Año 19

número 857

junio 2

1999

ISSN 0259-9864

 

Número Monográfico

Francisco Flores asume la presidencia

 

Editorial Sin convencer

Política Los reveses de Francisco Flores 

Política Un espectáculo para Flores

Economía Un discurso vacío

Política ¿Apertura y diálogo en el nuevo gobierno?

Derechos Humanos Se apagó el "Sol"; ¿qué sigue? (I)

Noticias

 

 

 

 

Sin convencer

No obstante haberse comprometido de manera solemne a construir una sociedad justa como la forma más expedita para dar una oportunidad a la igualdad; a esforzarse por generar esperanza y abrir horizontes, prometiendo trabajo estable, mejor educación, salud preventiva y general, reactivar el agro, fortalecer la seguridad, descentralizar el Estado, promover la cultura, el deporte y la recreación y proteger la familia —en una palabra, retomar la agenda inconclusa del gobierno anterior—; pese a haber insistido en la participación ciudadana, la responsabilidad compartida, el destino común, el protagonismo en la construcción del futuro, en síntesis, en la necesidad de una gran alianza de alcance nacional para resolver los grandes problemas de El Salvador, Francisco Flores no convenció en su primer discurso como presidente de la república.

No convenció porque no estableció prioridades, ni articuló tareas. En concreto, porque no especificó cómo piensa impulsar la agenda social manteniendo la política económica actual. Está demostrado que con esta política económica no se puede reactivar al agro, generar empleo estable, ampliar la cobertura y mejorar la calidad de la educación y la salud, ni promover el desarrollo de la micro, pequeña y mediana empresa. Para hacer todo esto es necesaria una intervención estatal directa, firme e intensa, cosa que es contraria a la ortodoxia neoliberal de su equipo económico. Una posibilidad no explicitada podría ser financiar esta agenda con los nuevos préstamos millonarios que El Salvador acaba de agenciarse en Estocolmo, a propósito del "Mitch".

Pero entonces surge otro problema que el presidente Flores evadió: la recesión económica que amenaza al país. Una fuente incuestionable para los círculos oficiales predice un crecimiento económico del 1.5 por ciento para este año, por debajo del cálculo del gobierno y muy por debajo del mínimo necesario para comenzar a erradicar la pobreza. Esto quiere decir que los índices macroeconómicos no gozan de tan buena salud como parece. El gobierno no desconoce la realidad, sino que la oculta manipulando las cifras y difundiendo información sesgada y parcial.

Al no aclarar la relación estructural entre la política económica y la social, el gobierno de Flores promete ser más de lo mismo, aunque tal vez un poco mejor. Esta percepción se ve confirmada en la composición del gabinete. En los cargos claves para dictar la política económica se encuentran funcionarios del gobierno anterior. De hecho, Flores nunca prometió revisar esta política y, aunque habló de poner fin al paternalismo y a los privilegios, lo rodean capitalistas que han prosperado gracias a la protección de los gobiernos de ARENA. Por lo tanto, de haber novedades, éstas surgirán en la esfera de lo social, al frente de cuyas carteras se encuentran funcionarios jóvenes y bien preparados. Ahora bien, su capacidad de acción está limitada por la disponibilidad de recursos.

Al discurso le cuesta mucho centrarse. Comienza preguntándose "quiénes somos para poder vislumbrar hacia dónde vamos" y "cómo debe y podrá ser El Salvador del siglo XXI" sin dar una respuesta precisa. El mandatario divaga y se refiere, sin propósito definido, a los jóvenes, la existencia y el tiempo, el individuo y la sociedad, la necesidad de "concordia" y la libertad. Cuando finalmente parece haber dado con el hilo conductor, los temas de agenda nacional fueron saliendo sin orden lógico: empleo, educación, salud, agua, descentralización, cultura, arte, deporte, recreación, familia, seguridad, macroeconomía, micro, pequeña y mediana empresa y agricultura. Otros temas igualmente importantes se le quedaron en el disco duro: corrupción, mujer e infancia, derechos humanos, medio ambiente, tratados de libre comercio, integración regional y relaciones internacionales.

No se podía esperar un tratado especializado sobre cada uno de estos temas. Lo que se echa en falta es una visión articulada del país y de lo que será su gobierno en los próximos cinco años. Se podía esperar más de un presidente a quien se aprecia por su juventud y por sus títulos universitarios extranjeros. Un presidente que sólo quiere oír la crítica que le gusta no convence. Emplazar a la oposición endilgándole que "el debate es estéril, si no edifica" y que "la crítica, si no propone y garantiza propuesta mejor, es inútil" es demasiado atrevimiento por parte de un mandatario que apenas comienza. Esta exigencia, así como el aislamiento desde el cual Flores integró su equipo de gobierno, no auguran nada bueno para la democratización. Su carácter autoritario se perfila cada vez con mayor claridad.

No se puede entrar en alianza con un presidente que promete "cuidar y sostener incólume" el legado de Cristiani y Calderón, porque eso implica ser cómplice con el encubrimiento de las violaciones masivas de los derechos humanos por parte de la Fuerza Armada de la "Tandona" y en particular con la masacre de la UCA, con la corrupción y la apropiación ilegal de la banca por parte de unos cuantos capitales y porque eso también equivale a volverse cómplice del fraude financiero y de la apropiación ilegal de los activos del Estado por parte de unos pocos privilegiados. Además, porque todo ello significa hacerse cómplice con el empobrecimiento acelerado de la mayoría de los salvadoreños. Aceptar este legado, es formar parte de lo mismo.

El nombramiento de Mauricio Sandoval como director de la Policía Nacional Civil es parte del legado de Cristiani y Calderón que Flores se compromete a conservar. Sandoval fue encargado de comunicaciones del primero y espía del segundo. Cualquiera que sea la misión encomendada al nuevo director de la policía, cualquiera que sea la expectativa que se tenga sobre él y su trabajo, su nombramiento no sólo no está justificado, sino que hace muy difícil colaborar con un gobierno que contemporiza con el crimen, la mentira y la injusticia.

La construcción de la sociedad justa que Flores se propone en los próximos cinco años es demasiado pretenciosa. Bastaría con que pusiera sus cimientos. El planteamiento —o más bien la falta de él— en su primer discurso no da pie para esperar que la sociedad se vuelva más justa y solidaria bajo su conducción. Y mientras no convenza, mientras no se vuelva creíble y confiable, las alianzas son retórica vacía.

