PROCESO — INFORMATIVO SEMANAL EL SALVADOR, C.A.

Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI)
E-mail: cidai@cidai.uca.edu.sv

Universidad Centroamericana (UCA)
Apdo. Postal 01-168 Boulevard Los Próceres
San Salvador, El Salvador, Centro América
Tel: +(503) 210-6600 ext. 407
Fax: +(503) 210-6655
 

    El informativo semanal Proceso sintetiza y selecciona los principales hechos que semanalmente se producen en El Salvador. Asimismo, recoge aquellos hechos de carácter internacional que resultan más significativos para nuestra realidad. El objetivo de Proceso es describir las coyunturas del país y apuntar posibles direcciones para su interpretación.

    Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.

     Los interesados en suscribirse a este boletín pueden dirigirse a la Oficina de Distribución de Publicaciones de la UCA. Cualquier donativo será muy bien recibido por el CIDAI. Esta publicación se puede consultar parcialmente en la página electrónica de la UCA: http://www.uca.edu.sv

 Suscripción


Año 24
número 1091
Marzo 10, 2004
ISSN 0259-9864
 
 
 
 

ÍNDICE



Editorial: El Salvador ante un (posible) triunfo electoral del FMLN

Política: La transparencia de los comicios

Economía: ¿Qué salud económica heredará el próximo gobierno salvadoreño?

Reporte IUDOP: La participación electoral vista desde las encuestas

Regional: Esperanzas para Guatemala

Derechos Humanos: Un acto de fe

 
 
Editorial


El Salvador ante un (posible) triunfo electoral del FMLN

 

En este editorial intentaremos responder a la pregunta por lo que podría suceder en El Salvador, de ganar el FMLN las elecciones presidenciales del próximo 21 de marzo. No se está asegurando que el partido de izquierda se va a alzar con la victoria en esos comicios; tampoco se está descartando tal eventualidad, o la posibilidad de que esos comicios sean cerrados y que, en consecuencia, obliguen a una segunda ronda electoral. Lo que aquí se ofrece es una reflexión sobre una posibilidad, habida cuenta de la importancia que la campaña política de la derecha ha dado, junto con una serie de interpretaciones, al asunto. Hay que decir también que en este editorial no se habla en nombre del FMLN, sino a partir de una consideración realista del margen de maniobra económico, social y político que tendría el partido de izquierda, de resultar ganador en los comicios de marzo y asumir posteriormente la conducción del aparato gubernamental.


Para comenzar, hay que tomarle la palabra a la campaña política de la derecha en la que no sólo se ha barajado la posibilidad de que sus adversarios ganen el 21 de marzo, sino que se han presentado los escenarios que inexorablemente se derivarían de hacerse realidad ese triunfo. Entre las voces más histéricas de la derecha, esos escenarios son francamente dramáticos: un triunfo del FMLN llevaría al país a la debacle económica, social y política. Cuando estos profetas del desastre ofrecen argumentos para justificar sus temores no dudan en recurrir a los ejemplos de Cuba y Nicaragua, donde, sin duda alguna, dos gobiernos de izquierda efectuaron —el Partido Comunista aun lo hace en Cuba— una cuestionable gestión económica, política y social en sus respectivos países. Obviamente, esos profetas del desastre olvidan que, en Cuba y Nicaragua, castristas y sandinistas llegaron al poder por la vía armada —después de sendos triunfos revolucionarios—, lo cual les permitió controlar absolutamente (Cuba) o casi absolutamente (Nicaragua) el poder del Estado, situación que distaría años luz de lo que sucedería en el caso del FMLN —que aspira apenas a conquistar una cuota de poder estatal como un partido político competitivo y sometido a las reglas constitucionales vigentes—.


Por supuesto que un razonamiento de este tipo no tranquiliza ni desarma a las mentes más agresivas de la derecha. Alguno de sus ideólogos más preparados para los golpes bajos, no ha dudado en ofrecer como argumento, a su juicio contundente, de la irreversiblidad de los males que le esperan al país de ganar el FMLN las elecciones, el hecho de que ese partido está manejado por los comunistas y que éstos no aspiran más que al control total de la economía, de la sociedad y la política. Desde esta perspectiva, el FMLN, aunque legal e institucionalmente sea un partido más del sistema político, es un partido distinto, porque su meta es el control total de la sociedad, un control que tiene como mira última la implantación del socialismo y el comunismo. Haga lo que haga este partido, ofrezca lo que ofrezca, adquiera los compromisos institucionales que adquiera, siempre tendrá como propósito fundamental la implantación de un régimen socialista y comunista. Así pues, de ganar el FMLN las elecciones, eso es lo que le esperaría al país, porque está inscrito en su naturaleza el deseo de controlarlo autoritariamente todo. Quienes no se dan cuenta de eso —se ha podido leer en las páginas de opinión de El Diario de Hoy— son personas de poco seso, mentes básicas, a las que de nada han servido sus años de estudio y reflexión académica.


