AÑO XXV, No. 537  1-31 de enero, de 2005

 

Entre el mar de la muerte: el camino de la esperanza

 

Indice:

2004: un año sombrío para la sociedad salvadoreñaEl respeto camina hacia la paz

Carta a Jesús el día de Navidad

“El problema más grave es la pobreza, no el terrorismo”

Tsunami: Exigencia de conversión

Entrevista a Pedro Casaldáliga

Ecos del XV aniversario de los mártires de la UCA

Otros “Tsunamis”

El Mozote

La Escuela de Teología Pastoral en Jiquilisco por fidelidad a la memoria martirial

Rostros bíblicos: historia humana y sagrada

 

2004: un año sombrío la sociedad salvadoreña

 

                        Visto en su conjunto, el año 2004 ha dejado un saldo negativo para la sociedad salvadoreña. El consumismo navideño no debe llamar a equivocación: tras el derroche de quienes llenaron los grandes centros comerciales, se oculta la realidad de miles de salvadoreños y salvadoreñas que apenas, y con suerte, tuvieron un poco de pan para celebrar la navidad y la llegada del nuevo año. Quienes gastaron lo poco que tenían y quienes no pudieron hacerlo aunque quisieron, todos sin excepción, han sido golpeados sistemáticamente desde las esferas política, económica, mediática y religiosa. Caer en la cuenta de los efectos sociales perniciosos emanados de esas esferas constituye apenas el primer paso para hacerles frente; la toma de conciencia por parte de la sociedad y su respuesta organizada, los pasos subsiguientes.    

 

Política divorciada de la sociedad.

                        Desde el ámbito político son muchos los golpes que se han asestado a la sociedad en este 2004. Aquí basta con enumerar unos cuantos. En primer lugar, la incompetencia de la clase política. Ciertamente, esta incompetencia no es nueva, pues desde 1992 ha sido la norma, más que la excepción, en el desempeño de los políticos. Con todo, en el 2004 alcanzó cuotas verdaderamente alarmantes: prácticamente nada de lo hecho por los partidos y sus líderes benefició a los sectores mayoritarios de la sociedad. Más bien sucedió lo contrario: casi todo lo hecho por los partidos fue en contra de la sociedad y en beneficio propio. Esta incompetencia de la clase política ha profundizado el divorcio entre la sociedad y el sistema político, lo cual se convierte en una grave amenaza para la estabilidad sociopolítica del país.

                        A la par de la incompetencia está, en segundo lugar, la corrupción. En algún momento se creyó que, con la llegada de ARENA al poder del Estado, la corrupción iba a desaparecer. El argumento que alimentaba este optimismo era que en este partido había mucho dinero y que la gente con dinero no tiene necesidad de robar. El destape del caso de ANDA —y antes de éste, el de Romeo Majano Araujo, al frente del ISSS— dio al traste con las ilusiones de los más optimistas. Hay gente en ARENA que abusa siste-máticamente de los recursos públicos: esta es una verdad inobjetable al cierre del 2004. Y no sólo eso: tal abuso goza de la protección de personas influyentes no sólo en la Asamblea Legislativa y el Órgano Ejecutivo, sino en la administración de justicia. Se trata, pues, de una corrupción amparada en la impunidad más abierta y descarada. Corrupción e impunidad se han dado la mano en el 2004; gracias a ello, aquélla ha proliferado en el sector público y en los ámbitos en los que lo público se cruza con lo privado.  

                        Y, en tercer lugar, están el abuso de poder, la prepotencia y el populismo autoritario. Los dos primeros vicios es fácil adscribirlos a administración del ex presidente Francisco Flores —hasta junio de 2004—, pero no están del todo ausentes en la administración del presidente Elías Antonio Saca. Su plan “Súper Mano Dura” se inscribe en una lógica autoritaria y prepotente heredada de su antecesor en el cargo. Por supuesto que en Saca esa lógica se tiñe de un tinte populista, que, hasta el momento, le ha dado buenos dividendos de cara a su impacto en la opinión pública. Al FMLN, por su parte, no le han sido ajenos, en este 2004, ni la prepotencia ni el autoritarismo de sus dirigentes. Las pugnas internas que lo sacudieron antes de las elecciones de marzo y después de ellas —hasta el desenlace de las elecciones internas para elegir a sus autoridades, en noviembre de este año— son la mejor muestra de ello. Así, tanto desde ARENA como desde el FMLN —por no hablar de los demás partidos— las señales que se han enviado a la sociedad es que algunos políticos (y/o funcionarios públicos) pueden hacer de las suyas, siempre y cuando tengan el poder suficiente para ello. Pueden enriquecerse ilícitamente, implementar leyes nocivas para la sociedad, enquistarse en sus cargos… Y todo por el poder que tienen.

 

Economía que excluye y margina.

                        Por si no bastara con los golpes recibidos desde la esfera política, la sociedad salvadoreña también ha sido golpeada por la economía. Con el cuarto gobierno de ARENA, el modelo económico terciarizado, centrado en las maquilas y las remesas, se consolida a paso firme. Se trata de un modelo económico, regido por el mercado y controlado por una oligarquía voraz, que ha generado exclusión y marginalidad hasta niveles extremos. Incapaz de generar empleos suficientes y dignos, el modelo expulsa a diario a decenas de  salvadoreños y salvadoreñas hacia Estados Unidos. Paradójicamente, esos salvadoreños y salvadoreñas, con sacrificios indecibles, inyectan miles de dólares al modelo económico que los expulsó y que se sostiene y reproduce gracias a esos dólares. Se está ante un círculo vicioso que no parece tener fin, pues empresarios y políticos de derecha están firmemente convencidos de que las remesas son lo mejor que le puede haber pasado al país. Mientras esta convicción continúe arraigada en los círculos de poder económico y político, será difícil ensayar otras formas conducir la economía.

 

Unos medios de comunicación manipuladores y una religión poco comprometida.

                        A los males generados en los ámbitos político y económico, se suma el efecto perverso que sobre la sociedad han tenido los grandes medios de comunicación. En 2004 el amarillismo, el sensacionalismo y la pasión por el escándalo han sido las notas dominantes en el quehacer mediático. A ello hay que añadir el abierto compromiso de derecha que, en el contexto electoral de marzo, mostraron las grandes empresas mediáticas. Como pocas veces, la sociedad salvadoreña fue sometida a todo tipo de artimañas y manipulaciones; los grandes medios revivieron viejos temores e hicieron gala de una prédica anticomunista que muchos creían cosa del pasado. La ética y el profesionalismo brillaron por su ausencia, en un ejercicio periodístico que no dudó en recurrir a la mentira y a la tergiversación con tal de denigrar a quienes se constituyeron en la principal amenaza electoral para el partido de gobierno. La gran perdedora, ante esta embestida mediática, ha sido la sociedad salvadoreña: su conciencia se empobreció y su capacidad de posicionarse críticamente ante los problemas que le aquejan fue severamente debilitada.   

                        El influjo religioso hizo lo suyo para que la conciencia colectiva de los salvadoreños y salvadoreñas se empobreciera y perdiera criticidad. Dejando de lado a quienes, en minoría, alentaron una religiosidad comprometida con los problemas sociales, económicos y políticos, lo dominante fue la anuencia de importantes sectores religiosos —católicos y protestantes— con los desmanes de los funcionarios de gobierno, los grandes empresarios y las grandes empresas mediáticas. Sistemá-ticamente, una prédica conservadora, intimista y espiritualista golpeó a amplios sectores de la sociedad. En algunos casos, los portavoces de esa prédica no ocultaron sus simpatías con el partido ARENA. Por su lado, los principales dirigentes de este partido —principalmente, Elías Antonio Saca— supieron sacar provecho del respaldo abierto o solapado que les manifestaban algunas iglesias. Una peligrosa alianza se fraguó en este 2004: religión, empresa privada, grandes medios de comunicación y partido de gobierno se dieron la mano no sólo para legitimar el modelo económico-social prevaleciente, sino tambien para hacer un frente común en contra de quien intente realizar una reforma del mismo.  

                        En resumen, en el 2004, la sociedad salvadoreña ha tenido que soportar los embates de la política, la economía, los grandes medios de comunicación y el conservadurismo religioso. Su reacción, esporádica y dispersa, no ha estado a la altura de los desafíos. La pasividad colectiva todavía sigue siendo el rasgo característico de la sociedad salvadoreña. Los niveles organizativos se han revelado insuficientes para articular un movimiento social capaz de obligar a las élites económicas y políticas a revisar y redefinir su forma de conducir y gestionar el país. Es cierto que en este año —al igual en otros años— los salvadoreños y salvadoreñas han sido muy activos, pero lo han sido en tareas de supervivencia y en un plano individual. No han logrado entender que su supervivencia se conecta con la lucha por sus derechos humanos, económicos y sociales y que, asimismo, esa lucha va más allá de lo meramente individual, pues para tener éxito debe involucrar a otros que están en la misma (o peor) situación. 2005 debería ser, desde el punto de vista de la sociedad, un año destinado a romper con la pasividad colectiva, es decir, un año de irrupción social organizada en la vida pública. No se ve de qué otra manera la política, la economía, los grandes medios de comunicación y el conservadurismo religioso se vean forzados a dejar de seguir generando efectos perniciosos sobre la sociedad.