 

 

 

 

Los reveses de Francisco Flores

No cabe duda de que lo único que no puede ser puesto en tela de juicio con respecto al Presidente de la República recién electo es su habilidad para hacer girar en torno a él a la opinión pública del país. Lo primero fue el lanzamiento de su precandidatura. No está demás recordar el optimismo que se generó ante la suposición que, por haber emanado de la nueva generación arenera, no ligada a ninguna de las argollas del partido gobernante, Francisco Flores traería la renovación al interior de ARENA.

Pero lo cierto era que "Paquito" sí estaba vinculado con algunos de los "duros" de su partido, nada menos que con el grupo de Armando Calderón Sol. Primer indicio de que su astuta movida política no respondía únicamente a la "frescura" de un arenero joven y sobresaliente. Sin embargo, con todo y lo comentado que fue tal vínculo, el cometido de que "Paco" fuera percibido por los salvadoreños como un audaz e inteligente aspirante a la presidencia se logró.

En un segundo momento, el ahora presidente empezó a presentarse como ejemplo de tolerancia, moderación y deseo democratizador. Entonces el optimismo empezó a ensancharse de nuevo y "Paquito" empezó a ser reconocido por sus cualidades conciliadoras e intelectuales. Pero no se trataba si no de otro espejismo; espejismo que se disipó cuando, durante la última fase de la campaña electoral, Flores puso toda clase de cortapisas al debate presidencial y al final —haciendo gala de la tradicional prepotencia de los miembros de ARENA— se negó a participar en él.

Una vez electo presidente, "Paco" disparó su tercer tiro de gracia a la ingenuidad de la opinión pública anunciando que la elección del gabinete estaría abierta a todas las instancias sociales que estuvieran interesadas en participar en ella. Nueva oleada de optimismo: "Paquito" contravenía la tradición arenera —representada por su "enemigo" Cristiani— e iniciaba su mandato dando muestras de que sus intenciones de rehacer la política en El Salvador eran sinceras. Nueva decepción: la polémica elección del gabinete estuvo lejos de ser lo que se esperaba.

Un solo dato basta para hacerse una idea de que el proceso de selección de los miembros del gabinete estuvo lejos de haber sido todo lo democrático que se prometió: ni siquiera la empresa privada fue tomada en cuenta en tal proceso. La misma ANEP —cuya voz siempre ha tenido eco más allá de los límites de lo saludable para la transición democrática— se quejó de que ni Flores ni ninguno de los miembros de la "comisión técnica" destinada a elegir a los nuevos titulares se dignó responder sus llamadas telefónicas. Así las cosas, ¿podían esperar los demás sectores de la sociedad ser escuchados por "Paquito" y los suyos?

Otra evidencia de que el proceso eleccionario en cuestión terminó por ser una jugada más de Flores para continuar difundiendo su imagen de amante de la democracia está en el resultado de la elección. Escobar Galindo, miembro —faltaba más— de la mencionada "comisión técnica", manifestó en una publicación reciente que lo que la acepción (alusiva al nuevo gabinete) "equipo de afuera" significaba era que "la inmensa mayoría de los componentes de ese equipo viene de fuera del partido".

Pero antes de dejarse llevar por esta apreciación, tan positiva a primera vista, es menester tener en cuenta ciertas verdades. La primera, que seis de los diez ministros electos (el de Hacienda, el de Obras públicas, el del Interior, el de Seguridad Pública, el de Salud, y la de Educación) o bien habían ocupado cargos en las pasadas administraciones de ARENA o habían sido miembros de la "comisión técnica" —lo cual significa que se eligieron a sí mismos— o son miembros activos del partido oficial. Esto sin contar a los demás cargos del gabinete en los cuales la situación no debe variar gran cosa.

El hecho de que Flores haya aceptado —¿o tenido que aceptar?— que Mario Acosta Oertel se mantuviera al frente del Ministerio del Interior, por un lado, y Mauricio Sandoval asumiera la dirección de la Policía Nacional Civil, por otro, desdice mucho de sus tan publicitados y por muchos creídos ímpetu renovador, interés de independizarse de los lineamientos del partido, deseo democratizador... Nada en la trayectoria de estos funcionarios, que ahora ocupan cargos decisivos en la consolidación de la democracia, muestra que sus ideales coincidan en algo con los que "Paquito" ha dicho defender.

Que personas tan ligadas al pasado escuadronero de ARENA continúen acaparando tanto poder no da pie más que a despertar serias dudas en relación, no sólo a las posibilidades de Flores de cumplir con sus promesas, sino y sobre todo a sus verdaderas intenciones de cumplirlas. Hasta ahora, "Paquito" ha figurado como el más bienintencionado de los políticos del país y como el más dispuesto a traducir en hechos concretos esas buenas intenciones. Pues bien, remitiéndose a los pocos hechos con los que puede contarse, no es difícil advertir que en ninguno de ellos el Presidente ha dado señales reales de cambio.

Frente las expectativas suscitadas por su supuesto lanzamiento independiente, "Paco" guardó un estratégico y conveniente silencio. Ante la demanda ciudadana de un debate presidencial, fue él quien decidió poner las condiciones más absurdas y finalmente descalificar y rechazar la posibilidad de debatir. En relación a la elección del gabinete, fue Flores quien prometió que éste sería democrático y quien, en última instancia —y basándose en un mecanismo que nunca llegó a conocerse—, optó por su equipo de trabajo, entre más de quinientos currículos. Con "Paquito" hay que ir con cautela. Dejarse llevar una vez más por el optimismo, apelando a lo "novedoso" del gabinete, podría llevar a una decepción más.

De los viejos amigos de ARENA que van a seguir ocupando cargos gubernamentales no cabe esperar grandes cambios. De los nuevos titulares que no forman parte orgánica del partido hay que decir que eso, en sí mismo, no es garantía de nada. Primero, porque muchos allegados a ARENA no militan, pero son tan o más areneros que los militantes; segundo, porque todavía está por verse si Francisco Flores no es más que una fachada bien montada que le ha permitido a su partido salir bien librado de su desgaste y obtener nuevamente la silla presidencial.

De ser así esto último, muy independientes y profesionales podrán ser los titulares, pero muy poco será lo que esa independencia y profesionalidad pueda ponerse en práctica durante sus gestiones. Muchos insisten en darle el "beneficio de la duda" al Presidente. Otros hablan de que es la hora de la esperanza y de que es muy pronto para empezar a criticar al gobierno entrante.

