ECA Nº 587, Septiembre 1997

 

Comentarios

 

Las críticas de derecha a la reestructuración

del COENA

 

"Como dice el dicho popular, rugió un león y parió un ratón. No hay novedades. A mi juicio es la entronización de la misma argolla improductiva, anti agraria y anti popular".

 

Gerson Martínez, diputado del FMLN

 

El domingo 21 se hizo realidad algo que por todos lados se venía anunciando: el arribo del ex presidente Alfredo Cristiani a la jefatura del Consejo Ejecutivo Nacional de ARENA (COENA). Esta nominación no es ajena a la severa crisis interna que atraviesa el partido, inducida no sólo por el fiasco electoral de marzo de 1997, sino por los escándalos de corrupción en que se han visto involucrados algunos de sus miembros más notables. Ante esta difícil situación institucional, muchos ven a Cristiani como el "salvador" del partido, sobre todo por sus dotes de líder y el respeto que le profesan los círculos financieros.

En ARENA, pues, las cosas no han marchado bien en los últimos años. El partido todopoderoso ha visto salir de sus filas a areneros otrora convencidos, quienes han hecho duras críticas tanto a la forma en que es conducido como a las turbias relaciones que existen entre el partido, los grupos financieros y la Presidencia de la República. Por supuesto, pese a los graves problemas internos, los miembros de ARENA no desaprovechan para hacer una "fiesta" de los encuentros en los que se juega el futuro de la institución partidaria. No parecen entender que el colorido, el ruido y la música, que tan buenos dividendos les trajo en el pasado, no son suficientes para ocultar la cara de angustia de quienes se van del COENA o el malestar de los grupos de interés excluidos del ejercicio de poder.

Como quiera que sea, para quienes lo eligieron y presionaron para su elección, Cristiani constituye otra "oportunidad" para ARENA. Parece no importarles –o parece que no se dan cuenta -- que la imagen del "presidente de la paz" está cada vez más desdibujada, sobre todo ahora que se ha hecho público que, mientras firmaba la paz, aprovechaba para colocarse a la cabeza de los grupos financieros. Siendo así las cosas, no es improbable que se trunque la oportunidad representada por Cristiani para sacar al partido del atolladero. Si esto sucediera, ARENA se seguiría encaminando por el despeñadero de la deslegitimación, del cual sólo podría salvarlo una auténtica renovación interna a la que su actual cúpula dirigente no parece estar dispuesta a apostar. Al fin ha estallado una crisis seria en ARENA de la cual no se augura una salida fácil para el partido de derecha.

Así las cosas, Cristiani comienza un nuevo reinado en ARENA, el cual estará marcado por un afán de disminuir el potencial político del FMLN, cuyo crecimiento parece ser una de la principales preocupaciones del nuevo presidente del COENA en vistas a las elecciones de 1999. "Creo que el FMLN no seguirá creciendo, es un partido muy dogmático, donde no caben ideas amplias", ha dicho el nuevo presidente del COENA, quizás para convencerse a sí mismo de que el desafío que plantea el partido de izquierda no es tan grave como muchos, en las filas areneras, piensan.

Sin embargo, dejando de lado lo que pueda significar el fortalecimiento político del FMLN para las aspiraciones político-electorales de ARENA, es indudable que este partido tiene que enfrentar, antes que cualquier otro desafío, las fisuras internas que, sin ser nuevas, han alcanzado en los últimos días una gravedad inusitada, que incluso han llevado a que una de las principales figuras en el debate intra arenero –Orlando de Sola— haya llegado a ubicar la raíz de los males del partido de derecha en el propio Roberto de A’ubuisson, quien "cometió el error de introducir el mercantilismo por la vía de Cristiani" (Entrevista a Orlando de Sola, El Diario de Hoy, 26 septiembre de 1997, pp. 8-9). Los principales críticos de la derecha, el interior de la derecha --el propio Orlando de Sola y Alfredo Mena Lagos-- han hecho del "mercantilismo" que propugnan los actuales líderes de ARENA su principal foco de atención.

