PROCESO — INFORMATIVO SEMANAL EL SALVADOR, C.A.

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    Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.

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Año 23
número 1041
marzo 12, 2003
ISSN 0259-9864
 
 
 
 

ÍNDICE



Editorial: Frustración en la derecha

Política: Bofetadas electorales

Comentario: Un cuadro con pocas variaciones

Sociedad: Política y sociedad: una brecha infranqueable

Regional: Política internacional: ¿qué esperar de la nueva Asamblea Legislativa?

Derechos Humanos: Tiempos de guerra

 
 
Editorial


Frustración en la derecha

 

Los ricos más ricos de El Salvador están acostumbrados a salirse siempre con la suya. Por tradición, su lógica ha sido la del ganador absoluto, es decir, del que se queda con todo, aun a costa de violar las reglas más elementales de decencia y el respeto a los demás. El éxito parcial, en consecuencia, es visto como una derrota irreparable y como una afrenta a su poder económico. El partido ARENA, como expresión de los intereses de los ricos más ricos del país, ha hecho suya esa lógica: quiere tenerlo todo en el ámbito del poder político, porque es un partido de ganadores y porque la clave del éxito consiste, para sus jerarcas, en no ceder nada a los contrarios. Ceder, aunque sea poco, es sinónimo de derrota y fracaso; y la derrota y el fracaso sólo son concebibles para otros: los que no son de ARENA, los que no tienen cuentas millonarias en los bancos del extranjero, los que no pueden viajar regularmente a Europa y Estados Unidos a hacer turismo de primera categoría, los que no controlan las finanzas del país, es decir, la mayoría de salvadoreños y salvadoreñas.


En ARENA, lo sucedido el domingo 16 de marzo pasado jamás va ser asimilado como algo normal y sobre lo cual se debe guardar la calma. La lectura de primera hora de algunos areneros, en el sentido de que lo importante era competir y no ganar, contraviene totalmente los supuestos más arraigados en la identidad del partido. Para sus jerarcas, esa apreciación sería propia de un perdedor y obviamente el partido no fue creado para perder ni para aceptar la derrota: eso es algo que les sucede a los hombres comunes y corrientes, no a los que todo lo tienen o lo pueden comprar. Un buen arenero compite para ganar, y si pierde, es un fracasado que no merece compasión alguna. Otros podrán funcionar con esa lógica, pero no quienes tienen el respaldo de los grupos de poder económico, a cuyos intereses deben lealtad.


En el mismo sentido, tampoco guarda afinidad con el modo de ser arenero la algarabía y el optimismo con el que algunas figuras del partido —candidatos y candidatas que conocieron el sabor amargo de la derrota— han interpretado los resultados de las elecciones. No haber obtenido aquello por lo que se luchó con empeño —una mayoría en la Asamblea Legislativa y el control de alcaldías claves como la de San Salvador— es señal de fracaso para alguien que siempre logra lo que quiere. Un auténtico miembro de ARENA no puede decir “por poco ganamos la alcaldía de San Salvador”, o “nuestro rival apenas nos sacó dos diputados de ventaja”, ni mucho menos decirlo con alegría como si de un gran éxito se tratara. Un auténtico miembro del partido no puede ni debe perder. Y si pierde, debe bajar la cabeza y aguardar, si tiene suerte, a ser tomado en cuenta en una próxima oportunidad.


Los resultados de las elecciones municipales y legislativas han dejado frustrada a la derecha más dura del país y no sólo a los jerarcas de ARENA. En términos reales, es poco lo que el partido ha perdido, pues la aritmética legislativa favorece al bloque de derecha y la alcaldía de San Salvador ya estaba en manos de la izquierda. Los datos preliminares de las elecciones dejan entrever que, en términos generales, el esquema de poder municipal y legislativo no se alterará de modo significativo. Visto fríamente, entre los principales actores políticos no hay ganadores ni perdedores absolutos.


En términos simbólicos, los jerarcas de ARENA y la gran prensa de derecha —y, más específicamente, el sector de ésta que más se radicalizó en la campaña electoral— no pueden dejar de leer los resultados como una derrota abrumadora. La razón es simple: su apuesta no fue para que las cosas quedaran igual que antes, sino para alterar drásticamente el esquema de poder legislativo y municipal. Los esfuerzos propagandísticos —guerra sucia incluida— no se hicieron para que el FMLN obtuviera más o iguales diputados que ARENA, sino para reducir significativamente su cuota legislativa. Evelyn Jacir de Lovo no fue lanzada como candidata a la alcaldía capitalina para quedar en segundo lugar, así como tampoco los ataques sistemáticos contra Héctor Silva y su concejo municipal fueron hechos para que aquél resultara electo diputado, ni para que Carlos Rivas Zamora, candidato a alcalde por el FMLN, resultara electo alcalde de San Salvador.


Los objetivos de ARENA —y de quienes abanderan sus ideales desde los medios de comunicación— apuntaban a algo diametralmente opuesto a lo que efectivamente sucedió el 16 de marzo pasado. Es a la luz de esos objetivos que el partido de derecha ha fracasado, en contra de lo que quieran aparentar ante las cámaras quienes dicen conformarse con ser una oposición constructiva al gobierno municipal de San Salvador. ARENA y sus candidatos más emblemáticos fracasaron porque no obtuvieron lo que, con sus recursos y manoseos mediáticos, estaban convencidos que iban a lograr.


El sabor de la derrota es mucho más evidente en San Salvador, donde el partido de derecha, con el apoyo decidido de El Diario de Hoy, se empleó a fondo para denigrar a Héctor Silva y, como ganancia, obtener el control de la alcaldía. En ambas situaciones, el saldo fue negativo para ARENA y sus aliados. El endurecimiento del partido terminó por envolver a Jacir de Lovo que, poco a poco, asumió las poses y la retórica de una militante convencida del anticomunismo tradicional del partido. Al final de cuentas, eso le salió caro, pues prefirió apostar al voto duro de ARENA —insuficiente para garantizar un triunfo— que al electorado indeciso, que pudo haber sido atraído por la imagen moderada y abierta que Jacir de Lovo proyectó apenas iniciada la campaña.


La ex ministra de educación prefirió evitar los riesgos: si perdía apelando al voto de los indecisos, no tenía más futuro en ARENA; si perdía —tal como sucedió— intentando ser fiel, al menos a última hora, al ideario más agresivo del partido, pocos se lo iban a echar en cara. De haber ganado en estas condiciones, sería la nueva delfín de ARENA y hubiera estado destinada a seguir los pasos del presidente Francisco Flores. Por ahora, al parecer no está en la mira de los que comenzarán a pedir cuentas por el fracaso. Los que sí lo están son los miembros del COENA a quienes el ex presidente Armando Calderón Sol pidió que depusieran sus cargos. .