No pretendemos aquí arremeter contra el optimismo. ¿Qué más nos queda al fin y al cabo que esperar un buen desempeño? Después de todo, podría esperarle a El Salvador cinco años de sorpresas positivas. No obstante, prepararse para un escenario desagradable nunca está de más. También entusiasmarse demasiado pronto puede ser peligroso y Flores ha dado señales de estar dispuesto a entusiasmar sin ser luego consecuente con ello.

 

 

 

 

Un espectáculo para Flores

El enigmático Flores, poco a poco, a cuentagotas, ha ido dando señales de lo que cabrá esperar de su gestión en los próximos años. Alejado ya de los motes que al inicio de la campaña lo definían de modo inequívoco (intelectual, conciliador, renovador, por ejemplo), Flores ha terminado mostrando una personalidad más bien ambigua e impredecible. Una personalidad en la que el discurso florido y la sonrisa siempre presente no alcanzan a cubrir algunas de las taras que caracterizan a los areneros de corazón: hermetismo, autoritarismo y prepotencia.

No por coincidencia en un gran número de análisis sobre el futuro que le esperará a El Salvador bajo el gobierno de Flores se hacen presentes preguntas similares: ¿cinco años más de lo mismo? ¿abandera Flores una tendencia verdaderamente renovadora? ¿habrá un cambio en la forma en que se ha conducido el país? Para que estas interrogantes puedan contestarse de modo concluyente, evidentemente habrá que esperar al menos el balance del primer año de gestión. Sin embargo, lo que se mostró el día de la toma de posesión ya da pie para realizar un bosquejo de lo que Flores dará de sí en el próximo lustro.

Flores y sus publicistas convirtieron la toma de posesión en un acto de total exaltación a su persona que haciendo énfasis en la forma descuido el contenido. Por un lado, mediante artilugios tecnológicos hábilmente disimulados, Flores se mostró al público como un portento intelectual que era capaz de dar un discurso kilométrico sin más ayuda que su memoria (un embuste que, en sí mismo intrascendente, caló hondo en espectadores acostumbrados a las debilidades y limitaciones que caracterizan a los mandatarios salvadoreños). Por otro, quién sabe si planificado de antemano, contó con un público que le vitoreó e interrumpió con aplausos incansablemente. Lo que debió haber sido una ocasión para enunciar con seriedad y mesura las políticas concretas de su gobierno, se convirtió en una espectáculo en el que el engaño y la adulación corrieron de la mano.

Complementariamente, el evento estuvo acompañado por una cadena nacional en la que los medios televisivos y sus reporteros estrellas se rindieron a los pies de Flores. Emulando un estilo televisivo tipo "Cuatro Visión", los periodistas convertidos en voceros gubernamentales repitieron como eslóganes algunas de las frases del discurso de Flores y realizaron simulaciones de entrevistas en las que al Presidente electo se le elevaba al podio de la perfección. La adulación sin cortapisas de los presentes en la toma de posesión se vio correspondida por la adulación de los medios que participaron en la cadena nacional. Así, la transmisión de la toma de posesión se transformó en campo de glorificación del nuevo "caudillo" salvadoreño.

El discurso de Flores tampoco escapó a la preeminencia de la forma sobre el contenido. Abundante en figuras poéticas ("mítica magia milenarista") y arrebatos pseudo filosóficos ("no es el tiempo lo que ha de configurar nuestra existencia, sino lo que nosotros, contando con el tiempo, forjemos de nuestra propia vida"), el discurso pasó por alto aspectos fundamentales de la realidad salvadoreña y los que abordó lo hizo de manera distorsionada (según su alocución, los "vicios callejeros", la vagancia y las conductas antisociales de la juventud son efectos de la simple ausencia de centros de canalización del ocio). No en balde el discurso fue calificado de mera "retórica" por miembros del FMLN que asistieron al evento. Una retórica envuelta en palabras de pálido ingenio, pero retórica al fin y al cabo.

Lo que se dio en el acto de la toma de posesión era innecesario. Ni el país necesitaba que un evento de simbólica importancia nacional se dedicara al engrandecimiento y el aplauso de una figura en particular, ni a Flores le era imprescindible seguirse escudando en la palabra florida con el fin de ocultar sus planes concretos. Flores ha iniciado su mandato reproduciendo el juego de imágenes y la propaganda que lo ha acompañado desde el principio de su lanzamiento como candidato a la presidencia. Y esto es preocupante. Primero, porque en nada aclara si detrás de su figura hay una corriente de actitudes políticas e individuales diferentes. Y segundo, porque, centrado obsesivamente en sí mismo, Flores continúa dejando de lado aterrizar sobre los problemas concretos del país.

Francisco Flores se está acartonando. El espectáculo que se montó para celebrar su arribo al poder dice mucho de ello. Si cinco años con más de la misma ARENA ya sería algo grave, cinco años con el Francisco Flores que se ha visto hasta la fecha lo sería aún más. Habrá pose, espectáculo y aplauso nutrido para el "caudillo", pero poco o nada de los cambios políticos, sociales y económicos que necesita un país pobre y violento como el nuestro.

 

 

 

 

Un discurso vacío

El pasado 1 de junio el nuevo gobierno de ARENA, encabezado por Francisco Flores, presentó en su discurso de toma de posesión los principales rasgos de sus políticas de gobierno. En realidad, algunas ya se conocían, pues estaban incluidas en su programa "La nueva alianza", la cual asumía como objetivos centrales: "Aumentar el empleo y la productividad; generar oportunidades mediante la descentralización a nivel local de servicios y el incremento de la inversión social en educación, salud, agua, saneamiento básico y vivienda; garantizar la seguridad y la justicia, [y] propiciar el desarrollo en armonía con el medio ambiente".

El discurso de toma de posesión retoma la mayoría de estos aspectos, algunos con menor precisión que otros, pero son evidentes las inexcusables omisiones de las políticas de incremento de la inversión social y la armonización del crecimiento económico con la preservación del medio ambiente. Además, es notable que, a diferencia de sus predecesores, el nuevo gobierno ya no maneja explícitamente la idea de favorecer a los "más pobres de los pobres". En cambio, se hace énfasis en la promoción de la educación y el empleo como soluciones "únicas" para la marginación y la pobreza. En lo que sigue se reseñan los principales ofrecimientos del discurso de toma de posesión en materia económica y social, no sólo para examinar su relación con los objetivos centrales de la plataforma electoral, sino también para reflexionar sobre la viabilidad y efectividad de las medidas propuestas.

