UCA

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas



Semanario Proceso

© 1996 UCA Editores


 



año 17

número 734



noviembre 13

        1996

ISSN 0259-9864







                       NUMERO MONOGRAFICO 



           VII ANIVERSARIO DE LOS MARTIRES DE LA UCA







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                La UCA recuerda a sus mártires



     Noviembre es un mes que ha cobrado especial significado en el

quehacer de la Universidad Centroamericana "José

Simeón Cañas". El mismo está casi enteramente

dedicado a conmemorar a los jesuitas asesinados el 16 de noviembre

de 1989, así como a sus dos colaboradoras, Elba y Celina

Maricet Ramos. Cada noviembre se abre un importante espacio no

sólo para racordar agradecidamente a Ellacuría, a

Amando, a Montes, a Martín-Baró, a Juan Ramón

y a Joaquín López, sino también para

reflexionar sobre la herencia intelectual y de compromiso

ético que nos dejaron y acerca del modo cómo los

universitarios de ahora estamos haciendo producir esa herencia. 

     Todavía no hemos acabado de entender en todo su alcance

la herencia teórica y ética de los mártires de

la UCA. En este punto, existe un camino largo por recorrer, el cual

requiere de nuestras mejores energías intelectuales. No se

trata de repetir los lugares comunes, sino de avanzar en la

actualización de aquellos aportes éticos y

teóricos que permitan hacerse cargo de la realidad

histórica salvadoreña de una forma mucho más

fecunda. Se trata de historizar el pensamiento y la acción

de los mártires, a sabiendas de que muchas cosas han

cambiado en El Salvador desde que ellos nos dejaron, pero

también conscientes de que persisten obstáculos del

pasado que impiden que la justicia y el bien común sean una

realidad para la mayor parte de los salvadoreños. 

     La violencia estructural, fuente originaria de las

demás violencias que imperan en la sociedad, sigue

prevaleciendo en El Salvador de postguerra. Su estudio permanente,

con el mayor rigor, sigue siendo un desafío para todos

aquellos universitarios para quienes el saber tiene una

dimensión ética insoslayable. El impacto psicosocial

de aquella violencia, las múltiples psicopatías que

resultan de la misma, así como el espiral patológico

que permea el sistema social al multiplicarse las prácticas

violentas: todo ello requiere la mayor inventiva de

psicólogos y sociólogos que, de un modo u otro,

tendrán que abrevar de los estudios ya clásicos tanto

de Segundo Montes como de Ignacio Martín-Baró.

     En ese marco de violencia estructural y de

psicopatologías violentas, ¿cuáles son las

posibilidades reales del proceso de democratización?

Más aún, ¿de qué democracia estamos

hablando? ¿De una democracia meramente formal o de una

democracia más sustantiva que atienda las desigualdades

más escandalosas de nuestra sociedad? Qué duda cabe

que para responder a estas y otras interrogantes suscitadas por

nuestro proceso político hemos de volver a los

análisis políticos de Ignacio Ellacuría, no

para repetirlos mecánicamente, sino para continuar con una

línea de reflexión abierta a los signos de los

tiempos y a los dinamismos de la realidad histórica. En

estos tiempos en que la palabra democracia se ha vuelto moneda de

uso corriente entre los diversos círculos políticos

e intelectuales -con la inevitable desvalorización del

término- es preciso recuperar su sentido profundo,

así como la consciencia de las exigencias básicas

para su realización. 

     Ignacio Ellacuría insistía en "democratizar las

estructuras" como señal inequívoca de que en verdad

se estaba avanzando en la democratización del país.

A siete años de su asesinato, esa exigencia sigue siendo tan

actual como cuando fue formulada, en el editorial de ECA, "El

desmoronamiento de la fachada democrática", fechado el 23 de

mayo de 1988. En esa oportunidad, entre otras cosas,

Ellacuría llamó la atención sobre un requisito

esencial de la democratización de las estructuras que

todavía, como otros de igual importancia, no ha sido

cumplido. 

     "La democratización de las estucturas -escribió

Ellacuría- pasa... por la consolidación

democrática de las instituciones constitucionales. El

derrumbamiento de la fachada democrática ha mostrado la poca

credibilidad y fiabilidad de instituciones tan fundamentales para

el proceso de democratización como son el Consejo Central de

Elecciones, la Asamblea Legislativa y la Corte Suprema de Justicia.

Cualquier observador no afiliado a un partido político ha

podido probar hasta la saciedad la politización parcializada

de esas tres instituciones. En las tres predominan, especialmente

en las dos primeras, los intereses partidistas ya no sólo

sobre los intereses nacionales, sino sobre las responsabilidades

mismas de cada una de ellas".  

     Ahora el Consejo Central de Elecciones (CSE) se llama Tribunal

Supremo Electoral (TSE) y el FMLN tiene represEntación en la

Asamblea Legislativa, pero ¿ha perdido validez el

diagnóstico de Ellacuría? ¿No es acaso la

politización parcializada de esas tres instituciones lo que

está obstaculizando el avance del proceso de

democratización de postguerra? ¿No es eso acaso lo que

está abriendo las puertas a una involución

autoritaria del proceso salvadoreño? En fin, el predominio

de los intereses partidistas por sobre los intereses nacionales

sigue siendo uno de los males endémicos de nuestro sistema

político, sin cuya superación la

democratización de las estructuras no avanzará en la

dirección correcta.       

     Recuperar a los mártires, hacer producir la herencia

que nos dejaron: este es el desafío que tenemos que asumir.

Tenemos que hacerlo universitariamente, es decir, con rigor

intelectual y disciplina académica. El Salvador requiere ser

pensado y repensado de la mejor manera, para que las soluciones que

se propongan para sus ingentes problemas no se agoten en el

panfleto y la diatriba. ¿Estamos preparados para ello?

¿Estamos dispuestos a comprometernos con un trabajo

universitario de altura? ¿Estamos dispuestos a asumir el reto

lanzado una y otra vez por Ellacuría de conocer mejor que

nadie la realidad nacional? ¿Estamos dispuestos a hacer llegar

a la sociedad los resultados de nuestro trabajo

universitario?      

     Las celebraciones de noviembre debieran permitirnos dedicar un

poco de atención a esas interrogantes. Y es que, más

allá del tiempo que dediquemos a los preparativos y a las

celebraciones de noviembre, el compromiso con la herencia de los

mártires tiene que trascender el lapso temporal de

aquéllas y marcar el conjunto del trabajo universitario

cotidiano. Esta será la forma más agradecida de

rendir homenaje a quienes configuraron decisivamente la identidad

de la Universidad Centroamericana  "José Simeón

Cañas". 

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           Pacificación y democracia en Ignacio

     Ellacuría



     Ya desde agosto de 1981, Ignacio Ellacuría

señalaba, en un editorial publicado en ECA, la imperiosa

necesidad de acudir al diálogo y la concertación

para la resolución del conflicto armado. En un momento en

que muchos analistas, enceguecidos por sus propios intereses e

ideologías, diagnosticaban que la única salida para

la guerra civil era la aniquilación literal del enemigo,

ya fuera del gobierno en funciones o de los movimientos

guerrilleros, Ellacuría vislumbró que por la

acumulación de fuerzas de los bandos en pugna la victoria

militar de uno sobre otro era imposible. La vía

pacífica del diálogo-negociación era, pues,

la única alternativa viable para la guerra civil en El

Salvador.

     Mas sin embargo, la negociación, aunque necesaria, no

era suficiente para alcanzar la paz. Hacía falta, para que

ésta fuera justa y respondiera a las necesidades del

pueblo salvadoreño, que los sectores democráticos

no inmediatamente vinculados a uno de los dos polos (los sectores

campesinos, sindicales, empresariales: las "terceras fuerzas")

tomarán conciencia de su "papel histórico" en los

procesos sociales que marcaban la coyuntura de aquel entonces y

actuaran decididamente en ellos. "[Las terceras fuerzas] pueden y

deben ser una fuerza importante -afirmaba Ellacuría-, no

para constituirse en alternativa, lo que en verdad no son, pero

sí para obligar a una pronta solución... e incluso

para influir en el modo de esa solución. Para ello

necesitan cobrar conciencia exacta de la coyuntura actual, de las

posibilidades de una salida racional, justa y durable" (el

énfasis es nuestro).

     Para Ellacuría, por lo tanto, el papel que les

correspondía a las Terceras Fuerzas era el de "conocer y

dialogar". Conocer y reconocer la realidad objetiva que

había generado el conflicto armado y que imperaba en ese

momento; conocer y reconocer la inviabilidad de apostar por uno

de los dos polos como solución duradera y justa al

conflicto. Estar dispuestas a dialogar tanto con el FMLN-FDR como

con el PDC-FA, con el fin de inyectar racionalidad a la

concertación; una racionalidad entendida como la

inclusión de las propuestas y necesidades de todos los

sectores en aras de hacer imperar la soberanía popular y

el bien público. ¿Qué valor tiene lo anterior

ahora que la paz ha sido concretada? ¿Cuál es el

valor heurístico de este diagnóstico y de esta

propuesta para analizar un proceso de transición a la

democracia que ya se da por asegurado?

     Paradójicamente, el aporte directo de

Ellacuría a la solución del conflicto armado en El

Salvador no provino de su preciada y radical tarea de estudiar y

teorizar sobre la realidad político-social del

país, sino más bien de su entrega vital a la misma.

