Editorial

Nuevas posibilidades para la transición política

 

Las elecciones del 16 de marzo sorprendieron más allá de lo esperado y dejaron un país políticamente distinto, forzado a escoger entre avanzar por el camino de la democratización o por el de la ingobernabilidad. La campaña electoral dejó entrever algunos indicios de estas novedades socio políticas, pero nadie pudo prever el actual escenario político, donde ningún partido tiene mayoría en la asamblea legislativa y donde los concejos municipales controlados por el FMLN tienen bajo su jurisdicción más población que los controlados por ARENA.

 

1. Resultados sorprendentes

El primer resultado electoral importante es la elevada abstención (el 60 por ciento), no obstante la propaganda de la autoridad electoral y de los partidos políticos para invitar a los ciudadanos a concurrir a las urnas. El nivel de abstención es incluso mayor que el de las elecciones de 1994 (el 50-55 por ciento). Las encuestas del Instituto Universitario de Opinión Pública advirtieron con mucha anticipación sobre ello, pues la mayor parte de la población manifestó poca credibilidad y confianza en el sistema político, en los partidos y en el proceso electoral. Más aún, la mayoría de la opinión pública no estaba convencida de la importancia de las elecciones y, por lo tanto, del sufragio. Si bien las encuestas pre-electorales revelaron un aumento del interés en las elecciones, mostraron que el nivel de confianza en las mismas no se había elevado, descendiendo incluso en algunos casos.

 

El desencanto con la clase política por su indiferencia e insensibilidad ante los problemas de la ciudadanía es un hecho generalizado que, sin duda, influyó determinantemente en la elevada abstención. El nivel de confianza de la población en los diputados no supera el 4 por ciento; coincidentemente, el aprecio que la mayoría de la opinión pública tiene de la asamblea legislativa es muy bajo. Pero eso no es todo. La abstención se explica también por el malestar general atribuible a la política económico social del gobierno -desempleo estructural, recesión económica, inseguridad pública, deterioro de los niveles de vida, etc.- y por las dificultades estructurales para ejercer el derecho al sufragio -falta de información y transporte, confusión en las listas y los lugares de votación, etc. Según una encuesta de salida del Instituto Universitario de Opinión Pública, la mayoría de los salvadoreños que sufragó el 16 de marzo, en el área metropolitana (donde se encuentra concentrada la mayor parte de la población), encontró alguna dificultad. De esta manera, la desconfianza de la población en el proceso electoral fue confirmada por los hechos -en febrero, la mitad de los encuestados por el Instituto tenía poca o ninguna confianza en dicho proceso.

 

El segundo resultado electoral importante es el aumento de votos experimentado por el FMLN (más de 81 mil) y el descenso de ARENA (más de 209 mil) respecto a los obtenidos en 1994. Estas variaciones representan un incremento del 28.5 por ciento y un decremento del 34.6 por ciento, respectivamente -siempre en relación a la elección anterior. Estos datos desautorizan a ARENA y al Partido Demócrata, que sostienen que el potencial electoral del FMLN está estancado, y muestran, además, la movilización del electorado en el dltimo mes de la campaña, lo cual fue detectado por la dltima encuesta pre-electoral del Instituto Universitario de Opinión Pública.

Cabe destacar que quienes votaron por ARENA (396,301 en la elección de diputados) y el FMLN (369,709) manifiestan motivaciones contrastantes. En efecto, quienes votaron por ARENA y el Partido de Conciliación Nacional (97,362) aseguran haberlo hecho en cumplimiento de un deber y para ejercer un derecho; en cambio, quienes votaron por el FMLN y Convergencia Democrática (39,145) afirman haberlo hecho para cambiar la situación y para mejorar el país. Según estos razonamientos, los primeros no prometían nada nuevo; mientras que los otros, ofrecían la posibilidad para cambiar, mejorando la situación actual. Esa falta de entusiasmo en las bases de ARENA fue recogida en las encuestas pre-electorales del Instituto Universitario de Opinión Pública, en las cuales aparece que aquéllas no se sentían orgullosas de militar en dicho partido, sino que estaban avergonzadas y desanimadas.

 

Tal como estaba previsto, los partidos de Conciliación Nacional y Demócrata Cristiano (93,545 votos en la elección de diputados) se disputaron el tercer y cuarto lugar. El primero experimentó un incremento de más de 13 mil votos, equivalentes al 16.6 por ciento, en relación a los votos obtenidos en 1994; mientras que el segundo perdió más de 146 mil votos, equivalentes al 61.1 por ciento de la dltima elección. El Partido de Conciliación Nacional aumentó el caudal de votos en aquellas circunscripciones donde presentó candidaturas de disidentes de ARENA.

 

El desempeño electoral de los partidos pequeños de la oposición se vio afectado negativamente por su deseo de probar su fuerza individualmente, por la polarización del espectro político, por su escasez de recursos económicos y por sus divisiones internas. Si hubiesen unido esfuerzos en una coalición, con facilidad hubiesen conseguido los votos necesarios para ocupar el tercer lugar, hubiesen contado con un ndmero superior de diputados al que tienen en la actualidad, separadamente, y se podrían haber convertido en la fuerza que equilibrase la asamblea legislativa.

 

El Partido Demócrata, por otro lado, no obtuvo ningún diputado (13,533 votos). El único demócrata que logró llegar a la nueva asamblea lo hizo gracias a los votos de los demócrata cristianos (39,838 votos), lo cual demuestra que si la ciudadanía espera una coalición de centro, no parece estar dispuesta a aceptar a cualquiera. Ciertamente, no una tan identificada con ARENA.