En el terreno social, el nuevo gobierno se propone promover el empleo "dignamente remunerado", pues, como se mencionó, lo considera como la única solución contra la marginación y la pobreza. Por otra parte, señala que para la generación de riqueza es necesaria la educación y, por ello, se propone incrementar los niveles educativos. La educación también serviría como una forma de "compensación de las desigualdades sociales". Sobre este mismo punto agregó que retomaría la reforma educativa e incorporaría nuevas tecnologías para mejorar la calidad de la enseñanza.

En lo que respecta a la salud, propone una reforma que liberalice los servicios a través de nuevos "mecanismos de financiamiento", especialmente para que municipios e iglesias se integren a un sistema nacional de salud que enfatice la prevención y promoción de la salud.

En el terreno económico se contemplan tanto aspectos de manejo macroeconómico como políticas sectoriales para el agro. Así, se señala que, aunque se ha "heredado una economía robusta", es necesaria la estabilidad y predictibilidad para confianza de inversionistas locales y extranjeros, para lo cual se propone la eliminación del riesgo cambiario. En la misma línea, ofreció modificar el marco jurídico para evitar futuras devaluaciones que, a su juicio, "favorecen a grupos e intereses especiales". Además, plantea como grandes objetivos: mantener finanzas públicas sanas, proteger la iniciativa privada pero también "facilitar el crecimiento de aquellos sectores productivos...debilitados" a través del fomento de la competitividad de la micro, pequeña y mediana empresa en "un entorno de libertad".

Las políticas sectoriales hacia el agro perseguirían generar empleo a través de mayor rentabilidad y competitividad y se agruparían en tres áreas principales: infraestructura (provisión de caminos rurales, construcción de sistemas de riego y difusión de medios para el almacenaje poscosecha), asociatividad de los agricultores para aprovechar algunas economías de escala y, finalmente, una política de financiamiento, a través de la cual se promoverá el microcrédito otorgado por el Banco de Fomento Agropecuario. Por otra parte, ofreció mejorar el sistema de información de precios, mercado y tecnología y fomentar la bolsa de productos agropecuarios.

Estos elementos del discurso del Presidente electo sirven como un primero grupo de indicadores sobre las posibles políticas que seguirá su gobierno. En primer lugar, la premisa de que el empleo es la "única alternativa contra la marginación y la pobreza" contradice totalmente la realidad del país. Según las cifras oficiales, el desempleo se encuentra en niveles cercanos al 7%; sin embargo, los niveles de pobreza a nivel nacional superan el 50%. Adicionalmente, los niveles del salario mínimo —los cuales se aplican a buena parte de los empleados— se encuentran bastante por debajo de los niveles definidos por las mismas cifras oficiales como el umbral de la pobreza. Actualmente, el salario mínimo es de 1,260 colones cuando el costo de la canasta básica ampliada supera los 3,000 colones y sólo la canasta de alimentos ronda los 1,800 colones. Es decir, los empleos remunerados con salario mínimo no permiten superar el problema de la pobreza.

La promoción de la educación, por otra parte, no garantiza por sí misma que se creen mayores condiciones para la generación de riqueza o para la compensación social; pero sí es una medida totalmente necesaria para cuando menos mejorar la inserción de El Salvador en la economía mundial, hasta ahora limitada a las inversiones internacionales en la maquila de ropa, donde las trabajadoras son remuneradas con el salario mínimo. La generación de riqueza implica, además de la promoción de la educación, el fomento de las inversiones productivas, algo que no se mencionó en el referido discurso.

Otras medidas, como la "eliminación del riesgo cambiario", la adopción de regulaciones que garanticen un "sistema de finanzas públicas sano y comprometido con el país entero" y el fomento de la competitividad de la micro, pequeña y mediana empresa, no ofrecen en realidad nada nuevo. No es la primera vez que un gobierno de ARENA ofrece mantener fijo el tipo de cambio, reducir el déficit fiscal y fomentar a la micro, pequeña y mediana empresa; de hecho, el ofrecimiento se encontraban ya entre los lineamientos de política económica del primer gobierno de ARENA (1989-1994), sin que por ello se hayan cumplido.

Otro tanto igual puede decirse del fomento de la producción agropecuaria. Los dos gobiernos precedentes han ofrecido medidas concretas para estimular el crecimiento de este sector: el gobierno de Cristiani propuso políticas sectoriales para el agro —incluso eran las más desarrolladas en el plan de gobierno—, mientras que el gobierno de Calderón Sol, en reiteradas ocasiones, ofreció reactivar el agro e incluso llegó a presentar un "Plan de Desarrollo Agropecuario".

Tanto estos últimos ofrecimientos, como el fomento de la micro y pequeña empresa, la generación de empleos "dignamente remunerados" y el control del déficit fiscal, por ejemplo, son letra muerta una década después de formulados. El agro está sumido en la crisis más grave de su historia; la micro y pequeña empresa enfrentan dificultades derivadas de la apertura de la economía y su marginación del crédito; el salario mínimo se encuentra bajo la línea de pobreza; el déficit fiscal no ha podido ser controlado y se espera que se incremente para 1999... La estabilidad y el crecimiento sólo han sido posibles por la afluencia de recursos externos y no por que se hayan adoptado políticas económicas atinadas (ver Proceso, 856).

El discurso de Francisco Flores contiene muchos aspectos que ya habían sido ofrecidos por sus antecesores y no señala cuáles serán las medidas concretas para alcanzar sus elevados objetivos. Medidas que permitan captar y canalizar mayores presupuestos hacia el área social, que incrementen los salarios o que faciliten la canalización del crédito de la banca privada hacia el agro y micro empresa, por ejemplo, son algunos de los grandes vacíos del discurso presidencial en materia económica y social.

De cara a lo anterior, no puede más que pensarse que con el nuevo gobierno viene más de lo mismo: grandes ofrecimientos que son imposibles de alcanzar con las medidas de liberalización económica a ultranza que caracterizan la práctica política de los gobiernos de ARENA.

 

 

 

 

¿Apertura y diálogo en el nuevo gobierno?

