La tormenta tropical "Mitch" en Centroamérica:

un balance preliminar

 

 

El Salvador

En las últimas dos semanas se han hecho sentir sobre el territorio nacional los efectos de la tormenta tropical "Mitch". Fuertes y continuas lluvias, inundaciones, deslaves y derrumbes han sido, visto el fenómeno desde su impacto físico, las notas más características. El impacto económico, aunque imposible de cuantificar totalmente en este momento, asciende a varios millones de colones: infraestructura destruida, plantaciones inundadas, ganado y aves de corral ahogados, y viviendas arrastradas por el agua. Desde el punto de vista de su impacto humano, el fenómeno climatológico ha dejado hasta el momento no menos de 225 muertos, sin contar a quienes corren el riesgo de morir por falta de medicamentos o atención médica oportuna, varios miles de damnificados (no menos de 50 mil) --con familiares cercanos desaparecidos o muertos-- e incontables menores de edad huérfanos o abandonados, en el marco de la tragedia, por sus padres.

No todo el país ha sido afectado con igual gravedad, ni todos los salvadoreños de igual forma. La tormenta tropical ha golpeado con mayor fuerza las zonas rurales del país, y dentro de éstas a la ubicadas en el oriente del territorio nacional: La Paz, Usulután, San Miguel y la Unión. En el occidente --La Libertad, Sonsonate, Santa Ana, Ahuachapán y Metapán--, aunque las lluvias han sido copiosas, los derrumbes han estado a la orden del día y las inundaciones han afectado a las poblaciones de la costa, la situación no ha alcanzado los niveles de alarma que se han generado desde el "Bajo Lempa" hasta La Unión. En la zona central, las cosas han estado relativamente tranquilas, salvo para las familias que habitan en los bordes del Río Acelhuate o en las cercanías de paredones de tierra, cuya seguridad se vuelve aflictiva cada invierno. Entre todos los afectados, los que más lo han sido son los pobres rurales. Familias campesinas que vivían en el marco de una extrema precariedad perdieron irremediablemente lo poco que tenían. Sus escasos bienes --camas de pita, hamacas, aves de corral, siembra-- fueron barridos por el agua.

¿Qué les queda a estos salvadoreños? Prácticamente nada; tendrán que empezar a reconstruir su vida desde el principio. Justamente aquí se hace necesaria y urgente la solidaridad de todos los que no hemos sido afectados brutalmente por la tormenta "Mitch". Destellos importantes de esa solidaridad se han vislumbrado en estos días en San Salvador; víveres, ropas y medicinas han sido recolectados en diferentes colonias y barrios y han sido trasladados hacia los lugares donde más se necesitan. Mucha gente --jóvenes, adultos, mujeres, religiosos y religiosas, periodistas, locutores de radio y televisión-- se ha movilizado motivada por el puro afán de ayudar a quienes están viviendo momentos difíciles. Ciertamente, en situaciones de crisis como la provocada por el fenómeno climatológico que ha afectado a nuestro país --y al resto de Centroamérica-- la ayuda que se pueda dar siempre es poca, y si bien inmediatamente se suplen una serie de necesidades vitales de vestuario, alimentación y medicina, la tarea de reconstrucción de hogares destruidos requiere de una ayuda mucho más sostenida.

Aquí es donde, más allá de la ayuda de ciudadanos bondadosos, se requiere de una política de ayuda de carácter estatal hacia los sectores afectados por la tormenta tropical. Es decir, las iniciativas ciudadanas no deben ni pueden suplir --en recursos y autoridad-- el papel y la responsabilidad del Estado en la atención y recuperación de las zonas devastadas por las inundaciones y los derrumbes. Esta es una buena oportunidad para poner a prueba el compromiso del gobierno con la recuperación del agro, cuyo deterioro, anterior al reciente desastre natural, contribuyó a crear una serie de condiciones --erosión del suelo, inexistencia de áreas boscosas, etc.-- para que su impacto fuera más destructivo. "Micht" azotó, pues, a un agro con agudos desequilibrios medioambientales; los ha agravado y aumentado las dificultades de sobrevivencia de la población rural. Los problemas del campo tienen que ubicarse, entonces, en un marco más amplio, en el interior del cual los efectos del actual fenómeno climatológico son sólo parte de una crisis agrícola más compleja.

