PROCESO — INFORMATIVO SEMANALEL SALVADOR, C.A.

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    El informativo semanal Proceso sintetiza y selecciona los principales hechos que semanalmente se producen en El Salvador. Asimismo, recoge aquellos hechos de carácter internacional que resultan más significativos para nuestra realidad. El objetivo de Proceso es describir las coyunturas del país y apuntar posibles direcciones para su interpretación.

    Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.

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Año 22
Número 978
Noviembre 28, 2001
ISSB 0259-9864
 
 
 
 
 
 

ÍNDICE



Editorial:  Inmoralidad pública
Política:  ¿Por qué ganaron los ortodoxos?
Economía:  El gobierno ante el problema del transporte público
Comunicaciones:  Variedad en las entrevistas televisadas (II)
Derechos Humanos:  Terrorismo, migración y derechos humanos
Documento:  Redención del terrorismo (I)

  NOTICIAS
 
 
 

EDITORIAL


INMORALIDAD PÚBLICA

    El ex comandante Joaquín Villalobos, presentado como experto en conflictos y muy dado a impartir lecciones, difunde inmoralidades y errores de bulto, en un periódico que, contradictoriamente, se precia mucho de ser un baluarte de la moralidad pública. Según él, a los mártires de la UCA y a las víctimas del terrorismo de Estado y de los grupos guerrilleros los habrían matado ideas. A los primeros, los habría matado el autoritarismo y a las demás víctimas, el “espíritu de la guerra”. Y, por lo tanto, quién acusa a una idea ante un juez. Si alguien habla del daño infligido a las víctimas, el ex comandante responde que fue general, “aquí nos hicimos daño todos. Aquí todos fuimos víctimas”.

    Por lo tanto, nadie es inocente y nadie es culpable. Es un antiguo tema que ya se encuentra en la literatura clásica. En realidad, no todos somos culpables, porque no todos dañamos o al menos no en el mismo grado. No todos matamos, ni todos somos asesinos. Y unos lo son más que otros. Por otro lado, el que todos hubiéramos causado daño, no nos eximiría de repararlo. Aquí le falla la moral al “maestro de futuro”, educado en Oxford.

    Con toda razón, Villalobos tiene dificultades con la verdad. Las tuvo cuando cayó en la cuenta que la Comisión de la Verdad lo señalaría por varios asesinatos. Es normal que ahora dude que se pueda llegar a ella, que la considere “un debate improductivo”. Las víctimas piensan exactamente lo contrario. Todo depende del lado en el cual uno se coloca y no cabe duda de qué lado está él. Si se permitiera que las víctimas hablaran y dijeran su verdad, entonces, la realidad de lo sucedido surgiría con bastante nitidez. Pero a eso es a lo que le tienen miedo y por eso exigen silencio, mientras buscan justificaciones falsas.

    Como gran cosa, Villalobos descubre que detrás de cada crimen hay una motivación, que se presenta como atractiva e incluso como buena para el criminal. La razón detrás del crimen de Mons. Romero, según el ex comandante, habría sido “un temor tan profundo en la derecha”, que justificaría su crimen y la eximiría de la justicia penal. Porque, según este analista, “todos esos crímenes que son políticos, tienen una responsabilidad colectiva. El que lo ejecuta está movido por una fuerza psicológica, emocional y una racionalidad empujada por un colectivo de miles que aplauden el crimen”. Así es como nadie es culpable, sino esas fuerzas indeterminadas. Serían las ideas las que matarían, no los asesinos. Pero las ideas no matan personas. En consecuencia, en el colmo de la desvergüenza, a las víctimas del terror habría que decirles “que tiene que aceptar una cuota de impunidad”. Así, mártir no es el inocente a quien le arrebatan la vida de manera injusta, sino el que muere en la impunidad para que sus asesinos puedan seguir viviendo en tranquilidad y haciendo dinero.

    Es por eso que no se puede investigar a los militares. Investigar y llevar ante la justicia a los responsables de haber violado los derechos humanos es correr el riesgo de dar al traste con un proceso de transición con “transformaciones trascendentales”. Dicho de otra manera, el proceso de democratización no tolera la verdad ni la justicia. La tranquilidad de los militares ha sido comprada con la impunidad. La sociedad salvadoreña se habría convertido así en rehén de asesinos y violadores de derechos humanos.

    Una razón adicional del ex comandante es que encarar un juez humilla, lo cual habría que evitar a toda costa. Pero con ello no sólo se garantiza la impunidad a los militares, sino que también a todos los criminales, a los de ayer y a los de hoy. Si los militares se sienten humillados, también los secuestradores y los defraudadores de los fondos públicos. El patrón de impunidad de hoy es idéntico al de ayer, con algunas pequeñas modificaciones para disimular. Porque, ¿dónde coloca el límite temporal este ex comandante para no desestabilizar ni humillar a los criminales?

