PROCESO — INFORMATIVO SEMANAL EL SALVADOR, C.A.

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    El informativo semanal Proceso sintetiza y selecciona los principales hechos que semanalmente se producen en El Salvador. Asimismo, recoge aquellos hechos de carácter internacional que resultan más significativos para nuestra realidad. El objetivo de Proceso es describir las coyunturas del país y apuntar posibles direcciones para su interpretación.

    Su producción y publicación está a cargo del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. Por favor, asegúrese de mencionar Proceso al utilizar porciones de esta publicación en sus trabajos.

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Año 24
número 1092
Marzo 31, 2004
ISSN 0259-9864
 
 
 
 

ÍNDICE



Editorial: Tiempos recios para el FMLN

Política: Los cambios en la izquierda

Economía: El pensamiento único neoliberal y su impacto en la economía salvadoreña

Comentario: ¿Cuál porvenir, cuál miedo? (I)

Regional: En ruta hacia la OEA

Derechos Humanos: El costo humano de las remesas

 


Editorial


Tiempos recios para el FMLN

 

Los resultados del proceso electoral han colocado al FMLN en una crisis delicada. Sin embargo, esta crisis puede ser beneficiosa para el partido, si éste la enfrenta con madurez e inteligencia política. Una evaluación de la conducción del partido durante el proceso electoral es inevitable. Asimismo, es inevitable que esa evaluación desemboque en reacomodos internos. Una evaluación serena y seria es una necesidad que debiera enfrentarse con los menores traumas posibles, es decir, sin una nueva fragmentación, que sólo favorecería a su adversario principal, y correría el peligro de reducir al FMLN a un grupo cada vez más pequeño, aunque muy radical y beligerante. El aislamiento es lo que menos le conviene. La imposición para mantener la unidad a toda costa no es, sin embargo, una alternativa aceptable.


Si el partido abre espacios internos para ventilar y discutir sus diferencias, los descontentos no tendrían necesidad de usar la tribuna pública, que los grandes medios de comunicación les ofrecen con gusto. Estos disfrutan mostrando el espectáculo de un FMLN que se lía a gritos y golpes y que se divide una vez más, por falta de capacidad para escuchar, revisar y cambiar. No es a los que piensan como la dirigencia actual a quienes más hay que escuchar, sino a los descontentos de dentro y de fuera del partido. No es saludable que la dirección induzca los criterios para evaluar lo sucedido, ni que sus miembros más destacados asistan a las sesiones de evaluación como comisarios políticos, encargados de vigilar que nadie se aparte de la línea oficial. De lo que se trata es de abrir espacios para que la militancia exprese sus aciertos y desaciertos, sus reclamos e insatisfacciones. La crisis no se resuelve imponiendo un determinado punto de vista que niega lo evidente. Ocultar la realidad con la imposición de la línea de la dirección actual contribuye poco.


Tampoco es una medida sana desconocer lo sucedido y conformarse con el aumento de votos, de hecho, considerable, experimentado por el partido, ni atribuir al adversario toda la responsabilidad de la derrota electoral, porque entonces, dado que este último siempre tendrá más recursos, el FMLN estaría condenado a perder en cualquier elección presidencial. La dirección actual del FMLN ya se equivocó una primera vez, al interpretar los votos recibidos en marzo de 2003. A partir de esta experiencia, debiera analizar con cuidado el aumento experimentado en la elección recién pasada, en la cual duplicó con amplitud su votación de 1999. El FMLN debe preguntarse cómo es posible que estos crecimientos no sean suficientes para ganar la elección presidencial, por qué su adversario principal es más convincente que él, por qué el FMLN no contrarresta el miedo y la coacción que aquél infunde en la ciudadanía. En parte, ello se debe a que el adversario es más poderoso, pero la otra parte de la respuesta está en el FMLN. ¿No es acaso éste el partido de la gente? Entonces, ¿por qué el pueblo salvadoreño no se vuelca y respalda a su partido, en las urnas? Acusar a ese pueblo de ignorante, estúpido y perdido no es más que un desahogo inútil. El FMLN tiene un dilema: ¿cómo, siendo un partido para el pueblo salvadoreño empobrecido y excluido, son las clases medias las que más votan por él y las que menos lo hacen, las clases populares?