 

En la elección de concejos municipales se constata el aumento de votos del FMLN (365,175), sobre todo en la zona central y paracentral del país. Es cierto que ARENA (410,537 votos) obtuvo 160 alcaldías y el FMLN sólo 48 -más otras seis en coalición (91,404 votos con Convergencia Democrática y el Movimiento de Unidad y 26,288 votos con Convergencia Democrática)-, pero en las primeras reside el 44 por ciento de la población (2,603,585 habitantes), mientras que en las segundas lo hace el 45.3 por ciento (2,675,748 habitantes). El Partido de Conciliación Nacional (102,961 votos) obtuvo 18 concejos municipales, correspondientes al 4.75 por ciento de la población nacional; el Partido Demócrata Cristiano (101,945 votos), 15, más 4 en coalición (con el Partido Demócrata, 40,235 votos), equivalentes al 4.2 por ciento de la población; el Partido íenovación Social Cristiano (42,683 votos), 6, equivalentes al 1.2 por ciento; el Movimiento de Unidad (26,947 votos), 4, equivalentes al 0.45 por ciento; el Partido Demócrata (11,519 votos), 1, correspondiente al 0.02 por ciento de la población.

 

El primer resultado electoral importante es la elevada abstención (el 60 por ciento), no obstante la propaganda de la autoridad electoral y de los partidos políticos para invitar a los ciudadanos a concurrir a las urnas.

El tercer resultado novedoso, derivado del anterior, es la composición de la nueva asamblea legislativa. ARENA perdió 9 escaños, mientras que el FMLN ganó 6 respecto a los obtenidos en 1994 -si consideramos que al escindirse perdió 7, en la práctica, habría ganado 13. Por consiguiente, la nueva asamblea legislativa está conformada por 28 diputados de ARENA, 27 del FMLN, 11 del Partido de Conciliación Nacional, 7 del Partido Demócrata Cristiano, más otros 3 en coalición con el Partido Demócrata, 3 del Partido íenovación Social Cristiana, 2 de Convergencia Democrática, 2 del Partido Liberal Democrático y 1 del Movimiento de Unidad.

 

Esto significa que ninguno de los dos partidos grandes tiene la mayoría simple de la nueva asamblea, sino que para conseguirla debe contar con los votos de por lo menos otros dos partidos políticos, en el caso de ARENA, y, en el caso del FMLN, con los de los llamados partidos del centro social cristiano y los del Partido de Conciliación Nacional. En ambos casos, la negociación con estos partidos es compleja, porque sus intereses y aspiraciones son divergentes, cuando no contradictorios. ARENA ya no podrá asegurar esos votos ofreciendo prebendas gubernamentales o comprándolos, tal como ha sido la práctica usual. Por el otro lado, el FMLN tendrá que recurrir a una negociación hábil e intensa, cediendo en algunas cosas y sabiendo ganar otras. Ahora bien, si de lo que se trata es de obtener una mayoría cualificada, las dificultades que enfrentan ARENA y el FMLN son aún mayores. En este caso, la negociación entre ambos es inevitable.

 

ARENA puede contar con los votos de los demócrata cristianos pero, dadas las veleidades de sus dirigentes, no los tiene completamente asegurados. Para conseguir los votos del Partido de Conciliación Nacional deberá negociar intensamente con aquellos que lo abandonaron antes de las elecciones, precisamente, alegando falta de espacio. Si la nueva dirigencia del Partido de Conciliación Nacional, en la cual se han infiltrado ex dirigentes de ARENA, mantiene sus posturas, la negociación tendrá que versar sobre políticas y no sobre prebendas. El FMLN, por su parte, también tendrá que negociar con el Partido de Conciliación Nacional y el ndmero de votos que necesite dependerá de la posición que adopten los demócrata cristianos. Negociar los votos de los partidos pequeños puede resultarle más o menos fácil. Por lo tanto, las dificultades mayores debe esperarlas de los otros partidos políticos, por razones ideológicas y de protagonismo político. Si el FMLN no cuenta con los votos de ARENA, necesita los del Partido de Conciliación Nacional, aun cuando cuente con los de los partidos pequeños y con los de los demócrata cristianos.

 

Los partidos pequeños de la oposición sólo cuentan con ocho votos en la nueva asamblea legislativa. Si llegan a conformar un bloque, tendrán más poder para impulsar sus iniciativas y para negociar su apoyo a las iniciativas de otros. Este bloque, sin embargo, sólo será posible si estos partidos superan la tentación del protagonismo político. Cuando ésta se presente, deben contrarrestarla contrastando sus expectativas electorales con los resultados obtenidos. Es evidente que solos no son viables electoralmente ni serán sentidos en la asamblea legislativa. Con todo, su poder de negociación es muy limitado. ARENA y los demócrata cristianos no necesitan sus votos si el Partido de Conciliación Nacional se pliega a ellos. Para el FMLN son insuficientes, puesto que siempre tendrá necesidad de los votos del Partido de Conciliación Nacional.

La Avictoria mayor@ de ARENA y el triunfalismo del FMLN, que aseguraban a ambos el control de la asamblea legislativa y la mayoría de los concejos municipales, dieron paso a una nueva realidad política contraria a la polarización predominante hasta ahora. El equilibrio inestable que ARENA y el FMLN tienen en la actualidad en la asamblea legislativa reduce considerablemente su representatividad y cuestiona sus prácticas políticas tradicionales.