 

CIDAI

 

 

El respeto camina hacia la paz

 

                        Los dos sucesos que hemos vivido en estos últimos tiempos nos permite recoger una experiencia humana que enseña un camino hacia la paz. Aunque la realidad de la violencia parece negar ese proceso. Mucho más cuando nuestra realidad muestra la difícil tarea de erradicar la semilla de muerte entre nosotros.  En días pasados se recordó la firma de la paz que dio término a la guerra. En ese momento, la esperanza pareció tejerse en medio de un sinnúmero de muertos. Hoy trece años después, la fecha ha pasado sin pena ni gloria. Para algunos fue motivo para seguir publicitando lo bien que va todo y cómo solo mirar hacia el futuro. Para otros, lo mal que estamos y cómo la lucha continúa como una música incesante. En el fondo, para el resto de la población aparece como una de las tantas fechas que quedan en esa búsqueda de empleo, de romper la pobreza y de evitar esa otra violencia delincuencial que cubre los periódicos.

 

                        En medio de esta conmemoración de los acuerdos de paz, apareció la noticia donde oficiales de alto rango del ejército estadounidense reconocieron que durante la guerra civil salvadoreña organizaron, financiaron y dirigieron grupos paramilitares cuyo “trabajo” era contrarrestar y aniquilar a los civiles que daban su apoyo a los grupos insurgentes. Estos grupos eran conocidos como escuadrones de la muerte. Su modo de operar era secuestrar y torturar a los colaboradores o simpatizantes del movimiento guerrillero para obtener información o simplemente asesinar para quitarle las bases populares. Las personas asesinadas y violadas aparecían como resultados normales del accionar de la guerra, más aún, eran mecanismos del terrorismo de Estado, es decir, aterrorizar a la población como un medio de contención al avance de la subversión. Eran todos los mecanismos de la violencia puestos al servicio del terror.

 

                        Aceptar este procedimiento es admitir que la dirección y financiamiento provinieron del gobierno de los Estados Unidos, teniendo como contrapartida la colaboración del gobierno salvadoreño y de sectores no gubernamentales de extrema derecha. Todos ellos aprobando la desaparición, la tortura, la violación y el asesinato como medio legítimo para combatir y derrotar al enemigo. Esta “limpieza” era sancionada como medio inevitable y tolerable para la victoria. Antes se negaba, ahora queda patente. Es confesar lo que se hacía en la oscuridad de la impunidad.

 

                        Los oficiales que hicieron público esta creación de los escuadrones de la muerte, lo manifestaron porque estaban valorando  la posibilidad de que comandos especiales del ejército estadounidense entrenen a fuerzas iraquíes para secuestrar, violar o asesinar a civiles y rebeldes. Este tipo de violencia se multiplica y se reproduce en vez de acallarse. Es volver a presentar que junto con la guerra convencional, la faz que hace manifiesta el origen de la violencia, se aúna este medio de los escuadrones, la violencia clandestina, para quebrar así la resistencia de una población decidida a no dejarse imponer el gobierno que Estados Unidos propone. Los escuadrones hacen más siniestro el adagio que dice: si quieres la paz, haz la guerra. Pues, parecen decir: si quieres la democracia ten escuadrones de la muerte. El éxito de este estilo solapado de acallar en El Salvador todo tipo de protesta, le muestra a los señores de la guerra que vale la pena instalarlo de manera patente en otro lugar donde la guerra se hace modo habitual de resolver los conflictos. De ahí, el curioso y triste nombre de esta operación: “Opción Salvador”. Es casi una confesión nítida pero sin arrepentimiento ni dolor de corazón.

 

                        Hacer pública esta alabanza  permite que las personas que participaron, justificaron y fomentaron estos escuadrones de la muerte se sientan invitados a reivindicar su modo de proceder. Es dejar de lado los derechos humanos y toda sensibilidad ante el dolor de otras personas. En el fondo, es la negación de toda ética y la no aceptación del derecho internacional.  Es pensar que un “grupo de personas tiene derecho sobre los otros pueblos y que sólo los otros pueden ser juzgados quedando los míos en impunidad. Es simplemente la fuerza del poder, el desparpajo del horror.  

                        En este mismo camino se ha puesto el gobierno salvadoreño de la posguerra al negarse a investigar las violaciones de los derechos humanos acaecidos en tiempo de la guerra. Abrir esta puerta es encontrarse con el ejército salvadoreños y sus ex altos oficiales, con políticos, grandes empresarios, profesionales y diplomáticos. Mucho de ellos ahora aplauden las libertades democráticas, aprueban la libertad de información y expresión y se sienten dignos y conscientes de sus responsabilidades sociales. Es aceptar una sociedad en cuyo corazón queda siempre una injusticia. Se exorciza el recuerdo pero no se cambia la realidad.

 

                        Esta realidad de guerra nos muestra una tríada terrible del horror, lo más doloroso es que aparece como parte de un proceso de democratización, mejor dicho, so capa de democratizar se legitima un procedimiento que debería estar fuera de la ley. Esta violencia pasa del corazón humano al corazón de la sociedad, es decir, se deja suelta la bestia de la crueldad. Es decirnos que la realidad última que se postula del ser humano es la sangre derramada y que las relaciones entre los seres humanos deben carecer de toda ley. Para la Biblia es llevarnos a la animalidad, dejar de ser imagen de Dios. El ser humano se convierte en presa buscada y aniquilada por otro ser  que se autoproclama humano. La violencia se vuelve el régimen político de todo actuar. La misma persona que mata el cuerpo humano mata también el cuerpo social. El violento derrama sangre y viola la ley. El violento es un violador, impone su reprocidad ante la víctima indefensa.

 

                        Por eso, la violencia recorre un camino entre la vida y la muerte poniendo el asesinato. Pasa entre el hombre, la mujer y el infante poniendo violación y destrucción del cuerpo, entre la verdad y la mentira dejando fehaciente el falso testimonio, entre el amor y el odio proponiendo una contra-fe. En el fondo la violencia muestra un desprecio total hacia la vida de ahí la demagogia, las malas solidaridades y omitir toda reprensión. Como parte de su camino quiere silenciar todo reproche, porque sabe que de tanto guardar silencio se termina por ser colaborador del odio.

Por eso, el primer camino hacia el amor es el respeto. Respetar es respetar la vida. La vida es lo que se recibe y lo que se dona. El violento rechaza recibir y rechaza dar. Lo más doloroso es que aparentemente se rechaza el extranjero, el que no es conciudadano pero como en los escuadrones de la muerte,  la violencia se vuelve hacia los propios padres y hacia los hijos. Hay un crimen del padre, el origen, y un crimen del hijo, el futuro.  Al mismo tiempo ese rechazo de la vida se vuelve también rechazo del amor, de ahí la promiscuidad sexual o la violación como arma de guerra.  Esta violencia sacrifica toda imagen viviente recibida, solo tiene la muerte como dios.

 

                        El respeto debe caminar hacia la mansedumbre, hacia la dulzura para no pactar con la desesperanza que puede llegarnos. Pues, nos parece que la violencia toca todo. Más aún, la violencia es un camino a transitar pero no es el término de nuestra búsqueda Impresiona mucho descubrir que las dos primeras bienaventuranzas están íntimamente unidas y nos dan un horizonte en este caminar. Junto a los pobres de espíritu están los mansos. Los primeros tienen el reino de los cielos, los segundos heredarán la tierra. Pues, cómo tomar posesión de la tierra sin violencia, cómo enriquecerse sin violencia, cómo tener tierra sin defenderla con violencia.  Es caminar en un sendero que va más allá del dique que tenemos que poner a la violencia. Es escuchar aquellas palabra que nos dicen: uds. han oído “no matarás”, “ojo por ojo y diente por diente”, “amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”.  Pues, los que ponen esta violencia dicen que ellos no asesinan sino que se resisten ante el malvado. Es una guerra preventiva, se defiende uno del que lo quiere asesinar por eso practico no asesinar pero sí defenderme.  Le hago el mal exactamente como él me lo quiere hacer. Por eso, amo a mis semejantes pero esto no se aplica a mis enemigos.   Así practico una justicia que evita el extremo de la violencia, estoy en regla con la ley puesto que ella se adapta a la violencia inevitable y tolera el término medio y todo lo hago dentro de los límites de mi comunidad, de mi país, más aún esta ley permite asegurar la unión y cohesión de mi nación.  A la violencia asistimos al recorrido de la justificación, incluso en nombre de Dios.

No nos queda más que caminar y presentar un modo donde rompamos la aparente elección entre dos dinamismos: entre más odio o más perdón, más muerte o más vida. Necesitamos mostrar la fuerza de este nuevo dinamismo que ha sido llamado bienaventuranza que trastoca la malaventuranza de la violencia. Nos queda camino por hacer y por recorrer pero es posible el amor.