G

 

Política


Bofetadas electorales

 

Ya se conocen, al menos de forma preliminar, los resultados de las elecciones del 16 de marzo. El FMLN y el PCN celebran. ARENA va en picada. Los partidos más pequeños languidecen. Celebración, desazón e incertidumbres son las tres primeras frases que vienen a la mente cuando se intenta poner en palabras las diferentes expresiones faciales de los dirigentes políticos, ganadores y perdedores, que han divulgado las pantallas televisivas en los últimos días. Los comicios obligan a la reflexión a los distintos actores políticos, mientras que en sus caras se pueden medir y palpar las emociones que los embargan. Con todo —para quien intenta captar los vaivenes de la política nacional—, lo más importante debe ser una reflexión desapasionada sobre el significado de la decisión de los electores. Hay que medir el alcance de los resultados obtenidos por cada uno de los partidos y determinar en qué medida eso podría afectar la vida política del país en los próximos tres años.

Una primera descripción de los resultados
Para una primera aproximación, cabe resaltar el sentimiento de consolidación electoral predominante en el FMLN frente a la sensación de erosión progresiva en ARENA. No cabe duda de que estos dos partidos siguen siendo los grandes protagonistas del sistema y, como tales, acaparan la atención de la mayor parte del electorado salvadoreño. En términos globales, los resultados arrojados por las elecciones del domingo pasado ratifican este hecho. Aunque hay que matizar enseguida que el recuento final de los votos conseguidos por los dos partidos aludidos revela un desempeño notoriamente desigual.


Si se orienta el análisis estrictamente a los resultados para las diputaciones, se observa que el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) obtuvo 27 escaños en la Asamblea Legislativa. Logró convencer a por lo menos 320,245 salvadoreños, equivalente al 32% de todos los votos válidos para diputados. Una primera constatación que se puede hacer es que esos resultados consagran una disminución drástica de la cuota de poder arenero en la Asamblea Legislativa. Esto se hace evidente a partir del análisis comparativo con los resultados de las elecciones del año 2000, en la que el partido oficial obtuvo 29 diputados y el apoyo de 436,169 ciudadanos (un cómodo 36.04% de los votos para diputados). No es sólo que ARENA no convence —aunque es una condición que comparte con todos los partidos que intervinieron en las pasadas elecciones—, sino que, al mismo tiempo, pierde terreno frente a su principal rival de izquierda.


El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), por su lado, obtuvo 31 diputados con el 33.78% de los votos válidos para la Asamblea Legislativa, equivalente al apoyo de 338,117 ciudadanos. En comparación con los resultados del año 2000, el partido no ha crecido. Sin embargo, los efemelenistas se dan un aire de suficiencia a la vista del hecho de que han superado a su principal rival. En efecto, el FMLN se encuentra arriba de ARENA, pese a que en las elecciones del 2000 obtuvo un 35.22% de los votos válidos, es decir, contó con el apoyo de 426,289 ciudadanos para la elección de diputados. De esta manera, los efemelenistas no sólo tienen más diputados que el partido de derecha, sino que también pueden ufanarse de haber sido votados por una mayor cantidad de electores. Un resultado importante en términos de confianza personal que, además, da pie para pensar en la posibilidad de seguir enterrando en el lodo al partido en poder.


El Partido de Conciliación Nacional (PCN) ha sido el más laureado de las elecciones del 16 de marzo. Aumentó su caudal electoral y sus escaños en la Asamblea Legislativa. De un 8.82% de apoyo en el año 2000 (106,802 votos), el PCN acaba de obtener 131,483 votos, equivalentes al 13.14% de respaldo ciudadano. De 14 diputados con que cuenta en la actualidad, pasará a contar con 16, a partir del 1º de mayo. Holgados resultados sin duda, sobre todo si se toma en cuenta el contexto de desangramiento que ha caracterizado a los dos partidos más importantes del sistema. Una lectura superficial de los resultados electorales podría llevar a pensar que el partido de las manitas ha sido el único que, a ojos del electorado salvadoreño, ha sabido defender sus propuestas de solución a problemas como la seguridad, el desempleo y las privatizaciones. Eso, sin embargo, no se sostiene si se examina el comportamiento de los diputados pecenistas durante la presente legislatura o si se hace un análisis de los efectos que, sobre la condición de vida de los salvadoreños, han tenido las políticas públicas apadrinadas por este partido.


De los partidos más pequeños, El Centro Democrático Unido (CDU) y el Partido Demócrata Cristiano (PDC) pasaron la prueba. Lograron sobrevivir en un ambiente bastante hostil, caracterizado por la muerte de más de la mitad de los partidos que participaron en la contienda electoral. El CDU se hace con el 6.29% de los votos (62,974 ciudadanos que respaldaron su propuesta legislativa). El PDC, por su lado, obtuvo el respaldo de 73,052 ciudadanos, lo cual equivale al 7.3% de los votos válidos para la elección de los actuales diputados electos.


De los Renovadores (PMR), Alianza Popular (AP), Partido Acción Nacional (PAN), Partido Popular Republicano (PPR) o del Partido Fuerza Cristiana no se podrá seguir hablando. No alcanzaron la barrera del 3% que exige el literal tercero del artículo 182 del Código Electoral para seguir siendo opciones políticas para los salvadoreños. Pero, desde un punto de vista político, hay varias lecturas que se pueden hacer del hecho de la desaparición de estos últimos institutos políticos. Por un lado, es evidente que no lograron convencer a los salvadoreños de las bondades de sus proyectos para la sociedad. En segundo lugar —especialmente en el caso del PMR y del PPR—, su pobre resultado viene a confirmar, una vez más, que promover la escisión de los partidos tradicionales como camino de solución de las disputas de liderazgo interno que enfrentan estas organizaciones, es un camino poco seguro para lograr notoriedad en la vida política salvadoreña.

Nuevas perspectivas para la Asamblea Legislativa
Aparte de una lectura descriptiva de los resultados de las elecciones del 16 de marzo pasado, queda por determinar en qué medida la nueva distribución de fuerzas entre los partidos podrá afectar el comportamiento de los actores políticos. Para una primera aproximación a la respuesta de esta pregunta conviene ponerse de acuerdo sobre un par de asuntos. Hay que aclarar, en primer lugar, las premisas que explican el comportamiento de los partidos políticos. Y, en segundo lugar, es necesario explorar alguna respuesta para la interrogante acerca de las lecciones que dejaron los resultados de las votaciones.


