Carta a las Iglesias AÑO XXII, Nº 507-508, 1-31 de octubre de 2002

 

INDICE

PEDRO CASALDALIGA: Carta abierta a nuestros mártires

EDITORIAL: Compasión en un mundo cruel

REALIDAD NACIONAL: La salud del país en peligro

COMUNIDADES: Fiestas campesinas en memoria del pueblo mártir

MARTIRES: ¿Por qué recordar a nuestros mártires?

MARTIR DE AFRICA: El obispo Cristóbal Munzihirwa, el Oscar Romero de Africa

COMENTARIOS: Buenas y malas noticias en el mundo

DERECHOS HUMANOS: Caso jesuitas

 

 

Carta abierta a nuestros mártires

Os escribo a todos vosotros y vosotras

que habéis dado la vida por la Vida,

a lo largo y ancho de Nuestra América,

en las calles y en las montañas,

en los talleres y en los campos,

en las escuelas y en las iglesias,

bajo la noche o a la luz del sol.

Por vosotros y vosotras, sobre todo,

Nuestra América es el Continente de la muerte con esperanza.

Os escribo en nombre de todos nuestros Pueblos y de nuestras Iglesias

que os deben el coraje de vivir, defendiendo su identidad,

y la terca voluntad de seguir anunciando el Reino,

contra el viento y la marea del antirreino neoliberal

y a pesar de las corrupciones de nuestros gobiernos

o de las involuciones de nuestras jerarquías

o de todas nuestras propias claudicaciones.

Creemos que mientras haya martirio habrá credibilidad,

mientras haya martirio habrá esperanza.

Vosotros, vosotras, lavasteis las vestiduras de vuestros compromisos

en la sangre del Cordero.

Y vuestra sangre en Su sangre

sigue lavando también nuestros sueños, nuestras fragilidades

y nuestros fracasos.

Mientras haya martirio habrá conversión,

mientras haya martirio habrá eficacia.

El grano de maíz muriendo se multiplica.

Os escribo contra la prohibición

de los poderes de las dictaduras –militares, políticas o económicas–,

y contra la cobardía olvidadiza de nuestras propias Iglesias.

Bien que ellos y ellas quisieran imponernos

una amnistía que fuera amnesia

y una reconciliación que sería claudicación.

Inútilmente.

Sabéis perdonar, pero queréis vivir.

No permitiremos que se apague el grito supremo de vuestro amor,

no dejaremos que sea infecunda vuestra sangre.

Tampoco nos contentaremos, superficiales o irresponsables,

con exponer vuestros pósters

y cantaros en una romería

o lloraros en una dramatización.

Asumiremos vuestras vidas y vuestras muertes

asumiendo vuestras Causas.

Esas Causas concretas

por las que vosotros y vosotras habéis dado la vida y la muerte.

Esas Causas, tan divinas y tan humanas,

que desglosan en coyuntura histórica y en caridad eficaz

la Causa mayor del Reino,

por la que dio la vida y la muerte y por la cual resucitó

el Primogénito de entre los muertos,

Jesús de Nazaret, el Crucificado-Resucitado para siempre.

Os recordamos uno a uno, una a una,

y no decimos ahora ninguno de vuestros claros nombres,

para deciros a todos y todas en un solo golpe de voz, de

amor y de compromiso:

¡nuestros mártires! Mujeres,

hombres, niños, ancianos,

indígenas, campesinos, obreros, estudiantes,

madres de familia, abogados, maestras,

militantes y agentes de pastoral, artistas y comunicadores,

pastores, sacerdotes, catequistas, obispos...

Nombres conocidos y ya incorporados a nuestro martirologio

o nombres anónimos pero grabados en el santoral de Dios.

Nos sentimos herencia vuestra, Pueblo testigo, Iglesia martirial,

diáconos en marcha por esa larga noche pascual del Continente,

tan tenebrosa todavía, pero tan invenciblemente victoriosa.

No cederemos, no nos venderemos, no renunciaremos

a ese paradigma mayor de vuestras vidas

que fue el paradigma del propio Jesús

y que es el sueño del Dios Vivo para todos sus hijos e hijas

de todos los tiempos y de todos los pueblos,

en todos los mundos, hacia el Mundo único y pluralmente fraterno:

el Reino, el Reino, ¡su Reino!

Con san Romero de América y con todos vosotros y vosotras,

y unidos a la voz y al compromiso común

de todos los hermanos y hermanas de solidaridad que nos acompañan,

nos declaramos "alegres de correr como Jesús

(como vosotros y vosotras)

los mismos riesgos,

por identificarnos con las Causas de los desposeídos".

En este mundo prostituido por el mercado total y por el bienestar egoísta,

os lo juramos con humildad y decisión:

"¡Lejos de nosotros gloriarnos

a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo"

y en vuestras cruces hermanas de la suya!

Con El y con vosotros y vosotras

seguiremos cantando la Liberación.

Por El y por vosotros y vosotras

sabremos jubilosamente

que nos toca resucitar "aunque nos cueste la vida".

Pedro Casaldáliga,

testigo de muchos mártires.

 


 

Compasión en un mundo cruel

Lo mejor de la humanidad: la gente de compasión

El pueblo afroamericano pasó por la esclavitud, el desprecio y la persecución. A Martin Luther King se le removieron las entrañas, los organizó y les devolvió dignidad. Se enfrentó proféticamente, sin violencia, a sus opresores de raza blanca, y, utópicamente, proclamó su sueño: "día llegará en que niños y niñas, negras y blancas, irán juntos en el mismo bus a la misma escuela". A ese hombre, lleno de compasión, le dieron muerte. Años antes, en los horrores de la Alemania nazi, al capuchino Maximilian Kolbe y al teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer se les removieron las entrañas, y dieron su vida por salvar a un padre de familia que iba a ser inocentemente ejecutado, y por intentar acabar con el régimen de Hitler.

Muchos años antes también fue movido a misericordia un Sócrates ante la situación de los atenienses, un Jeremías ante la desgracia de Israel. Y muchos siglos después una Juana de Arco en Francia, una Mirna Marck, defensora de los derechos humanos en Guatemala, Ticha y Polín, grandes cristianos, organizados para la liberación en El Salvador, Monseñor Munzihirwa, arzobispo de Bukavu, defensor de los cientos de miles de refugiados. Todos entregaron su vida.

Y en medio de todos ellos, Jesús de Nazaret, movido a misericordia ante las mayorías hambrientas y descarriadas. Fue su defensor, como buen pastor, y por lo tanto entró en confrontación con sus opresores, los sumos sacerdotes de su tiempo. No fue un mercenario, que abandona a su pueblo y adula a sus opresores.

Se les llame como se les llame, éstas son gente de compasión. Ignorarlas, llamar a la prudencia para no exacerbar las cosas, pensar que hoy tenemos mejores referentes y modelos de lo humano, es insensatez manifiesta, cuando no hipocresía interesada. Esta gente de compasión son lo mejor que ha dado de sí la humanidad en sus muchos siglos de existencia, y lo sigue dando hasta el día de hoy.

El mundo cruel: víctimas y verdugos

Hay gran compasión porque muchos reaccionan ante un mundo de gran crueldad. Pasó Auschwitz, Hiroshima, Gulag, pero millones de seres humanos siguen sufriendo hoy injusta e inocentemente muertes violentas en represión, guerras y masacres. Muchos millones más sufren una muerte lenta por causa de la injusta pobreza, y también la muerte de su dignidad y de sus culturas. No de otra cosa habla el artículo de Eduardo Galeano que publicamos más adelante. Y en este punto la llamada globalización no ha cambiado las cosas en lo sustancial. Sigue aumentando el número de los "excluídos" de la vida.

