PROCESO — INFORMATIVO SEMANAL — EL SALVADOR, C.A.
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    El informativo semanal Proceso sintetiza y selecciona los principales hechos que semanalmente se producen en El Salvador. Asimismo, recoge aquellos hechos de carácter internacional que resultan más significativos para nuestra realidad. El objetivo de Proceso es describir las coyunturas del país y apuntar posibles direcciones para su interpretación.
    Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.
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Año 21
Número 928
Noviembre 22,  2000
ISSN 0259-9864

Aviso Importante

ÍNDICE


Editorial Fiasco diplomático
Sociedad Más promesas de desarrollo para El Salvador
Economía Caminando sobre bases sólidas
Comunicaciones La democracia estadounidense en la televisión salvadoreña
Derechos Humanos ¿Vivimos en un país estable? (II)
Documento Declaración del milenio (II)
 
 
 

EDITORIAL


FIASCO DIPLOMÁTICO

    El Salvador se presentó bien preparado y muy optimista a la Décima Cumbre Iberoamericana de Panamá. El presidente Francisco Flores preparó un discurso en el cual presenta a El Salvador como el país modelo: modelo de transición, modelo en economía neoliberal y modelo de sociedad. La oportunidad era única para decir, ante los mandatarios iberoamericanos y la prensa que los acompañaba, que los Acuerdos de Paz eran algo único, que nunca se violaron, que la economía salvadoreña es una de las economías más libres del mundo, que su banca es de primera, que las privatizaciones son un éxito rotundo, aunque, claro está, hay algunos pequeños problemas con la pobreza y los niños, que era el tema de la reunión —el trabajo infantil, los niños de la calle y la explotación sexual. Además, el presidente Flores llevaba el encargo del gobierno español, con el cual simpatiza sobremanera, de proponer una condena iberoamericana al grupo guerrillero ETA. Pero todos estos planes fueron opacados por el espectáculo protagonizado por Flores y Fidel Castro. Pudo más la inexperiencia y la frustración que la diplomacia.

    El fiasco diplomático se produjo a raíz de la captura —por las autoridades panameñas, alertadas por la seguridad cubana— de un conocido terrorista anticastrista con documentación migratoria salvadoreña, quien, entre otras cosas, es responsable de haber volado un avión con 73 personas abordo, en 1976. Las autoridades cubanas habían entregado evidencia al gobierno del ex presidente Armando Calderón Sol de que dicho terrorista usaba el territorio salvadoreño para sus actividades. Pero éste hizo caso omiso de la denuncia por razones desconocidas y, con ello, preparó el escenario para el fiasco de la diplomacia salvadoreña que, mientras propone condenar a los terroristas vascos, ella misma, de repente, se encuentra confrontada con un terrorista anticastrista. No es por lo tanto cierto que éste haya entrado a El Salvador a comprar una cédula para conseguir un pasaporte salvadoreño, tal como se defendió Flores.

    Castro, quien no tiene pelos en la lengua, reclamó a Flores la tolerancia de su gobierno y éste, indignado y expuesto ante la comunidad internacional, respondió en el mejor estilo de la política salvadoreña. En efecto, Flores acusó a Castro de haber apoyado a la guerrilla salvadoreña y lo responsabilizó de la muerte cruel y sangrienta de muchos salvadoreños —olvidándose que más responsabilidad tiene el gobierno de Estados Unidos en ese pasado. Pero para lo que el mandatario salvadoreño no estaba preparado era para la admisión pública de Castro, quien le recordó además que la historia de explotación y opresión de El Salvador no les era desconocida a los mandatarios ahí reunidos. Flores tampoco pudo explicar cómo el terrorista capturado poseía pasaporte salvadoreño, entraba y salía libremente de El Salvador y utilizaba su territorio para sus actividades terroristas. Después de un diálogo tenso, el presidente Flores zanjó la cuestión al proponer al mandatario cubano un diálogo personal, en la próxima reunión presidencial, que es lo que debió haber hecho desde el principio, además de prometer una investigación.

    Mientras tanto, en San Salvador, tal como es usual, las autoridades no han tenido más remedio que reconocer la autenticidad del pasaporte y las múltiples salidas y entradas de su usuario, pero sin poder dar explicación alguna o identificar a los responsables. La Policía Nacional Civil declaró de manera lacónica que El Salvador está abierto a delincuentes internacionales, como si impedirlo no fuera cosa suya. Migración, por su lado, tan celosa en perseguir adversarios ideológicos, tampoco ha podido explicar todavía la existencia de dos pasaportes a nombre de dos personas distintas, pero usados por el mismo terrorista, quien no es salvadoreño. Se suponía que estos pasaportes nuevos poseían un sinnúmero de medidas de seguridad, que los harían casi invulnerables. Pero está comprobado que el pasaporte salvadoreño se puede conseguir por razones de orden ideológico o comprar con bastante facilidad.

