Universidad Centroamericana José Simeón Cañas

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La carta de Nacho


Para mí, Ignacio Martín-Baró fue uno de los hombres de mayor calidad humana e intelectual de este país y de América Latina. Realmente, fue un orgullo haber trabajado con él. Después de vivir ocho años en México, estudiando antropología, regresé a trabajar en el Instituto de Investigaciones, que él mismo recién había fundado. Yo fui uno de los primeros que me ocupé de lleno en ese instituto. Trabajamos en un proyecto sobre el desarrollo de las Iglesias cristianas, evangélicas y pentecostales en El Salvador. En lo personal, fue una labor muy enriquecedora por la interacción que tuve con Nacho. Recuerdo que en 1989, cuando estaba por terminar ese proyecto, le dije:

—Nacho, yo me quiero quedar. Dame trabajo.

—No, —me dijo— no te voy a dar trabajo; tenés que hacer tu maestría.

Su respuesta no la comprendí en ese momento. Yo regresé en septiembre de ese año a México; dos meses después lo asesinaron. Sin embargo, mi sorpresa fue que había una carta de él recomendándome para que me dieran una beca y poder estudiar la maestría donde quisiera.

Carlos Benjamín Lara, antropólogo. Trabajó con Ignacio Martín-Baró en 1988-1989