A la luz de la tragedia, como la acaecida en El Salvador en las últimas semanas, siempre queda la duda acerca de qué pudo hacerse para evitar sus peores consecuencias. Hay quienes no han dudado en calificar de "asesina" a la tormenta tropical "Micht", como si la misma hubiese estado poseída por una voluntad de aniquilación propia de los humanos. Una tormenta tropical es un fenómeno natural, sin voluntad ni buenos o malos sentimientos, que se genera allí donde se dan determinadas condiciones climatológicas. Una vez que el fenómeno se gesta, no hay forma de controlarlo, hasta que su ciclo de desarrollo y expansión llega a su término. Azota y barre lo que encuentra a su paso; en sus fases de mayor intensidad, potentes construcciones de hierro y concreto son arrastradas por su fuerza. En estas condiciones, forzoso es reconocerlo, de poco valen todas las medidas de seguridad que puedan tomarse, siendo la única alternativa el resguardo en sitios alejados del paso de la tormenta.

En la capacidad que tienen de abandonar sus bienes y de reconstruir su vida --o continuarla en otra parte-- es que se diferencian las víctimas de desastres naturales como la tormenta tropical "Micht". Quienes tienen los recursos suficientes --hacendados y finqueros-- pueden abandonar las zonas de peligro con relativa facilidad. La mayor parte de víctimas son familias pobres, que no tuvieron más alternativa que quedarse con sus escasos bienes --pues si los perdían, perdían todo-- o no tenían medios para movilizarse de las zonas de desastre ni tenían donde llegar. Y es aquí donde la intervención gubernamental sí pudo haber hecho mucho para disminuir el impacto sobre la población rural de la tormenta "Micht": movilizando con la suficiente anticipación a las familias más desprotegidas hacia lugares más seguros, donde pudiesen reconstruir sus vidas. En lugar de eso, se ha hacinado a miles de familias en lugares improvisados, desde donde, una vez pasada la emergencia, se les devolverá a los lugares donde mal viven, hasta que un nuevo desastre nos recuerde nuevamente su existencia.

 

Los demás países centroamericanos

Para la región centroamericana, el paso del, primero huracán y luego tormenta tropical, "Mitch" por cuatro de las cinco naciones que la componen no ha dejado más que desastre y muerte. Se ha dicho que las secuelas que habrá que sortear a causa del fenómeno natural implican un retroceso de 20 años en la economía del istmo, razón por la cual se le ha calificado como el peor desastre en los últimos treinta años. Inclusive en economías que recién daban signos de recuperación, como la salvadoreña --atendiendo al menos a los indicadores macroeconómicos--, los daños registrados hasta la fecha representan un grave desequilibrio en las finanzas públicas. El comportamiento y trayectoria de "Mitch" no dejan de atemorizar a la zona, más aún con el anuncio de que éste cobra nueva fuerza y empieza a dirigirse hacia la tantas veces abatida región de la Florida (Estados Unidos).

Por estas y muchas más razones, evaluar la situación de los países más afectados es una tarea que no se puede pasar por alto. La tempestad provocada por "Mitch" apenas empieza, si tomamos en cuenta los conflictos sociales, étnicos, políticos y económicos que ya hacían mella en la estabilidad de cada país por separado. Lo que se pretendería al hacer esta rápida evaluación de la tragedia es motivar un análisis posterior acerca de la precaria condición de las economías centroamericanas y de cómo tal precariedad constituye el detonador de cualquier tipo de eventualidades.

 

Honduras

La catástrofe que azota a la población hondureña tras el paso devastador del "Mitch" ha superado con creces la que en 1974 ocasionara otro fenómeno climatológico de igual envergadura: el huracán "Fifi", cuyo saldo ascendió a los 10,000 muertos. Durante ocho días consecutivos, Honduras sufrió vientos huracanados y lluvias continuas que arrasaron comunidades enteras, devastaron totalmente el tejido industrial y agrícola e hicieron del país uno de los más perjudicados por el mortífero paso del huracán. Las cifras oficiales más recientes hacen un estimado de 6,420 muertos, 10,114 heridos, 5,807 desaparecidos, 590,863 damnificados y 812,719 evacuados. El informe, suministrado el 4 de noviembre por la Comisión Nacional de Contingencias, registra, además, que un millón 411 mil 462 personas quedaron sin vivienda.