En torno al tema de la explicación del comportamiento de los partidos políticos, hay que recordar que éstos buscan ganar elecciones para conservar o acrecentar su cuota de poder en el sistema político. Entonces, para comprender por qué y cuándo toman ciertas decisiones hay que referirse a las posibles consecuencias que tales decisiones pueden acarrear para la consecución de estos objetivos. Los parámetros de comportamiento de los partidos, en un sistema democrático, deben definirse a partir de estas coordenadas. Son ellas las que motivan hacia el cambio o hacia el inmovilismo.


Algo importante que se puede apreciar a partir de los resultados de las elecciones del 16 de marzo es la fuerte señal hacia el cambio que la sociedad envía a los partidos. Esta observación, al parecer bastante radical, no se apoya en la pretendida victoria de la izquierda. Es irresponsable insinuar que el FMLN haya derrotado a ARENA en las recientes elecciones. Una lectura fría de los resultados electorales indican que tanto el partido de izquierda como su principal contrincante de derecha están siendo erosionados por su comportamiento extremista respecto de la realidad del país. La única diferencia reside en el hecho de la magnitud de las pérdidas que ha experimentado cada uno de ellos.


A la luz de lo anterior, es evidente que ARENA tendrá que hacer mucho, no sólo para detener la hemorragia de apoyo electoral, sino también para evitar que ello termine catapultando al poder a su principal contrincante de izquierda.


A partir de ahí, tendrá que revisar su asociación con el PCN y el tinte autoritario que ha caracterizado a esta alianza. Además, por otro lado, tiene que empezar a hacer ciertas concesiones sobre algunos temas fundamentales para los salvadoreños, como son la solución de la crisis en el sistema de salud, o incluir a otros sectores en la discusión de sus apuestas económicas. De lo contrario, es posible que en las próximas elecciones presidenciales los electores le pasen una factura mayor respecto de lo que han significado estas elecciones del 16 de marzo.


En el caso del PCN, si bien los resultados electorales le han favorecido, no cabe duda que tendrá que mostrar más ambición política en la legislatura que empezará a partir del 1º de mayo. Por un lado, tendrá que revisar la apuesta de alianza incondicional con ARENA. Hasta estos días, la factura del desgaste lo ha pagado enteramente el partido en el poder. Pero no sería nada extraño que tal situación se revierta en un futuro. Además, por otro lado, es casi seguro que los nuevos dirigentes del COENA se pondrán a revisar ciertos elementos incómodos de su alianza con el PCN.


Sin embargo, el mayor incentivo que deberá tener en cuenta el PCN para cambiar ciertas prácticas habituales en sus filas es la aparente competencia por el tercer lugar que están intentando inaugurar el CDU y el PDC. No cabe duda alguna que, de estos dos últimos partidos, el que se encuentra mejor posicionado para desplazar al como tercera fuerza política es el CDU. Es el partido de moda, gracias a su apuesta por ciertas figuras relevantes, de bastante prestigio entre los sectores medios y urbanos de la sociedad salvadoreña. Es precisamente entre estos sectores donde ARENA y el PCN no tienen necesariamente buena reputación. Por lo que, de no tomarse en cuenta esta realidad, es probable que el partido de las manitas pudiera tener en el futuro algunos reveses.


Respecto del FMLN, los resultados de las elecciones del domingo pasado y su posible efecto en su comportamiento político pueden leerse de dos maneras. Por un lado, el partido de izquierda puede seguir envalentonado, como lo están haciendo buena parte de sus dirigentes en estos días, y perder la noción de la realidad. Pueden creer erróneamente que cuentan, masivamente, con el apoyo del electorado salvadoreño. Ello se podría traducir en una actitud política cerrada, caracterizada por la suficiencia y la prepotencia. En estas circunstancias, cierta precipitación podría llevar a los efemelenistas a enfrentar las elecciones del próximo año sin tomar en cuenta a los demás sectores sociopolíticos.


Por otro lado, en una actitud contraria, el partido de izquierda podría mostrarse más flexible y abierto. Para ello, tendría que aprovechar su cuota de poder en la Asamblea, para plantear políticas públicas realistas que tomen en cuenta la sensibilidad de los diversos sectores ahí representados. Si este fuera el caso, se pondría en mejor postura para empezar a discutir una amplia alianza con los diferentes sectores productivos del país, descontentos con el rumbo político y económico impulsado por ARENA. En estas circunstancias, el FMLN estaría en mejores condiciones para contribuir de manera eficaz a solucionar los ingentes problemas que ocupan a la sociedad salvadoreña.

G

 

Comentario

Un cuadro con pocas variaciones

 

Entre los resultados preliminares de las elecciones recién pasadas, revelados por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), se pueden observar ciertas tendencias que merecen una consideración particular. ARENA ha visto materializado un amplio desgaste a escala nacional. El FMLN, a pesar de haber obtenido varias de las comunas más importantes en el país, experimentó una disminución de sus votos con respecto a las elecciones de 2000. Sin embargo, es interesante observar que partidos como el PCN, PDC y CDU han incrementado el caudal de los votos a su favor.

Elecciones municipales
De acuerdo a los datos escrutados preliminarmente, el FMLN y ARENA son los partidos que han ganado la gran mayoría de los municipios que componen el país. Sin embargo, ambos vieron disminuido el número de votantes a su favor durante estas elecciones. En los pasados comicios, ARENA obtuvo 127 alcaldías. Ahora, según el escrutinio preliminar, es probable que obtenga alrededor de 109 comunas. Eso significaría la pérdida de dieciocho alcaldías con respecto al año 2000. El FMLN también podría tener una leve disminución en el número de municipalidades ganadas con respecto a las pasadas elecciones. En el año 2000, ese partido ganó en 79 municipios. Los datos preliminares afirman que desde este año podría gobernar alrededor de 74 alcaldías. Llama mucho la atención observar el comportamiento de los restantes partidos ya mencionados, los cuales arrebataron alcaldías a los partidos mayoritarios.


Para el PCN, las elecciones de consejos municipales han representado un salto considerable. En 2000, ganó en 33 municipios; ahora, según datos preliminares, podría obtener unas 52 comunas. El ascenso del PCN se puede ilustrar con lo sucedido en los municipios del departamento de La Unión. En los comicios de 2000, ARENA ganó buena parte de las alcaldías de este departamento; ahora, sin embargo, parece ser que el PCN es el máximo triunfador en el mismo. También el PDC y el CDU podrían obtener más jefaturas edilicias que las ganadas en el año 2000. Ambos partidos obtendrán de una a tres sillas edilicias más con respecto a las pasadas lecciones.


