Las elecciones del 16 de marzo de 1997:

quiebre de la hegemonía de ARENA

Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) [1]

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Resumen

El presente trabajo tiene como objeto hacer una revisión crítica del proceso electoral que culminó con las elecciones para alcaldes y diputados del día 16 de marzo. Su tesis de fondo es que, con los resultados de las mismas, se quebró la hegemonía alcanzada por ARENA en las elecciones de marzo de 1994. Asimismo, a lo largo del artículo se defienden básicamente dos argumentos: primero, que como resultado de los comicios se abrirá, a nivel municipal, un espacio de poder local en el cual el FMLN podrá dar muestras tanto de su capacidad administrativa como de su habilidad negociadora; y segundo, que, en el plano legislativo, el Partido de Conciliación Nacional jugará un rol decisivo a la hora que los partidos mayoritarios -el FMLN y ARENA- quieran sacar adelante determinadas iniciativas de ley.

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1. Introducción

Las elecciones del 16 de marzo no fueron caracterizadas -a diferencia de las del 20 de marzo de 1994- como "elecciones del siglo", pese a que los alcaldes y diputados elegidos serán los que, junto con el candidato a la presidencia de la república que resulte ganador en 1999, reciban, desde el poder político, al tercer milenio. Pero, dejando de lado las fechas, las elecciones pasadas tuvieron una importancia para el proceso de transición democrática, que las de 1994 ni siquiera rozaron. Hace tres años, aunque la izquierda se estrenaba en la forma de un partido político, su desarme, finalizado hacía poco, y el recuerdo de la guerra, pesaron en un electorado que prefirió apostar por la imagen de estabilidad, orden y eficiencia empresarial ofrecida por ARENA. En 1994, ARENA consolidó su hegemonía política [2], haciendo de ella un sostén para el fortalecimiento de los sectores empresariales.

Tres años después, la imagen todopoderosa del partido de derecha se desdibujó, de tal suerte que importantes sectores de la sociedad le retiraron su apoyo, respaldando en las urnas a otros partidos o simplemente absteniéndose de votar. Esa decisión fue crucial para la nueva configuración de los poderes legislativo y municipal. Entre otras cosas, con estas elecciones se ha presentado a la izquierda salvadoreña una oportunidad inédita para incidir directamente, desde la legalidad democrática, en la conducción del país. Asimismo, se le ha presentado la oportunidad de gestionar gobiernos municipales en buena parte del país, demostrando que la eficiencia administrativa no es patrimonio de la derecha empresarial. La izquierda tiene, pues, el reto de demostrar que está preparada para dejar de ser la primera fuerza de oposición y convertirse en una fuerza política capaz de gestionar el aparato estatal.

2. Elementos previos de análisis

2.1. Violación de la legislación electoral

El 16 de marzo, como era de esperarse y atendiendo al desempeño del Tribunal Supremo Electoral a lo largo de todo el proceso, los errores logísticos estuvieron a la orden del día. El más notorio fue la incapacidad de los miembros del tribunal de hacer cumplir la ley en el sentido de impedir el despliegue de banderas e insignas en los distintos centros de votación, principalmente del Partido ARENA.

Por supuesto, esta proclividad de ARENA a violentar la legislación electoral fue una constante desde el inicio mismo de la carrera electoral [3]. A lo largo de la campaña, la manipulación de imágenes y símbolos, la tergiversación histórica, las acusaciones infundadas y la denigración de los oponentes, especialmente del FMLN [4], fueron los temas preferidos de la propaganda arenera, para lo cual incluso se sirvió de los favores que estuvo dispuesto a hacerle el Partido Demócrata [5]. El tribunal no pudo o no quiso hacer nada, dando muestras de su incompetencia como instancia garante de la seriedad y altura política del juego electoral [6]. En consecuencia, después de las elecciones del 16 de marzo, uno de los grandes retos de la instauración democrática en el país tendrá que ver con la reestructuración del Tribunal Supremo Electoral, en la que no podrá soslayarse la discusión de las vinculaciones partidistas del actual, así como la necesidad de crear una institución fiscalizadora y reguladora que no dependa de presiones o chantajes partidarios [7].

En otras palabras, el tribunal está en la mira de la crítica pública. Su desempeño deficiente, su falta de independencia y su evidente incapacidad para sancionar a quienes violaron la legalidad electoral hacen urgente su reestructuración. La transición democrática no podrá avanzar al ritmo que el país necesita, si persisten los errores garrafales que acompañaron a la campaña electoral de 1997. En este punto, puede ser útil la sugerencia de Francisco Ortiz, para quien es necesaria, entre otras, una reforma constitucional que quite "a los partidos políticos el control del Tribunal Supremo Electoral, pasándolo a manos de magistrados en sentido estricto, es decir, independientes de aquellos partidos. Para ello, se requiere reformar el artículo 204 constitucional en dos sentidos: por un lado, separar la función jurisdiccional electoral de la administrativo electoral; y por otro, crear un auténtico Tribunal Supremo Electoral, el cual se encargue de administrar justicia en esta materia, superando así la naturaleza híbrida del actual" [8].

2.2. ¿Se quebró el "voto duro" de ARENA?

Si bien muchos salvadoreños no ejercieron su derecho al sufragio, o por no aparecer en el padrón electoral, o porque las urnas fueron cerradas antes de la hora debido a ciertas anomalías, otros se ahorraron la molestia porque, simple y llanamente, no creyeron en la capacidad de los partidos contendientes y sus líderes para responder a sus demandas y a sus necesidades. Curiosamente, entre estos últimos se encontraron varios miles de simpatizantes de ARENA que, por primera vez, se abstuvieron de votar. A ellos fue que, en tono de reproche, aludieron el alcalde saliente, Mario Valiente, y la diputada Gloria Salguero Gross en las últimas horas del 16 de marzo. Para Salguero, muchos simpatizantes del partido se abstuvieron de votar por un exceso de confianza en el triunfo; para el primero, se trató de una irresponsabilidad de los areneros, pues muchos de ellos afirmaron que votarían por ARENA y no lo hicieron [9].

Con estas elecciones se ha presentado a la izquierda salvadoreña una oportunidad inédita para incidir directamente, desde la legalidad democrática, en la conducción del país.

A ambos dirigentes se les olvidó barajar la posibilidad de que el abstencionismo en sus propias filas se debiera a un "voto de castigo", por el deficiente desempeño de los alcaldes y diputados areneros. Negarlo significaría negar que los simpatizantes tradicionales de ARENA en las elecciones pasadas no sólo apoyaron decididamente a su partido, sino que pospusieron paseos y fiestas hasta tener garantizado el triunfo electoral. Esta vez, claro, no lo hicieron, y la explicación más fácil para la dirigencia de ARENA fue sostener que se trató de un exceso de confianza o un descuido, como si en el pasado sus votantes no hubiesen dado muestras de una constancia ejemplar. No puede negarse que los simpatizantes tradicionales de ARENA han sido constantes y fieles al partido; el 16 de marzo esa constancia y fidelidad fue rota por muchos. En lugar de buscar justificaciones simples, los miembros de ARENA deberían hacer un examen a fondo del problema; cuando lo hagan, caerán en la cuenta de que el hartazgo político no ha sido ajeno a quienes antes le garantizaron un seguro número de votos.

No puede descartarse, aunque sea por mera hipótesis, que el "voto duro" de ARENA se quebró; ante este hecho, de nada sirvieron sus artimañas para evitar una participación masiva en las elecciones. De nada sirvieron sus alardes de prepotencia y de matonería, su propaganda agresiva y su dinero. De nada sirvieron las descalificaciones a los sondeos de opinión y sus resultados [10]. En sus propias filas no encontró la base firme que creyó poseer y que lo hizo sentirse seguro para regentar los destinos del país durante un tiempo indefinido. ARENA tiene que resignarse a aceptar el destino de cualquier partido político común y corriente: saberse dependiente de la decisión soberana de los ciudadanos, quienes, con su voto, pueden revocar su mandato sin mayor consideración.

2.3. Perdedores y ganadores

Las consecuencias del descalabro político de ARENA están a la vista. Ante todo, el partido ha perdido ese bastión de simbolismo y poder que es la alcaldía de San Salvador. La coalición Convergencia Democrática-Movimiento de Unidad-FMLN la hizo suya con una contundencia que obligó a los dirigentes de ARENA a reconocer sin demora la derrota. Los resultados definitivos han dado un buen número de alcaldías al FMLN y han dejado establecida una paridad de este partido y ARENA en el parlamento. Entre ambas fuerzas políticas se sitúan, con un número importante de diputados, el Partido de Conciliación Nacional y el Partido Demócrata Cristiano, seguidos del Partido de Renovación Social Cristiano, Convergencia Democrática, Partido Liberal Democrático y Movimiento de Unidad, con los cuales los partidos grandes tendrán necesariamente que negociar a la hora de tomar decisiones legislativas relevantes para el país.

Así pues, ARENA ha perdido una cuota significativa de poder. No sólo ha perdido bastiones de poder que consideraba seguros, sino que abruptamente se ha visto forzado a reconocer la otra cara del juego democrático: la derrota. A nivel legislativo, el gran ganador ha sido el Partido de Conciliación Nacional, cuyos diputados tendrán en sus manos la aprobación o el rechazo de determinadas leyes. El FMLN también ha ganado cosas importantes: el reconocimiento como una fuerza política de primera importancia y la oportunidad para hacer sentir, esta vez sin mayores desventajas, su compromiso con los sectores más desprotegidos del país.

Por lo demás, a la par de ARENA, el otro gran perdedor ha sido el Partido Demócrata (PD), el cual no alcanzó el porcentaje de votos necesario para no desaparecer y tuvo que contar, para su sobrevivencia legal, con el espaldarazo de ARENA. Con todo, esta nueva oportunidad no le garantiza nada al Partido Demócrata, pues el rechazo de la sociedad a su modo de hacer política es incuestionable. Aunque con el fracaso de este partido no es la propuesta socialdemócrata la que ha fracasado, es claro que Villalobos y los suyos la han desprestigiado en grado extremo, por lo que se hace preciso un esfuerzo para demarcar los intereses y objetivos que están detrás de uno y de otra

Una pregunta que queda en pie es si el país y el proceso democrático han ganado algo -o han salido perdiendo- en las elecciones y sus resultados. La respuesta en uno u otro sentido sólo la podrá dar el comportamiento de la clase política en el futuro inmediato. Lo que no puede obviarse es que el país y el proceso democrático resultarán perdedores si la clase política no rompe con los vicios atávicos que la caracterizan, es decir, con la corrupción, la compra-venta de favores y el servilismo. Aquí los partidos pequeños, pero con poder suficiente para decidir o bloquear decisiones legislativas, se pondrán a prueba.

