Año 19

número 846

marzo 10

1999

ISSN 0259-9864

 

 

Editorial Triunfo pírrico

Política El FMLN ante su fracaso electoral

Política El acierto de las encuestas

Regional Nicaragua: liberales vendiendo optimismo

Opinión Pública La opinión de los votantes sobre la jornada electoral

Derechos Humanos El Salvador: ¿ejemplo de democracia?

Noticias

 

 

 

 

 Triunfo pírrico 

El triunfo de ARENA en la primera vuelta hay que tomarlo con mucha cautela. No es un triunfo aplastante, aun cuando haya tenido lugar en primera vuelta; ni es expresión de una voluntad popular masiva, aunque haya obtenido el 50 por ciento de los votos más uno, tal como la ley lo establece, porque cerca del 65 por ciento de la población no votó. No fue una abstención por desinterés ni porque el triunfo ya estuviera seguro y un voto más no hiciera diferencia, sino por un rechazo expreso de la mayoría del pueblo salvadoreño a la derecha y a la izquierda políticas, a sus propuestas, a sus partidos y también al Tribunal Supremo Electoral. El "no" mayoritario es un voto de rechazo a la clase política salvadoreña y es hasta ahora la manifestación más contundente de su descrédito y desprestigio. El dato más llamativo de estas elecciones no es, pues, el triunfo de ARENA en primera vuelta, sino el rechazo masivo de la población a una clase política salvadoreña desgastada por ese descrédito y desprestigio.

ARENA obtuvo un poco más de lo que la ley establece para otorgar el triunfo en la primera vuelta, pero tuvo serias dificultades para alcanzar este nivel mínimo. De hecho, es la votación más baja que ARENA ha obtenido en su historia electoral y coloca un eslabón más en la tendencia hacia la declinación que este partido muestra desde las elecciones de 1994. El resultado electoral de 1997 alarmó a ARENA con toda razón. Entonces, se preparó de manera concienzuda para estas elecciones. Hizo cambios en su dirección, recompuso sus fuerzas internas, lanzó un candidato que pretendía representar a una nueva generación de políticos de derecha e invirtió cerca de 50 millones de colones en la campaña; pero aun así, a duras penas consiguió superar el mínimo establecido para alzarse con el triunfo en el primer intento. Esto querría decir que cada punto porcentual le ha costado cerca de un millón de colones. Una inversión muy alta para un resultado tan limitado. El nuevo presidente ha sido elegido únicamente por el 10 por ciento de la población adulta. Dicho de otra manera, ni siquiera el voto duro del partido respondió. El triunfo se lo ha dado el núcleo más duro de ese voto. Esta realidad limita la representatividad del nuevo gobierno, incluso desde sus propias filas. Desde esta perspectiva, ARENA no puede considerarse el partido ganador de estos comicios. Al contrario, ARENA enfrenta serias dificultades para las próximas elecciones de diputados y concejos municipales, que tendrán lugar dentro de un año.

En el otro extremo, el FMLN es el gran perdedor, porque hace un año tenía el mismo nivel de preferencias electorales que ARENA y tuvo en sus manos la posibilidad real de convertirse en alternativa de poder. Su falta de visión sobre el país y en particular sobre el sentir de las mayorías populares a las que debiera representar, sumada a sus divisiones intestinas, llevaron al partido a la penosa situación en la que se encuentra ahora. La derrota del FMLN deja frustrada a una buena porción de la población, a aquella que concurrió a las urnas para darle su voto, esperando así contribuir a un cambio de gobierno, y a muchos más que se abstuvieron porque, aun cuando desean el mismo cambio, no consideraron que este partido representara tal opción. Al fracasar, el FMLN no ha respondido a los expectativas de muchísimos salvadoreños que quisieran un país más justo y solidario. La derrota del FMLN trasciende sus bases, sembrando desesperanza en más gente de la que se imagina. Y es que el FMLN todavía no ha asumido la responsabilidad histórica que pesa sobre sus hombros: representar las aspiraciones de cambio social de la mayoría de la población salvadoreña. El FMLN también se encuentra en graves problemas para recomponer sus fuerzas internas, repensar su identidad de izquierda y recoger el sentir popular. Son demasiadas cosas, y algunas de ellas muy complicadas, para un tiempo tan corto como el que queda antes de la siguiente elección.

Si alguien ha ganado en estas elecciones ése es el Centro Democrático Unido, el único partido que ha crecido en la intención de voto cuando todos los demás tienden a bajar. Su crecimiento se explica por su identidad de izquierda y por su potencial para impulsar un cambio social real. Su futuro político pende ahora de que su dirigencia pueda unificar las diferentes corrientes que se mueven en su interior alrededor de un proyecto común y de que pueda contar con una dirigencia renovada y renovadora.

Las elecciones fueron pacíficas y ordenadas, tal como declaró el candidato de ARENA, pero sólo en el área metropolitana de San Salvador. En el interior, no hubo el mismo orden. Los informes de los corresponsales de YSUCA registraron toda clase de irregularidades, la mayoría de ellas protagonizadas por miembros de ARENA, incluso por alcaldes. Todos los partidos —pero sobre todo ARENA— hicieron propaganda, orientaron a los votantes y protagonizaron incidentes en los sitios de votación. Hubo militantes de ARENA, incluyendo un alcalde, que votaron dos veces. Algunos de ellos tenían dos carnés electorales. En varios sitios, los militantes de ARENA ofrecieron comprar los votos. Por lo general, los representantes del Tribunal Supremo Electoral restaron importancia o desconocieron estos hechos, bien porque estaban de acuerdo con las violaciones al Código Electoral o bien porque no se atrevieron a enfrentar la prepotencia de los miembros del partido de gobierno. En cualquier caso, fueron un claro ejemplo de la debilidad de la institución responsable de vigilar el desarrollo de las elecciones.

La incapacidad y la debilidad del Tribunal Supremo Electoral contribuyeron con lo suyo al desorden. El servicio de transporte se concentró en determinadas zonas de la capital. Las listas públicas de electores no coincidían con las de las mesas de votación. Personas que votaron en la última elección, en ésta no pudieron hacerlo, bien porque su nombre había desaparecido de la lista, o porque otro había votado por ellos, o porque el código o el nombre de sus carnés no coincidían. En algunos centros de votación nadie orientó a los electores, sobre todo a los mayores de edad y los analfabetos, quienes tuvieron dificultades para dar con la urna correspondiente. La información sobre el escrutinio fue deficiente y tardía, a pesar del despliegue de tecnología y buenas palabras. Los magistrados del Tribunal Supremo Electoral han descargado su responsabilidad en los partidos políticos y en la necesidad de hacer reformas estructurales, desconociendo que ellos son parte orgánica de ambas cosas.