    La guerra y sus atrocidades no se han olvidado y los que menos las han olvidado son aquellos que, cuando les conviene, exigen el olvido. Pero la manera de recordar es muy diferente. Hay quien recuerda por compromiso con las víctimas y quien lo hace por conveniencia política, quien recuerda pidiendo justicia y quien lo hace por rencor, quien recuerda llevado por el deseo de que impere el derecho y quien lo hace dejándose llevar por sus emociones, quien recuerda porque considera los hechos como parte de la realidad individual, social e histórica y, por lo tanto, para quien la memoria no es un instrumento, sino una facultad fundamental de la vida humana, y quien utiliza la memoria como arma arrojadiza, instrumentalizándola como último recurso cuando se queda sin argumentos racionales.

    Esto es lo que le sucedió al presidente Flores en la Cumbre Iberoamericana. Al encontrarse expuesto y confrontado con unos hechos para los cuales no tenía respuesta, recurrió al pasado que debía haber olvidado hace ya mucho tiempo. Visiblemente alterado, el presidente salvadoreño repitió en el seno de la Cumbre que la postura de Castro era intolerable y le reclamó la paciencia que habían tenido con él, pero sin ocurrírsele que la suya también era una postura muy poco diplomática. La postura del presidente Flores es insostenible por dos razones: porque tolera el terrorismo en el país cuando éste es de derecha —la cual pareciera que no puede conseguir sus objetivos sin este recurso— y porque si es válido responsabilizar a Castro del pasado, también lo debe ser responsabilizar a los funcionarios del gobierno de Cristiani y a todos aquellos otros que cometieron atrocidades. La postura internacional del presidente Flores tampoco contribuye a la llamada reconciliación nacional de los políticos salvadoreños, quienes no han perdido el tiempo para lanzarse acusaciones mutuas sobre lo ocurrido en la guerra y para alinearse detrás de su dirigente favorito.

    Obviamente, Cuba se opuso a condenar el terrorismo vasco por ser una condena excluyente, puesto que dejaba por fuera otras formas de terrorismo y, en particular, el que la isla padece. De esta manera, agregó un elemento más al fiasco de la inexperta diplomacia salvadoreña, que pensó con gran ingenuidad que la declaración era cosa hecha. No se puede condenar un tipo de terrorismo y guardar silencio ante otro sólo porque el primero es contra un gobierno con el cual el gobierno salvadoreño simpatiza y el otro es contra otro gobierno que resulta repugnante a su sensibilidad de derecha. Tampoco se puede ir por el mundo proclamando éxitos asombrosos cuando al mismo tiempo se protege, o al menos se tolera, al terrorismo de la derecha. La otra cara de las libertades y de la redefinición del papel del Estado que el gobierno salvadoreño proclama como gran logro es la pérdida de control sobre la propia realidad. El Salvador debe comenzar por poner orden en su propia casa y aprender algo de las sutilezas de la diplomacia para no sufrir estos reveses que hacen que su gobierno dé el espectáculo público y haga el ridículo.

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SOCIEDAD


MÁS PROMESAS DE DESARROLLO PARA EL SALVADOR

[Extracto]

    El presidente Francisco Flores quiere recuperar lo que él mismo estuvo a punto de condenar al olvido. Hace algunos meses, cuando la Comisión Nacional para el Desarrollo presentó los resultados de sus jornadas de consulta por todo el país, Flores respondió con mucha retórica y poco compromiso a la interrogante latente sobre la posibilidad de que su gobierno asumiera la realización de esas propuestas. Y no era de menos. La expectativa que despertó la movilización de recursos dirigida por la referida Comisión fue suficiente para que, al comenzar su mandato, el joven estadista se viera sobrecogido por los enormes compromisos que suponía encarrilar al país en la ruta hacia un verdadero desarrollo económico y social. De hecho, la campaña electoral que le llevó la presidencia se inspiró en ese proceso de convocatoria y recopilación del pensar y sentir de múltiples sectores con respecto al estado de la nación. Pero, en el caso de Flores, su campaña de puerta en puerta jamás logró sistematizar de la misma manera —empañada como estaba por la ideología que marcaba al futuro presidente de la República— ni las necesidades últimas de los sectores más vulnerables de la población, ni mucho menos las soluciones más integrales a sus problemas.

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ECONOMÍA


“CAMINANDO SOBRE BASES SÓLIDAS
DISCURSO PRESIDENCIAL EN FELABAN

[Extracto]

    El señor Presidente de la República cerró su discurso ante la Asamblea General de la Federación Latinoamericana de Bancos con estas palabras: “es así como El Salvador camina hacia el desarrollo sobre bases sólidas”. El Diario de Hoy (16.11.00) añade una postdata: “tema para meditar”. Y no es para menos, porque hay muchas cosas que llaman la atención en este discurso presidencial. Da la impresión de que se aplica al orden económico la ley de la amnistía judicial, “perdón y olvido”, pero con un nuevo giro. No se olvida el pasado; antes de los Acuerdos de Paz, en 1992, todo era estancamiento en razón del control gubernamental, mientras que en los últimos años “se han asentado las bases de una recuperación económica, que ha sorprendido al mundo, gracias a la economía libre, el adecuado equilibrio y una baja intervención estatal. Si la historia es así, el perdón hay que aplicarlo a aquellos pasados gobiernos de la década perdida, pero ahora no hay lugar para que nadie tenga que pedir o conceder el perdón. La libertad económica nos hace a todos libres.