    La obcecación lleva a Villalobos a cometer errores de bulto. El obcecado es poseído de tal manera por su interés que no ve lo que tiene a su alrededor, es incapaz de razonar con claridad y se contradice. No es cierto que la UCA dedique todas sus energías al caso de los jesuitas. La UCA tiene mucha más energía que para eso, tal como se puede comprobar con facilidad. Cuando la UCA exige justicia, se coloca en la misma línea que está haciendo que las leyes de amnistía sean declaradas nulas en el Cono Sur y sus generales vayan a parar a la cárcel sin que se altere el orden público y en la que lucha por la aprobación del estatuto del Tribunal Penal Internacional. El que no está a tono con los tiempos es Villalobos, quien se vuelve provinciano cuando le conviene. Está tan desactualizado, a pesar de sus estudios en Oxford, que ve en el derecho de la víctima un obstáculo “que no permite que la sociedad evolucione de manera más reflexiva, menos humillante con respecto a su pasado”.

    Habría, pues, que abolir el derecho de las víctimas para que El Salvador progresara. Pero, entonces,  este progreso descansaría en la impunidad, olvidando que la víctima ha sido humillada primero por su verdugo. Los caídos en la lucha, los héroes de antes, o los mártires de la justicia son simples perdedores.

    El ex guerrillero tampoco sabe bien el catecismo, pues confunde la confesión sacramental con la investigación judicial. La primera es privada y estrictamente personal, sin duda. Pero incluso en los primeros siglos del cristianismo, era pública e indispensable para ser admitido de nuevo en el seno de la comunidad. El asesinato era uno de los pecados que debía ser confesado ante ella para poder ser admitido de nuevo. En la actualidad, quien se niega a confesar en público un asesinato y a reparar los daños derivados del mismo puede y debiera ser acusado ante el Ministerio Público para que una investigación confirme su inocencia o pruebe su culpabilidad. Si el acusado resultara culpable, entonces, habría que iniciar un proceso judicial. Reclamar justicia no es equivalente a pedir venganza. Al contrario, el proceso judicial se estableció para evitar la venganza. La llamada ley de Talión, cuyo origen el ex guerrillero obviamente desconoce, fue establecida para sofrenar la violencia personal. Era una manera de hacer equivalente el daño con el castigo.

    Siguen una serie de afirmaciones falsas sobre Ignacio Ellacuría. No es cierto que éste haya adoptado una posición neutral entre dos extremas, sino que era objetivamente parcial a favor de las mayorías y por eso lo asesinaron. Para probarlo están sus escritos, más de 4,500 páginas ya publicadas. Sin duda, Ellacuría contribuyó a la paz, pero dio prioridad a la justicia. Por eso se puso del lado de los explotados y oprimidos, y, por lo tanto, en contra de los ricos. Es una tontería del ex revolucionario afirmar que fue una ridiculez de sus tiempos de juventud pensar que los empresarios eran explotadores, porque él mismo se contradice. En efecto, en las mismas declaraciones repite que los ricos “tienen los ojos puestos en lo que pueda darles utilidades, en el corto plazo” y es claro que eso no lo pueden hacer sin explotar.

    En la postura ante los ricos y su riqueza, la diferencia entre Ellacuría y el ex comandante es abismal. Tampoco es cierto que Ellacuría haya dicho que “el programa económico de Cristiani iba a tener éxito”, si por éxito se entiende resolver el problema más importante del país, que, en palabras del rector de la UCA, eran sus mayorías empobrecidas. Lo que Ellacuría quiso decir, y de nuevo se puede comprobar en sus escritos, es que Cristiani tenía poder como para imponer el programa económico de la derecha. Ellacuría nunca lo aprobó. Prueba de ello es su acerva crítica a la civilización del capital a la cual opuso la civilización de la pobreza, frente a la ambición capitalista desmedida opuso la sociedad del trabajo y la solidaridad.

    Siguiendo al evangelio, Ellacuría no sólo desconfía, sino que condena en términos muy duros la riqueza y el sistema capitalista que el ex comandante defiende ahora.  Ellacuría no era pragmático, tal como lo quiere hacer aparecer este discípulo de última hora, sino profeta y utópico, filósofo y teólogo de la liberación. Lo que el ex comandante tenga de pragmático es cosa suya, comprensible además, dado que vive bien a costa del sistema capitalista que le ha dado educación superior gratis y los medios para vivir en el primer mundo con su familia.

    No es difícil explicar tanta inmoralidad junta. Es una justificación personal y pública de su pasado y de los crímenes que se le atribuyen y un intento por presentarse como aceptable a los círculos del poder salvadoreño. La justificación tiene varias vertientes. La primera es que el ex comandante no tiene responsabilidad por haber sido guerrillero, porque, según él, “los conflictos no son responsabilidad de la generación que pelea, sino de la que no los previene”; pero eso significa volver al pasado para explicar el presente de su juventud, cuando antes ha declarado que “es un grave error replantear el conflicto por la vía de la historia”.

    La segunda es el temor a que se abran procesos judiciales en los cuales pueda ser él uno de los acusados. Es un temor compartido con ARENA y rechazado con el pretexto de que provocaría caos y sangre. En realidad, un pretexto para proteger a los culpables. La última es defender el proyecto del partido de gobierno. Al igual que él, el presidente Flores “está plantado en la agenda de futuro y desprendido de la agenda del pasado”. Por eso, es condenable que “de pronto llega alguien con un problema de 1989 y le revuelve el país”.