En el ex presidente de la Superitendencia de Energía y Comunicaciones (SIGET) hay ciertamente un componente personal en su malestar con el partido, el cual se remonta a su destitución, por parte del Presidente Armando Calderón Sol, como presidente de la SIGET, pues --en su opinión-- se le "destituyó con motivos injustos, como que yo no había cumplido con mi obligación y que había gastado mucho dinero". Asimismo, de Sola no manifiesta la menor simpatía hacia el ex presidente Alfredo Cristiani, a quien considera un hombre que le "gusta mucho la acumulación de riquezas materiales, no intelectuales. Y para eso utiliza el poder político. Porque él, que era un hombre rico antes de acceder a la política, salió muchísimo más rico cuando acabó su presidencia. El dinero no debería ser el motivo de su activismo político".

Mientras tanto, Alfredo Mena Lagos también tiene motivos de sobra para estar disgustado con el partido ARENA y su dirigencia, pues fue despojado del poder con el que contaba cuando todo parecía favorecerle para que llevara adelante su trabajo como Comisionado Presidencial para la Modernización del Sector Público. Y, además, aunque dice sentir respeto por lo que hizo Cristiani cuando fue presidente, no puede ocultar su resquemor por la propensión del ex presidente a obtener privilegios empresariales valiéndose del poder político.

Los críticos de derecha más acérrimos de la situación actual de ARENA tienen, pues, motivos personales muy fuertes para estar indispuestos contra el partido que antes les dio protección y cobijo. Pero más allá de los innegables resentimientos, tanto Orlando de Sola como Mena Lagos esgrimen un cuestionamiento más de fondo contra la actual cúpula arenera: haber desviado al partido hacia el "mercantilismo", en desmedro de los valores liberales que inicialmente lo animaron. Mena Lagos lo dice del siguiente modo: "los orígenes de ARENA son eminentemente nacionalistas pero principalmente liberales, y su éxito en el futuro dependerá de su capacidad para conjugar estas dos tendencias" (Alfredo Mena Lagos, "¿Qué es ARENA?", El Diario de Hoy, 10 de septiembre de 1997, p. 14).

De Sola, con el libro de Adam Smith, The theory of moral sentiments, bajo el brazo, arremete en contra el mercantilismo, es decir, contra esa "especie de socialismo monárquico, donde el rey de turno otorga a sus amigos todo tipo de privilegios, en detrimento de los ciudadanos. Lo mismo pasa hoy cuando se protegen determinadas actividades consideradas de interés nacional, pero que terminan por beneficiar a un grupo específico, y perjudican al resto de la gente porque impiden la competencia". Así, si hay un reparo importante del ex superintentente de energía y telecomunicaciones al arribo de Cristiani a la presidencia del COENA, éste es de tipo ético, puesto que por ser el nuevo jerarca de ARENA un auspiciador del mercantilismo, no sólo puede condescender con la corrupción –"el mercantilismo tiene un grado de corrupción"--, sino que será proclive a "valerse del poder político para entrar en algunos sectores económicos en exclusividad. Es lo que en economía se llama abuso de la situación monopólica u oligopólica".

Sin llegar a fundamentar su posición en el liberalismo clásico, las reservas de Mena Lagos a la llegada de Cristiani al COENA apuntan en la misma dirección de las hechas por de Sola. "Al asumir Alfredo Cristiani la presidencia del COENA –sostiene Mena Lagos--, es evidente que la derecha mercantilista se ha tomado el partido y que las posibilidades de un cambio real en su conducción política se ven eliminadas". Esa derecha mercantilista es la que se opone a la implantación de una verdadera economía de mercado en el país; es la que controla los bancos con una privatización amañada; la que impide el ingreso de las líneas aéreas en el mercado centroamericano; la que bloquea la búsqueda de nuevos proyectos privados; la que se opone a la liberalización del comercio; y la que, en definitiva, está entregando el país a la izquierda, dado el repudio electoral del que goza. Es decir, los recambios cupulares en ARENA no significan más que la entronización de una oligarquía política que estará al servicio de una oligarquía económica formada de "empresarios sin escrúpulos" (Alfredo Mena Lagos, "¡Basta ya!",

El Diario de Hoy, 22 de septiembre de 1997, p. 28).