También se pondrán a prueba los partidos grandes en cuanto a su capacidad para negociar limpiamente y con transparencia aquellas iniciativas que se generen en su interior. Si este requisito se cumple, tendremos una asamblea legislativa con un carácter deliberativo, importante a la hora de tomar decisiones trascendentales para el país; a su vez, ello contribuirá a que los partidos y sus dirigentes puedan recobrar la confianza y la credibilidad perdidas ante la sociedad. En el nuevo escenario político abierto con los resultados del 16 de marzo, “el FMLN y ARENA no pueden aceptar a ningún partido la utilización del chantaje político y la prebenda económica a cambio de sus votos para desempantanar atolladeros en la asamblea legislativa. El país no puede ser rehén de prácticas del pasado... Las terceras o cuartas fuerzas pueden contribuir a la modernización del quehacer legislativo sin necesidad de negociar cheques debajo de la mesa. Lo que se necesita son acuerdos claros que puedan someterse al escrutinio público" [11].

3. La campaña electoral

3.1. Propaganda partidaria

Las campañas publicitarias tienden a dirigir, reforzar y activar tendencias preexistentes y objetivos socialmente aprobados como, por ejemplo, votar. El tipo de campaña que hoy nos ocupa es la campaña electoral que culminó en las elecciones del 16 de marzo de 1997, con sus características propias. En este sentido, resulta ilustrativo señalar la definición que Mario Herreros Arconada nos ofrece: "el conjunto de acciones puestas en marcha durante el proceso electoral, reciben el nombre de campaña, así como el período de tiempo destinado por el ordenamiento legal a la difusión de tales mensajes" [12]. Dicho esto, se debe considerar que la difusión de mensajes está relacionada con el ámbito institucional, concretamente con los partidos políticos. Como dice Herreros Arconada "las elecciones son un proceso comunicativo generado por un acontecimiento político" [13].

ARENA no sólo ha perdido bastiones de poder que consideraba seguros, sino que abruptamente se ha visto forzado a reconocer la otra cara del juego democrático: la derrota.

Si se considera el paradigma clásico de la comunicación, es posible visualizar a los actores sociales y políticos que intervienen en ella, destacando la relación comunicativa que se produce entre emisores y receptores en el marco de los procesos electorales. Relación en la que los participantes pueden definirse así: emisor: partido político o coalición electoral; mensaje: programas electorales o la forma en que se comunique el partido; receptor: el votante o la población apta para votar; canal: el medio por el cual se envía esta información; feedback: resultados electorales

Estas relaciones de comunicación tienen como fin tanto la captación del voto favorable para el emisor como lograr la participación de los votantes, utilizando argumentos que influyan sobre el ánimo de los electores. Para lograr estos fines se utilizan recursos informativos y propagandísticos. Nos ocuparemos solamente del análisis de la propaganda electoral de las pasadas elecciones señalando sus rasgos más sobresalientes: (a) una forma de comunicación persuasiva; (b) persigue influir sobre la conducta política del receptor; (c) el emisor no siempre se identifica en cada mensaje; y (d) difunde sus mensajes utilizando los medios de comunicación masiva.

3.1.1. Forma y contenido

En el análisis de la propaganda electoral difundida por los medios televisivos del país se pueden delimitar dos grandes campos: forma y contenido. La forma se refiere al tratamiento y los recursos técnicos necesarios para proyectar, a través de imágenes, los mensajes de propaganda de los partidos políticos. Al contenido se accede rescatando las palabras que se relacionan entre sí para crear conceptos. En el análisis de este campo se procederá a abordar los aspectos que se refieren al texto o al discurso de los spots difundidos por los partidos. Además, en el examen de la forma es importante destacar que los partidos políticos la elaboran atendiendo a las funciones de la publicidad en tres aspectos: mostrar la existencia de necesidades, proponer el producto para satisfacer y expresar la competencia comercial.

3.1.1.1. La ofensiva de ARENA

Considerando lo anterior, encontramos que el manejo de imagen, personas y signos del Partido ARENA se desarrolló sobre cuatro ejes fundamentales: departamentos-diputados, dirigentes areneros, alcaldías y la campaña contra el FMLN. En el tratamiento de la imagen es importante delimitar el uso de los planos de cámara, colores y recursos. Cuando nos referimos a los planos de cámara hacemos alusión a la posición de ésta respecto del objeto a enfocar. En los spots de ARENA se destaca un aprovechado uso de este recurso. Por ejemplo, los planos de Mario Valiente en una concentración pública son utilizados para resaltar la figura del candidato, colocándolo sobre los espectadores, e inmediatamente -al disolverse las imágenes- aparece al mismo nivel que el resto de las personas que intervienen en el spot, cuyos rasgos son de gente común y corriente. La idea es presentar la imagen de un candidato cerca de sus electores. En el sentido de la publicitario, aquél se convertiría en el producto que necesita el elector para satisfacer sus necesidades.

En cuanto al uso de los colores, en la campaña arenera destaca la utilización clara o encubierta de los mismos, asociada a las personas que intervienen en los spots. En este punto, predominan los fondos azules, lo que ejercería una función de calidez en los planos. Si se presta atención, este recurso se usa con mucha frecuencia y por lo general está ligado a personas que aparecen como trabajadores. En torno a los signos, se encuentra el consabido uso del pulgar, que se asocia a la adherencia al partido de gobierno, lo cual ha sido propio de esta y otras campañas.

Como ya se señalaba, el partido de derecha impulsó una campaña en la cual atacó directamente al FMLN; uno de los frentes de ataque consistió en hacerlo responsable de actos de violencia. En este sentido, las imágenes estaban vinculadas a la guerra, quemas de buses, la destrucción del puente de Oro y el hallazgo del buzón de armas en Nicaragua. A la manera de una vieja edición, estos spots se presentan en blanco y negro. El uso de este recurso contrasta con el colorido del resto de la campaña de este partido. La ambientación, por lo tanto, hace referencia a un precedente oscuro y, en consecuencia, negativo. Resulta interesante, por ejemplo, que en el spot propagandístico en el que el diputado de ARENA Walter Araujo señala al FMLN como responsable del alto costo de la vida se proyecten imágenes del destruido puente de Oro y que las mismas se acompañen con los colores rojos, en clara alusión al color del partido de izquierda.

Francisco Izquierdo Navarro sugiere, como necesario para vender la imagen personal de un candidato, mostrar a los electores los beneficios que le proporcionará votar por el mismo, pero recordando que es por su programa por quien se vota, es decir, se trata de vender a los electores el beneficio personal. Un elemento que se puede observar en la campaña del Partido ARENA es que éste trató de asociar a la imagen de su partido y de sus candidatos un producto determinado: la construcción y el desarrollo. Y ello como alternativa al caos, la violencia y la desestabilización que se asociaron al FMLN.

3.1.1.2. FMLN: el "otro" cambio

La campaña del FMLN se presentó a través de dos bloques: uno, constituido por las acusaciones en contra del partido de gobierno; y, otro, por las propuestas de los candidatos del Frente. Lo que más resalta en su campaña es el uso de las imágenes y los colores del partido. Es importante señalar que en el tratamiento de personas se utilizan rostros de trabajadores del sector informal (mujeres vendiendo flores, vendedora de sorbetes de carretón, niños de la calle). Las imágenes de apoyo para las acusaciones de corrupción, tomadas de titulares de los principales rotativos del país, le imprimieron credibilidad al mensaje. El uso de las siglas del FMLN y de un mismo slogan, "Juntos somos el cambio", son algunas de las novedades observadas en la propaganda del partido de izquierda, respecto del anterior proceso electoral.

La campaña que emprendió el FMLN tenía como eje las recriminaciones por el alto costo de la vida, e impactó incluso en la propaganda arenera, que respondió agresivamente. Izquierdo Navarro resume muy concretamente esta situación. En las campañas electorales "si se nos ataca, por un punto que conocemos es una preocupación mayoritaria de nuestros electores, la cosa más estúpida que podemos hacer es defendernos atacando por el mismo punto". Se haya tratado o no de un error de cálculo o de una mala decisión estratégica, lo cierto es que el partido de gobierno cayó en la trampa y respondió sobre un delicado problema que enfrenta la población, pues la gestión del actual gobierno ha estado caracterizada por su incapacidad para responder el empobrecimiento creciente de los sectores populares.

Retomando la caracterización de la propaganda que hicimos antes, es importante señalar que el uso de los colores rojo y blanco fue lo más significativo de los signos que aparecen en la campaña del FMLN, además de la imagen proyectada por los candidatos a diputados. Si se observa, éstos aparecen con los colores del partido, pero su vestuario es más bien formal. Desde el punto de vista de la venta de la imagen de los candidatos, este recurso será favorable si lo que se pretende es capitalizar los votos conservadores. Por otra parte, los planos de cámara se mantienen más o menos constantes, es decir, no son utilizados al máximo. Existe un ejemplo muy concreto: Schafick Handal, candidato a diputado por el Frente, aparece presentando una propuesta de concertación para la gobernabilidad democrática, mientras que a sus espaldas se tiene un fondo rojo con las siglas del FMLN, en una propaganda sin ritmo interno. El fondo no sólo crea un ambiente recargado, sino que también recalca -sean o no conscientes de ello los responsables de la propaganda del FMLN- la relación que tiene el color rojo con la ideología comunista.

Ahora bien, es insoslayable señalar que la propaganda del partido de izquierda estuvo vinculada a los usos publicitarios. Si se considera que el proponer un producto para satisfacer necesidades supone una buena presentación, el FMLN se presentó como una alternativa, capitalizando la observación de Izquierdo Navarro cuando afirma que es importante "venderle cosas" al elector, no el programa. Casi en la totalidad de su campaña, el FMLN buscó invitar a los ciudadanos a emitir el voto alternativo frente al alto costo de la vida.