    Estas afirmaciones son inmorales, porque reivindican la impunidad de los asesinos y defienden su “derecho a vivir en paz, hayan hecho lo que hayan hecho”. Según Villalobos, habría que aceptar a todos “los que pecamos de palabra y de obra”, por la sencilla razón de que “estamos aquí presentes y somos todos en los dos lados”. En cambio, las víctimas debieran conformarse con ser monumentos de la paz, de una paz construida sobre la impunidad por la inmoralidad de los protagonistas sobrevivientes del conflicto armado.

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POLÍTICA

 ¿POR QUÉ GANARON LOS "ORTODOXOS"?

[Extracto]

    La respuesta a la pregunta de porqué los "ortodoxos" ganaron con tanta contundencia las elecciones internas del FMLN se presenta como un enigma al que ni  los "renovadores", ni los analistas de derecha más entusiastas parecen encontrarle explicación. El candidato a Coordinador General de los renovadores —más potable según los gustos de las autoridades del partido gobernante— imaginaba, sin duda, una mejor suerte. Los resultados electorales preliminares lo sitúan, al contrario, en una incómoda tercera posición, bastante lejos del candidato ganador. Pero, si se recuerda la propaganda preelectoral, ellos se presentaban como la diáfana expresión de los deseos de renovación de la militancia farabundista.

 

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ECONOMÍA

EL GOBIERNO ANTE EL PROBLEMA DEL TRANSPORTE PÚBLICO

[Extracto]

     En algunos casos las crisis crean las condiciones propicias para adoptar políticas públicas improvisadas, generadas al calor de la emergencia y la premura de las necesidades surgidas; en otras, las crisis se convierten en ocasiones propicias para impulsar ideas y proyectos que no han podido ser implementados en condiciones de normalidad. Las muestras más recientes han aflorado con motivo de los terremotos de principios de año y ahora con un nuevo "paro" al transporte público de pasajeros donde se ha evidenciado tanto la improvisación como el oportunismo para la implementación de cambios profundos en la regulación económica.
 

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COMUNICACIONES

VARIEDAD EN LAS ENTREVISTAS TELEVISADAS (II)

    Con todo, el formato de la entrevista televisada se ha enriquecido últimamente en El Salvador con programas como  “La Otra Cara” y “Universo Crítico”, que de alguna forma han superado el carácter tradicional de este tipo de programas. Hasta hace poco predominaban las entrevistas informativas, de corte político e institucional (también puestas en boga a partir de la entrevista "Al Día”) y amarradas a la agenda diaria de los medios noticiosos. Sin embargo, de un tiempo para acá las entrevistas de perfil y las que abordan temas estrictamente culturales han ido encontrando cabida en el interés y en el gusto de las audiencias.

    En el caso de “La Otra Cara”, hay esfuerzo por trascender los temas que impone la pauta noticiosa y por adentrarse en el lado personal, hasta cierto grado íntimo, de ciertas figuras públicas. Con eso, trata de hacer que el televidente se acerque a las figuras públicas y conozca su lado personal y familiar. Este programa también ha abierto espacios de discusión que permiten a las personas ver los hechos desde una perspectiva histórica e incluso se puede hablar de temas del pasado que estuvieron vedados por años o que no habían sido discutido antes públicamente. Hemos visto a un general retirado y a un excomandante guerrillero hablar sobre el ambiente que vivieron en la guerra y en la negociación de los acuerdos de paz; hemos visto al economista Héctor Dada Hirezi  recordar los tiempos de la Junta Revolucionaria de Gobierno y sus años de exilio, y también hemos oído al sacerdote jesuita Jon Cortina desmentir su supuesta cooperación con la entonces guerrilla en la destrucción con explosivos de un puente.

    En “Universo Crítico”, se observa un esfuerzo importante por revalorizar el arte y la cultura, que ocuparon un lugar privilegiado hasta antes de los años setenta y que decayeron en los años subsecuentes por distintos motivos históricos. Además, se advierte que el conductor de la entrevista no sólo conoce los temas sino que está personalmente involucrado en el quehacer cultural y artístico salvadoreño. Es importante este esfuerzo porque el periodismo cultural en este país está poco desarrollado y quienes lo ejercen tienen una concepción reducida (puramente noticiosa)  al respecto.

    El discurso periodístico se entiende en los medios salvadoreños como reseña, pero en el plano cultural, de hecho, esto debería ser diferente. En ese sentido, informar sobre una obra de teatro, por ejemplo, no solo implica decir quién se presentó, a qué hora, quiénes asistieron y dónde más habrá funciones. Supone también un análisis artístico y crítico de la escenografía, de las actuaciones, del guión y de otros aspectos que demandan una sólida preparación de los periodistas.

    La oferta televisiva en el formato de entrevista se ha enriquecido en los últimos años y eso es positivo para el extenso público al que la televisión mantiene cautivo. Los entrevistadores tienen el gran reto de mejorar su técnica y aunque las escuelas para ellos no son abundantes, podrían encontrar una buena fuente de inspiración y de referentes creativos en la televisión por cable. Allí encontrarán, entre otros, a Barbara Walters, del programa 20/20, en la cadena ABC, o pueden buscar otros programas especiales de biografías o documentales, que podrían servir de modelo de investigación y de narrativa de los cuales se puede aprender mucho sin copiar mecánicamente.