El escenario desde el cual el presidente Francisco Flores armó su discurso de toma de posesión parece no concordar con la realidad de El Salvador. Ofrecer a un país como el nuestro la garantía de continuación de un estado de libertad y de oportunidades para todos corresponde, sin duda alguna, a una visión errónea de la realidad en que vivimos. Sus emotivas exaltaciones a los valores de la libertad y el respeto, enmarcadas dentro de un idílico sistema democrático, le sirvieron para aderezar su alocución con todo tipo de invitaciones y promesas, todas ellas destinadas a ofrecer una gestión más abierta y comprometida con el pueblo salvadoreño, pero no para hacer honor al verdadero estado de la sociedad salvadoreña. La mayoría de los sectores que se revistieron de un valor estratégico para Flores desde el inicio de su campaña política tuvieron un lugar privilegiado en cada una de sus palabras: la juventud, la empresa privada, las municipalidades, los partidos de oposición y los medios de comunicación.

Desde que fue confirmado como presidente electo, Flores ha querido presentarse como el político que pondrá orden en la casa por la vía de la inclusión. Las modificaciones que ha hecho en la estructura del Organo Ejecutivo son una muestra de ese afán y, al parecer, se convierten en su tarjeta de presentación ahora que inicia sus funciones al frente de la nación. Sus exhortaciones al diálogo propositivo e incluyente entre todos los sectores de la vida nacional también apuntan hacia la instauración de una largamente prometida "nueva forma de hacer política". Todas estas son palabras que, a simple vista, están llenas de las mejores intenciones y que, de llegar a realizarse, podrían hacer de El Salvador un país donde la representación política se revista de un significado que traspase los límites de la democracia más formalista y mecánica a la que tan acostumbrados están muchos de nuestros políticos.

Pero, ¿qué tanta correspondencia tienen las palabras del mandatario con la forma como están relacionados los sectores del país? ¿puede Flores ofrecer a todos los actores sociales la garantía de que sus capacidades se podrán aprovechar al máximo sólo porque asistimos a una traspaso de poder presidencial? Ante todo, hay que reconocer que estamos en un país que vive una crisis de participación social. Flacas instituciones de representación, un desordenado cuerpo de organizaciones de la sociedad civil y un deteriorado conjunto de organizaciones laborales y campesinas dan fe de ello. La escasez de mecanismos de expresión de ideas y demandas en el plano político, unida a su concentración en estructuras tradicionales que gozan de poca credibilidad (como los partidos y los órganos mismos del Estado), imprimen más desolación a ese cuadro de "oportunidades y libertades" que el presidente proclamó el 1º de junio. Sin duda, Flores cometió su primer gran error como presidente al ofrecer un discurso retórico en lugar de un resumen de la estrategia de administración que implementará durante el próximo quinquenio.

En primer lugar, porque al hablar de apertura y participación ciudadana, el Presidente debió haber tenido en cuenta que una condición para ello es que todos los miembros de la sociedad —representados políticamente o no, agrupados en sectores con intereses afines o en expresión pública de su voluntad soberana— gocen de iguales condiciones no sólo para debatir, sino para desarrollarse y superarse. Este diálogo entre personas o sectores con iguales condiciones de desarrollo está lejos de ser una realidad. En términos generales, porque la misma carencia en la que vive una gran parte de la población nacional la pone en desventaja frente a otros actores y/o fuerzas sociales que gozan de sitios privilegiados en las instancias tradicionales de difusión de ideas y toma de decisiones. Si no existe la base que posibilite este "diálogo entre iguales", muy pocos serán los frutos que el mandatario coseche durante su gestión en esta área.

En segundo lugar, porque el llamado al diálogo incluyente y propositivo implica la capacidad de los interlocutores de atender a las razones del otro y definir prioridades en función de los intereses nacionales. Si esa capacidad no está asegurada de antemano, al menos se espera un serio compromiso para forjarla en la práctica. Desde esta perspectiva, Flores tiene una base nada confiable desde la cual proponerse como el impulsor de esa "ética" del debate. El partido del cual proviene —exaltado sin mucho recato durante su discurso de toma de posesión— no es precisamente un baluarte del debate propositivo y abierto a los mejores planteamientos. ¿Concuerda con las ideas de Flores la repetida solicitud que el jefe de fracción de ARENA hace a la población para que les dé la mayoría en la Asamblea, y así evitar esos infructuosos debates con la oposición? ¿Es esa la apertura y el diálogo que espera el Presidente?

En tercer lugar, porque se debe contar con una institucionalidad mínima que garantice la expresión y convergencia de todos los puntos de vista poder aprovechar al máximo el debate, el acuerdo y el desacuerdo. Si Flores, emocionado, recalca que se debe a la nación es porque en ella encontrará el entramado institucional necesario para que quienes la componen le puedan hacer llegar sus críticas, con la confianza de que, al menos, serán escuchados. Pero ese basamento también falla dentro del esquema que el mandatario recién juramentado planteó en su discurso. Esa estructura institucional, al menos la que se adscribe al Estado mismo, goza de muy poca credibilidad entre la población. Ni siquiera el mismo Flores se puede considerar una prueba de que las instituciones destinadas a la representación de la población (los partidos, por ejemplo) son una oferta atractiva para canalizar demandas, intereses y concepciones de la realidad.

En este marco, tampoco tiene valor alguno el llamado a los medios de comunicación de continuar, sin tapujos, su labor de "mediación entre el gobierno y nuestro pueblo". No hacía falta pedir colaboración a un sector que ha sido, históricamente, uno de los principales aliados de las causas gubernamentales. En este sentido, el Presidente no necesitaba otra demostración de apoyo que la brindada por la mayoría de medios en la producción y difusión del acto de toma de posesión. Si la institucionalidad del Estado falla en su tarea de dar respuesta a las demandas de todos los sectores del país y si la mayoría de los medios de difusión masiva se caracterizan por salvaguarda el orden establecido, ¿en dónde se supone que los ciudadanos encontrarán los canales para hacer sentir sus exigencias en las decisiones del Estado?