En términos municipales, estas elecciones han representado una debacle para ARENA, tal como ocurrió en 1997 y 2000. Para 1997, el partido oficial obtuvo 160 municipalidades, 46 menos que las obtenidas en 1994. En 2000 ganó 127 alcaldías, es decir, 33 menos que en 1997. Ahora, tal como se dijo antes, es posible que pierda dieciocho alcaldías. Como se puede ver, ARENA, desde 1997 ha presentado una tendencia sistemática a perder municipalidades; empero, durante estas elecciones dicha tendencia se vio levemente disminuida.


En la otra dirección está el PCN, que muestra cierta tendencia a ganar cada vez más alcaldías. En 1997 obtuvo dieciocho municipalidades, el doble que las obtenidas en 1994. Para 2000, ganó en 33 municipios, es decir, quince más que 1997. En esta ocasión, según el escrutinio preliminar, podría sentarse en alrededor de 52 sillas edilicias. El partido de las “manitas” tiende a consolidarse cada vez más como tercera fuerza política. Es probable que este instituto político haya atraído a una parte de los votantes de derecha desencantados con ARENA.


El FMLN, al igual que el PDC y CDU, presenta un comportamiento relativamente estable. Si bien el FMLN podría perder dos alcaldías con respecto a las obtenidas en el 2000, ésta pérdida no es tan considerable. También el PDC y el CDU pueden ganar un mayor número de alcaldías, pero ello no representa un cambio notable con respecto a las obtenidas en el 2000. Así las cosas, se puede decir que uno de los grandes ganadores en el ámbito de elecciones municipales ha sido el PCN. Esto contrasta con las ofertas políticas hechas durante la campaña por este instituto político, ya que nunca estableció claramente sus objetivos y compromisos a asumir en el plano municipal.

La elección de diputados
Un análisis de los resultados preliminares permite establecer que los cambios en la composición de la Asamblea Legislativa no difieren sustancialmente con la configuración pasada de la misma. Un vistazo a esos datos preliminares permite vislumbrar lo siguiente:
1. Los partidos políticos que obtuvieron más votos, el FMLN con 404,054 y ARENA con 381,992, han tenido un declive sensible en su tasa de crecimiento con respecto a los resultados obtenidos en el año 2003, bajando en un 5.2% y un 12%, respectivamente. ARENA consiguió de esta forma 20 diputados por cociente, y 7 por residuo, totalizando una representación legislativa de 27 diputados como fracción legislativa. El FMLN, por su parte, consiguió 19 diputados por cociente y 12 por residuo, acrecentando así su presencia política en 31 diputados y convirtiéndose en la bancada más numerosa. Sobre este aspecto, resulta notable el descenso de ARENA en su caudal de votos válidos, cuando se toma en cuenta que el nivel de ausentismo en las elecciones de 2000 fue de 61% y en las elecciones del 16 de marzo de 2003, una mayor participación hizo que se redujera este índice a un 58.4%

2. El PCN se ha convertido en el partido con mejores resultados. Su caudal de votos aumentó de 106,802 en el año 2000 a un total de 158, 809 votos para 2003. Esto significa que su crecimiento aumentó aproximadamente en un 50%, y su efecto generado hizo que llegara a obtener dos diputados por cociente y 14 por residuos, sumando un total de 16 diputados.


3. El PDC, en cambio, se mantuvo básicamente estático, alcanzando 88,582 votos, los cuales no constituyen un aumento espectacular, comparados con los 87,074 votos obtenidos en las elecciones de 2000. Este movimiento apenas equivale a un crecimiento porcentual de 1.73%, que en términos de diputaciones le sirvió para adquirir un diputado por cociente y 4 por residuo, lo cual se traduce en cinco escaños en la Asamblea.


4. El CDU, al margen de su peso en la balanza electoral, fue el segundo partido con mejor ritmo de crecimiento: su caudal de votos se elevó en un 14.3%, incrementando su acervo electoral de 65,070 votos a 74,382 votos. Con esto ha podido defender cuatro curules en la Asamblea: dos por cociente y dos por residuo.


5. El Partido Movimiento Renovador tuvo un rendimiento demasiado pobre, tomando en cuenta las altas expectativas generadas por ser la primera vez en que participaba en elecciones. Su participación en la aritmética legislativa será apenas visible, con un solo diputado obtenido por residuo —aunque esta diputación aún está por verse—.


Aunque los resultados finales puedan variar, la relación de fuerzas no cambiará esencialmente. ¿Pero qué significa en términos evolutivos este resultado? Para las principales bancadas en disputa, ARENA y el FMLN, los resultados son una advertencia, en cuanto que señalan una erosión en su apoyo electoral. Esto es de especial importancia para ARENA, que ha visto descender su presencia en el primer órgano del Estado, de 39 diputados a alrededor de 27 legisladores, según los datos disponibles en estos momentos. Para el FMLN, que en resultados absolutos ha venido creciendo de 21 diputaciones en 1997, 27 en 2000, a 31 en 2003, lo que debe preocupar es el rezago en el crecimiento del apoyo al partido.
Sin embargo, en términos de incidencia, cuando se habla de correlación de fuerzas en la Asamblea, la alianza de derecha ARENA-PCN versus un posible bloque opositor, conformado por FMLN-CDU, va a sumar los votos necesarios para liderar la toma de decisiones en el recinto legislativo, siempre que se requieran 43 diputados, es decir, mayoría simple. Esta particularidad hace que el PCN vuelva a convertirse en el partido que, a pesar de no tener una bancada numerosa, tiene la potestad de inclinar, según le convenga, la balanza electoral a favor de uno de los partidos mayoritarios.


Es obvio el comportamiento radicalmente opuesto de las tasas de crecimiento de los dos principales partidos de derecha. Por una parte, ARENA ha experimentado un declive en su representación parlamentaria que guarda relación con la entrada de su principal opositor, el FMLN, en 1997, restándole 11 diputados de los 39 que tenía en 1994. Su tendencia negativa puede explicarse por su propio desempeño político y económico que ha erosionado su capital electoral y ha provocado descontento en el “voto duro” que típicamente le ha favorecido.


Con el PCN parece ocurrir un fenómeno completamente inverso a lo experimentado por ARENA, puesto que sus votos han aumentado desde 1994. Si omitimos las demás variables de incidencia en las preferencias electorales de uno u otro partido de derecha, tal pareciera que lo que se ha dado una transferencia de votos de los descontentos de ARENA al PCN, puesto que no ha habido movimientos perceptibles en el caudal de votos de los partidos centristas o de centroderecha.


