PROCESO — INFORMATIVO SEMANAL EL SALVADOR, C.A.

Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI)
E-mail: cidai@cidai.uca.edu.sv

Universidad Centroamericana (UCA)
Apdo. Postal 01-168 Boulevard Los Próceres
San Salvador, El Salvador, Centro América
Tel: +(503) 210-6600 ext. 407
Fax: +(503) 210-6655
 

    El informativo semanal Proceso sintetiza y selecciona los principales hechos que semanalmente se producen en El Salvador. Asimismo, recoge aquellos hechos de carácter internacional que resultan más significativos para nuestra realidad. El objetivo de Proceso es describir las coyunturas del país y apuntar posibles direcciones para su interpretación.

    Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.

     Los interesados en suscribirse a este boletín pueden dirigirse a la Oficina de Distribución de Publicaciones de la UCA. Cualquier donativo será muy bien recibido por el CIDAI. Esta publicación se puede consultar parcialmente en la página electrónica de la UCA: http://www.uca.edu.sv

 Suscripción


Año 24
número 1104
Julio 14, 2004
ISSN 0259-9864
 
 
 
 

ÍNDICE



Editorial: Urbanización, migraciones y familia en El Salvador

Política: Continuidad en la política exterior de Saca

Economía: Economía y medio ambiente

Economía: La amenaza asiática y su impacto en El Salvador

Regional: ¿Caerá Maduro?

Derechos Humanos: La vida en la frontera

Documento: La libertad cultural en el mundo diverso de hoy

 
 
Editorial


Urbanización, migraciones y familia en El Salvador

 

La terciarización económica iniciada en los años ochenta y potenciada desde 1989 por las tres administraciones de ARENA se combinó con la emigración interna, dando lugar a un proceso de urbanización sin precedentes en la historia reciente de El Salvador. Al calor de esta nueva oleada urbanizadora, la familia nuclear echó raíces y la familia extensa casi desapareció del mapa nacional. De esta manera, si en los años cincuenta y sesenta la familia nuclear luchaba por adquirir un lugar en la sociedad salvadoreña, desde los años noventa es la familia extensa la que intenta sobrevivir. Puesto en términos gráficos, ahora resulta extraño encontrar en las zonas urbanas del país familias en las que los abuelos y las abuelas sean pieza fundamental de ellas, en términos de reproducción cultural y de estabilidad cotidiana. Lo usual es encontrar hogares en los que esa pieza fundamental es la sirvienta —aun en los casos excepcionales en que los abuelos y abuelas vivan bajo ese mismo techo—.


La urbanización acelerada de los años noventa —potenciada por el proceso de terciarización económica —constituyó un duro golpe para la familia extensa. Otro golpe en contra de ese tipo de estructura familiar provino de las migraciones hacia el extranjero. Dejando de lado la emigración previa a la guerra civil, es el marco de ésta que genera un desplazamiento de salvadoreños hacia el exterior que, primero, tiene motivaciones políticas, pero que, después —finalizada la guerra civil—, obedece a motivaciones económicas. En razón de esta emigración hacia el exterior, los lazos familiares tradicionales se desarticulan, sobre todo en las zonas rurales donde la dinámica migratoria ha sido más fuerte, tanto durante los años ochenta como en los años que siguen a la firma de los Acuerdos de Paz (1992).


Generalmente, los jefes de hogar dejan a sus familias en busca de un futuro mejor fuera de El Salvador; tras ellos, van los hijos mayores, cuando no son estos los que han partido primero hacia extranjero. La esposa o compañera de vida del que ha partido queda a cargo de los hijos menores; cuando ella es la que emigra, es el esposo o compañero de vida el que se queda a cargo de la familia. Si ambos han emprendido la aventura juntos, son los hijos mayores los que se quedan como responsables de la familia (o lo que queda de ella) en El Salvador. Cuando no hay hermanos mayores, los abuelos o los tíos se convierten en el soporte familiar de quienes se quedan en el país. Como quiera que sea, las redes familiares de los inmigrantes se rearticulan en el espacio y en el tiempo, dando pie a un nuevo tipo de familia, indefinido aún, distinto del de la familia extensa y del de la familia nuclear.


