Carta a las Iglesias AñoXXI, Nº 475-476, 1-30 de junio de 2001

 

Señor y dador de vida y que habló por los profetas

INDICE

EDITORIAL: "Señor y dador de vida y que habló por los profetas"

ETIDORIAL: Monseñor Romero y el Espíritu Santo

EDITORIAL: La vocación profética. Casi ausente en los comunicadores cristianos de hoy

REALIDAD NACIONAL: El país de los despropósitos

COMUNIDADES CRISTIANAS: Horas sociales para recibir el sacramento de la confirmación en Zonacosta

IGLESIA: Tres militares y un sacerdote condenado en el caso Gerardi

REFLEXIÓN: Reflexión y propuesta eclesial desde la crisis post-terremotos (I)

COMENTARIOS: Reflexiones críticas sobre la globalización

 

 

 

"Señor y dador de vida y que habló por los profetas"

El credo, ortodoxia y ortopraxis. En el credo proclamos nuestra fe en el Espíritu Santo y de él decimos que es "señor y dador de vida y que habló por los profetas". Pero, como suele ocurrir frecuentemente, por una lado van las palabras, la ortodoxia, y por otro lado van los hechos, la ortopraxis.

Pocas veces, nunca en épocas recientes, se ha hablado tanto del Espíritu Santo, se le ha rezado y cantado tanto, se han hecho tantas asambleas, se ha hablado tanto en lenguas, se han hecho sanaciones... Y la pregunta es: ¿produce todo eso más vida, en las personas, en las comunidades, en las iglesias? Y sobre todo, ¿produce más vida en los pobres de este mundo, se sienten más defendidos de sus opresores? La pregunta es central porque, cuando Jesús es ungido por el Espíritu, es enviado a dar vida, a anunciar la buena nueva a los pobres, a liberar a los cautivos... Pero basta leer, más adelante, el artículo de Miguel Cavada, para caer en la cuenta que la actual devoción al Espíritu Santo no parece molestar a ricos y opresores, con lo cual difícil es creer que se le invoca para defender a pobres y oprimidos.

También se dice que habló por los profetas. Y la pregunta es: ¿es eso verdad? ¿Habla hoy por los profetas? Tiempo hubo en que a lo largo y ancho de América Latina resonaba la profecía (don Helder, Proaño, Angelelli, don Sergio...), y entre nosotros Monseñor Romero. Temblaban los poderosos y se alegraban los pequeños. Pero basta leer el artículo de Carlos Ayala para caer en la cuenta de que hoy no es así. Proliferan los medios de comunicación, estaciones de televisión y radio, semanarios y publicaciones, que se dicen "de Iglesia". Pero no molestan a nadie %los poderosos% y no concientizan a los pequeños, cuya triste suerte es que se les ofrezca alienación, sin que un Paulo Freire o un Rutilio Grande los despierte y les devuelva su dignidad.

El espíritu de Jesús. ¿Cómo puede ocurrir que haya tanta ortodoxia y tan poca ortopraxis? Quizás la razón fundamental es que la ortodoxia es sólo aparente. La ortodoxia verdadera dice que el Espíritu proviene del Padre y del Hijo. Es decir, el Espíritu es la fuerza "de Dios" tal como apareció "en Jesús de Nazaret" %no en otro% y que sigue produciendo lo nuevo, pero remitiéndonos siempre a Jesús. Esa fuerza de Dios sólo hace una cosa: que en la historia reproduzcamos en nosotros, como personas, como comunidad, como Iglesia, la vida, la praxis y el destino de Jesús, siempre abiertos a la novedad y al futuro, a sus oportunidades y exigencias, con libertad, gozo y esperanza. Si eso no ocurre, soplarán espíritus, pero no el de Jesús, la fuerza de Dios.

Esa fuerza de Dios movió a Jesús al Jordán, al desierto y a comenzar su misión de predicar "el reino de Dios a los pobres". Y no era fácil, porque al profeta Juan Bautista lo acababan de encarcelar. La fuerza de Dios movía a Jesús a curar y defender al débil y a denunciar %a veces hasta el insulto% a sus opresores. La fuerza de Dios mantuvo fiel a Jesús hasta el final, en medio de persecuciones, amenazas y muerte. La fuerza de Dios le devolvió a la vida, a una nueva vida en plenitud, para que siguiera presente en la historia entre nosotros. Pero Dios no cambió a Jesús con la resurrección de tal manera que ahora se hubiese quedado reducido a un Jesús de apariciones y revelaciones, de rezos y cantos, de lenguas y convulsiones, que poco tienen que ver con la vida.

