PROCESO — INFORMATIVO SEMANAL EL SALVADOR, C.A.

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El informativo semanal Proceso sintetiza y selecciona los principales hechos que semanalmente se producen en El Salvador. Asimismo, recoge aquellos hechos de carácter internacional que resultan más significativos para nuestra realidad. El objetivo de Proceso es describir las coyunturas del país y apuntar posibles direcciones para su interpretación.

 

Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.

 

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Año 25
número 1174
Diciembre 14, 2005
ISSN 0259-9864

 

Número monográfico
P. Jon de Cortina (1934-2005)
In memoriam

 

 

Índice


 

In memoriam: P. Jon de Cortina, S.J. (1934-2005)

In memoriam: “Padre de las comunidades”

In memoriam: Jon Cortina

In memoriam: La herencia política de Jon Cortina

In memoriam: El ser humano es el gran medio de comunicación. Después vienen los medios

Derechos Humanos: Lo que nos dejaste (I)

Documento: La actuación del Estado de El Salvador en la problemática de la niñez desaparecida a consecuencia del conflicto armado

 

 

Editorial


P. Jon de Cortina, S.J. (1934-2005)

 

El lunes 12 de diciembre falleció en la ciudad de Guatemala el P. Jon de Cortina. A medida que el impacto causado por la trágica noticia vaya cediendo, con la mente más despejada y con el ánimo mejor dispuesto, será posible realizar análisis más serenos de su figura como hombre de fe, profesor universitario y defensor incondicional de los derechos humanos de los más desposeídos y vulnerables de El Salvador. De momento, más con el corazón y el afecto que con la razón, hay que decir lo primero que viene a la mente a propósito de un hombre que se entregó de lleno, sin egoísmos de ninguna naturaleza y sin esperar nada cambio, a la causa de los más pobres de El Salvador.


Y es que, en efecto, si algo se tiene que decir de Jon de Cortina, es que fue un hombre bueno, es decir, que quiso e hizo el bien en una sociedad en la cual lo que predomina (y ha predominado) es el mal del hambre, la exclusión y la violencia. La suya no fue una bondad en abstracto, desencarnada o, peor aun, de mera pose, sino una bondad comprometida, nacida desde dentro. Fue una bondad de confrontación, beligerante, contra quienes —fueran militares, políticos u oligarcas— se oponían a que en el país hubiera formas de convivencia más inclusivas, justas, solidarias y democráticas. Había que ser valiente para enfrentarse a los poderosos, para vivir en las zonas conflictivas de Chalatenango durante la guerra civil y para defender la causa de los niños y niñas desaparecidos y desaparecidas durante el conflicto armado. Jon de Cortina tuvo esa valentía. Ni las amenazas ni las balas lo arredraron. Tampoco lo detuvo el agotamiento físico. En la línea de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, lo suyo fue la defensa firme y sin miedo de quienes no tenían quien los defendiera.


La bondad y la valentía hicieron de Jon de Cortina un hombre solidario. Solidario con los excluidos, los perseguidos y los violentados en sus derechos fundamentales. Fue esa profunda solidaridad la que lo llevó a entretejer su vida con la vida de las comunidades del nororiente de Chalatenango, concretamente con la comunidad de Guarjila, y, una vez terminado el conflicto, a hacer suyo el problema de los niños y niñas desaparecidos y desaparecidas durante aquellos años de terror. En esto último, Jon de Cortina fue un pionero en la construcción de una verdadera reconciliación en la postguerra, esto es, una reconciliación basada en la verdad y la reparación a las víctimas de violaciones a los derechos humanos en los años aciagos de la década de los ochenta.


En él cristalizaron lo mejor de los valores cristianos. Y es que su compromiso estuvo alimentado por una profunda inspiración cristiana —marcada por lo mejor de la tradición jesuita e ignaciana— en la cual encontró la fortaleza espiritual para enfrentar los distintos desafíos que la realidad nacional le iba planteando. Hombre de talento excepcional, supo estar a la altura de las circunstancias históricas del país, sin perder de vista las necesidades de los grupos sociales más desprotegidos. Desde antes de la guerra, parte de su vida estuvo ligada a la realidad de los campesinos y campesinas de El Salvador, primero en Aguilares, después en Jayaque y por último en Chalatenango. La otra parte de su vida —inseparable de la primera— estuvo dedicada al trabajo universitario en la UCA. Si en su labor docente lo destacable fue su capacidad académica en el área de las ingenierías, en su inserción en el campo lo destacable fue su entrega a las comunidades campesinas del nororiente de Chalatenango que terminaron acogiéndolo como uno de los suyos.