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COMUNICACIONES


LA DEMOCRACIA ESTADOUNIDENSE EN LA TELEVISIÓN SALVADOREÑA

    Las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos se avizoraban históricas por lo reñido de la contienda entre el demócrata Al Gore y el republicano George W. Bush. Pero lo histórico de la elección no fue el resultado, sino la ausencia del mismo. Falló una pieza fundamental del aparato de la democracia más sólida del mundo: la televisión.

    Primero fue la cadena CNN que se anticipó a dar la victoria al vicepresidente Gore en el reñido Estado de la Florida, luego vendría FOX NEWS a informar que el gobernador Bush había ganado no sólo el Estado, sino la presidencia. Gore reconoció su derrota y felicitó al vencedor. Continuó el escrutinio. Horas después, en un gesto sin precedentes, Gore retiró su reconocimiento de la victoria de Bush. Lo que siguió fue un caos, que amenaza con dirimir la elección en los tribunales y no en las urnas.

    Diversos analistas de esta curiosa elección reconocen que la televisión falló por confiar en exceso en las exit polls o encuestas a boca de urna, dado que estas sólo dan tendencias del resultado, con un margen de error alto, suficiente para fastidiar el dato en una disputa tan cerrada como la que protagonizaron Gore y Bush. Al parecer, los ciudadanos se muestran cada vez más reacios a colaborar con las constantes mediciones de opinión pública, porque las encuestas le adjudicaban a Bush una cómoda victoria.

    Si fue impresionante, normal y comprensible que las grandes cadenas televisivas estadounidenses echaran a andar todos sus recursos tecnológicos imaginables para darle cobertura a la elección del considerado presidente más poderoso del planeta, más impresionante aún fue el papelón que hicieron al tener que retractarse y reconocer que habían fallado en un momento cumbre. Y si falló la televisión con más recursos humanos y tecnológicos del mundo, ¿qué podíamos esperar de los canales locales de El Salvador?

    La noche de la elección, el enorme salón "Presidente" de un hotel capitalino estaba abarrotado de diplomáticos, ciudadanos norteamericanos, funcionarios de gobierno, magistrados, diputados, líderes de opinión y periodistas, entre otros. El evento lo organizó la embajada norteamericana para demostrar como funciona su democracia. Se dispusieron computadoras conectadas a Internet para conocer los últimos datos y televisores con las señales de cable de CNN, ABC, NBC y FOX NEWS para que los interesados pudieran llevar la cuenta, libreta en mano, de los estados que iba ganando el candidato de sus simpatías gracias al complejo sistema de elección por votos electorales.

    Los diferentes noticieros locales montaron sets en el hotel, destacaron periodistas para cubrir el evento a distancia y algunos hasta establecieron contactos telefónicos con líderes de la comunidad salvadoreña en Estados Unidos. Ante este montaje, la pregunta obligada es: ¿para quién estaban transmitiendo esto?

    Un periodista de El Noticiero del Canal 6 realizó un ejercicio interesante durante la emisión del mediodía del 7 de noviembre. Hizo un rápido sondeo en las inmediaciones del parque Libertad y constató que al salvadoreño de a pie, el común y corriente, no le interesaba quien ganara las cruciales elecciones norteamericanas. Esa gente representa a la mayoría, donde las teorías sociológicas ubican "la objetividad". Y son precisamente ellos quienes sienten que "el saludable debate político democrático" es algo aislado, intangible, que no se traduce en una mejora concreta a sus condiciones de vida. De allí viene la apatía y el desencanto hacia la política, porque la discusión es tan elevada que anda por las nubes y no toca las necesidades cotidianas de las personas de carne y hueso.

    Si la elección de nuestro propio presidente en marzo de 1999 estuvo marcada por la apatía ciudadana, ¿qué es lo que hace pensar a los que montaron esas transmisiones especiales que los salvadoreños estaban esperando ver sus reportes, avances o sus entrevistas con los analistas políticos? Dicho sea de paso, el dominio que estos analistas tienen de la realidad es sorprendente, ya que igual hablan del desafuero de un diputado, de la masiva intoxicación alcohólica, de la selección de fútbol, o de los efectos para el país que genere la victoria de tal o cual candidato a ocupar la Casa Blanca.