ARENA ha ganado la Presidencia de la República en la primera oportunidad, pero el pueblo salvadoreño ha perdido porque no ve posibilidades reales para que su situación social mejore y porque no tiene políticos ni partidos que lo representen verdaderamente. A juzgar por el resultado electoral, la mayoría de la población salvadoreña no está dispuesta a hacer una alianza con el nuevo Presidente de la República.

 

 

 

 

El FMLN ante su fracaso electoral 

Analistas muy diversos han coincidido en asegurar que la lección que el FMLN debe extraer de su derrota electoral es la urgente necesidad de una renovación, semejante a la que ARENA efectuara tras los comicios de 1997. Quienes así han opinado parecen estar convencidos de que el triunfo arenero obedeció a una suerte de "premio" que el electorado ofreciera al partido oficial en compensación a su ejemplar esfuerzo renovador; esfuerzo que el FMLN debería imitar sin vacilaciones. De acuerdo a ese razonamiento, la sensible disminución de votos experimentada por el FMLN se explicaría apelando a la incapacidad de sus líderes de vislumbrar que era incorporando nuevas personalidades a su dirigencia —como prominentes empresarios, por ejemplo—, poniendo al frente del partido a alguna de sus "vacas sagradas" y eligiendo a un candidato con apariencia intelectual y moderada, como lograrían poner a su partido al mismo nivel del fortalecido ARENA.

Y es que, en definitiva, fue en esto último en lo que consistió la tan aclamada "renovación" del partido gobernante. No se pueden dejar de reconocer las novedades —hasta cierto punto significativas— que aportó ARENA a este proceso electoral: el discurso mucho más propositivo y nada beligerante de Francisco Flores, por un lado, y el relevo generacional que supone su llegada a la Presidencia de la República, por otro. De lo primero cabe señalar que si bien Flores evitó al máximo referirse al FMLN durante la campaña, no todos los dirigentes areneros siguieron su ejemplo. Alfredo Cristiani, por mencionar un caso, no dudó en dirigirse a sus correligionarios utilizando el mismo lenguaje confrontativo de siempre. Tampoco hay que olvidar que en el himno de ARENA se siguen buscando "tumbas" donde "los rojos perecerán".

Con respecto a lo segundo, no se puede negar que desde un principio Francisco Flores hizo aflorar la idea de que, de ganar la contienda, sería mejor presidente que Calderón Sol; ello debido, en gran medida, a sus nuevos bríos y sus nuevas ideas. Recorrer el país intentando establecer un contacto directo con la gente fue una buena táctica para empezar la campaña. Hablar ahora de consultar a distintas fuerzas sociales y políticas del país para elegir al gabinete de gobierno también lo es. Ambas cosas dan muestras de una actitud considerablemente diferente de la que ha caracterizado a sus antecesores —de hecho, Cristiani ya hizo sentir la voz de la "vieja guardia" arenera, declarando públicamente que el gabinete tendrá que ser conformado por gente "muy cercana al partido".

Sin embargo, la negativa de Flores a participar en el debate despertó sospechas que sólo podrán disiparse en el transcurso de los próximos cinco años. Fue desconcertante que alguien que justamente estaba queriendo labrarse una imagen de ese tipo se resistiera tan rotundamente a poner a prueba su talante conciliador. Además, los argumentos que el hoy presidente electo dio para justificarse no pudieron hacer más que recordar las consuetudinarias prácticas de su partido. En el fondo, Flores estaba convencido de su triunfo y eso le fue más que suficiente; el que la mayor parte del electorado estuviera interesado en escuchar a los candidatos debatir era un elemento completamente prescindible.

Así las cosas, pensar en la "renovación" de ARENA como causa directa de su triunfo y en la derrota del FMLN como consecuencia directa de su no "renovación" reduce el análisis post-electoral a una fórmula simplista y contribuye a esconder elementos que conviene no dejar de lado. En primer lugar, habría que evaluar hasta qué punto lo que sucedió en ARENA después de las elecciones de alcaldes y diputados fue una renovación. Si por tal se entiende dar nueva energía a algo, es innegable que hubo renovación. Pero si columnistas o formadores de opinión hablan de "renovación en ARENA" entendiéndola como una transformación estructural del partido hay que poner serios reparos a su argumentación.

Para afirmar con solvencia que ARENA se transformó en un partido mejor que el que era antes habría que tener muestras palpables de que empezó a hacer más cosas que inaugurar parques o levantar puentes. Innumerables contrastes con la realidad pondrían de manifiesto que el partido en el gobierno no ha intentado siquiera administrar el país pensando en las necesidades de las mayorías. La actitud autoritaria de Calderón Sol frente a la crisis del sistema de salud en 1997, su negligencia para enfrentar el problema de la seguridad pública, su autorización para invertir fondos del Estado en campañas antiefemelenistas y su incapacidad de diseñar un proyecto de reconstrucción para los damnificados del "Mitch" —o al menos de dar cuenta de lo que ha pasado con los donativos—, son muestras palpables de ello.

Nada ha habido en los últimos años que evidencie una intención sincera por parte de ARENA de mejorar como partido en todas las dimensiones que esto implicaría. Es cierto que ha sabido mantenerse cohesionado y fortalecer su institucionalidad. Eso es un logro bastante importante que todos los demás partidos —el FMLN inclusive— deben tomar en cuenta a la hora de hacer sus respectivas evaluaciones. También es cierto que los dirigentes de ARENA son, consecuentemente con su pragmatismo, buenos estrategas; y eso, en sí mismo, no es malo. Pensar que el nombramiento de Francisco Flores en la candidatura y todo lo que ello ha implicado fueron parte de la gran estrategia de ARENA para ganar las elecciones presidenciales parece, aunque discutible, más cercano a la realidad.

Si ARENA ha demostrado siempre con su actitud y con su forma de gobernar que para sus dirigentes lo más importante —quizá lo único— es ganar ¿por qué habría de ser esta la excepción? Y si para ganar era necesario nombrar a un candidato dispuesto a involucrarse más con la gente, a hablar poéticamente y a asegurar que su verdadero rival no era Facundo Guardado, sino los problemas del país, ¿por qué la cúpula del partido no habría de darle todo su respaldo? De esos cambios cosméticos que, apoyados por el monstruoso aparato publicitario, llevaron efectivamente ARENA a la presidencia por tercera vez consecutiva, deducir una verdadera transformación de ese partido es o una ligereza interpretativa o una confianza miope en el instituto político de derecha.