    Una buena dosis de profesionalismo reivindicaría a la entrevista televisada para que no vaya a perder definitivamente su sentido por modalidades como la de “Fuego Cruzado”, de canal 6, en el que se observa un fenómeno apuntado por el francés Jean Baudrillard: el “temor de aburrir les induce a otorgar prioridad al combate sobre el debate, a la polémica sobre la dialéctica y a recurrir a cualquier medio para primar el enfrentamiento”.
 
 
Colaboración de Nátaly Guzmán y Xiomara Peraza, Departamento de Letras y Comunicaciones de la UCA

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DERECHOS HUMANOS


TERRORISMO MIGRACIÓN Y DERECHOS HUMANOS

    Del martes 13 al viernes 16 de noviembre se realizó en la ciudad de San José, Costa Rica, la reunión del Grupo Regional de Consulta de la Conferencia Regional para las Migraciones (CRM). En esta importante actividad participaron directores generales y otros funcionarios de migración junto a personal de las cancillerías de los países ubicados en el Norte y el Centro de América, así como de República Dominicana. Además, estuvieron representados organismos internacionales cuya labor está enfocada a los temas del refugio, las migraciones y los derechos humanos; hablamos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Comisión Interamericana de Derechos  Humanos (CIDH). Esta última, se involucró en calidad de observadora.

    También hizo acto de presencia la llamada “sociedad civil” de los países arriba mencionados, por medio de la Red Regional de Organizaciones Civiles para las Migraciones (RROCM). Con dicha participación se pretendía sostener reuniones de trabajo paralelas y ofrecer a las delegaciones gubernamentales —en dos breves espacios de diálogo— sus demandas y la posición común en torno a los últimos acontecimientos ocurridos en la región vinculados a la temática  migratoria, así como también su perspectiva sobre asuntos relativos al cumplimiento del plan de trabajo que rige, desde 1996, la agenda de los países convocados en la Conferencia Regional para las Migraciones.

    Dicha Conferencia —conocida también como el “Proceso Puebla”— constituye un valioso ámbito para el intercambio de información y experiencias entre estos países, en un esfuerzo trascendental por atender la problemática migratoria y homogeneizar las actividades que en ellos se realizan para garantizar un mayor respeto de los derechos humanos. Todo eso, en un marco dentro del cual destaca la evidente necesidad de ordenar los flujos migratorios que, en los últimos años, tienen lugar con una intensidad que difícilmente pueden obviar los Estados.

    Los trágicos acontecimientos ocurridos el martes 11 de septiembre del presente año en Washington y Nueva York, desataron la adopción de disposiciones extremas —en algunos casos, poco razonadas— por parte de los gobiernos involucrados en el “Proceso Puebla”. Algunas de ellas tienen que ver con restricciones migratorias, máximas medidas de seguridad en aeropuertos y la puesta en marcha de nuevos procedimientos para realizar investigaciones contra personas sospechosas de estar vinculadas al ”terrorismo” o de ser “terroristas”. Fue inevitable, entonces, que tales disposiciones aparecieran sobre la mesa de discusión en San José.

    Con bastante claridad se pudo evidenciar cómo la adopción de algunas de ellas habían dejado de lado, entre otros aspectos, acuerdos de buena fe suscritos por los países de la región en torno a las migraciones y otros compromisos mediante los cuales se estaba buscando garantizar el respeto de los derechos humanos. Si bien los mismos aún no constituían una realidad plena, al menos podían empezar a propiciar condiciones básicas para hacer exigible —tanto jurídica como políticamente— el cumplimiento de ciertas garantías para proteger a la población migrante. Un ejemplo de ello se ofrece a continuación.

    Entre los avances más importantes logrados en la Conferencia Regional para las Migraciones, se encuentra la formulación de lineamientos mínimos constituidos por normas y procedimientos que —con base al contenido de diversos instrumentos internacionales de protección de derechos humanos— fueron redactados y presentados a los gobiernos por la Red Regional de Organizaciones Civiles para las Migraciones. De esa forma, la RROCM esperaba que los vicecancilleres de los países involucrados los aprobaran en la próxima reunión del “Proceso Puebla”, a realizarse en Guatemala durante marzo del 2002. De haber ocurrido eso, hubiera existido la posibilidad de su realización práctica por las autoridades respectivas.

    Sin embargo, dados los acontecimientos ocurridos en Estados Unidos y los retrocesos que implícitamente representan algunas de las medidas adoptadas a raíz de éstos, eso no ocurrió y la Red identifica tal situación como una amenaza al “Proceso Puebla”. Por ello, en su oportunidad, ésta formuló una Declaración en la cual lanzó un llamado a los gobiernos en aras de  considerar la problemática migratoria en su adecuada dimensión y complejidad. Se buscaba, así, evitar caer en la tentación de entenderla como una “amenaza terrorista” pues eso —sin duda— redundaría en la aplicación de criterios discrecionales cargados de xenofobia y altos niveles de discriminación.