    Casi todas las preguntas se remitían a los posibles efectos para nuestro país en caso de que ganara Gore o Bush y casi todas las respuestas llegaban al mismo punto: la política exterior de Estados Unidos no va cambiar aunque cambie el presidente. ¿Y entonces? ¿Para eso interrumpieron las programaciones habituales, al estilo de Hugo Chávez o Fidel Castro?

    La elección del presidente de los Estados Unidos es importante, de eso no cabe duda, pero ¿qué tan determinante es, a corto plazo, en la realidad cotidiana salvadoreña o latinoamericana? Los temas que dominaron la campaña electoral de Bush y Gore no tenían nada que ver con las minorías hispanas o las relaciones con América Latina. Estamos fuera de los principales puntos de la agenda de cualquiera que sea el próximo gobernante.

    ¿Para qué preocuparnos si gana Bush o Gore si ninguno ha hecho promesas que modifiquen drásticamente la política hacia sus vecinos del sur? Si alguno hubiera prometido levantar el embargo a Cuba, suspender esa espada de Democles que es el Plan Colombia, abrir las fronteras a la migración de centroamericanos o impedir la fuga de divisas vía remesas familiares —que sería interesante— la cosa fuera diferente. Pero no hay nada de eso.

    En Estados Unidos se aplica aquello de que "hay que cambiar todo para que no cambie nada". Sea quien sea el próximo presidente, nuestros hermanos lejanos tendrán las mismas o menos posibilidades de arreglar su status migratorio y nuestros políticos harán sus viajes de lobby para abogar por ellos en los 15 minutos de audiencia que les permite un congresista antes de encender una luz roja para indicarles que su tiempo para tratar cambiar lo incambiable ha terminado.

    La cobertura de las elecciones en Estados Unidos es la culminación del proceso definido por Sartori como video-político, en el que se suplantan los programas de partido con alegres rostros de candidatos que no desarrollan sus propuestas de gobierno, sino que hablan en escuetos y contundentes sounds bites. Y nuestra televisión ni siquiera sigue ese proceso. El mismo día de la elección quieren atorar a la teleaudiencia con todos los detalles que no han informado en los reducidos segmentos de las noticias internacionales que a veces incluyen en las emisiones diarias.

    Diferente es el caso de los periódicos, que siguen la campaña política, dedican un espacio razonable a la cobertura y no sacrifican los hechos locales. En cambio, la televisión, por sus mismas características mediáticas, no puede darse ese lujo y sacrifica irremediablemente las noticias locales, ya sean segmentos o emisiones completas.

    Un periodista español, experto en cobertura de elecciones, decía que la única noticia que la gente espera la noche de una elección es saber quien ganó. Punto. Y mientras el dato no se conoce, la emisión se prolonga artificiosamente. Si a las 10:30 de la noche de ese 7 de noviembre no se sabía quien había ganado y ya era casi oficial que el resultado se conocería hasta varios días después, faltaba el dato estelar de la noche. Por eso fue comprensible que el cansado presentador de una maratónica transmisión se estuviera durmiendo al aire. Fue la mejor muestra de que ya no tenía sentido seguir con el programa. Después de todo, fue una "falla de origen" y el error de nuestras estaciones fue retransmitirlo, sin pensar el interés de la audiencia. La política en televisión acaba siendo un show y los programas se montan para competir, aunque nadie los vea.

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Colaboración de Marcos Rivera, Director de Asociación "Contraportada"

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DERECHOS HUMANOS


¿VIVIMOS EN UN PAÍS ESTABLE? (II)

    A la columna de Samayoa le siguieron declaraciones de Belisario Artiga, quien desde aproximadamente un año ocupa la titularidad en la Fiscalía General de la República (FGR). Este último las lanzó en el marco de una situación difícil para esa institución, tras publicitados reveses en casos que habían impactado en forma negativa a la sociedad entera y en los cuales él se había comprometido personalmente para resolverlos de manera satisfactoria. En esencia, ¿qué dijo hace unos días este funcionario cuyo mandato constitucional básico se sintetiza en la defensa de los intereses de la sociedad y el Estado, la salvaguarda de la legalidad, la dirección de la investigación del delito y la promoción de la acción penal? Habiendo recorrido un tercio de su período y con la institución a su cargo en medio de una situación caótica, caracterizada por el desprestigio y la pérdida de credibilidad ante los ojos de la población, no le quedaba otra más que reconocer el “cáncer” al cual se refirió Samayoa. Así, aceptó la corrupción e incapacidad que minan la estructura de esta institución clave para la buena marcha del país, aunque echándole toda la culpa a sus antecesores. Pero fue más allá. Artiga se inclinó por seguirle los pasos a uno de sus colegas más cercanos y anunció que iniciaría una depuración en la FGR, teniendo como paradigma lo realizado por Mauricio Sandoval en la Policía Nacional Civil (PNC).

