Universidad Centroamericana
José Simeón Cañas

 

  Edición 10, diciembre 2020

Resumen


Esta investigación presenta un análisis comparativo de tres estudios originales y cualitativos que se realizaron en 2018 y 2019, en las empresas mexicanas Taselotzin, Artemali y en EL PIRA Hermanos, ubicadas en el estado de Puebla. En estas investigaciones se identificó la relación entre las variables: emprendimiento social y empoderamiento de la mujer rural.

En el presente estudio, se utilizó la técnica documental y se compararon las categorías de análisis de las investigaciones anteriores: negocio propio, toma de decisiones para la comunidad, capacitación, aprendizaje, cultura y sustentabilidad. Se concluyó que los tres emprendimientos son proclives a capacitación, la cual contribuyó al aprendizaje organizacional y la innovación, y a su vez, a hacer más competitiva a la empresa. Las tres empresas llevan a cabo acciones de sustentabilidad, Artemali y Taselotzin, orientadas principalmente al cuidado de la naturaleza. Todas han generado beneficios a su comunidad, Taselotzin oponiéndose a la construcción de una mina y línea de alta tensión en Cuetzalan, Artemali, participando en campañas de salud, recolectando de manera moderada su materia prima y cuidando el bosque de la depredación de sus recursos, además de impartir cursos de separación de residuos a los niños y de herbolaria tradicional. El PIRA hermanos por su parte, normando la actividad de la pirotecnia a nivel estatal para evitar accidentes que llegan a ser fatales.

Palabras clave: emprendimiento social, empoderamiento de la mujer, capacitación, innovación, sustentabilidad.

Planteamiento del problema


El capitalismo neoliberal, es el sistema económico hegemónico que durante siglos ha generado gran desigualdad en los países, lógicamente con los matices propios de cada caso. Pero, en general, ha polarizado la distribución de los ingresos, de manera que un pequeño porcentaje de la población (10% o menos) posee el 90% de la riqueza mundial. El capitalismo se caracteriza por la acumulación de capital, la competitividad exacerbada, el hiperconsumo, el hiperindividualismo y la depredación de los recursos naturales por anteponer la eficiencia y la productividad al trabajo decente.

La agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), está estructurada con 18 objetivos para el desarrollo sostenible, de manera que los países que contribuyen a esta plan deben comprometerse a erradicar el hambre, eliminar la pobreza, mejorar la calidad de la educación, reducir las desigualdades, coadyuvar en la igualdad de género, promover las energías limpias, el trabajo decente, la innovación industrial, implementar acciones concretas para atenuar el cambio climático, promover el consumo responsable, dotar de agua suficiente y limpia a ciudades y comunidades, entre otros.

En este sentido, los gobiernos tienen el gran desafío, casi equiparable a conseguir una utopía, de crear economías más solidarias y sustentables, a partir de cambios estructurales que regulen a las empresas actuales. Esto para que sus impactos sociales sean más profundos e impulsar emprendimientos sociales que promuevan el uso moderado de los recursos naturales,
el uso de energías limpias, la erradicación del hombre y la pobreza, una educación formal de calidad, un sistema de salud de más calidad y dirigido a toda la población, un desarrollo inclusivo, entre otros.

México es un país de una amplia brecha de desigualdad entre unas pocas familias poderosas, que tiene gran parte de la riqueza del país, y varias decenas de millones que viven en la pobreza. Este capitalismo de tipo jerárquico, poco le interesa implementar y medir sus estrategias de sustentabilidad y, si tiene un programa de responsabilidad social, este generalmente obedece a una estrategia fiscal para no pagar impuestos vía donativos a organizaciones y así generar una imagen pública positiva y/o cumplir normas que le eviten el pago de multas por el daño al medio ambiente. Por lo cual, sus impactos sociales solo se desplazan en un rango conveniente al criterio de costo-beneficio.

Por lo anterior, el gobierno, las empresas, las universidades y la sociedad civil, entre otros actores, deben promover y apoyar la creación de empresas cuyo fin primordial sea resolver problemas sociales mediante soluciones sustentables, que, a su vez, contribuyan a su sostenibilidad. Estos emprendimientos de tipo social podrían equilibrar la balanza con los emprendimientos tradicionales y revertir el sombrío panorama ambiental revelado en el informe de la ONU presentado en Nairobi, Kenia, en el cual, la vida en la Tierra como la conocemos tiene como plazo el año de 2030, pero también dar la espalda al trabajo infantil, a la explotación laboral y a la inequidad de género.