Fue el asesinato de Ellacuría, y de cinco de sus

compañeros jesuitas, aunado con otros factores, lo que

obligó a las partes a sentarse a la mesa de negociaciones.

El martirio de Ellacuría, sucedido en el contexto de una

"ofensiva final" en la que ninguna de las partes pudo imponerse

militarmente a la otra, apresuró el fin de una guerra

brutalmente irracional e inútil. Los efectos de este

apresuramiento, como a continuación se muestra,

presentaron y presentan serias dificultades para la

pacificación y democratización de la sociedad

salvadoreña.

     ¿Qué papel jugaron las Terceras Fuerzas en la

negociación que condujo a la finalización del

conflicto armado? Una somera revisión de las

características del proceso de diálogo permite

extraer algunas importantes conclusiones: a) la mediación

de las Terceras Fuerzas en la mesa de negociaciones se

escindió entre una representación formal de la

empresa privada a través del gobierno de ARENA y una

representación informal, o más bien una injerencia

no formal e indirecta, a través del Comité

Permamente de Debate Nacional en el país y la

comisión del FMLN-FDR. La racionalidad que apuntaba

Ellacuría como condición indispensable del

diálogo, quedaba desde el principio en entredicho, puesto

que los actores directamente participantes en el diálogo o

bien representaron sus propios intereses con exclusión de

los de las mayorías populares --el caso del Gobierno-

empresa privada-FA-- o bien dijeron representarlas, pero

anteponiendo sus necesidades políticas a las necesidades

económicas y sociales de éstas --el caso del FMLN-

FDR;

     b) la paz duradera y justa sólo era posible

alcanzarla, para Ellacuría, a partir de la preeminencia de

los factores internos sobre los externos. Si bien la modalidad de

las políticas de Estados Unidos con respecto a la guerra

civil en El Salvador eran un elemento decisivo en la

continuación o clausura de la misma, era aún

más importante que la pacificación se

alcanzará luego después de un proceso en el que

participaran decidida y realmente todos los sectores de El

Salvador. Como la realidad actual de El Salvador se ha encargado

de demostrar, difícilmente se evitaría un regreso a

la polarización y la violencia si la pacificación

se alcanzaba por presiones internacionales y no como resultado de

un diálogo en el cual participaran formalmente los

sectores más representativos de la sociedad. 

     La pacificación del país, la obra alcanzada,

fue más bien un impromptu, una composición

improvisada y apresurada de propuestas, que un concierto, una

composición articulada y armónica de necesidades e

intereses.

     La fallos del proceso de negociación son, pues, a la

luz de las reflexiones de Ellacuría, el haber antepuesto

el cese inmediato de las hostilidades a la concertación;

la negociación como hecho a el cómo, quiénes

y de qué manera negocian. ¿Qué consecuencias

ha tenido esto para la realidad actual del país?

     En primer lugar, el ejercicio democrático en la

sociedad  quedó restringido, desde un inicio, al juego

entre las fuerzas políticas ubicadas en la

superestructura, dejándose afuera a las fuerzas sociales

que configuran la estructura del país. Se obtuvo

participación y reconocimiento de la oposición en

la arena política, libre expresión de las ideas,

pero no se logró que la democracia llegará hasta

los sectores que tradicionalmente se había visto excluidos

de la vida económica, social y política de la

sociedad. La democracia cuajó hacia arriba, pero no hacia

abajo.

     En segundo lugar,  como efecto de lo anterior, se

santificó la mayor valía de la "fachada

democrática" y se obvio la necesidad de concretar una

democracia real que pasara por la democratización de las

instituciones y la satisfacción de las necesidades

mínimas de la población. La democracia quedó

identificada con la política y se excluyó la

democracia económica y social. 

     Finalmente, los valores del diálogo y la

concertación, vitales para una democracia real, quedaron

viciados desde su raíz: ni presupusieron la racionalidad

ya apuntada ni incluyeron a los agentes claves para realizarla.

El diálogo como instrumento para la concertación

quedó absolutizado como fin en sí mismo,

independientemente de que sus resultados fueran

antidemocráticos. Ciertamente, el diálogo era una

necesidad, pero no era el fin buscado. 

       

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    Los hallazgos de Segundo Montes en torno a las remesas



     El fenómeno de la migración internacional y el

envío de remesas fue una de las múltiples

preocupaciones de Segundo Montes, uno de los mártires de

la UCA, al grado de motivarle a realizar las primeras

investigaciones de campo en torno a esta temática. El

trabajo "Impacto de la migración de salvadoreños a

los Estados Unidos, el envío de remesas y consecuencias en

la estructura familiar y el papel de la mujer" constituye un

precoz esfuerzo por aclarar las principales implicaciones de la

masificación del envío de remesas familiares desde

los Estados Unidos.

     La situación prevaleciente siete años

después de ejecutada esta investigación demuestran

que, en efecto, los procesos de migración internacional

tienen una marcada incidencia sobre el  comportamiento

económico y social del país; tanto por la

vía de su impacto sobre el sector externo como por su

impacto en la composición del Producto Interno Bruto,

ingresos, pobreza, estructura familiar, etc. Durante la

última década, el monto de las remesas familiares

se ha incrementado enormemente y probablemente por ello

aún no se han adoptado políticas concretas para

aprovechar adecuadamente esta bonanza temporal. 

     En las siguientes líneas se persigue retomar algunos

de los hallazgos de Segundo Montes en lo tocante a los efectos

económico-sociales del envío de las remesas para

luego contrastarlos con la situación actual; con lo cual

se pretende 

evidenciar que en la actualidad la estabilidad

macroeconómica y también los patrones de

crecimiento se deben al envío de remesas familiares y no a

medidas de política económica y social. Asimismo

interesa evidenciar que la dependencia de las remesas constituyen

uno de los problemas económicos contemporáneos de

El Salvador. 

     De acuerdo a la fuente mencionada, desde finales de la

década de 1980 las remesas eran ya un factor con gran

incidencia económica y social que justificaban la

investigación de su impacto sobre "la mejoría del

nivel de vida como en la inversión productiva y mejora de

las condiciones y medios de trabajo"; para lo cual se

procedió a diseñar una muestra de 113 personas

jefes de familias que recibían remesas familiares al

momento de la investigación.

     En el caso de las condiciones de vida, la

investigación de campo permitió establecer que la

mayor parte de las remesas son utilizadas para

alimentación, siguiéndoles en importancia la compra

de casas, la salud y compra de medicinas y, finalmente la

educación de los niños. Por otra parte, en aquel

momento, al igual que en el actual, la inversión

productiva o medios de trabajo e ingreso no habrían

sufrido mayor impacto, debido al envío de remesas

calculándose que un 90% de las familias comprendidas en la

muestra "no dedican nada a ello, consumiendo casi todo lo

obtenido a través de las remesas en gastos de

subsistencia". En contraparte, se logró establecer que de

las familias que sí "destinan parte de las remesas a la

inversión, asignan porcentajes relativamente altos" aunque

lamentablemente estos son una minoría. 

     En general, las condiciones de vida habrían mejorado

gracias a la recepción de las remesas en la siguiente

forma: un 70.7% de las familias mejoró la

alimentación de los niños, un 70.1% mejoró

la educación de los niños, un 64.6% la salud de los

niños y un 60.6% la vivienda.

     En relación a la desintegración familiar, se

afirma que "se produce por el simple hecho de la

migración, especialmente si es el esposo (a)-

compañero (a) de vida, o si alguno de los que se van dejan

hijos. Pero lo más preocupante es el futuro de esos

núcleos familiares desintegrados....[pues] en la medida

que su permanencia [del emigrado] allí se prolongue,

habrá más probabilidad de una desintegración

familiar definitiva".

     En la actualidad muchas de las dinámicas observadas

tempranamente por Montes se han convertido en los principales

cuestionamientos del actual modelo económico, fundamentado

grandemente en la afluencia de remesas del exterior. Para

evidenciar lo anterior basta considerar la situación del

sector externo y las dimensiones que ha adquirido el consumo

durante los últimos años, bajo el aliciente del

crecimiento de las remesas. Para 1995, las remesas familiares

alcanzaron los 1,195.1 millones de dólares y permitieron

reducir el déficit en la cuenta corriente desde

aproximadamente 1,460 millones de dólares a solamente

275.6 millones de dólares, con lo cual, en lugar de

experimentarse una reducción de más de mil millones

de dólares en el nivel de las reservas internacionales

netas, se experimentó un incremento de 146.6 millones de

dólares.

     Obviamente el aporte de las remesas para el sector externo

no se limita al mantenimiento de la balanza de pagos, pues

asociado a lo anterior está la estabilización del

tipo de cambio y la reducción de las presiones

inflacionarias provenientes de este factor. En muchos casos, la

sobre oferta de divisas originada en la afluencia de remesas

incluso ha obligado al Banco Central de Reserva (BCR) a ejecutar

operaciones de mercado abierto para retirar el exceso de divisas

y evitar una caída en el tipo de cambio. 

     Por otra parte, y consecuentemente con lo evidenciado por

Montes, las remesas han contribuido a configurar un patrón

de crecimiento económico fundamentado en el consumo. Para

1995, se estimaba que un 96% del Producto Interno Bruto se

dedicaba a gastos de consumo final; similar porcentaje se observa

para los restantes años de la presente década. 