En suma, las críticas de Orlando de Sola y de Alfredo Mena Lagos a la reestructuración del COENA tienen como propósito destacar el quiebre de rumbo sufrido por ARENA una vez que se enquistaron en su interior grupos políticos y empresariales enemigos de la liberalización de la economía nacional. De donde resulta que los problemas del país obedecerían a la inexistencia una verdadera economía de mercado, abierta, competitiva y eficiente, de la cual el respeto a las leyes y una sólida moral pública y privada serían el complemento ideal. Y, lo peor de todo, es que ambas cosas encontrarían en la nueva cúpula arenera –de la cual cabría esperar un compromiso decidido con el mercado y el Estado de derecho— obstáculos difíciles de superar. Las argollas políticas y económicas –que se protegen y benefician entre sí— y la corrupción y los negocios ilícitos son dos caras de un mismo comportamiento económico: el mercantilista, que se resiste a enfrentar con iniciativa y creatividad los desafíos que plantea un mundo globalizado.

No cabe duda de que la postura asumida por estos dos miembros de la derecha es algo novedoso en El Salvador. A ARENA le han llovido fuertes críticas desde su fundación, pero en su gran mayoría las mismas provenían de sectores considerados de izquierda o de centro izquierda. Si algún malestar surgía en los círculos de derecha, o bien pasaba desapercibido o bien se decantaba hacia manifestaciones de descontento personal, sin llegar a alcanzar una formulación más sistemática y fundamentada. De Sola y Mena Lagos han hecho algo más que mostrar resentimiento con el partido y sus dirigentes; han formulado una crítica que va al centro de lo que es o debería ser la identidad de ARENA; es una crítica desde el liberalismo a una institución política que, proclamando su apuesta por el mercado y la libre empresa, ha terminado propiciando la proliferación de prácticas mercantilistas. Se trata, entonces, de una crítica de derecha al partido de derecha por excelencia en El Salvador.

Seguramente de Sola y Mena Lagos no son ajenos a las inquietudes que desde hace algún tiempo viene manifestando el escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien ha hecho de la crítica al mercantilismo predominante en América Latina uno de sus ejes de discusión preferidos. Defendiendo su compromiso con los valores liberales, Vargas Llosa sostiene que "lo esencial es que, en todo momento, los derechos económicos sean tan respetados como los derechos civiles y políticos, que todos los ciudadanos vean siempre garantizado su acceso al mercado, de manera que el conjunto de la sociedad tenga la certidumbre de que el éxito económico del individuo o de una empresa resulta siempre –y únicamente— de su talento y de su esfuerzo, es una victoria de buena ley en competencias sin amañe, y no del privilegio, es decir, del monopolio o de la prebenda política" (Mario Vargas Llosa, Desafíos a la libertad, México, 1994, p. 208). El libre acceso al mercado y la libre competencia se convierten, así, en los mecanismos privilegiados tanto para combatir la corrupción y la abulia cívica como para promover la movilidad social, cuyo principal obstáculo es, según Vargas Llosa, el mercantilismo, "ese contubernio mafioso entre las élites económicas y políticas para favorecerse recíprocamente, prostituyendo el mercado, reemplazando la libre competencia por el favor".