La vida de Jon de Cortina fue una vida intensa, sin duda. Intensa en la entrega y el compromiso. Intensa y también vigorosa. A sus 71 años —cumplidos poco antes de fallecer— seguía dando lo mejor de sí, incansable tanto en su trabajo en Pro-Búsqueda como en sus viajes semanales a Guarjila —lugar donde residía—. Sabía que en el país todavía había muchas cosas por hacer en materia de reconciliación, de justicia y de solidaridad. Sabía que de lo que se trataba era de no desfallecer, de ser insistentes en la denuncia y en el trabajo efectivo por construir una sociedad distinta a la edificada en la postguerra. Así lo encontró el derrame cerebral que lo afectó el 24 de noviembre: dando la batalla por una sociedad más inclusiva y solidaria. Su agonía posterior fue también una batalla: la batalla por vivir, quizás para dar un poco más de sus energías y de su trabajo a los necesitados de El Salvador.


Al morir, Jon de Cortina deja un vacío en la UCA y en El Salvador. Las comunidades campesinas del nororiente de Chalatenango van a extrañar sus consejos, sus reflexiones y su palabra lúcida. Van a tener que vivir, de aquí en adelante, sin su presencia física. Tienen, sin embargo, la herencia de su recuerdo; tienen la herencia de su palabra y compromiso incondicional. Su desafío es mantener viva esa herencia, actualizarla, hacer del recuerdo de Jon de Cortina algo vivificante y cotidiano. En la UCA, las cosas no serán las mismas sin Jon de Cortina. Su irradiación como hombre de saber, amante del rigor académico tanto en la docencia como en la investigación, y su talante ético, ya no serán comunicados directamente por él, al igual que tampoco lo será su pasión por la justicia. La comunidad universitaria sólo tendrá, de aquí en adelante, el recuerdo de su rigor intelectual, su compromiso ético y su pasión por los más necesitados. Obviamente, no se trata de una herencia cualquiera, sino de una herencia valiosa que debe ponerse a producir.


Jon de Cortina fue algo bueno que le pasó a este país y a su gente. Conocerlo y tratarlo hizo mejores seres humanos a quienes tuvieron ese privilegio. Nunca se le va a agradecer lo suficiente todo el bien que hizo por El Salvador. Sin embargo, el mejor agradecimiento, el mejor homenaje quizá sea continuar su obra en la defensa de los derechos de las víctimas de la guerra, especialmente de los niños y niñas desaparecidos y desaparecidas durante el conflicto. A este compromiso habrá que sumar otros relacionados con la construcción de una sociedad verdaderamente reconciliada consigo misma y con su pasado. Este era uno de los sueños de Jon de Cortina. Honrar su memoria es trabajar por hacerlo realidad.

G

 

In memoriam


“Padre de las comunidades”

 

Jon Cortina ha estado luchando con la muerte, desde que el 24 de noviembre sufrió un derrame cerebral. Hace muchos años que decidió entregar su vida antes que guardarla para sí. Corrió riesgos y peligros, persecución y bombas en la UCA, y sobre todo en los caminos de Chalatenango, Arcatao, San José Las Flores, Guarjila, Los Ranchos. Hoy, 12 de diciembre, ha fallecido a los 71 años. El Padre José Ellacuría, cuando le comuniqué que Jon había sufrido un derrame cerebral, me escribió: “así acaban todos los que luchan por la justicia”. Esta es la verdad más honda de la muerte de Jon.
Pocas veces he visto tantas lágrimas y tan sentidas como hoy, aquí en la UCA entre sus compañeros y compañeras, y sobre todo en las comunidades. Una hora después de conocer su muerte, me pidieron hablar sobre Jon en la YSUCA. Espontáneamente, sin pensarlo mucho, le llamé “Padre de las comunidades”. Ellos y ellas, campesinos y campesinas, lo dicen y lo lloran ahora como se llora a un Padre.