     En los últimos años se han registrado

esfuerzos por parte de las autoridades económicas para

reorientar la utilización de las remesas desde el consumo

hacia la inversión. Sin embargo, hasta la fecha estos

esfuerzos no han logrado mayores resultados positivos y el

principal destino de las remesas continua siendo el consumo, lo

cual es deseable para los fines del desarrollo social. Resulta

evidente que las remesas contribuyen a mejorar las condiciones de

vida, especialmente al considerar que en las Encuestas de Hogares

de Propósitos Múltiples se ha incluido el monto de

las remesas familiares dentro de la composición del

ingreso familiar, con lo cual se ha provocado una clara

reducción en los porcentajes de pobreza (Proceso, 731).

     La elevada dependencia de la economía nacional de las

remesas familiares plantea interrogantes en torno a la viabilidad

de mediano y largo plazo de un modelo de este tipo. Tal y como lo

establece Montes, la posibilidad de que ocurra una

desintegración familiar definitiva también abre las

posibilidades para una paulatina reducción de las remesas

tal y como ha sido expresado insistentemente durante los

últimos años. En la actualidad las remesas han

venido experimentado un crecimiento constante; sin embargo, no es

descabellado esperar que en la medida en que se profundicen los

procesos de desintegración familiar esta tendencia se

revierta. 

     Resulta interesante notar, pues, como desde finales de la

década de los 80 se vislumbraban las ventajas y

desventajas relacionadas con la intensificación de la

migración internacional hacia los Estados Unidos y del

envío de remesas familiares; y como, a pesar de ello

aún no se han adoptado políticas

específicas. Al parecer, aún no se ha dimensionado

adecuadamente el problema que plantearía una

reducción o desaparición de las remesas en el

mediano y largo plazo; especialmente considerando que en la

actualidad conforman el pilar más importante sobre el cual

se sostienen resultados no solamente en materia de

estabilización económica, sino también de

crecimiento de la producción y mejoramiento de las

condiciones de vida. En esa medida, la posibilidad de que estas

se reduzcan en el futuro cercano plantea la posibilidad de

severas crisis económico-sociales y sugiere la necesidad

de formular propuestas económicas que no dependan en tan

alto grado de las remesas.

     El hecho de que la fuerza de trabajo salvadoreña se

haya visto obligada a emigrar en busca de mejores condiciones de

empleo evidencia que el modelo económico ha demostrado

históricamente ser incapaz de sostener por sí mismo

a toda la población. Los efectos bondadosos de las remesas

brindan la posibilidad de iniciar un proceso de

reorientación del aparato productivo bajo condiciones de

estabilidad y crecimiento económico, y a partir del cual

deberían buscarse fuentes alternas de crecimiento

económico especialmente a partir de un incremento de la

inversión productiva.

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       Los escritos estéticos de Ignacio Ellacuría



             Ricardo Roque Baldovinos

              Departamento de Letras

    Universidad Centroamericana José Simeón

Cañas



     La reciente publicación del primer volumen de los

Escritos Filosóficos de Ignacio Ellacuría (San

Salvador: UCA Editores, 1996) pone a disposición del

público salvadoreño una serie de trabajos suyos

hasta ahora inéditos o dispersos. Entre ellos se devela

una faceta casi olvidada de la obra de este pensador: la

reflexión estética. Aun cuando esta

preocupación ocupe una proporción visiblemente

minoritario dentro de la extensa producción intelectual de

Ellacuría, no debe descartarse apresuradamente.

     Es bien conocido el interés permanente por la

actividad artística por parte de Ellacuría como

hombre e impulsor de la cultura nacional. De hecho, durante su

gestión como rector de la UCA fue un decidido defensor de

la carrera de Letras, de revistas como ABRA y Taller de Letras y

de auspiciar actividades artísticas y literarias, todo

ello pese a las colosales adversidades -políticas y

financieras- que la institución debía enfrentar por

esos dificilísimos años. Pero seguramente es menos

conocida es la atención que acapararon las cuestiones

estéticas en un período importante de la vida de

Ellacuría como filósofo e intelectual. Esta

preocupación da como fruto siete entradas del

índice de Escritos Filosóficos I. Estos trabajos,

que hoy se reeditan o se publican por primera vez, fueron

redactados entre los años de 1955 y 1963, durante el

período más intenso de su formación

filosófica.

     El interés por la reflexión estética

evidencia la honda influencia del Padre Angel Martínez

Baigorri, s.j., a quien Ellacuría conoció durante

su estancia en Ecuador, cuando realizó sus estudios de

humanidades clásicas y filosofía en la Universidad

Católica de Quito entre los años de 1949 a 1955. En

este período, asistió a unos cursos de

estética dictados por dicho sacerdote, de cuya calidad

humana y sólida formación filosófico-

teológica quedó profundamente impresionado. El

padre Angel unía a estas cualidades el ejercicio riguroso

y depurado de la poesía. Ciertamente, era un lírico

de primer orden, autor de poemarios de gran finura como Un Angel

en el país del Aguila o Río hasta el fin  y

líder reconocido de las destacadas voces literarias de

Nicaragua, donde había transcurrido buena parte de su

carrera docente y sacerdotal.

     Ellacuría no oculta su admiración por la

figura de su maestro en un manuscrito inédito y sin

título, que la edición de Escritos

Filósficos publica bajo el acápite "[ángel

Martínez Baigorri, s.j.]" (117-125) así como en una

serie de emotivas cartas que aparecen bajo la entrada de

"Correspondencia con ángel Martínez" (197-213). En

el primer texto realiza un retrato del maestro donde afirma que

"juntaba en sí la visión del poeta, del

filósofo y del teólogo, del ascético y el

místico en plena fusión de vida"  (118). El Padre

Martínez afirmaba con su testimonio vital la estrecha

hermandad entre filosofía, teología y

poesía. Crucial en todo esto es la centralidad de la

palabra como instrumento de verdad y como creadora de vida. Por

ello, para el Padre Angel "los santos son los supremos poetas"

(119). Martínez enseño a Ellacuría que el

filosofar y la actividad poética tienen un mismo objeto:

llegar a la realidad de la cosas. Y siendo la divinidad la

realidad última de las cosas ambas no pueden escapar la

dimensión religiosa. De hecho, la dimensión

religiosa de la poesía, aun entre aquellos poetas

confesamente ateos, será un preocupación que

Ellacuría recogerá más tarde en un hermoso

ensayo inédito de 1963 titulado "Religiosidad pluriforme:

Carducci, Maragall, Rilke" (535-541), que pone en evidencia la

familiaridad del autor con estas tres figuras cimeras de la

lírica de nuestro siglo.

     Sin embargo, el testimonio mayor de la gran empatía

entre Ellacuría y el Padre Angel lo constituye el ensayo

"Angel Martínez, poeta esencial" (127-195), denso y

extenso trabajo publicado originalmente en nuestro país

por la revista Cultura en su No. 14 correspondiente al semestre

de julio a diciembre de 1958. Pese al título, este ensayo

puede leerse no sólo como una introducción a la

obra del poeta sacerdote sino una reflexión sobre la

esencia misma de la lírica. Según Ellacuría,

la poesía del padre Angel encarna lo más

auténtico y fundamental de la expresión

lírica. Estamos ante un poeta que es profundo y, por

tanto, moderno. La profundidad del poeta radica pues en que este

"no busca sino la mayor plenitud de vida poseída en

sí misma para hacerla comunicación y palabra

mientras procura ahondar en el ser y la vida de las cosas para

captarlas ya en forma de palabra, de poesía en la que se

nos ofrece la vida luminosa de los seres" (143). De allí

que la poesía profunda deba ser simultáneamente

moderna, no porque siga los dictados de una moda impuesta

externamente sino "por la autenticidad con que afronta los temas

capitales y dolorosos del hombre en nuestro tiempo y por la

sinceridad con que se aprovecha de las purificaciones

estéticas y técnicas que el arte moderno ha ido

ganando desde el final del romanticismo hasta nuestros

días" (152-153).

     El privilegio de la atención crítica de

Ellacuría hacia la poesía lírica se trasluce

nuevamente en el que seguramente constituye su mejor ensayo de

tema estético: "El Doctor Zivago, como forma

poética" (305-328) también publicado originalmente

por la Revista Cultura, No. 17 correspondiente al trimestre de

octubre a diciembre de 1959. A pesar de que el propósito

expreso de este trabajo es un análisis filosófico

de la forma de la novela de Boris Pasternak -el cual lleva a cabo

con un rigor y coherencia verdaderamente ejemplares-, el

interés del esfuerzo acaba recayendo en una

reflexión sobre la dimensión histórica de la

lírica. Esta dimensión se manifiesta en la

tensión entre el buceo en la interioridad del protagonista

y la representación del escenario de la Revolución

Rusa.

     Sin embargo, es necesario mencionar que la reflexión

estética de Ellacuría no sólo abarca

cuestiones teóricas ni atiende exclusivamente la

poesía lírica. En un par de ocasiones,

Ellacuría asume el papel de crítico

cinematográfico, reconociendo así la importancia de

las manifestaciones culturales de mayor difusión masiva.

