PROCESO — INFORMATIVO SEMANAL EL SALVADOR, C.A.

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    El informativo semanal Proceso sintetiza y selecciona los principales hechos que semanalmente se producen en El Salvador. Asimismo, recoge aquellos hechos de carácter internacional que resultan más significativos para nuestra realidad. El objetivo de Proceso es describir las coyunturas del país y apuntar posibles direcciones para su interpretación.

    Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.

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Año 23
número 1023
noviembre 6, 2002
ISSN 0259-9864
 
 
 
 

ÍNDICE



Editorial: Criterios para una reforma de salud

Política: Táctica y estrategia

Economía: Los limites de la política económica

Sociedad: La cultura del monólogo y del conformismo

Regional: Recelos hacia el ALCA

Derechos Humanos: Verdad y memoria histórica: Buena salud
 

 
 
Editorial


Criterios para una reforma de salud

 

El conflicto de la salud y la posible reforma del servicio se han centrado en los vaivenes de las acciones políticas. Sin embargo, ya es tiempo de comenzar a pensar en los criterios con los cuales debe emprenderse dicha reforma. Estos criterios son cada vez más importantes, ante el rumbo que está tomando el conflicto. Y es que si el ofrecimiento del presidente Flores de no privatizar la salud se llega a concretar, podría haber oportunidad para construir una alternativa al sistema actual. Esa alternativa debiera caracterizarse por ser, en realidad, equitativa, solidaria, reivindicativa, sostenible, nacional y consensuada. Una alternativa de esta naturaleza es, forzosamente, diferente no sólo a la propuesta de Flores, sino también a las otras propuestas, algunas de las cuales tienen pretensiones de ser integrales o totales æentre ellas, hay que incluir a la presentada por el gremio médico, durante el conflicto anterior—. Todas estas propuestas asumen que el principio rector de la salud es la inversión o representan intereses sectoriales influenciados por dicho principio, el cual, como es obvio, busca una tasa de retorno alta. Estas propuestas, ni teórica, ni técnicamente, ni individual, ni en conjunto, llenan los requisitos exigidos por una verdadera reforma, que se ajustara al criterio proclamado por el presidente Flores de garantizar el bienestar de la población.

La dificultad con las propuestas presentadas hasta ahora es que ninguna de ellas tiene la intención de ofrecer protección sanitaria estatal, sin la cual, al menos el 70 por ciento de la población salvadoreña no podría alcanzar el mínimo de ese bienestar prometido. Tampoco pretenden desarrollar una cultura de autoayuda, indispensable para sostener proyectos de responsabilidad social. La cuestión estriba en que ninguna de dichas propuestas sostiene la tesis fundamental de que el Estado de derecho procura el bienestar de toda la ciudadanía y se considera responsable de los enfermos y los pobres. La gran debilidad de esas propuestas estriba en que no han surgido de la confianza mutua, ni del debate abierto de la problemática, ni de una búsqueda sincera de alternativas reales. Aunque es preciso reconocer que todas ellas recogen la retórica de la equidad y la solidaridad ætal como también lo hace el mismo Banco Mundial, el promotor de la privatización de estos servicios—.

Aprovechar la oportunidad que, al parecer, ofrece el presidente Flores exige, por lo tanto, ampliar el debate para confrontar los conceptos que sustentan las propuestas de reforma sin prejuicios y con el criterio prioritario de procurar el bienestar de los enfermos y los empobrecidos. Es decir, el debate no debiera circunscribirse a las propuestas ya presentadas, ni a comisiones, antiguas o recientes, integradas por expertos, puesto que éstos a menudo ostentan ese título sólo haber sido designados desde arriba y no porque se hayan destacado por sus conocimientos y su experiencia en el campo de la salud pública. La reforma de la salud debe ser entendida como la construcción de un bien social, cuyo éxito depende de la satisfacción de las necesidades básicas para subsistir, proteger a lo más vulnerables y débiles y promover la participación de los mismos en la solución del problema. No se puede hablar de salud cuando existen sectores desnutridos, sin agua potable y sin saneamiento ambiental. La salud es algo más que curar u hospitalizar.