El Espíritu de Jesús se ha derramado en nuestros corazones, como dice san Pablo, pero de otra manera. Lo hemos visto abundantemente en nuestro país %aunque nos lo quieren hacer olvidar. La fuerza de Dios estaba en aquellas reuniones de clero, religiosas y laicos; en la audacia de celebrar una única misa para protestar contra el asesinato de sacerdotes y campesinos; en la lucidez de cartas pastorales, salvadoreñas y evangélicas. La fuerza de Dios estaba en el mayor de los carismas, que dice san Pablo, en el amor de tantos hombres y mujeres que servían %arriesgando% a los pobres de este mundo. Y esa fuerza de Dios se mostró, sobre todo, en el mayor amor, en la nube de testigos, en los mártires del pueblo salvadoreño, con Monseñor Romero a la cabeza.

Volver al Espíritu es volver a Jesús. En términos un poco técnicos, se solía decir entre los teólogos que a la cristología le faltaba la pneumatología; en palabras sencillas, que al recuerdo del pasado de Cristo había que unir la novedad del Espíritu hacia el futuro. Y no les faltaba razón, pero con una aclaración. "Cristo", en sí mismo, es una abstracción, que ha servido para hacer cosas dudosas y aun malas (cruzadas, inquisición...) y también para petrificar el pasado y controlar, así, cualquier novedad, por justa y necesaria que sea (en la actualidad, por ejemplo, el tema de las mujeres en la Iglesia).

Pero eso no hubiese ocurrido ni ocurriría si, en lugar de Cristo, se tiene presente a Jesús de Nazaret. Su recuerdo no anquilosa ni, menos aún, autoriza a hacer cosas anticristianas. Más aún, ese Jesús anima hoy a lo nuevo, como él lo hizo %a su modo% en su tiempo (cercanía a Dios Padre hasta la ternura, ultimidad de la misericordia sobre la ley y el templo, revalorización social y teologal de la mujer y el niño...).

Y así ha ocurrido a lo largo de la historia. Los cristianos más de Jesús de Nazaret han sido los más revolucionarios, los más novedosos, los que más se han dejado llevar por la fuerza de Dios y más la han hecho presente en el mundo para transformarlo. Así, por citar a los clásicos de la tradición fueron Francisco de Asís, Ignacio de Loyola y Teresa de Jesús, hace siglos; Charles de Foucault y Dietrich Bonhoeffer más recientemente, Monseñor Romero. No se dudará ni de su pasión por Jesús de Nazaret ni de la novedad y revolución que introdujeron en la Iglesia.

La fuerza de Dios, el Espíritu de Jesús. Ese es el que da vida y el que habla por los profetas.

Jon Sobrino

 

 


 

Monseñor Romero y el Espíritu Santo

"El Espíritu Santo iluminó al jurado". Estas fueron las palabras de Roberto Mathies Hill cuando supo el veredicto que lo absolvió del robo de varios miles de millones de colones. Este es un ejemplo reciente %de los muchos que podríamos citar% de la manipulación a que es sometido el Espíritu de Jesús, el crucificado.

Lo tratamos, como dice Monseñor Romero, "a bofetadas". Se habla mucho del Espíritu, pero poco de Jesús. Nos han "secuestrado" al Espíritu Santo y nos lo presentan como sinónimo de alabanza, cantos, don de lenguas, sanaciones, etc. En la práctica eso se hace en oposición a opción por los pobres, denuncia profética de la injusticia, compromiso "político" por el bien común. En esta lamentable situación vamos a recordar algunos textos de las homilías de Monseñor Romero, a ver si se nos refresca la mente y entramos en razón.

Para los que gustan de las oraciones con mucha palabrería, lágrimas, testimonios de "conversión", vaya este texto: "La garantía de mi oración no es el mucho decir palabras, la garantía de mi plegaria es muy fácil de conocer: ¿cómo me porto con el pobre? Porque allí está Dios" (5 de febrero de 1978). No hay vuelta de hoja, el Espíritu Santo siempre nos remite a los pobres, a esas mayorías que tanto estorban y molestan. Y los pobres no reclaman caridad, sino justicia.