En posturas como la reseñada, aparentemente una de las más sutiles y elaboradas de la derecha, se omite hablar de experiencias europeas como el movimiento comunista italiano después de la segunda guerra mundial, o de dos experiencias latinoamericanas más recientes y cercanas a El Salvador: el socialismo en Chile después de la salida de Pinochet y el Partido de los Trabajadores en Brasil, con su principal figura, Luiz Inacio “Lula” da Silva, convertido en presidente de ese país. Todas estas experiencias desmienten la tesis de que hay un sino inexorable en los partidos socialistas y comunistas —o de los agrupamientos partidarios influidos por ellos— que los obliga a hacer un uso autoritario —el cual estaría caracterizado por un sesgo contrario al mercado, la libertad y la democracia— de la cuota de poder conseguida en las urnas.


No se trata de meter las manos al fuego por el FMLN, porque la proclividad a abandonar el marco constitucional podría tentar a más de alguno de sus dirigentes. Pero tampoco se trata de adscribirle un autoritarismo constitutivo por el mero hecho de ser un partido cuyos soportes ideológicos están fuertemente influidos por los referentes de identidad comunista. Otros partidos comunistas y socialistas —con los mismos referentes de identidad que el FMLN— han podido integrarse a esquemas de convivencia democrática y han aportado lo suyo para que esos esquemas se fortalezcan. No se ve por qué el FMLN sea incapaz de hacerlo en el caso de El Salvador. Sostener que no puede porque, por definición, los comunistas lo quieren todo es un pobre argumento que puede ser rebatido con importantes ejemplos históricos. Asimismo, es un argumento que parece ignorar que una cosa es querer y otra cosa es poder. Y es en este último terreno —en el terreno del poder— en el que se jugarían las posibilidades de maniobra gubernamental del FMLN en caso de ganar la presidencia de la República.


Ante todo, estaría la misma legitimidad que respaldaría el acceso del FMLN a la presidencia: sería una legitimidad electoral, no revolucionaria. En ese sentido, el FMLN estaría constreñido constitucionalmente, así como por las estructuras institucionales del país, para impulsar un plan de gobierno de carácter socialista en términos estrictos. Es decir, no tendría el poder total (o cuasi total) e ilimitado que se requeriría para semejante empresa. Aparte de que la estructura de separación de poderes vigente socavaría una iniciativa de esa naturaleza, cinco años de mandato presidencial —sólo renovables por una nueva decisión electoral— son poco tiempo para realizar reformas económicas y sociales de largo plazo en El Salvador. En segundo lugar, los grupos empresariales más poderosos harían todo lo que estuviera a su alcance para sabotear, de raíz, cualquier intento socializante por parte del partido de izquierda. Respaldados por las grandes empresas mediáticas, crearían una situación de inestabilidad que haría imposible la marcha normal de la sociedad en los planos social, económico y político. Por último, los Estados Unidos no se quedarían con los brazos cruzados, viendo como el FMLN yergue otra Cuba en sus propias narices.


Tomando en cuenta esos condicionantes, sería una verdadera locura que el FMLN, de ganar las elecciones, emprendiera la ruta sandinista, cubana o venezolana. Con ello, estaría cavando su propia tumba como opción electoral en El Salvador. La razón y la prudencia —así como su propia supervivencia política— lo obligarían a la moderación y a la búsqueda de unos ejes de gestión gubernamental —como el respeto a la Constitución, la lucha contra la corrupción, la justicia tributaria y un plan de recuperación productiva— que pudiera ser aceptado por la mayoría de sectores que componen a la sociedad salvadoreña.

G

 

Política


La transparencia de los comicios

 

Contenido.Desde hace algún tiempo, los medios de prensa han venido haciéndose eco de ciertas inquietudes sobre la transparencia de los comicios a celebrarse en el país el próximo 21 de marzo. Toda clase de noticias se han publicado sobre las incapacidades y pleitos internos en el Tribunal Supremo Electoral. La última y más inquietante hace alusión a un supuesto fraude en preparación. Los principales partidos, ARENA y el FMLN, se acusan mutuamente de entorpecer el buen desempeño de la institución electoral.