Y peor aún, afirmar que lo que el FMLN debe hacer es algo similar no sólo es miope, sino además irresponsable. ¿Se le está queriendo decir al mayor instituto político de oposición que lo debe hacer es llevar a cabo un par de cambios cosméticos para lograr competir más equitativamente con ARENA? Claro que el Frente tiene que cambiar y sin duda retomar la experiencia de ARENA en lo que de positivo ésta le pueda aportar. Pero no hay que perder de vista —como parece estarse haciendo últimamente— que ARENA y el FMLN son dos partidos distintos, con una trayectoria, un dinamismo y unos intereses disímiles.

Si algo tiene que aprender el Frente de estas elecciones es justamente a retomar su trayectoria, a equilibrar su dinamismo interno y a esclarecer sus intereses. Pero eso no tiene —o no debería tener— nada que ver con las reformas de ARENA. No se trata de que el FMLN se "renueve" emulándolo a aquél para alcanzar el triunfo sin más. Se trata de que logre superar sus conflictos hasta convertirse en una institución confiable, capaz de llevar adelante la alternancia. No es que el país necesite un segundo ARENA, es que está pidiendo a gritos una verdadera fuerza de oposición.

 

 

 

 

El acierto de las encuestas 

Las encuestas de opinión pública —especialmente las del IUDOP— acertaron. Pero no acertaron por haber mostrado las tendencias que ponían al partido gobernante en el primer lugar de las preferencias ciudadanas y al partido de izquierda, el FMLN, en la segunda posición, a buena distancia de ARENA; tampoco acertaron porque las encuestas de la UCA revelaron que era más probable que la victoria de ARENA se diera en la primera vuelta que en la segunda; y tampoco acertaron porque desde diciembre registraron la aparición del CDU en la lucha por el tercer lugar. No, esto no ha sido lo fundamental en la precisión de las encuestas de opinión pública. Lo fundamental ha sido mostrar e insistir, de la misma manera en que lo hace la población cuando habla sobre ello, sobre el ambiente de desencanto y de indiferencia hacia el proceso electoral, con la probable conclusión del absentismo. Efectivamente, si hay que hablar de pronósticos de las encuestas, lo más honesto es decir que acertaron no tanto por los resultados partidarios, sino porque fueron muy categóricas al señalar que estas elecciones corrían el riesgo del absentismo electoral, producto de la falta de interés en el proceso político, producto de la falta de confianza en los partidos y producto del cansancio ciudadano de esperar que las cosas cambien y que ello no ocurra.

Lo que sucedió el pasado 7 de marzo, con más del 60 por ciento de la población quedándose en sus casas y optando por no elegir ningún partido, no es sorpresa —al menos no lo es para aquellos que tomaron en serio la actitud de la población con respecto a los partidos—, pero aparentemente sí lo es para la mayoría de los partidos políticos y los funcionarios, quienes, además, atacaron despiadadamente y sin fundamento alguno a los resultados de los sondeos. Al hacerlo no eran conscientes de que contradecían el pensamiento y la voluntad popular, no tanto por sus opciones partidistas, sino por la falta de las mismas. Las encuestas de opinión pública mostraban, esencialmente, a una población apática respecto al proceso electoral porque no tenían por quién votar. Al atacar a las encuestas los políticos menospreciaron la opinión popular y sólo contribuyeron a colocar un ladrillo más en ese muro que los separa de la sociedad civil, al menos de las mayorías.

El hecho de que las encuestas de la UCA se hayan acercado efectivamente al escenario final de los resultados partidarios de las elecciones es más bien fortuito. Esto en realidad pudo haber cambiado, incluso por efecto mismo de las encuestas, tomando en cuenta que las mediciones más cercanas se dieron un mes antes del evento electoral. Sin embargo, la poca variación de los resultados de las elecciones con respecto a las tendencias señaladas por los sondeos muestra no sólo el profesionalismo con que éstos se hicieron, sino, sobre todo, la inmutabilidad de la opinión política ciudadana y la incapacidad de los partidos políticos para modificarla en beneficio de toda la sociedad. En tal sentido, el resultado de las elecciones no es algo sorprendente, lo sorprendente es caer en la cuenta de que la mayoría de los partidos políticos no fueron capaces de modificarlo habiendo sido advertidos con tanta anticipación e insistencia. Por el contrario, más que tomar en cuenta los resultados de las encuestas de forma seria y crítica, los desecharon, y al hacerlo redujeron sus posibilidades de entender a su electorado. De ahí los resultados de las elecciones, de ahí el absentismo.

Lo más significativo de todo es caer en la cuenta de que el esfuerzo fundamental de los partidos políticos no debió haber estado en la construcción de la mejor imagen publicitaria de corte mercadológico, sino en la orientación de su propio comportamiento, en el rol que debían haber asumido como representantes de los salvadoreños y como canalizadores de los intereses de las mayorías. Sin embargo, nadie o casi nadie comprendió esto y las encuestas acertaron para mal de los partidos políticos, del sistema electoral... y de la mayoría de la población que sigue esperando respuestas eficientes a sus problemas más vitales.

 

 

 

 

Nicaragua: liberales vendiendo optimismo 

El gobierno de Arnoldo Alemán promueve el optimismo. A comienzos de 1999, Noel Ramírez, Presidente del Banco Central, vocero de la política económica del gobierno —también secretario de organización del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) en el gobierno— anunció que el crecimiento del PIB en 1998 había sido del 4%. La cifra fue alzada como bandera de triunfo tras la crisis en que el "Mitch" había sumido al país, como una prueba especialmente contundente de la buena marcha de la economía nacional. En la reunión del Grupo Consultivo para atender la emergencia de Centroamérica (Washington, 10-11 diciembre 98), Ramírez anunció que el crecimiento de Nicaragua sería, en 1999, de un 8%.

Otros triunfos económicos resaltó el gobierno en la etapa posterior a la emergencia. De Washington volvió el Presidente anunciando con desmesurado gozo que Nicaragua había conseguido más de lo esperado y pedido dentro del paquete de donaciones y créditos concedidos por la comunidad internacional para la reconstrucción de Centroamérica. Respecto a la insoportable carga de la deuda externa, el 6 de enero, el Presidente Alemán anunció que "los Reyes Magos" habían traído a todos los nicaragüenses "un hermoso regalo": los países más ricos del mundo, integrantes del Club de París, habían "diferido" (moratoria, no cancelación) durante tres años el pago del servicio de la deuda externa. En números se trata de 111.7 millones de dólares. También anunció que se le iba a adelantar a Nicaragua la fecha de entrada —a más tardar, junio de 1999— en la iniciativa diseñada por los organismos financieros internacionales para reestructurar la deuda de los "países muy pobres y altamente endeudados" (HIPC, por sus siglas en inglés).