"Mitch" afectó el 70 por ciento de la superficie hondureña. La producción agrícola, que representa cerca del 25 por ciento del total de la economía del país, se vio notablemente perjudicada. El 70 por ciento, o más, de los alimentos que produce Honduras en el campo --tanto para consumo nacional como para exportación-- se perdió a raíz del desastre. Según declaraciones del Presidente hondureño, Carlos Flores, plantaciones enteras de banano, café, melón, sandía, palma africana, tomate, granos básicos y demás cereales desaparecieron. Las cosechas de café y banano, que son las principales fuentes de ingresos en Honduras y representan un 50 por ciento del total de ganancias por exportación, se han visto casi irreparablemente afectadas.

Carlos Lanta, asistente del Ministerio de Agricultura, manifestó que Honduras necesita importar grandes cantidades de maíz y frijol, ya que miles de hectáreas de tierra agrícola quedaron destruidas. "La situación es horrible, hay daños por todas partes, casi todos los sectores se han visto afectados en todo el país: caminos, cosechas, infraestructura", señaló Lanta. Expertos agrícolas extranjeros colaboran con el Ministerio de Agricultura en la recopilación de detalles específicos de las zonas de cultivo, con el fin de obtener cifras exactas de las pérdidas. Dicha cartera de Estado comunicó, el 2 de noviembre, que la cosecha de café sufrió "pérdidas enormes", pero no pudo adelantar cifras.

Lanta precisó que las carreteras fueron destruidas junto con los cafetales y que la comunicación con las regiones cafetaleras es muy difícil, lo cual imposibilita el transporte de las zonas afectadas hacia los puertos. Las principales zonas productoras de café han sido perjudicadas, inclusive la región central de Libertad, en donde se produce el 30 por ciento del café de Honduras. El Instituto Hondureño del Café (IHCAFE) aseguró, la semana pasada, que las pérdidas en la cosecha de 1998/99 podrían resultar "increíbles" a menos que se realicen esfuerzos inmediatos para reparar los caminos y la infraestructura dañada en las zonas de cultivo de todo el país.

Fernando Sánchez, vicepresidente de la Tela Railroad Company --una de las transnacionales bananeras norteamericanas que opera en el país-- informó que, por primera vez en su historia, Honduras no exportará banano el próximo año ya que perdió toda la cosecha. Un primer balance sobre el efecto destructor del "Mitch", publicado el día 2, estableció que 8,270 viviendas fueron totalmente destrozadas, otras 3,084 dañadas y 16,330 inundadas. Agregó que 78 puentes fueron destruidos por las crecidas de los ríos y otros 71 parcialmente dañados en carreteras de distintas regiones del país.

Además, 7 importantes carreteras se destruyeron y otras 37, de menor envergadura, resultaron afectadas. Diversos analistas aseguran que "el país ha perdido el producto de 30 años de esfuerzo para construir su infraestructura productiva y de carreteras". Según el vicepresidente hondureño, Bill Hendal, los costos económicos de la catástrofe ascienden a los 850 millones de dólares, sólo en la costa atlántica. La ministra de Finanzas, Gabriela Núñez, calculó que el país necesitará al menos 2,000 millones de dólares, monto equivalente a la mitad de la actual deuda externa, para recuperarse.

Los servicios de socorro continúan intentando rescatar centenares de personas que aún permanecen subidas en los techos de las casas o amarradas a las ramas de los árboles. Los cuerpos de rescate han tenido que enfrentar innumerables obstáculos, entre ellos la escasez de medios de salvamento y las dificultades para llegar hasta donde se encuentran las víctimas. De acuerdo con informes del rotativo costarricense La Nación, "en las regiones bananeras inundadas, algunos padres sacan fuerzas de flaqueza y se lanzan a las fétidas aguas en busca de bananos verdes con los cuales alimentar a sus hijos, mientras otros, simplemente, comen hojas de los árboles".

El día 3, Carlos Flores lanzó una desesperada llamada de socorro a la comunidad internacional para poder iniciar la reconstrucción del país, la cual, según manifestó, no podrá llevarse a cabo ni en lo que queda de este año ni a principios del próximo. "Son muchísimas cabeceras municipales que comienzan a agotar la existencia de alimentos y agua potable, la propia capital de la República está en situación de desastre y calamidad", sostuvo Flores. "Las inundaciones de los ríos, derrumbes de cerros y montañas, han hecho que algunas aldeas y caseríos desaparezcan del mapa, y que barrios enteros de las ciudades ya no existan del todo", agregó. "Por los datos que hasta ahora hemos podido recabar –insistió— tenemos un panorama de muerte, desolación y ruina en todo el territorio nacional. Casi no hay territorio de Honduras que no haya sido tocado por la desgracia, el patetismo de estos datos seguramente aumentará en la medida que podamos tener acceso a sitios todavía aislados".