Esto lo encontramos en "Marcelino, Pan y Vino" (109-114)

comentario publicado originalmente en ECA en el No. 27

correspondiente a 1957 y un singular documento aparentemente

inédito, la "Carta abierta al autor de Viridiana" (510-

523), fechada en Londres el 20 de agosto de 1962. En ambos

trabajos, la preocupación del autor es la

representación artística de la dimensión

religiosa. El corrosivo anticlericalismo y el radical rechazo del

cristiansmo por parte del cineasta Luis Buñuel provoca,

por cierto, una reacción bastante airada por parte del

joven Ellacuría.

     Por razones de orden cronológico, este primer volumen

de Escritos Filosóficos ha excluido otro trabajo de tema

estético digno de consideración. Se trata de

"Poesía de aquí y ahora" publicado como

prólogo al poemario Oráculos para mi Raza (San

Salvador: UCA Editores, 1985) de Rafael Rodríguez

Díaz. Pese a su brevedad, este trabajo es de importancia

capital para comprender el pensamiento estético de

Ellacuría. Por un lado, se constata la permanencia de su

interés por la actividad artística y, en

particular, por la lírica al abrir con las siguientes

palabras: "Pocas cosas tan necesarias en El Salvador como la

poesía. Estamos tan atrapados por la materialidad de la

existencia cotidiana y por la unilateralidad de la

dimensión político-militar, por la urgencia de la

acción efectiva, que se va reduciendo nuestro ser y se va

deshumanizando la condición nacional como forma

particularizada de la condición humana. La poesía,

como otras acciones del espíritu, tiene mucho que hacer

para ampliar nuestro horizonte, para mejorar y ahondar nuestra

humanidad y también para avizorar futuros utópicos"

(7). Pero seguramente un elemento de importancia aún

más capital es la introducción de la noción

de 'razón poética'. La poesía, pues, puede

ayudarnos a comprender lo que "en realidad de verdad" está

pasando en el país, porque nos puede hacer tocar fondo en

la cuestión nacional. "Tocar fondo es cuestión de

razón, pero no hay una sola forma de razón. Al

fondo se puede ir de muchas formas y una de ellas, no la menos

eficaz, es la razón poética" (Ibid.). Para

después añadir que la verdad poética "no es

sólo un ejercicio de razón teórica -

interpretativa y contemplativa- sino también un ejercicio

de razón práctica orientada a la

transformación que es el ideal de todo uso de

razón" (8).

     Contrario a la tradición romántica más

ortodoxa que concibe a la poesía como el otro de la

razón, la actividad poética es propuesta

aquí como el ejercicio de una modalidad específica

de racionalidad. Testimonios de personas allegadas al padre

Ellacuría manifiestan que, en sus últimos 

años de vida, lamentaba no haber tenido suficiente tiempo

de retomar las preocupaciones estéticas de juventud para

desarrollarlas a la luz la filosofía de Xavier Zubiri. He

aquí otra de las tareas pendientes que nos han sido

legadas por Ignacio Ellacuría, filósofo

salvadoreño.

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     Martín-Baró, las encuestas de opinión y

     la teoría del espejo

 

     Cuando George Gallup publicó su libro -ya

clásico- titulado El pulso de la democracia, en 1937,

sostenía que las encuestas servirían para

complementar el trabajo de las elecciones en épocas no

electorales, proporcionando un lectura continua del pensamiento

popular sobre los asuntos socio-políticos entre una

elección y otra. Esta postura suponía la existencia

de un sistema básicamente democrático en el cual

las encuestas pudieran ser llevadas a cabo y sus resultados

pudieran tener un sentido para el desarrollo de los asuntos

sociales y políticos de una nación. 

     Cuando Ignacio Martín-Baró fundó el

Instituto Universitario de Opinión Pública de la

UCA, mucha gente cuestionó la idea de intentar encuestar a

la población sobre temas políticos en una sociedad

tremendamente conflictiva y con tan pocas garantías de

libertad. A pesar de eso y conciente de las muchas 

limitaciones -para cada encuesta el IUDOP tenía que pedir

un permiso o salvoconducto a la oficina del C-2 de la Fuerza

Armada, firmada por uno de los que posteriormente sería

uno de los asesinos intelectuales-,  las encuestas de la UCA se

convirtieron rápidamente en una fuente fiable de

información sobre el pensamiento y las preocupaciones de

los salvadoreños y contribuyeron, a su manera, al

establecimiento de la negociación que conduciría a

los Acuerdos de Paz, al mostrar frente a los actores sociales e

internacionales que esencialmente lo que más deseaban los

salvadoreños era la paz. 

     Esto puso de manifiesto para qué pueden servir las

encuestas de opinión pública en una sociedad poco

democrática como la salvadoreña. Y es que para

Martín-Baró las pesquisas de opinión

deberían servir para "desmontar la formalización

ideologizada de la opinión pública

salvadoreña con la ayuda de las ciencias sociales". En

esto el padre Nacho invirtió buena parte de su

producción. 

     Al encuestar a los salvadoreños, Ignacio

Martín-Baró buscaba una manera de devolver la voz a

las grandes mayorías de este país y que al hacerlo

tuvieran la oportunidad de verse a sí mismos como

ciudadanos que son parte de una misma sociedad con intereses y

aspiraciones comunes; buscaba incidir en la formación de

un pensamiento social, que parte de la propia historia y

cotidianeidad, haciendo que los salvadoreños vieran a la

sociedad en sus propios términos como una forma de

promover el cambio. Esto es a lo que él llamo la

"teoría del espejo social".

     Sin embargo, él sostenía que cumplir con lo

anterior no implicaba pararse en una esquina y comenzar a hacer

preguntas a la primer persona que pasaba por ahí. El

trabajo de consultar la opinión pública

tenía que ser riguroso y para ello se tenía que

cumplir con las siguientes características:

sistematicidad, representatividad, totalizadora y

dialéctica.

     Al decir que las encuestas debían ser

sistemáticas, Martín-Baró insistía en

la necesidad de consultar constante y sistemáticamente a

la población salvadoreña. No se puede esperar,

decía él, captar a la conciencia colectiva

salvadoreña sin un registro continuo de la

evolución de los pensamientos sociales y cómo

éstos se vinculan a la historia social del pueblo

salvadoreño. Además de sistemáticas, las

encuestas debían ser representativas de toda la

población. El padre Nacho estaba especialmente preocupado

por las investigaciones que generalizaban sus resultados cuando

sólo se referían a ciertos segmentos de la

población y que difícilmente eran representativas

de todos los salvadoreños. En un país que

históricamente ha marginado a muchos para tomar en cuenta

a muy pocos, la importancia de consultar a las mayorías

era vital para abrir los espacios sociales y para lograr captar y

reflejar la conciencia social. 

     Pero además de sistemáticas y representativas,

los sondeos debían ser totalizantes. Es decir, ver a la

opinión pública como un todo, estableciendo que

cada opinión, creencia y actitud adquieran el sentido que

realmente tiene en los pensamientos populares. Por ejemplo, que

el 80 por ciento de los salvadoreños estuvieran de acuerdo

con la aprobación de la ley de emergencia no quiere decir

que los ciudadanos pensaran que esa era la mejor forma de

combatir la delincuencia; al cruzar las opiniones y actitudes

hacia el problema de la delincuencia, las encuestas revelaron que

los salvadoreños apoyaron ese decreto como una

reacción desesperada ante su percepción sobre la

realidad, pero que esencialmente tampoco creían que

daría resultados. Abordar el carácter totalizante

que deben tener los sondeos de opinión pública

implica un trabajo riguroso y concienzudo de análisis. La

opinión pública no es el simple recuento de

porcentajes de preguntas desligadas entre sí, es la

integración de todas las opiniones en un pensamiento

social contextualizado, más o menos compartido por los

miembros de una sociedad. 

     Finalmente, uno de los aportes novedosos de Martín-

Baró es su concepción de unas encuestas

"dialécticas"; esto es, sondeos cuyos resultados tengan la

capacidad de regresar a la población, a la conciencia

ciudadana. Para el padre Nacho, hacer encuestas no tenía

ningún sentido si los resultados de éstas no

revertían a los ciudadanos. De esta forma se aseguraba que

éstos, al estilo de un espejo social, pudieran enfrentar

su propia imagen, con sus actitudes y pensamientos, con sus

preocupaciones y alegrías, con sus miedos y sus corajes. Y

no sólo eso, devolviendo las encuestas a la

población se genera otra fuente de información  que

surge desde los mismos ciudadanos, ya no de los grupos de poder.

Con las encuestas, los salvadoreños tienen la oportunidad

de escuchar su propia voz y al hacerlo tienen la posibilidad de

volverse conscientes de que no están solos en sus

preocupaciones e intereses, y, con ello, poner los cimientos para

el cambio social.

     En el fondo, al proponer que las encuestas sean

sistemáticas, representativas, totalizantes y

dialécticas, Ignacio Martín-Baró buscaba

desideologizar -su permanente propósito académico-;

buscaba, en otras palabras, que los salvadoreños tomaran

el control de sus vidas eliminando las contradicciones alienantes

entre vivencia e información  y reintegrando la conciencia

colectiva con la experiencia cotidiana social y personal.

     Muchos pueden decir que lo anterior suena demasiado

utópico ahora; sin embargo, estamos seguros quienes

heredamos el trabajo de hacer las encuestas de opinión

pública, que la tarea propuesta por el padre Nacho no ha

terminado y que los propósitos siguen siendo tan

válidos como lo eran hace una década. De lo que

también  estamos seguros es que su pensamiento sigue vivo

en cada esfuerzo por recoger la opinión pública

salvadoreña.