En el Departamentos de Negocios, de la Universidad Iberoamericana Puebla en México, opera desde hace casi tres años un proyecto de investigación de tipo cualitativo que relacionó los emprendimientos sociales y el empoderamiento de la mujer rural. Las empresas que se estudiaron fueron el hotel Taselotzin, Artemali y El PIRA Hermanos. Los documentos que guiaron la investigación fueron la agenda 2030 de la ONU, la Carta Encíclica Laudato Sí, la agenda institucional de la universidad, la orientación internacional hacia los temas de igualdad de género y las diversas convenciones internacionales de los pueblos indígenas.

En esta etapa del proyecto se plantea la siguiente pregunta

Pregunta de investigación


¿Hay elementos comunes en las categorías de análisis de los emprendimientos sociales mencionados?

Objetivo de investigación


Comparar los emprendimientos sociales de Taselotzin, Artemali y EL PIRA Hermanos a partir de sus categorías de análisis.

Revisión literaria


El emprendimiento social Los emprendimientos sociales son estructuras productivas que tienen una impronta de beneficio social y, en este sentido, se puede afirmar que son formas alternativas de empresas dentro de un capitalismo neoliberal, el cual, alberga organizaciones orientadas al lucro, a la acumulación de capital y al enriquecimiento de pocas personas, contribuyendo a la polarización entre la ciudad y el campo.

Por el contrario, en las empresas sociales, el trabajo cooperativo y la toma de decisiones se promueven de manera consensuada o democrática: los socios son simultáneamente los trabajadores, a medida que determinan cómo y de qué manera se aplicarán los beneficios y se distribuirán los beneficios. Además, utilizan técnicas de gestión que contribuyen a la sostenibilidad y la sostenibilidad de la empresa.

Las características del emprendimiento social, luego de haber revisado algunos autores (Palacios, 2010; Kliksberg, 2011; Alonso, González y Nieto, 2015; Rodríguez y Flores, 2016, Guzmán y Trujillo, 2008) son las siguientes:

  1. El germen embrionario del bien social;
  2. Un cambio social sostenible, que implica: a) La sostenibilidad de la organización (independencia financiera y rentabilidad) y b) El logro del cambio social de manera continua;
  3. La mejora de las condiciones de al menos un grupo;
  4. El uso de métodos y técnicas de gestión;
  5. La posibilidad de que nuevas empresas eliminen la codependencia.

El emprendimiento social, a diferencia del emprendimiento tradicional, no comienza con los criterios para generar ingresos y ganancias, al contrario, parte del problema social a resolver. Este problema debe expresarse a partir de sus causas y luego, investigar todas las acciones que se han tomado para resolverlo, a fin de no proponer lo que ya se ha hecho. Posteriormente, se enuncia una pregunta que desencadena el proceso creativo para encontrar una solución social y económicamente viable.

En este sentido, existen varios modelos de negocios sociales que pueden usarse (por ejemplo, los sistemas de negocios B) lo importante es que el negocio genera un impacto social sostenible.

El empoderamiento de la mujer


El sistema capitalista neoliberal también ha alentado la estructura hegemónica patriarcal en las instituciones que lo conforman, entre ellas la empresa. La desigualdad de condiciones en las que vive la mujer frena a sus aspiraciones personales y profesionales. Sin duda, aún existe una discriminación estructural. Sin embargo, desde hace décadas se gestó un proceso de
empoderamiento de la mujer, legitimado y promovido por los gobiernos de varios países e instituciones internacionales como la ONU.

El uso de la palabra empoderamiento femenino tiene sus raíces en los movimientos feministas europeos y en los Estados Unidos de América. En América Latina, el movimiento feminista surgió a fines del siglo XIX y actualmente está luchando por deconstruir una herencia eurocéntrica, colonial, patriarcal y católica, que generó genocidio, esclavitud y una violencia sexual lacerante de nativos latinoamericanos, principalmente hacia las mujeres y, a su vez, construir un movimiento feminista que, además de la modernidad, amalgame con el conocimiento de las culturas nativas (Bard,2017).

El uso del término empoderamiento femenino en América Latina, en su origen, no se relacionó con la generación de empresas, ni siquiera las empresas tradicionales, más bien se gestó a partir de movimientos de cambio social, que buscaron la igualdad respecto al hombre. Por ejemplo, el derecho a una educación académica formal y el derecho al voto, entre otros. Posteriormente, se relacionó con el acceso a puestos ejecutivos y a un salario similar al salario de sus homólogos masculinos.

El empoderamiento femenino descubrió en la asociación y la acción colectiva de las mujeres, una estrategia para comprender y desarraigar la idea de que la dominación masculina es inevitable e irreversible y, por lo tanto, romper las cadenas de la subordinación de las mujeres a los hombres. Este proceso se acompaña la capacitación en temas de género y educación reproductiva, no es lineal y lo importante es la continuidad y el compromiso de las mujeres agrupadas.

El proceso de empoderamiento femenino tiene tres dimensiones; relaciones personales, colectivas y cercanas.

