Estados Unidos. Así, por ejemplo, en una encuesta llevada a cabo en agosto de 1988 con una muestra representativa de adultos salvadoreños, tanto urbanos como rurales, el 61.8 por ciento señaló que Estados Unidos era el país que más intervenía en los asuntos internos del país. Ahora bien, el 52.9 por ciento de quienes así respondían valoraba negativamente esa intervención norteamericana. Si a ellos se juntan quienes condenan tanto la intervención de Estados Unidos como la de otros países, tenemos que el 49.4 por ciento de todos los salvadoreños encuestados juzgan negativamente la injerencia estadounidense en El Salvador. Es decir, que de cada dos salvadoreños adultos, uno condena la injerencia norteamericana en los asuntos del país.

De ahí la sorpresa cuando el 17 de marzo de 1986 el presidente Reagan mencionó una encuesta Gallup que indicaba que hasta el 90 por ciento de la población centroamericana apoyaba la política norteamericana hacia el área. En aquellos días, Reagan estaba solicitando al Congreso una masiva ayuda militar para "la contra" nicaragüense, y ningún argumento mejor para fundamentar su solicitud que el presunto apoyo de los propios interesados, los pueblos centroamericanos.

Ahora bien, en una encuesta llevada a cabo en octubre de 1987, el IUDOP encontró que apenas el 20.4 por ciento de los salvadoreños encuestados apoyaba la ayuda estadounidense a "la contra," frente al 61 por ciento que se oponía a ella. Es decir, que sólo uno de cada cinco salvadoreños apoyaba la postura de Reagan, y la mayor parte de esos salvadoreños era simpatizante del Partido ARENA. Valga añadir que resultados similares fueron encontrados en encuestas desarrolladas por organismos independientes en Costa Rica y Nicaragua. Una vez más, la imagen de la opinión pública era ideológicamente manipulada como parte de la guerra psicológica, encubridora de la realidad.

2.3. La solución a la guerra civil

El tercer ejemplo de imagen y realidad de la opinión pública salvadoreña concierne, precisamente, a la guerra civil. Justificar la prolongación de la guerra frente al pueblo que sufre sus consecuencias es una tarea nada fácil, y a ello han dedicado sus mejores esfuerzos los órganos de la guerra psicológica del gobierno y del ejercito salvadoreño. La idea ha sido transmitir la necesidad de una victoria militar, "demonizando" la imagen del FMLN, con el cual sería inútil todo intento para lograr una solución pacífica racional. La Fuerza Armada salvadoreña se ha presentado a sí misma como forzada a una guerra que le habría sido impuesta, pero que no tendría más remedio que luchar en defensa del mismo pueblo y sus sagrados intereses. Así, durante mucho tiempo la sola mención del diálogo y la negociación como forma de solución a la guerra ha sido considerada en El Salvador como una idea subversiva, una especie de traición a la patria.

Ciertamente, una avasalladora propaganda presentando al FMLN como vulgares asesinos, terroristas dedicados a poner minas contra los niños y las mujeres indefensas, causantes de la pérdida de puestos de empleo, ha tenido su impacto en una población que no tiene acceso fácil a otro tipo de información. En este sentido, la imagen del FMLN, se ha ido deteriorando sobre todo entre aquellos sectores que más indirectamente sufren los efectos de la guerra o aquellos que pueden interpretar sus problemas como consecuencia del accionar insurgente. El mismo FMLN ha facilitado en ocasiones esta propaganda con acciones de corte abiertamente terrorista. Así, en diciembre de 1988, el 593 por ciento de la población expresaba un juicio negativo sobre la actuación del FMLN, y apenas el 2.5 por ciento manifestaba una opinión positiva, en contraste, por ejemplo, con la Fuerza Armada, que recibía el 45.1 por ciento de juicios positivos frente a apenas el 10.2 por ciento de opiniones negativas. Por supuesto, estos datos deben interpretarse con mucha precaución por el problema que representa en el contexto salvadoreño expresar un juicio negativo acerca de la Fuerza Armada o un juicio positivo sobre el FMLN. Con todo, no creemos que estos resultados se puedan ignorar sin más.

Pero si la campaña gubernamental ha conseguido deteriorar la imagen del FMLN en algunos sectores de la población, en ningún momento ha conseguido arrastrar a la opinión pública hacia una postura militarista. Consistentemente, encuesta tras encuesta, la pregunta sobre la solución al conflicto ha mostrado que la mayoría de los salvadoreños ha estado en favor de una salida política negociada entre las partes. La relación entre partidarios del diálogo y de la solución militar nunca ha sido inferior a cuatro a uno, y frecuentemente ha sido de hasta nueve a uno. Más aún, cuando las circunstancias han llevado a los salvadoreños a ver la inviabilidad del diálogo, tampoco se han inclinado hacia la solución bélica, sino que han preferido una postura cuasifatalista de abandono en las manos de Dios. Es decir, la percepción sobre la inviabilidad factual de la salida negociada no se ha traducido sin más en su deslegitimación para la opinión pública ni en una actitud de resignación a la vía militar, que la experiencia ha mostrado y sigue mostrando como mucho más costosa e inviable.