    Antes y después de ese terrible martes 11 de septiembre, la migración que ha preocupado y preocupa a las organizaciones de la “sociedad civil” integrantes de la Red, es aquella que involucra a personas que —por razones políticas, económicas, sociales o religiosas— no encuentran condiciones óptimas para desarrollarse en su país de origen y deciden abandonarlo. Preocupa a la Red el respeto a los derechos humanos de quienes emigran de forma irregular, al margen de los procesos legales establecidos para ello en el marco de políticas estatales cada vez más restrictivas tendientes a frenar los flujos migratorios

    Cabe decir que mediante esas políticas se diseñan y aplican criterios de mayor selectividad para la admisión de extranjeros y se privilegian a algunos profesionales o técnicos, en detrimento de quienes no tienen ni capital ni conocimiento técnico que ofrecer y del cual se pueda beneficiar el país de destino. Además, preocupan a Red la situación de las personas que al desear emigrar y no tener la posibilidad de hacerlo por las vías regulares —es decir, las legales— recurren a medios irregulares —los “coyotes” y la corrupción— para alcanzar el objetivo de llegar a su país de destino, aun a costa de los atropellos a su dignidad y el riesgo para sus vidas.

    Desdichadamente, los bajos índices de desarrollo humano y los elevados niveles de pobreza que siguen presentes en la mayoría de los países del mundo y particularmente en buena parte de nuestra región, hacen difícil pensar que en el corto plazo las migraciones disminuirán. Y es que la migración sigue siendo, para mucha gente, la solución; eso es así, incluso cuando se sufra por el desarraigo que ésta también trae consigo.

    Los fenómenos naturales, así se trate de sequías o terremotos; los conflictos armados internos, como el que actualmente tiene lugar en Colombia; la inestabilidad o la recesión económica; y, desde luego, la situación actual del mundo después de lo ocurrido el 11 de septiembre en los Estados Unidos de América, animarán —por un buen tiempo— la emigración de numerosos grupos humanos a otras latitudes. Eso involucrará a un buen número de países como productores de migrantes, como destino de éstos, como rutas para su tránsito o compartiendo más de una de estas calidades. Y mientras la realidad nos revela por un lado que aumenta el número de países productores de migrantes, del otro lado se observa que disminuye la cantidad de países dispuestos a recibirlos.

    Siquiera en este mínimo nivel de análisis debemos situarnos en nuestros países para preparar mejores condiciones en la atención de los flujos migratorios existentes y los que vendrán, para revisar las políticas y programas que impulsan en la actualidad cada gobierno de la región, y —desde luego— para realizar los ajustes pertinentes que permitan elevar los niveles de vida de la población de cada país, especialmente aquéllos donde se origina el mayor número de migrantes. Todo ello, garantizando el respeto pleno a la dignidad de las personas.

    La actual coyuntura mundial impone, a las organizaciones de la “sociedad civil”, nuevos retos. Ahora, con ojo más crítico, hemos de hacer los esfuerzos necesarios para identificar y denunciar leyes, procedimientos, políticas y discursos que —bajo el argumento de la “seguridad” y la “salvaguarda de la ciudadanía”— encubran antiguos prejuicios xenofóbicos o intenten instaurar, con visos de aparente legitimidad, procesos discrecionales y contrarios a las garantías de debido proceso, valiéndose de argumentos de  solidaridad o en medio de un descarado servilismo.

    En sintonía con lo anterior, la Red de Organizaciones Civiles para las Migraciones trasladó a los gobiernos su citada Declaración. En ella se afirmaba, entre otras cosas, lo siguiente: “…Consideramos que, a pesar del ambiente generado a partir de los indignantes y condenables actos terroristas del 11 de septiembre del 2001, el respeto y la protección a los derechos humanos, incluyendo la no-discriminación por motivos de raza, religión o nacionalidad así como el derecho a solicitar y recibir refugio, son principios universales que deben continuar prevaleciendo bajo cualquier circunstancia. En este sentido, hacemos un llamado a la cordura para que no se establezca, equivocadamente un vínculo entre migración y terrorismo que conlleve a una vulneración de los derechos de las personas que migran y su acceso al debido proceso”.

    Y luego, se sostiene: “Negar las garantías del debido proceso y la presunción de inocencia en perjuicio de la población migrante como medida para resguardar la seguridad de nuestros países no puede ser aceptado. El mismo ejercicio que actualmente nos encontramos desarrollando de manera conjunta organizaciones de la sociedad civil y gobiernos en torno a la definición de lineamientos mínimos, el cual aspira a calificar más los procesos de intercepción, detención, deportación y recepción de migrantes practicados por nuestros gobiernos, debe corresponderse con el resto de acciones y políticas que desde el espacio gubernamental se implementen en un marco de claro interés por un mayor respeto de los derechos y garantías de la población migrante”.

    En el encuentro que comentamos en esta ocasión, El Salvador estuvo bien representado. Participaron dos funcionarios del Ministerio de Gobernación y tres del Ministerio de Relaciones Exteriores. Importante resulta esto, cuando en nuestro país se discute un nuevo texto legal para el tema de migración y extranjería; cuando además, a raíz de lo acontecido en los Estados Unidos de América el 11 de septiembre, cuatro ciudadanos salvadoreños son sujetos de extraños procesos ante autoridades de Virginia.