Esto tiene rostros concretos y está muy bien documentado en innumerables informes, incluso de organismos internacionales. Hace ya cinco años UNICEF denunció que 500.000 niños y niñas habían muerto en Irak por falta de medicinas tras el bloqueo impuesto –y el número ha seguido creciendo hasta nuestros días. En la República Democrática del Congo en los últimos cuatro años han muerto alrededor de dos millones de seres humanos en una guerra provocada por los países poderosos para conseguir el control del coltán. Cumpliendo con la política de agricultura de la Unión Europea, cada vaca es subsidiada con $2.20 dólares, cuando la mitad de la población del planeta vive con menos de $2 diarios. Y unos 50 millones mueren anualmente de hambre o de enfermedades relacionadas con el hambre. Y hay muchos datos como éstos. "Estamos pasando de lo injusto a lo inhumano". "Estamos llegando a los niveles más bajos de ayuda internacional, y eso es un crimen". Así hablan algunos funcionarios de instituciones internacionales.

La inmensa mayoría de esas muertes tiene causas históricas. Por acción, cuando son infligidas por personas y sobre todo por instituciones y estructuras, o por omisión, cuando muchas de esas tragedias son aceptadas y no son eliminadas, siendo hoy posible acabar con el hambre y muchas enfermedades. Este es un recordatorio muy importante, pues en el mundo de hoy no es políticamente correcto hablar mucho de víctimas, pero menos lo es hablar de victimarios, a quienes se quiere encubrir, hasta llegar a la tergiversación de presentarlos como bienhechores de la humanidad, líderes de la libertad y de la democracia.

Y es importante para comprender una dimensión esencial de la compasión: la de enfrentarse con los verdugos por defender a las víctimas. Muy bien lo dijo Puebla hablando del mismo Dios: no sólo "ama" a los pobres, por el mero hecho de serlo, sino que los "defiende". Y ya se sabe lo que pasa. Una compasión que fuera "puro" amor, "pura" caridad, no genera conflictos con los verdugos; puede generar incluso aplauso y adulación. Pero una compasión que es también "defensa de las víctimas", genera conflicto, persecución y, en definitiva, muerte. En este mundo de pecado y de crueldad la compasión tiene que estar dispuesta a enfrentar la muerte. Y allí donde esto ocurre es que ha habido compasión consecuente.

Hombres y mujeres que mueren como Jesús

En nuestro mundo hay diversas formas de expresar la compasión (movimientos de solidaridad, de derechos humanos, de búsqueda de "otro mundo" justo). También hay personas que se autoinfligen la muerte por una causa de liberación, inmolándose como los monjes budistas en Vietnam. O suicidándose, dramáticamente, para dar muerte a los opresores, con la motivación de liberar a oprimidos y, también, de recibir recompensa en otra vida. Es el condenable fanatismo terrorista, basado a veces en visiones religiosas. Ante esto, sólo cabe trabajar y esperar que desaparezcan las causas: no sólo una incorrecta comprensión de lo religioso, sino una historia de opresión y desprecio que ha llevado a tal grado de odio. Y hay, por último, los que, al dar su vida, recuerdan la compasión de Jesús. Y sobre este hecho queremos hacer algunas reflexiones.

Mueren como Jesús porque su vida, su palabra y su praxis fueron estructuralmente –según un más y un menos, por supuesto– como las de Jesús. Padecen una muerte violenta por parecerse a Jesús. Por eso los llamamos mártires jesuánicos. La razón –obvia– para ello es que Jesucristo es "el sacramento original del martirio" (L. Boff).

Jesús es "testigo", sí, y testigo de la verdad –como dice Juan 18, 37–, pero, según la lógica de su vida y de su praxis antes que testigo es "profeta" en contra de los opresores, y antes que profeta es "portador de una buena noticia" y "defensor" de los pobres. En lenguaje judicial, Jesús da testimonio –es mártir– del amor de Dios, parcial y gratuito al pobre. Pero ese testimonio lo da, ante todo, en el hacer real su amor y en el hacer real su defensa del pobre. En este sentido, aunque la elección de los términos no sea lo más importante, para hablar adecuadamente de mártires jesuánicos pensamos que antes que de "testigo" de la verdad hay que hablar –siguiendo con el lenguaje de un proceso judicial– de "defensor", de "abogado" del pobre. Dicho en lenguaje más humano, Jesús muere porque es buen pastor que defiende a las ovejas, no las abandona como el mercenario, y por defenderlas da la vida. Eso es, también, el mártir jesuánico. El martirio no ocurre por el odium fidei, sino, por el odium iustitiae. Dicho con mayor hondura humana, por el odium misericordiae, por el odio a hombres y mujeres compasivas en un mundo cruel.

Estos mártires pueden ser mártires en la Iglesia, pero no son, con exclusividad, mártires de la Iglesia. La compasión es realidad primigenia del ser humano, y por ello se puede ejercitar consecuentemente dentro y fuera de la Iglesia. Puede ser un Monseñor Romero y puede ser un Gandhi. Ambos son venerados y amados por muchos, en iglesias y religiones, y fuera de ellas.

En esos mártires, ellos y ellas, encuentra la Iglesia la raíz de su credibilidad. El Vaticano II –inaugurado ahora hace 40 años– nos avisaba sabiamente de que "en la génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes que... han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios" (Gaudium et spes 19). Y con palabras más fuertes denuncia la Escritura: "por causa de ustedes se blasfema el nombre de Dios entre las naciones".

Pues bien, los mártires jesuánicos no han velado el rostro de Dios, sino que con su vida y su muerte, lo han revelado. En iglesias de mártires no se blasfema el nombre de Dios, sino que se lo bendice o, al menos, se lo respeta. Desde ellos se puede decir con agradecimiento: "por causa de ustedes se bendice el nombre de Dios entre los pobres".

Las mayorías: siervo sufriente de Jahvé

Pasar del odium fidei al odium iustitiae ha sido un avance sustancial en el repensar el martirio, pero, en mi opinión, no es todavía el avance más fundamental desde una perspectiva teologal. Este consiste en poner nombre, "títulos de dignidad", a las mayorías que sufren y mueren de diversas formas: masacradas, empobrecidas, despreciadas, ignoradas... Ignacio Ellacuría y Monseñor Romero, las llamaron "pueblo crucificado", y también "siervo sufriente de Yahveh".

Estas no son palabras retóricas. Basta comparar a las mayorías que mueren en masacres, en campos de refugiados, sin recursos para combatir el sida, deformes y minusválidos también. El pueblo crucificado es "varón de dolores y acostumbrado al sufrimiento" (53, 3) de la miseria cotidiana. Es despreciado, "desfigurado no parece hombre ni tiene aspecto humano" (52, 14; 53, 2), así lo dejan las torturas. "Produce espanto y asco, muchos se espantan de él" (52, 14) y "ante él se ocultan los rostros" (53, 3) porque da asco verlos y para que no enturbien la felicidad del mundo de abundancia. "Despreciado y desestimado de los hombres" (53, 3) es también "contado entre los pecadores" (53, 4.12). Sufrimiento, horror, desprecio, olvido, insulto, negación hasta de su religiosidad... Todo esto lleva en su carne el pueblo crucificado.

Y también, como ocurre hoy, del siervo se dice que "le dieron sepultura con los malvados" (53, 9), aunque los desaparecidos y los cadáveres botados en basureros y cementerios clandestinos, ni siquiera han tenido tumba y epitafio. Del siervo se dice que "no abría la boca como cordero llevado al matadero" (53, 7), como no la abren la inmensa mayoría de los que mueren en las masacres o en la miseria. Del siervo se dice que "se lo llevaron sin defensa, sin justicia" (53, 8), como ocurre con los masacrados en total indefensión e impotencia. Por último del siervo se dice que es inocente: "no hubo engaño en su boca ni había cometido crímenes" (53, 9). Y eso sigue siendo verdad hasta el día de hoy: ¿qué pecado han cometido los indígenas de Guatemala quemados dentro de la Iglesia de San Francisco, en Huehuetenango, los campesinos asesinados en el Mozote, los niños famélicos o muertos en Africa? A partir de aquí podemos hacer unas breves reflexiones.