Con anuncios de este tipo —adornados con costosas campañas de publicidad—, con las visitas de personalidades internacionales que continuaron llegando a Nicaragua y a Centroamérica atraídas por la catástrofe —de "dimensiones bíblicas", como ahora se puso de moda decir—, y con una febril inauguración de "obras de progreso" pequeñas o medianas, inconclusas o apenas iniciadas, el gobierno, y un Presidente Alemán de sonrisa permanente, han querido darle a la etapa post-"Mitch" un aire de triunfalismo de "aquí no ha pasado nada", que en ocasiones raya en lo grotesco. Siendo las principales víctimas del "Mitch" la economía campesina y un buen sector de familias rurales —que ya estaban excluidas del escenario oficial antes del desastre— este "teatro" no resulta especialmente difícil de montar.

Hay mucho de teatro. El anuncio de Noel Ramírez sobre un crecimiento del 4% en 1998 parece un muy calculado intento gubernamental por mantener la imagen de que la economía de Nicaragua continúa avanzando a un ritmo sostenido. Hasta se eligió bien la cifra: ligeramente superior a la muy alta del crecimiento poblacional (mayor al 3%), para que parezca que también en el PIB per cápita Nicaragua sigue mejorando.

En la cifra del 4% se asume que el sector agropecuario —el más influyente en el PIB nacional—creció, en 1998, al menos en un 4%. Sin embargo, además de los estragos causados en el campo por la sequía de "El Niño" en el primer trimestre del año, los funcionarios técnicos del Ministerio Agrícola y Forestal (MAG-FOR), en declaraciones posteriores a las de Ramírez, afirmaron que la encuesta hecha por el MAG-FOR con financiamiento del Banco Mundial en todo el país había revelado que en los estimados iniciales que el Ministerio había hecho al evaluar las pérdidas causadas por el "Mitch" las cifras se habían quedado muy cortas. Y que, en base a la realidad, 1998 cerraba con crecimiento negativo en el sector agropecuario. Señalaron que la cifra final aproximada era: -4.6%. El triunfalismo oficial es vacuo: no es posible hablar de un crecimiento global del 4% si es negativo el balance en el sector agropecuario.

El gobierno juega a las imágenes. Una contradicción tan grande en las cifras —nunca aclarada por Noel Ramírez— indica que sus declaraciones fueron más políticas que técnicas, y que en este post-"Mitch" —como ya antes del huracán— el gobierno liberal trabaja, más que para informar a la población sobre la realidad, para crear y consolidar imágenes positivas. Ese ha sido el estilo de Ramírez: presentarse periódicamente en los medios como vocero del optimismo oficial, como quien ha sido investido con la misión de sacar a Nicaragua del pesimismo y darle por fin una visión dinámica y de futuro.

Con las imágenes se quiere hacer creer a la opinión pública nacional que el país está creciendo como nunca antes, superando cualquier avance que pudo haber en los tiempos sandinistas o en los de Violeta Chamorro. Además, es una convicción arraigada en este gobierno que de las saludables cifras macroeconómicas del país depende el nivel de atracción de inversión extranjera. Si no cuadran las cifras, se manipula las que hay. Se olvida tal vez que a los inversionistas extranjeros no les importan tanto las cifras macroeconómicas de un país como los niveles de corrupción de sus gobiernos. Y en corrupción, el gobierno de Nicaragua aparece como uno de los peores calificados del continente.

También caracteriza al gobierno liberal de Alemán y sus voceros un notable cortoplacismo; y de nuevo, Noel Ramírez, como vocero económico del gobierno, fue también el que dio de ello una prueba manifiesta. En ocasión de anunciar que el "crecimiento" económico era del 4%, le preguntaron qué solución tendría la brecha comercial de Nicaragua (entre las exportaciones y las importaciones) en 1999. No hay más remedio que verla ensancharse —dijo— porque aumentar las importaciones es necesario para reconstruir el país. De nuevo, una respuesta política, discutible como tal, pero inconcebible desde el punto de vista de un Presidente del Banco Central.

La respuesta sería tal vez justificable si antes del "Mitch" Nicaragua hubiera tenido una brecha más o menos aceptable en su balanza comercial. Pero ya estaba gravemente desajustada. 1998 cierra con exportaciones por unos 600 millones de dólares (100 millones menos a causa del "Mitch") y con importaciones por más de 1 mil 500 millones. El gobierno busca atribuirle todos los desbalances y el aumento de la inflación al "Mitch", pero los desequilibrios pre-"Mitch" ya ponían en cuestión el éxito de toda la política económica que se está siguiendo y que tiene como meta dorada hacer crecer las exportaciones.

Por otra parte, la enorme brecha en la balanza comercial nicaragüense significa también que el país se está endeudando nuevamente. Mientras la condonación parcial de la deuda externa que el país va a recibir es presentada por la propaganda oficial como meta que sella el triunfo de la actual política económica, hay que tener en cuenta que el grueso de los recursos externos que llegarán al país con ocasión del "Mitch" vienen mayoritariamente en forma de préstamos. Y aunque vengan en condiciones muy favorables, en cuanto a plazos y a intereses, no dejan de generar deuda. Y el grueso de esa deuda Nicaragua la está contrayendo con los organismos multilaterales, que son "los que no perdonan deudas", como demuestra la tan loada pero cuestionable iniciativa HIPC.

Pero, ¿por qué no crecen las exportaciones de Nicaragua? Hay una línea de interpretación de este hecho: además del bajo valor de nuestros productos de exportación, se debería a que el gobierno liberal —de acuerdo con el FMI— decidió suprimir los Certificados de Beneficio Tributario (CBT), estímulo fiscal —usado también en Costa Rica y en El Salvador— que dinamizaba los nuevos rubros de exportación, las exportaciones no-tradicionales.

En torno a los CBT —de los que se beneficiaron durante los años del gobierno Chamorro 155 empresas— parece haberse generado una cadena de corrupción —que podría incluir lavado de dinero—, según una explosiva investigación hecha pública en enero de 1999 por la Contraloría. Pero, aún con un manejo totalmente transparente, los CBT no son la solución. Tras la interpretación que los magnifica está la convicción —compartida por el actual gobierno, aunque haya suprimido los CBT— de que es el sector empresarial el que puede sacar adelante al país. Se olvida que el grueso del volumen de la exportación nacional —mayoritariamente en los rubros tradicionales y en parte en los no tradicionales— está en manos de pequeños y medianos productores. Y para estos productores, el problema no es que haya o no CBT, sino el reducido acceso que tienen al crédito y a los servicios de asistencia técnica. De nuevo, el problema de fondo: no existe en el gobierno una institucionalidad adecuada para apoyar a pequeños y a medianos empresarios.