En el caso del PDC, que para 1994 tenía una representación legislativa tres veces más fuerte de la actual —con 18 diputados—, lo cierto es que, junto al CDU y el MR, apenas alcanza a conformar un bloque de diez diputados, seis menos que el partido que el PCN.


Por esta razón, en lo que concierne a la incidencia de las plataformas legislativas de izquierda en la actual configuración de la Asamblea, lo único cierto es que el rol del PCN como partido de balance será el que se convertirá en el eje de las negociaciones políticas que se generarán en el parlamento, en el sentido de que todos los demás partidos tendrán que negociar con él para sacar adelante sus posiciones. Al FMLN y ARENA no les queda otra que estar supeditados a realizar alianzas estratégicas con ese partido. De la misma manera, ante un bloque conformado por ARENA-PCN, este pasa a tomar un liderazgo “independiente” en la toma de decisiones y el resto de partidos pasan a jugar un papel secundario y se convierten en satélites de la derecha. Como consecuencia directa, cabe esperar que las mociones legislativas de ARENA-PCN no encuentren mayores obstáculos,

Ausentismo
Al igual que en elecciones anteriores, en los comicios de 2003 hubo cierto grado de ausentismo. Es importante notar, sin embargo, que este tendió a disminuir con respecto a las elecciones del 2000. Para este último año hubo alrededor de dos millones de personas que no asistieron a votar, lo que equivalía a un 61.6% en el índice de ausentismo. En cambio, para estas elecciones, el ausentismo alcanzó un número aproximado de 1.5 millones de personas, lo que representó un 58.4%. Al comparar estos resultados, se puede observar que si bien el ausentismo ha disminuido, no ha sufrido cambios sustanciales. Ello se debe en parte al crecimiento que año con año tiene el padrón electoral. Para las elecciones de 2000 un aproximado de 3.2 millones de personas podía asistir a las votaciones, mientras que para 2003 los electores inscritos ascendieron a 3.5 millones de personas.


En suma, estos comicios podrían caracterizarse como una continuidad de tendencias ya registradas en elecciones anteriores. Las diferencias con procesos electorales pasados —mayor presencia de la izquierda en la Asamblea y en gobiernos municipales claves— si bien son importantes, aún no alcanzan a traducirse en un cambio de inflexión en la política nacional.

G

 

Sociedad


Política y sociedad: una brecha infranqueable

 


Desde este semanario se ha asumido la tesis de que la brecha que separa la dinámica del sistema político salvadoreño de la dinámica de la sociedad, lejos de cerrarse, se ha profundizado en los últimos años. Y esta no es una afirmación gratuita, a juzgar por la descripción del actual proceso electoral, que todavía mantiene en vilo a la sociedad salvadoreña. A lo largo de la campaña, los partidos políticos y sus candidatos enfilaron sus maquinarias propagandísticas para la consecución de un objetivo muy definido: apoderarse de la mayor cantidad posible de escaños legislativos y de sillas edilicias. En esta búsqueda del poder, los problemas más urgentes de la sociedad (salud, corrupción, desempleo, crisis del agro, seguridad ciudadana y violencia, entre otros) tuvieron un tratamiento más bien superficial en las propuestas y propaganda al uso.


Con todo, podríamos preguntarnos una vez finalizados los comicios, ¿es que los candidatos se vendaron los ojos ante los problemas que cotidianamente salen al encuentro de los salvadoreños? o es que, sabiendo de ellos, ¿no tuvieron el suficiente tino como para articular propuestas lo suficientemente realistas y convincentes para hacerles frente? o, finalmente —y en el peor de los casos—, ¿es que aparentaron no sólo el haber hecho suyos los problemas más acuciantes de El Salvador, y se comprometieron a solucionarlos? Una respuesta afirmativa a esta última pregunta parece ilustrar el proceder de la mayoría de candidatos, en la recién finalizada campaña electoral.


Aún así, cabe preguntarse sobre el contexto social que sirvió de marco para los pasados comicios y, a partir de ese contexto, explorar cuáles serán los desafíos a los que deberán enfrentarse, según sus atribuciones y competencias, los legisladores y jefes municipales que resultaron victoriosos este 16 de marzo.


La respuesta a la interrogante sobre el contexto social depende, fundamentalmente, de la óptica desde la cual se formule. En las siguientes líneas se ponen de manifiesto las distintas versiones al uso en la campaña electoral y que, sin duda, influyeron en la decisión del electorado frente a las urnas. Así, un primer punto de vista sostuvo —y sigue sosteniendo— que la sociedad salvadoreña atraviesa un momento privilegiado de su historia; y es que jamás El Salvador había estado tan cerca de negociar un tratado comercial con la mayor potencia económica y militar del mundo.


Siguiendo esta idea, los grandes problemas sociales, económicos y políticos del país han sido incorporados artificialmente a la ilusión de rubricar un TLC con Estados Unidos. Una vez finiquitado el acuerdo en cuestión —parecen prometer sus adalides— el progreso de El Salvador vendrá por añadidura. De ahí que cualquier expresión de pesimismo y de crítica al modelo vigente sea desterrado bajo los cargos de sedición y terrorismo.


Según esta óptica, las privatizaciones, la dolarización y la apertura comercial se habrían traducido en una mejora de las condiciones de vida de los salvadoreños. En los últimos quince años —se escuchó decir en más de alguna entrevista—, los salarios han aumentado, el desempleo ha disminuido, el analfabetismo se ha reducido y los salvadoreños han visto aumentar su capacidad adquisitiva. Está de más señalar que el partido en el gobierno y la gran empresa privada han sido los apologistas de esta versión que podría llamarse oficial.


Un segundo punto de vista, abanderado por las empresas mediáticas, no está muy lejos del anterior. Y es que los grandes medios informativos no escatimaron tinta y pluma para reflejar la visión de país emanada de los círculos oficiales. Salvo algunas investigaciones periodísticas que han comprometido a funcionarios de gobierno —sin que de ello se siga una rendición de cuentas a la ciudadanía—, los grandes medios han dado un tratamiento mal intencionado de la noticia para favorecer al proyecto político de derecha. Con ello, se convirtieron en una caja de resonancia del discurso oficial. Esta es la lectura mediática de la sociedad.