 

Los resultados electorales son un llamado de atención para transformar las prácticas de la clase política. La población, tanto la que se abstuvo como la que votó, pide respuestas distintas y creativas a sus problemas económicos, sociales y culturales. En este sentido, la opinión pública ya no es una masa informe que los publicistas pueden manipular a su antojo. Los resultados electorales dejan entrever una ciudadanía con opinión propia no fácilmente impresionable por la publicidad electoral. Las maquinaciones de los estrategas y publicistas electorales se estrellaron contra la dura realidad cotidiana del desempleo, la inseguridad y la pobreza.

 

Aunque los resultados electorales sorprendieron a la mayoría de la clase política, en particular al sector gubernamental, la problemática ya estaba manifiesta en el medio y más explícita y rigurosamente recogida en las encuestas pre-electorales. El haber descartado estas señales de advertencia sólo comprueba su alejamiento de la sociedad, su ignorancia de las ciencias sociales y su prepotencia. No cayeron en la cuenta que al atacar las encuestas de opinión pública estaban rechazando simultáneamente las aspiraciones más sentidas de la población salvadoreña. El mayor error de quienes arremetieron contra las encuestas no fue tanto su intento por desprestigiarlas, alegando manipulaciones inexistentes, que respondían supuestamente a determinadas tendencias electorales, sino haber desautorizado al mismo tiempo el derecho de la población a pedir cuentas a sus representantes.

 

2. Una campaña electoral trasnochada

Una campaña electoral que se anunciaba rutinaria, con la mdsica, el colorido y las imágenes acostumbradas, se convirtió progresivamente en un hecho político de trascendental importancia, a medida que se fue perfilando el cambio de parecer de la opinión pública. ARENA confiaba en los recursos tradicionales y en su dinero. El FMLN utilizó los mismos recursos propagandísticos de su adversario principal, pero con menos dinero, atribuyendo a ARENA el deterioro del nivel de vida y la inseguridad pública. Los partidos políticos estaban dispuestos a saturar los medios con su propaganda, sin más límite que el de sus recursos financieros. A ello contribuyeron los mismos medios con un sinndmero de debates políticos.

 

Muy pronto, algunos de los temas de la guerra recién pasada ocuparon el lugar central de la campaña electoral, convirtiéndola en una contienda trasnochada. A ello contribuyó sobremanera el uso de los recursos del pasado. Para algunos ésta será la dltima campaña con estas características, pero no habría que darlo por hecho mientras el pasado no sea enfrentado (ver el editorial de la edición correspondiente a los meses de enero y febrero de 1997, Aíeflexiones sobre la reconciliación@, 580-581). El recurso al pasado, en particular por parte de ARENA y sus aliados, buscaba la polarización de las elecciones, de tal manera que los ciudadanos se vieran ante la alternativa de tener que escoger entre las fuerzas del bien (ellos) y las del mal (el FMLN y los otros partidos de la oposición). Intentaron explotar a su favor los odios, los temores y las rencillas de la guerra, pero sin obtener respuestas positivas. Los resultados muestran que la población salvadoreña se encuentra subjetivamente bastante lejos de la guerra. Los cinco años transcurridos desde la firma de la paz no han pasado en vano.

 

La polarización tenía un doble objetivo: desviar la atención de los señalamientos que, recogiendo el clamor popular, el FMLN hizo a ARENA y activar un resorte que, en otro tiempo, provocó rechazo y temor al primero. En efecto, los grandes medios de comunicación escrita inauguraron la campaña con titulares de primera página que vinculaban al FMLN con el Movimiento íevolucionario Tdpac Amaru y los rehenes de la embajada de éapón en Lima. Poco después, las autoridades nicaraghenses Aoportunamente@ descubrieron un alijo de armas en su territorio, del cual, sin que mediara ninguna investigación seria, se acusó también al FMLN. A lo largo de la campaña, ARENA responsabilizó unilateralmente al FMLN de la destrucción causada por la guerra y de su impacto devastador en la economía nacional. Al extremo de que la recesión económica también sería responsabilidad suya. Finalmente y por medio del Partido Demócrata, y en menor medida de los demócrata cristianos, ARENA acusó al FMLN de una serie de crímenes cometidos durante la guerra y aún no investigados debidamente.

 

El segundo resultado electoral importante es el aumento de votos experimentado por el FMLN (más de 81 mil) y el descenso de ARENA (más de 209 mil) respecto a los obtenidos en 1994.

Estos señalamientos pretendían, en primer lugar, hacer creer a la población que el FMLN continda dedicado a actividades subversivas y terroristas. Semejante aseveración implica negar dos de los logros más importantes de los acuerdos de paz, la desmilitarización y un principio importante de democratización. La primera no sería posible si el FMLN estuviera aún alzado en armas y lo segundo tampoco, si persistiera en alcanzar sus fines por medios militares. La desmilitarización es un hecho indiscutible y la democratización, si bien frágil e inconclusa, ha permitido la integración de la ex guerrilla en la vida nacional. Ahora bien, si ARENA pretendía condenar el terrorismo del pasado, debía incluir a muchos de sus dirigentes pasados y actuales, quienes aparecen vinculados a la organización y al financiamiento de los escuadrones de la muerte, en los diversos informes existentes sobre el tema.