En enero de1999 el gobierno anunció que disponía de unos 10 millones de dólares —de la cooperación externa— para créditos a pequeños y medianos productores rurales afectados por el huracán. La medida puso una vez más en evidencia este problema del déficit institucional. Inicialmente, el gobierno habló de que ese fondo sería canalizado por ONGs dedicadas al crédito y no sólo por la banca, pero al final el mecanismo elegido fue entregarlo únicamente a los bancos privados que quisieran recibirlos a través de la Financiera Nicaragüense de Inversiones.

Como tanto antes o después del "Mitch", los bancos privados no quieren canalizar fondos a pequeños y a medianos empresarios y, dada la escasa institucionalidad que tienen en las zonas del desastre, en la práctica es muy probable que esos 10 millones vayan a parar a los sectores más acomodados de entre los productores medianos que tuvieron en sus fincas alguna pérdida por el paso del "Mitch", quienes ya son clientes de los bancos.

A pesar de todo, la cantidad que va a correr es voluminosa, y se trata de una respuesta gubernamental que seguramente va a tener el efecto político de consolidarle algunas bases electorales al PLC y le permitirá continuar con su costosa campaña de vender optimismo.

  

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Colaboración de "Equipo Envío", Nicaragua

 

 

 

 

La opinión de los votantes sobre la jornada electoral

Cerca del 25 por ciento de las personas que asistieron a votar el pasado 7 de marzo reportó al menos una dificultad para votar, según revela una encuesta de salida de urnas realizada por el Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA) de El Salvador. El sondeo, efectuado con el objeto de conocer las opiniones de los votantes sobre el proceso electoral y los problemas que éstos enfrentaron en la jornada del 7 de marzo, fue llevado a cabo en diversos centros de votación del país con una muestra de 2,234 votantes encuestados. La pesquisa de opinión pública señala que los problemas van desde las dificultades que tienen que ver con desorganización de los centros de votación hasta irregularidades como encontrar que otra persona ya había votado en lugar del entrevistado.

De acuerdo a los resultados de la encuesta, el 9.7 por ciento de los salvadoreños no se encontró en los listados electorales y muchos de ellos no pudieron votar. Un 3.3 por ciento tuvo dificultades con el nombre que aparecía en el padrón, el cual no correspondía a su nombre real. El 0.5 por ciento de los salvadoreños encontró que otra persona había votado por él o ella.

La disposición que ordena que ningún partido puede hacer propaganda electoral tampoco se cumplió a cabalidad. El 9.6 por ciento de los votantes consultados dijo que había visto a personas haciendo propaganda abiertamente dentro de los centros de votación o influyendo en los votantes para favorecer a un partido político.

Finalmente, el 6.2 por ciento de los consultados tuvo otras dificultades el día de la votación, tales como: falta de información en los centros de votación, lidiar con la desorganización de los centros, incapacidad de los integrantes de las Juntas Receptoras de Votos (JRV), entre otras.

A los ciudadanos que asistieron a elegir al próximo presidente de la república se les preguntó sus razones para participar en la jornada electoral. El 55.3 por ciento afirmó que votó porque es un deber, una obligación como ciudadano; mientras que el 13.5 por ciento sostuvo que asistió a votar para cambiar la situación del país; el 11.3 por ciento dijo que votó en ejercicio pleno de su derecho y el 10.9 por ciento aludió a que las elecciones servirían para mejorar el país. El 4.8 por ciento dijo que votó para apoyar a su partido de preferencia y el resto de consultados dio otras razones o prefirió no responder a la interrogante.

Las actitudes de los votantes hacia las elecciones revelan una tendencia distinta a la mostrada por la mayoría de los salvadoreños en las encuestas regulares. Cerca de la mitad de las personas que asistieron a votar el pasado 7 de marzo (el 46 por ciento) expresó mucha confianza en el proceso electoral para elegir al Presidente de la República; el 21.6 por ciento afirmó tener algo de confianza y el 30.8 por ciento dijo que tenía poca o ninguna confianza en el proceso electoral. Los votantes más confiados fueron aquellos que depositaron su voto en favor del partido ARENA, mientras que los más desconfiados fueron los que votaron por partidos como PUNTO o LIDER.

En cuanto al interés de la gente en las elecciones, los resultados de la encuesta de salida de urnas muestran también que los votantes estaban más interesados en los comicios que el resto de la población en general. El 44.5 por ciento de los electores activos —o que asistieron a votar— expresó mucho interés en el proceso electoral, el 18.7 por ciento dijo que las elecciones le habían interesado algo y el 36.5 por ciento dijo que los comicios le habían interesado poco o nada.

La encuesta de la UCA reveló, además, que la mayoría de los salvadoreños que votaron (el 61.7 por ciento) decidió su voto antes de que comenzara la campaña electoral, el 24.3 por ciento lo hizo durante la campaña electoral y sólo el 13.4 por ciento lo hizo el mismo día de la votación. La mayor parte de las personas que se decidió por uno de los partidos grandes lo hizo antes de la campaña electoral.

La visión sobre el futuro del país de parte de los votantes es bastante optimista. El 42.9 por ciento de los votantes cree que el país va a mejorar después de las elecciones, el 26.7 por ciento piensa que seguirá igual y sólo el 3.6 por ciento sostiene que empeorará. El resto de encuestados no contestó a la pregunta.

La encuesta de la UCA preguntó a los votantes salvadoreños sobre las razones por las cuales eligió al partido por el cual votó. Los electores de ARENA privilegiaron las razones de simpatía con el partido (26.6 por ciento), el candidato (15.9 por ciento), el trabajo del partido (13.1 por ciento) y sus propuestas de campaña (13.7 por ciento); en cambio, quienes eligieron a la Coalición FMLN-USC lo hicieron porque buscaban un cambio (46.6 por ciento), por simpatía con el partido (17.4 por ciento), y por su trabajo (14.9 por ciento), entre otras respuestas. La gente que votó por el CDU lo hizo por su candidato (46.9 por ciento), por un cambio (17.2 por ciento), por sus propuestas (12 por ciento) y por simpatía con el partido (10.4 por ciento), entre otras cosas. El PDC fue elegido por simpatías (27.6 por ciento), por su candidato (19.7 por ciento) y por buscar un cambio (17.1 por ciento), entre las razones más mencionadas.

El sondeo de salida de urnas reveló que el 7 de marzo asistieron a votar muchos más hombres que mujeres; también mostró que en esta ocasión acudió a votar un porcentaje mayor de jóvenes que en años anteriores y que las personas de mayores niveles educativos son los que siguen teniendo un porcentaje mayor de participación electoral en comparación con el resto de ciudadanos.