Algunas de las acciones colectivas influyen en la transformación de estructuras e instituciones que apoyan la discriminación de género.

En México, a partir de 1960, se inició un proceso irreversible de cambios de los roles de género, el cual ha contribuido al empoderamiento femenino. Por ejemplo, en el ámbito rural, la mujer, muchas veces indígena, se convirtió en cabeza de familia, como consecuencia de la migración de su pareja a otro país u otro estado, en la búsqueda de mejores condiciones de vida, por la muerte de éste o por su ausencia. Lo anterior, la obligó a utilizar los recursos de que disponía y dedicarse a la agricultura para generar recursos monetarios y cubrir las necesidades de su familia, a este fenómeno se le denomina la feminización del campo o la agricultura (CEDRSSA, 2014; Garay, 2015; López Guerra, et al, 2017).

En este sentido, son cada vez más las mujeres que comienzan su propio negocio con los recursos agrícolas disponibles o que se les otorgan a través de remesas, iniciando así un proceso de empoderamiento personal, económico y político-social (Vázquez, Mortera, Rodríguez, Martínez y Velázquez, 2013; Soler, et al 2014).

Sin embargo, el empoderamiento de la mujer rural no solo está relacionado con el emprendimiento de negocios en el ámbito agropecuario (agricultura, ganadería y relacionados), también se observa que el empoderamiento se relaciona con el emprendimiento de otros tipos de negocios que le permiten generar ingresos para su familia, ya sea porque es la única persona que aporta. Porque, es la que aporta más o porque complementa el ingreso de otro miembro de la familia, sea éste su pareja o no.

El empoderamiento de las mujeres rurales está relacionado con variables como el grado académico, la inversión en negocios, la participación en el comercio, el alto grado de disposición para el trabajo comunitario, la satisfacción en el trabajo remunerado, entre otros (Vázquez et al, 2013). En el mismo orden de ideas se considera que las categorías del empoderamiento rural femenino son: negocio propio, toma de decisiones del negocio propio, toma de decisiones comunitarias y capacitación.

Sin embargo, las mujeres rurales emprendedoras no han dejado atrás los roles que tradicionalmente desempeñaban y deben cumplirlos en paralelo. Es decir, educan a sus hijos, realizan actividades domésticas y atienden a su pareja, por lo que la mujer realiza una jornada de trabajo doble y triple, generando un gran cansancio emocional, físico y mental. De manera que el espíritu empresarial de las mujeres debe superar muchos obstáculos para que pueda mantenerse y ser rentable su empresa.

Metodología


La investigación utilizó el método comparativo para las investigaciones cualitativas y originales que se llevaron en el estado de Puebla, en el año 2018 en el hotel Taselotzin, en Cuetzalan y, en los años 2019, en las empresas El PIRA Hermanos, ubicada San Miguel Zacaola y en Artemali, localizada en Tepatlaxco de Hidalgo.

Las categorías de análisis que se compararon fueron seis: negocio propio, toma de decisiones para la comunidad, capacitación, sustentabilidad, aprendizaje y cultura. Estas categorías de análisis conforman, en parte, a la variable denominada empoderamiento de la mujer rural, la otra variable es el emprendimiento social. Primero se mostrarán de manera muy resumida los resultados respecto a estas categorías en una tabla comparativa y a partir de ahí se analizará y se generarán conclusiones.

Análisis comparativo


La siguiente tabla resume los resultados de las 6 categorías de análisis.

Tabla 1. Comparación de las categorías de análisis: negocio propio, toma de decisiones para la comunidad, capacitación, innovación, cultura y sustentabilidad. Fuente: elaboración propia.

 

Los emprendimientos investigados coincidieron en la falta de formación administrativa de las emprendedoras, por ejemplo, para determinar costos, fijar precios, contabilizar las entradas y salidas de bienes, publicitar y comercializar sus productos, entre otros. Respecto a la destreza técnica para elaborar los productos, las artesanas de Taselotzin recuperaron saberes tradicionales, tales como el tejido de cintura, la herbolaria y el temazcal, en cambio, las emprendedoras de Artemali carecían de la pericia técnica para elaborar las artesanías de ocoxal y en el caso de El PIRA Hermanos, para hacer los cuetes de trueno.