Las críticas del autor de, entre otros clásicos de la literatura latinoamericana, La Casa verde, La tía Julia y el escribidor, y Conversación en la catedral, tocan de lleno a las prácticas tradicionales de los empresarios latinoamericanos, los cuales –amparados en la protección estatal— se acostumbraron a las ganancias fáciles, al parasitismo y a la corrupción. Nada más alejado del empresario emprendedor, disciplinado y respetuoso de la legalidad; nada más alejado del ideal de empresario requerido por el nuevo entorno económico mundial. Se trata de una defensa del liberalismo y sus valores más queridos –libertad de empresa y democracia política--, sin ceder ante esos valores que le son opuestos, los valores mercantilistas, que no permiten la consolidación de un verdadero capitalismo latinoamericano. La contraposición es, entonces, entre liberalismo y mercantilismo. Es necesario recuperar los valores del primero y enterrar todo lo que significa el segundo. Estamos así, ante una crítica de la derecha liberal a la derecha mercantilista.

A El Salvador ha llegado esa crítica por medio de Orlando de Sola y Alfredo Mena Lagos, quienes han llevado a ARENA un cuestionamiento ético, político y económico que nunca antes tuvo que enfrentar. Y lo peor es que las acusaciones de ser un partido mercantilista parecen tener un fuerte sustento en la realidad, como lo demuestran no sólo los innumerables casos de corrupción en los que se han visto involucrados miembros de ARENA, sino las innegables argollas políticas y económicas que han sido toleradas –cuando no alimentadas— por su dirigencia. En mal momento la llega a ARENA la arremetida ético-política de los dos ex funcionarios, pues es hasta este momento que sus líderes –Cristiani entre los primeros— recién comienzan a asimilar el fiasco electoral de marzo de 1997 y se preparan para enfrentar con buen tino las elecciones de 1999. Y tal como están las cosas, a los "intelectuales" de ARENA no les será fácil sacudirse la "crítica liberal", que quizás debería ocupar un lugar de primera importancia –antes que el FMLN— en la agenda de la redefinición institucional del partido de derecha. Por ahora, el modo en que ARENA –por boca de Cristiani-- ha respondido a la arremetida de los "liberales" no es para convencer ni siquiera a los más ingenuos seguidores del partido.

En fin, se podrá estar en contra del liberalismo y sus valores, pero no se puede negar que una gran parte de los empresarios salvadoreños ni son emprendedores ni son competitivos ni son respetuosos del Estado de derecho. Tampoco se puede negar que desde el poder político se les conceden favores, en detrimento de otros sectores económicos, a grupos privilegiados que, amparados en argollas políticas, consiguen fuera del marcado lo que no pueden lograr en una limpia competencia dentro del mismo. Son estos sectores políticos y económicos mercantilistas los que hacen la apología más brutal del mercado; los que proclaman a viva voz sus virtudes y logros. Son ellos, sin embargo, los primeros que violentan sus reglas; los primeros que se enriquecen ilícitamente; los primeros que bloquean, amparados en el poder político, la emergencia de otros sectores económicos en verdad competitivos.

Se podrá estar en contra del mercado por considerarlo inequitativo o generador de injusticias, pero ello no obsta para reconocer que en El Salvador la competitividad empresarial es sólo un sueño y que el mercado, por más que desde la derecha económica y política se pregonen su eficacia y sus bondades, enfrenta serios obstáculos para convertirse en el eje dinamizador de la economía nacional. Por las razones que sea, de Sola y Mena Lagos se han atrevido a señalar una de las fuentes de esos obstáculos. Es de esperar que su crítica cale hondo en las altas esferas de la derecha económica y política, y que de ello surjan respuestas y actitudes que vayan más allá de los balbuceos de Cristiani, quien se ha limitado a decir que las críticas provienen de gente "frustrada" y "resentida". Decir que de Sola y Mena Lagos son resentidos y frustrados no va al fondo del asunto; esto se relaciona con el hecho de que si en verdad ARENA es un partido comprometido con la libre empresa o si, por el contrario, lo está con los contubernios mercantilistas. De ser cierto esto último, sería bueno que todos los empresarios que creen sinceramente en el mercado y su eficacia pensarán si tal y como está estructurado ARENA en la actualidad expresa realmente sus intereses.

 

 

Luis Armando González