Una tercera y última perspectiva proviene de la sociedad civil, especialmente de las clases medias y bajas —siendo éstas las más golpeadas por las políticas gubernamentales—. De acuerdo a esta visión, los grandes problemas que aquejan a los salvadoreños responden a la pésima gestión política, económica, social y medioambiental que se ha hecho en los últimos tres lustros, como referente próximo. En virtud de lo anterior, cuestiones estructurales como la violencia, la pobreza, la corrupción y el desempleo, lejos de haber experimentado avances, se han agudizado casi irreversiblemente. Esta lectura —que podría pasar por ser la popular— ha sido relativamente aprovechada por la izquierda política para traducirla en votos a su favor en las justas electorales.


En suma, podría concluirse a partir de esta última versión, los problemas gruesos de la sociedad, en la actual coyuntura son los siguientes: en el plano económico, un deficiente aparato productivo y una pobre competitividad que imposibilita a El Salvador participar en condiciones favorables en el mercado internacional. A ello debe sumarse el grave deterioro económico de las zonas rurales, en respuesta a la desvinculación de los ejes económicos salvadoreños —el sector industrial, el sector financiero y el sector agrícola—, que ha terminado por sumir al agro en una aguda y pronunciada crisis de la cual le ha sido imposible salir.


En el plano social, destaca, como primer punto, el vergonzoso olvido de la reforma del sistema de salud, lo cual ha postergado la solución a la huelga en el Seguro Social, que ya entra a su sexto mes. A ello se suma la tragedia social que pesa sobre las fincas y haciendas cafetaleras, como consecuencia de la crisis internacional del café. Las brechas territoriales entre las zonas urbanas y rurales se ha traducido en un creciente deterioro en la calidad de vida de quienes habitan estas últimas, sin que se avizoren políticas que reviertan esta dinámica. Finalmente, en el plano político, la cuestión se vuelve más difusa, pero más evidente. Las corruptelas en las estructuras estatales y los manoseos de la cosa pública son males que no han desaparecido del sistema político salvadoreño, por más que los sectores oficiales sostengan lo contrario ante los foros nacionales e internacionales. El abstencionismo —que en estos comicios rondó al 58%— sería la respuesta de la ciudadanía a la desgastada clase política salvadoreña.


Los partidos políticos en contienda no pueden alegar ignorancia sobre los problemas más graves de la sociedad. En sus propuestas puede entreverse, con mayor o menor precisión, un cierto conocimiento de ellos. Desde ARENA, por ejemplo, se dijo que la delincuencia, el estancamiento de la economía y el desempleo eran los mayores problemas a enfrentar; la apuesta, según el decir arenero, pasaba por el endurecimiento de las leyes penales, la diversificación de los cultivos, la revisión del sistema de salud —¿sin privatización?— y la atracción de inversión extranjera, todo en vistas de un TLC con Estados Unidos.


El FMLN dijo otro tanto. El salvadoreño de a pie, según los efemelenistas, mejoraría sus condiciones de vida si se impulsa desde el Estado la lucha contras las privatizaciones, la gratuidad de los servicios públicos, una nueva política de transporte, la recuperación de la política monetaria, una reforma tributaria responsable, la eliminación del IVA a la canasta básica, las medicinas e insumos agrícolas, entre otros.
Una vez pasado los comicios, tales propuestas deben revisarse y discutirse su viabilidad, tomando en cuenta los desafíos de la sociedad salvadoreña en la actual coyuntura. Los candidatos que resultaron electos debieran atender a lo que prometieron en campaña. Entonces el electorado podrá valorar la eficacia de su voto. En cualquier caso, un nuevo evento electoral se aproxima en el horizonte y los resultados del mismo comienzan a jugarse desde este momento.

G

 

Regional


Política internacional: ¿qué esperar de la nueva Asamblea Legislativa?

 

Las elecciones recién pasadas dejaron una nueva composición en la Asamblea Legislativa salvadoreña. Aunque el partido FMLN tiene más diputados, hay un predominio relativo de las fuerzas de derecha en el nuevo escenario legislativo. Sin embargo, la nueva composición es tal que en muchos casos se deberán buscar acuerdos entre los distintos partidos, incluso entre aquellos que están directamente enfrentados entre sí. Considerando lo anterior, ¿qué se puede esperar de esta nueva legislatura sobre la política internacional?


La pregunta anterior atañe no solamente a temas como las relaciones con otros países, sino también a asuntos como los Tratados de Libre Comercio (TLC). En la Asamblea Legislativa se encuentra la posibilidad de reforzar las posiciones en política internacional del actual gobierno —su posición de acatamiento total a las decisiones de Washington, su fe ciega en los TLC, su cerrazón a abrir relaciones internacionales con países que no son del agrado de EEUU—, o de introducir cambios importantes en esquema de relaciones internacionales impulsado por el gobierno de Francisco Flores.


Es claro que la Asamblea Legislativa no es lo mismo que el Ministerio de Relaciones Exteriores, no tiene sus mismas potestades ni representa directamente al país ante otros gobiernos, pero sí tiene suficiente poder como para matizar o cuestionar algunas decisiones del Ejecutivo. Recuérdese cómo la mayoría arenera al frente de la Asamblea votó en contra de un “hermanamiento” entre las ciudades de San Salvador y La Habana, propuesto por el Alcalde Héctor Silva. Aunque el hermanamiento hubiera implicado cosas positivas para la ciudad, lo que prevaleció fue la posición del partido oficial en el congreso.


Se tiene que examinar, primero, cuáles son las posiciones de la primera fuerza legislativa —a la sazón, el FMLN— en asuntos concretos de política internacional. Más adelante, se sondeará qué posibilidades hay, habida cuenta de la composición de la legislatura entrante, de que estas posiciones se concreten.


Hay que distinguir tres temas claves: (1) Posición del país ante los EEUU; (2) Integración centroamericana; y (3) Tratados de Libre Comercio. Como se verá, el primero y el último tema están fuertemente vinculados, por cuanto EEUU es el rector, al menos en el ámbito centroamericano, de los procesos de integración en áreas de libre comercio. Para efectos de este análisis, se debe partir tanto de la plataforma legislativa presentada en estas elecciones, como del documento Democracia, prosperidad y justicia social, donde el partido de izquierda elabora su proyecto de país.


Uno de los ejes centrales del discurso efemelenista es su crítica a la política norteamericana. El partido de izquierda afirma que la actual crisis internacional se ve abonada por “el incremento del militarismo y el autoritarismo por parte del actual gobierno de los Estados Unidos”. Por otro lado, sostiene que el actual modelo neoliberal solamente ha acrecentado la dependencia con respecto a Washington. En tal sentido, el FMLN se distancia del modo en que el gobierno del presidente Flores ha manejado las relaciones con la nación del norte.