En definitiva, para hablar de apertura y diálogo como pilares de la gestión gubernamental que hoy vemos comenzar, es necesario que primero se evalúen las condiciones sociales que fomentan u obstaculizan tal ideal. En el marco de las reflexiones hechas arriba, nada parece indicar que lo que Flores ofreció en su primer discurso como Presidente vaya a diferenciarse de lo que sus antecesores han hecho. Ya Cristiani hablaba hasta la saciedad de El Salvador como un país de oportunidades, y Calderón Sol se jactaba de los niveles alcanzados en cuanto a libertad de expresión. Ello lo hicieron sin haber atendido a todos los indicadores que, si no expresaban lo contrario, al menos le bajaban el tono a sus afirmaciones. Y no será de otro modo mientras la pretensión de hacer pasar a nuestro país como un ejemplo de desarrollo y conciliación sea más fuerte que la necesidad de fundamentar, en base a la realidad, las propuestas y las soluciones a los problemas que le aquejan.

 

 

 

 

Se apagó el "Sol"; ¿qué sigue? (I)

Otro gobierno llegó a su fin y hay que evaluar la situación en la que deja al país; además, la coyuntura demanda examinar qué le depara a la población con la próxima administración del Ejecutivo. En el caso de Armando Calderón Sol, sería muy largo citar en este espacio la enorme cantidad de problemas que debió enfrentar durante su gestión y a los cuales no les encontró salida; sin embargo, podemos partir de la opinión de la gente para ubicar los aspectos que ésta percibe como los más negativos a lo largo del quinquenio. Con base a la información del Instituto Universitario de Opinión Pública de la UCA (IUDOP), éstos son: el incremento de la criminalidad y todo lo relacionado con el deterioro de su situación económica. Con semejantes preocupaciones vigentes y cada vez mayores, no es raro que para la mayoría de las y los salvadoreños Armando Calderón Sol no merezca una calificación por abajo del seis en una escala del cero al diez. En otras palabras: no aprobó el examen.

Sobre la situación del país, el 70% de las personas consultadas considera que ésta es peor o igual que antes. Así, la población —esa a la que casi nunca se le da la oportunidad real de expresar su sentir y que, al tratar de hacerlo, no es tomada en cuenta— se convierte en el principal referente para comprobar que el gobierno que acaba de finalizar no estuvo a la altura; ello, independientemente de las inauguraciones de puentes, calles y carreteras de última hora o de la obligada y gastada referencia a la labor de la ex primera dama de la Nación.

Por esa razón, el IDHUCA —a través de su programa radiofónico "En Voz Alta"— intentó evaluar de manera participativa la labor del autodenominado "constructor del nuevo El Salvador". El pasado 29 de mayo se abrieron los micrófonos de la YSUCA para que sus radio hablantes opinaran al respecto. La respuesta no se hizo esperar; las personas que nos llamaron, además de compartir nuestras ideas y los resultados del sondeo realizado por el IUDOP, también señalaron puntualmente otros desaciertos del ex mandatario: la tolerancia a la corrupción y la impunidad —recordemos los nulos esfuerzos de su gestión por darle cumplimiento a las recomendaciones del Grupo Conjunto para la investigación de los "escuadrones de la muerte"—, la privatización de los servicios públicos, su compromiso con los grupos de poder, la pobreza, el desempleo y el angustiante sub empleo, por mencionar algo.

Por supuesto, es obvio que existan otras voces que le otorgan el calificativo de regular a esta administración; incluso, más de alguna se atreverá a calificarla de buena. Pero esas visiones terminan siendo un espejismo, quizás fruto de la realización de las antes citadas obras de infraestructura vial hechas casi al terminar el período y que, a final de cuentas, generaron malestar a las personas que por meses tuvieron que soportar los embotellamientos en esos lugares y reclamos por parte de aquellos que ahora les toca transitar en su vehículos por pasos donde —al igual que el destruido y remodelado paso del "hermano lejano"— resultaron poco funcionales para aliviar el tráfico.

Pero estos "logros" superficiales no alcanzan para referirse a Calderón Sol como un buen presidente; mucho menos para decir que durante su mandato se consolidó la democracia en el país. Al revés: el territorio nacional —en estos momentos y pese a lo que digan los "juglares de la Corte"— se encuentra ante el peligro cierto de convertirse en el escenario de nuevas confrontaciones sociales producto de las desigualdades, la violencia y la impunidad que aún persisten, sobre todo por los desaciertos de su liderazgo político.

Al iniciar su mandato en 1994, Calderón Sol dijo que iba a "romper con la fatalidad de que el que nace pobre esté condenado a morir pobre"; cinco años después, nos encontramos ante —al menos— dos hechos que a la población mayoritaria le deterioraron la poca calidad de su vida: aumento al Impuesto al Valor Agregado (IVA) y privatización de los servicios públicos. En el área social, tampoco se pueden ubicar mejorías sustanciales; dos ejemplos: los servicios básicos de salud y agua potable, ahora más caros, continúan siendo deficientes; el acceso a una vivienda digna todavía constituye un serio un grave problema social. Ahí surge la duda en cuanto a los que verdaderamente terminaron siendo beneficiados en el "país de oportunidades" que ofreció el ex presidente; sin duda, parafraseando a su antecesor, éstos no fueron "los más pobres de los pobres".

En suma, al finalizar su mandato y en su discurso de despedida, Calderón Sol pasó por alto abordar la difícil situación en la que deja el país y enfocó su atención en destacar hechos que —por lo menos para él y para otros de su partido— constituyen los principales "logros" de su gestión. Habló de los esfuerzos por privilegiar la libertad de expresión, de la reforma educativa y de los tan promocionados programas "EDUCO" y "Escuela Saludable". En materia educativa se pueden y se deben reconocer algunos avances; sin embargo, en lo que respecta a la libertad de expresión —digan lo que digan— tenemos serias dudas pues durante su administración la gente estuvo constantemente expuesta a la violación de este derecho; en estos cinco años, se utilizaron medios violentos para arremeter contra personas o grupos que intentaron denunciar sus problemas ante el gobierno e, incluso, hasta se atentó contra el gremio periodístico en el ejercicio de su labor.

Otro aspecto que según Calderón Sol constituye un logro es haber cerrado el capítulo relativo a los compromisos adquiridos con los acuerdos de paz; según él, terminó de cumplir con todo. No obstante y sobre todo desde la perspectiva de los derechos humanos, de ninguna manera podemos coincidir con tal afirmación. Es más: los dos últimos gobiernos "areneros" dejaron una enorme deuda en este campo: la administración de Cristiani, entre otras cosas, por haber pedido y permitido la aprobación de una amnistía general e irrestricta para los responsables de las violaciones a los derechos humanos cometidas durante el conflicto político y militar; en cuanto a la de Calderón Sol, no hay duda que pudo hacer más —tuvo recursos y apoyo de la comunidad internacional— pero no lo hizo y, peor aún, dio pasos hacia atrás.