En resumen, la encuesta de salida de urnas, efectuada por el IUDOP de la UCA el propio día de las elecciones a nivel nacional, mostró que aún persisten los mismos problemas, dificultades, anomalías e irregularidades que han caracterizado a las elecciones anteriores. Aunque ciertamente en esta ocasión la gente señaló menos la desorganización y el desorden, irregularidades como no aparecer en los listados y encontrar que otra persona ha votado donde no le corresponde continúan dándose. El sondeo confirma lo mostrado por las encuestas pre-electorales que señalaban que la participación en las elecciones tenía que ver con los niveles de confianza e interés en las mismas. De hecho, la mayoría de aquellos que votaron lo hicieron habiendo decidido su voto antes de que se iniciara la campaña electoral. La encuesta de la UCA mostró, además, que las mujeres y las personas con menor nivel educativo siguen siendo los ciudadanos que participan menos en los procesos electorales.

 

San Salvador, 11 de marzo de 1999

 

 

 

 

El Salvador: ¿ejemplo de democracia?

Un día después de las elecciones y previo saludo a las mujeres presentes por conmemorarse entonces su día internacional, iniciamos la reunión de un grupo de personas nacionales y extranjeras; estas últimas visitaban el país para observar el evento del cual surgió el presidente de la República que, el próximo 1 de junio, tomará posesión de su cargo. El motivo del encuentro del lunes no era precisamente analizar los comicios del domingo; era otro. Pero, lógicamente, hubo que comentar en algún momento el tema; entonces, cuando nos tocó intervenir al respecto, expresamos que lo ocurrido era una demostración más de que en el terreno de lo político es donde menos se ha avanzado en El Salvador tras la firma de los acuerdos de paz. Y sonó a herejía, pues exactamente eso es lo que más promocionan quienes continúan vendiendo —o pretendiendo vender— la imagen de un país transformado a fondo y no simplemente "maquillado". Veamos por qué nos atrevimos a tanto.

Se dice, con razón, que hay serios problemas en la institucionalidad nueva o renovada después de la guerra; y quienes realmente queremos que funcione para bien del país estamos de acuerdo en tal afirmación. Es más: se habla de la necesidad de depurar el Órgano Judicial, la Policía Nacional Civil y —ahora también— la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, empezando por quien ocupa el despacho de su titular. Pero eso pasa a segundo plano, cuando vemos que el "cuello de botella" de la situación actual se encuentra en el prehistórico sistema político nacional que reclama a gritos modificaciones serias. Si no se supera con celeridad y responsabilidad la carcomida "partidocracia" salvadoreña, seguirá siendo imposible corregir de fondo las otras deficiencias que afectan el desarrollo de instituciones tan importantes como las mencionadas.

No vamos a hablar de todo lo que algunos señalan como las grandes bondades de este nuestro "nuevo" país, para presumir de un supuesto "desarrollo político" nunca visto. Para qué referirnos —por citar un ejemplo— a la tan promocionada "libertad de expresión" que "disfrutamos" todas y todos si se continúan censurando determinadas voces cuando abordan temas "sensibles"; si un poderoso personaje en el ámbito de la difusión masiva puede, a su antojo, silenciar a todos los medios para que no publiquen una nota cuando ésta "afecta" su "imagen"; si en los espacios televisados de opinión sólo hablan las mismas personas de siempre sobre los mismos temas de siempre y desde su muy particular perspectiva; si para que se conozcan las inquietudes y demandas de la gente común y corriente, organizada o no, es necesario reunir una buena cantidad de dinero para publicar un "campo pagado"; si esa misma gente común y corriente únicamente es noticia, la mayoría de las veces, cuando aparece muerta o es víctima de cualquier otra violación grave a sus derechos.

Mejor hablemos de lo que acaba de suceder y fijémonos en lo que se esconde tras ello. En los comicios del domingo ocurrió lo que ya sabíamos de antemano: que el ausentismo y el abstencionismo serían los grandes ganadores. Pese a todos los intentos de los partidos políticos por tratar de convencer a la población indecisa, los resultados negativos fueron más que obvios. Las y los salvadoreños que no acudieron a la cita del 7 de marzo dejaron al descubierto su rechazo al juego de los partidos en contienda. Estas personas prefirieron quedarse en sus casas antes que gastar neuronas para decidir la fórmula por la cual se decidirían, en medio de un mercado político tan escaso de ofertas atractivas; o les resultó más interesante ir a la playa en lugar de contribuir a legitimar con su voto un gobierno que, al igual que sus antecesores, no responderá —según afirman muchas personas— a las necesidades más urgentes de la mayoría de la población.

Los medios de difusión nos mostraron imágenes en las que la mayoría de los centros de votación instalados lucían desiertos. Hubo momentos y lugares donde los miembros de las juntas y los vigilantes de los partidos eran más que las personas ejerciendo el sufragio. Junto a lo anterior, también fueron notorios los problemas que se presentaron antes, durante y después del evento electoral. Casi todas las anomalías se concentraron en la desorganización que evidenció, una vez más, la incapacidad del Tribunal Supremo Electoral (TSE) para responder ante ellas con soluciones efectivas.

Tanto la prensa, como los observadores nacionales e internacionales y la población en general fueron testigos de un sinnúmero de dificultades. Algunas apuntaban hacia la falta de orientación para la población por parte de los representantes del Tribunal: no la brindaron como debía ser. En muchos lugares los listados se encontraban fuera de los centros de votación, mientras los delegados del tribunal estaban dentro de las instalaciones. Las y los votantes fueron auxiliados por observadores o por cualquier otra persona, menos por quienes se suponía que debían hacerlo: los delegados del TSE.

Además, un buen número de personas no apareció en los listados de las juntas receptoras de votos; hubo otras que no pudieron realizar su derecho y cumplir con su deber debido a que ya lo había hecho alguien por ellas. Cansada de sus fallidos intentos por votar y sin haber tenido ningún resultado positivo, bastante gente optaba por irse sin cumplir con el objetivo que se había propuesto. Así podríamos continuar enumerando una serie de situaciones anómalas e irregularidades que no fueron previstas o que si lo fueron quedaron sin corregirse hasta el día de los comicios.

Así se explica la decepción posterior de la gente por la manera en que se desarrollaron las elecciones. Sin embargo, quizás nunca nadie esperaba que el rechazo previo fuera tan notorio: ni los partidos y sus fórmulas, ni los observadores y analistas; ni siquiera las encuestas de opinión alcanzaron a reflejar la dimensión exacta del fenómeno. Según datos que pudimos recabar al momento de las votaciones, en lugares como la cabecera departamental de Sonsonate la participación alcanzó apenas un 20% y en Zacatecoluca, departamento de La Paz, tan solo un 30%

Además de los problemas en el padrón electoral y del hacinamiento en algunos centros de votación, que no permitieron que la gente ejerciera su voto en privado, los observadores internacionales destacaron en sus declaraciones esa notable falta de participación ciudadana. Los últimos datos del TSE indican que de los más de 3 millones de personas registradas, apenas 1,181,996 votaron; de esa cifra global se desprenden 1,129,950 votos válidos. En comparación con los comicios de 1997 —menos "atractivos" por tratarse de la elección de diputados y alcaldes— la diferencia es mínima: fueron 1,176,887 las personas que votaron y 1,119,603 los votos válidos. Pero ambos eventos guardan una distancia mayor y más clara con las de 1994: 1,431,035 de votos emitidos y 1,326,836 válidos.