Concretamente, esto se traduce en la oposición del FMLN a la guerra en Irak y a toda la política bélica de Washington. En un nivel más interno, el partido de izquierda revertiría una de las medidas que profundizó la dependencia del país hacia EEUU: la dolarización. La bancada efemelenista buscaría poner el colón nuevamente en circulación.


En lo tocante a la integración centroamericana, el partido de izquierda dice buscar un modelo de integración de los países del Istmo y del Caribe, orientado a lograr el desarrollo regional. Se pretende que la integración no se ensaye desde arriba, tal como se ha venido practicando, sino que se base en las consultas a la ciudadanía y se rija por criterios como el respeto a la diversidad cultural y a los derechos humanos. El eje de esa integración pasaría de ser meramente comercial —cual ha sido la regla actualmente imperante—, a ubicarse en problemas tales como la sustentabilidad, la democratización y el resguardo a la soberanía de los países.


Finalmente, el FMLN considera que los TLC agravan los niveles de dependencia hacia EEUU. Para este partido, “estos tratados someten al país, al pueblo, a la nación y a nuestra soberanía a los intereses del capital internacional, al imponer la apertura completa del país al comercio de todo tipo de productos, al no poner a las inversiones extranjeras ningún requisito de desempeño ambiental, laboral, de transferencia tecnológica, de permanencia en el tiempo, ni de otro tipo, lo mismo que al no incluir claramente los subsidios al sector agropecuario para enfrentar a los productos agropecuarios subsidiados provenientes de otros países, y al someter la solución de controversias a organismos internacionales y privados”. En tal sentido, cabría esperar que la fracción legislativa del FMLN no ratifique el TLC con EEUU (CAFTA, por sus siglas en inglés), e igual actitud cabría esperar ante el proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).


Es así como la política internacional tomaría un nuevo perfil, si acaso los deseos del FMLN se cumplieran. Ahora bien, ¿qué posibilidades hay? Aquí cabe hacer algunas especulaciones. Evidentemente, la práctica dirá la última palabra, pero se pueden prever ciertos escenarios.


La Asamblea Legislativa tiene la potestad de ratificar tratados internacionales —entre los cuales entran los TLC—. Una vez obtenida la ratificación del tratado, éste se convierte en ley de la República. La Constitución dispone que la ratificación necesita de los votos de las dos terceras partes de la Asamblea. Sin embargo, el partido ARENA —gracias a una interpretación amañada del texto constitucional, que ubica a los TLC como empréstitos, siendo dos cosas distintas—, ha logrado la suscripción de estos tratados con tan sólo 43 votos. La lucha contra el libre comercio está cuesta arriba para el FMLN.


La concertación se hace obligatoria para cualquier decisión que involucre la soberanía nacional, aunque también no se debe olvidar que cuando la mayoría arenera en la legislatura aprobó por simple mayoría la instalación de bases estadounidenses en territorio nacional, violaba la Constitución, por mucho que un dictamen de la Corte Suprema de Justicia avalara este desatino. ARENA también acudió a la mayoría simple para aprobar la dolarización de la economía.


El FMLN no las tiene todas consigo para modificar el rumbo de la política exterior desde la Asamblea. Por fuerza tendrá que buscar los votos de otros partidos. El bloque de izquierda (FMLN y CDU) no garantiza la mayoría simple. Esta la siguen manteniendo las fuerzas de la derecha, en el supuesto —muy probable, por lo demás— de que sigan actuando juntas, al menos en asuntos que toquen intereses sensibles de la derecha. Cabe esperar un alejamiento relativo del PCNuna con respecto a ARENA, aunque no cabe prever un desencuentro radical entre ambos partidos.


El FMLN tendrá que garantizarse una mayoría cualificada para impedir la ratificación de los TLC y revertir la dolarización. Ello resulta difícil, mientras no se consolide un bloque opositor dentro de la Asamblea. Pero por otra parte, si bien ARENA cuenta con más posibilidades de actuar en bloque con el PCN en algunas decisiones estratégicas, tampoco tiene esa mayoría cualificada. Lo cierto es que el FMLN tendrá que hacer gala de una capacidad concertadora para evitar que, en política exterior, la Asamblea siga siendo el eco del Ejecutivo.

G

 

Derechos Humanos


Tiempos de guerra

 

La orden de disparar primero fue dada y se concretó. Exactamente a las 8:35 de la noche del miércoles 19 de marzo en El Salvador y a las 5:35 de la mañana del jueves 20 en Bagdad, comenzó otra guerra impulsada por los EEUU. Al respecto, son más las críticas y señalamientos contra el presidente George W. Bush que las adhesiones a su campaña militar. Las razones sobran: ni los expertos internacionales, ni la mayoría de autoridades mundiales, advierten la existencia de “pruebas contundentes” que hagan aparecer a Irak como la mayor amenaza para la humanidad. Para obtener el respaldo categórico de una “gran alianza internacional” que se lanzaría con urgencia en una arrasadora batalla contra Sadam Hussein, trabajó durante mucho tiempo el jefe de Estado de la hiperpotencia mundial; sin embargo, no lo logró. Sólo consiguió el apoyo de unos cuantos remedos de gobernantes.


Países como Francia y Alemania —que han demostrado ampliamente su oposición al terrorismo y a la proliferación de armas de destrucción masiva— fueron tajantes desde el principio y hasta el último momento, al señalar que se podía enfrentar la crisis sin tener que desatar un conflicto bélico. Ello, no obstante que estos mismos países serían potenciales blancos de ataques en caso de que el gobierno iraquí tuviera las armas y los propósitos por los que estaba siendo acusado y ahora su pueblo —injustamente— es victimizado. Esas posturas, más la asumida por millones de personas en el mundo entero en franca oposición con la guerra, por considerarla innecesaria, parecen ser las más racionales en estos momentos.
El gobierno de Bush ha dicho que realiza este ataque masivo contra Irak para defenderse de una posible agresión por parte de este último, al que ubica como integrante del llamado “eje del mal”, junto con Corea del Norte e Irán. Así bautizó, de manera casi mesiánica, a tres países que le disgustan y a los que acusa de tener malas intenciones para con EEUU.


Pero el falso, inconcebible e inaceptable “argumento” de la llamada “guerra preventiva” es lo que ha vuelto imposible a Bush, obtener un decidido y decisivo respaldo para su fatal empresa. Inmediatamente surge la pregunta: ¿Cómo pueden defenderse los Estados Unidos de América frente a un ataque que no existe? De ahí que resulte morbosamente extraña la manera en que se “protege” el país más poderoso de la Tierra, que cuenta, además, con el aparato militar y bélico más sofisticado que se haya conocido jamás en la historia de la humanidad.