Al poner nombre bíblico y cristiano a estas mayorías queremos ante todo superar un monumental escándalo: el silencio que se cierne sobre ellos en nuestro mundo y el desaire que se hace a Dios al ignorar a sus criaturas privilegiadas. Dicho, con el debido respeto, la mayoría de las víctimas norteamericanas del Vietnam, tienen nombre, que está grabado incluso en monumentos. Y algo parecido puede ocurrir con las víctimas de Nueva York. El 11 de septiembre es universalmente conocido; Nueva York tiene calendario. Pero el 7 de octubre, día en que comenzaron los bombardeos contra Afganistán, no lo es; los países pobres no tienen calendario. Esto es un escándalo en cualquier mundo, y más si se tiene por democrático y cristiano, y ahora con internet e información globalizada. Pero es una realidad. En Haití, Rwanda, Sri Lanka... las víctimas han quedado sin nombre, de hecho y de derecho: no tienen nombre porque no son "ricos", sino que son "pobres".

Llamar a esas mayorías "pueblo crucificado", "siervo sufriente de Yahveh", es un acto de reparación que debiera haber ocurrido hace mucho tiempo. Y es también un acto de fe. Decir que son la presencia de Cristo crucificado en la historia significa otorgar "dignidad", al menos, a sus muertes. Y significa también otorgar "excelencia" a esas muerte, en lo que culmina la paradoja de la fe, como lo proclama Pablo: la sabiduría de un Dios en la cruz es locura y escándalo. Esa excelencia consiste en que el pueblo crucificado otorga bienes a los pueblos de abundancia, incluso a quienes los crucifican: llaman a conversión, traen luz y salvación.

Para terminar es importante recordar que el pueblo crucificado da la razón de que haya mártires jesuánicos. Comparada la muerte del pueblo crucificado con la de los mártires jesuánicos, refleja menos la praxis de defensa de los pobres y el carácter activo de lucha contra el antirreino, y también expresa menos la fidelidad en medio de la persecución y la libertad con que afrontar la muerte, pues muchas veces ni siquiera tuvieron la posibilidad de evitarla. Por otro lado, expresan más la inocencia histórica, pues nada han hecho (la actitud de la denuncia profética, por ejemplo) para "merecer" la muerte, más que ser pobres, y expresan más la indefensión, pues, como queda dicho, ni posibilidad física han tenido muchas veces de evitar la muerte. Y sobre todo expresan mejor que son esas mayorías las que cargan injustamente con un pecado que las ha ido destruyendo poco a poco en vida y las ha aniquilado definitivamente en muerte. Y recordémoslo, son las grandes mayorías en la humanidad. Esas mayorías, oprimidas en vida y masacradas en muerte, son las que mejor expresan el ingente sufrimiento del mundo. Son los que, sin pretenderlo, sin desearlo y sin saberlo, "completan en su carne lo que falta a la pasión de Cristo". Y son –llámeseles, lingüísticamente, mártires o no– aquellos a quienes Dios mira con infinita ternura, sin considerar su situación personal y moral (Puebla n. 1142), sino su sufrimiento –aunque tienen muchas veces la santidad primigenia, querer vivir, desvivirse para que alcance a todos los pobres aunque no sea más que un poco de vida. Y sin embargo, sobre ellos se cierne un silencio inhumano y anticristiano, mientras se exalta a los grandes, incluido los santos –"elitistamente", si se nos entiende bien–, contra lo cual los primeros en protestar serían un Francisco de Asís o un Monseñor Romero.

Repensar el martirio de individuos, los llamados "mártires", es necesario, pero es insuficiente, si no se los piensa conjuntamente con las mayorías martirizadas. Y es peligroso que, por concentrarse en mártires reconocidamente excelsos, se abandona a su suerte a los pueblos crucificados.

El 16 de noviembre de siempre

Han pasado ya trece años. Recordamos a Amando y Juan Ramón, Segundo y Lolo, Ellacu y Nacho. Son nuestros mártires jesuánicos. Y recordamos a Julia Elba, una cocinera, y a su hija Celina, joven, estudiante y pobre. Son un sacramento del siervo sufriente, del Cristo crucificado, en nuestro país.

Ya se ha escrito hasta la saciedad sobre las razones para recordarles y agradecerles. En estas líneas lo hemos intentado de nuevo: son el sacramento de las víctimas a manos de un mundo cruel, y son el sacramento de la compasión.

Olvidar cualquiera de estas cosas es fatal. Olvidar la crueldad, endulzarla, arremeter contra los que recuerdan el pasado –todo lo cual es promovido activamente– es cegarnos a la verdad de nuestro mundo, con la consecuencia necesaria de deshumanización. Olvidar la compasión es todavía peor. Es quitar savia al espíritu, que nos hace pasar de la animalidad a la humanidad. Para un cristiano sería, simplemente, olvidar el pecado y la gracia.

Jon Sobrino

Estas reflexiones, más elaboradas, aparecerán en un artículo de la revista CONCILIUM a principios de 2003.

 


 

 

La salud del país en peligro

Persiste la huelga en el sector salud. A las protestas de los médicos el Presidente ha contestado con un nuevo plan de salud para toda la nación. En su conjunto implica una privatización de los servicios médicos del Seguro Social: éste se convertirá en un instrumento más de prestación de servicios médicos en competencia con otras instituciones privadas. Recibirá financiamiento según sea el número de pacientes a los que atienda. Funcione como funcione el nuevo sistema, lo cierto es que el Seguro, al abrirse otras instituciones en competencia con él, perderá clientela. Y si el Estado no aumenta automáticamente el número de personas que puedan acceder al sistema, el Seguro quedará fuera de la competencia. Con los costos de tanto edificio y personal laborante será más caro que los hospitales que ya tienen llenas el 50% de las camas con clientes privados.

Todo esto hay que verlo en el contexto del sistema público de salud, discriminatorio e injusto. Se brinda salud mejor a quien puede cotizar, es decir, pagarla. El Seguro Social alcanza solamente a un 20% de la población, aproximadamente. El 75% (dejemos un 5% al sistema de salud privada) acude a los hospitales del Ministerio de Salud, más deficientes y con peor servicio. No cuenta la igual dignidad de la persona humana y el igual derecho de todos a una salud digna, ni importa el hecho de que muchos de los que acceden al sistema de salud inferior tienen trabajos más duros, más peligrosos y más extenuantes que quienes acuden al servicio superior de salud. La marginación de la mujer, especialmente de la campesina, que trabaja de sol a sol para sacar adelante a un buen número de hijos, no sólo es parte de este pecado social –injusticia estructural–, sino que clama realmente al cielo.

Con la experiencia de otras privatizaciones no es raro que las promesas presidenciales no sean creídas. Y, además, el plan presidencial comienza a ser efectivo brindando apoyo al sistema privado de salud. No empieza beneficiando a los más pobres, los excluidos del sistema, sino a las empresas privadas de salud, y esto cuando la situación de la salud es deficiente, cuando instancias internacionales están diciendo que la desnutrición infantil está aumentando en El Salvador. El Gobierno ofrece un plan de salud que no atiende prioritariamente al verdadero problema, sino que se preocupa más por apoyar a los que privadamente hacen negocio con la salud. La enfermedad y los sufrimientos de los pobres, que son un 50% cuando menos en el país, quedan relegados hacia un futuro incierto.