Oraciones en lenguas, vigilias, cantos, etc., todo muy "lindo", pero igualmente vacío. Así lo pensaba Monseñor Romero: "Es muy bonito vivir una piedad de sólo cantos y rezos, de sólo contemplación. Ya llegará eso en la hora del cielo, donde no habrá injusticias, donde el pecado no será una realidad que los cristianos tenemos que destronar" (19 de noviembre de 1978). Esto lo dijo el obispo que, por otra parte, más oración nos exigió. Pero Monseñor Romero predicó una oración comprometida, no la sensiblería y el espiritualismo.

Hoy se lee más que nunca la Biblia, cosa buena, pero no hay que olvidar lo que Monseñor Romero nos dijo: "La Biblia sola no basta. Es necesario que la Biblia, la Iglesia la retome y vuelva a hacerla palabra viva. Una biblia que solamente se usa para leerla y vivir materialmente apegados a tradiciones y costumbres de los tiempos en que se escribieron esas páginas es una biblia muerta" (16 de julio de 1978).

Y por si las cosas todavía no están claras, vaya este texto aún más directo: "Tú, en tu movimiento carismático; tú, en tu movimiento de cursillo de cristiandad; tú, en tu comunidad catecumenal; tú, en tus pensamientos tradicionalistas; tú, en tus pensamientos progresistas, ¿por qué lo haces? ¿defiendes eso por comodidad? Entonces vas mal" (17 de septiembre de 1978).

La mentalidad privatizadora e individualista del neoliberalismo parece haber contagiado a la Iglesia. Se habla del Espíritu como si nada tuviera que ver con el pueblo. Monseñor Romero nos recuerda que el Espíritu de Jesús nos convoca a ser pueblo. "Uno de los mensajes más apremiantes de la Iglesia de hoy es que los cristianos salgan de una mentalidad individualista. Que no hablemos de "mi" salvación, "mi" religión, sino que la vivamos como Dios quiere que la vivamos: en pueblo" (19 de noviembre de 1978). Estar atento a la "voz" del Espítitu es abrir los oídos al clamor del pueblo pobre: "Yo tengo que escuchar qué dice el Espíritu por medio de su pueblo" (30 de septiembre de 1979).

Se invoca al Espíritu Santo, pero vivimos en la mentira, cómplices de la injusticia, insensibles al dolor del pueblo. El Espíritu Santo, nos recuerda Monseñor Romero, es Espíritu de valentía y Espíritu de la verdad: "Sentimos que sopla fuertemente para hacernos más valientes y somos cobardes y hasta traidores y mentimos cuando él es el Espíritu de la verdad. No deberían llamarse cristianos aquellos que han recibido el Espíritu Santo y lo están tratando a bofetadas porque sólo viven de la mentira, de la injusticia, de la calumnia, de la violencia y de todo aquello que es reprimir la vida del Espíritu" (14 de mayo de 1978).

Tanta devoción al Espíritu Santo sería motivo de alegría si las cristianas y los cristianos estuviésemos más comprometidos con la conversión personal y los cambios de las estructuras económicas y políticas de la injusticia y la opresión. A esta misión profética nos envía el Espíritu y no a refugiarnos en una devoción espiritualista. Monseñor Romero nos lo explica mejor en los textos que siguen:

El verdadero cristiano de El Salvador no puede prescindir de estas realidades, a no ser que quiera profesar un cristianismo aéreo, sin realidades en la tierra, un cristianismo sin compromiso, espiritualista. Y así es muy fácil ser cristiano, desencarnado, desentendido de la realidades que viven (19 de febrero de 1978).

El Espíritu entró en mí desde el día del bautismo y me envió a la sociedad salvadoreña, al pueblo de El Salvador, que si hoy anda tan mal es porque la misión profética ha fracasado en muchos bautizados (8 de julio de 1979).