En definitiva, la familia extensa tradicional se está convirtiendo en un recuerdo más de lo que fue la sociedad salvadoreña de antaño. Esto no significa, sin embargo, que la familia nuclear se haya alzado triunfadora sobre las ruinas de aquélla. Y es que la familia nuclear, que a principios de la década de los noventa parecía erguirse como el tipo de familia predominante en El Salvador, está siendo sacudida por las dinámicas socioeconómicas y culturales que atraviesan al país a finales del siglo XX y principios del siglo XXI. Las intensas jornadas laborales, el acceso a bienes tecnológicos sofisticados —Internet, ordenadores, VHS, DVD, etc.—, el influjo cultural de la globalización, con sus énfasis en la autonomía individual... Todo ello se combina para que el nexo familiar centrado en los padres —propio de la familia nuclear— se diluya y, peor aún, se convierta en una ficción, en un ideal al cual se aspira, pero que en la realidad resulta difícil de concretar.


Padres que casi no dialogan entre sí o que casi no se relacionan con sus hijos, por razones de trabajo o por la autonomización de las actividades dentro del mismo hogar, e hijos que tienen su vida centrada en los estudios, los amigos, los deportes o los aparatos tecnológicos, difícilmente hacen realidad en su vida los dinamismos propios de una familia nuclear, porque ni el eje de las relaciones familiares —de autoridad, de liderazgo, de reproducción simbólica— son los padres ni la cotidianidad familiar —interacción dialógica, diversión, alimentación, etc.— involucra a todos los miembros de la familia permanentemente. Más bien, ese involucramiento, cuando se genera, viene a ser una especie de quiebre esporádico en las ocupaciones y los desvelos rutinarios de cada uno de los integrantes del grupo familiar. Viene a ser una especie de respiro tranquilizador —de recuperación de energías— para continuar con la vida de siempre, es decir, la vida que hace fuera del hogar, aunque se esté físicamente en él.


En otras palabras, la familia nuclear salvadoreña está cambiando. Por esto, no son extrañas las voces de alarma que hablan de una crisis en la familia. El problema de muchos de los que se muestran alarmados es que confunden a la familia nuclear —que es tipo particular de familia que no ha existido siempre y en todo lugar— con la familia en general, sin caer en la cuenta de que, más que a una crisis de la familia en El Salvador, a lo que se asiste es a un cambio drástico en la familia nuclear, tal como esta comenzó a perfilarse desde los años cincuenta y sesenta.


De la anterior mutación en la familia nuclear está emergiendo un nuevo estilo de familia, cuyos rasgos son todavía evanescentes y cuya definición, por tanto, es imposible de fijar con nitidez en estos momentos. De todos modos, lo cierto es que no pueden obviarse estos cambios que se están operando en la estructura de la familia salvadoreña desde la década de los años noventa en adelante. Esos cambios habrán de influir en el necesario replanteamiento de temas como la unidad familiar, la responsabilidad parental, la autoridad de los padres y el lugar de la familia como espacio básico de socialización. Por ahora, el tratamiento de esos temas está fuertemente influido por una idea de familia —familia nuclear— en proceso de cambio. La nueva estructura familiar que se está configurando en El Salvador —al igual que en otras sociedades— es más flexible y, si no menos permanente, sí de una permanencia más frágil y extendida espacial y temporalmente que la familia extensa y la familia nuclear, tal como estas se constituyeron antes de los años ochenta y noventa.

G

 

Política


Continuidad en la política exterior de Saca

 

Aún es bastante temprano para juzgar con exactitud el rumbo que va a tomar la política internacional del presidente Saca. Sin embargo, hay algunos elementos que invitan a pensar que no habrá muchos cambios respecto de la actitud de su predecesor: alinearse sin reservas sobre las posturas de los Estados Unidos. A lo largo de las líneas que siguen, se intentará hacer una reflexión acerca de las primeras decisiones políticas del gobernante salvadoreño en materias de política internacional.

G

 

Economía


Economía y medio ambiente

 

En la actualidad se observa la proliferación de grandes proyectos de construcción en las principales ciudades del país: centros comerciales, complejos habitacionales, construcción y reconstrucción de carreteras, entre otros. La gestación y el desarrollo de estas grandes inversiones en infraestructura se constituyen, desde la óptica del modelo económico vigente, en referentes fundamentales para decir que El Salvador ha entrado por “buen camino” a una nueva fase de expansión y desarrollo. Esa visión “desarrollista” expresa que, a pesar de las secuelas de la guerra y de las dificultades económicas y políticas de tipo coyuntural, se está mucho mejor que hace una década y que los salvadoreños sólo deben esforzarse y trabajar con ahínco para que surja un nuevo El Salvador.