Jon fue a Aguilares en 1977 después de que asesinaron a Rutilio Grande, cuando pocos sacerdotes se animaban a tomar su puesto. Desde entonces a Rutilio Grande le llamaba “el Padre Tilo”, como hacían los campesinos —y reconstruyó dos veces las tres cruces que había en el lugar en que fue asesinado con un anciano y un niño, y que otras tantas veces fueron destruidas por gente bárbara y sin sentimientos que tan suelta andaba entonces—. En aquellos tiempos de represión de la oligarquía y de los cuerpos de seguridad, Jon tuvo su primera experiencia honda del pueblo pobre y sufriente, aplastado y privado de dignidad —y con la esperanza que les había dejado Rutilio—. Eso le marcó para toda la vida.


Llegaron los años de guerra, los ochenta. Muchas veces le oímos hablar de haber visto y tocado, no sólo de haber oído, horrores, torturas y muerte de los campesinos, de su entrega y generosidad, de su esperanza de liberación. No llegó ésta, pero sí llegaron los Acuerdos de Paz, que tuvieron mucho más de compromiso que de paz, reconciliación y justicia.


Después de un tiempo en Jayaque, cuando fue posible regresar a la zona conflictiva de Chalatenango, estuvo en San José Las Flores y Guarjila, donde trabajó y vivió buena parte de su tiempo durante veinte años. Allí, en 1994, ante el dolor de madres y familiares, a quienes durante la guerra les habían secuestrado, robado, militares sobre todo, a niños pequeños para hacer negocio con ellos, decidió trabajar por encontrarlos. A Jon le indignaba la abominación, pero más todavía le dolía el dolor de las madres.


Fundó Pro Búsqueda y pudo ver cómo más de trescientos niños y niñas se reencontraron con sus familias. Repetía con cariño la siguiente historia. “Una señora ya mayor —no recuerdo el nombre— en peligro de quedarse choquita, ciega, a causa de la diabetes, decía que no quería perder la vista para poder ver a su hijo, que estaba segura que iba a aparecer”, y Jon hizo lo posible para que pudiera curarse de su diabetes y poder ver a su hijo. Esas eran sus alegrías. Su dolor, e indignación no hace falta explicarlos. De las últimas palabras que recuerdo de Jon, son éstas, lapidarias, sin apelación, que pronunció con rostro ensimismado y absolutamente serio: “tienen que pedir perdón a este pueblo”.


Jon aprendió mucho de su trabajo en favor de los niños desaparecidos sobre el país. Repetía que “después de una guerra tan larga en El Salvador, con tanto derramamiento de sangre, no llega una paz que merezca la pena. La impunidad sigue ahí. Parte de nuestro trabajo es acabar con ella”. Y exigía el mínimo sin lo cual “país”, “progreso económico”, “democracia” son una farsa insultante. “Las víctimas tienen derecho a una reparación moral y material. Lo material va a ser muy difícil, pero, al menos, que se les pida perdón”.


Pro Búsqueda es hoy símbolo de denuncia profética. Consiguió la condena de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA contra el Estado Salvadoreño por el caso de las hermanas Serrano Cruz. Es signo de denuncia contra la impunidad y de la corrupción del organismo judicial. Pero sobre todo es signo de reconciliación.


En las esquelas se dice que Jon Cortina fue un defensor de los derechos humanos. Pero fue mucho más. No por profesión, sino por vocación, no por pura ética, sino por amor, defendió al pueblo porque lo amó.


Ese es el Jon Cortina salvadoreño. En una reunión que tuvimos los jesuitas de los países centroamericanos hace unos veinte años, para hablar de El Salvador en una eucaristía fue elegido el Padre Ellacuría. Y comenzó con estas palabras. “Para hablar del pueblo salvadoreño, no debiera yo estar aquí, sino Jon Cortina”.


Jon fue también profesor universitario de prestigio durante treinta años en la UCA, impulsor de los estudios de sismología y de la construcción de estructuras seguras. Para los jesuitas, fue un compañero muy querido, con humor inimitable, también con sus arranques de genio.