No se trata, pues, de remover dirigentes, ni de sustituir a unos por otros. El desafío que el FMLN tiene planteado es más complicado que en un simple recambio de dirigencia, aunque ello no está excluido. Además de evaluar su desempeño, el FMLN debe reflexionar y discutir bastante. Si su actual dirección contrastara opiniones con un interés genuino por estar a la altura de las circunstancias, su conducción sería más eficaz. No tiene mucho tiempo para ello. Apenas cuenta con un año de transición hacia los próximos comicios, pues en doce meses, el país entrará en un nuevo periodo electoral. Cuestión aparte es discutir de una buena vez si conviene tener elecciones tan seguidas, de tal manera que, en la actualidad, el país sale de una para entrar de inmediato en otra elección. Así, da la impresión que nunca termina de elegir a sus autoridades. El FMLN corre el grave riesgo de convertirse en una agrupación aislada y radical, destinada a dar el contrapunto de la política nacional, pero no a dirigir el poder ejecutivo. No hay que olvidar que el adversario político principal del FMLN también planificará el rumbo de este año de transición. El futuro de ambos partidos depende, paradójicamente, de lo que los dos hagan. Si el FMLN insiste en la estrategia del proceso electoral recién pasado, su adversario sólo tendrá que acomodar y refinar la suya, que ya probó su eficacia. El FMLN tiene una oportunidad para demostrar su madurez política y su capacidad para escuchar y concertar. Escudarse en los formalismos disciplinarios o estatutarios no es más que otra salida falsa.


Además de tener ante sí un enorme desafío, el FMLN tiene una gran responsabilidad, ya que es referente vital para muchas personas. De acuerdo a la cantidad de votos acumulados en la elección recién pasada, ahora son más que antes. Para la mayoría de ellas, el FMLN es un referente de cambio y de esperanza. Pero hay más personas que también desean cambios, pero que, en esta ocasión, no confiaron en él. Al conocer el resultado final de la elección, esta población no sólo se sintió desengañada y frustrada, sino que la invadió el derrotismo y un dolor, que no sólo hay que respetar, sino que debiera cuestionar al partido. Mucha gente está realmente adolorida por lo sucedido. Esta responsabilidad debiera ser suficiente motivo para deponer cualquier actitud caudillista, que pretendiera imponer de nuevo sus puntos de vista sobre el FMLN. Este es mucho más que su dirigencia actual. Un partido que se dice de la gente, debiera escuchar a la gente y mostrarse muy sensible a su dolor, debiera rendir cuentas a la gente de sus actos y planificar para esa misma gente y también con ella. Esta es una buena ocasión para que el FMLN demuestre al pueblo salvadoreño que tiene capacidad para administrar una crisis, y madurez para enfrentar un fracaso electoral importante, para reconocer sus errores y para continuar la lucha por el bienestar de la gente.


Esta responsabilidad de primer orden hacia el pueblo salvadoreño es razón suficiente para no atar el futuro del FMLN a una dirigencia concreta. Lo importante no es la supervivencia política de la dirigencia actual, sino la causa del partido, el cambio para el bienestar del pueblo salvadoreño. La misión está por encima de cualquier dirigencia.

G

 

Política


Los cambios en la izquierda

 

Desde el domingo 21 de marzo, fecha en que se celebraron las elecciones presidenciales, mucho se ha dicho acerca del funcionamiento de la vida política salvadoreña. También algunos han analizado la situación de los partidos, reducidos a dos contrincantes, con un nivel de polarización, sin duda, inusitado. Las opiniones más en boga, además de recalcar lo peligroso de esta nueva configuración del sistema de partidos para la democracia salvadoreña, conminan al FMLN, el partido perdedor, a iniciar un proceso de cambio interno que lo ponga a tono con la nueva realidad del país.

G

 

Economía


El pensamiento único neoliberal y su impacto en la economía salvadoreña

 

“Haz lo que hacemos, no lo que decimos”, fue el título de un artículo publicado por el premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz en el periódico español El País como reflexión de fin de año para las economías en vías de desarrollo. Su visión, en pocas palabras, se resume en que Estados Unidos ha venido jugando una doble moral en el juego económico: por un lado recetando estrictas políticas económicas para los países de economías emergentes, argumentando que ese camino les llevará al desarrollo, y por otro, implementando políticas domésticas distintas a las que predica para otros.