 

Carta a Jesús el día de Navidad

 

 

Querido hermano Jesús:

 

Te escribo con sencillez, y comienzo llamándote “hermano”. No eres un Dios lejano  ni un ángel en las nubes. Creciste, lloraste y reíste, y por eso eres cercano. Te pareces a los que estamos en estas bancas en todo menos en una cosa, que sí es nuestro gran problema: el egoísmo en contra de los demás y la arrogancia sobre los demás.

Eres, pues, como nosotros, pero bien se nota de dónde venías. De tu padre José aprendiste a ser trabajador y honrado, soñador y amante de la justicia. De tu madre María aprendiste el cuidado y la ternura, y a alegrarte en el Dios de los pobres. De tu gran amigo Juan aprendiste austeridad y reciedumbre, y también a ser profeta y decir las verdades que pocos quieren decir.

Aprendiste a ser un hombre de tu pueblo, buen judío y religioso, a leer la Escritura y a rezar. Daba gusto verte ante tu Dios. Muchas veces en silencio, retirado. Otras veces con la gente. “Llamemos a Dios “Padre”, decías, “porque es bueno con los pequeños”, y por eso tú también sentiste predilección por los pobres y débiles, por las mujeres y niños, por los pecadores despreciados y por los extranjeros marginados. Así era Dios para ti, no como el dios de los sacerdotes del templo que exigían sacrificios, bueyes y ovejas, ni  como los dioses de los romanos, que daban miedo y asustaban con rayos y truenos -dioses, por cierto, que siguen existiendo hoy, con armas y ejércitos, opresión y represión. En ese Dios confiabas y en ese Dios descansabas.

También impresionaba tu fidelidad cuando las cosas se ponían difíciles, las persecuciones, el huerto, la cruz. A Dios le dejabas ser Dios. Nunca lo manipulaste para tenerlo a tu favor. Le fuiste fiel sin desviarte del camino, siempre servicial, entregado a los débiles, a la causa de Dios, en un mundo que persigue, difama y da muerte a los que se dedican a esa causa. Al final, la cruz y la resurrección.

A nosotros nos anunciaste una buena noticia: que el reino se acerca y que Dios ama y defiende, sobre todo a los pobres y pequeños. Nos pediste  que fuéramos como “niños”, pero no “infantiles”. Nos pediste rezar y cantar, pero sobre todo hacer la voluntad del Padre Celestial. Nos dijiste muchas palabras, pero una fue realmente bienaventurada y exigente: “sígueme”.

Los que te conocieron bien, para decir en una palabra quién eres, dijeron que “pasaste haciendo el bien”, que fuiste un hombre cabal, misericordioso con los débiles, y comprensivo, pues tú también pasaste por la debilidad. Y que “no te avergüenzas de llamarnos hermanos”.

 

* * *

 

Hermano Jesús, así fuiste, pero no sé si nos interesa que así fueses. Antes sí. Así te predicaba Monseñor Romero entre nosotros, y te hacía presente con su ejemplo y el de muchos otros hombres y mujeres. Pero ahora no estoy tan seguro. Algunos grupos y sectas -y lo difunden algunas emisoras de radio y televisión- te presentan como  milagrero y melifluo, de muchas novenas y estampas, con mucho canto y poco compromiso, a nuestra medida y a nuestro servicio. En definitiva, muy del cielo, pero poco de la tierra. Hermano Jesús, tú que nos conoces bien, ¿no es verdad que nos da un poco de miedo que te acerques como realmente eres?

Y sin embargo eso es lo que celebramos esta nochebuena aquí en la Iglesia, y creo que lo hacemos con bastante sinceridad, aunque somos conscientes de nuestras limitaciones y pequeñez. Celebramos que así eres y que así, y no de otra manera, te has acercado a nosotros.

Aunque no sea lo más importante, notarás que hoy en la Iglesia hay ambiente de celebración,  más luz, más color y más música. Y sobre todo más amor. Mucha gente ha trabajado estos días. Unos en ensayar cantos, otros en poner el nacimiento y arreglar el altar. Otros,  mujeres sobre todo, sencillas y silenciosas, que no buscan reconocimiento ni recompensa, en asear la Iglesia, como lo hacen todos los lunes y sábados del año. Es su particular liturgia, y pienso que es la que más te agrada.

Como siempre han puesto un nacimiento, que, por cierto, refleja bien cómo fuiste de mayor. Y también refleja bien nuestro mundo. Estás  rodeado de pastores, gente pobre y sencilla, despreciados y tenidos por gente de mal vivir. Y ya sabes que esos “pastores” son hoy la mayoría de la humanidad. La pobreza -la compañía de los pobres, no la de los bien trajeados- es lo que te caracterizó, y es el menaje más claro de la cueva y el pesebre.  También están tres sabios, en camellos, gente que busca la verdad y está dispuesta a caminar de lejos para encontrarla. Son los que no se dejan engañar por este mundo, que se dice democrático, pero que, con algunas cosas buenas, sustancialmente es egoísta, elitista, insensible y prepotente. Esos “sabios” no abundan, pero siempre hay algunos.

En el centro del nacimiento está José, como uno de tantos trabajadores lo largo de la  historia,  y está María, la buena vecina -y me alegra que sigue habiendo hasta el día de hoy gente como ellos con esa dedicación a la vida. No  son noticia, no ganan óscares, no modelan ni meten goles, ni salen en la televisión. Parafraseando a un famoso filósofo, son los ”guardianes de la vida”. Mantienen al mundo en pie.

Y si se mira lejos, también se puede ver a Herodes, que sigue matando niños sin piedad. UNICEF, la organización de Naciones Unidas para la Niñez, acaba de decir que la mitad de los dos mil millones de niños que hay en el mundo viven en pobreza y miseria. Este año ya han muerto de hambre cinco millones de niños. Herodes sigue suelto y muy activo en nuestro mundo. Y para vergüenza de este mundo occidental, que se tiene por demócrata y se diga o no cristiano, los costos de la gestación y nacimiento de un bebé en Estados Unidos es 410 veces más que los de un bebé en Etiopía.

 

* * *

 

Hermano Jesús. Estamos contentos esta noche, sí, pero no es fácil. Sólo un ejemplo entre muchos, que me parece  importante recordarlo aquí en El Salvador para que no ignoremos a los que hoy sufren más. La mayoría de ellos están en Africa, y eso es lo que me dicen en una carta que llega de España: “No sé como podrán celebrar navidad en el Congo. Es demasiado fuerte el sufrimiento, los desplazados sin absolutamente nada en las manos”. Y cuántas historias semejantes en Irak, en Palestina, aquí.

Pero algo hay en la esperanza que no muere. En el nacimiento hay una estrella, no milagrosa, sino humana, que irradia luz a todo aquel que quiera caminar en busca de la verdad, la justicia, la paz. Es como la luz que irradió Monseñor Romero sobre el caminar de nuestro pueblo. Y es la luz de la que también se habla en la carta que he citado: “En el Congo dos obispos, Mosengo y Sikuli, sostienen la esperanza de sus pueblos”. Y añade la gran paradoja: “aquí, en España, nuestra esperanza tiene que sobrevivir en medio de este desierto de consumismo”. Pobre primer mundo, con mucho dinero y con poca esperanza.

No es fácil, pero cantamos. Hoy nos encanta escuchar el canto de los ángeles, mejor que el de santa Claus. San Lucas lo dijo espléndidamente: “Gloria a Dios en las alturas. Y en la tierra paz a los hombres y mujeres de buena voluntad”. Con esa música en el corazón saldremos de la Iglesia con más alegría para celebrar una cena  familiar, con más compromiso para trabajar por un mundo con más justicia, con más paz y con más  fraternidad. Y con más esperanza.

 

* * *

 

Voy a terminar. Notarás que te he llamado “hermano”, y algunos quizás se extrañarán -o estarán un poco nerviosos- porque no he hablado del “Niño Dios”. Llamarte “hermano” quizás les suena a poco. No haya pena. Jesús, eres nuestro hermano y eres Hijo muy querido de Dios. Los primeros  cristianos dijeron que contigo “ha aparecido la benignidad de Dios”. San Lucas nos dijo que eres Hijo del Altísimo y san Mateo te llamó “Dios con nosotros”. Eres el gran regalo de Dios. No has nacido de voluntad de carne ni de voluntad de sangre, sino que has nacido de Dios.

Cuánto discurrieron los cristianos de los cuatro primeros siglos para dejar esto en claro: que tú estás en Dios y que Dios está en ti, “que eres de la misma naturaleza que el Padre”. En palabras más sencillas y más bellas, que muchas veces he citado, lo ha dicho Leonardo Boff. En un arrebato franciscano, viéndote y contemplando tu vida, escribió: “Así de humano sólo puede ser Dios”.