Un elemento importante de los usos propagandísticos es el sentido de la pertenencia, de la identificación con un grupo, con un problema o con una opción. Izquierdo Navarro señala que no todas las bondades que se atribuyen a la publicidad política, como acto de hipnosis colectiva, se producen en masas autómatas sin sentido. Todo consiste, afirma este autor, "en saber lo que el elector quiere y ofrecérselo, no hay imposición de criterios, sino adaptación a los deseos de los demás". Para que esta identificación se produzca es necesario, entonces, ofrecerle al receptor aquellos mensajes que reflejen sus aspiraciones y se proyecten como posibilidades institucionales de un grupo. El FMLN utilizó este recurso y potenció la idea, más o menos compartida por algunos politólogos, que sugiere que en los procesos electorales se da una relación de compra-venta. Esta relación, como ya se ha apuntado, está emparentada con los mecanismos del mercado a través de la venta de la imagen de un producto que, en el caso de ARENA, estuvo vinculada con la figura de los candidatos y proyectos de infraestructura; y, en el caso del FMLN, con la satisfacción de las necesidades de la población.

Si atendemos a los contenidos de los mensajes, el partido de gobierno se inclinó por señalar conceptos como futuro, libertad y nacionalismo. Los slogans que utilizó para difundir estos conceptos fueron contradictorios, como cuando se afirma "sigamos las buenas obras", lo cual apunta a una continuidad, pero también se dice que "juntos somos el cambio", siendo ambas consignas excluyentes en muchos aspectos. El FMLN, por su parte, se mostró como alternativa, utilizando curiosamente el mismo slogan "juntos somos el cambio". La propaganda de ARENA partió del hecho de que sus electores apoyarían el que todo siguiera igual; el FMLN apostó por la insatisfacción de la población respecto de la gestión arenera.

3.1.1.3. Los demás partidos

Hasta aquí se han señalado los contenidos y la forma de la propaganda de las dos primeras fuerzas del país. En el análisis del comportamiento del resto de partidos políticos pueden observarse no sólo campañas menos elaboradas, sino también incapaces de atender o capitalizar los recursos de la publicidad para competir en el mercado político. En el caso del Partido Demócrata Cristiano, se notan propuestas incoherentes, entre el inicio de campaña y el final de la misma. Por ejemplo, inicialmente los demócratas se presentaron como alternativa, mostrándole a la población sus problemas más acuciantes; al final, se presentan como la “nueva clase política”, invocando la imagen del ex presidente Napoleón Duarte y advirtiendo sobre los peligros del comunismo. El pasado del Partido Demócrata Cristiano no podía ser un buen instrumento, no sólo por sus vinculaciones con actos de corrupción cuando gobernó, sino también porque las riñas internas del partido lo hacen ver como inestable.

El Partido de Conciliación Nacional, aunque no presentaba a nivel técnico la riqueza de imágenes del partido de gobierno, apeló a dos elementos que pudieron capitalizar a los votantes de derecha que no se sentían representados por ARENA. Potenciar la imagen de los nuevos miembros del Partido de Conciliación Nacional y apelar al nacionalismo y al voto de castigo señalaba una clara dirección de su propaganda hacia un electorado bien delimitado. Si analizamos esta campaña desde el punto de vista publicitario hay que decir que su objetivo central era vender la imagen de Antonio Cornejo Arango, "el maneque", identificando a este último con el “nuevo” Partido de Conciliación Nacional.

La propaganda de ARENA partió del hecho de que sus electores apoyarían el que todo siguiera igual; el FMLN apostó por la insatisfacción de la población respecto de la gestión arenera.

En el caso de la coalición Convergencia Democrática-FMLN-Movimiento de Unidad para la alcaldía de San Salvador, es interesante observar que utilizó los recursos publicitarios como su mejor arma. El candidato de la coalición, Héctor Silva, es el producto que se vende, el centro de la campaña. Silva se convierte en el símbolo publicitario; aparece rodeado de la calidez del hogar. Recuérdese que las apariciones de Silva se dieron siempre en lo que, presuntamente, es su hogar. La campaña de la coalición apostó por el cambio y por un político que no aparece identificado con un partido específico, sino como un individuo que quiere hacer de la capital un proyecto atractivo, del cual sentirse orgulloso. El slogan de la campaña resume estas ideas: "si usted quiere sentirse orgulloso de ser capitalino....". El llamado es a votar por el candidato y su compromiso con la capital, no por un partido; la única alusión a los partidos de la coalición se hace cuando se pide votar por cualquiera de las tres banderas que la conformaban.

Las campañas del resto de partidos políticos (Movimiento de Solidaridad Nacional, Movimiento de Unidad, Pueblo Unido Nuevo Trato, Movimiento de Renovación Social Cristiano) contrastaron con las que hemos reseñado. La propaganda de estos tres partidos no sólo fue notablemente menor a nivel cuantitativo, sino también en su forma. Los espacios se utilizaron para mostrar un discurso elaborado más que para presentar y manejar spots. Se perdieron de vista la rapidez e inmediatez con que llega el mensaje, a través de la televisión. Ninguno de estos partidos sugirió en su campaña una solución a problemas puntuales ni intentó vender la imagen de su candidato. Sus propuestas apelan sobre todo a las soluciones de buena voluntad. Olvidaron que si se quiere vender un producto en el mercado, éste tiene que ser presentado como alternativa, resaltando sus bondades y reiterando los beneficios personales que obtendrán los compradores. Así, el Partido de Renovación Social Cristiano, aunque afirmaba que contaba con personas capaces no señalaba los beneficios que traería optar por ellas. Incluso no dejaba constancia de su conocimiento sobre los problemas de la población.

De la campaña del Partido Demócrata se pueden señalar algunos aspectos erróneos desde el punto de vista del mercado. En primer lugar, inició su campaña en confrontación franca con el FMLN, sin aparecer como una alternativa de cara al resto de los partidos políticos; en segundo lugar, cuando intentó hacer propaganda para su partido, su estrategia inicial había sentado un mal precedente. En todo caso, si se analizan los spots de este partido, éstos aparecen como fotografías que suelen girar más alrededor de ideas sueltas que de una estrategia publicitaria coherente. El slogan utilizado, "soluciones con estabilidad", no es sencillo, simple, no impacta al electorado ni deja en el mismo una idea clara de su propuesta.

Herreros Arconada habla de colocar el producto en el mercado. Este autor, señala que los esfuerzos deben concentrarse en definir las características del producto, en conseguir que el mismo se coloque entre el público, léase entre los electores. Sin embargo, el Partido Demócrata pareció hacer caso omiso de esta pieza clave para la puesta en marcha de un proyecto que permitiera vender el producto y darle presencia entre los compradores. Ello por dos razones: apareció inicialmente confrontando al FMLN con sus declaraciones públicas, lo cual acentuó su imagen de partido dispuesto a someterse a los intereses de ARENA, y la propaganda electoral posterior tenía este referente previo, que no le permitió presentarse como una alternativa viable ante los electores.

En definitiva, la campaña electoral dejó en claro dos cosas: primero, que las opciones electorales con una mayor elaboración publicitaria fueron el FMLN y ARENA. Estos partidos presentaron sus proyectos de campaña con aciertos y errores, pero con la clara intención de persuadir a los electores acerca de la dirección que debía llevar su voto. Segundo, que el resto de partidos se diluyó en una campaña menos elaborada. Los resultados electorales parecieron dar la razón -o al menos una oportunidad- a la campaña que apostó por el futuro y no por la continuidad. Las campañas del FMLN y de ARENA trataron de vender sus proyectos a los electores; sin embargo, la desgastada imagen del partido de gobierno y de sus miembros favoreció al partido de izquierda. Mientras ARENA apostó por el "voto duro", que al parecer disminuyó notablemente, el FMLN apeló a la inconformidad y al descontento. Sus mensajes se dirigieron no a sus simpatizantes, sino a la mayoría de la población. Este cálculo tuvo sus aciertos, y ahora el partido de izquierda tiene un buen número de alcaldías importantes y 27 diputados en la asamblea.

3.2. Partidos pequeños y partidos mayoritarios

Dos cosas interesan en éste apartado: primero, analizar un poco más de cerca el fenómeno de la polarización que caracterizó la campaña electoral y, segundo, hacer un esbozo del grado de incidencia de dicha polarización en los resultados electorales. Se sostiene que la campaña electoral estuvo polarizada porque la observación de su desenvolvimiento evidenció que la atención de los medios -y, por tanto, de la población en general- se enfocó preferencialmente en torno a dos polos o ejes: el FMLN y ARENA. Dicha polarización disipó la presencia de los partidos pequeños y puso de manifiesto su franca desventaja respecto a los "grandes". Entendemos por partidos pequeños todos aquellos cuya capacidad para captar votantes es notoriamente reducida, bien sea por razones económicas, conflictos intestinos u otras razones, que se mencionarán adelante con más detenimiento. Consecuentemente, los partidos mayoritarios lo son en cuanto su poder de convocatoria logra desplegarse a las distintas zonas del país y sectores de la población. Tal vez uno de los criterios más eficaces para medir la fuerza de un partido sea su capacidad para darse a conocer, prerequisito para captar un número considerable de votos. En El Salvador, ARENA y el FMLN llevan la delantera, en cuanto a fuerza de arrastre, debido a la ventaja publicitaria que tienen sobre los demás.

Entre otras cosas, el 16 de marzo, los partidos pequeños engrosaron las listas de las opciones electorales, aunque muchos de ellos no lograron conquistar los votos necesarios para mantenerse legalmente inscritos. Dichos partidos son los siguientes: Movimiento Auténtico Social, Partido Renovación Social Cristiana, Convergencia Democrática, Partido Pueblo Libre, Movimiento de Unidad, Partido Liberal Democrático, Pueblo Unido Nuevo Trato, Movimiento Solidaridad Nacional y Partido Demócrata. El Partido de Conciliación Nacional y el Partido Demócrata Cristiano merecerían inaugurar una nueva categoría como "partidos medianos" debido a la experiencia política y a la simpatía entre el electorado. Sin embargo, observando el comportamiento de la campaña electoral, el Partido de Conciliación Nacional y el Partido Demócrata Cristiano alcanzan aún el calificativo de partidos pequeños.

3.2.1. La polarización de la campaña: ARENA, el polo mayor

Una de las características más sobresalientes de la campaña electoral recién pasada fue el grado de polarización que mantuvo desde sus inicios, en las últimas semanas del mes de enero, hasta su culminación, el domingo 16 de marzo. Al parecer, ARENA y el FMLN no escatimaron recursos a la hora de publicitarse. En cuanto más avanzaba la campaña, más se inundaban los medios de canciones, consignas e imágenes, procurando convencer a los salvadoreños de ser la mejor opción. Mientras tanto, la presencia de los partidos pequeños en la televisión era casi imperceptible. Resultó evidente que, mientras ARENA y el FMLN invertían cuantiosas sumas de dinero en sus respectivas campañas, los partidos pequeños enfrentaban -unos más que otros- serias dificultades económicas para llevar a cabo las suyas.