Tratemos, si de verdad tenemos fe en el Espíritu Santo, de dejarnos renovar, de ser [mujeres] y hombres nuevos, de esos que necesitan las estructuras nuevas, y hacer de nuestra Patria una Patria nueva, y hacer de todos los pecados de El Salvador y de todas las instituciones también, el objeto de nuestra misión: destruir el pecado y en cambio construir el Reino de Dios" (14 de mayo de 1978).

Miguel Cavada Diez

 

 


 

 

La vocación profética

Casi ausente en los comunicadores cristianos de hoy

Una tarea esencial. En el más reciente mensaje del Papa Juan Pablo Segundo para la XXXV Jornada Mundial de las comunicaciones sociales, "Proclamar desde los terrados: el Evangelio en la Era de la Comunicación Global", el Papa recuerda una tarea esencial que tienen que desarrollar los comunicadores cristianos: su vocación profética, es decir, clamar contra los falsos dioses e ídolos de nuestro tiempo.

La referencia que hace el Papa a la vocación profética es necesaria y oportuna, si tomamos en cuenta que hoy día la mayoría de comunicadores y de medios de comunicación cristianos de las distintas denominaciones, parecen no tomar muy en serio esa tarea creyendo que es algo que ya no tiene vigencia porque, se supone, la realidad ha cambiado o porque no la consideran esencial a su misión evangelizadora.

En efecto, si uno explora la variedad de programas, con contenidos cristianos, que existen tanto en la radio como en la televisión, constata que prevalecen las predicaciones confesionales, las oraciones y devociones, las apariciones y curaciones milagrosas, los llamados a la conversión moralista e individualista, los himnos y alabanzas celestiales. La lista puede seguir, y en ella no aparece por ningún lado la vocación profética. No vamos a ahondar ahora en las razones que han llevado a la merma de esta vocación. Queremos únicamente recordar los contenidos de esta dimensión profética y la necesidad de que tanto comunicadores como medios cristianos encuentren en ellos una fuente que inspira y potencia su quehacer comunicativo.

La vocación profética. El profeta no se dedica a predicar por propia iniciativa, ni por aliciente personal. Lo hace por encargo expreso de Dios y ocurre en un momento fundamental de su vida, que es la vocación. En los relatos de la vocación aparecen con frecuencia una serie de elementos que se repiten: el encuentro con Dios; la orden de Dios de ir a predicar; la objeción del profeta, que se resiste a veces; las palabras de ánimo por parte de Dios. La vocación profética y la actividad posterior introducen en estos hombres dos grandes cambios: hacia dentro, la alteración, y hacia afuera, el escándalo. Hacia dentro, todo se vuelve distinto: la vocación afecta a su trabajo ordinario, a su vida familiar, incluso a su modo de ser más profundo. Hacia fuera, el profeta provoca escándalo. La gente no lo acepta, rechazan su palabra, lo critican e insultan, lo expulsan, encarcelan o matan.

El mensaje profético. El mensaje profético se puede organizar en torno a dos grandes núcleos: la denuncia y el anuncio. Ambos aspectos son necesarios y esenciales en los planes de Dios. Si se presentan por separado o desencarnados de la realidad pierden su eficacia histórica. La denuncia expresa un profundo realismo, desesmascarando la manipulación de Dios, la injusticia social, el imperialismo militar y el imperialismo económico. El anuncio abre a la realidad hacia nuevas y mejores posibilidades: la convivencia humana puede y debe ser justa, racional y fraterna. El establecimiento del derecho y la justicia para el débil es prioridad en el proyecto de Dios.

De ahí que la palabra profética sea una palabra parcial que expresa la opción amorosa de Dios hacia aquellos amenazados o aniquilados en su misma vida; una palabra novedosa porque anuncia una convivencia radicalmente distinta a la establecida, donde es posible la justicia, la verdad, la misericordia y la reconciliación; una palabra atacada y perseguida porque pone al descubierto los males de la realidad; una palabra, en suma, conflictiva porque es parcial y novedosa, y porque en ella se expresa con poder la voluntad de Dios contra el pecado del mundo. No es, pues, una palabra conciliadora, ni negociadora, ni condescendiente con la miseria humana (cfr. J. Sobrino, Monseñor Romero, pp.152-155).