“Niño Dios”, “Dios con nosotros”, “Hermano Jesús”. Te decimos: “ven, ven, no tardes”. Te pedimos que este mundo no sea injusto, insensible y cruel, sino como el reino de Dios que anunciaste como la gran buena noticia. Y te pedimos que nos parezcamos a ti para iniciarlo entre todas y todos.

 

Jon Sobrino,

Parroquia El Carmen,

Santa Tecla, El Salvador

Navidad 2004

 

 

“El problema más grave es la pobreza, no el terrorismo”

 

                        El genocidio rwandés marcó sus principios como director general de Intermón Oxfam, ahora se despide con la crisis de Darfur.

                        El genocidio rwandés fue algo increíble. ¿Cómo puede ser que la comunidad internacional no evitase una cosa así? En Ruanda no había armas de destrucción masiva. Se mató a machetazos, a golpes. Fueron casi 800.000 muertos.

¿Ha conseguido entender algo de lo que allí ocurrió?

                        He ido en varias ocasiones. He visto, he escuchado. Y sólo puedo decir que las personas somos capaces de lo más alto y de lo más bajo, de lo más ruin y de lo más hermoso. Nuestro lado destructivo, criminal, lo conocemos bien. En Ruanda, en Iraq, en Darfur. Pero se habla poco de la grandeza del ser humano. Sin embargo, siempre son las personas las que salvan las situaciones trágicas, las que nos dan esperanza para continuar. Cuando repasas la historia, a veces te preguntas: ¿sirve para algo lo que estamos haciendo? Luego ves que sí, que sirve para la gente; que las personas te demuestran que merece la pena cambiar las cosas.

¿En Ruanda conoció también este lado hermoso de las personas?

                        Jules era un empleado nuestro. Durante el genocidio mataron a toda su familia, su mujer y seis hijos. Pasó mucho tiempo completamente ido. Volvió al trabajo precisamente cuando los refugiados de los campos de Goma regresaban a Ruanda.

                        Algunos de ellos eran los asesinos de su familia. Un día le pregunté  cómo lo vivía. “Mal -dijo-. Pero soy consciente de que si no soy capaz de perdonar a esta gente nunca podré conciliarme conmigo mismo”. Esto me confirma que al final siempre son las personas las que salvan las situaciones más terribles, y en Ruanda hay miles de Jules.

Ruanda antes. Ahora, Darfur... Avanzamos poco.

            Pero algo ha cambiado durante estos diez años. Hoy, la sociedad civil, también en los países pobres, es más capaz de detectar los problemas y de actuar rápidamente. En Etiopía supimos intervenir durante la última sequía con una rapidez que ha evitado miles de muertos.

                        Sin embargo, la esperanza de un mundo más justo que se vislumbraba al caer el muro de Berlín ha sido frustrada por los hechos.

                        La década de los 90 fue un periodo de grandes promesas. Nuestros responsables políticos no se cansaron de decir que querían una alianza internacional contra la pobreza. Luego, la realidad ha sido otra, y sólo ha faltado el 11 de septiembre para confirmar que han sido unos años perdidos.En vez de trabajar por la justicia, los países ricos se han encerrado cada vez más en sí mismos, sus intereses, sus problemas.

                        Si cogemos la ayuda que los países ricos dedican al desarrollo, vemos que en el último año hemos bajado del 0.35% del PIB, al 0.23%. Nuestros países  se han ido haciendo más ricos, pero cada vez compartimos menos, somos menos solidarios. A esta situación hay que añadir el crecimiento de la deuda externa de los países pobres. En muchos, especialmente en África, dedican más dinero a la deuda externa que a la educación o la salud. La globalización está muy marcada por los intereses de los países ricos y las empresas multinacionales. Ellos son los que dictan leyes del mercado que son injustas para los pobres. Por cada dólar que un país recibe como ayuda al desarrollo, pierde dos debido a las reglas del comercio internacional.

¿Sería más justo dejarles entrar en los mercados y no ayudarles?

                        Una cosa no quita la otra. Hay que trabajar en ambas direcciones.

                        Ustedes hacen una campaña por un comercio justo en la que se denuncia a los países ricos por proteger sus productos con subvenciones y ser liberales con los demás.

                        Así es. Cojamos el algodón. Existen diez millones de productores en África del oeste, que deben competir en un mercado donde los productores de Estados Unidos reciben subvenciones anuales de 4.000 millones de dólares. Con este dinero, los norteamericanos, que son menos competitivos en comparación con los africanos, pueden exportar por debajo de los precios de mercado. Inundan los mercados, hacen bajar los precios un 30%, sacan del mercado a los pequeños productores y arruinan a diez millones de familias. Sólo faltaba el 11-S...

¿En qué sentido?

            Dos ejemplos. Uno: el presupuesto militar de Estados Unidos tras el 11-S aumentó en 50.000 millones de dólares. Esto es igual a toda la ayuda al desarrollo de todos los países ricos, incluido Estados Unidos. Dos: dos años después de acabada la guerra, Angola dedica a Defensa el 30% de su presupuesto y a educación el 3%. En el sur, la espiral también ha sido negativa.

Corrupción. Obsesión por la seguridad. Vivimos buenos tiempos para lobos.

                        La globalización es muy competitiva, muy egoísta. Si a esto le sumamos el problema de la seguridad, vemos cómo la alianza contra la pobreza y el hambre, a favor de la justicia, ha sido sólo un clamor que ha servido para que los políticos se llenaran la boca en los foros internacionales, pero lo olvidaran al llegar a casa.

 

Tsunami

Exigencia de conversión

 

                        Cuando el 26 de diciembre me enteré de la tragedia, me quedé sin palabra. Ahora voy a ofrecer algunos datos y reflexiones sobre el ser humano y sobre Dios.

 

Algunos datos

                        1. Algunos hablan de la mayor catástrofe natural de los últimos tiempos -y eso es lenguaje poderoso. Los datos no son precisos, pero se habla de alrededor de 160 mil muertos, más miles de desaparecidos, número que pudiera doblarse si brotan epidemias. La zona del maremoto es muy pobre, algunos de sus poblados son de los más pobres del planeta. El número de damnificados que se han quedado sin nada alcanza los 5 millones, y una tercera parte son niños. Muchos se han quedado sin padre, sin madre, sin hijos, sin hijas, sin esposo, sin esposa, sin hermanos, sin hermanas... Sin casa, sin cama, sin ropa, a veces sin tener donde ir...

                        Se necesitan urgentemente alimentos, medicinas y agua potable, pero el acceso a los damnificados no es fácil. Muchas de las carreteras son malas, y el lodo hace difícil transitar por ellas. Surgen los problemas legales, y se agudizan los sufrimientos humanos: cómo llegar a aceptar que los desaparecidos no aparecerán -tragedia que tan en carne viva se vivió en El Salvador durante la represión y la guerra.

                        La necesidad hace que brote también la crueldad. Hay pillaje para sobrevivir. Y se buscan cadáveres para arrancarles las alhajas, o para entregarlos, por dinero, a sus familiares. Alrededor de un millón de niños están en peligro de ser objeto de abusos y de secuestros.

                        La realidad es dantesca. En lenguaje cristiano, los  pueblos del sudeste de Asia son hoy “pueblos, verdaderamente, crucificados”. Esto debe ser una sacudida a desvivirnos para bajarlos de la cruz. Sin ello vanas habrán sido las celebraciones en los templos en estos días navideños, y macabras o, por lo menos irresponsables, las celebraciones, de fin de año. En cualquier caso, a esos pueblos crucificados hay que tenerles “veneración”.

                        2. Como toda catástrofe el tsunami ofrece una radiografía de nuestra realidad.  Ahora nos queremos fijar sólo en una cosa: el contraste insultante entre los seres humanos. Es ya normal que europeos y norteamericanos pasen sus vacaciones en lugares bellos, exóticos y a precios asequibles. Muchos de ellos estaban en el sudeste de Asia. Pero para comprender a nuestro mundo, es importante caer en la cuenta que eso no ocurre al revés: dalits, thais, tagalos, no pasan vacaciones en Boston, Madrid o Londres. Y nadie se extraña, pues el mundo es mucho más de y para unos que de y para otros.

                        Las noticias han informado de los centenares -o algunos miles- de muertos y desaparecidos de personas del primer mundo -y hablamos con sumo respeto y  delicadeza de esas víctimas -, pero algo hay que añadir. La televisión ha mostrado escenas en hospitales donde se recuperan los supervivientes europeos, mucho más, proporcionalmente, que la suerte de miles de heridos y damnificados del lugar. Eso, de nuevo, es lo normal, pero de esa forma los medios no comunican lo más real de lo real. Y sigue vivo  el presupuesto de la industria de la información: la verdadera noticia tiene como protagonista a “nuestro mundo occidental, democrático, industrial y próspero”, en definitiva, “a nosotros”. Diez segundos del secuestro de un blanco vale, mediáticamente, lo mismo que la suerte de diez mil africanos. Es el encubrimiento de la realidad que denuncian Jesús,  Pablo y Juan.