En una encuesta del IUDOP llevada a cabo en mayo de 1989, tras el triunfo electoral de ARENA y unos días antes de la toma del poder por el presidente Cristiani, al preguntar a una muestra representativa de la población adulta de todo El Salvador "que debería hacer el próximo gobierno para terminar la guerra," tres de cada cuatro salvadoreños (el 75.2 por ciento) respondieron que dialogar y negociar con el FMLN; apenas el 13.1 por ciento se mostró partidario de continuar la guerra hasta derrotar a los insurgentes. Si la conciencia sobre este estado de la opinión pública salvadoreña ha influido o no en los planteamientos del nuevo gobierno, es difícil decirlo. En todo caso, las conversaciones iniciadas el pasado 13 de septiembre en México entre el gobierno y los insurgentes son una aceptación factual de la voluntad mayoritaria del pueblo salvadoreño.

Cabe preguntar a que se pueda deber este fracaso de la guerra psicológica en moldear la opinión pública de la población salvadoreña en asuntos tan cruciales para el proyecto político que se ha tratado de imponer a lo largo de estos años en el país, siendo así que se ha contado con todos los recursos y asesoría necesaria para desarrollarla.

La respuesta es compleja y requiere un estudio empírico cuidadoso. A manera de hipótesis de trabajo, podemos apuntar a los siguientes factores, que nos vienen sugeridos por nuestra experiencia de trabajo sobre la opinión pública salvadoreña a lo largo de estos años.

Ante todo, la campaña propagandística no se ha visto libre de contradicciones. Con frecuencia, unas informaciones han contradicho a otras, y unas acciones han quitado sentido a las anteriores. La misma apertura en algunos medios de comunicación masiva exigida por las formas democráticas ha supuesto tener que confrontar versiones opuestas sobre los hechos, por lo general más cercanas a la experiencia de la población y, por lo tanto, más creíbles. Más aún, la oposición sistemática que la derecha más extrema ha presentado al proyecto sociopolítico gubernamental de la democracia cristiana ha supuesto una continua fuente de contradicciones para la propaganda oficial, la cual ha minado seriamente su credibilidad y fuerza.

En segundo lugar, no hay que descartar la contrapropaganda del FMLN así como el impacto de las continuas denuncia hechas por el movimiento popular salvadoreño, que ha constituido un permanente desmentido a la "historia oficial." Hay que incluir aquí, de manera muy significativa, el papel formador de opinión de instancias independientes como la arquidiócesis de San Salvador o la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas."

Finalmente, y sobre todo, hay que atribuir este fracaso a la fuerza de la realidad misma. No hay nada más configurador de la opinión y del sentir de las personas que su propia experiencia. Y la experiencia de los salvadoreños a lo largo de estos años ha sido la de una práctica negadora de los principios proclamados. En este sentido, nada más subversivo, más desenmascarador del discurso oficial que la propia realidad salvadoreña.

3. Conclusión

Si tratamos de sintetizar con una mirada global lo ocurrido a lo largo de estos últimos diez años respecto a la opinión pública en El Salvador, podemos llegar a las siguientes conclusiones.

Primera, dado el carácter de los conflictos de baja intensidad, que es el tipo de guerra que se libra en el país desde 1983, la conciencia colectiva de la población salvadoreña se ha vuelto un campo de batalla de particular importancia.

Segunda, el gobierno y la Fuerza Armada no han tenido éxito en ganar las mentes y los corazones de los salvadoreños hacia su proyecto sociopolítico, principalmente en su aspecto militar. Sin embargo, sí han conseguido transmitir una imagen negativa del FMLN a amplios sectores de la sociedad salvadoreña.

Tercera, la apertura de los medios de Comunicación masiva como parte del proceso de democracia formal exigida por el conflicto de baja intensidad ha permitido la expresión de diferentes posturas hacia la realidad del país, lo cual ha puesto de manifiesto que tanto la composición social como el sentir de la población de El Salvador son más diversos y complejos de lo que se solía asumir con anterioridad.

Cuarta, a pesar de los fuertes intereses, nacionales e internacionales, en favor de la solución militar al conflicto, la voluntad mayoritaria del pueblo salvadoreño de una salida política negociada a la guerra civil se ha ido imponiendo en la conciencia colectiva. Así, el diálogo, considerado hasta hace apenas dos años como una estratagema subversiva, ha tenido que ser incluido en el programa de todos los partidos políticos salvadoreños. El mismo partido ARENA, producto de la postura anticomunista más extrema, ha tenido que aceptar, al llegar al gobierno, la necesidad de dialogar y aun de negociar con la insurgencia el fin de la guerra.

Ciertamente, la guerra no ha terminado. Pero hoy se insinúa ya un horizonte en el cual, quizás por primera vez en la historia salvadoreña, la opinión de las mayorías populares tendrá que ser oída y tomada en cuenta.



Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
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