Tanto cuantitativa como cualitativamente, ARENA aventajó al resto de los partidos de manera desproporcionada. A lo largo de los casi dos meses que duró la campaña electoral, ARENA presentó alrededor de 29 spots, más del doble de los del FMLN, que sólo puso 13. Al principal partido de oposición le siguieron, en número de spots, el Partido Demócrata Cristiano, con 12; el Partido de Conciliación Nacional, con 8; el Movimiento de Solidaridad Nacional, con 4; el Partido de Renovación Social Cristiana y la coalición FMLN-Convergencia Democrática-Movimiento de Unidad, con 3; la Convergencia Democrática y el Movimiento de Unidad, con 2; y, finalmente, Pueblo Unido Nuevo Trato y el Partido Demócrata, con solo un spot.

Por otra parte, la calidad de los anuncios televisivos decrece casi en la misma medida en que lo hace la fuerza del partido. Se podría afirmar, sin temor a equivocarse, que a muchos salvadoreños les habría bastado con ver sólo un pequeño fragmento de un spot del Partido Liberal Democrático o del Partido de Conciliación Nacional -aunque en él no se distinguieran banderas ni se escucharan consignas- para saber de antemano que no se trataba de un anuncio de ARENA. Porque, dejando de lado que ese partido desde hace años diseña su propaganda política de una forma muy peculiar, la calidad de las imágenes de sus anuncios es muy superior a la de la mayor parte de la de los demás partidos.

Así pues, la desproporcionada diferencia publicitaria que caracterizó a la campaña electoral trajo como consecuencia la polarización a costa del pluralismo partidario. Polarización sin duda favorable para los partidos mayoritarios. En primer lugar, porque la escasa presencia de los partidos pequeños en los medios eliminaba del panorama político a sus posibles "rivales peligrosos" y, en segundo lugar, porque posibilitaba a los partidos aventajados basar su campaña en la competencia -fácilmente desleal- en contra del opositor. Este fue el caso de ARENA, cuyo sistema propagandístico giró, primordialmente, en torno a la denigración contra el FMLN, para lo cual se valió no sólo de comerciales burdos y desfasados, sino también de tácticas oportunistas, que aprovechaban ciertos contextos para hundir al principal partido opositor en el descrédito y el desprestigio. Ahora, si bien es cierto que el FMLN no cayó en las mismas bajezas del partido oficial, también lo es que, en determinadas ocasiones, cometió la ingenuidad de no advertir que su falta de palabra oportuna frente a los reiterados ataques de ARENA le facilitaron a éste continuar con su juego sucio sin obstáculos.

Pese a lo anterior, esta campaña polarizada, que muchas veces pudo haberse confundido sin problemas con una "guerra publicitaria", en la que el más fuerte arremetió sin contemplaciones contra su principal adversario, favoreció en igual medida a ARENA y al FMLN, pues la atención a lo largo del proceso electoral se mantuvo, casi exclusivamente, en estos dos grandes rivales. En contraste, los partidos pequeños se veían en notorias dificultades para darse a conocer y debían resignarse a explotar recursos más modestos como la "pinta y pega" de calles, paredes y aceras, y las visitas casa por casa. Recursos indiscutiblemente insuficientes, si se recuerda la importancia e influencia de la televisión en sociedades como la nuestra.

La escasa presencia de los partidos pequeños en las pantallas de los salvadoreños evidenció su debilidad, porque si la propaganda es -en un país donde la democracia empieza tímidamente a consolidarse- el único recurso con el que los partidos políticos cuentan para presentarse ante el electorado, y el medio televisivo es el más significativo en tanto que garantiza la llegada de los mensajes a la mayor parte de los sectores de la población, ¿cómo podían inspirar confianza partidos que, precariamente y dejando mucho que desear, intentaban venderse como alternativas de poder? Esa precariedad podía interpretarse -y de hecho así se interpretó- como falta de preparación para asumir el rol de gobernantes. Si un partido político no puede contar todavía con un engranaje propagandístico profesional, en cuanto a la forma, y suficientemente convincente, en cuanto al contenido, no puede esperarse de él que se desempeñe satisfactoriamente una vez alcanzado el poder.

3.2.2. Los partidos pequeños: no minoritarios, frágiles

Por desgracia, los partidos pequeños en El Salvador no han podido asumir con propiedad el papel de representar a los grupos minoritarios. Más bien son pequeños porque la experiencia política de sus cuadros es o muy escasa o nula, su poder de convocatoria y la fuerza de sus bases es endeble y su capacidad económica y organizativa insuficiente, aspectos cuya manifestación en la campaña electoral no pudo ser más obvia. La fragilidad de sus estructuras se puso de manifiesto hasta el grado de poner en peligro su existencia, debido a los resultados electorales. Cinco de los partidos pequeños que participaron en las elecciones -sin contar a Pueblo Unido Nuevo Trato, que logró salvarse por haber inscrito candidatos únicamente en diez municipios y ninguno para la asamblea legislativa- no alcanzaron el 3 por ciento de los votos requeridos para sobrevivir en la palestra política.

La desproporcionada diferencia publicitaria que caracterizó a la campaña electoral trajo como consecuencia la polarización a costa del pluralismo partidario.

El Partido Demócrata, apelando a su coalición parcial con el Partido Demócrata Cristiano, tras una “reinterpetación” de la ley electoral y gracias a la ayuda de ARENA, pudo salvarse. Por su parte, el Movimiento de Unidad, ha protestado, pidiendo la aprobación de un decreto que suspenda la cancelación de los partidos que obtuvieron diputados, aunque no alcanzaran el 3 por ciento de votos. Así las cosas, el Movimiento de Solidaridad Nacional, el Movimiento Auténtico Salvadoreño y el Partido Pueblo Libre son los cinco institutos políticos que se encuentran actualmente en vísperas de desaparecer. Aunque podría ser una interpretación simplista atribuir exclusivamente a la escasa propaganda su fracaso electoral, no cabe la menor duda de que esta fue una de sus causas principales. No puede ser simple casualidad que los dos partidos que obtuvieron la mayor parte de los votos fueron los que se publicitaron más insistentemente ni que el Partido de Conciliación Nacional, el Partido Demócrata Cristiano, la Convergencia Democrática y el Movimiento de Unidad obtuvieran un número de diputados casi directamente proporcional al número de spots que aparecieron por televisión. Por eso, es imposible pensar que un partido político puede prescindir de una buena publicidad y al mismo tiempo obtener un relativo éxito en los comicios.

3.2.3. Consideraciones

Tomando en cuenta lo anterior, habrá que preguntarse qué tan conveniente será para el proceso de consolidación democrática la conformación de un espectro político polarizado. Si recordamos que las elecciones cobran su verdadero sentido para la democracia en la medida en que permiten a los potenciales votantes elegir entre diversas opciones la que más les convenza y les ofrezca más posibilidades de representar sus intereses, la escasa presencia de partidos minoritarios resulta definitivamente perjudicial para el proceso democrático, porque significa o bien que no hay grupos minoritarios que representar y, por tanto, que la sociedad entera está polarizada; o bien que los partidos no han sabido consolidarse como verdaderos institutos políticos capaces de desarrollar un proyecto que vele por los intereses de las minorías.

Descartar de antemano la primera posibilidad sería muy arriesgado. Es importante no perder de vista que la población salvadoreña aún se encuentra lejos de estar completamente recuperada de la cruda guerra civil, cuando las circunstancias obligaban a elegir, en algunos casos como medio de sobrevivencia, entre uno u otro bando. Si la guerra es la máxima expresión de una sociedad polarizada es imposible pensar que, a tan pocos años de haberla superado, la población la haya olvidado. Muchos salvadoreños continúan vinculados afectivamente a las figuras políticas que hoy en día pueden asociar con las que en antaño les produjeron seguridad y confianza. Una parte significativa de la población sigue pensando que ARENA representa la paz y garantiza la búsqueda de un país seguro, mientras que otra continúa identificándose con los ideales de justicia y fraternidad que pretende encarnar el FMLN.

Así pues, resulta imprescindible considerar que la polarización es, además de un fenómeno político, un hecho sociocultural, enraizado en las fibras emotivas de muchos salvadoreños. Empero, las minorías y sus intereses existen y el descontento generalizado con la administración arenera era un hecho consabido en el momento de la campaña y comprobado el día de las elecciones. Correspondía a los partidos minoritarios -además de capitalizar para su beneficio el desgaste que la administración estatal trae consigo- recoger las inquietudes de los sectores que se interesan por problemas graves y de urgente solución, como es el caso de las organizaciones ambientales o las que trabajan en contra de la violencia intrafamiliar.

Muchos de los partidos pequeños cometieron la ingenuidad de lanzarse al mercado político sin la preparación mínima que ello requiere: un discurso convincente que, priorizando alguno de los aspectos de la problemática del país, dé muestras de ser capaz de enfrentarlo con firmeza, y una campaña publicitaria creativa que, sin necesidad de invertir grandes sumas de dinero, garantice llegar al sector al que haya decidido representar.

Los salvadoreños creen cada vez menos en la política. Decir que "los políticos sólo prometen y nunca cumplen" es cada vez más frecuente. Pero si además de prometer los partidos pequeños prometen mal, ¿qué posibilidades hay de que el electorado los favorezca en las urnas? La mala publicidad resulta, pues, tan contraproducente para los partidos -en cuanto evidencia su debilidad- como resulta el hecho de que muchos de ellos no han logrado definir un perfil que los defina y distinga de los mayoritarios. Al electorado no le caben dudas respecto a las diferencias entre ARENA y el FMLN; en cambio, no queda muy claro que es lo distintivo del Partido Demócrata o del Pueblo Unido Nuevo Trato, por ejemplo. En definitiva, mientras los partidos pequeños no tomen conciencia de que, tal y como están las cosas, tienen más elementos en contra que a favor y continúen acudiendo al uso de propaganda precaria, su existencia seguirá caracterizándose por la fugacidad y las minorías salvadoreñas continuarán huérfanas de representantes.

3.2.4. El papel de la prensa escrita

Como es obvio, el período electoral —es decir, el período comprendido entre el momento en que arranca la campaña proselitista y la publicación oficial de los resultados electorales— es el espacio en que la participación de los actores sociales mide su posibilidad y capacidad democrática. En este período no sólo el sector político del país se mete de lleno en la actividad culmen de la democracia representativa, sino también las instituciones y los sujetos no relacionados directamente con los partidos políticos aportan su parte en el desarrollo y cierre de la "fiesta electoral".