                        Con el tsunami aparece también lo que se tiene por evidente: el destino de Occidente es el buen vivir y el de los países pobres es ayudarles a ese buen vivir. Los países pobres son los que “salvan” a los países ricos.” “Salvación” son las materias primas de las que aquellos con frecuencia se apoderan violentamente -en la República Democrática del Congo se apoderan del coltán, promoviendo para ello una guerra que ha causado cuatro millones de muertos en seis años. Y “salvación” son los lugares de turismo a bajo precio. Hoy se habla de “la industria del turismo”, y de ella viven, como mano de obra barata, muchos pobres. Estos se alegran de que exista tal turismo y ahora quieren que se reconstruyan cuanto antes hoteles y balnearios destruidos -es absolutamente comprensible y ojalá sus esperanzas tengan éxito. Pero no deja de dar vergüenza que la humanidad no haya puesto a funcionar su inteligencia para encontrar soluciones más justas y fraternas a los problemas de los países pobres. Las maquilas son otros ejemplo.

                        Además, el primer mundo tiene recursos, conocimientos y tecnología para minimizar las consecuencias de las catástrofes en los países pobres. El terremoto de El Salvador del 2001 ocasionó unas 1.150  víctimas, y los expertos dijeron que en Suiza sólo hubiera habido 5 o 6 muertos. Es una muestra más del déficit de ética de Occidente en su relación con el Sur. Esto se ha querido reparar en la reunión de Yacarta. Dios lo quiera

                        En definitiva: los pueblos pobres son los que siempre cargan más con los males de este mundo. “Son los que completan en su carne lo que falta a la pasión de Cristo”.

                        3. Hay promesas de ayuda. Naciones Unidas habla de una ayuda sin precedentes: 3.500 millones de dólares. Australia ha ofrecido 750 millones, Japón 500, la Unión Europea 350. Lo de Estados Unidos merece mención especial. El presidente Bush  mantuvo silencio durante los tres primeros días, y después ofreció 15 millones -su inauguración presidencial costará la mitad de esa suma. Para entonces la Conferencia Episcopal de Estados Unidos ya se había comprometido a recoger 25 millones, y Bush tuvo que superar la cifra. Ofreció 35 millones. El New York Times lo tildó de “mezquino”, y ahora ofrece 350 millones. Recuérdese que la guerra en Irak ha costado ya 130.000 millones de dólares, y el congreso espera que la Casa Blanca solicitará este año unos 100.000 millones adicionales para las operaciones militares en Irak y Afganistán.

                        Los grandes se han mostrado educados -y algunos suponemos que sinceramente consternados- ante la catástrofe. Pero a veces dicen cosas que no se deben decir. El 28 de diciembre Blair consideraba que estos hechos no ameritaban que suspendiera las vacaciones -y la ayuda que ofrecía el reino Unido, a los damnificados era inferior a lo que costó un misil en la guerra de Irak. En la reunión de Yacarta, Colin Powell dijo que nunca había visto tamaña tragedia -lo cual suena a sarcasmo cuando él es co-responsable político de los horrores de Afganistán e Irak, directamente causados por su país.

                        4. Terminamos con el lado humano de la ayuda. En el primer mundo hay mucha generosidad, aunque no falta la contumaz codicia de los bancos que no perdonan las tarifas por hacer transferencias, ni siquiera ante esta catástrofe.

Lo mejor de la solidaridad lo han mostrado personas y colectivos, médicos que han trabajado 24 horas al día, bomberos que ayudan en lugares peligrosos, los topos mexicanos expertos en buscar supervivientes entre ruinas... Y cuentan que varios de los europeos que han ido a buscar a sus familiares se han quedado allá para ayudar.

                        Parece que las Iglesias también han quedado impactadas. Juan Pablo II, casi sin poder hablar, ha hablado diariamente del tsunami y de la obligación de ayudar a las víctimas -así como ha criticado permanentemente las catástrofes históricas, las dos  guerras de Irak, la de Afganistán. Y hay muchas iniciativas generosas.

                        Mucha gente -no necesariamente los gobiernos- actúan según la advertencia del evangelio: “que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha”. Mucha solidaridad permanecerá anónima, y será más valiosa.

                        Lo que no se ve tan claramente es otra palabra de Jesús, cuando miraba a quienes echaban limosnas en el templo: “los ricos han dado de lo que les sobra, pero esta mujer, la de los centavitos, ha dado más que nadie, porque ha dado de lo que le falta”. Lo primero es ayuda, lo segundo es solidaridad.

 

Algunas reflexiones

 

¿Qué nos exige esta realidad? ¿Puede surgir de ella algo bueno?

               1. Lo primero es encarnarnos en el dinamismo tragedia, sufrimiento, compasión y esperanza. Es  lo que nos escribe un gran amigo de la India, Felix Wilfred, sacerdote y conocido teólogo, que vive en Madrás:

                        “No hay palabras para describir la magnitud de la tragedia, con la pérdida de tantas vidas preciosas y tantos destrozos materiales. La gente está inconsolable. La mayoría de las víctimas han sido mujeres y niños. La noche del mismo día del tsunami enterré a un niñito de dos meses. Se le cayó de las manos a su mamá, cuando ésta tropezó tratando de huir de las gigantescas olas. Fue tragada por el mar. He visitado varios poblados, he visto escombros por todas partes  y cadáveres sobre la arena. Los quejidos y el llanto de la gente, al reconocer los cuerpos de sus seres queridos, partían el alma.

                        Muchos grupos y organizaciones de voluntarios trabajan sin cesar. Incluso  48 horas después del desastre, han podido arrancar al mar, vivos, a varios niños. Y a pesar de tanta tragedia, Dios nos concede el don precioso del tiempo. Nos podemos preocupar de los demás y dar esperanza a las víctimas. Esperanza y consuelo es lo que en este momento más necesitan las víctimas”.

                        2. En medio de esas inmensas tragedias surge también la vida con una fuerza incontenible. Una semana después del tsunami, unos muchachos jóvenes de Sri Lanka, reconstruían una pequeña vivienda y sonreían. Los “pueblos crucificados” son portadores de vida. Como en el terremoto de El Salvador en el 2001, al verlos,  se me ocurrió hablar de “santidad primordial”: el desfile de gentes tratando de sobrevivir, mujeres con “los restos de la casa” sobre su cabeza y con niños agarrados de sus manos, otras cocinando y compartiendo lo poco que el terremoto había dejado, hombres removiendo con baldes montañas de tierra para rescatar a seres humanos soterrados...          

                        Pienso que estamos ante algo último, que se pasa por alto en los países de abundancia. Sobre esa santidad no se pregunta uno qué hay de libertad o de necesidad, de virtud o de obligación, de gracia o de mérito. Obviamente no tiene por qué ser la santidad que va acompañada de virtudes heroicas, y que es exigida en las canonizaciones, sino la que se expresa en una vida cotidianamente heroica. Esos hombres y mujeres no hacen milagros, entendidos como violación de las leyes de la naturaleza, pero, dicho sin ninguna retórica, hacen milagros que violan las leyes de la historia: el gran milagro de sobrevivir en un mundo que les es grandemente hostil.

                        No sé cómo son las cosas en el sudeste de Asia, pero estoy seguro de que hay mucho de esa santidad primordial. Como dice un gran amigo jesuita de Sri Lanka, Aloysius

            Pieris, en los pobres está la reserva de la vida -y, añade, “la salvación de los ricos”. Felix Wilfred escribe: “a pesar de su pobreza y la pérdida de todo, las víctimas no han perdido el sentido de dignidad”.

                        3. Digamos ahora, una palabra sobre Dios. Ante las catástrofes y el mal en el mundo  muchos han cuestionado a Dios a lo largo de la historia. “¿Puede Dios evitar el mal, quiere evitarlo?” Con el terremoto de Lisboa de 1775 Voltaire se hizo muy en serio la pregunta. Y no bastan respuestas simples, baratas. En la novela del genial Dostoiweski Los hermanos Karamazof Ivan dice que mientras sufran niños inocentes no le interesa Dios ni su cielo, aunque en él se repare el sufrimiento de esos niños.

                        Y también la gente sencilla se hace a veces la pregunta. En medio de la represión, campesinos salvadoreños preguntaban al sacerdote que les acompañaba: “Cuántas veces no decimos que Dios actúa en nuestra historia. Pero, Padre, y si actúa, ¿cuándo acaba esto? ¿Y tantos años de guerra, y tantos miles de muertos? ¿Qué pasa con Dios?”.

                        No creo que hay respuesta puramente teórica a estas preguntas, pero se puede responder con la vida. Así puede ser la respuesta: mantener la indignación por causa del sufrimiento humano, tener la audacia de la esperanza a pesar de todo y de la praxis para revertir la historia, y caminar en la historia humildemente, en oscuridad y con protestas, pero caminando siempre. En ese caminar se puede experimentar que Dios está a nuestro lado. Y no olvidar que el mismo Dios estaba en la cruz de Jesús, reconciliándolo todo. La fe en Dios no puede ser real al margen del escándalo del sufrimiento del inocente, sino a través de él. Pero entonces puede brotar la fe como milagro inesperado e inmerecido. Y ese Dios silencioso puede producir ánimo y esperanza en medio del sufrimiento.