Si se me permite una palabra personal, fuimos al mismo colegio, al mismo noviciado en Orduña y Santa Tecla, juntos estudiamos filosofía e ingeniería en Saint Louis, y teología en Frankfurt. El mismo año, 1974, regresamos a El Salvador, a la UCA, y compartimos trabajo y comunidad durante muchos años. Jon era “entrañable”. Era fácil para él meterse dentro de nosotros, en las entrañas, y era fácil para nosotros meternos dentro de él. Eso es lo que ahora dice mucha gente, por eso lloran su muerte, y por eso queda un recuerdo agradecido y cariñoso. Por eso no ha muerto del todo. Su partida nos deja un hueco que llenar, pero su recuerdo da fuerza para vivir y trabajar, compartir y esperar.


Razón tiene el texto en que nos han comunicado su muerte desde Guatemala: “Descanse en paz después de una tenaz batalla”. A Dios le pedimos que el recuerdo de Jon no nos deje descansar en paz. En el recordatorio de la eucaristía de despedida, hemos escrito estas palabras suyas:

“Lo más importante es acompañar a la gente. Nunca podremos hablar si no estamos con ellos. Y una vez con ellos nuestro trabajo tiene que ser dar esperanza, aliento”.

Como buen salvadoreño, cristiano y jesuita, Jon Cortina amó entrañablemente a Monseñor Romero.


Jon Sobrino
12 de diciembre de 2005

G

 

In memoriam


Jon Cortina

 

Cuando muere un amigo, solemos hablar de pérdida irreparable. Y se tiene una parte de razón, pero no toda. También hay que decir, precisamente en el momento que se termina la vida, que esa vida ha sido una ganancia que ya no se puede perder. Y la ganancia de una vida compartida, vivida solidariamente de cerca, siempre es mayor que la pérdida. De Jon Cortina, ese espléndido jesuita que durante tantos años y vicisitudes acompañó al pueblo salvadoreño con generosidad y esperanza, se puede decir eso. Los años acumulados de servicio y amor al pueblo salvadoreño son mucho más importantes que la pérdida que ahora sentimos. La muerte es en parte una separación, pero es también, y al mismo tiempo, la consagración definitiva de una presencia auténtica en el interior de nuestras vidas y nuestra historia. Una presencia que, al valorar definitivamente a la persona que se ha ido, se vuelve más intensa en nuestro interior. E incluso más transformadora.


Jon, generoso, amigo, camarada, probablemente nunca pensó que le iban a querer tanto, y tantas personas al mismo tiempo. Simplemente se daba. Se indignaba ante la injusticia, se solidarizaba con los débiles, y ponía su extraordinaria inteligencia y sensibilidad al servicio de los demás. Como ingeniero, trabajó, mientras hacía su tesis doctoral, en la construcción de puentes complejos en el mundo desarrollado. En El Salvador, durante la guerra civil, reconstruyó un puente, todavía en uso sobre el río Sumpul, levantando unas enorme vigas de hierro, valiéndose de poleas y fuerza humana. Sin máquinas ni grúas. Como dirían nuestra gente, a pura inteligencia, unida a la voluntad y los músculos de los campesinos que necesitaban esa vía de comunicación abierta. Todo un símbolo de lo que era Jon: entrega total de sensibilidad e inteligencia, alimentada por la fuerza y la pasión de nuestro pueblo.


En Aguilares, quedó sustituyendo a Rutilio Grande, y a los Padres desaparecidos, deportados y rescatados por la presión internacional, que formaban equipo con el mártir de El Paisnal. Tuvo que ver mucha muerte de gente buena, consolar, acompañar, arriesgar el pellejo ante los lobos que asolaban a un pueblo que pedía justicia. Y cuanto más se acercaba al pueblo sufriente, más fuerza recibía de Dios y del propio pueblo.