 

El recuerdo de la violencia de la guerra buscaba alimentar el miedo a un pasado que, según ARENA y sus aliados, regresaría, si el FMLN ganaba las elecciones. El cálculo de los directores de la campaña de ARENA era que ante este peligro, presentado como inminente, el cuerpo electoral se inclinaría por ARENA, garantía de paz. éunto a la amenaza de la violencia aparecieron otras dos tesis curiosas. La primera sostenía que una mayoría del FMLN en la asamblea legislativa implicaba la ingobernabilidad del país, con lo cual El Salvador sólo sería gobernable si el mismo partido político controla simultáneamente los poderes ejecutivo y legislativo. La segunda afirmaba que el FMLN, cuya actividad militar habría devastado unilateralmente la infraestructura nacional durante el conflicto, no podía ser considerado seriamente como una alternativa de gobierno. Si el responsable directo de la crisis económica actual es el FMLN, los cinco dltimos años de gobierno de ARENA habrían sido tiempo perdido y las afirmaciones del presidente Calderón en el sentido de que vivimos en un nuevo El Salvador, cuya economía goza de condiciones excelentes, serían falsas.

 

Buena parte de los hechos que sustentan estos señalamientos habrían sido superados por el proceso de negociación y transición de postguerra; otros habrían sido socialmente olvidados y políticamente amnistiados. Más allá de los fines electorales, estas acusaciones que llenaron la campaña de la derecha prueban que ésta no ha olvidado el pasado tal como suele repetir. En su afán por escabullir los cuestionamientos que la realidad actual plantea a su gestión gubernamental, ARENA cayó enredada en su propia maraña de contradicciones. Por su lado, el FMLN no se dejó llevar por el discurso de la guerra, sino que insistió en las responsabilidades políticas de ARENA en el deterioro de las condiciones de vida en el país.

 

El pretendido compromiso con la verdad sobre las violaciones de los derechos humanos que llevó a los demócratas y a los demócrata cristianos a responsabilizar al FMLN de una serie de crímenes cometidos durante la guerra, merece consideración aparte, aunque formaba parte del mismo discurso trasnochado, es decir, no respondía a un interés genuino por la verdad. De hecho, las denuncias no están fundamentadas sólidamente. El escándalo que buscaban provocar revirtió sobre sus promotores, por su falta de credibilidad. La verdad sobre las violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario fue instrumentalizada tal como los agentes de la desinformación lo hicieron durante la guerra, pero su impacto fue menor por la sencilla razón de que ésta terminó hace cinco años.

 

No obstante, la verdad sigue siendo una carencia de la realidad salvadoreña, la cual todavía la reclama en su totalidad, es decir, no sólo los crímenes de los que haya podido ser responsable el FMLN, sino también el destino de los más de ocho mil desaparecidos documentados y las oscuras actividades de los escuadrones de la muerte, por no citar si no los hechos más relevantes en este campo. La tenencia y el tráfico de armas de guerra son, sin duda, perturbadores, pero lo es más el encubrimiento de la actividad de los escuadrones de la muerte y del destino de los desaparecidos. En el primer caso se trata de armas, pero en el segundo, de vidas humanas. Es una afrenta para el pueblo salvadoreño que algunos de los responsables de esas actividades aberrantes aún ocupen cargos públicos, algunos de los cuales son de elección popular.

 

La verdad no debe ser instrumentalizada para remover el obstáculo que impide a ARENA y al Partido Demócrata satisfacer sus ambiciones de poder político. Según sus propias explicaciones, ese obstáculo sería el FMLN. La verdad se desnaturaliza al ser instrumentalizada, puesto que queda subordinada a los intereses de quien la utiliza o esgrime. La parcialidad de ARENA y sus aliados evidencia su manipulación de la verdad, con la cual añaden una mentira más a una serie ya bastante larga y hacen burla y escarnio de las víctimas, irrespetando el dolor de sus familiares. Estos nuevos abanderados de la verdad, surgidos al calor de la campaña electoral, nunca se han distinguido por su compromiso con ella. Los protagonistas de la guerra no han dicho toda la verdad ni creen en ella ni en su capacidad redentora. Más aún, la poca verdad que se sabe sobre la guerra y en particular sobre los crímenes cometidos durante su desarrollo es porque ha sido forzada por organismos internacionales y por la opinión pública interna.

La verdad no puede ser parcial o incompleta ni se alcanza enfocando una pequeña porción de la realidad y mucho menos cuando la selección de esa parcialidad responde a intereses espdreos. De ahí que la verdad sobre la guerra y sus aberraciones haya que buscarla y decirla en su totalidad. Es cierto que los protagonistas de la guerra son responsables de ésta y sus consecuencias, pero no todos lo son en la misma medida. Y, curiosamente, los más responsables son los que más rehuyen la verdad y quienes más se han resistido a aceptar las conclusiones de los informes de Naciones Unidas sobre las violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, en la década pasada.

 

El regreso al pasado de ARENA y sus aliados no fue únicamente un simple error de estrategia electoral. La ideología, el ritual y las prácticas de este partido pertenecen todas ellas al pasado. ARENA es un partido fundamentalmente del pasado. Fue fundado a comienzos de la guerra civil para hacer frente a la agresión del comunismo internacional, su enemigo acérrimo. Su ideología visceralmente anticomunista y su carácter confrontativo le ayudaron a desarrollarse y a ganar las primeras elecciones, en momentos de inseguridad e incertidumbre. La finalización de la guerra y del socialismo europeo lo dejaron sin objetivo y sin ideología. Incapaz de replantearse sus fundamentos -porque ello implica transformaciones radicales-, se aferra al pasado irreal, obsesionado con un comunismo inexistente.

 

El neoliberalismo podría reemplazar al anticomunismo de contrainsurgencia, pero sus costos sociales son difíciles de manejar política y sobre todo electoralmente. Aparte de que para ARENA, el anticomunismo y la confrontación poseen una atracción irresistible. Su identidad y su unidad están fundamentados firmemente en ambos. A la luz del descalabro electoral sufrido, el partido debe actualizarse, so pena de caer en la obsolescencia política.