    Pese a ello, continuamos afirmando que —hoy por hoy— la estabilidad predomina en El Salvador. Y aunque estamos seguros que no faltará quien nos acuse de mantener una actitud negativa, siempre es bueno explicar por qué asumimos esa posición que --más bien-- lo que intenta es ser racional y objetiva. La explicación es elemental: el hecho de que se mantenga semejante estado de cosas al interior de la Fiscalía es, en sí mismo, uno de los elementos fundamentales para que estar como estamos en la actualidad. No hay que profundizar en ello. Basta con pasar revista al lugar privilegiado que se le otorga la violencia como fórmula “rápida” y “eficaz” en la solución de los conflictos a cualquier nivel, debido a la impunidad que prevalece y a la falta de confianza de la población en el sistema.

    Si se contara con una herramienta fiscal aceptable --no se trata de pedir mucho-- en lo que toca a la capacidad para cumplir eficientemente su misión, el escenario sería muy distinto: las víctimas individuales o colectivas denunciarían más los atropellos que sufren; los delincuentes de cualquier calaña (comunes, organizados, de “cuello blanco”, uniformados, intelectuales y más) junto a sus cómplices, verían reducidas las enormes posibilidades que ahora tienen para burlarse “exitosamente” de la justicia y la sociedad; las personas en posibilidad de aportar elementos para esclarecer hechos criminales dejarían de esconderse y acudirían a declarar; los malos funcionarios estarían en la cárcel o, al menos, fuera de eso que llaman “sector justicia”, las buenas personas que integran dicho sector, a cualquier nivel, comenzarían a estar orgullosas de pertenecer al mismo y a sentir gusto por su trabajo siendo eficaces en el servicio al público; a los “profesionales” de la trampa con título de abogados, se les reducirían de verdad sus actuales márgenes amplios de maniobra. En fin, el país comenzaría a estabilizarse en este importante ámbito. Pero, por de pronto, las cosas están como están.

    Sin temor a equivocarnos, no faltará también quien nos diga que la realidad comienza a transformarse. Para ser honestos, no estamos de acuerdo y mantenemos algunas dudas que contradicen lo dicho recientemente en el editorial de un matutino. Bajo el título “La cruzada del Fiscal”, tras referirse a los males de la FGR y citar tanto “energía desatada por la depuración policial” como “la valerosa determinación” de Artiga, el texto finaliza de la siguiente manera: En ese difícil trayecto, acompañamos, desde los ámbitos de la opinión pública, al Fiscal General, que ya está haciendo historia.

    ¿Por qué adoptamos una posición que nos puede acarrear ser calificados como los agoreros de esa “cruzada”? Muy sencillo: porque hasta ahora, a lo largo de su primer año en el cargo, la actuación del fiscal Artiga se ha caracterizado por los anuncios espectaculares realmente innecesarios que, con el paso del tiempo, no han derivado en resultados positivos para las víctimas y la sociedad. Ejemplos, hay varios; de lo que recordamos, a continuación mencionamos algunos en desorden cronológico.

    Sobre los casinos, para fundamentar y adoptar una decisión, anunció la creación de una comisión de notables que nunca creó; tampoco se pronunció sobre el tema. Sobre las “escuchas telefónicas”, al siguiente día de su “destape” periodístico publicó un campo pagado pregonando que iniciaría de oficio una investigación, para luego gritar a los cuatro vientos que inspeccionaría —no allanaría— el local del Organismo de Inteligencia del Estado (OIE); no encontró nada en el sitio que sus delegados visitaron hasta que, por fin, averiguaron cuál era su ubicación. Lo mismo ocurrió con las fotos que mostró sobre una “lancha rápida” de presuntos narcotraficantes que nunca fueron detenidos.

    Divulgó, en el marco de la también publicitada depuración policial, que procesaría a los elementos del cuerpo que hubiesen incurrido en conductas delictivas; seguimos esperando. Con sus declaraciones generó grandes expectativas alrededor de los casos de la Federación de Fútbol y del diputado Francisco Merino, pero –aunque no están cerrados-- tampoco le ha ido muy bien. Conmovió a la sociedad proclamando ruidosamente que por fin, después de tanta resistencia de su parte, haría el requerimiento en el caso jesuitas y se abriría a la denuncia sobre cualquier otro caso de ese tipo, sin importar de dónde proviniera; hasta la fecha, nada de nada. También auguró, con “bombo y platillo”, que en el 2000 erradicaría el flagelo de los secuestros; a poco más de un mes para que acabe el año y pese a lo que diga el director de la Policía, ni siquiera se han reducido los niveles anteriores o tal vez hasta se han incrementado. Acaba de anunciar que investigará a 250 jueces por presentar títulos universitarios falsos para acceder al cargo; aquí aparece otra interrogante: ¿lo hará antes o después de “limpiar su casa”, porque “chucho no come chucho; y si come, no come mucho”?