Una reforma verdaderamente integral implica crear las condiciones para garantizar la salud de toda la población y prevenir las enfermedades. Por lo tanto, conlleva proveer de agua potable, energía domiciliar, higiene y saneamiento ambiental a la población; promover la participación de ésta como actor de la salud pública y de su conservación; asegurar la capacidad financiera y las habilidades técnicas, administrativas y gerenciales necesarias para garantizar el servicio y fortalecer la capacidad reguladora del Estado y la infraestructura de salud. Asimismo, exige recuperar estrategias ignoradas, como el enfoque de género, la salud medioambiental, mental y de rehabilitación, la investigación, etc. Para que una reforma de la salud tenga éxito es indispensable evitar a toda costa la ingerencia de los partidos políticos, el desperdicio, la mala administración, la corrupción y el afán excesivo de lucro.

Una reforma integral de salud debe comprender un enfoque público, preventivo, curativo y de rehabilitación, orientado a conseguir resultados finales. Estos son los llamados a determinar las prioridades y la asignación de los recursos, puesto que es imposible ofrecer todo a todos ætal como a veces se hace creer de manera demagógica—. En consecuencia, el servicio privado con o sin fines de lucro debiera ser sólo un complemento del servicio prestado por el sector público y, además, debiera ser controlado por éste. No se puede hablar de una privatización exitosa si antes de proceder a ella no se cuenta con instituciones estatales bien establecidas y con los instrumentos necesarios para controlar al sector privado. Creer que las reformas políticas e institucionales pueden ser inducidas por la privatización es un error grueso. El Salvador es un buen ejemplo de cómo no se deben privatizar los servicios y bienes públicos.

Es indudable que el sistema de salud, el del 20 por ciento que está asegurado y el del resto que no lo está, necesita de una reforma seria y urgente y, asimismo, es evidente que hay intereses creados en la gran empresa privada y entre algunos sectores del gremio médico, que también hacen negocio con la salud. Por lo tanto, la discusión de la reforma no es fácil, porque esos intereses se disfrazan con argumentos en apariencia razonables. Una reforma de salud construida a partir de los criterios aquí planteados puede parecer ambiciosa, pero no puede aspirar a menos, si es que se propone garantizar el bienestar de la población y si es que el Estado salvadoreño está dispuesto a asumir su responsabilidad para con los enfermos y los empobrecidos. Una reforma entendida en otros términos, no resolvería la crisis de la salud pública salvadoreña y, en definitiva, vendría a ser un nuevo engaño. En lugar de prestar tanta atención a las citas que se pierden diariamente en el Seguro Social y en el sistema público de sanidad, la gran prensa haría un mejor servicio al país si prestara atención a qué tipo de reforma exige el abandono en el cual los diversos gobiernos han mantenido a la salud pública.

G

 

Política


Táctica y estrategia
 

Los últimos acontecimientos en torno a la huelga y protestas que mantiene el gremio médico en contra del proyecto de privatización del Instituto Salvadoreño de Seguro Social (ISSS) amenazan con tener repercusiones directas sobre la vida política nacional. Esa “intromisión” súbita de temas sociales en la dinámica política —a los que parecía hasta ahora inmune— obliga a dirigir una nueva mirada sobre el comportamiento de los principales actores socio-políticos. El entendimiento (abortado) de Héctor Silva, el alcalde efemelenista por San Salvador, y el presidente Francisco Flores, para que el primero pariticipara en la solución del conflicto con los médicos, abre el panorama para una serie de reacomodos en los principales partidos políticos en liza para las próximas elecciones.

G

 

Economía


Los limites de la política económica

 

Después de una fase de seis años de lento crecimiento económico, acompañado de las sempiternas tendencias hacia el desequilibrio de las finanzas públicas y de la balanza comercial, vale la pena preguntarse sobre los resultados y la pertinencia de la política económica, no solamente de la practicada por el actual gobierno, sino también la de las dos presidencias anteriores, encabezadas por el partido ARENA.