 

3. Otros recursos del discurso electoral: la confusión y la violencia

Algunas de las contradicciones anteriores fueron utilizadas conscientemente para intentar confundir a la ciudadanía; pero otras contribuyeron a ella sin pretenderlo expresamente. De esta manera, la confusión fue otro recurso ampliamente utilizado por ARENA y sus aliados para desviar la atención de la opinión pública de los graves problemas del país, persistentemente señalados por la propaganda del FMLN y de los otros partidos de la oposición. La confusión se dio a varios niveles y con una intensidad diversa.

 

El tercer resultado novedoso es la composición de la nueva asamblea legislativa. Ninguno de los dos partidos grandes tiene la mayoría simple y para conseguirla debe contar con los votos de por lo menos otros dos partidos políticos.

En primer lugar, el liderazgo de los partidos políticos no fue claro. Algunos dirigentes importantes de ARENA se trasladaron al que antes fuera su aliado incondicional, el Partido de Conciliación Nacional, en cuya dirección se infiltraron exitosamente. La división de los demócrata cristianos hizo que uno de sus dirigentes se presentara como candidato a diputado por Convergencia Democrática y que algunos concejos municipales se pasaran a ARENA, en vistas a asegurar su reelección; en cambio, varios concejos municipales de ARENA se pasaron al Partido de Conciliación Nacional con el mismo propósito. Los demócratas pactaron con los demócrata cristianos, apoyados por los buenos oficios de ARENA. El dirigente del Partido Liberal Democrático, hasta hace poco acérrimo enemigo del FMLN e instrumento de varias campañas de desinformación del ejército y ARENA, hizo un pacto de no agresión con su antiguo adversario político.

 

A otro nivel, tanto ARENA como el FMLN se presentaron ante el electorado como agentes del cambio. ARENA prometía continuidad de Abuenas obras@, mientras que el FMLN ofrecía temerariamente disminuir el impuesto al valor agregado y revisar las leyes de privatización ya aprobadas y las cargas impositivas. Prescindiendo de estas promesas y de su credibilidad o viabilidad, el resultado electoral manifiesta un rechazo claro a ARENA y su gobierno. El malestar se manifestó no concurriendo a las urnas o no votando por ARENA. Desde esta perspectiva, quienes votaron por el FMLN esperan cambios en la conducción de los asuntos nacionales.

Mención aparte ameritan algunos medios de comunicación social, los cuales además de difundir la propaganda millonaria de los partidos políticos, utilizaron abiertamente sus propios recursos para apoyar la campaña de ARENA y sus aliados. Difundieron ampliamente las declaraciones y actividades de las dirigencias de estos partidos de derecha sin matices ni críticas. No es extraño que un medio de comunicación social se ponga al servicio de un determinado partido político o candidato; el punto estriba en que la propaganda no sea presentada como tal, sino como información. Estos medios no distinguieron entre sus posturas y la información que están obligados a servir a sus usuarios. Así, la simple propaganda electoral pasa como nota informativa objetiva y veraz. Fueron las encuestas de opinión pública las que pidieron a los partidos políticos actitudes más conscientes y maduras y las que reclamaron respuestas distintas y creativas, y no los grandes medios de comunicación social, que, por lo general, se plegaron a la campaña de los partidos de derecha.

 

Las encuestas de opinión pública también formaron parte del esfuerzo para generar confusión de datos y cifras. Algunos partidos políticos, en particular ARENA, difundieron resultados de supuestas encuestas electorales claramente disparatados y falsos, de lo cual algunos medios de comunicación social hicieron eco, difundiéndolas acríticamente, llegando al extremo de utilizar ilegalmente el nombre y el prestigio de la UCA, en un vano intento por avalar lo inverosímil. Simultáneamente, ARENA intentó manipular la opinión pública y desprestigiar las encuestas, que indicaban un resultado desfavorable para él y sus aliados.

 

La campaña electoral recién concluida se caracteriza también por las ilegalidades, las cuales empañan su limpieza e hicieron que algunos la tacharan como fraudulenta. Este capítulo se inicia con la destitución ilegal del magistrado demócrata cristiano del Tribunal Supremo Electoral por parte de la asamblea legislativa y a instancias de ARENA, porque éste no se plegaba a sus conveniencias. Al magistrado en cuestión ni siquiera le dieron oportunidad para defenderse de los cargos presentados en su contra, tal como lo establece la ley.

 

El Código Electoral experimentó varias modificaciones antes, durante y después de la campaña. Es un principio reconocido de jurisprudencia que las reglas de una contienda como la electoral deben quedar firmemente establecidas antes de su inicio. De esta manera, quienes participan en ella, saben de antemano a qué atenerse. Es escandaloso, por lo tanto, que las reglas electorales hayan sido alteradas para favorecer a ARENA y a sus aliados, abriendo la puerta a la arbitrariedad jurídica. De hecho, nunca se supo cuáles serían las reglas que normarían el proceso electoral. Conocidos los resultados, la asamblea legislativa forzó una interpretación auténtica de la norma sobre el mínimo de votos necesario para que los partidos políticos pudieran continuar inscritos como tales. La interpretación de marras permite que el Partido Demócrata sobreviva a la debacle electoral con la mitad de los votos que el Movimiento de Unidad que, además, obtuvo un diputado, pero no alcanzó el mínimo establecido por la ley.