G

 

Economía


¿Qué salud económica heredará el próximo gobierno salvadoreño?

 

El panorama macroeconómico para el quinquenio 2004-2009 aparece como un camino minado. El problema reside en que los desequilibrios macroeconómicos de hoy se convertirán en las crisis de mañana, pues su origen se ubica en fallos de planificación y orientación interna de la economía. Ningún partido político que acceda a la conducción del Ejecutivo podrá escaparse de esta realidad.

G

 

Reporte IUDOP


La participación electoral vista desde las encuestas

 


La más reciente encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública de la UCA (IUDOP) ofrece información relevante acerca de la forma en que los salvadoreños ven las próximas elecciones y cómo están participando en las mismas. Más allá de los resultados a las preguntas individuales que ya fueron expuestos en la edición anterior de Proceso, el sondeo da pistas sobre las condiciones que determinarán la participación electoral de los ciudadanos en un poco más de una semana. Lo cierto es que el sondeo no intentar predecir el resultado de las elecciones y, de hecho, no ha sido diseñado con ese propósito, ya que entre otras cosas, el estudio se basa en la población total del país —tal y como está distribuida según las proyecciones oficiales de población brindadas por la Dirección General de Estadísticas y Censos (DIGESTYC)— y no sobre la población acreditada con el Documento Único de Identidad (DUI). La pesquisa de opinión pública, más bien, intenta brindar elementos de análisis que expliquen por qué la gente estaría votando de la forma en que anticipa en la encuesta. En esta línea, existen varios aspectos que el sondeo señala con cierta claridad. Dos de ellos se refieren al nivel de participación ciudadana el próximo 21 de marzo y que se pueden resumir de la manera siguiente. En primer lugar, en estas elecciones, hay mucha más gente que está interesada en asistir a votar que en procesos electorales anteriores; y en segundo lugar, de acuerdo a la distribución de las intenciones de voto expresadas en la encuesta, pareciera que en la medida en que aumente la participación electoral en esa medida los resultados beneficiarán al partido gobernante. En esta entrega se presentan algunos datos y reflexiones relacionados con tales aspectos, los cuales caracterizarían la dinámica política electoral del 2004 y que constituyen un cambio con respecto a dinámicas del pasado.


El probable aumento de la participación ciudadana. La encuesta de febrero del IUDOP daba cuenta de que un poco más del 58 por ciento de los salvadoreños tiene mucho interés en asistir a votar en las próximas elecciones. Esta proporción de gente constituye la expresión más alta de interés registrada por un sondeo del Instituto en los últimos diez años. Una revisión de la forma en la que la gente ha contestado a esta interrogante en las encuestas preelectorales de comicios anteriores muestra que, en promedio, un 33 por ciento de los salvadoreños solía manifestar mucho interés por participar el día de las elecciones. Lo anterior significa que la motivación de los salvadoreños hacia las elecciones se habría casi duplicado en las vísperas de este proceso electoral en comparación con elecciones anteriores.


La encuesta revela que el interés es particularmente más alto entre los habitantes del Área Metropolitana de San Salvador, entre los ciudadanos de clases medias, entre los que tienen mayor nivel de educación y entre los simpatizantes del FMLN. En tal sentido, la distribución del interés no se ha modificado sustancialmente con respecto a sondeos de procesos electorales pasados. Las personas que expresan más interés son aquellas que suelen contar con más acceso a la información y que no se encuentran en condiciones extremas de pobreza y desventaja socioeconómica. Con todo, ha habido un aumento global del interés por el voto y este incremento coincide con un crecimiento en las intenciones de voto manifiestas por partido en las encuestas. De hecho, en la última encuesta un poco más del 70 por ciento de los salvadoreños expresaron su intención de voto por partido político, cuando en la mayor parte de sondeos en elecciones pasadas, el porcentaje de manifestación del voto no superaba el 60 por ciento cuando mucho.