G

 

La amenaza asiática y su impacto en El Salvador

 

En el horizonte económico global se está erigiendo una nueva correlación de fuerzas que podrían cambiar estructuralmente la arquitectura de la “aldea global” en la que se mueve actualmente el concierto de naciones y la naturaleza de sus relaciones económicas, políticas y militares. El foco de atención se encuentra en el continente asiático y en un trío de países que podrían cambiar la configuración del poderío económico del planeta en menos de una década: China, India y Japón. Entre estos países, el nuevo motor económico que ha encendido la admiración y la alarma al mundo es China. En la última edición de la revista Foreign Affairs, correspondiente a los meses de julio y agosto de 2004, se visualiza a este país como el nuevo Goliat económico global que podría romper, o al menos, desequilibrar, la hegemonía económica de Estados Unidos y el club de los países del G7/8, que son los países más industrializados y ricos del mundo

G

 

Regional


¿Caerá Maduro?

 

La Ley Mano Dura que se aplica en El Salvador tiene en el presidente hondureño Ricardo Maduro a su principal inspirador. El mandatario de la vecina república fue el precursor de las leyes que pretenden combatir la delincuencia de las pandillas juveniles mediante la eliminación de las garantías judiciales de los sospechosos. Como en todo país abatido por el descontrol de las bandas delincuenciales —sean estas de barrios pobres o de funcionarios de cuello blanco—, la imagen de un presidente decidido a combatir las pandillas con dureza y determinación provocó alivio entre la ciudadanía hondureña.

G

 

Derechos Humanos


La vida en la frontera

 

En anteriores ocasiones hemos ocupado este espacio para comentar algunas de las causas y consecuencias del problema migratorio, dentro y fuera de nuestro país. Hoy queremos analizar algo que se suele pasar por alto, cuando de migraciones y emigrantes se trata. Este no es otro que el de los derechos humanos de esas personas que no encuentran más opción que la de “vivir una cultura diferente”. Pero no sólo la de aquellas que emigran, sino también —y en especial— la de quienes consideran a El Salvador como tierra de paso o destino final. Porque ésa es la otra realidad que apenas se conoce. Veamos, entonces, qué hay detrás de esas vidas condicionadas por las fronteras.


Antes, es necesario referirnos al modo en que esta realidad se ha ido incorporando a nuestra existencia; también hay que hablar de los costos humanos que conlleva una decisión de este tipo. A medida que la problemática se ha hecho más evidente, en medio de políticas oficiales exclusivas y excluyentes, la realidad se ha encargado de meterla a nuestras vidas. Sirva de ejemplo el de los medios masivos de —como ha dicho alguien— “confusión”. Desde hace tiempo cubren, de manera regular, sucesos relacionados con este peregrinaje hacia la “tierra soñada”. Tan es así que consideran a la población viajera y residente más allá de nuestras fronteras, como el decimoquinto departamento salvadoreño. Tampoco faltan los casos de familias enteras o de amigos cercanos que, hastiados de no encontrar oportunidades en este “país de las maravillas”, prefieren coquetear con la muerte en busca del “sueño americano”. De un modo u otro, todas y todos sufrimos esta realidad.


Sin embargo, muy pocas personas y quizás hasta instituciones son las que conocen en detalle cuánto cuesta salir de acá para llegar allá. No nos referimos a las suculentas ganancias obtenidas por “coyotes” y “polleras”, fruto de la desesperación de familias enteras. El costo al que hacemos referencia es el alto precio que, desgraciadamente, en muchas ocasiones se paga bien caro: con la existencia misma. Tal vez las cifras nos ayuden a visibilizar la tragedia.


Según los datos del monitoreo constante que desde el IDHUCA realizamos, en las fronteras terrestres de nuestro país, son treinta y siete las y los salvadoreños deportados a diario luego de su captura en el tránsito por Guatemala o México hacia el norte. Este dato, además, nos ofrece una idea aproximada de la cantidad de gente que de hecho sale. Eso hace que, por ejemplo, en poco más de un mes —del 1º de marzo al 19 de abril del presente año— la cantidad se eleve hasta las 6,298 personas. Hay casos “récord”; por ejemplo, hay quien ha intentado salir hasta en dieciséis ocasiones con el único fin de reunirse con su familia.