 

Otra de las atrocidades cometidas por los diputados de la derecha fue legislar en contra de la Constitución sobre la documentación que los candidatos debían presentar al Tribunal Supremo Electoral para ser inscritos oficialmente. Al caer en la cuenta, rectificaron, anulando un decreto ya dado. De forma parecida, se prorrogó un plazo inexistente para que los demócrata cristianos pudieran inscribir las candidaturas de dos de sus dirigentes.

 

Aparte de estas ilegalidades, hubo otras menores, a las cuales el país ya está acostumbrado, pero no por eso dejan de ser tales, las cuales no debieran permitirse en un proceso electoral que aspira a ser limpio. ARENA utilizó recursos del Estado en la campaña. Todos los partidos colocaron propaganda electoral en sitios prohibidos y destruyeron la propaganda de los demás. El gobierno hizo propaganda a favor de ARENA y el mismo presidente de la república invitó a la población a votar por dicho partido.

 

El Tribunal Supremo Electoral, encargado de arbitrar la campaña, actuó parcialmente a favor de ARENA y sus aliados, plegándose a sus conveniencias y demostró una vez más su incapacidad estructural para cumplir con su función de árbitro de la contienda. Sin embargo, de todos estos males parece haberse seguido al menos una cosa buena: el convencimiento de que es necesario reformar radicalmente el sistema electoral. Al concluir las elecciones de 1994 también se habló de lo mismo e incluso el presidente Calderón y el candidato presidencial derrotado, en representación de la oposición, se comprometieron a llevar adelante dicha reforma, la cual comprende el registro único de ciudadanos, el voto domiciliar, la representación proporcional en los concejos municipales y la independencia del Tribunal Supremo Electoral de los partidos políticos. No obstante el compromiso adquirido, ARENA desconoció posteriormente su compromiso y las reformas no se hicieron.

 

Finalmente y como culminación del discurso trasnochado y de la confusión generada, la segunda campaña electoral de postguerra fue mucho más violenta que la primera. Casi todos los partidos políticos agredieron verbalmente a sus adversarios, aunque también es cierto que sus candidatos participaron conjuntamente en una larga serie de foros, en los cuales expusieron y discutieron sus promesas. La participación de los candidatos en estas discusiones no impidió, sin embargo, la agresión verbal en intervenciones individuales, en la propaganda y en las movilizaciones. Las cdpulas de ARENA y del FMLN se prometieron respeto mutuamente, pero la promesa no bajó a las bases. El balance final de la violencia electoral muestra que el FMLN fue el más agredido verbal y físicamente.

 

La agresión verbal coadyuvó a la física, que dejó más de una decena de muertos y varios heridos, en hechos criminales no investigados por la Policía Nacional Civil. La demonización del adversario político parece haber dado vía libre para provocar y atacar. La pasión política despertó odios antiguos no olvidados. El triunfalismo en las filas del FMLN, apoyado en los resultados de las encuestas pre-electorales, también sirvió como acicate para desatar la violencia física que ahora lamentamos. En este contexto, el ejemplo cívico y democrático que los políticos han dado al país deja mucho que desear. )De qué sirven las clases de moral y cívica cuando las lecciones públicas que los políticos imparten son de incivilidad e inmoralidad? )Cómo exigir a la población cumplir la ley si ellos son los primeros en violarla impunemente en sus disputas por el poder?

 

El recurso al pasado, la cadena de confusiones y la violencia no contribuyeron a la democratización del país, ni ayudaron a consolidar su institucionalización. Todo ello hipoteca socialmente el proceso de transición política. Irónicamente, quienes concibieron la campaña electoral como una guerra sin cuartel, en la cual todos los medios fueron considerados legítimos si contribuían a la derrota del enemigo, no consiguieron sus propósitos.

 

El Tribunal Supremo Electoral, encargado de arbitrar la campaña, actuó parcialmente a favor de ARENA y sus aliados, plegándose a sus conveniencias y demostró una vez más su incapacidad estructural para cumplir con su función de árbitro de la contienda.

La enorme concentración de energía y recursos materiales y humanos durante los dos meses que duró la campaña es cuestionada por el hecho de que el 70 por ciento de los electores del área metropolitana había decidido por qué partido votar antes de que aquélla comenzara. Apenas el 17.8 por ciento tomó su decisión durante su desarrollo y el 12 por ciento lo hizo el mismo día de la elección. Más aún, los electores de ARENA y del FMLN, los partidos que más gastaron en la campaña electoral, decidieron su voto antes de que ésta diera inicio. Sólo los que votaron por los partidos Demócrata Cristiano y de Conciliación Nacional se decidieron durante la campaña. Si estos datos fuesen validados para todo el país, entonces, es evidente que El Salvador no necesita campañas electorales tan largas, tan desgastantes y tan dispendiosas.

 

Independientemente de lo que la clase política decida sobre el futuro del sistema electoral, las elecciones pasadas han evidenciado que éste es obsoleto y está viciado, que los protagonistas no pueden seguir arbitrando una contienda de la cual forman parte interesada y que alguna vez estas fallas favorecieron al partido de gobierno, eso ya parece ser cosa del pasado. La superación del fraude electoral ya no es suficiente. La transición política está exigiendo la reestructuración del sistema electoral y la sociedad no debe permitir que prevalezcan los intereses mezquinos de los políticos sobre la necesidad ineludible de avanzar en la democratización.