               4. Para terminar nos preguntamos qué significa para nosotros no ser indiferentes ante el tsunami. Dice Felix Wildred: “Temo que la solidaridad de estos días pronto morirá cuando los medios dirijan su atención a otras cosas”.  Lo que se necesita es “conversión”, que lo ilustra con estas palabras: comprender que “a pesar de su pobreza y la pérdida de todo, las víctimas no han perdido el sentido de dignidad. Quieren ser tratadas con respeto. Por eso, cuando personas de la clase media y alta quisieron expresar su solidaridad donando ropa vieja, en muchos lugares las víctimas no la aceptaron. Los pobres no deben ser tratados como basura”.

                        En este contexto, conversión es aceptar a las víctimas en su propia realidad y dignidad, aceptar que las víctimas construyan su futuro, pues nosotros no sabemos mejor que ellas cuál debe ser, estar abiertos a recibir de ellas, no sólo a dar a ellas, gozar y alegrarnos de ser hermanos y hermanas con ellas. En el fondo, la conversión es la superación de la ignorancia, de la insensibilidad, de la prepotencia y del desprecio hacia los pobres de este mundo. Después, por supuesto, viene la ayuda, y ojalá la verdad y la justicia. Los que se convierten tienen nuevos ojos para ver lo que no veían antes, una razón lúcida para dejar de verse como centro de la humanidad, y una razón compasiva, un corazón nuevo -de carne- para superar la insensibilidad del corazón de piedra.

                        Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid, después de que el partido popular perdiese las elecciones, se pregunto en el congreso del partido «si habíamos hecho algo mal. fue marginado por decirlas, pero estas preguntas son las importantes también ante el tsunami. Expresa que el tsunami nos ha afectado. Si no es así, pronto se perderá en un horizonte distante y sin semblante, y la humanidad seguirá como hasta ahora. Pero si nos hemos dejado afectar en serio, entonces la humanidad se pondrá en un camino de fraternidad.

Jon Sobrino

6 de enero, 2005

 

 

Entrevista a Pedro Casaldáliga

“Si quieren que me vaya me iré, no soy dueño de esta Iglesia”

 

Casaldàliga llegó como misionero a Brasil en 1968. Dos años después se creó la prelatura o diócesis de Sao Félix. Fue nombrado obispo en 1971, siendo el primer prelado de esta diócesis. Casaldàliga, siguiendo las normas canónicas, presentó su renuncia en el 2003 al cumplir los 75 años. El anciano obispo tiene problemas de salud: parkinson, presión alta. Vive en una humilde casa como la de sus conciudadanos, muy abierta a todos.

 

-¿Hay un pulso entre el Vaticano y la diócesis

-No. Se trata de un pulso entre el Evangelio y todo lo demás... La Santa Sede, en su día, aceptó mi renuncia pero me pidió que continuase hasta que llegara mi sucesor. Hace unas semanas el nuncio Lorenzo Baldisseri, vino muy cordial y fraternal, para preguntarme adónde me iría, porque, si yo me quedaba en Sao Félix, causaría, según dijo literalmente, un constreñimiento al nuevo obispo. Después, el equipo pastoral, reunido en asamblea, aprobó el pasado lunes un documento en el que expresa su disconformidad, compartida por millones y millones de católicos, con el modo como se efectúa el nombramiento de un obispo, sin participación real de la Iglesia afectada ni del obispo anterior. El documento también manifiesta su respeto por mi disponibilidad a marchar de la diócesis, pero recalca que no puede aceptar que mi salida sea condición sine qua non para la venida del nuevo obispo. Les suena a expulsión. Y, como se dijo en la asamblea, la comunidad no quiere que expulsen al abuelo viejo y enfermo que soy yo.

 

-El Vaticano debe observar estos hechos con preocupación.

-Nosotros insistimos en que no se trata de drama alguno, que no queremos declarar la guerra a nadie, que queremos llevar las cosas en paz.

 

-¿Y qué dice el nuevo obispo?

-El nuevo obispo ha sido nombrado, pero no sabemos quién es. El equipo pastoral, y creo que su lectura es correcta, supone que no debe ser muy de nuestra línea, porque si lo fuera no tendría inconveniente en encontrarse conmigo. Por nuestra parte -se dice en el documento aprobado el lunes- recibimos al nuevo obispo con toda amistad fraterna, con espíritu abierto y con la esperanza de que podremos continuar manteniendo la misma opción de nuestra Iglesia, que es la línea renovadora del concilio Vaticano II, de la teología latinoamericana de la liberación, de la opción preferencial por los pobres.

 

-¿Cómo prevé que va a terminar todo esto una vez el conflicto ha saltado a la prensa internacional?

-Ja, ja, ja. Yo tengo varias cosas. Tengo edad y eso significa una cierta experiencia. Sobre todo tengo esperanza y, a pesar de todos los pesares, sé que la historia continúa y que el Reino de Dios continúa. De modo que nos tomamos las cosas con bastante esperanza y hasta con bastante sentido del humor, aunque pueda haber problemas, tensiones y, de hecho, ya ha habido lugares donde se ha desmantelado todo un proceso de liberación cristiana.

 

-Y si el Vaticano insiste en que usted tiene que marcharse, ¿qué hará?

-Yo no pensaré solo, sino también con el equipo pastoral y con el pueblo. Si veo que causo constreñimiento al nuevo obispo, pues me voy, no hay problema. No quiero que parezca que yo soy dueño de esta Iglesia y que me están arrancando una propiedad. No es eso, de ningún modo. Concluye mi mandato de obispo, y yo acabo, y se acabó.

 

-¿Consultará su decisión, entonces, con los miembros de la diócesis de Sao Félix de Araguaya?

-Sí, quiero que mi decisión sea adoptada con los agentes de pastoral y con el pueblo. Hace ya tres años que estamos preparando al pueblo para la sucesión y, con toda sinceridad, hemos cuidado mucho evitar tensiones, traumas, comparaciones. Así, juntos lo acabaremos de pensar y rezaremos. Quizás el nuevo obispo sea una persona discreta, sensata y serena con la que se pueda hablar y decirle: si usted cree que le puedo ayudar una temporada, me quedo; y si usted cree que mejor debo marcharme, me voy.

 

 

Ecos del XV aniversario de los mártires de la UCA

 

                        Hemos querido seguir recogiendo la experiencia de las diversas comunidades que visitaron la Uca en el quince aniversario del asesinato de los padres. Pudimos pasar una encuesta para  poder gustar las motivaciones y deseos de los visitantes.

                        La noche del sábado 13, la vigilia como conoce la gente, tuvimos más de 14,000 personas procedentes de diversas comunidades parroquiales tanto de la ciudad como rurales. Fueron 115 comunidades de los catorce departamentos del país las que estuvieron con nosotros. También tuvimos las visitas de personas extrajeras y de varios comités de solidaridad. Sin olvidar los religiosos y religiosas que estuvieron mostrando su cercanía. En la misa de esa noche tuvimos más de mil personas que asistieron y aplaudieron la homilía del P. José María Tojeira, rector de la Uca.

                        Estuvimos preguntando a las diversas personas qué los había motivado a participar. Desde San Sebastián en San Vicente no  dicen: “Teníamos ganas de venir porque hace un montón nos habían invitado pero es la primera vez que venimos. Así antes de cualquier cosa quisimos venir a dejar nuestro granito de arena en esta celebración”

¿Y qué siente al estar en la Uca con las demás personas?  “Me siento emocionada de haber venido con toda esta gente. La estamos pasando muy bien y hemos podido encontrarnos con otras personas que nos hablan de su venida a esta celebración”

                        ¿Qué contará cuando regrese a su casa de esta celebración?  “Pues, yo les voy a decir es que tienen que venir a pasar esta experiencia y los voy a invitar para que vengan el otro año. Se siente una cosa bonita en el pecho, hasta lloré”

                        Durante la procesión de los farolitos que recorre la Uca, junto con la sencillez y devoción de las personas nos encontramos con personas de la comunidad Ignacio Ellacuría de Chalatenango que nos contaron que venían porque “la tradición y las experiencias que yo viví en la guerra me hacen saber que este tipo de celebraciones son importantes para que la gente no se olvide del sacrificio de estas personas”. Con una sonrisa nos siguió contando que se sentía “feliz por ser parte de los que mantenemos la lucha por la verdad y la justicia. Seguimos cuidando esa florcita para que no se la roben”.  Con ojos llenos de alegría nos dijo que recordaría “la misa que estuvo muy buena, la denuncia de lo que los ricos le hacen a la población pobre y la denuncia hacia los opresores. Es bueno que se siga hablando para animar a la gente”

                        En el recorrido de la vigilia nos encontramos con la comunidad de San Francisco de Asís de San Marcos. La joven que nos narró su experiencia  nos manifestó que estaba en la vigilia “pues, primeramente la tradición que nos  ha hecho venir ya desde algunos años y segundo la formación teológica que he recibido y que se ha mostrado en los padres jesuitas que dieron su vida por los pobres”  Le preguntamos qué sentía al estar con otras personas en la vigilia y sonriente nos expresó: “Bien, en armonía con los demás. Me parece que es importante para revivir la historia del país y que es vital que la gente asista a estas celebraciones para que no quede en silencio lo que ha pasado”.