Por su lado, los partidos políticos echan mano de sus recursos y su sagacidad —unos con más posibilidades económicas y logísticas que otros— para venderle al electorado su plataforma política; en la cual, dependiendo de la necesidad, la coyuntura o la madurez política, o se equilibra la forma (los aspectos mercadológicos y comunicativos que llaman al consumo de aquélla) y el contenido (conjunto de propuestas y planes de gobierno, que componen la plataforma política), o se hace énfasis en uno de estos elementos en detrimento de su complementario.

En la campaña electoral de este año hubo más difusión de slogans y tonadas pegajosas (forma) que de planes de gobierno o plataformas políticas (contenido). La explicación obvia de este fenómeno es la siguiente: el interés de los partidos políticos en no adquirir un compromiso con el electorado o su falta de creatividad, con lo cual se estaría evitando con anticipación el desgaste político, que se produce cuando los partidos hacen caso omiso o se desvían del discurso electoral que les permite alcanzar cuotas de poder dentro del Estado.

Sin embargo, si bien durante la campaña se echaron de menos contenidos claros y propositivos, lo que sí abundó fue la difusión de información y noticias que buscaban, expresamente, difamar y desprestigiar. Esta modalidad de la campaña se dio en el marco de la confrontación entre los dos institutos políticos que contaron con mayor presencia en los espacios públicos: ARENA y el FMLN. En esta campaña sucia el papel que jugaron los medios de comunicación -antes y después de las elecciones— fue preponderante y decisivo.

3.2.5. Período pre electoral

Dejando de lado el autopublicitado esfuerzo por alcanzar un periodismo imparcial y apegado a la verdad, los dos rotativos más grandes del país —y en menor medida el vespertino El Mundo— se volcaron, desde el principio, a la tarea de cubrir exhaustivamente todas aquellas noticias que pudieran restarle méritos al partido FMLN; además de hacer eco de todas aquellas opiniones que pretendían presentar a este instituto político como una organización con poca credibilidad democrática, amigo de los esquemas conductuales propios de la guerra civil de la década pasada.

Fueron tres los hechos desde los que se pretendió sustentar este último punto: el primero, la supuesta vinculación de elementos del FMLN con el comando del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru que se tomó la embajada de Japón en Perú; el segundo, el descubrimiento de un buzón de armas en Nicaragua, de cuya propiedad se acusaba también al FMLN, y, el tercero, las declaciones vertidas en la sesión de la asamblea legislativa del 19 de febrero, en las cuales este instituto político y el Partido Demócrata se acusaron mutuamente de vender y poseer armas de guerra.

A los dos primeros hechos se les dio el mismo seguimiento noticioso. Ambos acapararon las primeras planas de los rotativos, pese a que las noticias estaban basadas en meras especulaciones difíciles de confirmar. En segundo lugar, hubo poco o ningún interés por contrastar estas informaciones con notas paralelas en las que se citaran las declaraciones de los líderes del FMLN al respecto, o en las que se hiciera un análisis de fondo sobre el universo de elementos que las rodeaban. En tercer lugar, la manera en que se redactaron las noticias y sus titulares guarda una sospechosa semejanza con la forma en que los hechos eran interpretados por ARENA. Titulares como "FMLN entrenó a MRTA" o "Arsenal perteneció al FMLN: [General] Cuadra", son algunas muestras de ello.

La cobertura periodística de la sesión de la asamblea ya aludida, se inclina en contra del FMLN. Sólo basta echar una ojeada a los titulares —"FMLN y PD se confiesan" o "ERP vendió misiles a E.U."— para darse cuenta de ello. Tanto La Prensa Gráfica como El Diario de Hoy no pusieron reparos en dar como verdadero algo que a todas luces era solamente un intercambio, por lo demás confuso, de acusaciones y recriminaciones; ninguno de ellos dudó en darle el estatuto de testimonio o de aceptación pública de culpabilidad a una sarta de afirmaciones vertidas al calor de una discusión agria, alevosamente permitida por ARENA.

Lo que puede ser criticado a la prensa no es el que haya informado sobre el hallazgo del buzón de armas en Nicaragua o sobre la sesión de la asamblea legislativa del 19 de febrero, sino que en esta información se prefirió acentuar la especulación sin atender a las pruebas, la culpabilidad del FMLN sin atender a los intereses que tras su deseo de mostrarlo como tal se escondían. Resulta absurdo y sospechoso que rotativos que se ufanan de ser los más objetivos, serios y comprometidos con la verdad propagaran este desequilibrio entre la veracidad y la propaganda, entre el periodismo serio que busca llegar a la raíz de los hechos y la difusión de afirmaciones coloreadas por la irresponsabilidad y la inquina política.

3.2.6 Período post-electoral

Luego de que fueran oficializados los resultados de las elecciones, después de que fue claro que la derecha del país respetaría la voluntad popular expresada en las urnas, el tono beligerante que había adoptado la prensa amainó y la cobertura de las noticias que con obsesión milimétrica se habían publicado desapareció por completo —desaparición que refuerza la tesis del respaldo de los medio a la campaña sucia impulsada por ARENA: se notificó sobre los hechos que desprestigiaban al FMLN hasta el momento en que dejó de ser útil para la estrategia electoral arenera.

Los dos rotativos más grandes del país se volcaron, desde el principio, a la tarea de cubrir exhaustivamente todas aquellas noticias que pudieran restarle méritos al partido FMLN.

Empero, al rastrear los editoriales y las columnas de los rotativos del país, fue obvio que no todos los sectores de derecha que, de una forma u otra habían participado o avalado la campaña en contra del FMLN, aceptaban los resultados electorales a favor de éste. Fue así como se establecieron dos tendencias en las páginas editoriales de los rotativos: en una primaban el interés por la objetividad y la crítica constructiva frente al proceso electoral y sus resultados, y en la otra, el ataque frontal contra el FMLN, sus propuestas y sus planes de gobierno.

En la primera de estas tendencias se situaron, aunque con claros matices de profundidad y calidad, CoLatino, El Mundo y La Prensa Gráfica. En resumen, los principales puntos que se tocaron son: (a) los dos hechos característicos que marcaron las elecciones fueron el voto de castigo y el ausentismo, los cuales respondieron a un sistema político coloreado por su falta de creatividad, por su demagogia y por su carencia de planes de gobierno serios y responsables con las necesidades de la población; (b) la pérdida de poder político por parte de ARENA no puede ser explicada —como el partido pretendió— calificando al electorado como apático, desinteresado y cómodo; más bien habría que reconocer como causas: su falta de mística política, los errores de su administración y su desinterés por purgar a sus elementos más ineficientes y corruptos; (c) la recomposición de la asamblea legislativa, más que objeto de preocupaciones y temores, debe interpretarse como el deseo de la población para que las dos mayores fuerzas políticas trabajen juntas y en igualdad de condiciones por el futuro del país; es decir, debe interpretarse como un buen augurio para que las fuerzas políticas realicen una gestión basada más en el consenso que en componendas interpartidarias; (d) la alternabilidad no sólo es una contingencia del sistema democrático, sino además una necesidad para el mismo: los resultados electorales a favor del FMLN son muestra saludable de este dinamismo.

La segunda tendencia —enarbolada por El Diario de Hoy — se caracterizó más por ser una continuación absurda de la campaña sucia contra el FMLN que por dar espacio al análisis, lo cual hubiera permitido dilucidar los avances y retrocesos del momento post-electoral. Para los analistas y columnistas de este rotativo era claro que: (a) el FMLN de hoy se identificaba con los grupos comunistas y marxistas-leninistas de décadas ya pasadas, por lo cual sus propuestas no eran más que burdos calcos de las propuestas políticas de 1932 y los años 60 y 70; (b) el rumbo económico actual es el más idóneo y preferible, por lo que una asamblea legislativa en la que tenga peso el FMLN será nefasta y destructiva para el país, digno de generar temores rayanos a la histeria; (c) el relevo del poder por parte de institutos políticos no cercanos a la derecha es más un mal necesario y pernicioso que una realidad a la cual hay que abordar como síntoma del robustecimiento de nuestro sistema democrático; (d) el relativo triunfo del FMLN no obedeció a ningún mérito propio, sino que se explica simplemente por que los sectores electorales duros de ARENA se abstuvieron de votar.

La participación de la prensa experimentó un viraje significativo: de un periodismo superficial y tendencioso que apoyaba la intención de ARENA de desprestigiar al FMLN, se pasó a un periodismo más sereno, objetivo y crítico. Pese a que este viraje no lo llevaron a cabo la totalidad de los rotativos del país, es importante que, aunque fuera al final de la campaña, la prensa adquiriera una actitud más acorde a lo que cabía esperar de ella en el proceso de transición democrática. Empero, no deja de ser preocupante que los medios de comunicación, en este caso la prensa escrita, module su compromiso con la verdad en concordancia con las exigencias y necesidades del partido en el gobierno.

Es oportuno preguntarse, ahora que los ánimos ya no están caldeados, ¿qué línea periodística hubiera seguido la prensa escrita si el partido ARENA hubiera ignorado los resultados electorales o se hubiera negado a aceptar que la salud de una democracia se mide por la tolerancia de sus actores sociales y políticos a la alternabilidad del poder? ¿Habrían emulado la intransigencia de los editoriales de El Diario de Hoy?

Al menos hasta hoy, el papel de los medios de comunicación en la vida política del país todavía no ha logrado asegurar el mínimo de objetividad e imparcialidad. Que el distanciamiento con ambas características se haya acentuado en un momento en que la presencia de ambas era más que necesaria para generar en el electorado una mayor credibilidad y confianza en el sistema político salvadoreño, es algo inexcusable. Algo que, de ahora en adelante, deberá ser tomado por los medios como una línea límite para el ejercicio de su profesión.

4. Elecciones y consolidación democrática

4.1. Resultados electorales

Uno de los avances más evidentes de los últimos años en materia política ha sido la ampliación de la diversidad de partidos e ideologías políticas en contienda. Paradójicamente, los resultados del ejercicio electoral muestran que dentro de las preferencias electorales, en realidad, continúa primando la polarización ideológica. Las votaciones han arrojado como principales ganadores a los partidos representantes de dos posturas ideológicas diferentes: ARENA y el FMLN, las cuales concentraron cerca del 69 por ciento del total de votos válidos; adicionalmente, otro partido de derecha, el Partido de Conciliación Nacional, también incrementó apreciablemente su participación. En cambio, partidos de tendencias más cercanas al centro político no han logrado incrementar su caudal electoral; más bien, han experimentado una reducción.