    Y el más lamentable de todos los ejemplos: el caso Katya. ¿De qué sirvió —se pregunta mucha gente— que Hilda María Jiménez haya confiado en esta institución, si al final el brutal asesinato de su pequeña Katya no se pudo esclarecer y la justicia volvió a volar sobre nuestra tierra sin aterrizar en ella? ¿Por qué se perdió ese caso? ¿Incapacidad fiscal, corrupción judicial, amenazas contra testigos, involucramiento de personajes intocables, órdenes superiores que protegieron asuntos de “seguridad nacional” con la “inteligencia estatal” o la combinación de todo eso? A la fecha, el fiscal Artiga no ha dado respuesta satisfactoria a esas interrogantes; por el contrario, se acaba de publicar lo que consideramos una lamentable posición de su parte. Para él, “el caso tiene una respuesta en este momento y eso es importante”; haber perdido ese y otros casos, según se lee en un periódico local, ¡no le “quita el sueño”! Pareciera, con esto, que ya “tiró la toalla” y no cumplirá una de sus primeras promesas, entre tantas que ha hecho: impedir que los responsables de ese repudiable crimen queden impunes.

    Todo lo anterior, se puede resumir –de manera sencilla y coloquial-- citando al diputado Gerardo Suvillaga del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), quien recientemente opinó lo siguiente sobre el funcionario en cuestión: Es bocón y adelanta juicios antes de contar con las pruebas suficientes. A estas alturas, vale la pena aclarar que no nos oponemos al saneamiento profundo que anunció el fiscal Artiga; estamos, más bien, a favor de ello. Es una necesidad impostergable que desde hace bastante tiempo la venimos planteando en este y otros espacios; pero se debe hacer bien para no fallarle, de nuevo, a una población desencantada, frustrada y desesperada.

    Pese a que nunca o casi nunca han considerado en serio nuestras propuestas, sobre todo en el tema del acceso a la justicia, no desistimos. Por ello, modestamente, hacemos dos sugerencias concretas para contribuir al éxito de la recién bautizada “cruzada” del fiscal Artiga. La primera: que procure guardar sana distancia del “modelo” utilizado por Mauricio Sandoval en la PNC, por ser éste altamente discrecional y violatorio de la Constitución en lo relativo al debido proceso. Al ser discrecional pueden salir muchos elementos de la institución, entre ellos algunos malos; pero también pueden quedarse otros peores. Al violar garantías constitucionales se atenta contra la legalidad, la cual debe defender la Fiscalía; y como bien dice Hubert Lanssiers: Si tenemos que combatir caníbales, esto no nos otorga el derecho a comer carne humana.

    La segunda sugerencia: que incluya en la evaluación de todo el personal de la Fiscalía a TODO EL PERSONAL DE LA FISCALÍA. Aunque no nos consta fehacientemente, deberían ser investigadas al menos un par de cosas que se escuchan dentro y fuera de la institución para tomar las medidas correspondientes y lanzarle mensajes positivos a esa población, con sobrada razón, bastante desesperanzada. De ellas, una tiene que ver con la contratación de personas provenientes de la PNC y el OIE, en el marco de la también publicitada “Alianza para la Seguridad” del presidente Flores, dentro de la cual se apuntó a garantizar su conducción mediante el control de hecho sobre varias instituciones —entre ellas la FGR— desde la dirección general de la Policía. La otra tiene que ver con la necesidad de revisar el parentesco entre empleados de la Fiscalía y altos funcionarios de la misma, incluido hasta el fiscal Artiga.

    Pero además, en esa revisión completa y exhaustiva del personal, se debe incluir el círculo más cercano al titular de la FGR. Ahí, entre su grupo de mayor confianza, también se pueden ubicar personas de poca capacidad teórica y/o práctica que llegaron con él o que estaban desde antes; personas que han sido cuestionadas por negligencia en casos sonados, cuando ejercieron cargos en otras instituciones integrantes del “sector justicia”; personas que recientemente lo han dejado “mal parado” en casos importantes, al resolver de manera inadecuada por seguir sus consejos.

    El hecho de que señalemos las razones por las cuales no aceptamos que El Salvador avance sobre bases sólidas, no quiere decir que disfrutemos de esa situación. Por el contrario, además de lo dicho ahora sobre la Fiscalía, desde hace años hemos venido señalando —por encima de la hipocresía cómoda y la tolerancia irresponsable a la que nos han querido someter— los males que afectan a todos los componentes de sistema estatal para impartir justicia. Si de verdad hay voluntad para superarlos, cuenten con nuestra humilde contribución; si no se quiere ir más allá de “cambiar todo para no cambiar nada”, tendremos que decirlo. Porque nuestra gente, históricamente víctima de tanto atropello, ya no resiste.