G

 

Comentario


¿Cuál porvenir, cuál miedo? (I)


La mayor parte de comentarios o análisis que se han hecho sobre los resultados de las elecciones presidenciales del pasado 21 de marzo suelen moverse entre dos grandes tipos de tesis. La primera dice que la amplia victoria del partido ARENA sobre el FMLN, el elevado nivel de participación electoral y la desaparición de los partidos PCN, PDC y CDU, fue el producto del respaldo del pueblo salvadoreño a las opciones de moderación y de esperanza en el porvenir que supuestamente representa ARENA y su candidato presidencial, al tiempo que representa el rechazo de la población al “populismo de izquierda” que encarna el FMLN y su candidato. Esta tesis es obviamente presentada por analistas de derecha y obviamente por la misma maquinaria mediática del partido oficial. Por el otro lado, la segunda tesis, que ha sido fuertemente promovida desde la cúpula del FMLN, sostiene que las causas fundamentales de los resultados electorales hay que buscarlos en la intensa campaña del miedo y de “terror” montada por ARENA, el gran capital y las corporaciones mediáticas, en contra del FMLN y que fue apoyada con más o menos complacencia por diversos sectores del país, incluidos aquellos que suelen estar más orientados hacia la izquierda.


Ambas tesis, sin embargo, tienen algo en común. Las dos ponen el énfasis del resultado de las elecciones en el trabajo del partido gobernante y de sus aliados. La primera lo hace en términos positivos adjudicándole a ARENA el logro de haber convencido a la población a través de su programa, su candidato y su supuesta apuesta por la “gobernabilidad democrática”; no faltan, además, voces que con menos aspaviento se jactan de la astuta y millonaria campaña de publicidad desplegada por el partido de derecha. La segunda tesis pone también el énfasis en el desempeño del mismo partido, sólo que de manera negativa, señalando que la publicidad arenera fue extremadamente sucia, ilegal e ilegítima porque estaba basada en mentiras y en el chantaje. De esta forma, la responsabilidad fundamental de la derrota no estaría en manos del FMLN o de quienes dirigieron su campaña, sino en la trampa con la cual jugaron los areneros.


Sin negar que alguno de tales razonamientos pueda tener una dosis de razón, sobre todo la segunda tesis, la limitada discusión sobre los resultados electorales en torno a esas dos lecturas sobre la realidad política muestra los alcances de la polarización que prevaleció durante el proceso electoral y que, de paso, afectó también al resultado de las elecciones. El debate sobre el desenlace de los terceros comicios presidenciales de la posguerra escasamente ha ido más allá de abordar la diversidad y complejidad de factores que estuvieron en juego para determinar el saldo político.


El desenlace de las elecciones no sólo es el producto de la convicción de algunos salvadoreños de que estaban votando por lo que ellos creían la mejor opción política, como tampoco es el simple producto de una intensa campaña basada en generar terror en la población. La consumación del proceso eleccionario presidencial de 2004 es el fruto de una serie de factores que empezaron a interactuar mucho antes del inicio de la campaña electoral formalmente establecida. Es necesario recordar que estas elecciones tomaron lugar sólo apenas un año después de los comicios municipales y legislativos, y en los que el resultado configuró un escenario radicalmente distinto al que se tiene ahora. Muchas cosas pasaron o debieron haber pasado para producir un cambio tan drástico en la configuración de las fuerzas políticas del país. Así, no es posible llegar a conclusiones simples y unilaterales cuando la realidad se ha mostrado tan compleja, dinámica y cambiante en un período tan corto de tiempo.


Con el riesgo de caer en esa misma simplicidad por las restricciones de este espacio, el presente artículo pretende poner sobre la mesa de discusión al menos seis factores que ayudarían a explicar el desenlace de las elecciones presidenciales de 2004. Sin sugerir que esos son los únicos factores que influyeron en el resultado de los comicios y sin pretender inclusive su certidumbre, es posible señalar seis variables a manera de hipótesis —mientras no se tengan evidencias más empíricas— que explicarían la resolución de los comicios recién pasados.


En primer lugar, la elección misma de los candidatos por cada uno de los partidos mayoritarios; en segundo lugar, la implementación del Plan Mano Dura y la aprobación de la Ley Antimaras por parte del gobierno; en tercer lugar, el inicio anticipado de la campaña electoral por parte de los partidos grandes; como cuarto elemento estaría la extrema polarización política basada en una dinámica de rechazos políticos; vinculado a lo anterior, en quinto lugar, estaría la aludida campaña del miedo; y finalmente, el papel que jugaron algunas encuestas preelectorales que anticipaban su supuesto empate técnico entre ARENA y el FMLN.