Sin embargo, lo anterior no implica necesariamente que la mayoría de los salvadoreños vaya a votar. Muchos de los ciudadanos que están expresando interés de participar podrían a última hora desistir de votar por diferentes razones disminuyendo con ello el nivel de participación. Un análisis más minucioso de la encuesta de la UCA revela que, en realidad, el porcentaje de salvadoreños que sin duda va a participar en las próximas elecciones es, al menos, del 40 por ciento de la población con DUI. Este es el porcentaje de salvadoreños que no sólo mostraron mucha motivación por presentarse el día de las elecciones sino también aquellos que comparten un fuerte interés por la política, por la campaña electoral y que siguen con relativo entusiasmo los movimientos políticos del país.


Ahora bien, ¿a qué se debe ese incremento en el interés general por las elecciones y por la participación con respecto a comicios anteriores? ¿Será que la gente ve con más confianza los procesos electorales? La encuesta de la UCA no ofrece indicios de que la gente tenga ahora más confianza de la que tenían en procesos eleccionarios anteriores; es más, preguntados sobre la transparencia de las próximas elecciones cerca de la mitad de los salvadoreños consultados opinaron que es probable que haya fraude y casi una cuarta parte de la gente no supo responder a la pregunta. Así, más de la mitad de la gente no tendría certeza sobre la limpieza de los comicios del 21 de marzo, pero, aún así, la mayoría de ellos piensan ir a votar. Esto hace que las razones por las cuales asistirían a votar sean más difíciles de identificar. Sin embargo, hay un par de datos ofrecidos por la encuesta que pueden dar pistas sobre estas razones y que básicamente tienen que ver con un cambio en la actitud de muchos ciudadanos hacia la utilidad de las elecciones. Rompiendo con un modo de concebir la utilidad de los comicios, uno de cada cuatro salvadoreños sostuvo que es importante votar porque el voto puede cambiar cómo serán las cosas en un futuro y casi el 60 por ciento de la gente consultada a través de otra pregunta rechazó la idea de que las elecciones son una pérdida de tiempo. Estos resultados se diferencian de las tendencias registradas en procesos electorales anteriores. Por ejemplo, en las elecciones presidenciales de 1999, el 43 por ciento de la gente estaba en desacuerdo con la afirmación de que las elecciones suponen una pérdida de tiempo, mientras que en las elecciones de 2003 ese porcentaje fue del 40 por ciento.


Todo lo anterior sugiere que el aumento del interés por la participación podría estar relacionado con una creciente percepción sobre la utilidad de las elecciones, sobre todo en la medida en que las mismas puedan representar un cambio en la forma de conducción del país, lo cual parece más plausible en estas elecciones que en el pasado debido al crecimiento de la oposición política. Sin embargo, ello no significa que toda la gente con interés de participar electoralmente esté pensando en votar para producir un cambio en el gobierno, pero sí significa que el crecimiento de las opciones por la alternancia estimula el interés y la participación general del electorado: unos con tal de promover el cambio y otros que buscan impedirlo.


Participación e intención de voto. El resultado de las elecciones dependerá en buena medida de la magnitud de la participación misma, esto es, de la cantidad de gente que se decida a participar y asistir el día de la votación. Las encuestas preelectorales han estado sugiriendo que, dadas las características de la composición del voto, en la medida en que aumente la participación electoral, en esa medida los resultados podrían beneficiar al partido de gobierno y perjudicar a la oposición, especialmente al FMLN. Esto se debe a las características mismas del voto de cada uno de los partidos. Los votantes de cada uno de los partidos no son iguales y entre sus características está el nivel de participación en la política y su mayor o menor interés por participar.


Aunque ambos partidos mayoritarios, ARENA y FMLN, tienen sus propios votantes duros, la proporción de gente que se mantiene fiel a su decisión a votar por cada uno de los partidos es muy diferente como resultado de las distintas formas en que los ciudadanos llegan a tomar la decisión por quién votar.


ARENA sin duda acumula el porcentaje más grande de intenciones de voto, pero buena parte de esa proporción es el resultado de la campaña y parece ser el producto directo de una decisión de rechazo al FMLN. Es decir, alguna gente que va a votar por ARENA no lo hará por el convencimiento incuestionable de que ese partido constituye la mejor opción política, sino porque básicamente no desean que el Frente llegue al poder, y ven a ARENA como el único partido capaz de impedirlo. Esto obviamente tiene que ver con los mensajes de la campaña negra de la derecha, pero también tiene que ver con la persistencia de algunos imaginarios sobre el FMLN entre ciertos sectores de la población. Algunos salvadoreños siguen viendo con desconfianza al FMLN por sus recuerdos de la guerra y el candidato a la presidencia del mismo partido ha exacerbado tales temores con la ayuda de la campaña de la derecha vinculada a ARENA. En todo caso, este posible voto a favor de ARENA es menos perseverante y duro, y probablemente más sujeto a los vaivenes políticos que aquellos que votan por simpatía ideológica y por convicción a favor del partido gobernante. De hecho, la encuesta mostraba que entre los que votan por ARENA, cerca del 22 por ciento de la totalidad de sus posibles votantes podrían cambiar su voto antes del día de las elecciones. Eso significa que la intención de voto por ARENA podría disminuir hasta 10 puntos si esos que están considerando su voto, se deciden por otro partido distinto o eligen quedarse en sus hogares el día de las votaciones.