Para justificar su postura guerrerista, los que han comenzado el ataque tratan de darle un enfoque jurídico a sus pretensiones; dicen que lo hacen en el ejercicio de una “legítima defensa”. En términos legales, la legítima defensa es una categoría válida ya que, según lo señalan verdaderos expertos en leyes, el Derecho autoriza el uso de la misma. No obstante, tal autorización sólo tiene sentido si se cumplen requisitos tales como “estar recibiendo una agresión actual o inminente”, “que no exista otra posibilidad razonable para protegerse de la agresión”, “que el método empleado para defenderse sea proporcional al del ataque” y “que quien se defiende no haya provocado la agresión sufrida”.


En el caso de la guerra contra Irak, no parece que los EUA se estén defendiendo; mucho menos cuando es el inquilino de la Casa Blanca quien tomó la iniciativa en el ataque. De lo contrario, Bush tendrían que argumentar con suficiente base probatoria para dar respuestas, del todo adecuadas, a lo siguiente: ¿Cuál es la agresión concreta que ha sufrido su país que se le pueda atribuir a Irak? ¿No existía realmente otra posibilidad para superar las diferencias con aquel país árabe? Pero, sobre todo, ¿es proporcional el ataque con una maquinaria bélica como la estadounidense, a la que se suman personal y equipo británico, ante el posible peligro que representa Sadam Hussein? La respuesta a todas estas preguntas es desfavorable a los intereses de Washington y deja muy mal parada su posición, dado que, a todas luces resulta exageradamente irracional este descomunal ataque que lamentablemente significa para la humanidad el inicio de una nueva guerra.


Algunos sectores salvadoreños, vinculados con el poder económico y político se han congraciado con este ataque, en franca disonancia con los supuestos anhelos pacifistas que propugnan. Pero es el momento para que las personas honestas que habitan nuestro territorio nos opongamos a esta guerra y actuemos con vehemencia a favor de la paz mundial. Que no digan, quienes ostentan el poder, que protestamos con el objeto de salvar al gobierno del presidente iraquí o para apoyar al terrorismo; eso se encuentra totalmente alejado de la realidad. De hecho, condenamos el terrorismo en cualquiera de sus formas –incluida la guerra– y como método para alcanzar objetivos geopolíticos o como actividad, sea cual sea su propósito. Así también, nos oponemos a la existencia de gobiernos que violen los derechos humanos de sus mandantes.


Nuestro llamado trata de ser, más bien, una voz para que —pese a todo— prevalezcan el Derecho y la justicia. Ya afirmamos que, en algunos casos, el Derecho autoriza el uso de la fuerza para defenderse; pero en esta ocasión, no se observan las condiciones que avalen semejante forma de proceder. Es más, lo que se percibe es que los atacantes han dejado por fuera lo que establecen el Derecho internacional y las leyes de la guerra, inclinándose —sin ningún asomo de pena— por utilizar las “leyes de la selva” para justificar su accionar; esto último, con el perdón de los animales que matan por instinto y generalmente para sobrevivir.


Desde este espacio, queremos manifestarnos por la paz del mundo y apoyar así a todas las mujeres y hombres de buena voluntad que se oponen a los caprichos belicistas de este tipo de políticos, a los que les sobra en ambición lo que les va faltando en inteligencia y sensibilidad. También nos pronunciamos condenando la postura del gobierno de Francisco Flores; éste —como concubina complaciente— ha expresado el más servil de los apoyos a su “amigo” Bush por el monstruoso ataque lanzado, sin prueba alguna de culpabilidad, contra el pueblo de Irak. Más que una guerra, lo que ha respaldado Flores constituye un verdadero acto de barbarie genocida.


De muy poco o nada han servido los llamados urgentes a la paz, hechos por diferentes personalidades mundiales; llamados proferidos, incluso, en tono dramático desde El Vaticano por Juan Pablo II. Por eso causa más indignación el que, desoyendo tales voces, Flores se incline por la guerra –sin discutirlo con nadie dentro del país para complacer a otros fuera de éste– y que el nombre de El Salvador aparezca en la vergonzosa lista de naciones que apoyan el asesinato masivo de niños y niñas, de ancianos, de hombres y mujeres inocentes en las tierras del medio oriente. Es absurdo embarcar a El Salvador en esa injusticia y es intolerable que, para ello, se tengan que utilizar las fuerzas policiales de la Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO) —¡la institución nacida con los acuerdos de paz!— en la represión de una tranquila protesta que unas 50 personas realizaban el miércoles 19 de marzo frente a la Embajada de los EUA en San Salvador. Flores atacó la razón con la fuerza; pero la fuerza de la razón lo ha vuelto ha dejar en el más absoluto y denigrante ridículo.


La única explicación de esta nueva torpeza gubernamental es que los que ahora dan la cara para apoyar oficialmente esta enorme masacre, lo hacen porque simpatizan con las injusticias y la muerte de personas inocentes. No es extraño; en realidad, son los mismos que todo el tiempo han protegido con la impunidad a los criminales de guerra salvadoreños; son los mismos que cantan, a todo pulmón, su deseo por hacer de esta tierra la tumba de sus adversarios políticos; son los mismos que se resisten a que los miembros de su Partido y sus gobiernos sean llevados ante los tribunales comunes, por las masacres y la desaparición de personas —entre éstas muchas niñas y niños— que cometieron en el pasado reciente. Y lo hacen, precisamente, cuando se cumplen diez años de la presentación del informe de la Comisión de la Verdad y la aprobación de la inaceptable Ley de Amnistía. No es pues, de ninguna manera, casualidad; es, más bien, una conducta vigente.


Las amistades surgen por afinidad. Por ello no cuesta entender que el Presidente Bush se declare amigo personal de Flores y que éste respalde el genocidio en Irak. Ambos son guerreristas, inhumanos y consentidores de la impunidad. Así, para desgracia suya y de sus conocidas pretensiones de ocupar la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Flores es —desde el miércoles 19 de marzo— cómplice de las muertes que ya comenzaron a producirse con el ataque artero contra el pueblo iraquí. Que escuche bien Flores —¡ya para qué!— las tremendas palabras de Su Santidad: “Aquellos que decidan que todos los medios pacíficos que contempla la ley internacional se han agotado, asumen una gran responsabilidad ante Dios, sus conciencias y la historia”.

G

 


 


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