El delirante rumbo de ARENA hacia la privatización salvaje de servicios básicos, y hacia la exclusión de los mismos de los más pobres, está dejando sin palabra a quienes creemos en la necesaria inclusión de servicios privados dentro de las políticas públicas. Además, marginar gente, excluir a los pobres, negociar con la salud de los más débiles, se vuelve a la larga "excluyente" y contrario a las intenciones "incluyentes" de quienes propician la privatización. Y una palabra final. El proyecto presidencial de salud pública no menciona para nada la medicina preventiva. Al contrario, todo parece orientado a la medicina curativa y a incluir en los beneficios, que la misma puede dar, a los sectores privados de salud.

José M. Tojeira

 

La solución falaz del Presidente

La "solución" del Presidente consiste, en lo fundamental, en impulsar un sistema de salud en el cual los usuarios del Seguro Social tendrán la opción, sin que aumente su cuota de cotización, de solicitar atención médica o bien en el ISSS o bien en clínicas particulares. El nuevo sistema abrirá sus puertas a los hijos de los beneficiarios hasta los doce años y los médicos, aunque estén contratados por el ISSS y tengan su clínica particular –con su propia clientela–, podrán ganar un dinero extra atendiendo a pacientes adscritos al Plan de Salud Integral. El discurso de Flores suena así de bonito, como cuando se pusieron en marcha las AFP, cuyas bondades son en la actualidad más que discutibles.

Veamos ahora algunos problemas dentro del mismo plan. ¿Están todos los médicos obligados a ofrecer ese Plan y a atender a los pacientes que decidan solicitar sus servicios? ¿Cómo se establece esa obligación? Sin ella, vano es el plan. Si el médico de confianza de un determinado paciente decide quedarse fuera del Plan, ¿quién lo va a atender? ¿Un médico recién graduado y sin experiencia que no encuentra espacio en el sector privado de la salud?

Si no es una obligación que todos los médicos del país sirvan al Plan Integral de Salud, las opciones de los usuarios del Seguro Social se verán seriamente reducidas, siendo mero discurso vacío eso de que los pacientes podrán elegir el lugar donde ellos prefieran ser atendidos. Las alternativas serán aquellas ofrecidas por los médicos que sí acepten ofrecer el Plan. Será cosa de suerte para cada paciente en particular si entre ellos se encuentra su médico de confianza.

También hay que plantearse la posibilidad de que los usuarios de los servicios de salud progresivamente vayan prescindiendo del Seguro Social, por preferir la atención privada, con lo cual la propuesta del presidente no sería más que una sucia maniobra para deshacerse, en el mediano plazo, del ISSS.

En conclusión, hay demasiados puntos oscuros en la solución del presidente Flores. Pretende ser una propuesta audaz, pero su intención inocultable es desarmar al gremio médico y no tanto resolver los problemas de la salud pública. Mucho más razonable hubiera sido que Flores convocara a una mesa de diálogo, en la que estuvieran representados los médicos, los usuarios, los empresarios y el mismo gobierno, en la que se planteara la propuesta que él ha hecho pública como "su" solución. Una decisión de esa naturaleza hubiera puesto de manifiesto de forma clara la disposición del gobierno para resolver el conflicto en el Seguro Social y por sentar las bases de una reforma a fondo en el sistema de salud.

Lo que ha salido a relucir en estos momentos es la vocación autoritaria de Flores. Su solución tendrá todas las bondades que se le quieran ver y podrá estar inspirada en las mejores intenciones, pero ha dejado de lado a los actores principales en el drama de la salud pública: a los médicos y a los usuarios, sin cuya participación activa la solución de los problemas de la salud no marchará por el sendero de la democratización. ¿O es que acaso Flores cree que la democratización del sistema de salud puede lograrse dejando de lado a los médicos y a los pacientes?

Su voluntad no puede imponerse por encima de todos. Si quiere promover un nuevo sistema de salud no puede dejar de lado a quienes lo sostendrán con su trabajo cotidiano, pues ellos conocen mejor que nadie los problemas de la salud en El Salvador.

Ultimos acontecimientos. El jueves 17 los medios de comunicación informaron sobre una nueva iniciativa de ley de la Asamblea Legislativa, con la cual se busca la no privatización del sistema de salud pública. Fue la respuesta de los partidos de oposición al presidente Francisco Flores, teniendo en cuenta la confusión del proyecto que ya hemos analizado.

El presidente Flores, por su parte, ya ha anunciado que vetará esta iniciativa de ley. Ya antes había vetado una propuesta legislativa que apuntaba en la misma dirección, es decir, en establecer por ley la no privatización o concesión del sistema de salud. De darse este veto presidencial, el conflicto en el Seguro Social amenaza con prolongarse indefinidamente. No se sabe cómo responderán los diputados ante la actitud autoritaria de Flores. Lo que sí está claro es que los médicos no están dispuestos a dejarse doblegar. Con justa razón, están en pie de lucha. Para el día miércoles 23 ya han anunciado una nueva "marcha blanca", como medida de presión. Ojalá que otros gremios de profesionales y la población en general no den la espalda a los médicos y trabajadores del Seguro Social en estas jornadas de resistencia civil.

CIDAI


 

 

Fiestas campesinas en memoria del pueblo mártir

El calendario popular está lleno de fechas marcadas de rojo. Son fiestas de guardar los aperos y utensilios de trabajo para ir al encuentro del pueblo y recordar el testimonio martirial de los campesinos y campesinas que "cayeron" en los años de la represión y la dictadura. Además del 24 de marzo y el 16 de noviembre, el 14 de mayo (masacre de El Sumpul) y el 11 de diciembre (masacre de El Mozote), hay otras fechas que el pueblo recuerda todos los años con diversos actos conmemorativos. En este breve reporte presentamos algunas de estas fiestas populares que ya son habituales y han echado raíces en la memoria popular.

28 de febrero. Más de setecientos campesinos y campesinas se reunieron este año para recordar la masacre de Guadalupe y Tenango. Ya es el quinto año consecutivo que se celebra esta fecha. Las campesinas y campesinos caminan por la misma cuesta en la que hace 19 años miles de pobladores de Guazapa corrían bajo el bombardeo de la Fuerza Aérea y las balas del batallón Atlacatl. Llevan en sus manos los farolitos. No deja de impresionar en la oscuridad de la noche esa larga hilera de luces, que vistas de lejos parecen un incendio. Es la luz de los mártires. La caminata prosigue hasta el palo de copinol, a sus pies hay un antiguo obraje de añil donde los soldados botaron los cadáveres. En octubre del año pasado se hicieron las exhumaciones. Una placa recuerda el nombre de todas las víctimas. Al fondo del obraje, los campesinos y campesinas han escrito con piedras pintadas de cal esta leyenda: "Juicio y castigo a los asesinos". En la celebración se distribuyen unas hojas con testimonios de las personas sobrevivientes de la masacre "para que sean leídas en las escuelas y en las reuniones de las comunidades".

6 de abril. En el primer sábado después de la Semana Santa, la comunidad de Cinquera y lugares aledaños tiene por costumbre celebrar lo que denominan "La Noche en Memoria de los héroes y Mártires de Radiola". Ya es el segundo año que se celebra. Radiola es el nombre de guerra de la comunidad de Cinquera. En esa noche se hace memoria de las compañeras y compañeros que cayeron combatiendo en los años de la guerra. Sus nombres están escritos en un mural a la entrada del pueblo. Aquí también se hizo una marcha con farolitos, durante la cual se gritan los nombres de las compañeras y compañeros caídos.