Necesidad de la palabra profética en los comunicadores y en los medios de comunicación cristianos. La determinación cristiana de la vocación profética se sostiene sobre tres ejes fundamentales: 1) la convicción de que el futuro del mundo es el reino de Dios (liberación total y global de la creación, finalmente purificada de todo lo que la oprime, transfigurada por la presencia plena de Dios); 2) la contrastación crítica del anuncio del reino de Dios con una situación histórica determinada y 3) la relación dialéctica entre utopismo y profetismo, de tal manera que si al profetismo cristiano le faltara utopía correría el peligro de caer en el pragmatismo ineficaz y, si a la utopía le faltara profetismo caería en el idealismo estéril e ingenuo. Atendiendo a los grandes retos que enfrentan nuestros países, la vocación profética demandaría de los comunicadores y medios de comunicación cristianos promover de manera prioritaria la cultura de la vida, reconociendo a Dios como su único autor y procurando que todos, especialmente los pobres, la tengan en abundancia. Concretamente, vida en abundancia significa el derecho de nacer (la paternidad y la maternidad responsable dentro de una sociedad que la facilita y la hacer respetar), el derecho de vivir (la satisfacción de las necesidades básicas para llevar una vida digna), el derecho de convivir (en la verdad, la justicia, la libertad y la paz) el derecho de creer y tener esperanza (búsqueda de plenitud del sentido de la vida).

La vocación profética demanda de los comunicadores y de los medios cristianos una palabra crítica sobre el escandaloso contraste entre el lujo y el hambre, entre minorías que viven en la abundancia y las mayorías que lo hacen en la miseria.

¿Quién puede dudar que, en un mundo de miseria y de hambre como el que vivimos, las fortunas de las 358 personas que juntas poseen el equivalente al ingreso per cápita del 45% de la población mundial, son esencial y gravemente pecaminosas y merecedoras de denuncia? ¿Cómo puede estar ausente la palabra profética en un mundo donde cada minuto se gasta 1.8 millones de dólares en armamento militar, donde cada hora mueren 1,500 niños de hambre o de enfermedades causadas por el hambre, donde cada día se extingue una especie de animales o de plantas, donde cada mes el sistema económico mundial añade 75.000 millones de dólares a la deuda del billón y medio de dólares que deben los pueblos del tercer mundo? ¿Cómo puede estar ausente la palabra profética, al interior de la Iglesia, cuando se corre el peligro de que ésta pueda convertir su autoridad en dominación, esté más atenta a los privilegios y ventajas institucionales que a su misión, viva sin encarnarse entre los pobres o pueda perder el horizonte del reino de Dios? ¿Cómo puede estar ausente la palabra profética, entre los cristianos, cuando hoy día se cultivan más los sentimientos y emociones religiosas que el seguimiento de Jesús de Nazareth, cuando se fomentan o toleran movimientos interioristas que se desatienden de la creación de Dios y que pretenden encontrar a Dios fuera de la historia?

Qué bueno que el Papa nos haya recordado la necesidad de poner a producir la vocación profética. Tal vez ello nos anime a recuperar el espíritu de los profetas de Israel. Nos ayude a reconocer a los profetas de nuestro tiempo y a ser capaces de proseguir sus pasos.

Carlos Ayala Ramírez

 

 

 


 

 

El país de los despropósitos

Mathies Hill es absuelto

El 8 de junio un tribunal absolvió a Roberto Mathies Hill, acusado de un fraude millonario. Así ha concluido, al menos por el momento, uno de los más graves casos de estafa en los últimos tiempos. El ministerio público tiene ahora que explicar qué paso con esos millones, quién fue responsable de su desaparición, ya sea por la vía del lavado o por la vía de las inversiones fantasma.

Inmediatamente después de que se destapó el caso, en julio de 1997, la Fiscalía no dudó en afirmar que las diligencias hechas determinaban que "el señor Roberto Mathies Hill y otros miembros de las Juntas Directivas de dichas instituciones han cometido delito de defraudación de la economía pública". Se trataba de una acusación que parecía firme y que era explosiva, pues los responsables no eran otros que Roberto Mathies Hill, miembro de una de las grandes familias, y otros miembros de las Juntas Directivas.