Por su parte, el FMLN presenta un voto más sólido y leal. Aunque la última encuesta del IUDOP muestra que la intención de voto general es considerablemente menor que la de ARENA. El voto por aquél, a diferencia de ésta, se muestra un más vinculado con una actitud militante de los electores. Buena parte del electorado del FMLN constituye el voto duro de éste y la campaña del partido de izquierda ha logrado aparentemente convencer a menos personas que ARENA. Esto le resulta en menos intenciones manifiestas de voto, pero también en un nivel de votación menos variable y más disciplinado. De hecho, el porcentaje de personas que tienen intenciones de voto por el Frente pero que podrían cambiar su voto más adelante es del 18 por ciento, lo cual significaría en la práctica una reducción de 5 puntos en el caudal del FMLN. Esta aparente mayor solidez del voto del FMLN implica que, haya más o menos votación general, el respaldo hacia el partido de izquierda se mantendría prácticamente en los mismos niveles.


En estas condiciones, un aumento general de la participación electoral tendería a beneficiar mucho más a ARENA que al FMLN. ARENA parece haber convencido más a los votantes indecisos que el FMLN, y de allí se explica el enorme porcentaje de personas que están manifestando su intención de voto. Es más, un examen de la composición sociodemográfica del posible voto de los partidos muestra que ARENA tiene más potencial entre los que históricamente se han abstenido con más frecuencia: las mujeres, los jóvenes, los campesinos y las personas con bajo nivel educativo; si, como lo dicen en las encuestas, estos grupos acuden a votar masivamente, los números podrían favorecer al partido oficial.


Los análisis realizados con los datos que salen de la encuesta de febrero de la UCA muestran que en el caso de que sólo asista a votar el 40 por ciento de la gente —que según los datos, resultó ser la más activa políticamente— las diferencias entre ARENA y el FMLN se reducen a alrededor de 15 por ciento. Y si la participación disminuye aún más que eso, la ventaja del partido gobernante se podría desvanecer. Así, la posibilidad de que la elección presidencial del 21 de marzo de 2004 se resuelva en primera o en segunda vuelta, depende en buena medida de la afluencia de votantes ese mismo día.


Hay que considerar además que una participación alta no sólo podría beneficiar al partido gobernante, indirectamente también podría beneficiar a los dos partidos pequeños. La historia de los comicios anteriores suele señalar que entre más participación toma lugar en las elecciones, los partidos pequeños y no polares suelen resultar con un mejor desempeño en las urnas. Esto porque mucha gente que está indecisa con respecto a su propia preferencia partidaria termina marcando por los partidos que no participan de la polarización. En el pasado, esta conducta ha implicado una distribución de votos inesperados para varios partidos pequeños, pero también ha implicado que entre muchos debían repartirse los dividendos de ese tipo de conductas ciudadana. En el escenario actual, la posibilidad de votar por los partidos que no sean los representantes de los polos se reduce a dos: la Coalición CDU-PDC y el PCN. Una participación cívica elevada probablemente no producirá resultados sorpresivos, pero sí puede contribuir a que tales partidos pequeños logren un saldo mucho más favorable que el que anticipan los sondeos de opinión pública.

G

 

Regional


Esperanzas para Guatemala

 

El recién asumido gobierno del derechista Óscar Berger está dando buenas señales. Prometió luchar contra la corrupción y la impunidad y ha cumplido, arreciando la batalla legal en contra de una figura emblemática de estos dos males: el ex presidente Efraín Ríos Montt, líder máximo del Frente Republicano Guatemalteco (FRG). Días antes, su administración había dado otro buen paso, comenzando a investigar al correligionario de Ríos Montt, el ex mandatario Alfonso Portillo, quien dejó las arcas del estado guatemalteco con 1,250 millones de dólares menos y con enormes deudas.