    Las cosas no marchaban bien en nuestros países y después del 11 de septiembre se han agregado nuevos problemas: compatriotas en el país del Norte temen por su futuro, desconocemos las cifra exacta de las personas que murieron en los atentados y buena parte de latinos han perdido ya sus empleos. Mucha gente, ni siquiera puede pensar en regresar a sus países de origen porque las causas que motivaron su salida continúan vigentes y, en algunos casos, quizá más acentuadas.

    En medio de este panorama sombrío, debemos fijar nuestra atención  sobre los problemas estructurales de injusticia, exclusión, marginación, violencia y otras violaciones a los derechos humanos —por acción y también omisión— que ocurren en El Salvador. Nuestra propuesta no es quedarnos al margen de lo que ocupa la atención de la comunidad internacional, aunque es poco lo que hacia fuera podemos hacer. Pero dentro tenemos muchas más condiciones para participar, demandar y aportar. Cuanto más rápido y con buen criterio lo hagamos, mejor. Participar, cuando muchos no pueden hacerlo, no es en El Salvador un derecho; es un deber.

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DOCUMENTO
Presentamos a continuación el texto de la ponencia del P. Jon Sobrino, titulada  "Redención del terrorismo", dictada el miércoles 14 de noviembre  del 2001 en el marco de las celebraciones del XII Aniversario del asesinato de los jesuitas de la UCA.

REDENCIÓN DEL TERRORISMO (I)

 
    El 11 de septiembre, en Nueva York y Washington, hubo un atentado criminal, cruel e injusto, y además insólito, probablemente el que ha causado mayor número de víctimas civiles en una acción no formalmente bélica, alrededor de 6,000. El hecho es absolutamente condenable, sin ambages ni atenuantes.

      El gobierno estadounidense lo consideró no como acto de terrorismo, sino como acto de guerra, y respondió con guerra, bombardeos, destrucción, muertes de civiles en Afganistán, uno de los tres países más pobres del planeta con Somalia y Haití. El hambre y el frío pueden producir una tragedia apocalíptica y llevar a miles de seres humanos a la muerte. Ya a una semana del comienzo de los bombardeos, el New York Times informaba que 7.5 millones de afganos pronto necesitarían desesperadamente un pedazo de pan. UNICEF pronosticaba que 100,000 niños podrían morir en las próximas semanas.

    Funcionarios de Naciones Unidas pidieron a Estados Unidos suspender los bombardeos para poder socorrer humanitariamente a millones de víctimas, pero éste no accedió. Noam Chomsky dice que “está ocurriendo un genocidio silencioso”. Cuál será el futuro “humano” inmediato es difícil de saber. La alianza del norte tiene ahora bajo control a buena parte del país y sus instituciones. Por otras parte, instituciones de derechos humanos denuncian ya ejecuciones sumarias —dan la cifra de 600— y desde Washington el presidente Bush les pide que respeten los derechos humanos.

     Ante todo esto se nos ha pedido unas palabras sobre cómo superar el terrorismo y con qué criterios. A continuación voy a ofrecer unas reflexiones desde una perspectiva antropológica y teológica. Sobra decir que se ofrecen con suma modestia, con mucho de impotencia y también con algo de esperanza. Pero antes quiero recalcar que las reflexiones están hechas en El Salvador, lo cual, por lo que toca al tema, quiere decir 1) que tenemos experiencia cercana y prolongada de terrorismo, sobre todo del lado gubernamental, 2) que conocemos bien el hecho innegable de que el gobierno de Estados Unidos, aquí en El Salvador —en la cercana Nicaragua, Guatemala, y en la guerra de Panamá en 1989—, ha llevado a cabo y fomentado prácticas y políticas terroristas, y 3) que, hemos conocido a muchas personas que han buscado “superar” y “redimir” el terrorismo, la guerra, la violencia, en definitiva la injusticia. Muchos son, y entre ellos están, insignemente, los “mártires”.

1. Raíces ultimas de lo humano: “dejarse afectar por el sufrimiento y la compasión”

     En una de sus últimas entrevistas le preguntaron a Monseñor Romero qué se podía hacer ante el sufrimiento del pueblo salvadoreño. Enumeró una serie de acciones y terminó con estas palabras lapidarias: “y que no se olviden que somos hombres”. Ese olvido —peor si es rechazo— es lo que está a la base de todo terrorismo. Recuperar eso es el primer paso para superar el terrorismo. En concreto, recuperar la ultimidad del sufrimiento y de la compasión.

     Esto significa que ante la tragedia (Manhattan, Afganistán, las innumerables guerras que globalizan al planeta, prácticamente todas en el tercer mundo) no hay que preguntarse si el que sufre —la víctima—  y el que ayuda —el samaritano— es amigo o enemigo. Sufrimiento y compasión no pueden ser vistos así. Ni siquiera hay que preguntarse si en otra vida se repara el sufrimiento y se premia la compasión. Hay “que dejarse afectar con ultimidad”. En Manhattan y Afganistán, en la República Democrática del Congo —80.000 muertos cada mes en los dos últimos años— estamos ante muertos, heridos, desaparecidos, refugiados, desprotegidos, desesperados.  El sufrimiento.