                        Queremos agradecer a tantas otras personas y comunidades que nos dijeron su parecer además de contarnos sus propias historias. Ellas también venían a celebrar la fuerza de vida que tejen en sus lugares de trabajo. El aniversario de los padres  y las dos mujeres renueva la esperanza del compromiso y la entrega. Muchas gracias a todas las personas que nos visitaron por su cariño y solidaridad.

 

Otros “Tsunamis”

 

                        La atención de todos los medios de comunicación se ha volcado prioritariamente en el este asiático; razones no faltan, es impactante de todo punto de vista. Pero es bueno reflexionar y descubrir cómo otras situaciones mucho más catastróficas, y no naturales, sino causadas por la voluntad humana, no nos merecen ni la atención por parte de los medios de comunicación, ni la solidaridad a los niveles que la situación requiere. Parece que es el mejor momento para cancelar la injusta y mal llamada “deuda”, pero ya vemos que los que pueden hacerlo solamente hablan de suavizar...

 

                        Desde luego a nadie se le ocurre hacer turismo en Darfur, ni acercarse al paraíso que ha sido Kivu en el Congo. A pesar de las denuncias, de los informes, de las declaraciones, incluso de las imágenes, la situación de sufrimiento, violencia y muerte se mantiene en el este del Congo con la cifra inigualable de 4 millones de muertos en la región.

 

                        El informe de la FAO 2004 nos dice: 5 millones de niños mueren cada año de hambre en el mundo, de los cuales 2 millones en África subsahariana. Y desde Etiopía, Angel Olarán dice:”El hambre es un genocidio programado, tolerado. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Y si las palabras han llegado a perder sentido, habrá que inventar un idioma nuevo”.

 

                        No podemos olvidar las cifras del terror, cifras sostenidas y aumentadas por las multinacionales del norte: cada año se fabrican 8 millones de armas.  Y, ¿qué decir de los 350 mil millones de dólares destinados a las subvenciones a los agricultores americanos y europeos?, ¿acaso no tiene  consecuencias mortales para los países del sur? Y las políticas de los laboratorios farmacéuticos y los transgénicos y el comercio injusto del café, chocolate, diamantes, coltán, y la biopiratería. Se nos amontonan este tipo de “olas” en todos los niveles de la vida.

 

                        Tal vez, en este momento, el verdadero y temible “tsunami” lo ha expresado muy bien Samir Amin en Valencia mientras participaba en el Foro Mundial de la Reforma Agraria este pasado noviembre:

                        “... la presión del sistema dominante actual para abrir un espacio de extensión del capitalismo quiere acelerar el movimiento de privatización de la tierra. Es el caso de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que sostiene que no sólo los productos agrícolas y alimentarios tienen que ser tratados como mercancías ordinarias, sino que también la tierra tiene que ser tratada como una mercancía. Esta elección política es una elección de genocidio, y este genocidio ha comenzado bajo la forma de guerra de exterminación de los pueblos campesinos y, a este respecto, el caso africano es el más trágico. Es una verdadera guerra contra los pobres, mientras el Banco Mundial pronuncia su discurso vacío sobre la reducción de la pobreza, de la cual resultan decenas de miles de muertos...”

               “Hay una guerra comercial común de Europa y de Estados Unidos contra muchas regiones del Sur”.

                        “La batala principal consiste en sacar la agricultura de la OMC, es decir que la producción agrícola y la tierra no sean mercancías.”

 

                        Cuando sentimos que estas cuestiones nos vienen grandes y la tarea del cada día nos envuelve y se lleva todas nuestras energías, intentemos ver qué relación pueden tener con nuestra vida ordinaria.

 

El Mozote

 

El 10 de diciembre se celebró el aniversario de la masacre de El Mozote. A continuación ponemos una parte de la homilía que ayudó a reflexionar, asumir y responder al reto que esta matanza nos sigue proponiendo: ¿cómo encontrar al Dios de la vida en medio de tantos signos de muerte?.

 

 

                            “El Mozote es, antes que nada una mala noticia, una vergüenza para todos y todas que pertenecemos a la raza humana.

                        ¿Cómo pueden unos humanos cometer tales atrocidades en contra de otros humanos? (algunos niños murieron ahorcados...)

                        ¿Cómo es posible que unos se hacen dueños de la vida de otros? (la matanza no fue una acción accidental sino prometida)

                        ¿Cómo es posible que hasta hoy a nadie de los responsables de este crimen se le ocurrió pedirle perdón al pueblo? (es posible hacerlo; y el que lo haría encontraría en el pueblo una respuesta generosísima)

                        ¿Y qué está pasando, que después de 23 años en el caso de El Mozote, como en tantos otros casos, no ha habido ninguna clase de justicia?

                        La Procuraduría para la defensa de los Derechos Humanos, refiriéndose a la total ausencia de Justicia en estos casos, se hace las siguientes interrogantes...

                        ¿Hasta cuándo se seguirán utilizando argucias jurídicas o políticas con el fin de negar la aspiración legítima de justicia y verdad de los sobrevivientes?

                        ¿Hasta cuándo la mentira, la impunidad y la injusticia continuarán siendo los motores de la historia salvadoreña?

Los seres humanos debemos vigilar nuestros pensamientos y sentimientos; no permitir que se perviertan. De lo contrario podemos llegar a convertirnos en verdugos y por ende asesinos de nuestros hermanos y hermanas. Hagamos caso a la exhortación de San Pablo en la carta a los Filipenses: “Fíjense en todo lo que encuentren de verdadero, de noble, justo y limpio; en todo lo que es fraternal y en todos los valores morales que merecen a labanza”.

 

La masacre de El Mozote es también buena noticia.

                        Esto solo lo descubrimos fijándonos en las víctimas y en los que estamos en torno a ellos.

                        1. Reiteradamente se ha dicho y es la mera verdad, aquí en El Mozote se ha asesinado gente sencilla, de todas las edades; gente noble, buena, con un sentido comunitario, deseosa de enfrentar juntos los vaivenes de la vida. Muchos de ellos eran buena noticia para los demás.

                        Los discursos ya no tiene efecto, a no ser que sean respaldados por una vida coherente.

                        Los líderes religiosos, civiles y políticos deberían tomar esto muy en cuenta.

                        2. El Mozote se vuelve buena noticia cuando se observa cómo jóvenes que no habían nacido todavía en aquel tiempo, ahora se acercan y sienten  en carne propia lo que ahí sucedió y se disponen a engrosar las filas de los y las que desde años gritamos a toda voz: Mozote, nunca más.

                        3. Los mártires, y esto también es buena noticia, cuyas vidas fueron arrebatadas ayer, hoy con su vida y su muerte ponen en crisis a aquellos sectores, que para salvaguardar sus intereses pretenden seguir con esta misma práctica violenta... Por eso quieren silenciar la voz cuestionante de nuestros mártires; quieren que nos olvidemos de nuestros mártires... En este punto no podemos ceder, sería la traición más grande que podríamos cometer.      

   4. El Mozote es buena noticia porque para muchos y muchas sigue siendo fuente de inspiración y de motivación, aquellos y aquellas que hacen de la justicia el sentido de su vida.

                        El Padre Jon Sobrino, refiriéndose a Elba y Celina, que murieron asesinadas junto a los Padres Jesuitas decía palabras muy bien aplicables a los mártires de El Mozote: “Son los mártires más inocente e indefensos, son los más queridos por Dios. Son los mártires más inocentes e indefensos, son los más queridos por Dios. Son los que mueven una y otra vez a dejarse apasionar por esa tarea imposible que es la justicia“.

 

 

La Escuela de Teología Pastoral en Jiquilisco

por fidelidad a la memoria martirial

 

Un esfuerzo para el Pueblo de Dios

                        La Escuela de teología pastoral de Usulután en Jiquilisco es un esfuerzo vicarial por parte de la Vicaría Mons. Rivera Damas y la Vic. San Juan María Vianey, de la Diócesis de Santiago de María y el Proyecto Escuelas de Teología Pastoral de la UCA. Este esfuerzo de formación para laicas y laicos en pastoral lleva 7 años, iniciamos con el P. Pedro Serrano y Suyapa Pérez en Concepción Batres, Santa Elena, Usulután con apoyo del P. Efraín Villalobos y como un servicio a la Vicaría Mons. Rivera Damas. Después estuvo en la Parroquia Santa María apoyando como coordinador local el P. Lorenzo Menéndez y luego con Francisco Beltrán de la UCA el P. César Ochoa Párroco de San Agustín la trasladaron a la sede del Sitio de <<Los Naranjos>>. La gente nos cuenta que en este lugar estuvo antes un centro evangelizador de la zona, que ya es patrimonio de la memoria histórica de la Iglesia Salvadoreña en especial del legado martirial de las CEB. Esta historia es la mejor inspiración para dar continuidad a este esfuerzo formativo. Es notable la conjunción de muchos aportes valiosos que han hecho posible esta ETP, en particular la entrega como docentes de algunos diocesanos como P: Efraín, P. Lorenzo y César, Jesuitas como Manfredo López y Jaime Parra y laicos como su último Coordinador puente Benjamín Bonilla y Ena de Calderón comprometidos con el equipo local que le da vida a la ETP. Vienen apoyando este caminar el P. César Ochoa, párroco de San Agustín, el P. Juan José Rivera párroco de Ereguayquín, junto con el apoyo del vicario foráneo  P. David Torres párroco de Jiquilisco.