De todo eso se pueden sacar muchas conclusiones. Una de ellas: que hay que observar con detenimiento la labor de los funcionarios aduanales, pues de éstos depende que se respeten o no los derechos de las personas que salen o que entran. En este punto, hay que hacer un breve recordatorio de los cambios en las aduanas salvadoreñas durante los dos últimos meses del 2001. Tras los atentados terroristas del 11 de septiembre en los EEUU, quienes ejercían esa labor fueron sustituidos por policías. Esta decisión adoptada por Mauricio Sandoval quizás aumentó los controles de seguridad, pero hizo más lentos los trámites por la falta de formación específica de las y los designados.


En el marco de la problemática en general, a lo largo del último semestre del 2003 y los primeros dos meses 2004 nuestro Instituto intentó suscribir un convenio de colaboración con la Policía Nacional Civil (PNC), la Dirección General de Migración y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH). El objetivo: trabajar de manera conjunta en una propuesta de procedimientos sobre la detención y deportación de extranjeros en El Salvador.


Las razones de la negativa o del silencio postergado de las dos primeras instituciones se comprende, al recordar la reciente campaña para las elecciones presidenciales. La negativa de la tercera es más complicada de entender, pese a que la titular de la misma —que acaba de ser reelecta para un segundo período— hace tres años expresó su compromiso de trabajar a favor de las personas migrantes. La selección de la temática —detención y deportación— se explica porque ambos procedimientos carecen de una de regulación adecuada. No existen recursos ni coordinaciones entre las autoridades institucionales del caso, para equilibrar el ejercicio del control migratorio con el respeto de la dignidad humana.


La llegada de nuevos funcionarios dispuestos a trabajar de forma conjunta, acaso porque así lo ha expresado el Presidente Antonio Saca, o porque están convencidos de eso: abrió ya un espacio de diálogo entre un actor civil y otros gubernamentales en torno a un tema común; eso, de seguir, sin duda puede orientar la adopción de mejores prácticas. Nombrado el nuevo Viceministro de Seguridad Pública, realizamos un nuevo intento para realizar acciones combinadas y logramos resultados positivos al acordar con aquél realizar dos talleres para discutir el tema con personal de la División de Fronteras de la PNC y de la Dirección General de Migración.


El martes 29 de junio y el lunes 12 de julio se llevaron a cabo los eventos, logrando de esa forma compartir información técnico-jurídica sobre la privación de libertad y el debido proceso administrativo. Eso fue el preámbulo para presentar, en las mismas actividades, los hallazgos encontrados durante nuestras visitas a las instalaciones de la División de Fronteras de la PNC, realizadas en febrero y septiembre del 2003; entonces entrevistamos 88 personas extranjeras puestas a la orden de las autoridades competentes, por carecer de los debidos permisos migratorios.


Entre otros asuntos se planteó, en los citados talleres, la necesidad de revisar las prolongadas detenciones de las personas por sólo haber incurrido en una falta administrativa, así como la falta de asesoría legal, la ausencia de una gestión y protección consular expedita, y el escaso presupuesto para un rápido retorno de dichas personas a sus países de origen, para su alimentación y para sus servicios de salud. También se hizo énfasis en la falta de instalaciones adecuadas para albergar a personas detenidas por motivos exclusivamente migratorios y nula atención especializada de mujeres niñas y niños; asimismo, se señaló la dependencia económica de EEUU para asegurar el retorno. En respuesta a nuestro estudio, personal de la División de Fronteras de la PNC mencionó lo confuso que se puede volver el pertenecer orgánicamente a una institución —la PNC— y depender funcionalmente de la Dirección General de Migración.


También se abordó lo relativo a la responsabilidad institucional de cara a la persona detenida y cuya deportación tiende a prolongarse, por falta de recursos o de colaboración del funcionario consular acreditado en el país. Las y los participantes de la Dirección General de Migración reconocieron, sin ningún problema, lo difícil que resulta realizar un procedimiento administrativo a partir de una legislación que no regula lo necesario para garantizar que se dé de la manera más adecuada; también admitieron la necesidad de contar con un albergue que ofrezca condiciones apropiadas para las personas detenidas y reclamaron mayor colaboración del cuerpo diplomático acreditado en el país para una correcta protección consular.