Los tres emprendimientos han recurrido a la capacitación, ya sea para mejorar sus conocimientos administrativos, tales como comercialización y publicidad, o los técnicos. Por ejemplo, para mejorar la técnica artesanal del tejido del ocoxal, en la empresa de Artemali o para mejorar los espectáculos pirotécnicos en la empresa El PIRA Hermanos. Además, las empresas Taselotzin y Artemali, coincidieron en capacitar a sus integrantes femeninos en el tema de empoderamiento de la mujer y mejora de la autoestima. Las instituciones que proporcionaron la capacitación a las empresas Taselotzin y Artemali formaron parte del gobierno y otras fueron universidades públicas y privadas, en cambio la capacitación que recibieron los integrantes de El PIRA Hermanos fue proporcionada por empresas privadas y por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

El aprendizaje y la innovación fueron unas prácticas comunes en los tres emprendimientos, manifestándose en cambios significativos en los bienes y servicios que se comercializaron para satisfacer las necesidades de los clientes. Se deduce que las emprendedoras transitaron varias veces de la capacitación al aprendizaje organizacional y de éste a la innovación, generando productos y prácticas que les permitieron ser más competitivos en el mercado. Ahondando en este diapasón virtuoso de la capacitación, aprendizaje organizacional e innovación, se observó que detrás de los aciertos, las emprendedoras hicieron varios ensayos que sirvieron para construir un conocimiento propio o know-how, que incrementa la capacidad organizacional para así aprovechar mejor los recursos con los que cuenta la organización.

La sustentabilidad es una característica de los emprendimientos sociales y, se observó en las tres empresas en diferentes prácticas y grados. En el hotel Taselotzin se tienen prácticas sustentables relacionadas con el cuidado a la naturaleza, las cuales armonizan con la cosmovisión de esas mujeres nahuas.

En Artemali, sucede algo similar, las acciones sustentables son más evidentes en el cuidado del bosque en el recogen su materia prima que es el ocoxal, por lo cual, se puede deducir que ambas empresas se esfuerzan para su huella ecológica sea poco perceptible.

La empresa El PIRA hermanos también es sustentable porque se esfuerza para que dentro de su empresa y fuera de ésta, se reduzcan y eliminen los accidentes provocados por los espectáculos pirotécnicos que históricamente han causado muchas muertes en México.

En el mismo orden de ideas, hay coincidencia en los tres emprendimientos respecto a que han contribuido al cuidado y mejoramiento de su comunidad, la cual, también es característica de los emprendimientos sociales. Las artesanas de Artemali, han generado impactos positivos de diversa índole, fueron promotoras de la campaña para prevenir el cáncer de mama, impartieron cursos de separación de residuos y de herbolaria. Las acciones de las emprendedoras de Taselotzin, se orientan más al cuidado de la ecología, oponiéndose de manera colectiva con otros grupos, a la construcción de la mina y de la línea de alta tensión de Cuetzalan. Por su parte, la fundadora de El PIRA Hermanos al frente de la asociación estatal de pirotecnia está normando esta actividad para evitar que se presenten accidentes en su práctica.

Respecto a la cultura, en las comunidades rurales en las que se desenvuelven las tres empresas, hay un exacerbado machismo, que también se manifiesta en la actividad empresarial. Sin embargo, en San Miguel Zacaola, El PIRA Hermanos fracturó la hegemonía patriarcal de la pirotecnia hasta el grado que la dirigente estatal es una mujer, en Tepatlaxco de Hidalgo, la actividad preponderante es la fabricación de huaraches y es patriarcal, pero Artemali con la fabricación de artesanías de ocoxal se posiciona como la otra importante actividad empresarial. En Cuetzalan, el turismo es la actividad emergente que contribuye de manera importante a la economía local, las empresarias de Taselotzin mediante la organización colectiva de mujeres nahuas contribuyen a la economía local y al mejoramiento de las condiciones de sus familias.

Conclusiones


El emprendimiento social contribuye al empoderamiento de la mujer rural, porque evidentemente le permite disponer de los recursos económicos que genera con su actividad productiva y así, fracturar barreras culturales como el machismo de la comunidad, el cual se extiende a las actividades productivas remuneradas.

Aunque, si nuestra visión tiene más alcance, podremos deducir que la acción colectiva de las mujeres también promueve el respeto a su tiempo y su espacio, el cuidado de su cuerpo y el trastocamiento de los roles de género, celosamente controlados no solo por los hombres, si no por mujeres reproductoras de la tradición y que se han opuesto con la misma fuerza o más que los hombres.

El proceso de empoderamiento de la mujer mediante el emprendimiento tiene matices, accidentes, fracturas, retrocesos y daños colaterales, propios de los cambios económicos, sociales y culturales, porque golpea diversos intereses de muchos actores que prefieren mantener el status quo. Sin embargo, es una tendencia que avanza y a la cual, es necesario contribuir de manera proactiva, buscando alianzas y no confrontaciones. Los ejemplos de las empresas Taselotzin, Artemali y El PIRA Hermanos, son algunos de varios que hay en nuestro país en el ámbito rural, los cuales se suman a otros del área urbana. El reto será generar modelos de emprendimientos sociales a partir de más casos en nuestro país, para contribuir a crear una economía más sostenible y armónica con el medio.

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