Número 115.
Editorial:
Hacia una teoría política crítica
Hay que convencerse de que la palabra “política”
no es una mala palabra. No denota únicamente los manejos estratégicos de los
políticos ni la “voluntad popular expresada en las
urnas”. Y tampoco debe asustarnos si se la define
como “el arte de lo posible”, a no ser que seamos
de ésos cuya famélica imaginación seguirá siendo su única fuente de posibles. Mas aún, no sólo se trata de
que nuestras nociones de política se transformen, sino
de que lo haga la misma praxis, que no puede dejar
de ser política. El esfuerzo por compartimentar es
comprensible, pero el de articular en una noción de
totalidad —que no es lo mismo que totalitarismo o totalización—
no sólo lo es también, sino que es necesario
y, más aún, urgente. Si siempre será de utilidad
designar mediante “la política” aquellas acciones que
unos agentes determinados realizan, también se hace
necesario politizar más y más órbitas de nuestra vida,
de manera que éstas puedan nutrir proyectos reales,
precisamente porque se trataría de “posibles”.