 

Parroquia El Tránsito en el horizonte de los pobres.

               Actualmente nos encontramos en la Parroquia nuestra Señora del Tránsito en el pueblo de Jiquilisco donde hemos encontrado el apoyo por parte de algunos miembros del Clero de la diócesis y por supuesto de quienes participan. Esta Escuela se vio muy afectada por los terremotos del año 2001. Catástrofe que reveló una vez más la pobreza de nuestro pueblo salvadoreño, en especial esta zona que ya ha sido afectada por otros desastres naturales como las inundaciones dejando  a más de un millar de personas sin casa de habitación.

 

   El esfuerzo de la diócesis y de muchas organizaciones ha sido y es muy valioso ya que se esfuerzan en procurar viviendas dignas a las familias afectadas por los terremotos. También podemos ver cómo el Gobierno del El Salvador se ha olvidado de toda esta gente que vive en champas de lámina, por ejemplo la comunidad de “Las Cruzadillas de San Juan”, son centenares de familias que viven en viviendas indignas para las hijas e hijos de Dios. Al ver esta realidad los agentes de pastoral sienten que su vida y su fe deben dar más y así lograr revertir esta historia que les da muerte. Pues, ante una realidad que no cambia y donde las promesas hechas por los presidentes anteriores no se cumplieron y se duda que lleguen a realizarse si no hay voluntad de escuchar las demandas civiles que se vienen reiterando con cada generación, solo queda la entrega comprometida. 

La gente está creciendo en unidad de fe y la vida.

            Los cristianos solemos separar este binomio de la fe y la vida. Una primera experiencia que hemos encontrado aquí es el desarrollo de quienes participan en su calidad de agentes de pastoral, son hombres y mujeres que se esfuerzan por hacer comprender, en sus comunidades, que ambas realidades van juntas. El testimonio cristiano se vive en la comunidad comprometiéndose con el desarrollo social, y que los sacramentos no terminan en los templos sino que tienen una prolongación en la vida de cada creyente: el compromiso con la vida, con la dignidad de cada persona. Los participantes han captado lo que ya se aprende en las materias bíblicas, que “Dios camina con su pueblo”, que Dios quiere un pueblo libre y responsable, capaz de construir su historia, y que  viva con dignidad.  Esta experiencia es la que inspira a estas comunidades a apoyar su organización de comunidades municipales, cooperativas,  y  otras organizaciones de desarrollo local, muchas de ellas traen toda una trayectoria histórica.

 

La gente toma en serio el mensaje del Evangelio

                        Una segunda experiencia que podemos encontrar aquí es que en esta escuela, Jesús ha revelado estas cosas a lo pequeños como ya nos lo hizo notar el Evangelio (Lucas 10, 21).

                        Esta gente tan sencilla acoge el mensaje del Evangelio con mucho amor y comparten sus reflexiones de fe. Estas vivencias junto con el modo de orar y compartir nos invitan, a quienes nos ponemos en su contacto y a su servicio, que vale la pena apostar  por este proyecto de formación. Bien ha dicho la Iglesia, en su magisterio latinoamericano, que los pobres nos evangelizan. Desde ellos podemos comprender qué significa y cómo se vive la Encarnación de Dios en la humanidad  y la Salvación integral de las personas humanas. En ellos descubrimos el verdadero rostro de la Iglesia.

 

Un espacio para creer en el Reino de Dios

                        Una tercera experiencia para el acompañamiento en esta escuela  es notar cómo la gente participante, proveniente de una evangelización tradicional, ha acogido con alegría el cambio de modelo de Iglesia que el Concilio Vaticano II ha querido para el mundo: Es pasar de un modelo piramidal al Pueblo de Dios, que sabe escuchar dentro de la historia de la salvación su llamado a la liberación integral de las personas y ellos mismos como comunidad. Se enteran con gozo que esa liberación sólo se logra siendo fiel a Jesús de Nazaret, al Evangelio y a su proyecto: la construcción del Reino de Dios entre nosotros. Las y los agentes de pastoral vivencian que no hay nada amenazante en este nuevo anuncio sino que se trata de poner cada cosa en su lugar. Es redescubrir la Iglesia como servidora de este Reino de Dios con los valores de las bienaventuranzas, la Iglesia que se hace signo y muestra que esta buena nueva es posible. El clero local y la UCA nos vamos convenciendo que sólo dando una formación sistemática a los agentes de pastoral hará posible que ellos puedan ayudar a sus hermanos en las diferentes comunidades parroquiales y diocesanas para ser luz, fermento y sal en la sociedad salvadoreña.

 

“Para ser sal y fermento en la comunidad”

  El testimonio de ellos es muestra de este deseo: “Yo vivo en mi comunidad, y como cristiano tengo que arreglar los problemas, vencer el mal, no puedo quedarme viendo al cielo y esperar que caigan soluciones” (Isidro Antonio Ayala).

   “También nosotros podemos hacer y ser signos del Reino de Dios en nuestro tiempo, para preparar la venida del Señor hoy en Navidad” (José Dolores Flores).

                         El P. David Torres agradeció el trabajo anual realizado con  estas palabras “Una formación muy especial, que nos debe ayudar a ser sal y fermento en la comunidad,  hoy quien festeja esta clausura es toda la comunidad parroquial y las dos vicarias (Mons. Rivera Damas y Vianey) ya que vivimos un tiempo muy especial, la Navidad es un tiempo de justicia y solidaridad con nuestro prójimo y en especial el hermano mas necesitado”

Francisco Beltrán

 

 

 

Rostros bíblicos: historia humana y sagrada

 

                        En esta sección hemos ido mostrando los rostros de personas que tienen una cercanía y entrega con la historia eclesial de El Salvador. Personas que nos han mostrado que el cariño puede mantenerse fuerte con los años y si las canas pueden parecer envejecimiento son también signo de sabiduría. No basta querer, hay que aprender a durar en ese cariño. Las personas que hemos presentado, y seguiremos presentando, nos han mostrado esa trayectoria y cumplimiento de esa unidad entre vida y amor. Les damos las gracias, pues, nos muestran que ser cristiano es ser humano en todos los sentidos. Ser comprometidos nos hace cercanos y servidores de los hermanos.

                        También queremos otra serie de rostros que nos ayuden a sentir que la fe se hace historia que nos ayuda a construir el futuro que Dios siempre ha regalado para el ser humano. Son rostros bíblicos pertenecientes a la historia de Israel. Todos ellos en lo que conocemos como Antiguo Testamento. Como vamos caminando hacia delante podemos recoger los frutos de nuestro pasado. Frutos que encontramos en el libro llamado Biblia.

                        Esos rostros bíblicos junto con los rostros de nuestra gente salvadoreña nos ayudan a saborear la fuerza de un camino, de un compromiso y de una fe que se hace justicia para todos. Varios rostros bíblicos serán vistos de diversa manera para que nos muestren sus relieves. Hay personas que llenan varias historias y muchos perfiles. Monseñor Romero fue uno de ellos.

                        Sólo queremos recordar los cinco grandes momentos de ese pueblo hasta el nacimiento de Jesús. Están los rostros de los patriarcas, esos ancestros que permiten datar el comienzo de un pueblo. Está la salida de Egipto hacia Canaan, esa tierra prometida donde la noche pascual celebrada en Egipto lanza la marcha de la libertad que atraviesa el mar Rojo y conoce la ley del Sinaí. Viene la instalación de las diversas tribus; esas poblaciones se van uniendo y los jueces nos muestran ese lento caminar. Vienen después los reyes, el Templo, y los profetas hasta el exilio, la promesa hecha a Abraham para su pueblo y para todos los pueblos. Ese pueblo conoce otro éxodo, el exilio, el paso de la imagen de gloria a la gloria sin imagen. Para terminar con el regreso del exilio y el segundo Templo donde se construye el libro. Este libro se construye al mismo tiempo que se reconstituye la memoria del pueblo. El nuevo Templo será un espacio para todos aquellos que no pudieron regresar del exilio pero el Libro, la Biblia, los unirá a todos. Ese Libro que cuenta, casi página por página, la historia de la relación que se construye entre Israel y los otros pueblos, entre los hijos de Abraham y los hijos de Adán. Los rostros bíblicos y los rostros cristianos.