La amenaza de hambre se cierne sobre gran parte de la población de Honduras. Informes de los 18 departamentos del país indicaron que los alimentos escasean y que muchas tiendas de abarrotes cerraron por no poder reabastecerse. En el área rural, el desabastecimiento es más grave que en las zonas urbanas. El suministro de agua ha quedado interrumpido y la electricidad se hace presente sólo de manera esporádica. El Gobierno ha ordenado el racionamiento de combustible, agua potable y víveres. Se teme el advenimiento de graves problemas sociales en respuesta a la crisis alimentaria. Un 80 por ciento de los 6.1 millones de personas que conforman la población hondureña vive en condiciones de pobreza. La prolongación de la escasez de alimentos podría generar descomposición social, especialmente entre el sector pobre que no puede acceder a la compra de víveres para almacenar. Kalvin Wedle, vicepresidente del congreso hondureño, expresó "ni hay palabras para decir lo que nos sucede, cualquier cosa que se diga para describirla es poca".

 

Nicaragua

El desastre tras el fenómeno climatológico "Mitch" ha encontrado su principal expresión en la tragedia humana experimentada por los sectores poblacionales más desprotegidos y marginados de la región. En Nicaragua --el segundo país más pobre de Latinoamérica--, la situación fue particularmente dramática, puesto que cinco comunidades (Tolojar, Ojoche, Versalles, Los Zanjones y el Porvenir), ubicadas en las laderas del volcán Casitas, en el departamento de Chinandega, fueron virtualmente borradas del mapa cuando un alud de lodo y piedras, que se desprendió del cráter del volcán, las soterró en cuestión de minutos. Según el Vicepresidente de la República, Enrique Bolaños, en las comunidades habitaban unas 4,500 personas, de las cuales, hasta el momento, menos de 200 han sido encontradas con vida. Aproximadamente 80 Km2 de terreno quedaron cubiertos de lodo. Esa misma noche, un segundo derrumbe se produjo al otro lado del mismo volcán, aunque en esa ocasión ya todas las poblaciones del lugar habían sido evacuadas.

Dos días después, un macabro escenario rememoraba la tragedia: cerca de 200 cuerpos aparecieron flotando en un río cercano al lugar, presumiblemente llevados hasta ahí por la fuerza del alud. Un clima de incertidumbre domina al país y a la comunidad internacional debido a que las autoridades se enfrentan con el problema de establecer una cifra de fallecidos por el paso de "Mitch" más o menos exacta. Dicha dificultad no sólo se debe a la lentitud con que los organismos de socorro responden a la situación, sino también a la falta de censos confiables desde los que se pueda presumir un aproximado. En este sentido es curioso que, confirmados los datos de la catástrofe de las Casitas, las cifras oficiales no excedan los 2,500 muertos. Asimismo, se calcula que unos 500,000 hogares fueron afectados por "Mitch", aunque otros reportes indican que esta cifra se podría elevar a más del millón.

Otro de los daños impresionantes que se han registrado, y cuyos estragos ya se observan por las calles de Nicaragua, es la destrucción de buena parte de los cultivos. Sin tener todavía datos certeros, la Comisión Nicaragüense del Café (CONICAFE) reconocía que entre un 20 y 25 por ciento de la cosecha de este grano se perdería totalmente, indicando que se trataba de un dato "conservador". Matagalpa y Jinotega, dos de los departamentos más golpeados por el fenómeno meteorológico, producen el 80 por ciento de café de Nicaragua. Los daños sobre los sembradíos de hortalizas y granos básicos (frijol, maíz, sorgo, soya, ajonjolí, entre otros), reportados por la Asociación Nicaragüense de Productores y Exportadores de Productos no Tradicionales, revelaron pérdidas totales que incluso afectarían la producción futura. Al igual que el café, casi toda la cosecha de estos productos estaba concentrada en la zona más afectada por el desastre. La carestía ya se hace patente en los mercados del país.