Este fenómeno se suscitó en un contexto de marcado abstencionismo, inclusive superior al observado en el pasado evento electoral. Si consideramos el total de votos válidos como un indicador del número de votantes, podría establecerse que el abstencionismo durante las recientes elecciones fue de más del 58 por ciento. El comportamiento de los votos validos entre las elecciones de 1994 y 1997 acusa una reducción de 225,851 votos, lo cual implica que, en las presentes elecciones, y pese a existir un mayor número de ciudadanos carnetizados, el total de votos válidos se contrajo en un 16.7 por ciento en relación a las elecciones de 1994.

El abstencionismo, ciertamente, permite dudar de la capacidad de expresión democrática de las elecciones, pero aún así estas últimas proporcionan los únicos elementos que dan una idea de las preferencias políticas de la clientela electoral. Esto es válido aún si se considera que una reducción drástica de aquél podría incluso inclinar la balanza en favor del partido con menor número de votos.

A partir de un análisis comparativo de las elecciones de 1997 con las de 1994 pueden destacarse, al menos, cuatro aspectos: el notable incremento en el número de votos obtenidos por el FMLN en las elecciones de diputados y alcaldes; la fuerte reducción del número de votos para ARENA; una pobre participación del centro político y la permanencia de partidos históricos dentro de las preferencias políticas.

Como resultado, la distribución de diputados muestra una clara reducción de la participación de ARENA (en 11 escaños), la cual fue capitalizada en buena medida por el incremento de la participación del FMLN (en 6 escaños) -y también por el Partido de Conciliación Nacional- lo cual ha permitido equilibrar las fuerzas de ambos partidos en la asamblea legislativa (ver el Cuadro 1); asimismo, en las elecciones para alcaldes destaca que el FMLN ganó la mayoría de los municipios más populosos del país. Los partidos pequeños, en cambio, no lograron incrementar sustancialmente su participación ni en la asamblea legislativa ni en la administración municipal.

4.1.1. El nuevo caudal electoral del FMLN y la pérdida de votos de ARENA

En las elecciones de 1994, el FMLN logró un total de 287,811 votos en las elecciones para diputados, lo cual -al considerar los votos obtenidos en 1997- implicaría que su caudal electoral se incrementó en 81,898 votos en total. Esto supone un respetable incremento porcentual de 28.46 por ciento. Similar situación ha sido experimentada en el caso de las elecciones para alcaldes, donde el número de votos a favor del FMLN se incrementó en 91,677 votos, para totalizar un incremento del 33.5 por ciento en relación a los datos de 1994.

El resultado de estas dinámicas, sin embargo, no fue siempre el mismo en términos de cargos alcanzados. Por ejemplo, el FMLN logró incrementar en 6 diputados su representación legislativa, lo cual -sumado a una reducción de la representación de ARENA- produjo un equilibrio en la asamblea legislativa; pero, por otro lado, no logró traducir el incremento de su caudal de votos en las elecciones municipales en un número sustancial de alcaldías, ganando apenas un 18.3 por ciento del total. Esto se explica porque el FMLN habría ganado tanto municipios populosos, los comprendidos dentro del gran San Salvador, como algunas cabeceras departamentales significativas. Así, aunque el FMLN detenta el poder municipal en un escaso número de municipios, en realidad, gobernará a una cantidad de población comparable a la de su principal adversario.

Tanto en las elecciones para diputados como en las municipales, ARENA obtuvo resultados marcadamente negativos, incluso llegando a perder muchos más votos de los que el FMLN llegó a adicionar. De este modo, en las elecciones para diputados ARENA sufrió una merma de 209,474 votos, lo cual representa un 34.6 por ciento del total de votos obtenidos en las elecciones de 1994. Esto se tradujo inmediatamente en una pérdida de 9 diputados, fijando su cuota legislativa en 28 diputados.

En las elecciones para alcaldes, ARENA perdió 187,854 votos, equivalentes al 31.4 por ciento del total obtenido en 1994. Ello implicó la pérdida de la mayoría de los municipios más populosos del país, aunque como se mencionó arriba, no implicó una caída drástica en el número de alcaldías ganadas por este partido. ARENA superó en casi el 13 por ciento al FMLN; sin embargo, ARENA obtuvo el 61 por ciento (160) de las alcaldías y el FMLN sólo el 18.3 por ciento (48), lo cual se explica por la diferencia de población existente en los municipios. En casos extremos, existen municipios con aproximadamente 415,000 habitantes contra otros de tan solo 574, por lo que el número total de votos por partido depende fuertemente del municipio ganado.

4.1.2. Los partidos pequeños y los partidos históricos

No cabe duda que las elecciones rompieron con la hegemonía política de ARENA, aunque no precisamente porque se haya incrementado significativamente la participación de los partidos del centro político. Los partidos nuevos no lograron captar un caudal significativo de votos, mientras que el caudal electoral de los partidos antiguos de centro muestra una tendencia hacia la reducción o, en el mejor de los casos, hacia un relativo estancamiento. Así, partidos nuevos como el Movimiento de Solidaridad Nacional y el Partido Demócrata no lograron obtener ni un solo escaño en la asamblea legislativa, aunque el segundo logró obtener -en coalición con el Partido Demócrata Cristiano- una alcaldía. Ambos partidos, sumados a otros cuatro, enfrentaron la posibilidad de disolución por no reunir el porcentaje mínimo de votos para permanecer como partidos legalmente inscritos.

Llama fuertemente la atención que partidos de centro que ya habían participado en elecciones pasadas como Convergencia Democrática y el Movimiento de Unidad no lograron incrementar su raquítica participación en la asamblea legislativa. Convergencia Democrática ganó un diputado más que en 1994, aunque con menor número de votos, con lo cual totalizó 2; por su parte, el Movimiento de Unidad únicamente logró mantener 1 diputado, lo cual representa el mismo resultado obtenido en 1994. En términos del número de votos, estos partidos perdieron 20,338 votos (34.2%) y 8,266 votos (24.7%), respectivamente.

Aunque el FMLN detenta el poder municipal en un escaso número de municipios, en realidad, gobernará a una cantidad de población comparable a la de su principal adversario.

En lo que toca al Partido Renovación Social Cristiano, aunque puede considerarse un partido nuevo, en realidad es una escisión del Partido Demócrata Cristiano y probablemente ello explique por qué en su primera experiencia electoral lograra obtener votos suficientes para 3 diputados, algo inusitado entre los partidos de centro más pequeños o nuevos, a los cuales superó también en cuanto al número de votos.

De los trece partidos que participaron en la contienda electoral, solamente dos fueron creados antes de la década de 1980, mientras que los restantes se remontan a la historia política reciente. Paradójicamente, estos últimos han sido desplazados del liderazgo por partidos de extrema relativamente nuevos como ARENA y el FMLN. Ya para la década de 1980, ARENA mostró la potencialidad de los partidos nuevos, tras obtener importantes victorias electorales frente al partido mayoritario de aquel entonces, el Partido Demócrata Cristiano.

Pasada una década, los resultados electorales tampoco favorecieron al Partido Demócrata Cristiano, que sufrió una importante reducción en su caudal de votos, que se habría traducido en una pérdida de 11 escaños legislativos, obteniendo sólo 7 diputados. Ello obedeció a una reducción de 146,906 votos entre 1994 y 1997, que porcentualmente (61%) supera las pérdidas experimentadas por ARENA. En las elecciones municipales la disminución de votos fue bastante similar: 159,185 votos perdidos para una reducción de 61 por ciento.

El caso del Partido de Conciliación Nacional es muy diferente, pues logró incrementar su participación política. No es de sorprender, considerando que es un partido político que ha logrado subsistir en condiciones adversas, incluyendo al último golpe de Estado de la historia de El Salvador. De esta forma, habría logrado pasar de 4 diputados en 1994 a 11, en 1997, merced a un incremento de tan sólo 13,842 votos, que equivale a sólo un 16.6 por ciento de los votos de 1994. En el ámbito municipal, el desempeño no fue tan bueno, pues su caudal electoral decayó en 3.9 por ciento.

4.1.3. El ascenso electoral del FMLN

El quiebre de la hegemonía de ARENA se da en un contexto de incremento del abstencionismo; empero, ello no debería hacer perder de perspectiva el efecto del incremento del caudal de votos del FMLN, especialmente porque ello permitió equilibrar aún más la cuota política. El número de diputados de ambos partidos es bastante cercano, tanto porque el número de votos de ARENA cayó como porque el número de votos del FMLN se incrementó. Asimismo, los votos válidos para alcaldes de cada partido también fueron bastante similares.

Los resultados electorales muestran que los partidos de centro aún no han logrado incrementar su participación política y, por el contrario, en conjunto, han perdido importantes espacios políticos. El caso de los partidos antiguos, por otra parte, muestra que éstos, pese a haber sufrido un fuerte grado de desgaste, aún cuentan con una clientela electoral muy superior a la de cualquier otro partido nuevo que no sea ARENA o el FMLN.

Como quiera que sea, el FMLN ha ganado mucho con las elecciones del 16 de marzo de 1997. Si las de marzo de 1994 se caracterizaron por la hegemonía de ARENA, las que se acaban de realizar se caracterizan por el ascenso del FMLN, a pesar de un importante número de votantes potenciales que optaron por el abstencionismo.

Cuadro 1

Resultados de las elecciones

para diputados y alcaldes 1997

PartidoVoto

1997

diputados

%Voto

1997

alcaldes

%DiputadosAlcaldes
ARENA396,30135.4410,53736.728160
CD39,1453.526,9862.420
FMLN369,70933.0365,17532.62748
MU25,2442.326,9472.414
MSN7,0120.64,9820.400
PCN97,3628.7102,9619.21118
PD13,5331.211,5191.001
PDC93,5458.4101,9459.1715
PL2,3020.24690.0400
PLD35,2793.224,2712.220
PRSC40,0393.642,9633.836
PUNTO007470.100
MAS1320.01570.000
FMLN-CD-MU91,4043
PDC-PD39,83840,23534
FMLN-CD26,2883
TOTAL1,119,6031,119,28984262

4.2. La recomposición del escenario legislativo

Los resultados de las elecciones apuntan una recomposición del poder legislativo. Es además presumible que, a partir de esa recomposición, se imponga, como regla para alcanzar acuerdos, la negociación y el pacto en la asamblea legislativa. En este escenario, el Partido de Conciliación Nacional está llamado a jugar un papel relevante en un contexto en el cual lo característico es el equilibrio de fuerzas establecido entre ARENA y el FMLN. Ello no significa que los demás partidos minoritarios no tengan nada que decir, sino más bien que cada uno de ellos por separado no cuenta con los 11 votos que posee el Partido de Conciliación Nacional, que lo convierten en el partido que puede inclinar las decisiones legislativas hacia el lado de uno de los partidos mayoritarios.