Pasó a Jayaque, compartió y amó; y cuando las puertas se abrieron para que la Iglesia volviera a los campos ensangrentados de Chalatenango, se ofreció el primero para ir, acompañar, amar. San José Las Flores, Guarjila, de un modo muy especial, se convirtió de nuevo en hogar y taller. De nuevo, derrochando cariño, creatividad, cercanía, desarrollo. Cuando, en conversación con la gente, sintió el dolor de padres y madres que habían perdido niños durante la guerra, nació Pro Búsqueda, esa institución tan profundamente humana y reconciliadora, tan llena de ternura social y amor a las raíces salvadoreñas.


Y todo, todo, desde sus dos grandes fidelidades. La Compañía de Jesús, en un muy primer lugar, y la UCA, de la que se sentía raíz y fundamento. Jon era compañero de Jesús, jesuita espléndido, que decíamos al principio, que aunaba su ser vasco, franco y generoso, al espíritu de un Ignacio de Loyola imaginativo y creador. Que celebraba misa los más de los días con su comunidad religiosa, pero que deseaba también compartir el pan de la palabra y del cuerpo del Señor con los más humildes de nuestro país. Que salía al campo los fines de semana, pero que buscaba también celebrar misa con las clarisas, religiosas de clausura, que, desde la oración, la sonrisa y la ternura, acompañan, vírgenes madres, a nuestros pueblos. Un jesuita lleno de fe, que vivía intensamente la vida sin que la muerte fuera un estorbo ni un motivo de miedo para su caminar solidario. Sabía, como San Pablo, de quién se había fiado.


Y la UCA como su retaguardia activa. Su destino jesuítico prioritario desde donde se multiplicaba en tan diversas direcciones. El lugar desde donde unía pensamiento y acción. La plaza fuerte desde donde gozaba, cuando la palabra crítica de la Universidad lograba trascender los silencios oficiales. La forja de profesionales esforzados que quisieran poner su conocimiento al servicio de los demás. El lugar de lucha técnica, plagada de algoritmos, que no sólo vencía la resistencia de los materiales (sus alumnos no lo olvidan), sino que planificaba, impulsaba, soluciones estructurales a la problemática sísmica del país. La plaza fuerte donde le ponía razón a su esperanza, donde ejercía de fermento, donde se sentía cimiento y torre al mismo tiempo desde su fuerza y su altura profesional.


Jon Cortina, historia larga de cordialidad y entrega, de lucha y esperanza, de energía y cariño. Buen jesuita, buen vasco, buen salvadoreño. Todo entremezclado y todo en ebullición permanente en este buen amigo de tantos, que ahora se ha vuelto, definitivamente, parte de nuestras vidas. Purificado por eso que llamamos muerte, y que no es más que el paso al Reino de Dios, Jon es ya para siempre parte de nuestras vidas, impulso permanente y acumulación en la historia de esa bondad que está llamada a triunfar sobre el mal y sobre la nada.

José M. Tojeira

G

 

In memoriam


La herencia política de Jon Cortina

 

PERIODISTA: —Ha acompañado a poblaciones en tiempos de guerra, ha hecho un prisionero, han tomado sus estudios la comisión atómica de Canadá y la NASA, es jesuita, vasco nacionalizado salvadoreño, ¿quién es Jon Cortina?


JON CORTINA:—Una persona que intenta ayudar, servir. Por eso me hice jesuita. Y me gusta ayudar y servir a la gente más sencilla, más humilde. No digo que lo haga bien, pero intento hacerlo.
JON CORTINA, en una entrevista con el periódico digital El Faro

La muerte de Jon Cortina tuvo lugar cuando en El Salvador la atención se centra en la campaña electoral. Un periodista del diario Co Latino señalaba que el deceso del sacerdote jesuita, nacido en Bilbao pero arraigado en El Salvador, coincidió con la negativa de la Asamblea Legislativa —más bien, de los representantes de los partidos ARENA y PCN— de declarar un día nacional por los detenidos desaparecidos. Semejante coincidencia es llamativa. Indica que a la política nacional le falta algo que a Jon Cortina le sobraba: un compromiso con las víctimas.