G

 

Derechos Humanos


Un acto de fe

 

Por el título, cualquiera pensaría que hoy hablaremos de un tema litúrgico propio de este tiempo cuaresmal. Pero no. La dinámica realidad nacional se encarga de marcarnos los temas a analizar y ahora merece fijar la pupila en el mal logrado y malogrado Tribunal Supremo Electoral (TSE). Ya antes comentamos con preocupación el progresivo aumento de la violencia en la campaña proselitista, tanto la que realizan las militancias de los propios institutos políticos —en auténtica “guerra sucia” por alcanzar el poder— como la ofrecida desde los editoriales en los medios de difusión más poderosos o la vertida por presuntas asociaciones histéricas que, entre otras, se profesan amantes de la libertad. Sin embargo, no nos hemos detenido en detalle para analizar y valorar la actuación que está teniendo, precisamente, el mentado Tribunal: “la autoridad máxima en materia electoral”. Es éste quien debe evitar hechos como los que se están produciendo, mediante la sanción de sus responsables según lo establecido en la legislación pertinente.


Desde el inicio del año, la actividad de este ente público ha sido constante: la coordinación para “carnetizar” a la población, la depuración de los registros electorales, las licitaciones para obtener los materiales técnicos necesarios el día de los comicios y muchas otras. No obstante, en buena parte de ellas no ha conseguido quitarse de encima la sombra de la incertidumbre y la desconfianza. Recordemos que hace algunos meses, desaparecieron varias máquinas para elaborar los documentos únicos de identidad (DUI). Sencillamente, se las robaron. Luego, a la hora de verificar los datos del padrón electoral surgieron anomalías por la duplicidad de documentos de identidad, o por errores en los mismos, al trasladarse esta base de datos al mencionado Tribunal. El fantasma de la manipulación el mismo día de los comicios, pese a la “innovación” técnica, volvió a aparecer.


Además, no fue sino hasta hace unas semanas cuando —por fin— los magistrados del mismo decidieron sancionar “salomónicamente” a todos los partidos políticos por el lanzamiento prematuro de su publicidad. Fue el Partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), el primero en adelantar el inicio de su campaña proselitista; lo hizo mucho antes del momento que la ley establece. No obstante eso y la saturación extrema a la que llegó con su propaganda, la sanción que recibió fue menor a la que le correspondía.


A esos sucesos se han sumado los recientes simulacros electorales. Estos ensayos sirven para detectar posibles anomalías que puedan surgir durante “el gran día” y subsanarlas antes de tiempo, para que no vuelvan a ocurrir a la hora de las horas. El objetivo es claro: perfeccionar el sistema de escrutinio de votos. Sin embargo, tras dos pruebas realizadas —y a la espera de la última—, las irregularidades detectadas son tan serias que, en lugar de generarse entre la población seguridad y control en la corrección de las fallas, se está difundiendo el desconcierto y la sospecha.


Dentro del sistema, nadie está reaccionando conforme a lo que su cargo le exige. La situación es caótica. A diez días de las elecciones, el Tribunal Supremo Electoral no puede garantizar que no se van a producir el 21 de marzo del 2004 grandes y graves errores como los vistos hasta la fecha. Y eso que no estamos hablando de los pequeños fallos que se puedan dar fuera del centro instalado para el conteo final de los votos. Un dato curioso: el lugar elegido para hacerlo vuelve a ser un hotel capitalino. Pero veamos, ahora, algunas de estas complicaciones.


Es necesario recordar que el TSE se reestructuró completamente cuando se aprobó la nueva legislación electoral. Su diseño, acordado en Chapultepec por las cúpulas de uno y otro bando, no tomó en cuenta a la sociedad y obvió lo establecido por nuestra Constitución cuando reconoce que la soberanía reside en el pueblo. Así, se instrumentalizó a este organismo para favorecer intereses partidarios y no a los democráticos. Decidieron que su composición fuera mixta, combinando magistrados propuestos por el Órgano Judicial —supuestos especialistas en la materia— con miembros de los partidos políticos mayoritarios. Eliminaron, entonces, la independencia en las decisiones del Tribunal. Sin duda, es ahora cuando más evidentes se están haciendo estas deficiencias.