G

 

Sociedad


La cultura del monólogo y del conformismo

 

El Diccionario de la Real Academia Española define el término monólogo como una “especie de obra dramática en que habla un solo personaje”. Su antónimo, el diálogo, implica una discusión, plática o conversación en la que dos o más personas plantean sus puntos de vista en busca de puntos en común. Un término excluye al otro. Si hipotéticamente se buscara, entrambos, el apelativo más apropiado para dar cuenta de la realidad social actual no habría mayor reparos en convenir que, en las estructuras de la sociedad salvadoreña, se ha enconado una especie de cultura del monólogo.

G

 

Regional


Recelos hacia el ALCA

 

“Los costos [de establecer el ALCA] no son pocos ni indoloros en estos procesos de ajustes. No deben ocultarse los costos, sino preparar mecanismos para garantizar la seguridad social ante los ajustes estructurales que tendrán muchos países”.

Enrique Iglesias, presidente del BID, citado por La Prensa Gráfica, 04.11.02

“En primer lugar, queremos decirles que hasta cuándo van a seguir hablando y decidiendo por nosotros, hasta cuándo van a seguir discutiendo y analizando en secreto políticas económicas tales como el ALCA, que es planificada y discutida desde 1994”.

Evo Morales, dirigente indígena ecuatoriano, en “Hasta cuando van a seguir hablando y decidiendo por nosotros”, entrevista publicada en Co Latino, 31.10.02.

Una de las cosas más relevantes de la reunión ministerial preparatoria para el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), celebrada en Quito, Ecuador, el 31 de octubre pasado, es el cuestionamiento que Enrique Iglesias, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, hizo: los gobiernos han descuidado la comunicación con la sociedad civil. Según Iglesias, el desconocimiento de las implicaciones que trae consigo este ambicioso proyecto de integración comercial provoca que las sociedades lo miren con recelo, cuando no con “hostilidad abierta”, según sus propias palabras.


Recelos y hostilidad: eso es lo que hubo en Quito, antes, durante y después del cónclave ministerial. Los cielos de la capital ecuatoriana lucían grises, por las cenizas esparcidas por un volcán del interior del país. Pero no solamente por eso; el ambiente de la capital del Ecuador estaba enrarecido..

G

 

Derechos Humanos


Verdad y memoria histórica: Buena salud
 

 

Como siempre ocurre cuando el gobierno de Francisco Flores enfrenta situaciones difíciles y necesita atacar con saña al FMLN, aparece –como por arte de magia– Joaquín Villalobos, “sacrificando” su estadía en Inglaterra, para escribir al respecto en el espacio que le brinda El Diario de Hoy. Antes o después de que salga su columna de opinión en el periódico, la Telecorporación Salvadoreña (TCS) le abre su espacio matinal de entrevistas para que pontifique sobre las “bondades” del Presidente, los errores del “Frente”, su iluminado pragmatismo personal en materia política y sobre lo que debemos hacer quienes habitamos el territorio nacional: partidos políticos, organizaciones sociales, universidades, iglesias, estudiantes, policías, ejército y más. No acostumbramos en este espacio a referirnos a personas como él, pero hoy no nos quedó más remedio después de escuchar lo que dijo sobre el personal médico en huelga.


Con aires de autoridad política y moral reflexionó para sí mismo —entre interrogándose y “aconsejándoles”— diciendo que debían “…revisar esta parte, tienen que revisar cómo quedan ellos hoy después. ¿Cómo van a restituir eso? O sea, ¿cómo van a hacer (para) que, cuando alguien se acerque a ellos, no piense en que es un hombre que odia, que resiente y que es capaz de hacerle daño a otro por cómo piensa? Este diría que es un poder, incluso más grande que el de los militares y de los jueces”.


El ex comandante guerrillero, públicamente reconocido como el más feroz de los cinco que integraron la Comandancia General del FMLN, dijo lo anterior, después de haber expresado lo siguiente: “…hay unos médicos que hablan con un odio, que yo creo que cualquiera debe sentir: ‘No, hombre, yo creo que con ese médico no voy porque si no pienso como él me puede matar’. Y es que lo mismo que te puede curar, te puede matar sin que te des cuenta.” “El burro hablando de orejas”, reza un conocido dicho popular.