Las puertas han sido abiertas y la invitación bien recibida para participar en la discusión de una nueva normativa que regule los procedimientos, los derechos y las obligaciones de las personas migratorias; normativa que, además, defina convenientemente las responsabilidades oficiales. Por último, cabe decir que el esfuerzo por hacer realidad la nueva ley de migración y extranjería en nuestro país debe lograrse en completa armonía con un tratado internacional recientemente aceptado por el Estado salvadoreño: la Convención internacional sobre la protección de todos los derechos de los trabajadores migratorios y sus familias. Hay, pues, mucho que andar y se ha dado un primer paso en ese trayecto.

G

 

Documento


La libertad cultural en el mundo diverso de hoy

 

Presentamos a continuación un extracto del Informe Mundial Sobre Desarrollo Humano 2004, presentado en San Salvador, el día 15 de julio de 2004.


La libertad cultural en el mundo diverso de hoy


¿De qué manera se satisfarán las demandas de chiitas y kurdos respecto de una representación justa en la nueva constitución iraquí? ¿Cuáles —y cuántas— de las lenguas que se hablan en Afganistán debería reconocer la nueva constitución como el idioma oficial del Estado? ¿Cómo enfrentará el tribunal federal nigeriano la ley Sharia (musulmana)que dispone castigar el adulterio con la muerte? ¿Aprobará la legislatura francesa la propuesta de prohibir el velo y otros símbolos religiosos en las escuelas públicas? ¿Se resisten los hispanos de Estados Unidos a ser asimilados por la cultura estadounidense predominante? ¿Se llegará a un acuerdo de paz para terminar con los enfrentamientos de Costa de Marfil? ¿Finalizarán alguna vez las conversaciones de paz para dar por terminado el conflicto tamil-cingalés en Sri Lanka? Estos son sólo algunos titulares de los últimos meses. Hacerle frente a la diversidad cultural es uno de los principales desafíos de nuestro tiempo.


Estas opciones, que tienen que ver con el reconocimiento y la acogida de diversas etnias, religiones, idiomas y valores y fueron, por mucho tiempo, consideradas amenazas para la armonía social, constituyen un elemento ineludible del panorama político del siglo XXI. Los líderes y teóricos políticos de todas las tendencias se han opuesto al reconocimiento explícito de las identidades culturales sean éstas en función de la etnia, la religión, la lengua y la raza y el resultado más frecuente de tal postura ha sido la represión de estas identidades, a veces mediante el brutal recurso a políticas de Estado de persecución religiosa y limpieza étnica, pero también por medio de la exclusión cotidiana y la discriminación económica, social y política.


La novedad, hoy, es el surgimiento de la política de la identidad. En contextos muy diferentes y de modos también diversos —desde los pueblos indígenas de América Latina, las minorías religiosas de Asia Meridional, las minorías étnicas de los Balcanes y África, hasta los inmigrantes en Europa Occidental— la gente vuelve a movilizarse en torno a antiguos resentimientos de carácter étnico, religioso, racial y cultural y exige el reconocimiento, la valoración y la acogida de su identidad por parte de la sociedad en su conjunto.


Como víctimas de la discriminación y la marginalización de oportunidades sociales, económicas y políticas, estas personas también exigen justicia social. Otra novedad de estos tiempos es la aparición de movimientos coercitivos que amenazan la libertad cultural. En esta era de la globalización, también ha surgido, entre los individuos, las comunidades y los países que perciben el desplazamiento de su cultura local, una nueva clase de exigencia y demanda política: la conservación de la diversidad en un mundo globalizado.


¿Por qué surgen estos movimientos en la actualidad? No se trata de fenómenos aislados, sino más bien forman parte de un proceso histórico de cambio social, de lucha por la libertad cultural, del logro de nuevas fronteras en el avance de las libertades humanas y de la democracia. Su aparición está impulsada y determinada tanto por la expansión de la democracia, gracias a la cual los movimientos cuentan con más espacio político para protestar, como por el avance de la globalización, que crea nuevas redes de alianzas y, a la vez, presenta nuevos desafíos.


La libertad cultural constituye una parte fundamental del desarrollo humano puesto que, para vivir una vida plena, es importante poder elegir la identidad propia —lo que uno es— sin perder el respeto por los demás o verse excluido de otras alternativas. Es necesario que la gente cuente con la libertad para practicar su religión en forma abierta, para hablar su lengua, para honrar su legado étnico o religioso sin temor al ridículo, al castigo o a la restricción de oportunidades. Es necesario que la gente cuente con la libertad de participar en la sociedad sin tener que desprenderse de los vínculos culturales que ha escogido. Se trata de una idea simple pero profundamente desconcertante.