A lo anterior se une la polémica reforma impulsada por la Asamblea Legislativa, que modificó el hasta ahora habitual procedimiento para resolver al interior del TSE. Recordemos un detalle previo: según el Artículo 75 del Código Electoral, “toda resolución o acuerdo emanado del Tribunal, será adoptada por mayoría de los Magistrados” Así, hasta la reforma aprobada recientemente, las disposiciones se han adoptado por mayoría absoluta; es decir, por los votos favorables de cuatro de los cinco miembros del organismo. No obstante, la fuerza conservadora que prevalece dentro de éste ha ocasionado —lamentablemente— el total bloqueo en la toma de decisiones. La partidización del Tribunal Supremo Electoral, un hecho evidente, ha terminado por desnaturalizarlo.


Por ello, la reforma en cuestión —impulsada por la actual mayoría de la Asamblea Legislativa— en teoría busca agilizar las cosas y salir de semejante enredo. Precisamente por el tipo de labor que desempeña, el TSE debe y tiene que otorgar una “prontísima” y cumplida justicia. Las denuncias de irregularidades o posibles violaciones al Código Electoral, así como las previsibles impugnaciones el mismo día de las elecciones, exigen que éste resuelva con urgencia y sin alejarse de la ley para poder tener —con total fiabilidad y lo antes posible— el escrutinio final.


Pero, ¿es la mentada reforma una buena solución? En todo caso, resulta fuera de lugar cuando se discute y aprueba a tres semanas de los comicios. Por si no fuera suficiente con los problemas materiales, técnicos e informáticos, que se coloque también la sombra de la duda en la toma de decisiones del Tribunal no hace sino desprestigiar aún más —si cabe— el sistema electoral salvadoreño. La cereza del pastel es otra nueva modificación, también de última hora. Según ésta, impulsada por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y apoyada por el resto de partidos de oposición a ARENA, los policías y militares que el 21 de marzo estén realizando labores de vigilancia y seguridad también podrán votar en el sitio donde estén cumpliendo su servicio.


Alterar las reglas del juego electoral en el último momento —pese a que sean genuinas y necesarias las reformas— crean más confusión e incertidumbre entre las y los votantes, además de mermar la escasa credibilidad que la ciudadanía le profesa al Órgano Electoral. Estos cambios se están haciendo en provecho propio, pensando en la victoria partidaria y no en beneficio de las mayorías populares del país.


¿Qué credibilidad tendrá el TSE después de semejantes negligencias e irregularidades? ¿Quién confiará en la veracidad del resultado final en los próximos comicios? ¿Con qué legitimidad será investido el nuevo mandatario, si ni siquiera es seguro que se vaya a respetar la legislación electoral? ¿Quién controlará a los máximos responsables de vigilar el debido proceso electoral? ¿En qué lugar queda la gobernabilidad del país, si quien pierda las elecciones tiene vastos argumentos para acusar de fraude al vencedor?


La democracia salvadoreña se encuentra en una crítica situación si el Tribunal Supremo Electoral no cuenta con herramientas idóneas, si mal utiliza las que tiene y si sus funcionarios se dedican a hacer lo opuesto a lo que les corresponde. El ejercicio del derecho al voto en nuestro país supone, en todo caso, un auténtico acto de fe democrática. Sobre todo por los constantes anuncios de fallas en el sistema, las negligencias técnicas, los fraudes maliciosos, el terrorismo publicitario y los disturbios violentos. Para que la población siga convencida de ir a votar el próximo domingo 21 de marzo, las autoridades públicas –tanto las ejecutivas como las legislativas y judiciales– deben esforzarse más y ser más responsables. No está en juego el cambio de gobierno. ¡No! Nos estamos jugando la gobernabilidad del país y la posibilidad de construir una verdadera democracia, muy distinta a la caricatura de ésta que hoy prevalece.

G

 

 


Envíenos sus comentarios y sugerencias
Mayor información:
Tel: +503-210-6600 ext. 407, Fax: +503-210-6655

 

Suscripción anual

Correo electónico  
El Salvador
    personal
    correo
Centro América y Panamá
Norte y Sur América
Europa
Otras regiones
$50.00  

¢75.00
 ¢120.00
$35.00
$60.00
$75.00
$80.00

Las suscripciones pueden hacerse en El Salvador, en la Oficina de Distribución de la UCA, o por correo. Los cheques deben emitirse a nombre de la Universidad Centroamericana y dirigirse al Centro de Distribución UCA. Apdo. Postal (01) 575, San Salvador, El Salvador, C.A.