“Queremos que la verdad aparezca, contribuir a la memoria histórica. Las víctimas tienen derecho a una reparación que ya se pidió a la Comisión de la Verdad y no se ha dado, una reparación moral y material. Lo material va a ser muy difícil, pero al menos que les pidan perdón a las víctimas y les devuelvan la dignidad robada.” Con esas palabras, Cortina explicó su compromiso con la reparación moral de las víctimas de la guerra. De esta forma, el sacerdote fue uno de los promotores de la organización Pro Búsqueda, dedicada a trabajar con los niños desaparecidos durante el conflicto armado. También coordinó, con mucho entusiasmo, el proyecto que un grupo de organizaciones de promoción humana emprendiera para construir un monumento dedicado a las víctimas de violaciones a los derechos humanos durante las últimas tres décadas del siglo XX en El Salvador. Cortina asumió que todo lo que tuviera que ver con las víctimas era un asunto personal suyo.


Vivió en Chalatenango, una de las zonas más golpeadas por la guerra y más pobres de El Salvador. De hecho, el Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sitúa a Chalatenango como uno de los departamentos con los indicadores más bajos de desarrollo humano. Entre Guarjila —la población chalateca de desplazados del conflicto en que vivía—, sus clases en la UCA y su trabajo en Pro Búsqueda, Cortina repartía su tiempo. Es decir, estuvo del lado de los más pobres, justo en uno de los lugares paupérrimos de un país sumamente necesitado. Cortina decía que si algo bueno tenía la Teología de la Liberación es que buscaba dar voz a los pobres. Esto es algo que se ha olvidado en la política salvadoreña. La explicación la tuvo el propio Cortina: “lo que pasa es que no gusta oír lo que los pobres tienen que decir. No gusta”. Gustan más los mensajes edulcorados, light, que disfrazan la realidad y que describen un país en el que sólo unos privilegiados disfrutan.

G

 

In memoriam


El ser humano es el gran medio de comunicación. Después vienen los medios

 

Los medios al servicio de la persona. La frase con la que titulamos nuestra reflexión es de don Pedro Casaldáliga y hace referencia a una necesidad actual y frecuentemente olvidada: volver al carácter esencialmente humano de la comunicación. La llamada sociedad de la información ni siquiera se hace problema de esto que, no por obvio, deja de ser fundamental. Nos referimos al hecho de que el ser humano es un ser de relación y de comunicación.


Esta naturaleza implica por lo menos tres cosas: primero, que la persona y la comunidad humana son los sujetos de la comunicación y, en consecuencia, son el fin y la medida del uso de los medios de comunicación; segundo, en coherencia con lo anterior, los comunicadores debemos ejercer la comunicación como un servicio que responde a la necesidad que tiene la gente de información veraz, de expresión propia, de acompañamiento, de sentido de pertenencia; tercero, la meta de la comunicación social debe ser la humanización y se humaniza cuando se facilita la participación informada de los ciudadanos, cuando se concreta una verdadera comunicación entre medios y audiencias, cuando se hace central la realidad de las mayorías, cuando la comunicación se pone al servicio de la verdad y en contra de la mentira, al servicio de la justicia y en contra de la injusticia.

Carlos Ayala

G

 

Derechos Humanos


Lo que nos dejaste (I)

 

La recompensa de los grandes hombres es que,
mucho tiempo después de su muerte
no se tiene la entera seguridad de hayan muerto.
JULES RENARD

Entrañable Jon:

Te fuiste físicamente hace unos días, dejando en el IDHUCA, sí, una profunda tristeza y un pesado dolor; pero, tras tu partida, no asomó por acá sensación alguna de desamparo, confusión o derrota. Al contrario, nos quedamos satisfechos, favorecidos y contentos de haberte conocido y haber compartido —desde hace tantos años— sueños, esfuerzos, alegrías, cóleras, angustias, vida y esperanza. Esto último, porque viviste intensamente todo lo que hiciste y supiste contagiarnos. Porque les diste mucha vida e identidad a las niñas y los niños que encontraste y reencontraste con sus familias; por trabajar con la gente humilde que, muerta en vida, buscaba a sus pequeños y pequeñas que les arrancaron los criminales de guerra; porque entregaste razones de vida, esperanza y lucha a un pueblo desencantado por tantos “recuerdos de paz”, al obtener resultados concretos en tu desigual cruzada y desenmascarar a los impunes que —como éste-— se atrevieron a afirmar barbaridades como la siguiente: “Esa acusación de la desaparición de niños es realmente como una novela de Gabriel García Márquez o una cosa así. Nunca ha pasado. ¿Dónde están los niños? ¿Están en algún orfanato secreto? ¿O nos los hemos comido? ¿Horneados? ¿Asados? ¿O sancochados? Yo realmente no entiendo por qué continúan con estas historias”. (General Mauricio Vargas, en entrevista al San José Mercury News en 1995.)