¿Por qué nos atrevemos a afirmar esto último? Pues porque durante su gestión se sentaron las bases para que ahora tengamos que lamentar el rumbo negativo por el que transitan las "hijas predilectas de los acuerdos de paz": la Policía Nacional Civil (PNC) y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH). En ese sentido, no podemos aceptar que realmente se haya avanzado en esta materia; por el contrario, lo único que se ha hecho es maquillar una situación que, en el corto o el mediano plazo, terminará siendo contraproducente para el bien común. Así las cosas, no cabe duda que las palabras del ahora ex presidente en su discurso final —"Salvadoreños: misión cumplida"— no son más que retórica de una falacia a la que pretendieron acostumbrar a una población que, en su mayoría, ya no cree; por eso, poco a poco son menos las personas que acuden a las urnas.

Analicemos las razones que nos animan a sostener lo anterior. Desde la perspectiva de los derechos humanos, no encontramos indicios que nos conduzcan a pensar que el gobierno saliente actuó en beneficio de los derechos fundamentales de las mayorías; más bien, en el camino encontramos sobradas muestras en sentido inverso. Sólo por citar algunas cosas: Calderón Sol no tuvo la capacidad de poner en orden a su ministro de Seguridad Pública, quien lejos de apoyar al director de la PNC en su lucha contra la delincuencia se dedicó —más bien— a cuestionar el papel desempeñado por la administración de la doctora Victoria Marina de Avilés al frente de la PDDH, a pedir reformas a los códigos Penal y Procesal Penal por "favorecer a los delincuentes" y a pelear con el Fiscal General de la República, la Corte Suprema de Justicia y la UCA, entre otras. Con un personaje tan polémico que no perdía oportunidad para atacar a todo el mundo, Calderón Sol debió actuar prontamente para deshacerse de él; lejos de ello, Barrera permaneció en tan importante cargo hasta el final. De haber sido otra la actitud del ex presidente, quizás no tendríamos que estar lamentando el aumento en los índices de inseguridad que afectan a la población, a la inversión y a la consolidación de lo poco que —al menos— se ha conseguido hasta ahora.

Por otro lado, durante este quinquenio también se registraron hechos en los cuales el papel de Calderón Sol y su gabinete fue fundamental para que se cometieran violaciones a los derechos humanos. ¿Quién no recuerda la intransigencia para dialogar durante la última huelga del sector salud, que puso en grave riesgo a la población? ¿se ha olvidado la pretendida "modernización del Estado", que dejó sin empleo a decenas de miles de personas? ¿de qué sirvió la Ley transitoria de emergencia contra la delincuencia y el crimen organizado? ¿por qué no vetó la reforma a la Ley Orgánica de la PDDH, aprobada por su partido para inclinar la balanza hacia un resultado tan lamentable como el nombramiento de Peñate Polanco? Con semejantes ejemplos, realmente es difícil aprobar el trabajo de esa administración pues —en gran parte— los problemas que ahora existen en materia de derechos humanos se deben, precisamente, a la falta de liderazgo de Calderón Sol y su equipo.

En esencia, ese es su legado a la sociedad salvadoreña. Hay quienes sostiene que, por suerte, ya comenzamos a ver una luz en el túnel; sin embargo, se ciernen muchas dudas acerca del nuevo gobierno y, más bien, las señales que hemos comenzado a percibir son un tanto oscuras. No hay que perderse mucho: sólo basta leer y analizar un poco el discurso de Francisco Flores el pasado martes 1 de junio —aparentemente "recitado" de memoria— para descubrir lo que parece ser la punta del "iceberg" que se nos viene encima. El contenido del mismo estaba destinado a convencernos sobre las maravillas de su plan de gobierno; pero, en esencia, únicamente consiguió enardecer a casi toda la gente presente en el ritual del cambio de banda presidencial —que más bien parecía una asamblea general "arenera" con algunas personalidades foráneas invitadas— y "endulzarle" el oído a quienes esperan nuevas oportunidades para seguir incrementando sus bienes durante los siguientes cinco años.

Lo que verdaderamente sí hizo Flores durante su intervención fue mostrar su inmensa gratitud a los gobiernos anteriores y a su "noble" partido; previamente había criticado duramente a la oposición política. Ambos hechos despertaron el "nacionalismo" de la concurrencia. Pero en materia de derechos humanos, ¿qué? En la práctica, de eso no hubo mayor cosa, fuera de la acostumbrada y diluida oratoria rebuscada, plagada de lugares comunes. Pero eso ya se veía venir: pudo advertirse cuando anunció las personas que integrarían su gabinete; fue ahí cuando nos empezamos a dar cuenta de lo que, según se observa, nos tocará vivir hasta el 2004.

De sobra es conocida la cantidad de retos que el nuevo mandatario deberá enfrentar durante estos cinco años, muchos de los cuales son significativamente urgentes. Pensamos que para ello había integrado un equipo de apoyo que, sobre todo, tenía como misión el escoger las personas que se encargarían de las diversas carteras del gobierno ejecutivo y de otras importantes dependencias. Por haberse desarrollado en un secreto casi absoluto, ese "proceso de selección" acaparó buena parte de la atención pública. Desde hace unas semanas empezaron a sonar nombres, pero no fue sino hasta el 29 de mayo que se despejaron las dudas; ese día, Flores anunció oficialmente su gabinete.

Pero las cosas no fueron tal como se esperaban. Dentro del flamante grupo de "ungidos", destacaron las designaciones en Economía, Educación y Relaciones Exteriores: ahí ubicó Flores a sus principales y más cercanos colaboradores para la selección de funcionarios; en otras palabras: parece que estos tres nombramientos ya estaban decididos desde antes y, por ello, quedaron en el camino muchos incautos que —quizás con mayores talentos— enviaron sus "curriculum". Debido a eso, hay quienes ya comienzan a dudar sobre la coherencia que pueda existir entre lo que ha dicho y lo que hará el ahora primer mandatario en funciones.