Que este individuo mencione la palabra jueces, para criticar al gremio médico en huelga resulta insultante, después de haber ordenado durante la guerra la ejecución de tantos funcionarios judiciales que trabajaban —bien o mal— en los pueblos donde Villalobos, con las armas en la mano, imponía su pensamiento a quienes no lo compartían. Produce repulsión que este individuo “mire la paja en el ojo ajeno” cuando anda cargando una tremenda viga en el suyo, llamada Roque Dalton.


Es inadmisible que sea él quien descalifique así a otros cuando, recién realizado el Golpe de Estado del 15 de octubre de 1979, firmaba textos como los siguientes: “El pueblo repudia a quienes desde la comodidad de siete años de olvido de la luchan popular, regresan para incorporarse a una lucha que nunca han sabido dar con el coraje que la han dado nuestros humildes campesinos y obreros que, sin ser duchos en la oratoria demagógica de los politiqueros oportunistas, si han sabido ofrendar su sangre por la libertad y la felicidad de sus hijos... Si ser maduros significa transar con los principios y la dignidad del pueblo, entonces somos inmaduros, desesperados y cansados del politiquerismo oportunista… Si esa es la justicia, si esa es la honestidad de la nueva Junta Revolucionaria, no creemos en ella y tenemos el derecho junto a todo el pueblo de no creer y estar dispuestos a continuar haciendo valer los derechos del pueblo con las armas en la mano hasta la victoria final”.


Lo anterior, sumado a los hechos de violencia y a las violaciones de los derechos humanos que ordenó, toleró y encubrió durante tantos años en la guerrilla, colocan a Villalobos como un individuo que odió profundamente; ello, independientemente de que antes de matar o de ordenar la ejecución de alguien le haya comunicado que lo hacía por sus ideales revolucionarios. Odió y mató, sin discusión. ¿Podrá aconsejar él a otros y a otras cómo hacer para que la gente se olvide de eso? ¿Lo ha logrado Villalobos? ¿Tiene la solvencia y la autoridad moral para recriminar al gremio médico, que no ha asesinado a nadie, ni ha ordenado siquiera golpear a otra persona y que –por el contrario– ha organizado una de las marchas, o quizás la marcha más ordenada, masiva y pacífica en este país después del fin de la guerra? Allá él si puede o quiere responder. El pueblo que no goza de los beneficios de la “paz”, la “justicia” y la “democracia” que lo rodea a él en su “castillo de ARENA” si conoce las respuestas.


Todo lo dicho antes tiene que ver con la verdad y la memoria histórica, fundamentos para la construcción y la consolidación de una sociedad respetuosa de los derechos humanos. Por eso estábamos obligados a expresarlo. Y en ese marco también es oportuno sacar a flote lo que otros, mucho más lúcidos, han opinado sobre el tema de la salud en El Salvador. Se trata de Francisco Bertrand Galindo —pero el padre, no el alto dirigente del Partido ARENA— quien elaboró un estudio para la Organización Panamericana de la Salud (OPS). “El derecho a la salud en las Américas. Estudio constitucional comparado”, se tituló el documento —publicado en 1989— dentro del cual se incluyó el referido trabajo de Bertrand Galindo. En esta hora difícil por la que atraviesa el país, vale la pena conocer al menos sus conclusiones:


1. En El Salvador existe un cuerpo de normas jurídicas que, si bien deben ampliarse y perfeccionarse, se refieren a la salud tanto como estado y ausencia de afecciones o enfermedades, como estado de completo bienestar físico, mental y social, y que regulan a ese respecto las atribuciones y deberes del Estado, de los individuos y de las asociaciones intermedias. Estas normas constituyen el Derecho de la Salud, llamado a conformar un Derecho autónomo.


2. La salud es para el Derecho Constitucional salvadoreño una función estatal que obliga al Estado y a los particulares a su promoción, conservación, recuperación y rehabilitación como factor vital del desarrollo del país. El derecho a la salud se refiere al hombre integralmente considerado en su doble dimensión individual y social, y lo protege desde la concepción durante toda su vida.