     Y estamos —aunque sólo pequeños gestos son conocidos— ante la compasión: ayudas heroicas a las víctimas en Nueva York,  familiares que no quieren venganza ni guerra, una congresista afroamericana que votó —el único voto— en contra de la guerra en el Congreso. Cómo se defiende la vida y la dignidad en Afganistán es más difícil saberlo, pero recuérdese la santidad y solidaridad primordial de un pueblo en situación de espantosa pobreza, como lo sabemos aquí muy bien del tiempo de represión y guerra. Y compasión hay también en el clamor de Mary Robinson, alta comisionada de Naciones Unidas. Pide que cesen los bombardeos “para hacer posible que lleguen alimentos y cobijas a millones de afganos” en el invierno que se avecina.

     Sufrimiento y compasión son, pues, algo último. Relativizan cualquier otra cosa que se hace pasar por última: iglesias y religiones, pero también socialismo antes, “democracias occidentales” ahora. Y denuncian palabras que ofenden tanto al sufrimiento como a la compasión, como si lo último de lo humano consistiese, por definición, en distanciarse de los demás, en ser mejor que los demás, incluso en estar en contra de los demás: “Es que ellos son infieles”. “Es que nosotros somos los mejores, los más poderosos, la democracia más lograda”.

     ¿Duele de verdad e interpela el sufrimiento o no? ¿Fascina e interpela la compasión o no?  Este “dejarse afectar” tiene prioridad humana y lógica sobre cómo se defina el terrorismo en Naciones Unidas. Más aún, ninguna definición será humana si no parte de y usa como un de los principios hermenéuticos esenciales el sufrimiento y la compasión. El sufrimiento precede al pensamiento (Feuerbach), “la necesidad de dejar hablar al sufrimiento es condición de toda verdad” (Adorno). En la tradición bíblica la compasión es lo que hace ver: “quien no ama no ha conocido a Dios” (1Jn 4, 7s), “quien no practica la justicia no ha conocido a Dios” (Jer 23, 15s).

     Ahí están las raíces, el futuro y la encrucijada fundamental de la familia humana. Pero el sufrimiento —sobre todo el del tercer mundo— se arrumba a una lejanía sin semblante (J. B. Metz). Y al mundo occidental le falta misericordia, escribí hace años. Muchas otras cosas habrá que tener en cuenta para combatir los terrorismos, pero si no nos dejamos afectar —con ultimidad— personal y socialmente, política y religiosamente, por el sufrimiento y la compasión, siempre los tendremos con nosotros. Y no es fácil, ni siquiera teóricamente en el cristianismo: “El cristianismo, de una religión sensible al sufrimiento, se convirtió cada vez más en una religión sensible al pecado. Su mirada no se dirigió primero al sufrimiento de la criatura, sino a su culpa. Esto entumecía la sensibilidad por el sufrimiento ajeno y oscurecía la visión bíblica de la justicia de Dios que, después de Jesús, había de valer para toda hambre y sed”. Por eso hemos comenzado con la verdad del sufrimiento y la compasión en Manhattan y Afganistán.

2. La voluntad de reconciliación y de fraternidad: “Manhattan y El Salvador se hermanan”

     La guerra contra Afganistán, país soberano, constituyéndose a la vez en juez y parte, no es una “guerra justa”, pues no cumple con ninguna de las condiciones exigidas por la teoría tradicional. Pero más de fondo, no era la única respuesta al atentado. Bien se pudo haber recurrido a tribunales internacionales, como lo hizo el gobierno de Nicaragua responsabilizando a Estados Unidos de la muerte de miles de civiles. El tribunal de la Haya condenó al gobierno estadounidense, aunque éste no reconoció la competencia de dicho tribunal. No acudir a un tribunal internacional fue una oportunidad perdida.

    Pero ha habido una oportunidad perdida en otro sentido más primordial, más primigeniamente humano —y más utópico. ¿Qué hubiese ocurrido si el Congreso y La Casa Blanca, animados y apoyados por los gobiernos occidentales demócratas, por las universidades que creen en la libertad, igualdad y fraternidad, por  las iglesias y religiones que creen en un Dios de débiles y víctimas, por los movimientos humanistas que creen en los derechos a la vida del ser humano, se hubiesen preguntado por qué tal horror, qué ha hecho ese país en sus dos siglos de existencia para concitar tal odio?

    ¿Qué hubiese ocurrido si Estados Unidos hubieran abierto los ojos a su propia realidad y su corazón al dolor que han infligido en este planeta? ¿Qué hubiese ocurrido si, unilateralmente y precisamente en esos momentos, hubiesen puesto gestos de aprecio a los pueblos musulmanes y de todo el tercer mundo, gestos de compasión a sus gentes que llevan siglos de pobreza y sufrimiento, gestos de intercambio de riquezas naturales y espirituales —y no la depredación de materias primas y la imposición de una pseudocultura? ¿Qué hubiese ocurrido si la primera palabra, sin quitar el dolor ni la búsqueda de justicia para los culpables, hubiese sido una invitación a la reconciliación? ¿Qué hubiese ocurrido si se hubiesen recordado las palabras de Martin Luther King durante la guerra de Vietnam?
 