Tal situación podría responder a que las elecciones de 1994 fueron las primeras realizadas tras el fin de la guerra; es posible, además, que la población le brindara entonces el beneficio de la duda a los partidos políticos y le tuviera un poco más de confianza al trabajo del TSE, imaginándolo aún como una estructura distinta y distante de aquél nefasto Concejo Central de Elecciones de los "tiempos de conciliación". Así las cosas, de 1994 en adelante el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) continuó gobernando; pero contrario a los ofrecimientos de campaña de su candidato y ahora "agonizante" presidente de la República, la realidad fue otra durante los cinco años de su mandato y en él se aprobaron una serie de medidas que golpearon duramente a la economía de los sectores más empobrecidos del país. Por ello, en marzo de 1997 gran parte de las y los votantes le dieron la espalda a ARENA y le obligaron a impulsar significativos cambios a su interior, sin dejar de ser representante de los más ricos de los ricos.

Tras el evento reciente del 7 de marzo, los partidos que ocuparon los tres primeros sitios ya hicieron su particular interpretación sobre lo sucedido: ARENA dice haber recuperado la confianza de sus votantes, algunos dirigentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) prefieren hablar de las fallas del TSE y el Centro Democrático Unido (CDU) sostiene que es la alternativa entre los dos polos del espectro político nacional. Ninguno de ellos, sin embargo, quiere aceptar de forma clara que en esta ocasión —al no acudir a las urnas— la gente reiteró e hizo más evidente su rechazo a lo ofrecido en la campaña y a quienes lo ofrecían. Esto, según se observa, tiene sin cuidado al partido oficial que se conforma y congratula con saber que tiene los votos suficientes para continuar imponiendo su modelo económico excluyente, injusto y cada vez —si es que alguna vez lo fue— menos "nacionalista", entendido este último término en su buen sentido.

Como sea, los números favorecieron al candidato "arenero" más que por sus méritos por las fallas de sus rivales, principalmente por parte del FMLN. El último escrutinio que dio a conocer el TSE lo ubicó en la primera posición con el 52% de los votos válidos, seguido bastante lejos por la ex guerrilla con el 29% de los mismos. Esos porcentajes se traduce en aproximadamente 587,000 personas que apoyaron a ARENA y 327,000 al Frente; juntos esos votos suman cerca de 914,000. Si consideramos la cifra cercana a los 6 millones de habitantes en El Salvador como cierta, sólo un poco más del 15% de la población votó por los dos partidos; los habitantes que se pronunciaron por ARENA y el FMLN andan abajo del 10% y arriba del 5% de la población, respectivamente. Este tipo de eventos —las elecciones— que son los instrumentos formales aceptados de manera casi generalizada para medir la participación democrática de la gente, arrojan semejantes resultados y ello nos indica lo poco que en nuestra tierra hemos avanzado en lo político. Al respecto, Sandra de Barraza —en un artículo que publicó hace unos días— llamó la atención sobre "tan baja participación en esta elemental forma de expresión democrática".

El nivel de ausentismo y abstencionismo, tanto en éstas como en las elecciones de 1997, rondó el 60%. De no cambiar a fondo la desprestigiada "partidocracia" salvadoreña, nos atrevemos a suponer que ese nivel se incrementará durante las siguientes en el año 2000. Con tales resultados, cualquiera con un poco de sensatez estaría pensando ya en una renovación profunda de su quehacer; pero conociendo lo que tenemos por acá, no estamos tan seguros de que eso suceda. Por si acaso, aquí van unas pistas para la reflexión seria, lanzadas desde el Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH).

"La protección de los derechos humanos —afirma la institución— es más completa en la democracia que en otros sistemas, pero a condición de que se cumplan estos principios. Esto es así porque las elecciones no garantizan la vigencia de los derechos por sí solas; antes bien, nuestra historia está llena de ejemplos de violaciones de los derechos humanos que conviven con regímenes de origen electoral. Para que haya vigencia efectiva de los derechos se requieren, cuando menos, las siguientes condiciones:

1. Instituciones de tutela transparentes y responsables ante los peticionarios, ante el público y ante la ley (administración de justicia y fuerzas de seguridad, pero también las de nuevo cuño, como el Ombudsman): se dota a las víctimas de los abusos de un recurso efectivo contra ellos y los Estados cumplen con su deber de garantía;

2. Una cultura de observancia de los derechos, caracterizada por la legitimidad del monitoreo permanente desde la sociedad civil y por la capacidad de respuesta de las instituciones del Estado, especialmente aquellas cuya función principal es la garantía de los derechos de los ciudadanos;

3. Adecuación de la legislación interna a las normas del derecho internacional de los derechos humanos;

4. Acceso al sistema supranacional de protección de los derechos cuando las instituciones nacionales no responden, y acatamiento efectivo a las resoluciones de sus órganos."

Estos cuatro puntos elementales pueden servir muy bien para colocarle enormes signos de interrogación a lo que existe en El Salvador, cuando en él y fuera de él se habla de su democracia.

 

 

 

 

 

INVERSION. La campaña electoral de 1999 le costó a los partidos políticos y a los salvadoreños más de 63 millones de colones. Los contendientes pudieron mantenerse en campaña durante 4 meses, que es lo que manda la ley. La cantidad calculada antes de la campaña fue de 120 millones, pero los datos preliminares revelan que hubo una reducción de gastos de propaganda. Los 63 millones invertidos se reparten de la siguiente manera: el FMLN, con su "Programa de Gobierno de concertación Nacional", gastó "un poco más de 11 millones", según dijo el jefe de campaña de este partido, Julio Menjívar. El PDC, que promovió su plan denominado "Bienestar para todos", ha dicho que su inversión fue de 7 millones; mientras que LIDER "menos de cinco millones", como informó el candidato a la presidencia por este partido, Nelson García. Francisco Ayala Paz, candidato a la presidencia por PUNTO, dijo que su partido únicamente gastó 300 mil colones, del medio millón que recibió como deuda política. Por otra parte, los partidos informaron que recibieron donaciones y ayuda "en especie" que es difícil calcular. Del CDU y ARENA se desconocen las cifras de inversión. El COENA había informado anteriormente que pretendían destinar a la campaña arenera cerca de 30 millones, pero hay quienes hablan de una inversión mucho mayor (LPG 06.03 p.6).