Por su parte, el gobierno de Arnoldo Alemán se ha desenvuelto de modo muy cuestionable frente a la catástrofe nacional. Según lo reflejan los diferentes informativos, tanto locales como internacionales, la población expresa un generalizado sentimiento de abandono y desesperación a causa de la actitud del mandatario. En la comunidad de Ciudad Darío, a 100 Km de Managua, los pobladores lanzaron piedras a Alemán como muestra de rechazo por el abandono al que los había sometido en los momentos más difíciles de la crisis. Además, cuando el mandatario anunció tajante su rechazo a que los médicos de Cuba arribaran al país para atender a la población, todo indicó que, lejos de asumir una actitud comprometida y coherente con el sufrimiento de la nación, Alemán seguía atado a sus prejuicios ideológicos y a los beneficios políticos que cree poder obtener de la situación.

A esto se suma el hecho de que Nicaragua fue el país que más tardó en decretar estado de emergencia ante la inminente llegada de "Mitch", para que no se dieran malos manejos de la ayuda internacional, según expresó Alemán. Varias organizaciones no gubernamentales que operaban en los lugares donde se esperaba mayores daños por el huracán, reiteraban el llamado al presidente para que decretara estado de emergencia y agilizar con ello el trabajo de los cuerpos de socorro y la cooperación internacional.

A juicio del Cardenal Miguel Obando y Bravo, la resistencia del mandatario a declarar la emergencia nacional tenía fundamento en el matrimonio del gobierno liberal con la banca privada del país. Reconocida oficialmente la crisis, muchos créditos y préstamos se verían desviados hacia la reconstrucción del país, perjudicando los intereses de los banqueros. Las posibilidades de que la inversión extranjera creciera se verían, además, truncadas al aceptar que el país estaba lindando la ruina económica.

 

Guatemala

En Guatemala los estragos de "Mitch" no alcanzaron la magnitud que en Honduras y Nicaragua. El número de muertes reportadas oficialmente hasta el 2 de noviembre eran 157, y 250 el número de desaparecidos. No obstante, la capital guatemalteca sí resultó bastante perjudicada, quedando varias zonas de la misma con peligrosos niveles de inundación. En sus alrededores, 330 asentamientos de personas fueron escenario de varios derrumbes, los cuales dejaron como saldo 44 muertes. En daños a la infraestructura el país se encuentra en una situación precaria. El Ministerio de Comunicaciones informó que 30 tramos de carreteras y 22 puentes estaban en mal estado, lo cual mantenía aislados varios puntos de la capital y otras zonas del país. En suma, la reconstrucción de estos tramos ascendería a los 100 millones de quetzales.

Los cultivos del país tampoco lograron escapar de los embates de "Mitch", siendo el café --al igual que en Nicaragua y Honduras-- uno de los productos que más preocupación despertó entre el sector agricultor. Las pérdidas rozan los 450 millones de quetzales, según datos de la Asociación Nacional del Café, es decir, cerca del 25 por ciento de la producción para el próximo año; mientras que otros productos no tradicionales (relacionados principalmente con el cultivo de mariscos) registrarán pérdidas de hasta 40 millones de quetzales. La mayoría de lugares donde se siembra caña de azúcar están inundados parcialmente, por lo que se anunció que la cosecha de dicho producto se retrasaría unas dos semanas, o hasta que las fuertes lluvias mermen lo suficiente. La situación obligó a que el Presidente Alvaro Arzú declarara estado de calamidad en todo el país, para facilitar las labores de los grupos de rescate e incentivar a la ciudadanía a participar junto con los mismos.

Cuando lo peor había pasado, el gobierno anunció, el 4, que ejecutaría un llamado "Plan de Reconstrucción Nacional", para el que se necesitaría invertir un estimado de 75 millones de dólares. Algunos ministerios destinaron parte de su presupuesto como ayuda. Sin embargo, ni el mismo Arzú, ni los titulares del Fondo Nacional para la Paz (quienes coordinarán el Plan) pudieron dar datos concretos de las áreas que abarcarían o de qué manera beneficiarían a las 80 mil personas que resultaron afectadas por la tormenta. Por el momento, todavía se evalúa la magnitud de los daños, lo cual tuvo que preceder al anuncio del mencionado Plan, por lo que la comunidad internacional deberá mantenerse a la expectativa de la administración que se haga del mismo.