 

4. La nueva coyuntura postelectoral

El resultado electoral ha abierto nuevas posibilidades para profundizar la transición política, en la línea de una mayor democratización. Al no obtener ninguno de los dos partidos grandes la mayoría de la asamblea legislativa, ARENA y el FMLN tienen que negociar, inexorablemente, el futuro inmediato de El Salvador. La negociación política es necesaria dentro de la asamblea legislativa y entre ésta y el poder ejecutivo. De lo contrario, el país podría volverse ingobernable. Si bien tanto ARENA como el FMLN necesitan de los votos de otros partidos para obtener la mayoría simple, es inexorable que ambos negocien las líneas maestras de la política nacional. La negociación no debiera considerarse únicamente como una imposición pragmática, para que cada poder pueda cumplir con las funciones mínimas que le son propias, sino como una necesidad democrática.

 

Esta coyuntura, en buena medida imprevista, pero también novedosa, es un antídoto contra la polarización. Los protagonistas de la confrontación electoral deben volverse a sentar en la mesa de negociación, tal como lo hicieron para poner fin a la guerra civil. En este caso, tendrán que volver a la mesa de negociación para intentar encontrar soluciones a los graves problemas socio económicos del país, los cuales fueron dejados de lado en aquella primera oportunidad, argumentando que no era el momento ni el lugar apropiados. Por lo tanto, la discusión se postergó para cuando la transición de postguerra abriera los espacios adecuados. Pareciera que tal momento ha llegado. Los diputados no debieran olvidar que, en cuanto representantes, están obligados a responder a las demandas y necesidades populares.

 

De todos modos, ARENA podría intentar gobernar apoyado por los votos de los demócrata cristianos y del Partido de Conciliación Nacional. Los primeros no son seguros y los otros serán difíciles por las rencillas existentes entre las dirigencias de ambos partidos. En este sentido, quizás sea mejor negociar abiertamente con el FMLN y la oposición, cuyas posturas son conocidas. En la nueva coyuntura, el gobierno difícilmente podrá imponer sus puntos de vista, debiendo ceder, quizás en puntos importantes, pero El Salvador ganaría mucho, porque la oposición tendría espacio para contribuir a la bdsqueda de las soluciones; porque seguramente, consciente de la trascendencia de su posición, reaccionaría responsablemente; porque las soluciones que se propusieran tendrían más posibilidades de éxito, por haber sido concertadas y sobre todo por ser probablemente las más apropiadas; porque el gobierno tendría una nueva oportunidad para ser realmente nacional y no partidario ni elitista; porque se consolidaría la incipiente independencia de poderes; en fin, porque se aprovecharía esta oportunidad para entrar en una nueva etapa democrática y democratizadora.

 

Los temores expresados por algunos sectores empresariales ante esta nueva coyuntura carecen de fundamento, sobre todo cuando se implica que el FMLN y la oposición en general sólo serían aceptables en los ámbitos de gobierno si asumen las posturas de ARENA y la derecha. Esto equivale a decir que la izquierda sería aceptable en la medida en que abandonase sus posiciones. Dicho con otras palabras, al FMLN y a la oposición les correspondería ahora demostrar su responsabilidad, abandonando sus posturas y asumiendo las de ARENA y la derecha, como si éstas fuesen correctas, en sí mismas. Según esta peculiar forma de razonar, la gobernabilidad dependería de la asimilación de la izquierda a la derecha.

 

Indudablemente, el FMLN y la izquierda en su conjunto tienen graves responsabilidades nacionales que asumir; no obstante, caben dos observaciones. La primera es que quienes votaron por el FMLN y por los partidos de centro izquierda lo hicieron por sus posturas y no por las de la derecha. Si éste hubiese sido el caso, hubiesen votado por el Partido Demócrata que, por otro lado, ni siquiera obtuvo el mínimo de votos que él mismo propuso para sobrevivir como instituto político, o por ARENA y sus otros aliados. En segundo lugar, a quien la mayoría de la opinión pública rechaza o teme, según se analice, es a la derecha y no a la izquierda, de la cual espera mucho. La mayoría teme que la pobreza siga predominando y rechaza la política que la genera y a sus responsables, de lo cual únicamente ARENA y sus aliados son responsables, puesto que el FMLN no ha tenido oportunidad alguna para influir en ella. Desde esta perspectiva, más que a la izquierda es a la derecha a la que le corresponde demostrar que puede diseñar una política económica sostenible, social y ecológicamente.

 

Las expectativas suscitadas por el FMLN, por otro lado, son muy elevadas, tanto en la asamblea legislativa como en las alcaldías que controla. El futuro del FMLN depende, en buena medida, de cómo ponga a producir su cuota de poder a favor de las mayorías populares. Por consiguiente, tiene que pensar cuidadosamente cómo responder ante sus electores actuales y potenciales. Si el poder otorgado lo hace efectivo, traduciéndolo en medidas que favorezcan a los sectores excluidos por el gobierno actual, se podrá convertir en una fuerza de oposición muy fuerte. De ahí que deba actuar con determinación, pero también con prudencia. Con determinación para demostrar su poder, su capacidad propositiva y su voluntad política para cumplir sus promesas electorales. Con prudencia para evitar actuaciones contraproducentes, cuyas consecuencias podrían significar un retroceso. Al FMLN tampoco le valdrá de mucho la demagogia para cubrir sus errores y omisiones. La cuota de poder que ha recibido es una prueba para constatar empíricamente si satisface o no las expectativas que sugiere.

 

La coyuntura postelectoral ofrece al país nuevas posibilidades para profundizar la democratización política a nivel municipal. El nuevo poder local, sobre todo el controlado por el FMLN, concentrado en el gran San Salvador, tiene posibilidades para convertirse en una experiencia de participación y de trabajo comunitario. Esta nueva coyuntura debiera ser aprovechada para recuperar la identidad y la solidaridad local.