    “Estoy convencido que si queremos ubicarnos en el lado correcto de la revolución mundial, tenemos que emprender, como nación, una revolución radical de valores... que pronto nos llevará a cuestionar la justicia y el equilibrio de muchas de nuestras políticas del pasado y del presente... Una verdadera revolución de valores nos llevará a mirar con preocupación el enorme contraste entre la pobreza y la riqueza... Nos estamos confrontando a una tremenda urgencia... Hoy todavía nos queda una opción: la co-existencia no-violenta o la violenta aniquilación de todos”.

     Evidentemente no ha ocurrido así. El tener mucho poder nunca ha ayudado a la reconciliación. Ni tampoco a la fraternidad. Resistiéndome a aceptar que la oportunidad de algo bueno se perdió del todo, escribí esta ficción. “En El Salvador ha habido muchos 11 de septiembre, más duraderos, crueles e injustos, igualmente indefensos. Manhattan empieza a entender a El Salvador, y a los indígenas de Guatemala, y a los africanos de Ruanda, Burundi y la República Democrática del Congo. Comienza a entender a los árabes y musulmanes de Irak, de Palestina”.

     Y a estas palabras añadí estas otras más utópicas, únicas —pienso— que pueden salvar al imperio del norte. “Sin decirlo, quizás sólo intuyéndolo, empiezan a sentir que pertenecen a una gran familia, de sufrimiento y de compasión: la familia humana. Pertenecer al país más poderoso de la tierra ha perdido su encanto. Mejor es ser hermanos y hermanas”.

     Preferir pertenecer a la familia humana que ser los más poderosos, tener la valentía de ofrecer reconciliación antes que venganza, apoyo generoso a un pueblo pobre antes que destrucción, es utopía, pero mina al terrorismo por dentro.
 

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NOTICIAS

 
VOTACIONES. Desde tempranas horas de la mañana, militantes del FMLN, asistieron a las urnas, el pasado 25.11, para elegir al coordinador general de ese partido de izquierda. En la disputa competían el ortodoxo, Salvador Sánchez Cerén; el tercerista, Gerson Martínez; el renovador, Francisco Jovel; y el independiente, Ángel García. A medianoche, el tribunal electoral del partido anunció que, al escrutar el 54% de los votos al nivel nacional, resultaba ganador el jefe de la bancada legislativa efemelenista, Sánchez Cerén. El virtual coordinador convocó a su opositor del ala renovadora, Francisco Jovel, para formar parte de su plan de trabajo. "Francisco Jovel tiene un espacio en este partido", afirmó Sánchez Cerén. Sin embargo, la invitación no le agradó al candidato renovador: "lo que estamos evaluando a partir de los datos que tenemos, es que hay una manipulación de datos que no coinciden con nuestra información", demandó Jovel. Las denuncias sobre supuestas irregularidades no faltaron de una y otra corriente. Por otro lado, quienes acudieron a las urnas se quejaron por la complicación en el mecanismo de votación. "Tenemos que simplificar el proceso para la próxima vez", comentó el dirigente Schafik Hándal. "Unas compañeras que no saben leer, mejor ya no votaron", expresó un militante. La votación se realizó en más de 800 centros, en 237 municipios. De un universo de 74,900 afiliados, votó entre un 40 y 50% (LPG, 26.11.01, p.4 y 5; EDH, 26.11.01, p.2).
TRANSPORTE. El 27.11, las principales gremiales del transporte público iniciaron, por carácter indefinido, la paralización de sus unidades, afectando a miles de usuarios en la capital y el interior del país. Estos hechos se dieron como respuesta al anuncio del presidente Flores de suspender el subsidio otorgado a los transportistas y, de paso, bajar el precio de la gasolina —que estaba gravada por un impuesto destinado al subsidio de los transportistas. Además, el Ejecutivo impulsa la eliminación de las unidades de transporte público que excedan los 15 años de circulación. Dichas decisiones fueron tomadas luego que fracasara la aprobación de un decreto legislativo que perseguía prorrogar la circulación de aquéllos autobuses. Ante esto, el sector privado reaccionó complacido. "Los ahorros que tendrán miles de automovilistas se van a canalizar en inyección de capital para la economía y va a mejorar la demanda interna", comentó un portavoz de la Cámara de Comercio e Industria. Por otra parte, el presidente de la Asociación de Empresarios de Autobuses (AEAS), Genaro Ramírez, se mostró conforme ante la eliminación del subsidio, pero no con la congelación de las tarifas. "No queda claro si vamos a subir o no a las tarifas, pero creemos que sí", expresó. Finalmente, representantes del Movimiento Urbano (URUTRAN), agrupados por buseros independientes, comentaron que no apoyarían este tipo de protestas y prestarían servicio con normalidad en Apopa, Santa Tecla y San Ramón (EDH, 27.11, p.2 y 4, LPG,27.11, p.4).  

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