Pero no sólo eso le dejaste al IDHUCA. Si no, mirá el resumen de lo que decimos y de cómo te sentimos en esta hora.


“El Padre Cortina se ha marchado, pero lo recordaremos siempre y con mucho cariño como un gran amigo; alegre, jovial y con una gran sonrisa. Se fue, dejándonos una gran enseñanza: que no debemos desmayar ante las dificultades, por conseguir nuestros objetivos”. “La mayoría de las personas leen sobre la historia, pero algunas pocas hacen la historia. El Padre Jon en El Salvador hizo historia junto a otros grandes como Rutilio, Romero, Ellacuría, Montes, Martín Baró y los demás; hizo historia también junto a su amada gente en San José Las Flores y Guarjila; y con todas las víctimas de la guerra, de la miseria y de la impunidad. Su historia es nuestra historia y su lucha debe ser nuestra lucha”. “Es difícil contar las imágenes que tengo de este hombre, por las tantas veces que lo vi caminar por los pasillos del IDHUCA. Sin embargo, puedo comentar las veces que, desde mi ventana en el Instituto, le vi transitar el camino de los hombres que aman la justicia y que luchan, incansablemente, por los cambios estructurales de este país”.

G

 

Documento


La actuación del Estado de El Salvador en la problemática de la niñez desaparecida a consecuencia del conflicto armado

 

Presentamos a continuación el informe de la Asociación Pro-Búsqueda —fundada, entre otros, por el padre Jon Cortina— sobre la actuación estatal respecto de la Comisión Nacional de Búsqueda de niñas y niños desaparecidos. El documento fue presentado en octubre de 2005
 

La actuación del Estado de El Salvador en la problemática de la niñez desaparecida a consecuencia del conflicto armado



1. El Estado de El Salvador ha mantenido en impunidad las desapariciones forzadas de niños y niñas ocurridas durante el conflicto armado, y con ello ha negado la posibilidad de verdad y justicia hacia todas sus víctimas. El encubrimiento directo y la apatía e ineficiencia de funcionarios estatales han traído como consecuencia el más absoluto incumplimiento de las obligaciones constitucionales e internacionales en materia de derechos humanos.


2. Las víctimas de la desaparición forzada de niñas y niños, en un esfuerzo por alcanzar la justicia y conocer la situación de sus niños y niñas, y con la esperanza de un nuevo escenario en el sistema de justicia salvadoreño a partir de los Acuerdos de Paz y de la recomendaciones de la Comisión de la Verdad, interpusieron demandas ante los tribunales, las cuales hasta la actualidad no han arrojado ningún resultado respecto del paradero de los niños y niñas desparecidos, y tampoco respecto de la investigación y sanción de los responsables. La descrita ineficacia del Estado de dar respuesta a la problemática de la niñez desaparecida a consecuencia del conflicto armado salvadoreño, dio origen a la creación de la Asociación Pro-Búsqueda.


3. A lo largo de los últimos once años, se han obtenido resultados en cuanto a la localización de jóvenes desparecidos y reencuentros con su familias biológicas, así como los avances en materia de su reparación de su derecho a la identidad y el acceso a la justicia se deben únicamente a la lucha y el esfuerzo de las victimas organizadas a través de la Asociación Pro-Búsqueda, quienes siguen asumiendo, desde su dolor y la limitación de los recursos de todo tipo, los deberes que le corresponden al Estado en materia de derechos humanos.


4. Las autoridades judiciales y fiscales han reactivado los procesos penales internos cuando estos procesos han sido presentados ante la justicia internacional, por lo que resulta evidente que no es la investigación del delito en sí misma, ni la obtención de justicia para las víctimas la finalidad de sus actuaciones, sino más bien la defensa del Estado salvadoreño ante los órganos de protección interamericanos, en contra de las propias víctimas. Estas actuaciones, a juicio de Pro-Búsqueda, constituyen una continuación del incumplimiento de su deber indelegable de investigar el delito que constituye el objeto principal del juicio penal.