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                    La actualidad de Segundo 



     En agosto de 1985, Segundo Montes Mozo se enteró

oficialmente que la junta de directores de la UCA había

aprobado un proyecto suyo. ¿De qué se trataba dicha

propuesta? Pues de la creación de un Instituto de Derechos

Humanos dentro de la Universidad. En esa ocasión,

también se le notificó que el IDHUCA --tal como

sería conocida esta iniciativa en adelante--

quedaría adscrito a la Vice-rectoría de

Proyección Social y que se había formado un Consejo

Asesor del mismo. Finalmente, se le pidió la

elaboración de un plan de trabajo que --pese a ser

"provisional y tentativo"-- Segundo entregó a finales de

septiembre. De esa forma comenzó a surgir otro de los

bienes que el padre le dejó a nuestro país y que, a

estas alturas, intenta contribuir con sus limitaciones en el

esfuerzo por garantizar mayores niveles de respeto a los derechos

y libertades fundamentales de la población

salvadoreña, sobre todo para aquellos sectores más

victimizados dentro de nuestra sociedad. 

     El mencionado Consejo Asesor estaba integrado por el vice-

rector de Proyección Social, el jefe del Departamento de

Ciencias Jurídicas y Sociales, el director del Instituto

de Investigaciones y --obviamente-- el recién nombrado

director del IDHUCA. Convocadas por Ignacio Ellacuría,

estas personas se juntaron por primera vez el jueves 10 de

octubre del 1985 con el fin de "analizar y deliberar el plan de

trabajo propuesto por el Dr. Montes". De cara a esa

reunión, cada una de ellas recibió el proyecto del

IDHUCA y la planificación de las labores que se

pretendían impulsar, tanto desde una óptica general

desde el plano operativo. 

     De esos documentos elaborados por el fundador del IDHUCA, el

primero de ellos ha sido siempre una herramienta básica

para mantener el rumbo de la institución porque desde

ahí quedó definida, de manera clara, su

fundamentación. "El enfoque de la realidad de un

país desde la perspectiva de los derechos humanos --dice

ese texto-- es ya de por sí un enfoque importante para una

Universidad que desea estar preocupada prioritariamente por la

realidad nacional y que quiere estarlo desde una exigencia

específica de eticidad y racionalidad, de justicia y de

verdad". 

     ¿Cuál era El Salvador que, desde esa

perspectiva, observaba entonces Segundo? En primer lugar, un

país con "una secular situación de injusticia

estructural" que mantenía "a la mayoría de la

población lejos de poder satisfacer sus necesidades

básicas". Además, padeciendo "múltiples

formas de violencia" desatadas "en razón de las luchas que

aquella injusticia estructural ha provocado". Finalmente, en el

marco de una "desorientación ideológica en torno a

los derechos humanos". En resumen, se trataba de un "medio

ambiente" caracterizado por el "poco aprecio teórico y

sobre todo real" para los derechos humanos cuya violación

sistemática era "un hábito social y fatalistamente

aceptado".

      En esas condiciones y desde su visión universitaria,

el IDHUCA se planteó la necesidad de desarrollar una labor

de investigación seria en la materia. "No sólo para

El Salvador mismo --decía el padre Montes-- sino para el

problema universal de los derechos humanos, su estudio

aquí y ahora es de especial significación".

¿Por qué? Pues porque en nuestro país

existían las condiciones para analizar teóricamente

"lo que es la violación a los derechos humanos, las causas

de ella y, tal vez, las posibilidades de mejoramiento y

solución". "La negatividad tan profunda en que se

encuentran los derechos humanos en El Salvador --afirmaba

Segundo-- puede permitir un ahondamiento singular a la hora de

formular su positividad".

     Pero además de lo anterior, también se propuso

realizar un trabajo práctico destinado a identificar

violaciones concretas a los derechos humanos desde el lado de las

víctimas, para acompañar eficazmente a éstas

en su lucha por recibir justicia, privilegiando aquellas que --

por falta de recursos-- siempre han tenido menos posibilidades de

obtenerla no obstante ser las que más sufren atropellos a

su dignidad. De lo anterior se derivan los productos que --

algunas veces con errores, otras con aciertos-- ha ofrecido el

IDHUCA a lo largo de su existencia. 

     Ya pasaron más de once años desde aquel agosto

de 1985 y ahora se cumplen siete del día en que los

enemigos de la verdad  y la justicia --incapaces de aceptar

soluciones racionales a la problemátioca del país--

eliminaron físicamente a Celina y Elba, a Segundo y sus

cinco compañeros jesuitas. Fueron, entonces, escasos

cuatro años los que tuvo el padre Montes para intentar

sentar las bases de lo que hoy es el Instituto de Derechos

Humanos de la UCA; pero, aun así, fueron suficientes para

ayudarnos a quienes ahora tatamos de seguir su camino en

condiciones diferentes pero siempre difíciles. 

     A pesar del tiempo transcurrido y de todo lo que ha sucedido

de 1985 a la fecha, la mayor parte de la población

salvadoreña sigue sufriendo por la "secular

situación de injusticia estructural" que predomina en el

país, quizás más grave que antes por las

consecuencias de una larga guerra y los efectos de un modelo

económico excluyente; además --fuera del fin de la

guerra-- continúan presentes el temor y la inseguridad,

pues no se han superado otras formas de violencia que, en su

esencia, también son provocadas por esa "injusticia

estructural". 

     Finalmente, se insiste en "manosear" el tema de los derechos

humanos y, con ello, se dificulta aún más el

conocimiento exacto de la población sobre el mismo,

limitando así las posibilidades de una

participación consciente y entusiasta de ésta en la

consolidación de las instituciones encargadas de

garantizar su protección y promoción. Por todo ello

y a pesar de todo, en nuestro país no ha mejorado mucho el

"medio ambiente" en esta materia: aún se observa "poco

aprecio teórico y sobre todo real" para los derechos

humanos; todavía es un "hábito social y

fatalistamente aceptado" que la muerte --tanto la lenta como la

violenta-- se siga paseando sin problemas a lo largo y ancho del

territorio nacional. 

     En ese marco, ¿cómo nos está favoreciendo

la fecunda labor del padre Montes a quienes continuamos

trabajando por la defensa de los derechos humanos? ¿por

qué afirmamos que fueron suficientes sus cuatro

años al frente del IDHUCA, para ayudar a la labor que

actualmente desarrollamos? Cuando Segundo comenzó a

investigar y escribir sobre refugiados y derechos humanos,

realizó algunas visitas a las y los compatriotas que --por

razones de la violencia política y el conflicto

bélico--  vivían en Honduras, Guatemala y los

Estados Unidos. Cuentan que durante una de ellas, estando en el

campamento de Colomoncagua, Honduras, allá por el

año de 1982, alguien dijo lo siguiente: "Una mañana

llegó al refugio un hombre, canoso, barbudo y

bonachón, de sonrisa franca, con un paraguas en la mano,

seguido por un grupo de niños curiosos de ver abrir el

paraguas que nunca habían visto en su vida.  El hombre

decía que no veía futuro para los pobres en El

Salvador, que no había solución para ellos; pero en

su visita vio la esperanza, vio que brillaba el sol en

Colomoncagua, que sí había futuro para El

Salvador." 

     Eso sucedió cuando en nuestro país,

tristemente, era  tan evidente la violación a cierto grupo

de derechos y libertades fundamentales. En ese entonces, no

faltaron quienes apoyaron la causa de las y los

salvadoreños que, arriesgándolo todo, imaginaban un

país diferente y trabajaban para lograrlo. Así las

cosas, se recibieron infinidad de recursos materiales y humanos

de todo tipo, la mayoría de ellos buenos. Pero con el fin

de la guerra, el escenario nacional cambió y no

precisamente para bien. Se confundió la paz con lo que

actualmente vivimos y no se invitó a participar en el

"proceso" þexclusivo para ciertas cúpulasþ a quien

debía haber estado en primera fila: el pueblo

salvadoreño. 

     Pero, bien o mal, eso es lo que ahora tenemos. Han habido

algunos cambios en relación a lo que existía antes

y no debemos desaprovechar la oportunidad que, pese a todo,

aún se nos presenta para profundizarlos a partir del

involucramiento de la gente "común y corriente"; de esa

gente que, por ahora, no tiene muchas razones para creer en las

"pacificaciones", "democratizaciones" y "reconciliaciones" que

acordaron los que después se olvidaron de sus problemas o

sólo los ocupan cuando conviene a sus intereses

particulares o de grupo. En la cotidianeidad de esa gente que --

al igual que las personas refugiadas en Colomoncagua-- se

esfuerza por vivir y sobrevivir en medio de tantas dificultades,

es donde podemos encontrar esperanza y motivos para luchar por

ella.

     Así, pues, la razón principal de aquellas y

aquellos que þno obstante las dificultadesþ trabajan por la vida,

la justicia y los derechos humanos es una y muy grande: buscar y

mantener en alto la esperanza de construir una sociedad

diferente. Mantenerla cuando casi todo conspira en su contra y

cuando, cada vez más, la cooperación internacional

busca situaciones más "urgentes" que la nuestra para

solidarizarse con ellas. Cada vez más abandonados "de la

mano de Dios" y de la del "primer mundo" nos corresponde ahora

ser creativos, tener imaginación y audacia, continuar

viviendo y sintiendo el dolor y la angustia de las siempre

víctimas de la injusticia, quizás sin la

"abundancia" de antes y siempre con problemas para atender

eficazmente las urgencias que existen en lo relativo a la

situación de los derechos humanos. 