20 y 21 de julio. Esta es otra fiesta habitual en el calendario del pueblo. Este año las campesinas y campesinos se reunieron en la "escuelita" del cantón San Francisco Echeverría (Cinquera). Aquí se recuerda la masacre de San Francisco y La Tigra. La crueldad de esta masacre es espeluznante. La Fuerza Armada capturó a 68 niñas, niños, mujeres, ancianos y ancianas, los llevaron a la escuela y les ordenaron que hicieran dos filas frente a los servicios sanitarios. Allí les fueron descuartizando y tirando a las fosas de los servicios. Un recuerdo que nunca se borrará de la mente de los pocos testigos y sobrevivientes. Dos grupos musicales de campesinos, Los Jilgueros y Renacer de Pepeishtenango animan la celebración con cantos revolucionarios, se presentaron varios teatros populares y se concluyó con la Misa.

29 de septiembre. En esta ocasión la población se reunió en el cantón Las Araditas (El Paisnal) para participar en lo que se denominó "Encuentro Campesino en Memoria de Polín, Chepe López, Ticha Puertas y Félix García", campesinas y campesinos dirigentes de las organizaciones populares que fueron asesinados hace 23 años. Habando de ellos, Monseñor Romero dijo: "Ustedes tienen suerte de tener buenos dirigentes, de gran calidad, y lo mejor es que son de ustedes mismos". Durante la celebración se escucharon testimonios, canciones, se habló de la situación actual en el país, se compartió el almuerzo y la Misa campesina. La fiesta estaba presidida por una gran manta con los rostros de los dirigentes campesinos asesinados. También había una manta que decía: "Globalización sí pero de la solidaridad".

4 y 5 de noviembre. Ya está próxima a celebrarse otra de las fechas que todos los años reune a la población en Copapayo (Suchitoto). Allí se celebrará una Vigilia en Memoria de la Masacre de Copapayo-San Nicolás.

Todas estas fiestas tienen en común que son organizadas por los campesinos y campesinas, porque como alguien dijo: "Si nosotros no recordamos a nuestros mártires, ¿quién lo hará?" Estas celebraciones no son un mero recuerdo del pasado, en todas se habla de los problemas actuales y se anima y alientan las luchas contra la privatización de la salud, los tratados de libre comercio y la explotación y pobreza.

Miguel Cavada Diez

 


 

 

¿Por qué recordar a nuestros mártires?

Carlos Ayala Ramírez

Los mártires evocan, provocan y convocan a vivir como verdaderos seres humanos

Hay un libro famoso de Leonardo Boff, El águila y la gallina, una metáfora de la condición humana (Editorial Trotta, 1998), que nos ofrece una intuición fundamental para responder a la pregunta inicial. El águila y la gallina son dos dimensiones esenciales de la existencia. El enraizamiento, lo limitado, lo cotidiano, lo común, es el ámbito propio de la gallina. El águila, en cambio, es la apertura, lo ilimitado, lo utópico.

En la explicación de esa metáfora de la condición humana,Boff nos advierte del peligro de contentarnos con ser solamente gallinas, encerrados en nuestro pequeño mundo, de intereses hechos y de parcos deseos, lo que llama gallinismo. También nos advierte del peligro de sólo volar en las alturas sin arraigo en la historia concreta, el aguilismo. Para Boff, nuestro mayor desafío es hacer convivir el águila con la gallina. Es decir, ser realistas sin dejar de ser utópicos, estar enraizados en lo concreto, pero abiertos a lo posible, andar en el valle pero teniendo los ojos en la montaña.

Ahora bien, en un mundo de monopolización del tener, del saber y del poder, donde se reduce a los seres humanos a simples gallinas, fomentando el comodismo, el conformismo y el pragmatismo, nuestro gran desafío, según Boff, es salvaguardar al águila, y en esto juegan un papel decisivo las figuras ejemplares de cada región, de cada nación, de la propia humanidad. Su legado de entrega amorosa, de compasión solidaria, de pasión ardiente y liberadora por los pobres, despiertan en nosotros la esperanza de que siempre vale la pena seguir luchando por una humanidad nueva y por un mundo diferente. Eso que dice Boff es lo que expresan los hombres y mujeres, al hablar con agradecimiento de nuestros mártires:son hombres y mujeres ejemplares por servir a la verdad, defender a los pobres y tener compasión con los que sufren. Hemos hablado con varios de ellos y esto es lo que nos han dicho:

"Hay que recordar a los mártires porque ellos fueron defensores de nuestra vida. Monseñor Romero y los jesuitas fueron como Jesucristo, dieron su vida por nosotros. Dieron su vida por los pobres. Ellos nos enseñaron el camino de luchar por los más pobres. Ellos nos dan la pauta para seguir luchando por todos los que sufren. Por eso hay que recordarlos siempre".

"Los mártires nos iluminaban sobre lo que estaba ocurriendo en el país. Yo siempre recuerdo al padre Ellacuría porque era un sacerdote que decía la verdad. Cuando veo el acontecer político, todos los problemas que tenemos, siento la necesidad de las palabras sabias que decía el padre Ellacuría. Recordarlos es tener presente la necesidad que tenemos de ellos. Es tener presente lo valioso de sus vidas para cada uno de nosotros y para el país".

"Los recordamos porque ellos mantienen nuestra lucha por la justicia. Los mártires no están solo para encenderles candelas, sino para imitar todo lo bueno que ellos pasaron haciendo. Ellos fueron los promotores de la justicia y la verdad. Su deseo era que no estuviéramos pasando esta situación crítica que tenemos. Ellos lucharon y murieron para que no sufriéramos tanto. Hay que tenerlos siempre presentes, no olvidarlos".

"Yo no conocí a ninguno de los mártires, pero creo que son importantes para nuestra vida. Así lo creo por lo que he leído y por lo que mi familia me ha hablado de ellos. Dieron su vida por nosotros, lucharon en su época por la gente pobre y sufrida. Lucharon contra pobreza y dieron buenos ejemplos. Ellos dieron a conocer la necesidad de que haya alguien que defienda a la gente que nadie quiere defender. Es bueno recordarlos y tenerlos como ejemplos para nosotros los jóvenes".

"Es importante recordar a los mártires porque siempre hay que tener presente a nuestra historia y también para seguir el camino que ellos hicieron. Los mártires nos dan fuerza para seguir adelante, nos animan, nos dan aliento. Recordarlos es también tener presente a toda la gente que murió o desapareció en tiempo de la guerra. Gente de la que ahorita ya casi nadie se acuerda. Hay que recordarlos porque ellos nos dieron un gran testimonio con su vida y con su ejemplo".

"Hay que recordarlos porque fueron personas que lucharon, denunciaron y anunciaron el reino nuevo. Dejaron un mensaje claro: si queremos superarnos, hay que luchar. Ellos son gente santa y es bueno tenerlos presente para conocer lo bueno que podemos hacer por los demás. Son ejemplo de fidelidad al Evangelio y de fidelidad a la gente pobre. Los recordamos porque han sido fieles a nosotros".

"Hay que recordarlos para imitarlos en su ejemplo de lucha por las mayorías, en su entrega a la causa de la verdad y en su coherencia con las luchas del pueblo. Así los recordamos en las organizaciones de la sociedad civil y en las organizaciones sindicales. Ellos nos enseñaron el camino de luchar por la causa del pobre. Ellos nos han animado en nuestro compromiso con la sociedad salvadoreña y en la defensa de los derechos humanos".

Volvamos a Leonardo Boff. Dice que las figuras ejemplares, como los mártires, sustentan la esperanza de que siempre vale la pena seguir luchando, impiden que el desánimo se apodere de nuestra vida, nos alimentan permanentemente con el óleo de la confianza, de la solidaridad y del enternecimiento, posibilitan que el águila que somos no se vuelva mediocre y levante su vuelo siempre de nuevo.

Boff tiene razón. Eso es lo que nos han dicho las personas a quienes les hemos hecho la sencilla pregunta por qué recordar a los mártires.