 

 

 

 

BUSEROS. La Asamblea Legislativa ha dicho que no exonerará a los conductores de buses y microbuses de pagar las multas adquiridas por haber violado la Ley de Transito. "La Asamblea está inhibida constitucionalmente de perdonarla", dijo el presidente del primer órgano, Juan Duch. El 26.05, los miembros de la Asociación de Empresarios de Autobuses Salvadoreños (AEAS) anunciaron que paralizarán sus unidades el próximo 03.05, como medida de presión para obtener el perdón de la deuda. Al respecto, el presidente de la Asamblea calificó la medida como "una presión que el pueblo tiene que rechazar". Según Duch, "perdonar la deuda sería chantajear la ley". "Ellos quieren que así como pasaron el alto, nosotros nos pasemos la Constitución, y eso no es posible. Si ellos son capaces de violar las leyes de transito, nosotros no queremos violar las leyes de la Constitución", recalcó el funcionario. Añadió que dialogar sería lo más positivo. "Personalmente, como diputado, me niego a que las faltas sean condonadas. Eso sería el caos...Hay gente que ya cumplió con su obligación ...y hoy los irresponsables no lo quieren hacer", expresó. Duch considera que este sector sí tiene capacidad de pagar la deuda, pues se dan el "lujo" de dejar de trabajar, refiriéndose al paro que pretenden realizar (LPG 28.05 p.4).

 

GABINETE. Una decena de personas revisó más de 500 currículos de igual número de candidatos que pretendían integrar el gabinete de gobierno. Federico Huguet, miembro del llamado grupo de "notables" que aconsejaría al presidente electo, Francisco Flores, reveló, el 29.05, que todo el gabinete "ha pasado por sus manos". Asimismo, negó que hubiera habido presiones en favor del nombramiento de algunos "recomendados". El proceso de elección, sin embargo, fue cuestionado por sectores que sostuvieron que, contrario a lo que anunció Flores, nunca fueron consultados. Las gremiales empresariales aseguraron que nunca fueron tomadas en cuenta en el proceso de selección de los nuevos funcionarios. Huguet dijo no saber si hubo presiones en otro ámbito, pero "en la mesa del grupo de consulta nunca apareció ese tipo de sugerencia". Por ejemplo, continuó, "nunca me enteré que el presidente Armando Calderón o el [ex] presidente Alfredo Cristiani, hubieran mandado lista de recomendados". Reveló que, previniendo la posibilidad de presiones o de currículos de "recomendados", el grupo de consulta acordó obviar los nombres que llegaran en esa calidad. Explicó que la mecánica fue la siguiente: se vinculó los perfiles para cada cargo a la problemática del país, se adaptaron al plan de gobierno y, según las necesidades que surgían, así se buscó los candidatos (LPG 29.05 p.4 y 8).

 

EJECUTIVO. El presidente electo, Francisco Flores, anunció, el 29.05, que el Ministerio de Justicia desaparecerá. Sin embargo, Flores prefiere tratar el caso como una distribución de las funciones de esta cartera de Estado entre varios Ministerios que puedan darle un impulso de modernización. Justicia ha sido, básicamente, Centro Nacional de Registros (CNR), Dirección de Centros Penales y un equipo de abogados responsable de la elaboración de proyectos de ley. El Ministerio de Economía administrará el CNR, responsable de la seguridad patrimonial de numerosas transacciones económicas. Los Centros Penitenciarios podrían quedar a cargo del Ministerio de Seguridad Pública o del Interior. "Estamos por considerar propuestas", dijo Flores. Por su parte, el equipo de abogados pasará a depender de la Secretaría de Asuntos Legislativos y Jurídicos de la Presidencia, a cargo de Rolando Alvarenga, quien se convierte en el primer funcionario en dirigir esta nueva Secretaría. El ministro de Seguridad Pública será Francisco Bertrand Galindo, quien también verá la cartera de justicia. Por otra parte, uno de los ministerios que estuvo al borde de la desaparición fue el Ministerio del Interior, que sorpresivamente sobrevivió al igual que su titular, Mario Acosta Oertel (LPG 30.05 p.4).

 

PRESIDENCIA. El nuevo presidente Francisco Flores adquirió, el 01.06, durante la toma de poder, tres compromisos a cumplir durante su gobierno. Uno de ellos se refiere al manejo y el uso del agua. "Me comprometo a iniciar la descentralización racional y gradual de los sistemas de agua potable", dijo Flores al respecto. Otro compromiso explícito se refiere al debate político entre las fuerzas de oposición. Flores, en alusión al tema, expresó que "el debate es estéril, cuando no construye, cuando no edifica. La crítica, si no propone y garantiza una propuesta mejor, es inútil... hemos de comprometernos a dar a los salvadoreños un país mejor... y sólo será posible si le damos siempre la mejor clase política, la constructora de la sociedad justa. Yo me comprometo con ustedes en esta política", anunció Flores. Un tercer compromiso claro fue con los medios de comunicación. "Desde este día me comprometo a brindarles la apertura que el país necesita, con el propósito de facilitar su labor y responder a las demandas de la opinión pública", expresó. Asimismo, en su alocución de toma de posesión, Flores enumeró sus prioridades de gobierno. "El primero y el más urgente requerimiento a nuestro gobierno consiste en promover el trabajo y alentar a toda empresa y negocio a crear empleo". El segundo está relacionado con la seguridad ciudadana (LPG 02.06 p.4 y 5).

 

SEGURIDAD. El 02.06, se realizó el traspaso de mando de la Policía Nacional Civil, cuyo nuevo director es Mauricio Sandoval. "Me comprometo públicamente a poner todo mi empeño en apoyar la gestión de seguridad pública", dijo Sandoval. Asimismo, mencionó que sus prioridades como director son reducir los índices de criminalidad, mejorar la eficiencia de los servicios policiales y fortalecer a la institución policial. Habló también de un nuevo modelo de seguridad pública con un plan estratégico. En éste figuran los propósitos de la institución policial, define los roles de cada entidad involucrada en el problema delincuencial y busca promover la coordinación interinstitucional entre las instancias que tienen que ver con la administración de justicia. Además, pretende impulsar el proyecto de la Policía Comunitaria. Dicho plan será presentado, el 03.06, por el presidente Francisco Flores y las autoridades de seguridad pública. "Hay un proceso que tendrá que ver con medidas de emergencia que hay que tomar en estos momentos", dijo al respecto el nuevo director de la Policía. Agregó que las medidas se llevarán a cabo a corto plazo e irán acompañadas de una estrategia global organizada en seis ejes: prevención social del delito, participación ciudadana, eficacia policial, eficacia fiscal, eficiencia judicial y rehabilitación social del delincuente (LPG 03.06 p.4 y 5).