    En esta atmósfera —citamos de nuevo a Lanssiers desde el Perú, aún con Fujimori— nadie sabe bien dónde se sitúan los límites de lo justo, nadie está seguro de tener derechos o de tener derecho a tener derechos. Todo el mundo teme ser víctima de una injusticia o teme que la sociedad le niegue la posibilidad de ser juzgado con equidad. Los resultados de esta confusión mental son el miedo y el odio. El miedo, porque cuando fenece el respeto institucional por la ley, entonces lo único que subsiste son la fuerza y las relaciones de fuerza. El odio, porque si el juez no está movido por el deseo de reinstaurar entre el agresor y su víctima la igualdad y la equidad, entonces no queda instancia que pueda purgar al criminal de su culpa o liberarlo de su deuda y, por lo tanto, no subsiste otra solución que odiarlo. Finalmente, la víctima cede a la tentación de recusar la mediación del juez y se hace justicia, a sí misma, con una pasión brutal y ciega.

    Ese Perú inestable, después de muchos problemas, comienza a salir adelante mediante la acción de una población organizada y decidida. Esas sí son bases sólidas para avanzar. Por eso preguntamos: El Salvador de ahora, ¿será capaz de sortear su inestabilidad y enderezar el rumbo para alcanzar aquello por lo que, hace unos pocos años, tantas y tantas buenas personas se sacrificaron? Quizás todavía estamos a tiempo de intentarlo, pero hay que hacerlo bien: con la participación de la gente desde la base y el buen funcionamiento de las instituciones a todo nivel.

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DOCUMENTO


Presentamos a continuación la segunda parte de la Resolución aprobada por la Asamblea General de la ONU, el 8 de septiembre del año 2000, titulada "Declaración del milenio"

DECLARACIÓN DEL MILENIO (II)

IV. Protección de nuestro entorno común

21. No debemos escatimar esfuerzos por liberar a toda la humanidad, y ante todo a nuestros hijos y nietos, de la amenaza de vivir en un planeta irremediablemente dañado por las actividades del hombre, y cuyos recursos ya no alcancen para satisfacer sus necesidades.

22. Reafirmamos nuestro apoyo a los principios del desarrollo sostenible, incluidos los enunciados en el Programa 21, convenidos en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo.

23. Decidimos, por consiguiente, adoptar una nueva ética de conservación y resguardo en todas nuestras actividades relacionadas con el medio ambiente y, como primer paso en ese sentido, convenimos en lo siguiente:

• Hacer todo lo posible por que el Protocolo de Kyoto entre en vigor, de ser posible antes del décimo aniversario de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, en el año 2002, e iniciar la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
• Intensificar nuestros esfuerzos colectivos en pro de la ordenación, la conservación y el desarrollo sostenible de los bosques de todo tipo.
• Insistir en que se apliquen cabalmente el Convenio sobre la Diversidad Biológica y la Convención de las Naciones Unidas de lucha contra la desertificación en los países afectados por sequía grave o desertificación, en particular en África.
• Poner fin a la explotación insostenible de los recursos hídricos formulando estrategias de ordenación de esos recursos en los planos regional, nacional y local, que promuevan un acceso equitativo y un abastecimiento adecuado.
• Intensificar la cooperación con miras a reducir el número y los efectos de los desastres naturales y de los desastres provocados por el hombre.
• Garantizar el libre acceso a la información sobre la secuencia del genoma humano.

V. Derechos humanos, democracia y buen gobierno

24. No escatimaremos esfuerzo alguno por promover la democracia y fortalecer el imperio del derecho y el respeto de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales internacionalmente reconocidos, incluido el derecho al desarrollo.

25. Decidimos, por tanto:

• Respetar y hacer valer plenamente la Declaración Universal de Derechos Humanos.
• Esforzarnos por lograr la plena protección y promoción de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de todas las personas en todos nuestros países.
• Aumentar en todos nuestros países la capacidad de aplicar los principios y las prácticas de la democracia y del respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las minorías.
• Luchar contra todas las formas de violencia contra la mujer y aplicar la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
• Adoptar medidas para garantizar el respeto y la protección de los derechos humanos de los migrantes, los trabajadores migratorios y sus familias, eliminar los actos de racismo y xenofobia cada vez más frecuentes en muchas sociedades y promover una mayor armonía y tolerancia en todas las sociedades.
• Trabajar aunadamente para lograr procesos políticos más igualitarios, en que puedan participar realmente todos los ciudadanos de nuestros países.
• Garantizar la libertad de los medios de difusión para cumplir su indispensable función y el derecho del público a la información.

VI. Protección de las personas vulnerables

26. No escatimaremos esfuerzos para lograr que los niños y todas las poblaciones civiles que sufren de manera desproporcionada las consecuencias de los desastres naturales, el genocidio, los conflictos armados y otras situaciones de emergencia humanitaria reciban toda la asistencia y la protección que necesiten para reanudar cuanto antes una vida normal.