 

Costa Rica

De los países de la región centroamericana, Costa Rica fue el menos afectado por el paso devastador del "Mitch". De acuerdo con cifras no oficiales, se produjeron 4 muertes en México y otras tres en Costa Rica, Panamá y Jamaica. Belice se suma a estos como una de las naciones menos perjudicadas. Las mayores pérdidas que ha dejado el huracán en el territorio costarricense se cuentan en el agro y en la red vial. Según estimaciones preliminares, emitidas el día 2 por la Comisión Nacional de Emergencia (CNE) y autoridades del sector agropecuario, los daños se calculan en 3.5 millones de dólares.

El principal efecto en el agro se presentó en los cultivos de café, arroz y caña de azúcar. El monto total de las pérdidas en las siembras supera los 2 millones de dólares. A esta cifra hay que añadir algunos productos aún no contabilizados, como es el caso del café en el sur del país y la producción láctea en otras zonas del territorio costarricense. Jorge Fallas, director regional del Ministerio de Agricultura y Ganadería, explicó que un dato preliminar de pérdidas en plantaciones de café de maduración temprana en esa zona puede calcularse en 1.7 millones de dólares. El impacto en los cafetales se debe principalmente a que las plantas se vieron perjudicadas, a la falta de infraestructura para sacar el grano o a la proliferación de enfermedades.

Los daños en infraestructura vial fueron calculados por el Ministerio de Obras Públicas y Transporte (MOPT) en 1.2 millones de dólares, aproximadamente. Tal es la suma que habrá que invertir en 52 rutas, entre nacionales y rurales, que fueron afectadas. Varias comunidades al sur del país se vieron incomunicadas y, en otras, la población tuvo problemas para trasladarse porque las carreteras se mantenían cerradas debido a los derrumbes. En lo que respecta a la vivienda, José Antonio Lobo, Ministro del ramo, manifestó que aún no poseen un conteo definitivo de las casas afectadas, pero reportó un estimado de 96 en la zona sur.

 

Consideraciones finales

Comparativamente, en relación con el número de víctimas mortales, desaparecidos y damnificados en los otros países de Centro América, El Salvador puede considerarse afortunado en los que se refiere al impacto de la tormenta tropical "Mitch". Las cifras del desastre nacional palidecen ante la magnitud de la catástrofe que abatió a Nicaragua y Honduras. Ambos países arrojan un total combinado de 10,300 muertos, un aproximado de 7,850 desaparecidos y más de un millón y medio de damnificados (un poco menos del 5 por ciento de la población total del istmo).

Sin embargo, si para analizar las consecuencias del paso de "Mitch" por Centro América dejamos al margen las cifras y nos concentramos en lo que realmente hace que una tragedia sea tal: la suma de las circunstancias fatales de un hecho, puede con facilidad afirmarse que lo único que hizo diferente la situación de El Salvador con respecto a la de Nicaragua y Honduras fue la suerte, pues los tres países comparten las características que componen el entarimado para la presentación de una tragedia: absoluta falta de previsión ante situaciones de desastre, un gran sector de la población en agudas condiciones de vulnerabilidad frente a los embates de la naturaleza y un gobierno sin mayor preocupación por el bienestar y la seguridad de la población.

Así, pues, lo que compone la tragedia no es el número de muertos --por muy dolorosa e irreparable que en sí misma sea la muerte--, sino más bien el conjunto de circunstancias que conducen a un desenlace fatal. La relación de cuántas personas murieron por el fenómeno natural y cuántas de ellas pudieron haberse salvado si se hubieran adoptado las medidas apropiadas es lo que realmente muestra la tragedia centroamericana. De esta manera, por ejemplo, lo trágico del deslave del volcán Casitas, en Nicaragua, no ha sido el abrumador saldo de víctimas mortales, sino el que en estas muertes la acción humana sólo haya mediado por omisión; lo trágico fue que el gobierno no identificara con antelación a los poblados en las faldas del volcán como áreas de peligro y adoptara las medidas adecuadas, como evacuar a la población --poco antes de la llegada del huracán-- o realizar obras de ingeniería para la contención de deslaves --mucho antes de que se presentara la situación de emergencia.