 


 

 

El obispo Cristóbal Munzihirwa,

el Oscar Romero de Africa

No es bueno quedarnos en los mártires salvadoreños. Queremos hablar por ello del arzobispo Cristóbal Munzihirwa, quien ya ha aparecido en las páginas de esta Carta a las Iglesias. Sólo queremos añadir que el título del artículo no es invención nuestra, sino que así empiezan a llamarlo en su querida África. Ofrecemos ahora el testimonio de alguien que le conoció bien.

Cómo le conocí

El primer encuentro tuvo lugar en Uvira, pequeña ciudad africana a la orilla del inmenso y maravilloso lago Tanganika (730 Km de largo y 30-40 de ancho) que hace de frontera entre el este del Congo y Burundi, Tanzania y Zambia. Yo entonces vivía y trabajaba en Bukavu, a 130 Km al norte de Uvira, al borde del Lago Kivu, a 1500 metros de altitud. En aquella ocasión había bajado a Uvira para dar una sesión bíblica a unas comunidades religiosas. Como los demás misioneros de paso, me hospedaba en la casa del obispo, que servía además de casa de acogida de los misioneros residentes en Uvira y también hacía las veces de economato diocesano, garaje, taller mecánico, carpintería y muchas otras cosas a la vez. Los misioneros, en aquel tiempo casi todos javerianos, comíamos en el obispado juntos con el joven obispo de Uvira, que resultaba ser el primer obispo congoleño originario del lugar, procedente del grupo étnico de los Banyamulenge, de los que se hablará mucho a partir de septiembre de 1996, al comienzo de la primera guerra de Kabila contra Mobutu.

No recuerdo la fecha exacta, pero podría ser febrero de 1986 porque me acuerdo que Mons. Munzihirwa volvía de Roma, recién consagrado obispo por el mismo Papa Juan Pablo II. Lo esperábamos para la cena en el obispado de Uvira, procedente de Bujumbura donde había llegado en avión de Europa. Todos nosotros, naturalmente, nos habíamos puestos "de fiesta" también en el vestido. Recuerdo que sobre todo el joven obispo de Uvira llevaba todas las insignias episcopales con gran esmero y elegancia, como sólo los africanos en general, y su tribu en particular, saben hacer de manera espléndida. Digo eso porque tuve un choque impresionante cuando vi llegar al obispo recién estrenado Munzihirwa. El contraste entre los dos obispos no podía ser más brusco y estridente: Munzihirwa, ya de sesenta años, llevaba unos pantalones, ¡quién sabe donde los había recogido!, que decir de campesino sería ofender a los campesinos, desmedidamente anchos y largos, de tejido muy grueso y áspero, color gris-amarillo... Los zapatos "de campo", grandes, altos y también muy groseros. Y la camisa de franela de cuadros colorados... toda su apariencia no anunciaba al esperado arzobispo coadjutor de Kasongo. Creo que la única cosa episcopal que "aparecía" en él era... el anillo episcopal recibido como regalo por el Papa en Roma.

Rasgos característicos de Cristóbal Munzihirwa

La segunda impresión fuerte que recibí de él, durante aquella "cena episcopal " en Uvira, además de su pobreza "franciscana "... excesiva, fue su extremada sencillez, su cordialidad fraterna, su humanidad muy cercana. Este será otro rasgo característico en toda su actividad pastoral sucesiva. Por eso él quería ser llamado no monseñor Munzihirwa, sino padre, Padre Cristóbal, de su nombre de bautismo, que significa "llevar a Cristo". Pero, a pesar de su cercanía y su cordialidad, su conversación era siempre densa, humanamente profunda y espontáneamente animada por una "lógica evangélica" directa y evidente. No era el hombre de frivolidades o de chismes. La visión de fe era su herramienta "natural" para leer y juzgar todos los acontecimientos. No por nada, después de 5 años de trabajo pastoral como cura diocesano, había entrado y se había formado en la Compañía de Jesús, de la cual había sido nombrado también provincial para África central en los años 1980 hasta su nominación a obispo en 1986.

Este rasgo de coherencia evangélica lo desarrollará con contundencia radiante especialmente en los últimos acontecimientos de Bukavu 1995-96 en su estilo de juzgar, denunciar y afrontar con valentía y ánimo las situaciones de violencia, injusticia y mentira, lo que le llevará al "martirio ". Fue sobre todo en este momento cuando Munzihirwa brilló ante todo el mundo como el verdadero nuevo Oscar Romero de Africa. Por eso fue matado. Porque, como el Buen Pastor, no dudó en dar su vida para defender no sólo a su pueblo de Bukavu, sino también a las muchedumbres de centenares de miles de pobres perseguidos y amenazados que huían de Rwanda como consecuencia del genocidio de 1994 y de la represión sucesiva del ejército tutsi que, por perseguirlos lo más lejos posible, invadió entonces Bukavu y poco a poco todo el este del Congo. Por eso podemos llamarlo un verdadero "mártir", es decir, testigo oficial y público de la justicia y del amor evangélico, hasta dar la vida en defensa de su pueblo y de una multitud inmensa de desterrados y perseguidos.

El 29 de octubre de 1996 era asesinado en Bukavu, su diócesis.

Antonio Trettel S.X.

* * *

Desde que empezó la llegada a Bukavu de los innumerables refugiados ruandeses, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados está actuando con una ineficacia evidente, sin que por ello tengamos que hablar de mala voluntad.

Nos hemos enterado de que las organizaciones internacionales y las potencias occidentales quieren, a la fuerza, devolver a su patria a los refugiados, trabajando para que el Alto Comisionado no los asista y así verse obligados a regresar.

En nombre de toda la comunidad católica de Bukavu y de las organizaciones de defensa de los derechos humanos, denunciamos como un crimen contra la humanidad el no hacer nada para implantar en Ruanda una paz verdadera y una seguridad que permita regresar a todos aquellos refugiados que quieran hacerlo.

Es un hecho comprobado que Rwanda está siendo destruida por dos extremismos opuestos. Pedimos a las grandes potencias que se realice un encuentro entre todos los ruandeses para que puedan encontrar una solución negociada y equilibrada...

Los verdaderos discípulos de Cristo no pueden declararse tales si no tienen el valor de ser servidores de todos, sin exclusiones, sentirse solidarios con todos los pobres. Si a nuestra puerta llaman unos refugiados, debemos saber crear un clima de compasión, fuente de ayuda recíproca perseverante.

Debemos saber acoger en nuestra casa a los que son nuestros hermanos y hermanas, sin distinción de raza o de clase.

 


 

 

Buenas y malas noticias en el mundo

En este número hemos hablado de la misericordia en un mundo cruel. Sigue proliferando la crueldad, pero asoman también pequeñas grandes buenas noticias. Queremos recoger algunas de ellas y comenzamos con las palabras de Eduardo Galeano alrededor de la cumbre de Johannesburgo.

 

¿Quién se queda con el agua? El mono que tiene el garrote

Eduardo Galeano

El mono desarmado muere de sed. Esta lección de la prehistoria abre la película "2001, Odisea del Espacio". Para la Odisea 2003, el presidente Bush anuncia un presupuesto militar de mil millones de dólares por día. La industria armamentista es la única inversión digna de confianza: hay argumentos que son irrebatibles, en la Cumbre de la Tierra en Johannesburgo o en cualquier otra conferencia internacional.

Las potencias dueñas del planeta razonan bombardeando. Ellas son el poder, un poder genéticamente modificado, un gigantesco Frankenpower que humilla a la naturaleza: ejerce la libertad de convertir el aire en mugre y el derecho de dejar a la humanidad sin casa; llama errores a sus horrores, aplasta a quien se pone en su camino, es sordo a las alarmas y rompe lo que toca.