 

La tentación de hacer caso omiso de la opinión pública es sumamente peligrosa, en lo inmediato, para quienes aspiran a la presidencia de la república dentro de dos años y, en lo mediato, para aquellos que aspiran a convertirse en una alternativa de poder viable. ARENA necesita poner en práctica la apertura que asegura lo caracteriza, no sólo para superar las dificultades de organización interna que enfrenta en la actualidad, sino también para enfrentar la coyuntura del país, abandonando la intransigencia, la inflexibilidad y la intolerancia. Asimismo, el FMLN debe hacer un esfuerzo similar, en particular para superar la tendencia al hegemonismo y al protagonismo político y a la negociación secreta. Ambos partidos deben trabajar arduamente para superar la polarización, buscando al mismo tiempo el bien de las mayorías populares. Estas sabrán reconocer a aquellos que trabajen arduamente para comenzar a resolver los graves problemas nacionales, a través de la negociación política. El hegemonismo y el autoritarismo son cada vez más cosa del pasado.

 

ARENA necesita poner en práctica la apertura que asegura lo caracteriza, para enfrentar la coyuntura del país. El FMLN debe superar la tendencia al hegemonismo y al protagonismo político y a la negociación secreta. Ambos deben trabajar arduamente para superar la polarización.

En este contexto, la presidencia de la nueva asamblea legislativa -y por derivación de su junta directiva- adquiere una importancia singular, dado el poder que posee. Lo que antes era un botín electoral muy apreciado, en la actualidad, comprensiblemente, parece atemorizar tanto a ARENA como al FMLN. Al no tener la mayoría en la asamblea legislativa, su presidencia se convierte en un cargo complicado y potencialmente desgastante. La presidencia de las asambleas anteriores imponía su voluntad sin dificultad, pero en la nueva, deberá crear las condiciones para poder decidir incluso lo más elemental. Cualquier votación podría ser aprovechada para alimentar la confrontación. El peligro de empantanamiento es real y problemático, sobre todo en aquellas decisiones que son cruciales para el país.

 

Simultáneamente, la presidencia de la asamblea legislativa es una gran oportunidad para practicar ejemplarmente la democracia. A quien la ocupe le corresponderá buscar las coincidencias, limar las diferencias, acercar las posiciones y encontrar los acuerdos fundamentales. Para ello se necesita amplitud de criterio, visión de mediano y largo plazo, experiencia en el debate -para promoverlo cuando sea necesario, pero también para detenerlo cuando se vuelva estéril- y habilidad para la negociación política. Adicionalmente, quien ocupe la presidencia debe tener buenas relaciones con todas las fracciones, ser respetado por éstas y gozar de amplia credibilidad. Desde esta perspectiva, lo importante no es qué partido político la detenta, sino qué diputado reúne las condiciones necesarias para asumir el desafío exitosamente.

 

Los resultados electorales representan la evaluación del pueblo salvadoreño sobre el desempeño de la primera mitad del segundo gobierno de ARENA. Esta evaluación, incuestionablemente negativa, coloca al presidente Calderón frente a un dilema de solución difícil. Por una parte, su gobierno insiste en que la política económica es correcta y, por lo tanto, no habrían cambios importantes. Pero, por la otra, el descalabro electoral del partido de gobierno está relacionado con el impacto empobrecedor de dicha política en la mayoría de la población. Por lo tanto, si no se cambia de rumbo drástica y rápidamente, no se ve cómo ARENA piensa ganar las elecciones presidenciales de 1999. El Ministro de Economía reconoce que la política económica no está destinada a ganar votos, sino que, al contrario, exige nuevos sacrificios a las mayorías excluidas de sus bondades. Desde este punto de vista, ARENA estaría dispuesto a arriesgar la presidencia de la república a cambio de prestar un servicio que, en su opinión, sería mucho más valioso para el país.

 

Pero éste no es el caso. ARENA aspira a ganar las próximas elecciones presidenciales, conservando las líneas fundamentales de su política económica. Su plan consiste en paliar de una manera más efectiva los efectos devastadores de aquélla, mejorar los servicios públicos y afinar la maquinaria electoral. El Arostro humano@ que pretende colocarle a una política esencialmente deshumanizante y deshumanizadora es una máscara que difícilmente engañará a las víctimas del desempleo y del encarecimiento y deterioro de la vida. El llamado Aplan de 24 meses@ sólo tendrá éxito si cuenta con planes sectoriales, con tecnología y con recursos económicos. En sus tres primeros años, el gobierno actual ha carecido de las tres cosas a lo cual, además, habría que agregar la corrupción, que anula los pocos logros conseguidos. Aunque algo bueno podría sacar el país de este plan, sobre todo si el gobierno se esfuerza en el tiempo que le queda en el poder, las oportunidades perdidas en la primera parte del mandato actual, difícilmente podrán ser recuperadas en la segunda. En estas circunstancias, la tarea de la maquinaria electoral de ARENA, en especial si el FMLN responde al menos medianamente a las expectativas populares, será gigantesca y sus resultados cuestionables.

 

De cara a las próximas elecciones, pero sobre todo de cara a las necesidades urgentes de El Salvador, se impone una revisión a fondo de la política económica y social, en la cual debieran participar las fuerzas sociales más importantes, incluida la oposición política. Esta es la única salida que le queda al gobierno de Calderón, de lo contrario, corre el serio peligro de continuar paralizado por sus propias contradicciones. La nueva coyuntura postelectoral no sólo le exige, sino que le facilita dar este paso transcendental. El gobierno de ARENA debe ampliar su apertura para asumir con renovado impulso las nuevas realidades nacionales y regionales.

 

San Salvador, 22 de abril de 1997.