5. El habeas corpus sigue siendo un medio ineficaz para las desapariciones forzadas, de acuerdo con las sentencias de habeas corpus proveídas por la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. Estas actuaciones afectan el derecho de las víctimas de acceder a un recurso para determinar la legalidad de las detenciones y posterior desaparición de la que fueron objeto, en estos casos, los niños y niñas durante el conflicto armado, y por tanto han constituido una denegación de justicia constitucional.


6. De igual forma, consideramos que la negativa a derogar la Ley de Amnistía para la Reconciliación Nacional, la no aprobación de la Ley de la Comisión Nacional de Búsqueda y de la Ley de Reparación Moral y Material, así como la no ratificación de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, son omisiones de la Asamblea Legislativa que acarrean un incumplimiento más del Estado de El Salvador de su deber de reparar las violaciones a derechos humanos ocurridas bajo su responsabilidad durante el conflicto armado interno, especialmente las relativas a las niñas y niños aún desaparecidos y a los que han sido encontrados, así como a sus familiares.


7. Respecto de la Comisión Nacional de Búsqueda de Niños y Niñas Desaparecidas, es importante enfatizar que la posibilidad de su creación y funcionamiento efectivo ha sido una luz de esperanza para cientos de familiares que aun no habían encontrado a sus hijos e hijas. Lamentablemente, la lectura de Pro-Búsqueda a las experiencias de la Comisión Interinstitucional de Búsqueda, creada por Decreto Ejecutivo nº 45, al igual que la de la Mesa del Procurador, deja claro que la voluntad del Estado no es la búsqueda y restitución de los derechos de los niños y niñas desaparecidos a consecuencia del conflicto armado, sino más bien, que la instalación y funcionamiento de esta Comisión ha tenido por objeto nuevamente presentar a las instancias del Sistema Interamericano que el Estado ha asumido su responsabilidad en la garantía de los derechos humanos de las víctimas de desaparición forzada de niños y niñas, a pesar de no haber obtenido resultado alguno luego de un año de funcionamiento.


8. Por tanto, la Asociación Pro-Búsqueda de Niñas y Niños Desaparecidos a consecuencia del Conflicto Armado, en atención a la alta relevancia que la problemática de la niñez desaparecida reviste para el tránsito hacia la democracia y el imperio de la justicia en El Salvador, ha preparado este informe para la Ilustre Comisión Interamericana de Derechos Humanos, con el cual esperamos tenga conocimiento de la actual situación de las actuaciones del Estado salvadoreño en el mantenimiento de la impunidad en los casos de niños y niñas desparecidos, y solicite la adopción de medidas encaminadas a compatibilizar sus actuaciones con sus obligaciones en materia de derechos humanos en el marco de la Convención Americana de Derechos Humanos y demás instrumentos del sistema interamericano de derechos humanos, especialmente con relación al funcionamiento de una Comisión Nacional de Búsqueda.


9. En consecuencia, solicitamos a la Comisión un informe temático sobre la problemática de la niñez desaparecida en El Salvador, en el que se recomiende al Estado los siguientes aspectos:
—Que se modifique la Comisión Interinstitucional de Búsqueda a efectos que garantice la búsqueda efectiva y cumpla con los parámetros de derechos humanos sobre el funcionamiento de este tipo de comisiones.
—Que se impulsen los procesos penales internos relativos a la niñez desaparecida.
—Que se admita el habeas corpus como el mecanismo idóneo para las desapariciones forzadas.
—Que sea ratificada la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas.


Asimismo solicitamos a la Comisión que en el comunicado de prensa que emitirá al finalizar el periodo123 de sesiones se pronuncie sobre el incumplimiento del Estado salvadoreño a sus deberes de respeto y garantía en la problemática de la niñez desaparecida.


Finalmente, solicitamos a la Comisión que se agilicen los casos contra el Estado de El Salvador sobre las desapariciones de niños y niñas.

G

 

 


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