Se alza la mar, y las tierras bajitas quedan por siempre sepultadas bajo las aguas. Esto parece una metáfora sobre el desarrollo económico en el mundo tal cual es, pero no: se trata de una fotografía del mundo tal cual será, en un futuro no tan lejano, según las previsiones de los científicos consultados por las Naciones Unidas.

Durante más de dos décadas, las profecías de los ecologistas merecieron burla o silencio. Ahora, los científicos les dan la razón. Y el 3 de junio de este año, hasta el propio presidente Bush no tuvo más remedio que admitir, por primera vez, que ocurrirán desastres si el recalentamiento global continúa dañando el planeta. El Vaticano reconoce que Galileo no estaba equivocado, comentó el periodista Bill McKibben. Pero nadie es perfecto: al mismo tiempo, Bush anunció que Estados Unidos aumentará en un 43 por ciento, en los próximos 18 años, la emisión de los gases que intoxican la atmósfera. Al fin y al cabo, él preside un país de máquinas que ruedan comiendo petróleo y vomitando veneno: más de doscientos millones de automóviles, y menos mal que los bebés no manejan. A fines del año pasado, en un discurso, Bush exhortó a la solidaridad, y fue capaz de definirla: "Deja que tus niños laven el auto del vecino".

La política energética del país líder del mundo está dictada por los negocios terrenales, que dicen obedecer al alto cielo. Trasmitía mensajes divinos la finada empresa Enron, fallecida por estafa, que fue la principal asesora del gobierno y la principal financista de las campañas de Bush y de la mayoría de los senadores. El gran jefe de Enron, Kenneth Lay, solía decir: "Creo en Dios y creo en el mercado". Y el mandamás anterior tenía un lema parecido: "Nosotros estamos del lado de los ángeles".

Estados Unidos practica el terrorismo ambiental sin el menor remordimiento, como si el Señor le hubiera otorgado un certificado de impunidad porque ha dejado de fumar. "La naturaleza está ya muy cansada", escribió el fraile español Luis Alfonso de Carvallo. Fue en 1695. (Si nos viera ahora!

Una gran parte del mapa de España se está quedando sin tierra. La tierra se va; y más temprano que tarde, entrará la arena por las rendijas de las ventanas. De los bosques mediterráneos, queda en pie un 15 por ciento. Hace un siglo, los bosques cubrían la mitad de Etiopía, que hoy es un vasto desierto. La Amazonia brasileña ha perdido florestas del tamaño del mapa de Francia. En América Central, a este paso, pronto se contarán los árboles como el calvo cuenta sus pelos.

La erosión expulsa a los campesinos de México, que se marchan del campo o del país. Cuanto más se degrada la tierra en el mundo, más fertilizantes y plaguicidas hay que usar. Según la Organización Mundial de la Salud, estas ayudas químicas matan tres millones de agricultores por año.

Como las lenguas humanas y las humanas culturas, van muriendo las plantas y los animales. Las especies desaparecen a un ritmo de tres por hora, según el biólogo Edward O Wilson. Y no sólo por la deforestación y la contaminación: la producción en gran escala, la agricultura de exportación y la uniformización del consumo están aniquilando la diversidad. Cuesta creer que hace apenas un siglo había en el mundo más de quinientas

variedades de lechuga y 287 tipos de zanahoria. Y 220 variedades de papa, sólo en Bolivia.

Se pelan los bosques, la tierra se hace desierto, se envenenan los ríos, se derriten los hielos de los polos y las nieves de las altas cumbres. En muchos lugares la lluvia ha dejado de llover, y en muchos llueve como si se partiera el cielo. El clima del mundo está para el manicomio.

Las inundaciones y las sequías, los ciclones y los incendios incontrolables son cada vez menos naturales, aunque los medios insisten, contra toda evidencia, en llamarlos así. Y parece un chiste de humor negro que las Naciones Unidas hayan llamado a los años noventa Década Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales. )Reducción? Esa fue la década más desastrosa. Hubo 86 catástrofes, que dejaron cinco veces más muertos que los muchos muertos de las guerras en ese período. Casi todos, el 96 por ciento para ser precisos, murieron en los países pobres, que los expertos insisten en llamar "países en vías de desarrollo".

Con devoción y entusiasmo, el Sur del mundo copia, y multiplica, las peores costumbres del Norte. Y del Norte no recibe las virtudes, sino lo peor: hace suya la religión estadounidense del automóvil y su desprecio por el transporte público, y toda la mitología de la libertad de mercado y la sociedad de consumo. Y el Sur también recibe, con los brazos abiertos, las fábricas más cochinas, las más enemigas de la naturaleza, a cambio de salarios que dan nostalgia de la esclavitud.

Sin embargo, cada habitante del Norte consume, en promedio, diez veces más petróleo, gas y carbón; y en el Sur sólo una de cada cien personas tiene auto propio. Gula y ayuno del menú ambiental: el 75 por ciento de la contaminación del mundo proviene del 25 por ciento de la población. Y en esa minoría no figuran, bueno fuera, los mil doscientos millones que viven sin agua potable, ni los mil cien millones que cada noche se van a dormir sin nada en la barriga. No es "la humanidad" la responsable de la devoración de los recursos naturales, ni de la pudrición del aire, la tierra y el agua.

El poder se alza de hombros: cuando este planeta deje de ser rentable, me mudo a otro. La belleza es bella si se puede vender y la justicia es justa si se puede comprar. El planeta está siendo asesinado por los modelos de vida, como nos paralizan las máquinas inventadas para acelerar el movimiento y nos aíslan las ciudades nacidas para el encuentro.

Las palabras pierden sentido, mientras pierden su color la mar verde y el cielo azul, que habían sido pintados por gentileza de las algas que echaron oxígeno durante tres mil millones de años.

Esas lucecitas de la noche, ¿nos están espiando? Las estrellas tiemblan de estupor y de miedo. Ellas no consiguen entender cómo sigue dando vueltas, todavía vivo, este mundo nuestro, tan fervorosamente dedicado a su propia aniquilación. Y se estremecen de susto, porque han visto que ya este mundo anda invadiendo otros astros del cielo.

 

Malas noticias

Desnutrición y muerte en el mundo. El informe anual de la Organización de las naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO) habla del estado de la inseguridad alimenticia en el mundo 2002. Millones de personas, de ellas 6 millones de niños, mueren por desnutrición cada año, la mayoría en los países en vías de desarrollo, y cada día 25,000 personas fallecen víctimas del hambre y la pobreza. La lucha contra el hambre ha sufrido un retroceso en el mundo. Existen 840 millones de personas desnutridas, de las que 799 millones viven en países sub-desarrollados. En los países donde la situación es más grave la expectativa de vida no supera los 38 años, frente a los 70 años que alcanza "en los 24 países más ricos del mundo", dice Jacques Deiouf, director de la FAO.

Asesinatos de niños en Honduras. Muchas veces se habla de los niños y niñas que viven o trabajan en las calles y son asesinadas en Brasil. Pero también aquí en Centroamérica, especialmente en Honduras, se da esa monstruosidad. Casa Alianza ha hecho denuncias de más de 1400 niños y niñas, adolescentes y jóvenes que trabajan o viven en la calle, y han sido asesinados en los cuatro últimos años.

El 7 de octubre, lo tuvo que reconocer, por primera vez, el Presidente de Honduras, Ricardo Maduro. La Casa Alianza ha documentado los asesinatos de un número récord de 69 niños y jóvenes menores de 23 años de edad únicamente en el mes de septiembre del 2002, 38% de los cuales eran niños. Un tercio de los asesinatos fueron de edades entre los 15 y 18 años, 87% de estos fueron hombres y 13% mujeres. De acuerdo con los informes iniciales no confirmados, 44% de los asesinatos fueron perpetrados por miembros de pandillas; otro 13% por hombres no identificados manejando el llamado "carro de la muerte" y 7% por la policía u otros miembros de las fuerzas de seguridad. En más del 36% de los casos, los asesinos todavía no han sido identificados.