Responder a estas demandas es un desafío urgente para los estados, pues de manejarse bien, el mayor reconocimiento de las identidades traerá consigo una mayor diversidad cultural en la sociedad, lo que enriquecerá la vida de la gente. Así también un gran riesgo.


De no abordar las luchas por la identidad cultural o abordarlas en forma inadecuada, podrían transformarse rápidamente en una de las fuentes más importantes de inestabilidad al interior de los estados y entre ellos, lo que podría, a su vez, desencadenar un conflicto cuya consecuencia sea el retroceso del desarrollo. La política de la identidad que polariza a los pueblos y los grupos está marcando una fuerte división entre “nosotros ” y “ellos ”.La creciente desconfianza y el odio amenazan la paz, el desarrollo y la libertad de las personas. A continuación, sólo algunos ejemplos del año pasado: la violencia étnica que destruyó cientos de hogares y mezquitas en Kosovo y Serbia; la bomba activada por terroristas en un tren de España que cobró la vida de casi 200 personas; el asesinato de miles de musulmanes y la expulsión de otros tantos debido a la violencia sectaria en Gujarat y en otras regiones de la India, un país que se caracteriza por dar cabida a distintas expresiones culturales; y la ola de crímenes motivados por el odio contra inmigrantes de Noruega que hizo añicos la confianza que los habitantes de este país tenían en su compromiso inquebrantable con la tolerancia.


Los conflictos relacionados con la identidad también pueden originar políticas represivas y xenófobas que retardan el desarrollo humano y pueden fomentar un regreso al conservatismo y un rechazo al cambio, impidiendo con ello la afluencia de ideas y personas que traen valores cosmopolitas así como los conocimientos y las aptitudes que posibilitan el desarrollo.


El desafío de hacerse cargo de la diversidad y respetar las identidades culturales no es sólo de algunos “estados multiétnicos ”pues casi ningún país es completamente homogéneo. Los aproximadamente 200 países que hay en el mundo son hoy el hogar de 5.000 grupos étnicos y dos tercios de estos países cuentan con al menos una minoría significativa: un grupo étnico o religioso que constituye al menos el 10%de la población.


Al mismo tiempo, el ritmo de la migración internacional se ha acelerado, lo que, en algunos países y ciudades, ha causado efectos sorprendentes. Por ejemplo, casi la mitad de los habitantes de Toronto nacieron fuera de Canadá. Además, en comparación con los inmigrantes del siglo pasado, hoy son muchas más las personas nacidas en el extranjero que mantienen estrechos vínculos con sus países de origen. De una u otra forma, hoy todos los países son sociedades multiculturales compuestas por grupos que se identifican según su etnia, religión o lengua unidos por lazos con su propia historia cultural, valores y modo de vida.


La diversidad cultural ha llegado para quedarse, y crecer. Los estados deben encontrar formas de forjar la unidad nacional en medio de esta diversidad. El mundo, nunca antes tan interdependiente en el aspecto económico, no podrá funcionar si la gente no respeta la diversidad ni establece la unidad por medio de los lazos que comparten como seres humanos. En esta era de globalización, ni la comunidad internacional ni ningún Estado puede ignorar las demandas que se hacen en pos del reconocimiento cultural. Por otra parte, es probable que las confrontaciones con respecto a la cultura y la identidad vayan en aumento; la facilidad para comunicarse y los viajes han achicado el mundo y cambiado el panorama de la diversidad cultural; asimismo, la diseminación de la democracia, los derechos humanos y las nuevas redes globales han proporcionado mayores medios para movilizarse en torno a una causa, insistir en una respuesta y obtenerla.

G

 


 


Envíenos sus comentarios y sugerencias
Mayor información:
Tel: +503-210-6600 ext. 407, Fax: +503-210-6655

 

Suscripción anual

Correo electónico  
El Salvador
    personal
    correo
Centro América y Panamá
Norte y Sur América
Europa
Otras regiones
$50.00  

¢75.00
 ¢120.00
$35.00
$60.00
$75.00
$80.00

Las suscripciones pueden hacerse en El Salvador, en la Oficina de Distribución de la UCA, o por correo. Los cheques deben emitirse a nombre de la Universidad Centroamericana y dirigirse al Centro de Distribución UCA. Apdo. Postal (01) 575, San Salvador, El Salvador, C.A.