El proceso electoral de 2004 parte del escenario establecido por las elecciones locales y legislativas de 2003. Sin embargo, bajo ningún punto de vista es posible decir que el resultado del 2004 es la prolongación de la misma dinámica que determinó los resultados del año anterior; es más bien la ruptura de esa dinámica la que decide el rumbo en que habrían de desembocar los comicios presidenciales.


A mediados de 2003, ARENA es un partido derrotado que busca desesperadamente reconstituirse para enfrentar el desafío de la elección presidencial. Bajo ese entorno y comprendiendo la importancia que tienen las figuras personales en las elecciones presidenciales, el partido gobernante se decide por llevar como candidato a una persona que, aunque vinculada indirectamente con el partido, es capaz de atraer simpatías nuevas y foráneas al partido ARENA, sobre la base de una supuesta imagen de renovación y de cercanía con los sectores medio-bajos y bajos de la sociedad salvadoreña. ARENA comprende que para ganar las elecciones era necesario romper su techo de voto duro que apenas había logrado mantener al partido vigente en las elecciones legislativas de 2003. Bajo esa exigencia de la realidad los areneros se deciden por Saca.


Por su parte el FMLN entendió la victoria de 2003 como la prueba irrefutable de su crecimiento imparable e interpretó que, dado el probado ascenso del partido, no importaba tanto la figura personal en las elecciones presidenciales cuanto seguir planteándose como la única alternativa posible para el cambio sociopolítico en El Salvador. Bajo esa lógica, no sólo no eligieron una figura carismática y empática con la población, sino que seleccionaron a una de las figuras más controversiales del escenario político salvadoreño. En la elección de Handal, se privilegió el apego al ideario partidista antes que la necesidad de reunir la mayor cantidad de votos posibles, dado que en cualquier caso —según la tesis efemelenista—, éstos iban a ser logrados por la inercia del partido.


Estas dinámicas de selección de candidatos supusieron el primer replanteamiento del escenario político luego de las elecciones de 2003. En poco tiempo y de cara al público salvadoreño, ARENA y el FMLN dispusieron que las nuevas condiciones de la lucha política estarían marcadas por la relación entre la figura del candidato y la fortaleza del partido. Así, mientras que por el lado de la derecha, el problema fundamental era el partido y no su candidato; por el lado de la izquierda, el problema básico era el candidato y no el partido.


Lo anterior determinó los desafíos para cada uno de los bandos en contienda de cara a la campaña electoral. Mientras que ARENA debía fortalecer urgentemente la imagen de su partido y promover el potencial de su candidato, el FMLN debía mejorar significativamente la figura de su candidato, al tiempo que reforzaba la noción de que el partido finalmente se había convertido en la alternativa posible del tan ansiado cambio social.


El primer golpe y uno de los más decisivos vino de ARENA con el Plan Mano Dura. Luego de la debacle de las elecciones legislativas, el partido oficial comenzó a buscar ansiosamente una conexión restauradora con la población. El primer intento no se hizo esperar con las medidas económicas anunciadas por el presidente Flores apenas días después de los comicios. Sin embargo, el intento fue infructuoso porque básicamente la población no le creyó a ARENA un discurso que ideológicamente iba en contra de su propio comportamiento reciente; tampoco el gobierno hizo mucho por demostrar la franqueza de su proyecto. La propuesta presidencial fue relegada al olvido. El acierto estratégico vino con el abordaje del otro gran problema nacional: la delincuencia y las maras.


En la búsqueda por ganarse a la población, el gobierno presentó un plan de combate a las pandillas que iba en contra de los preceptos constitucionales y los derechos civiles, pero que aparentemente “limpiaba” de tajo el problema de las pandillas juveniles, el cual tenía angustiada a buena parte de la población. El Plan Mano Dura era básicamente autoritario en su proceder y primitivo en su marco legal, pero astuto en su estrategia publicitaria y tremendamente político en su intencionalidad. Con dicho plan, el gobierno no sólo logró remozar al partido ARENA frente a la opinión pública, sino que atacó y puso en condición de desventaja discursiva a la oposición y al FMLN, a los cuales acusó de proteger al crimen.