La misma postura adoptaron los principales medios de comunicación en contra de Mathies Hill y la millonaria estafa. El Diario de Hoy estableció la "ruta del fraude": cómo los fondos eran captados ilegalmente en INSEPRO y cómo esta institución, al enfrentar problemas de liquidez, recibía fondos de FINSEPRO a cambio de cheques pagaderos a otros bancos No parecía existir duda sobre la responsabilidad Mathies Hill y compañía en el fraude. Esta convicción fue transmitida a la sociedad, y en algunos sectores renació la esperanza de que, por fin, el poder, económico y político, no sería obstáculo para aplicar la ley.

Ahora, cuatro años después, Roberto Mathies Hill ha sido declarado inocente. Los otros miembros de las Juntas Directivas de FINSEPRO e INSEPRO nunca fueron procesados y casi nadie sabe sus nombres. ¿Qué decir, entonces, de la Fiscalía?

Por de pronto, no es la primera vez que el ministerio público se compromete a hacer cumplir la ley y fracasa estrepitosamente. Más aun, son tantos y tan recurrentes los fracasos fiscales que cada vez cobra más visos de certidumbre la sospecha de que se trata de prácticas premeditadas encaminadas a liberar a determinados acusados. Sea cierta o no esta apreciación, lo que no puede ponerse en duda es que las razones para confiar en los compromisos del Fiscal General de República cada día son más escasas. Por ello tampoco convencen la actuación de las autoridades judiciales en casos de delitos de primer orden, como secuestros, violaciones y asesinatos.

A propósito del caso Mathies Hill se perfilan dos posibles lecturas, ninguna de ellas alentadoras. La primera es que se tenían las pruebas suficientes, pero que premeditadamente se fueron creando las condiciones %cuyo último elemento fue la selección del jurado% para que el acusado fuera exonerado. Preocupante situación, de ser cierta. La segunda es que ni se tenían las pruebas suficientes ni se tenía la capacidad para recabar otras que fueran probatorias de la responsabilidad del acusado. En otras se tenía un caso que, de antemano, estaba condenado al fracaso. Nuevamente, de ser así, esto es grave porque, no sólo se envía a un inocente a la cárcel, sino que se abre la posibilidad de que cualquier ciudadano pueda ser acusado públicamente sin pruebas suficientes para respaldar su postura.

Las dos lecturas no tienen porqué ser excluyentes. La incompetencia no es enemiga de la mala voluntad; y la mezcla de ambas suele ser explosiva. Este nuevo fracaso de la Fiscalía refuerza la percepción de que las cosas no se están haciendo bien en esa instancia del Estado. El mensaje es funesto: delincuentes de altos vuelos salen libres por complicidad o por incompetencia de las autoridades judiciales. Tampoco es saludable generar falsas expectativas con casos que de antemano están condenados al fracaso debido a deficiencias en el proceso de investigación y recabación de pruebas.

Ante esto los salvadoreños se preguntan: "Si responsables de delitos graves salen libres, ¿por qué a mí ve van querer fregar por esta pequeña falta que he cometido?". La conclusión es que en el país "todo vale".

Desaparecen 11.000 quintales de fertilizantes

En medio de este escándalo salta la noticia de que han desparecido 11.000 quintales de fertilizantes donados por el gobierno de Japón como ayuda a los damnificados del terremoto. El 7 de mayo, el presidente del BFA, Guillermo Funes, confirmó el robo de 571 toneladas métricas de sulfato de amonio de las bodegas de esa institución, ubicadas en Acajutla, Sonsonate, aunque el asunto era del conocimiento de las autoridades con bastante anterioridad. Según Funes, el faltante se había detectado desde el pasado 21 de marzo, y el 16 de abril la Auditoría Interna del BFA determinó el hecho. La demanda ante la Fiscalía se hizo efectiva el pasado 3 de abril en la subregional de Sonsonate.

El embajador japonés en El Salvador, Saburo Yuzawa, lamentó el robo e instó a la Policía y a la Fiscalía a que se identificara a los responsables. "Ya el pueblo japonés, de 125 millones de habitantes, sabe lo que ha pasado aquí en El Salvador. Es una lástima lo que ha ocurrido". Por su parte, al Fiscal General, Belisario Artiga, no se le ocurrió decir otra cosa más que "es lógico pensar que en parte de la administración de la bodega debe haber alguna responsabilidad". El 9 de mayo, las autoridades del BFA ya habían cobrado un seguro por 800 mil colones, con lo que se pudo reponer el cargamento robado. Los funcionarios de la institución no revelaron el nombre de la aseguradora. El presidente Flores no tuvo más remedio que reconocer la verdad. "Nos ha causado mucha vergüenza, porque, en primer lugar, es robarle el alimento a los campesinos más pobres. Este donativo iba para ellos".