No es descabellado suponer que el Partido Demócrata Cristiano va a apoyar, con sus 7 diputados, las iniciativas de ARENA. Si esto sucediera, el único mecanismo con el que cuentan los partidos pequeños para contrarrestar el peso del Partido de Conciliación Nacional es la conformación de una alianza que les permita sumar en bloque los votos de cada uno de ellos, con lo cual alcanzarían 8 votos, que les servirían para negociar una mayoría simple con ARENA-Partido Demócrata Cristiano, en el caso de que el Partido de Conciliación Nacional no estuviera dispuesto a ello. Por otro lado, esos 8 votos le serían insuficientes para negociar una mayoría simple con el FMLN, para el cual el apoyo del Partido de Conciliación Nacional se volvería necesario. Más aún, el partido de izquierda no podría prescindir del respaldo pecenista si admitiéramos un supuesto distinto: que el Partido Demócrata Cristiano, en bloque o algunos de sus diputados, se distanciaran de ARENA y se mostraran dispuestos a respaldar algunas iniciativas del FMLN o incluso a sumarse a la alianza de los partidos minoritarios.

Si, en el mejor de los casos, todos los diputados del Partido Demócrata Cristiano se integraran al bloque de centro o todos respaldaran las iniciativas del FMLN, apenas alcanzarían 42 votos, uno menos de los necesarios para la mayoría simple. Por supuesto que obtener un voto del Partido de Conciliación Nacional puede resultar mucho más fácil para el FMLN que obtener de ese mismo partido los 8 votos que serían necesarios si el Partido Demócrata Cristiano en su conjunto se plegara a ARENA. De aquí que, si se descarta la sumisión total del Partido Demócrata Cristiano a ARENA, los votos que el partido de izquierda tendrá que negociar con el Partido de Conciliación Nacional dependerán de los diputados del Partido Demócrata Cristiano que decidan respaldar ya sea al centro político o al FMLN.

De lo que no cabe duda es que el Partido de Conciliación Nacional se perfila como el instituto político decisivo en el quehacer parlamentario de los próximos años. Para ARENA será todo un desafío y una necesidad ineludible buscar el respaldo de un partido que pretende erigirse como una alternativa política de derecha. Si esta pretensión es tan seria como parece, ARENA se las verá en dificultades para plegar a sus intereses, como lo hizo en el pasado reciente, a un partido que ha integrado a sus filas a ex líderes areneros, cuyos desacuerdos con la conducción gubernamental ha sido proclamados públicamente y sin reparos. Adicionalmente, a ARENA se le podría complicar más la situación si se produce una ruptura en las filas demócrata cristianas, cosa probable dados los antecedentes del partido, el desastroso desempeño electoral del mismo y los intereses contrapuestos de muchos de sus dirigentes actuales. La inseguridad en los votos de algunos de los diputados del Partido Demócrata Cristiano y el reto que supondrán las negociaciones con el Partido de Conciliación Nacional son, a no dudarlo, dos de los grandes dolores de cabeza de los asesores e ideólogos de ARENA.

El FMLN, con sus 27 diputados, posee una cuota de poder legislativo insuficiente para hacer avanzar iniciativas que, de suyo, son impostergables. Tiene que sumar, ya sea en forma individual o en bloque, los votos de los partidos de centro, pero también tiene que sumar los posibles votos del Partido Demócrata Cristiano y los necesarios del Partido de Conciliación Nacional. En cada uno de esos escenarios tiene que dar muestras de una habilidad negociadora inédita en la experiencia política de la izquierda, cuidándose de cualquier pretensión hegemonista como las que lo han caracterizado en el pasado reciente. Posiblemente, le será más fácil respaldar sus iniciativas con los votos de los partidos de centro si estos no establecen un bloque de centro unitario, pues si éstos se sienten con más poder de negociación, quizá no van a resistir la tentación de lanzar iniciativas propias o de presionar para sacarlas adelante con el fin de alcanzar un protagonismo que termine fortaleciendo a uno de los integrantes de la alianza partidaria. Con todo, es con los diputados del Partido Demócrata Cristiano y el Partido de Conciliación Nacional con quienes tendrá mayores dificultades el FMLN tanto por razones ideológicas como por razones de protagonismo político. Tiene que demostrarles que su afán no es imponerles su proyecto o acabarlos como rivales, sino colaborar con ellos, pedir su apoyo teniendo como mira el bien del país.

En lo que se refiere a los partidos centro, éstos -en las condiciones más favorables- podrán tener una importante presencia en la asamblea. La misma, no tiene porqué estar mediatizada por una unidad que les permita actuar como un solo bloque partidario. Ello, ciertamente, les daría más coherencia y más capacidad de negociación, en vistas a hacer que sus iniciativas no sean descartadas a priori; sin embargo, el peligro de que uno de los miembros de la alianza pretenda catapultarse políticamente o catapultar a determinado partido, en detrimento de los demás, es real.

El FMLN, con sus 27 diputados, posee una cuota de poder legislativo insuficiente para hacer avanzar iniciativas que, de suyo, son impostergables.

En fin, como han quedado las cosas después del 16 de marzo, una gran responsabilidad recae sobre las espaldas de los partidos políticos y sus diputados electos. Es una buena oportunidad para que demuestren su compromiso con la instauración democrática; vale decir, para que demuestren que la corrupción y la deshonestidad ya no tendrán cabida en el quehacer político nacional. Partidos como el de Conciliación Nacional estarán en la mira de la crítica ciudadana, cuya determinación para no avalar la incompetencia política se puso de manifiesto en estas elecciones; el Partido Demócrata Cristiano tiene mucho camino que recorrer para limpiar su imagen de partido subalterno de ARENA; este último está obligado no sólo a revisar su desempeño electoral, sino también a renovar sus cuadros dirigentes; y el FMLN tiene que demostrar que no sólo es un partido de oposición, sino un partido capaz de hacer gobierno.

4.3. Transición democrática: un paso adelante

Ante todo, es pertinente anotar que la transición democrática salvadoreña, como fortalecimiento del sistema político partidario, todavía está en marcha; en consecuencia, la democratización política no está finalizada y el país aún no ha entrado de lleno en la ruta de consolidación democrática propiamente tal. Suscribimos la idea de Garretón cuando dice que “las transiciones democráticas o las democratizaciones políticas privilegian el momento político partidario de la sociedad. Las consolidaciones democráticas parecieran privilegiar el momento socio-económico de la sociedad”.

Pues bien, con las elecciones y sus resultados, el proceso de transición salvadoreño ha sorteado una prueba más. A partir de aquí se puede sostener que la alternancia en la gestión del poder estatal -requisito imprescindible de un ordenamiento democrático- se está asentando con fuerza en El Salvador. Cabe recordar que en la década de los ochenta fue la democracia cristiana la que copó los espacios para ejercer el poder estatal; a partir de 1989, esa posición fue ocupada por ARENA; y ahora -dejando de lado el ejecutivo, que continúa en manos de este último partido- parece que le está llegando el turno del FMLN. En el periodo reseñado, las elecciones terminaron por convertirse en el instrumento privilegiado para dirimir la lucha por el acceso al poder gubernamental. En la actualidad, todos los actores políticos, al menos de palabra, se han comprometido con el respeto a las reglas que la competencia electoral exige y todos han declarado estar dispuestos a aceptar sus resultados.

Las votaciones del 16 de marzo le han dado al FMLN la oportunidad para gobernar, desde el poder municipal conquistado por sí solo o en coalición, a un 45.29 por ciento del total de la población del país. Asimismo, sus 27 diputados, versus los 28 de ARENA, lo convierten en una de las fuerzas políticas mayoritarias en la asamblea. Ello supone una drástica modificación de las relaciones de poder existentes hasta ahora en el país, en las que lo característico ha sido la predominancia de ARENA por sobre la voz e intereses del resto de partidos. Tal como se comportaron los partidos perdedores en 1989 y 1994, cuando ARENA fue el gran ganador, ahora este partido tiene la obligación de respetar los resultados de unas elecciones que han dado una cuota significativa de poder a la oposición de izquierda, de centro izquierda y de centro derecha. La viabilidad del orden democrático depende, en buena medida, de la responsabilidad con la que el partido de derecha asuma su derrota electoral, puesto que el respeto a las reglas que hicieron posible ese desenlace es lo que debe caracterizar a todo actor que dice estar comprometido con la instauración democrática. Y es que como señala M. A. Garretón, “lo que sí puede afirmarse es que no hay perdurabilidad de este régimen [el democrático] si no hay una voluntad de los actores políticos y sociales significativos de mantener el régimen independientemente de sus resultados para uno u otro sector, es decir, si no hay voluntad democrática”.

Precisamente, esa voluntad democrática de los actores socio-políticos es la que debe salir a relucir después de la contienda electoral recién finalizada. Tal voluntad no ha tenido la presencia debida, pues lo característico de la clase política en su conjunto ha sido la irresponsabilidad y el compromiso con los propios intereses grupales e individuales. Es decir, en la clase política salvadoreña ha sido exageradamente marcada la inexistencia de un compromiso con las reglas y valores de la democracia; lo característico ha sido un compromiso “tribal” entre quienes, desde el poder, han solido distribuirse los privilegios y los cargos. Contrariamente a ello, es el compromiso con las reglas y valores de la democracia el que tiene que ser potenciado y defendido contra viento y marea por todos los actores socio-políticos del país, sean estos de derecha, de izquierda o de centro. Mientras el mismo sea inexistente, el avance de la transición democrática continuará oscilando entre la involución autoritaria y el descrédito del sistema y de los partidos políticos.

Los políticos cargan sobre sus espaldas con un enorme descrédito ante la sociedad civil. No tienen otra forma para ganar credibilidad que demostrar su compromiso decidido con la democracia. Esta es una deuda que la clase política tiene con la sociedad en su conjunto; una deuda que no se ve cuándo van a comenzar a pagar. Cuanto antes comiencen a asumirla como una obligación impostergable más pronto comenzará a perder sentido la desconfianza y los recelos que despiertan en la sociedad. El país requiere un nuevo tipo de político, distinto del que hasta ahora ha predominado, que ha antepuesto a cualquier otro interés sus propios intereses. Nadie dice que tienen que ser personas distintas a las que actualmente hacen política partidista; por supuesto, pueden ser las mismas, pero en sus valores y opciones debe operarse un cambio drástico, un cambio en el cual la opción por la democracia y sus valores debe ocupar un lugar privilegiado.