     Porque, fuera del fin de la guerra, aquí perdura la

impunidad y el dolor cotidiano de la exclusión social y

económica, de la violencia privada e institucional, de la

falta de espacios para la participación. En ese marco, las

personas que trabajamos por la vigencia real de los derechos

humanos tenemos entonces mucho que hacer sabiendo que el miedo y

la sensación de impotencia, los ataques infundados y los

calificativos engañosos, la publicidad y la pérdida

de valores conspiran en contra nuestra. La posibilidad que nos

queda para salir adelante se encuentra en el involucramiento de

la mayoría de personas que son víctimas de

atropellos a sus derechos, en sus diversas manifestaciones.

Así pues, debemos trascender al "gran público";

tenemos que adecuar nuestras mentes y dejar de estar viviendo

aislados, colocados "contra el paredón",

defendiéndonos de aquellos que þpor sus ambiciones

particularesþ no quieren que florezcan la vida y la justicia. 

     La etapa por la cual transita actualmente El Salvador

está llena de peligros. De eso, no hay duda. Pero no

podemos sentirnos derrotados cuando existen tantos ejemplos de

lucha inclaudicable  entre las y los mártires que regaron

su sangre en esta tierra, para transformarla desde la

raíz. Uno de esos ejemplos es el de Segundo, cuya

actualidad sigue presente siempre en las palabras finales del que

--tal vez-- fue su último aporte escrito sobre la

situación de los derechos humanos en nuestro país:

"No es tiempo todavía de cantar victoria... pero tampoco

es tiempo aún  para la desesperanza".  -----

OPCION POR LAS MAYORIAS POBRES. En nuestra situación

concreta la proyección social y la efectividad

política deben estar dirigidas por las exigencias

objetivas de las mayorías oprimidas, exigencias deducibles

tanto de su propia realidad objetiva en el contexto social como

de su voluntad expresa manifestada en las organizaciones

populares. Supone esto una opción que está

universitriamente justificada. Nuestra sociedad, como ya es

evidente después de tantos análisis, no sólo

está subdsarrollada y con graves y casi insuperables

necesidades objetivas, sino que está injustamente

estructurada económica, institucional e

ideológicamente. Esta constituida bipolarmente por una

pequeña clase dominante, flanqueda por toda una serie de

grupos e instituciones a su servicio, y una inmensa

mayoría empobrecida y explotada, parte de ella organizada

políticamente y parte de ella a merced de los flujos

sociales. En esta sociedad dividida, la opción de la

universidad es o debe ser en favor de las mayorías

oprimidas y, consecuentemene, en contra de las minorías

explotadoras y aun del propio Estado en cuanto representante de

estas minorías y en cuanto instrumento a su servicio. La

fundamentación teórica de esta opción se

basa en que son las mayorías y su realidad objetiva el

lugar adecuado para apreciar la verdad o falsedad del sistema en

cuestión; un sistema social que mantiene por largo trecho

de tiempo a la inmensa mayoría en una situación

deshumanizada, queda refutado por esta misma

deshumanización mayoritaria. La fundamentación

ética de esta opción consiste en que se estima como

obligación moral básica la de ponerse a favor de

los injustamente oprimidos y en contra de los opresores

(Ellacuría, I., "Universidad y Política", 1980).-

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CIVILIZACION DEL TRABAJO. Lo que queda por hacer es mucho.

Sólo utópica y esperanzadamente uno puede creer y

tener ánimos para intentar con todos los pobres y

oprimidos del mundo revertir la historia, subvertirla y lanzarla

en otra dirección. Pero esta gigantesca tarea, lo que en

otra ocasión he llamado el análisis

coprohistórico, es decir, el estudio de las heces de

nuestra civilización está gravemente enferma y que

para evitar un desenlace fatídico y fatal, es necesario

intentar cambiarla desde dentro de sí misma. Ayudar

profética y utópicamente a alimentar y provocar una

conciencia colectiva de cambios sustanciales es ya de por

sí un pprimer gran paso. Queda otro paso también

fundamental y es el de crear modelos económicos,

políticos y culturales que hagan posible una

civilización del trabajo como sustitutiva de una

civilización del capital. Y es aquí donde los

intelectuales de todo tipo, esto es, los teórico

críticos de la realidad, tienen un reto y una tarea

impostergable. No basta con la crítica y la

destrucción, sino que se precisa una construcción

crítica que sirva de alternativa real. No sólo hay

que desenmascarar la trampa ideológica de esta marea

ideologizante, sino que hay que ir haciendo modelos que, en un

fructífero intercambio de teoría y praxis, den

salida efectiva a ideales que no sean evasivos, sino animadores

de una construcción histórica. (Ellacuría,

I., "El desafío de las mayorías pobres", 1989).-

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ESPECIFICIDAD UNIVERSITARIA. Porque efectivamente hay una

especificidad universitaria y un modo específicamente

universitario. Esa especificidad y ese modo está

condicionado por lo que es la materialidad de la universidad y

también por lo que es su tradición. Esa

materialidad y esa tradición nos muestra que los elementos

integrantes de la universidad son alumnos que buscan una

profesión, profesores que dominan un campo del saber y lo

que pudiéramos llamar la materia prima de los distintos

trabajos universitarios: el saber en todas sus formas y

modalidades, el saber formativo y el saber explicativo, el saber

receptivo y el saber proyectivo. Dicho negativamente, si no

hubiera necesidades objetivas que cubrir, si no hubiera demanda

de los servicios universitarios, si no hubiera necesidad de

profesionales o de técnicas apropiadas, si no hubiera

saber relevante en la universidad dejaría de existir y se

convertiría en una especie de Ateneo o de Academia sin

interés alguno. Desde estas condiciones reales de la

universidad puede y debe decirse que todo lo que impide su

funcionamiento o que no lo potencia debe ser rechazado como no

universitario. Pero esta afirmación no debe confundirse

con la que asegura que no es universitario en absoluto lo que

dificulta la marcha de una universidad en una circunstancia

determinada. Y no lo es por que con toda probabilidad un hacer

político verdaderamente universitario tiene fuertes

implicaciones en contra de los poderes dominantes y, por tanto,

estos van a procurar por todos los medios combatir aquella

universidad y aquellas labores universitarias, que les ponen

serias dificultades es su tarea de dominación.

(Ellacuría, I., "Universidad y Política",

1980).   -----

SOBRE LOS INTELECTUALES. En este país, como en cualquier

otro del mundo, el universitario, el intelectual presente o en

formación, pertenece a una élite social, lo que le

ubica en una determinada posición dentro de la

pirámide estructural de la sociedad, y le confiere un

status y un poder privilegiados y privilegiantes. El profesional

surgido de la universidad automáticamente adquiere un

relevante status social, que muchas veces le abre las puertas

para otras posibilidades, y participa en una cuota importante de

poder dentro de la sociedad. Conviene despolitizar la vida

universitaria -en lo que de peyorativo tiene el término de

politización-, para alcanzar una verdadera y

auténtica politización de la vida, también

en su dimensión universitaria. Nada en la vida social

está al margen de la política. Lo importante es

tener una correcta concepción política, que aplique

nuestros esfuerzos al beneficio de la colectividad, especialmente

de las mayorías, y no a favor de una minoría ya

demasiado privilegiada. El sistema tiene capacidad para

subordinar, cooptar, someter o instrumentalizar el conocimiento y

los intelectuales. El conocimiento es un poder -una cuota de

poder social-. La pregunta es a qué se aplica, al servicio

de qué se pone ese conocimiento, esa cuota de poder: a

favor del sistema, contra el sistema, o para crear un nuevo

sistema. Estoy convencido que los jóvenes tienen

suficiente idealismo y capacidad de innovación como para

cuestionar los procesos e intentar cambiarlos de rumbo; que los

intelectuales son los llamados a analizar y entender la realidad

objetiva, a dedicar esa cuota de poder que la sociedad les ha

confiado para cambiar el rumbo de la historia e iluminar nuevos

derroteros más sociales y humanos (Montes, S., "La

Responsabilidad de los Estudiantes Universitarios Dentro de la

Sociedad", 1985).-----

SOBRE LA DEMOCRACIA. El concepto de democracia -al menos en lo

que se refiere a los procesos eleccionarios para la

delegación del poder-, además de podérselo

considerar como un concepto y una realidad límite, es al

mismo tiempo, si no ambiguo, al menos plurívoco. Se puede

subdividir en "democracia aparente", en la que las elecciones son

un mecanismo de justificación del poder ya conquistado o

retenido; "democracia formal", como medio de legitimación

ideológica o política de una élite que

controla el poder e impone su proyecto; y "democracia real", por

la que se le entrega el pueblo el derecho de regir sus destinos,

se sujeto de su historia y escoger a quienes mejor lo representen

y dirijan. Indudablemente, un proceso de democratización

difícilmente puede alcanzar en breve lapso la cumbre de la

democracia; pero si esa es la meta que se propone una sociedad,

hay que analizar también las posibilidades

históricas del paso de una democracia aparente a una real.