Buenas noticias

El Nobel alternativo a un Centro Juvenil en Burundi. El "Right Livehood Award" es conocido como el "Nobel alternativo", asignado anualmente a personas y organizaciones que proporcionan respuestas a los problemas cruciales del mundo. Este año se lo han concedido al Centro Juvenil de Kamenge, en Nujumbura, capital de Burundi. El Centro está dirigido por los Misioneros Javerianos y está abierto a los jóvenes de entre los 16 y los 30 años, de etnias tanto hutu como tutsi, que trabajan juntos en actividades de socialización y ayuda a la población. También se lo han concedido a una Fundación de Suiza y a un investigador de los crímenes cometidos en Paraguay durante los años de la dictadura militar. La ceremonia de entrega se celebrará en Estocolmo el día 9 de diciembre en la sede del Parlamento.

La dignidad de los indígenas. En Guatemala, ser pobre es malo, pero no tan malo como ser indio. El peor insulto que se puede recibir es la comparación con un indígena. Pero los tiempo van cambiando. Durante el proceso de negociación para la terminación del conflicto armado por la vía del diálogo, la visión de la insurgencia de abordar esta temática y la aceptación del gobierno y del ejército de discutirla fue uno de los grandes aportes históricos.

El Acuerdo de Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas reconoce que los pueblos indígenas han sido sometidos a niveles de discriminación de hecho, explotación e injusticia por su origen, cultura y lengua y que padecen de tratos y condiciones desiguales e injustas por su condición económica y social.

El análisis de esa realidad se traduce en compromisos, que se establecen en distintos planos, el primero, el legal que exige la tipificación de la discriminación étnica como delito y luego en la divulgación de los derechos de los pueblos indígenas. Varios años han pasado desde que se firmó el acuerdo y muchas cosas se han ido transformando.

En el Teatro de Cámara del Centro Cultural Miguel Angel Asturias sobrevivientes de masacres presentaron su testimonio sobre la forma brutal en que les violaron sus derechos humanos. En la década de los 80, el ejército y los grupos paramilitares, haciendo gala de un trato inhumano y con gran prepotencia, persiguieron a los campesinos, los torturaron y masacraron, acusándolos de pertenecer a la guerrilla, según narraron los valientes testigos que acudieron al rescate de su dignidad y de aquellos que perdieron la vida a manos de tan despreciables criminales.

Otros de los casos presentados fueron los de dos enfermeras de un centro de salud a quienes las autoridades les impidieron laborar con el traje indígena, el de la antropóloga Irma Alicia Velásquez a quien no dejaron ingresar a un restaurante, y el de las estudiantes de Derecho de una universidad, quienes fueron reprobadas de una práctica profesional supervisada por el mismo motivo.

El Tribunal instalado busca concienciar y sensibilizar a la sociedad. No habrán fallos, únicamente se escuchará a las víctimas y se sacarán conclusiones, pero ya el camino está iniciado. Nunca más podremos negar que ésta ha sido y es una sociedad racista.

Palabras de Jimmy Carter, nobel de la paz. "Hasta ahora admirado casi universalmente como el principal adalid de los derechos humanos, nuestro país se ha convertido en el primer blanco de respetadas organizaciones internacionales preocupadas por estos principios básicos de la vida democrática.

Hemos ignorado o perdonado abusos en naciones que apoyan nuestra campaña contra el terrorismo, mientras arrestábamos a ciudadanos estadounidenses como 'combatientes enemigos', encarcelándoles en secreto e indefinidamente sin que estuvieran acusados de ningún crimen y sin tener derecho a un asesor jurídico. Esta política ha sido condenada por los tribunales federales, pero el Departamento de Justicia parece inflexible, y la cuestión sigue siendo dudosa.

Varios centenares de soldados talibanes capturados permanecen encarcelados en la bahía de Guantánamo en las mismas circunstancias, mientras el secretario de Defensa declara que no serán liberados aunque un día se les juzgue y se les declare inocentes. Estas acciones son similares a las de regímenes abusivos que históricamente han sido condenados por los presidentes estadounidenses...

Hemos retado de modo contraproducente al resto del mundo, al renegar de los compromisos estadounidenses con acuerdos internacionales laboriosamente negociados. Los rechazos terminantes a los acuerdos sobre armas nucleares, la convención de armas biológicas, la protección del medio ambiente, las propuestas contra la tortura y el castigo a los criminales de guerra, han estado a veces combinados con amenazas económicas contra aquellos que no están de acuerdo con nosotros. Estos actos y afirmaciones unilaterales aíslan cada vez más a Estados Unidos de las mismas naciones que necesita que se unan a la lucha contra el terrorismo.

Trágicamente, nuestro Gobierno está abandonando cualquier patrocinio de negociaciones importantes entre palestinos e israelíes. Al parecer, nuestra política consiste en apoyar prácticamente cualquier acción israelí en los territorios ocupados y condenar y aislar a los palestinos como blancos generales de nuestra guerra contra el terrorismo, mientras los asentamientos israelíes se amplían y los enclaves palestinos se encogen...".

 


 

 

El caso jesuitas

El 4 de octubre la Corte Suprema de Justicia anunció que ha admitido algunos de los reclamos de amparo en el caso de los jesuitas por denegación de acceso a la justicia. Esto quiere decir que el Fiscal General, la jueza, la Cámara de Segunda Instancia y la Sala de lo Penal de la corte misma tendrán que dar explicación de sus actuaciones. El único que ha quedado fuera es el presidente Flores. No hay nada seguro respecto a la sentencia definitiva, que tomará mucho tiempo. Pero es un pequeño paso después de muchos años de frustración.

Por un lado, se trata de una decisión importante porque las expectativas no eran muy elevadas y habían indicios para esperar lo peor. Pero hay que recordar que, la Sala de lo Constitucional se tomó 11 meses para decidir sobre la admisibilidad de la solicitud de amparo. Es claro, pues, que los magistrados no tienen apuro por cumplir con la justicia. De todas formas algo se ha logrado, pues las decisiones de los magistrados muchas veces no se apegan a la ley, sino que son sopesadas en términos políticos. Muchas de sus sentencias dependen, en gran medida, de la coyuntura política. En los casos donde está implicado el poder, primero se saca la conclusión y a continuación se buscan argumentos para sostenerla.

Laguna importante en el caso de los jesuitas es también que no está justificado que el Presidente de la República haya sido dejado de lado, lo que evidencia una vez más la dualidad del Sistema Judicial entre lo que la ley dispone y lo que ocurre en al realidad. Los magistrados alegan que no tiene sentido demandar al Presidente de la República porque no le corresponde a él dirigir la investigación del delito, ni juzgar. El argumento es correcto en teoría; pero, en la práctica, no hay que olvidar que el presidente Flores rechazó de forma pública las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que, en su conjunto, pedían que se hiciera justicia, ni las trasladó a la Fiscalía General ni a la Policía. Fueron las víctimas quienes difundieron estas recomendaciones, mientras el presidente anunciaba de forma prepotente que no las acataría.

La resolución cumple, pues, con las formalidades legales, pero de hecho ayuda a garantizar la impunidad a los autores intelectuales de la masacre de la UCA. La Corte Suprema de Justicia trata de evitar a toda costa tener que fallar a favor de las víctimas. Hacerlo, aunque el derecho las asista, significaría colocar en una posición intolerable al poder. Este tribunal todavía no goza de la independencia necesaria para sentar al poder en el banquillo de los acusados. Los tiempos aún no están maduros para el derecho y la justicia.

 

CIDAI