G

 

Regional


En ruta hacia la OEA

 

La candidatura del ex mandatario costarricense Miguel Ángel Rodríguez se perfila como una firme posibilidad para ocupar la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Rodríguez se ha ganado la adhesión de varios países centroamericanos —con la excepción de El Salvador, pues son de dominio público las aspiraciones del presidente Francisco Flores de competir por el cargo— y del cono sur.

G

 

Derechos Humanos


El costo humano de las remesas

 

Una de las consecuencias más visibles e inmediatas del proyecto que impulsa el gran poder económico del país y que padece la gran mayoría de nuestra población, es la ausencia de oportunidades de desarrollo humano. De ahí que la huida de compatriotas hacia otras tierras —esa gente que acá no encuentra posibilidad alguna de subsistencia— sea algo de lo más lamentable, peligroso y sobre todo cotidiano. Si fijamos la mirada en la historia reciente de El Salvador, veremos que las políticas excluyentes impulsadas desde antes del fin de la guerra y consolidadas en la etapa posterior, han provocado la huida masiva de centenas de miles de personas. Muchas de éstas son las que, hace ya algunas décadas, creyeron en y trabajaron por la transformación real y profunda de esta sociedad; a estas alturas y después de su odisea —la mayoría viviendo en condiciones precarias dentro del territorio estadounidense— es muy probable que estén frustradas, cansadas y distanciadas de aquella lucha.


Y es que esa gente creyó lo que le dijeron unos y otros, hace más de doce años. “¡Ganamos la paz!”, cantaban; “¡Viva el nuevo El Salvador!”, gritaban. Sin embargo, permaneció la guerra del hambre y la violencia para los más que menos tienen, frente a la concentración de riqueza y la impunidad para los menos que más tienen; así se siguió castigando al pueblo salvadoreño, sobre todo a su niñez y juventud. En ese entorno y ante la ausencia de ideas e iniciativas para superar tal situación, una enorme cantidad de salvadoreñas y salvadoreños prefirió seguir arriesgándose en una marcha sin fin hacia el norte de América, en lugar de continuar esperando el famoso “rebalse” por mínimo que este pudiera ser. Pero acá, lo único que rebalsa es el agua de los ríos durante la temporada lluviosa para arrastrar las “champas” de la pobrería que vive en sus orillas y para poner al borde del colapso los embalses de las grandes hidroeléctricas.


Por eso, el principal producto de exportación nacional está constituido por las personas que diariamente emigran a otro país en busca de la mínima oportunidad de empleo y alguna posibilidad de desarrollo. Antes la gente se organizaba para luchar por cambiar la realidad; ahora también lo hace, pero para viajar a Estados Unidos de América. Antes hubo un vasto y combativo movimiento social; ahora lo que hay es un enorme y creativo movimiento migratorio. ¿Por qué? Por el tipo de políticas públicas que sólo privilegian a unos pocos y que ha sido constante en la historia salvadoreña.


De ahí que la confirmación electoral por cuarta vez consecutiva del proyecto impuesto por el Partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), no tenga nada de nuevo desde nuestra perspectiva. Por mucha propaganda que nos obliguen a soportar, aun finalizadas las elecciones, no podemos creer que está a punto de llegar el paraíso que el Presidente electo promete. “Hombres de poca fe” nos dirán, como antes Joaquín Villalobos nos dijo “antisistema” por pedir justicia para sus víctimas cuando fue guerrillero y para las del aparato estatal. Sería una verdadera gran sorpresa que al tomar posesión del cargo, Antonio Elías Saca adopte decisiones de política económica distintas a las actuales.


Porque después del mal gobierno de Francisco Flores —quien ha intentado presentar como héroes a la gente que expulsa ese sistema asfixiante del cual es parte– el país está sumido en una grave crisis que no ha explotado, aún, por el dinero de las remesas. En los “medios de manipulación masiva” se habló mucho de éstas durante la campaña electoral recién pasada, con el evidente propósito de favorecer a ARENA y perjudicar al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN); sin embargo, muy poco se ha dicho sobre la situación personal y las condiciones de vida de aquellos y aquellas que un día se lanzaron a buscar el llamado “sueño americano”. Un estudio publicado hace poco comenzó a borrar la imagen oficial de nuestros “hermanos lejanos” exitosos, descubriendo y describiendo la pesadilla que padece la mayoría.