Aquí es donde se plantea una interrogante que no es

únicamente teórico, sino empírico. ¿Es

posible la democracia -se entiende la real- en un país

subdesarrollado? En gran parte va a depender del concepto que se

tenga de la democracia y de las espectativas respecto a alcanzar

la meta casi utópica, o límite. No hay que dejar de

lado la relación estrecha existente entre la democracia

política y la democracia socio-económica. Si no

existe, no ya una democracia real en las variables y condiciones

socioeconómicas, pero ni siquiera unos mínimos

vitales indispensables asegurados para las mayorías, no es

pensable que rijan sus destinos, sean sujetos de su historia ni

puedan escoger a los que mejor los representen y dirijan (Montes,

S., "El Proceso de Democratización en El Salvador",

1986).-----

SITUACION DE LOS INMIGRANTES. Los salvadoreños han

desarrollado unas cualidades peculiares de ocultamiento y

supervivencia ilegal: muchos de ellos han vivido y salido

clandestinamente del país, han entrado y atravesado

Guatemala en tal calidad, lo mismo que México; muchos de

ellos han intentado repetidamente entrar ilegalmente a Estados

Unidos y, una vez logrado, han permanecido allí

ilegalmente y se las han arreglado para permanecer así y

trabajar. En fin, se han graduado en la escuela de la

clandestinidad y la supervivencia ilegal, creando actitudes y

mecanismos de ocultamiento, autodefensa y solidaridad, que los

capacita para sobrevivir en el medio. Lo más probable es

que hagan todos los esfuerzos posibles por permanecer

allí, afrontando las nuevas dificultades y el agravamiento

de sus condiciones de vida y trabajo, dado que la alternativa de

retorno es aún peor. Por otro lado, Estados Unidos

necesita y/o se beneficia de esta mano de obra, a la cual

superexplota por ser ilegal, pagándole en muchos casos

menos de lo debido y lo exigido por otras etnias, abaratando

así los costos de productos y servicios, e incluso

subvencionando las prestaciones sociales -que pagan los ilegales

con sus impuestos, pero a los cuales no tienen derecho ni acceso-

, y asignándole trabajos que no quieren realizar otros

grupos sociales y/o étnicos -y mucho menos por esos

salarios-. Lo que se prevé, en consecuencia, es aún

mayor superexplotación de esa mano de obra que necesita

trabajar de cualquier modo para subsistir y enviar ayuda a sus

familiares (Montes, S., "La crisis social agudizada por la crisis

política salvadoreña. La migración a Estados

Unidos: un indicador de la 

crisis", 1987).-----

DERECHA VIOLENTA. La tradición violenta de ARENA es

innegable. Si situamos el origen mediato de ARENA en la lucha que

los enemigos de la transformación agraria (1976) iniciaron

contra quienes propiciaban, ya no medidas revolucionarias, sino

simplemente progresistas, puede apreciarse cuál fue ya su

prehistoria. Apenas se hizo diferencia entre lo que ya empezaba a

ser un fuerte movimiento revolucionario, que iría a

desembocar en el FMLN y quienes propiciaban medidas razonables de

cambios constantes y progresivos. Tildados todos de comunistas,

se desató contra todos ellos un proceso de

represión. Quienes planearon la estrategia y las

tácticas, que desembocaron en las masacres de los

años de 1980 y 1982 y en el conflicto armado, abandonaron

la cobertura del Partido de Conciliación Nacional,

buscaron alianzas con los militares y se prepararon para iniciar

una nueva fase de terrorismo. No es exagerado sostener que la

mayor parte de aquellos iniciadores del terrorismo están

hoy en ARENA y con ARENA, aunque no necesariamente incambiados y

no necesariamente al frente del partido. En el origen inmediato

de ARENA promovido por el ex mayor D'Aubuisson, ligado al aparato

de inteligencia del Estado en los oscuros años del general

Romero, se perciben pruebas claras no sólo de extremismo,

sino de terrorismo. Sin entrar en investigaciones y

comprobaciones exhaustivas no es fácil desmentir la

ligazón del nuevo partido y de su jefe máximo con

el lider extremista guatemalteco Sandoval Alarcón, bien

conocido por su aparato terrorista y por su ciego anticomunismo

(Ellacuría, I., "Vísperas violentas", 1989).   -

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SOBRE LAS GUERRAS. Con la finalización de la segunda

guerra mundial, las armas no se han silenciado. En estos 50

años han estallado innumerables conflictos en muchas

partes del mundo, cuyas víctimas han superado con creces

las causadas por la segunda guerra mundial. La gran falacia del

mundo desarrollado es vivir con el espejismo de la moderna paz

augusta porque la guerra no ha llegado aún a sus

fronteras. Una mirada al mapa del mundo descubre en los pueblos

del tercer mundo numerosos conflictos armados. Las causas de cada

uno de ellos pueden ser muy diversas, pero difícilmente se

encontrará alguno en el cual no haya habido injerencia de

las grandes potencias. La rivalidad entre las superpotencias y su

ambición de dominio han trasladado la lucha a estos

pueblos. Sus enfrentamientos se libran en los pueblos

débiles y pobres, los cuales sufren la destrucción

y ponen las víctimas. En la Sollicitudo rei socialis, Juan

Pablo II denunció que se los ha convertido en clientes

obligadas del comercio de armas, desviando así sus escasos

recursos en comprar equipo militar y armas, dislocando sus

economías e impidiendo su desarrollo. Esta estrategia,

además de dejar víctimas mortales, lisiados y una

inmensa destrucción, ha generado millones de refugiados y

desplazados. Todo esto ha pasado inadvertido para la

opinión pública de los países del primer

mundo o ha sido presentado como episodio anecdótico de

países lejanos. La segunda guerra mundial fue resultado de

las fuerzas de dominación, realidad que con nuevas

modalidades sigue imperando en la  actualidad. (López, A.,

"La maldición de las guerras", 1989).-----

SOBRE LA JUSTICIA. Por su misma esencia, la justicia hace

referencia a las relaciones entre personas. Son las relaciones

las que son justas e injustas. La justicia exige que en toda

relación se afirme la dignidad de la persona y se

satisfagan plenamente sus aspiraciones de realización

integral. Hacer la justicia supondrá, en primer lugar, lo

que en las relaciones humanas hay -a veces bien disfrazado de

injusto, de negación de dignidad- de ser más. Todo

eso hay que eliminarlo e instaurar en su lugar una nueva forma de

relación que satisfaga las exigencias de la justicia.

Dentro de la complejidad de la vida humana, la forma en que se

relacionan entre sí las personas no termina en las meras

relaciones de individuo e individuo. Por el contrario, la forma

en que más determinantemente nos relacionamos es a

través de las instituciones y estructuras sociales. Por

eso, los obispos pueden hablar de Medellín y Puebla de

injusticia estructural o institucionalizada, de pecado social.

Las estructuras sociales deben ser promotoras de justicia, no

forjadoras de opresión e injusticia. Y es vocación

fundamental del cristiano transformarlas en este sentido. Pero en

el momento en que desbordamos los límites de una moral

individualística nos econtramos con una dificultad seria:

las estructuras, lo social no son algo que pueda ser percibido

inmediatamente. La sociedad y sus estructuras son, en cuanto

tales, invisibles. Y sin embargo, a no ser que queramos

contentarnos con una percepción ingenua de las cosas, que

nos llevará a decisiones también ingenuas e

ineficaces, es necesario conocer esa realidad social y conocerla

profundamente (Moreno, J. R., "Discernir para la justicia",

1990).                  -----

EL PAPEL DE LA PSICOLOGIA. Quizá la opción

más radical que confronta la psicología

centroamericana hoy radica en la disyuntiva entre un

acomodamiento a un sistema social que personalmente nos ha

beneficiado o una confrontación crítica frente a

ese sistema. En términos más positivos, la

opción estriba en si aceptar o no el acompañar a

las mayorías pobres y oprimidas en su lucha por

constituirse como pueblo nuevo en una tierra nueva. No se trata

de abandonar la psicología; se trata de poner el saber

psicología; al servicio de la construcción de una

sociedad donde el bienestar de los menos no se asiente sobre el

malestar de los más, donde la realización de los

unos no requiere la negación de los otros, donde el

interés de los pocos no exija la deshumanización de

todos (Martín-Baró, I., "El papel del

psicólogo en el contexto centroamericano", 1985)



LA OPINION PUBLICA. Las encuestas de opinión

pública pueden ser una manera de devolver a voz los

pueblos oprimidos, un instrumento que, al reflejar con verdad y

sentido la experiencia popular, abra la conciencia al sentido de

una nueva verdad histórica a construir. No sería

poco servicio a nuestros pueblos que los psicólogos

sociales iniciáramos institutos de opinión

pública, por modestos que tuvieran que ser sus comienzos,

que les ayudaran a formalizar su experiencia, a objetivar la

conciencia de su situación de opresión desmontando

los discursos oficiales y abriendo así vías para la

construcción de alternativas históricas más

justas y humanas (Martín Baró, Ignacio. "La

encuesta de opinión pública como instrumento

desideologizador", 1989).-----

LA VIOLENCIA. La prolongación indefinida de la guerra

supone la normalización de este tipo de relaciones

sociales deshumanizantes cuyo impacto en las personas va desde el

desgarramineto somático hasta la estructuración

mental, pasando por el debilitamiento de la personalidad que no

encuentra la posibilidad de afirmar con autenticidad su propia

identidad. No se puede entender entonces las crisis

orgánicas sin su referente de tensión polarizadora,

como no se comprende la inhibición sociopolítica

sino frente al clima de mentira institucionalizada o el

estereotipamiento ideológico frente a la

militarización de la vida social. Pero, a su vez, las

personas que se van formando en este contexto, van a asumir como

connatural el desprecio por la vida humana, la ley del más

fuerte como criterio social y la corrupción como estilo de

vida, precipitando así un grave círculo vicioso que

tiende a perpetuar la guerra tanto objetiva como subjetivamente

(Martín-Baró, I., "La violencia política y

la guerra como causas del trauma psicosocial en El Salvador",

1988)