 

GANADOR. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) confirmó, el 08.03, en un escrutinio preliminar, la victoria del partido ARENA en las elecciones presidenciales, con 587 mil 391 votos, equivalentes al 51.98% de los votos válidos. La fórmula presidencial de ARENA estaba conformada por Francisco Flores y Carlos Quintanilla. El FMLN-USC quedó en segundo lugar con el 29.02% de los votos, equivalente a 327 mil 879 sufragios. El CDU ganó la tercera posición con 7.44%, es decir, 84 mil 91 votos. Esta cifra le permite al CDU poseer una magistratura en el TSE. Por su parte, LIDER y PUNTO serán cancelados por no alcanzar el 3% de votos que exige la ley. El acto de cancelación de los partidos procederá luego de que los magistrados declaren firmes los resultados. Estos fueron obtenidos con el 95.46% de actas enviadas por la Juntas Receptoras de Votos, y los mismos establecieron que 1 millón 181 mil 996 ciudadanos emitieron su voto, de 3 millones 171 mil 224 que estaban habilitados para ello. El PCN, cuya posibilidad de desaparecer era latente, logró sobrevivir con 43 mil 308 votos, lo que le otorga un 3.83% de sufragios ganados. El escrutinio final de los votos inició el 09.03, a manos del TSE, el cual está consignado en el artículo 259 del Código Electoral, que involucra a 14 Juntas, una por cada departamento del país (LPG 09.03 p. 4 y 5).

 

FMLN. Ante los resultados obtenidos en las elecciones presidenciales, el principal partido de oposición, el FMLN, ya prepara una Convención Nacional Extraordinaria, a la que se ha llamado para discutir el porqué de la derrota. La fórmula presidencial de la coalición, Facundo Guardado y Nidia Díaz, reconoció públicamente, el 08.03, el triunfo de ARENA. "Reconocemos públicamente que el licenciado Francisco Flores y Carlos Quintanilla son los ganadores de las elecciones", expresó Guardado. Afirmó, además, que ahora su tarea consiste en defender los gobiernos municipales que poseen y fortalecer la fracción legislativa en las elecciones que se avecinan en el año 2000. En este sentido, algunos de los dirigentes hablaron de la necesidad de cambios. Líderes de la corriente "dura" del partido hablan de cambios profundos e inmediatos, pero los progresistas, liderados por Facundo Guardado, de las FPL, prefieren la estabilidad del partido. Por su parte, la diputada Norma Guevara recordó que "todo es renovable y debe renovarse constantemente". Roberto Lorenzana, ex coordinador adjunto del Frente, asegura que el Frente necesita cambios. "Hay que mejorara la estrategia, tenemos problemas de estrategia que fueron equivocadas y prefiero asumir la responsabilidad del partido institucionalmente", expresó (LPG 09.03 p.8).

 

INMIGRANTES. El presidente de EEUU, Bill Clinton, aseguró a la Asamblea Legislativa de nuestro país, el 10.03, que haría todo lo posible para poner fin y superar la disparidad en el trato a indocumentados centroamericanos establecida en la Ley NACARA. El mandatario estadounidense se comprometió a introducir en el Congreso de su país "leyes más equilibradas" en materia migratoria, y para comenzar dijo que suavizaría los reglamentos de la ley NACARA, de manera que los indocumentados salvadoreños no tuvieran que demostrar que la deportación les causaría "sufrimiento extremo". Sin embargo, el presidente declaró a un periódico estadounidense que se había llegado al límite de lo que el gobierno de EEUU podía hacer por los inmigrantes. A raíz de estas declaraciones, extraoficialmente se dijo que los gobiernos de El Salvador y Guatemala podrían negarse a firmar el tratado que se presentará mañana en la cumbre que Clinton sostendrá con los mandatarios de la región. Por su parte, Calderón Sol dijo sentirse satisfecho por los acuerdos alcanzados durante la visita del presidente estadounidense. Asimismo, destacó la firma de un tratado de inversión bilateral con EEUU, realizada por la cancillería de la República y la embajada de la nación norteamericana en nuestro país (LPG 11.03 p.4 y 5; DH 11.03 p.12).

 

FLORES. Francisco Flores, ganador de las elecciones presidenciales del 07.03 por el partido ARENA, durante una entrevista concedida a un periódico matutino, el 08.03, aseguró que imprimirá a su gobierno el mismo estilo que a su campaña política: "abierto, cercano a la ciudadanía y apoyado en todos los sectores del país". El gobierno, manifestó, supone para ARENA una gran responsabilidad. "La ciudadanía ya está esperando los cambios que hemos prometido", dijo. Por otra parte, informó que una de sus prioridades antes de tomar posesión de la presidencia es constituir una comisión de personas notables del país. "Vamos a hacer un llamado a universidades, centros de estudio y gremios para constituir una gabinete de la más amplia gama posible. Queremos llegar a los salvadoreños más capaces para que vengan a trabajar con nosotros". En cuanto a las principales medidas que tomará una vez constituido el gobierno, Flores aseguró que desde el inicio impulsará "el proyecto de reactivación de la agricultura. Diseñaremos los mercados productores para acercarlos a los consumidores. Vamos a reorientar al Banco de Fomento Agropecuario en función de los pequeños agricultores". En cuanto a seguridad pública, informó que se formará "un comité interinstitucional para que todas las instituciones relacionadas con el control de la delincuencia formen un sólo grupo" (DH 08.03 p.16 y 17).

 

GUARDADO. Facundo Guardado, ex candidato presidencial por el FMLN, aceptó públicamente su derrota, el 08.03, pero sostuvo que seguirá trabajando por la transformación del FMLN, lo que viene haciendo, según él, desde algunos años, por lo que se ha ganado el apodo de "liberal". Guardado dijo que el gane de ARENA se debió a que "Flores logró interpretar la urgencia del cambio que tiene la gente del país, por el hastío de los gobiernos de ARENA, y se propuso él mismo como el cambio para el partido y el país, y eso le dio resultado. Y lo comenzó a hacer con bastante anticipación, con suficientes recursos". Según expresó, las dificultades que surgieron en el período de la elección de los candidatos del Frente fueron una de las razones por las que Rubén Zamora, del CDU, les quitó parte de los votos. No obstante, Guardado dijo que la campaña del FMLN contó con el apoyo de los principales líderes del partido, aunque afirmó que hubo algunos que no participaron en la misma; es decir, aceptó que hay un sector del FMLN que no apoyó la fórmula. Señaló, además, que su partido atravesó muchos obstáculos al inicio y durante la campaña. "Yo sabía que me enfrentaba a dificultades. Tengo una gran satisfacción, porque hemos estado en desventaja de recursos frente a ARENA", expresó (DH 09.03. p. 12 y 14).