El documento revela, con argumentos y cifras, una buena parte de esos rostros humanos sufriendo; de esos rostros dolidos que siempre han tratado de esconder quienes se lucran, en serio y en abundancia, con ese sacrificio. Así, la investigación constata y revela que —a pesar de las precarias condiciones en las que subsisten nuestros y nuestras compatriotas— buena parte de esa gente ya comenzó a echar raíces en su actual lugar de residencia. Una nueva generación de salvadoreñas y salvadoreños que sólo conocen el país de sus padres por fotografías o Internet, es un hecho objetivo fundamentado por las estadísticas.


Eso sí, se habla bastante de su participación aunque no hagan nada —las entidades estatales— para que sea una realidad. ¿O se ha discutido siquiera formalmente, para citar algo, lo relativo al voto de esta gente? No, pero la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES) ya plantea su participación directa en los asuntos económicos. En esa línea, el “tanque de pensamiento” de la gran empresa privada nacional habla de “reorientar” las remesas. En realidad, lo que busca es mantener el envío de éstas y para ello propone otorgar facilidades crediticias o que “los hermanos lejanos” puedan recibir y gastar acá el dinero de la jubilación obtenida allá.


¿Cuál es el camino a elegir?: ¿El del envío de remesas controlado por el gobierno o el de la participación plena, tanto en las decisiones económicas como en las políticas, para quienes constituyen el salvavidas de la economía “nacional”? Esa discusión debió darse antes de las elecciones recientes; pero como se retorció premeditadamente el abordaje del tema “remesas”, ahora tiene que impulsarse como es debido. Sorprende este ejercicio de cinismo democrático que pretende aparecer como participativo, cuando nunca antes se le dio —al colectivo de compatriotas en el exterior— la mínima oportunidad para influir en el rumbo del país.


En ese marco, el embajador salvadoreño en Washington —quien, sin asomo de vergüenza, hasta el último minuto hizo abierto proselitismo a favor del ahora Presidente electo— declaró públicamente que es seguro el voto de las y los salvadoreños residentes en el exterior para las elecciones del 2009. Semejante anuncio muestra el nivel de manipulación gubernamental. ARENA sabe perfectamente que debe congraciarse con quienes constituyen el “otro El Salvador”; de lo contrario, su proyecto económico se hunde. Por tanto, semejante noticia lanzada con bombo y platillo apunta hacia esa dirección.


Pese a lo que representan las remesas para las familias que las reciben y para quienes se lucran con éstas, poca gente desea o puede escuchar cuál es su costo humano. Esos dólares enviados vienen manchados por humillaciones y maltratos de todo tipo, salarios bajos para el medio y formas aberrantes de discriminación. ¿Por qué es posible que suceda? Por una vulnerabilidad que se funda en la falta de documentos, el temor o simplemente por ignorar el sistema legal en el cual viven. Además, cada remesa también significa —para nuestra gente fuera del país— vivir en el hacinamiento y la promiscuidad para ahorrarse la renta, suprimir algún tiempo de comida y jugar “escondelero” todo el tiempo para evitar la deportación.


Ante esta situación, mucha de la población salvadoreña en el exterior reconoce que cuando emigró lo hizo para superar una crisis económica de corto plazo. Sin embargo, estando allá esa gente se dio cuenta que no hay esperanza ni futuro si regresa a su tierra natal. No pueden retornar. ¿A qué? ¿Para qué? En el mejor de los casos, vienen de visita, por el afecto familiar y la nostalgia. Pero, ¿quedarse? No.


Por si fuera poco, en este río revuelto siempre hay pescadores que hacen de la miseria y la desesperación un negocio lucrativo. Tal es el abatimiento popular, que ahora es considerado un auténtico líder de su comunidad quien comercia con la necesidad de la gente. La reciente absolución de Narcisco José Narciso Ramírez –conocido como “Chicho” y procesado por tráfico de personas indocumentadas– es un ejemplo de ello. Igual pasó hace años con el famoso narcotraficante mexicano, Rafael Caro Quintero. ¿Y por qué nos extraña que se den esas cosas si grandes delincuentes —de cuello blanco o de traje de fatiga— son “líderes” o “analistas” en el “nuevo El Salvador”? Esas son las ironías de un país donde los desterrados por su economía, que son mayoría, sostienen las riquezas y privilegios de una minoría.

G

 


 


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