VIOLENCIA EN CENTROAMERICA. El problema de la violencia

generalizada que actualmente vivimos en Centroamérica no

es primero ni fundamentalmente un problema psicológico,

sino un problema económico, político y social. Sin

embargo, y por ello mismo, es también un problema

psicológico. Hasta ahora el aporte psicológico a la

resolución de este gravísimo problema ha brillado

por su ausencia, cuando no con su anuencia más o menos

implícita con la situación, conformándose en

el mejor de los casos con paliar algunas de las consecuencias

individuales más visibles de esa violencia,

(Martín-Baró, I., "La violencia en

Centroamérica: una visión psicosocial", 1987)-----

SOBRE LA POLARIZACION. Entendemos aquí por

polarización aquel proceso psicosocial por el cual las

posturas ante un determinado problema tienden a reducirse cada

vez más a dos esquemas opuestos y excluyentes al interior

de un determinado ámbito social. Se da polarización

social cuando la postura de un grupo supone la referencia

negativa a la postura de otro grupo, considerado como rival. Al

polarizarse, la persona se identifica con un grupo y asume su

forma de captar un problema, lo que le lleva a rechazar

conceptual, afectiva y comportamentalmente la postura opuesta y a

las personas que la sostienen. Uno de los fenómenos

característicos de la polarización social es el de

la "imagen especular": de un lado y otro, las personas atribuyen

al propio grupo las mismas características formales

positivas y los mismos rasgos negativos al enemigo. Unos y otros

ponen la bondad en la postura del endogrupo y la maldad en el

grupo ajeno, de modo que la imagen se refleja de un grupo a otro

y sólo cambia el término de la predicación.

Lo que no indican los teóricos de la "imagen especular" es

que, por un lado se trata de una equivalencia formal, es decir,

ambos rivales se ven como la inversión de bondad y maldad,

pero no se da necesariamente una equivalencia material, pues los

contenidos específicos de las respectivas categorizaciones

pueden variar: burgués-comunista, opresor-subversivo,

imperialista-terrorista. La reciprocidad perceptiva de las

imágenes grupales nada dice sobre su veracidad o falsedad

objetivas. Que ambas imágenes se correspondan formalmente

no significa por lo mismo que ambas sean igualmente verdaderas o

falsas (Martín-Baró, I., "Polarización

social en El Salvador", 1983).-----

DERECHOS HUMANOS. Las fuerzas económicas, sociales y

políticas, dejadas al libre juego del mercado, de la

oferta y la demanda, de la competencia, no sólo no han

podido resolver los problemas fundamentales de la sociedad, ni

crear los medios y recursos indispensables para atender las

necesidades básicas de las grandes mayorías, sino

que han ido tejiendo y creando unas estructuras que lo

imposibilitan de hecho, produciendo así una

violación sistemática y estructural de los derechos

económicos, sociales y culturales para una mayoritaria

proporción de la sociedad salvadoreña, y una

situación permanente de anticonstitucionalidad en este

aspecto, abriendo con ello las puertas y legitimando movimientos

que busquen cambios estructurales que posibiliten y viabilicen el

cumplimiento de tales derechos. Si la guerra civil es productora

de muerte y destrucción, son más las muertes que

produce la pobreza, el desempleo, las enfermedades, la carencia

de vivienda y de recursos mínimos. Se puede categorizar

por consiguiente, no sólo como de una situación

permanente de anticonstitucionalidad, sino de violación

sistemática y estructural -o de un sistema y unas

estructuras intrínsecamente violadoras- de los derechos

humanos económicos, sociales y culturales de las grandes

mayorías. La guerra podría tener un final militar,

pero si no se resuelven los problemas estructurales que

están a la base de la injusticia y de los conflictos, no

se alcanzará la paz (Montes, S., "Los derechos

económicos, sociales y culturales en El Salvador", 1988).-

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REFORMAS. Si un pueblo -y un gobierno, como expresión de

la voluntad de ese pueblo-, es consciente de que una estructura

es injusta o inadecuada al menos, y se decide a realizar una

reestructuración, una reforma, tiene que ser consciente de

la gran responsabilidad nacional a la que se enfrenta. Se corre

el peligro de caer en una demagogia, o en una antidemagogia. Se

puede incurrir en la demagogia de hablar mucho y no hacer nada, o

en la demagogia de proceder antitéticamente por puro

sentimiento que pretenda ganarse las masas pero no solucionar

nada. Por el contrario, acecha constantemente la tentación

de una antidemagogia, es decir, de introducir alguna

pequeña modificación que deje más o menos

tranquilos a los más poderosos, pero engañe a las

masas que seguirán en su postración cada día

más angustiosa. (Montes, S., "Situación del Agro

Salvadoreño y sus implicaciones sociales", 1973).



ADMINISTRACION DE JUSTICIA. Los graves fallos de la

administración de la justicia no sólo hay que

atribuirlos a falta de independencia de los poderes -y "organos"-

y a deficiencias económicas y financieras; es preciso

adentrarse en las razones estructurales subyacentes, arraigadas

en una sociedad desigual que privilegia los intereses de las

minorías, y que se ve amedrentada por el poder desmesurado

de grupos de presión prepotentes. (Montes, S., "Los

derechos humanos en las plataformas de los partidos

políticos", 1988).-----

MEDIACION TEORICA. Todo esto nos aboca a un problema crucial:

tenemos por un lado una realidad no directamente perceptible y

además compleja, con dimensiones bien distintas

(económica, política, social, cultural, religiosa,

etc.) que se interrelacionan mutuamente. Una realidad que,

además, no es estática, sino dinámica, en

continua mutación. Por otro lado, vemos la necesidad de

conocer esa realidad lo mejor que sea posible. No basta una mera

recolección de los datos más fácilmente

perceptibles, por ejemplo que más de 100 millones de

latinoamericanos padecen miseria; para hacer un

diagnóstico adecuado y tomar decisiones que puedan

eficazmente transformar esa realidad hay que interpretarla de

modo que se descubran las causas de los fenómenos

percibidos; hay que preguntarse qué es lo que hace que 100

millones de latinoamericanos sufran de miseria. El problema es

¿cómo podemos conocer de esta manera una realidad que

es invisible y compleja? Unicamente a través de adecuados

instrumentos conceptuales. Necesitamos la mediación de las

ciencias sociales que nos den una instrumentación

teórica, un marco científico de referencia.

Así podremos dar coherencia a los complejos datos que nos

vienen de la realidad, en una interpretación que nos

descifre los mecanismos que crean y mantienen las situaciones de

injusticia y opresión y apoyar aquellos otros impulsores

del cambio que transformen eficazmente y desde su raíz

esas situaciones en otras propulsoras de justicia y fraternidad.

De esta manera, la fe que busca hacerse operativa necesita del

puente de estas mediaciones para descender a la realidad

histórica concreta y situarse eficazmente en ella (Moreno,

J. R., "Discernir para la justicia", 1990).       -----

LAS CIENCIAS SOCIALES. Con esto confrontamos un nuevo problema.

En el campo de las ciencias sociales no existe una única

teoría interpretativa de la realidad. Se da una

multiplicidad. Es necesario escoger. Esta elección tiene

gran trascendencia y debe hacerse en auténtico

descernimiento espiritual. Es evidente que la visión de la

realidad y las consecuencias alternativas que de ella

brotarán para la praxis social serán distintas si

para analizar la realidad me atengo exclusivamente a una

teoría funcionalista -que presupone la aceptación

de la sociedad tal como es y en que lo que no se adapta a ella se

mira como algo disfuncional cuya influencia tendrá que ser

reducida a un mínimo- que si utilizo una teoría que

admite los conflictos sociales, surgidos de los intereses

grupales contrapuestos, y que privilegia la búsqueda de

cambios estructurales. Puesto que esta mediación

instrumental la hacemos impulsdos por una fe que busca

eficazmente la justicia, el criterio del discernimiento

será: ¿cuáles mediaciones son la que se nos

muestran como más útiles para hacer más

eficazmente la justicia? Y como la justicia es ante todo dar

derecho al débil, al oprimido, al que no tiene poder para

imponer por sí mismo sus derechos, la anterior pregunta

puede reducirse a ésta: ¿qué mediaciones nos

ayudan más, por un lado, a descubrir los mecanismos que

empobrecen, oprimen, esclavizan, y por otro lado, a hacer viables

los caminos que liberan, hacen justicia, dan participación

a esos abandonados de la historia? "Por sus frutos los

conocerán" (Moreno, J. R., "Discernir para la justicia",

1990).                                                            



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