En El Salvador, particularmente en la capital, un adelanto de lo que pudo haber pasado si "Mitch" hubiera golpeado su suelo con la misma intensidad que en Nicaragua y Honduras se presentó unas cuantas semanas antes, cuando una breve pero intensa tormenta dominical levantó el asfalto, inundó casas y multifamiliares, y derribó árboles y postes del alumbrado eléctrico en la zona de Mejicanos y Ayutuxtepeque. El suceso mostraba que las condiciones para una tragedia estaban ya dispuestas: pese a anteriores llamados al gobierno central y municipal, los multifamiliares no contaban con un muro de detención que evitara que, en caso de inundación de las calles o de rebalse de las quebradas cercanas, el agua entrara a los edificios; además, el asfalto de las calles, reparado en múltiples ocasiones, pero nunca de manera segura y permanente, se encontraba agrietado y su espesor era superficial.

Luego del paso de la tormenta tropical, el gobierno salvadoreño --al igual que el hondureño y el nicaragüense-- ha querido entender algunas de las causas del desastre como efectos. Así, por ejemplo, para el Ministerio de Obras Públicas el deterioro de las calles es un efecto directo del paso de "Mitch", cuando en realidad aquél se ha debido a la falta de normas de calidad en la construcción de las redes viales del país, lo que permite que cierto tipo de fenómenos meteorológicos --no necesariamente de fuerza devastadora-- pueda deteriorar las principales arterias de San Salvador sin ningún problema.

En lo que parece ser una mentalidad compartida, la mayoría de los gobiernos del área centroamericana entienden que los gastos para el bienestar de la población en casos de emergencia nacional sólo son necesarios cuándo el desastre se ha presentado y no cuándo pueden ponerse en marcha los mecanismos institucionales para evitarlo o menguar sus efectos. En el caso salvadoreño --no sin intención de aprovechar políticamente los daños causados por la tormenta--, el Presidente Calderón Sol y la Asamblea Legislativa no han dudado en destinar una fuerte cantidad de efectivo para ayudar a los damnificados, cuando lo más razonable hubiera sido dedicar la misma cantidad para poner a salvo a la población en las áreas de peligro, antes de la llegada de "Mitch". La diferencia entre una y otra medida sólo puede calcularse en número de muertos y cientos de miles de colones en pérdidas.

Centroamérica vive ahora una verdadera tragedia, pero una que es resultado de la conjunción de una serie de circunstancias de por sí trágicas. En este sentido, lo que "Mitch" le ha legado a la región no es una lección de lo que habrá que hacer a futuro para evitar nuevas desgracias, sino más bien un retrato --fiel y detallado-- de las miserias humanas que permiten y magnifican los desastres naturales. Datos obtenidos el 4 de noviembre revelaron que en la región los muertos ascendían a unos 10,700, contabilizando las cifras de Honduras, Nicaragua, Guatemala y El Salvador en conjunto. Asimismo, el número de desaparecidos llegaba a poco más de 8,000 y los damnificados sumaban la alarmante cifra de 2 millones 463 mil. Se presume que la décima parte de la población total del istmo, 33 millones de habitantes, se ha visto perjudicada. Los daños materiales alcanzan miles de millones de dólares en vista de que gran parte de las principales fuentes de ingresos y de la infraestructura vial de los países de la región ha quedado seriamente dañada.

En vista de tan delicada situación, las líneas fundamentales que deben seguir los gobiernos de la región deberán apuntar a la priorización de los gastos destinados a la reconstrucción de los países. El problema es que en situaciones de emergencia como las que atravesamos ahora, existen grandes probabilidades de que los recursos que servirían para paliar la crisis caigan en manos de quienes desean sacarles el mayor beneficio personal. En este sentido, sin una adecuada labor de los organismos fiscalizadores y contralores de las finanzas públicas, difícilmente podremos ver que los frutos de la "reconstrucción" alcancen a aquéllos que más los necesitan.

Con esto no pretendemos arrojar toda la responsabilidad de tan delicada tarea a los gobiernos, puesto que ni aún con el mejor esfuerzo de su parte se podrían cubrir los montos del desastre con los recursos con que cuenta la región. La colaboración internacional es fundamental para salir adelante de manera relativamente satisfactoria. El Presidente de México, Ernesto Zedillo, al hacer un llamado urgente a su homólogo estadounidense, Bill Clinton, resumía las perspectivas de la situación en el istmo de la siguiente manera: "solo una operación multinacional de gran envergadura puede evitar una tragedia humana y social sin precedentes en la historia de Centroamérica".

 

 

San Salvador, 4 de noviembre de 1998

Centro de Información, Documentación y

Apoyo a la Investigación (CIDAI)