3. Corresponde al Estado la indeclinable misión de formular los planes y políticas de salud, coordinándolas con todos los demás aspectos que inciden en la misma tales como la educación, la economía, la conservación de los recursos naturales y el medio ambiente, el trabajo, la familia, la libertad y el urbanismo. Esta importante tarea debe hacerse sobre la base de una concepción humanista del Derecho y de la vida, y al reconocimiento de que el Estado no constituye un fin en sí mismo sino un instrumento al servicio del hombre, origen y propósito de la actividad estatal, y debe estar orientada a la consecución de la justicia, de la seguridad jurídica y del bien común.


4. El concepto que tiene la Constitución de la salud exige una modernización y adaptación de la legislación secundaria, para lo cual se vuelve impostergable la emisión de un nuevo Código de Salud que entre otras cosas:
—Defina claramente el papel del Estado en materia de salud, dotando a sus organismos de suficiente competencia y poder coercitivo para hacer efectivas las disposiciones contenidas en las normas respectivas.
—Unifique y coordine, armonizándolos, los diferentes institutos legales, evitando contradicciones y duplicación de funciones y esfuerzos.
—Inserte el esfuerzo nacional dentro de la actividad subregional centroamericana, regional americana y mundial sobre la salud, a fin de aprovechar al máximo la cooperación internacional.
—Instruya mecanismos de solución de conflictos en materia de salud, a fin de preservar los derechos individuales sin menoscabar los intereses sociales.
—“Despolitice” el servicio de salud, haciendo efectiva la norma constitucional que manda que sea esencialmente técnico y dotándolo así de continuidad y permitiendo el progreso de su funcionamiento.


5. Es necesario revisar también el resto de la legislación que tiene relación directa o indirecta con la salud a efecto de modernizarla, adaptándola a las tendencias actuales en la materia, a la Constitución y a la filosofía que la inspira.


6. En esta cuestión de la salud no puede desconocerse que la responsabilidad es de todos, sea que nos consideremos individualmente o como integrantes de la comunidad en sus diferentes grados: familia, municipio o Estado. Para ello no basta la simple emisión de normas que establezcan derechos y deberes recíprocos, sino que es necesario además, llevar a cabo toda una acción nacional en pro de la salud que abarque aspectos tales como: la creación de oportunidades para que los habitantes tengan un nivel de vida que les permita adquirir alimentos y medicinas, la educación para que el pueblo cambie, mejorándolos, sus hábitos higiénicos y alimenticios, el establecimiento en el país y en la región de un clima de paz y armonía que permita a las familias y sus integrantes vivir y desarrollarse plenamente con la dignidad que le corresponde a los seres humanos.


Al aplicar y desarrollar las anteriores conclusiones, se podría llegar a romper las dicotomías Constitución versus legislación secundaria, y normativa versus realidad. La conceptualización que de la salud hace la Constitución parece correcta. Puede mejorarse desde luego, pero ello sería inconveniente mientras no se logre como primer paso la adecuación de la legislación secundaria a la Constitución y, como segundo –que en definitiva es el más importante– la adecuación de esa legislación ya armonizada a la realidad nacional. Para todo esto es indispensable el incremento de la técnica y la disminución de la influencia de lo político en los servicios de salud. La Constitución da amplio margen para todo lo anterior.


El pueblo en todos sus estratos es receptivo a tales cambios. Falta solamente la voluntad política de los integrantes del gobierno, no partidariamente considerado, sino como integrante de la nación toda, de llevar adelante la gran tarea nacional de hacer del pueblo salvadoreño un pueblo sano y por consiguiente un conjunto de hombres productivos y libres.


El texto de Bertrand Galindo fue publicado hace casi catorce años y contiene, para el momento actual, ideas interesantes que bien podrían ser consideradas en la compleja coyuntura que estamos viviendo. ¿Por qué no han hecho nada los gobiernos de ARENA a lo largo de estos años para materializar esas propuestas? ¿Por qué no se ha considerado en serio, sobre todo su sexta conclusión? No cabe duda: se trata de una situación en la cual predomina la mentira y la memoria corta. Por eso no se encuentran soluciones y porque, además, el bienestar del pueblo pobre no está en los primeros sitios de la agenda oficial, por más apoyo que se reciba de algunos ex guerrilleros.

G

 


 


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