A los actores políticos del país se les tiene que exigir un compromiso radical con la democracia. Quienes no estén dispuestos a comprometerse con la democracia, con sus exigencias, sus valores y sus reglas, no sirven de nada al país; más bien le hacen un grave daño: desalientan a la población a participar, fomentan la corrupción en las instituciones y destruyen los gérmenes de la ciudadanía, es decir, de ese ethos cívico que debe permear los poros de una sociedad que, como la salvadoreña, está empeñada en transitar hacia un orden democrático. En el país, al igual que en el resto de países latinoamericanos, es necesario avanzar en un proceso de “redefinición, profundización y extensión de la modernización y la democratización social -especialmente la incorporación de la población marginada a la ciudadanía social, económica, política y cultural- y un nuevo modelo de reiserción cultural”. Pero ello no se podrá lograr sin una institucionalización de una práctica política democrática; a partir de esa institucionalización será posible que desde el quehacer político mismo se vaya generando una nueva cultura política, es decir, nuevas imágenes, estilos y lenguaje de la acción política (M.A. Garretón).

5. Reflexión final

Si aceptamos la tesis de que la transición democrática apunta más al fortalecimiento de un sistema de partidos y al ejercicio de una competencia electoral que abre las puertas a la alternabilidad la gestión del aparato de gobierno, mientras que la consolidación democrática tiene más que ver con las reformas socio-económicas en orden a disminuir o hacer menos lascerantes las desigualdades sociales, entonces la transición salvadoreña no está del todo finalizada y la consolidación democrática propiamente dicha -amén de estar en un estado todavía incipiente- no está siendo potenciada con las energías políticas, sociales y económicas requeridas.

No cabe duda que, en lo que a la transición se refiere, las elecciones del 16 de marzo pasado revisten un especial significado. Como hemos insistido a lo largo de estas páginas, a partir de las mismas se abre la posibilidad para que una fuerza política realmente de oposición pueda gestionar una cuota importante de los gobiernos municipales y, al mismo tiempo, pueda incidir, desde la asamblea legislativa, en las decisiones jurídico políticas. Las elecciones de 1994 marcaron un hito importante en el proceso de transición, en cuanto que en ellas se hizo presente la izquierda recién desarmada, abriendo el espacio político a una oferta político ideológica que, desde 1930, se había movido en la ilegalidad.

Con las llamadas “elecciones del siglo” (1994) y sus resultados no se agotaron los requisitos exigidos por la transición, en cuanto proceso de democratización política. Ciertamente, la izquierda desarmada irrumpió en la legalidad democrática y logró para su proyecto político ideológico el derecho a existir y a ser tolerado por todos los demás actores políticos. Sin embargo, de ganar el derecho a competir políticamente a acceder a una significativa cuota de poder hay un gran trecho; al igual que hay un enorme trecho de este último logro a tener la plena seguridad de que el poder conquistado -incluso a nivel del ejecutivo- no va ser boicoteado por los sectores de derecha más vociferantes.

Las elecciones de marzo de 1996 y sus resultados constituyen un paso adelante respecto de las de 1994, en cuanto que con ellas el FMLN, de principal partido opositor, ha pasado a convertirse en una fuerza con una cierta paridad de poder en relación a ARENA. No está plenamente asegurado que el FMLN vaya a gestionar su poder municipal -especialmente el de la alcaldía de San Salvador- sin enfrentar el boicot de grupos sociales y políticos de derecha. Tampoco está asegurado que partidos como el de Conciliación Nacional o el Demócrata Cristiano no van estar a la caza de los mejores compradores en el seno de la asamblea legislativa. También es pertinente considerar las elecciones presidenciales de 1999, pues si el FMLN ganara, quedaría en suspenso la posible actitud que los grupos de derecha asumirían ante tal eventualidad.

Sin la certeza de que el FMLN u otro partido opositor podrían gestionar el poder gubernamental -o una cuota significativa del mismo- sin mayores obstáculos y sin la resistencia de otros sectores políticos y sociales, no puede hablarse con absoluta seguridad del fin de la transición democrática. Como a prori esa seguridad no puede ser sostenida sin un margen enorme de incertidumbre, lo mejor es atenerse a los hechos; es decir, esperar lo que pueda suceder con la nueva gestión municipal en los territorios bajo el mando del FLMN y de lo que pueda suceder en la asamblea legislativa con la nueva correlación de fuerzas, surgida el 16 de marzo.

Con todo, la prueba más importante vendrá de lo que suceda en 1999, si arribara al ejecutivo una figura de la oposición. Si está (hipotética) nueva gestión presidencial saliera adelante sin mayores contratiempos y diera lugar a una nueva ronda electoral que trajera un recambio político indoloro, entonces, quizá sí -establecida la práctica de la alternabilidad del poder e institucionalizadas las reglas del juego democrático- estaríamos ante la finalización de la transición salvadoreña, entendida como proceso de democratización política. Llegados a este punto, ojalá no fuera demasiado tarde, se tendrían que encauzar las energías socio-políticas hacia el logro de la democratización social.


Footnotes

[1]. En la elaboración de este trabajo participaron los siguientes miembros del CIDAI: Luis Armando González, Rommy Jiménez, Luis Romano, Henry Marcel Vargas Escolero y Carmen Elena Villacorta.

[2]. Ver C. Acevedo, "Las elecciones generales de 1994: consolidación de la hegemonía de ARENA", ECA, 545-546, marzo-abril, 1994, pp. 195-212.

[3]. Ver "Propaganda política y realidad nacional", Proceso, 744, 5 de febrero de 1997, pp. 4-6.

[4]. Ver "Elecciones: ¿guerra o competencia", Proceso, 747, 26 de febrero de 1997, pp. 4-5.

[5]. Ver "Preocupante escenario político", Proceso, 747, 26 de febrero de 1997, pp. 6-8; "La izquierda armada salvadoreña en las décadas de los 70 y 80: un debate pendiente", Proceso, 749, 12 de marzo de 1997, pp. 4-6.

[6]. Ver "Tribunal Supremo Electoral: ¿contemplaciones con ARENA?", Proceso, 745, 12 de febrero de 1997, pp. 4-5.

[7]. Ver F. E. Ortiz, "Para democratizar la política. Cuatro reformas constitucionales", Tendencias, 60, abril de 1997, pp. 29-30.

[8]. Ibíd., p. 30.

[9]. Ver "Hubo exceso de confianza: Salguero Gross", La Prensa Gráfica, 17 de marzo de 1997, p. 2-A; "[Valiente] Pidió respetar a los trabajadores", El Diario de Hoy, 17 de marzo de 1997, p. 16.

[10]. Ver L. A. González, "La política y las encuestas de opinión", ECA, 579- 580, 1997, pp. 126-129.

[11] B. Cuenca, "Sorpresas electorales. Jaque al rey", Tendencias, 60, abril de 1997, p. 28.

[12]. Ver M. Herreros Arconada, Teoría y técnica de la propaganda electoral, Barcelona, 1989, p. 145.

[13]. Ibíd., p. 145.

[13]. M. Izquierdo Navarro, La publicidad política, cómo se convierte a un hombre en candidato, Barcelona, 1975, p. 160.

[13]. Ibíd., p. 180.

[13]. Ibíd., p. 178.

[13]. Ver "Las campañas electorales", Proceso, 718, 17 de julio de 1996, pp. 4-5.

[13]. Ver Herreros Arconada, p. 163.

[13]. Ver "La izquierda armada salvadoreña en las décadas de los 70 y 80: un debate pendiente", Proceso, 749, 12 de marzo de 1997, pp. 4-6.

[13]. Ver la cita 4.

[13]. Para una apreciación de las campañas electorales como estrategias de mercadeo, ver Proceso, 718, "Las campañas electorales", pp. 4-5.

[13]. Ver Proceso, 748, "La ofensiva de ARENA", pp. 2-3.

[13]. Ver Proceso, 746, "Preocupante manejo de la información periodística", pp. 8-9.

[13]. Ver Proceso, 747, "Preocupante escenario político", pp. 6-7.

[13]. Para una descripción minuciosa sobre la frecuencia y el lugar que ocuparon estas noticias en los rotativos del país, ver G. Mejía, "La otra contienda electoral", Tendencias, 59, marzo de 1997, pp. 18-21.

[13]. Ver La Prensa Gráfica, 15 de enero de 1997, p. 8-a.

[13]. Ver La Prensa Gráfica, 22 de febrero de 1997, p. 3-a.

[13]. Ver La Prensa Gráfica, 20 de febrero de 1997, p. 3-a.

[13]. Ver El Diario de Hoy, 20 de febrero de 1997, p. 8.

[13]. M. A. Garretón, Ibíd., p. 375.

[13]. Ver Centro de Cómputo y Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI), "Destapando la 'caja negra'. Condicionamientos técnicos del proceso electoral de 1984", ECA, 426-427, abril-mayo de 1984, pp. 197-218; editorial: "Duarte, el final de una presidencia", ECA, 476, junio de 1998, pp. 461-486.

[13]. Ver S. Montes, "Las elecciones presidenciales del 19 de marzo 1989", ECA, 485, marzo de 1989, pp. 199-210; editorial: "Los cien primeros días del gobierno de ARENA", ECA, 490, agosto-septiembre de 1989, pp. 631- 646; C. Acevedo, "Las elecciones generales de 1994: consolidación de la hegemonía de ARENA", ECA, 545-546, marzo-abril de 1994, pp. 195-212.

[13]. Ver "ARENA perdió los municipios más poblados. El FMLN gobernará a más gente que ARENA", La Prensa Gráfica, 3 de abril de 1997, pp. 4-A y 5-A.

[13]. M. A.. Garretón, "Cultura política y sociedad en la construcción democrática", Transiciones a la democracia en Europa y América Latina, México, 1991, p. 385.

[13]. Ver L. A. González,"Representación política y democracia", ECA, 592, octubre de 1994, pp. 1107-1110.

[13]. L.A. González, "La `lógica tribal' de la clase política salvadoreña", ECA, 579-580, enero-febrero de 1997, pp. 121-125.

[13]. M. A. Garretón, Ibíd., p. 374.