Decidimos, por consiguiente:

• Ampliar y reforzar la protección de los civiles en situaciones de emergencia complejas, de conformidad con el derecho internacional humanitario.
• Fortalecer la cooperación internacional, incluso compartiendo la carga que recae en los países que reciben refugiados y coordinando la asistencia humanitaria prestada a esos países; y ayudar a todos los refugiados y personas desplazadas a regresar voluntariamente a sus hogares en condiciones de seguridad y dignidad, y a reintegrarse sin tropiezos en sus respectivas sociedades.
• Alentar la ratificación y la plena aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño y sus protocolos facultativos relativos a la participación de niños en los conflictos armados y a la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía.

VII. Atención a las necesidades especiales de África

27. Apoyaremos la consolidación de la democracia en África y ayudaremos a los africanos en su lucha por conseguir una paz duradera, erradicar la pobreza y lograr el desarrollo sostenible, para que de esa forma África pueda integrarse en la economía mundial.

28. Decidimos, por tanto:

• Apoyar plenamente las estructuras políticas e institucionales de las nuevas democracias de África.
• Fomentar y mantener mecanismos regionales y subregionales de prevención de conflictos y promoción de la estabilidad política, y velar por que las operaciones de mantenimiento de la paz en ese continente reciban una corriente segura de recursos.
• Adoptar medidas especiales para abordar los retos de erradicar la pobreza y lograr el desarrollo sostenible en África, tales como cancelar la deuda, mejorar el acceso a los mercados, aumentar la asistencia oficial para el desarrollo e incrementar las corrientes de inversión extranjera directa y de transferencia de tecnología.
• Ayudar a África a aumentar su capacidad para hacer frente a la propagación de la pandemia del VIH/SIDA y otras enfermedades infecciosas.

VIII. Fortalecimiento de las Naciones Unidas

29. No escatimaremos esfuerzos por hacer de las Naciones Unidas un instrumento más eficaz en el logro de todas las prioridades que figuran a continuación: la lucha por el desarrollo de todos los pueblos del mundo; la lucha contra la pobreza, la ignorancia y las enfermedades; la lucha contra la injusticia; la lucha contra la violencia, el terror y el delito; y la lucha contra la degradación y la destrucción de nuestro planeta.

30. Decidimos, por consiguiente:

• Reafirmar el papel central que recae en la Asamblea General en su calidad de principal órgano de deliberación, adopción de políticas y representación de las Naciones Unidas, y capacitarla para que pueda desempeñar ese papel con eficacia.
• Redoblar nuestros esfuerzos por reformar ampliamente el Consejo de Seguridad en todos sus aspectos.
• Fortalecer más el Consejo Económico y Social, sobre la base de sus recientes logros, de manera que pueda desempeñar el papel que se le asigna en la Carta.
• Fortalecer la Corte Internacional de Justicia a fin de que prevalezcan la justicia y el imperio del derecho en los asuntos internacionales.
• Fomentar la coordinación y las consultas periódicas entre los órganos principales de las Naciones Unidas en el desempeño de sus funciones.
• Velar por que la Organización cuente, de forma oportuna y previsible, con los recursos que necesita para cumplir sus mandatos.
• Instar a la Secretaría a que, de conformidad con normas y procedimientos claros acordados por la Asamblea General, aproveche al máximo esos recursos en interés de todos los Estados Miembros, aplicando las mejores prácticas y tecnologías de gestión disponibles y prestando una atención especial a las tareas que reflejan las prioridades convenidas de los Estados Miembros.
• Promover la adhesión a la Convención sobre la Seguridad del Personal de las Naciones Unidas y el Personal Asociado.
• Velar por que exista una mayor coherencia y una mejor cooperación en materia normativa entre las Naciones Unidas, sus organismos, las instituciones de Bretton Woods y la Organización Mundial del Comercio, así como otros órganos multilaterales, con miras a lograr criterios perfectamente coordinados en lo relativo a los problemas de la paz y el desarrollo.
• Seguir fortaleciendo la cooperación entre las Naciones Unidas y los parlamentos nacionales por intermedio de su organización mundial, la Unión Interparlamentaria, en diversos ámbitos, a saber: la paz y seguridad, el desarrollo económico y social, el derecho internacional y los derechos humanos, la democracia y las cuestiones de género.
• Ofrecer al sector privado, las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil en general más oportunidades de contribuir al logro de las metas y los programas de la Organización.

31. Pedimos a la Asamblea General que examine periódicamente los progresos alcanzados en la aplicación de lo dispuesto en la presente Declaración, y al Secretario General que publique informes periódicos para que sean examinados por la Asamblea y sirvan de base para la adopción de medidas ulteriores.

32. Reafirmamos solemnemente, en este momento histórico, que las Naciones Unidas son el hogar común e indispensable de toda la familia humana, mediante el cual trataremos de hacer realidad nuestras aspiraciones universales de paz, cooperación y desarrollo. Por consiguiente, declaramos nuestro apoyo ilimitado a estos objetivos comunes y nuestra decisión de alcanzarlos.

8a. sesión plenaria
8 de septiembre de 2000

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