El 15 de mayo, tras un operativo policial en 16 fincas de la zona occidental, se encontró una gran cantidad de sacos del fertilizante. Más tarde se conoció que la Secretaría Técnica de Financiamiento Externo de la Cancillería estaba autorizada para vender 40 sacos de fertilizante por agricultor en la Bolsa de Productos Agropecuarios, BOLPROES, pero se detectó que algunos compradores adquirieron hasta 10 mil sacos.

Algunos diputados de la Asamblea señalaron a BOLPROES como posible responsable al no supervisar la venta según las estipulaciones. El 25 de mayo, la Policía Nacional Civil capturó a una administradora de las bodegas en donde ocurrió el robo, quien fue acusada parcialmente por el delito. Pese a que la mujer negó las acusaciones que se le hicieran, el Juzgado de Paz de Acajutla inició un proceso judicial en su contra. Mientras el proceso se realizaba y la acusada brindaba pistas acerca de los posibles responsables, la Fiscalía determinó que el 23% de la donación japonesa había sido trasladada a las bodegas de la Unión de Importadores de Fertilizantes (UNIFERSA), de capital privado y en la que participan accionistas como el ex presidente Alfredo Cristiani y el ex ministro de Hacienda, Ricardo Montenegro.

Conclusión. Queda claro el robo de fertilizantes y los pocos resultados concretos de las investigaciones: hasta el momento sólo se ordenó la captura de una mujer. Queda claro la debilidad de las instituciones encargadas de recibir las donaciones de países cooperantes. Es indignante que, si el destino de la donación era los agricultores pobres, ellos fueron los más dañados, pues la mayor parte del cargamento fue a parar a las manos de los grandes inversionistas. Por último, resta esperar el desempeño de la Fiscalía. Ojalá que esta vez haga cumplir la justicia, sin importar el poder y las influencias de quienes no han tenido escrúpulos para apropiarse indebidamente de los fertilizantes donados por el gobierno de Japón.

Vuelan por los aires casas de damnificados.

Junio es época de visitas al país de personas solidarias, sobre todo de Estados Unidos. El día19 una delegación de la Universidad jesuita de Scranton, profesores, administrativos y estudiantes, estaban visitando los cantones de Opico, que fueron muy golpeados por el terremoto. Les acompañó una religiosa que cuenta así lo que ocurrió.

"Fuimos al cantón Las Delicias, donde se celebró una misa, y después fuimos a visitar el nuevo asentamiento La Esperanza en Chanmico del municipio de Opico. De repente, a la llegada empezó un fuerte viento y una gran lluvia. El viento corría sobre las casas y las milpas, y tanta era su fuerza que arrastró por lo menos 20 de las casas provisionales que el Ejército había construido en ese asentamiento.

La gente quedó a la intemperie. Corrían de un lado al otro con sus niños en sus brazos y halando sus cosas para refugiarse en las casas de los vecinos. Unas casas quedaron totalmente destruidas. Las láminas caían encima de las otras casas o volaban de un lado a otro junto con los polines. Las láminas quedaron totalmente estrujadas. La gente pasó la noche al aire libre cubriéndose con plásticos. Ninguno de la repoblación pudo dormir.

En ese momento estaba la delegación que querían visitar la zona, pero era tan fuerte el viento y la lluvia que no se pudieron ni bajar del microbús. Desde allí observaron y tomaron algunas fotos y lamentaban lo que les estaba pasando a la gente. Muchos de ellos lloraron imparablemente, impresionados por lo que estaban sufriendo sobre todo los niños. Se preguntaban qué estaba haciendo el Gobierno allí que no hacía nada bueno por la gente. Al siguiente día el Ejército no había levanto todavía las casas. La gente continúa a la intemperie".

Según la Cruz Roja, que acudió al lugar, unas100 casas quedaron destruidas. Y algo parecido sucedió en la comunidad "Monseñor Arturo Rivera y Damas", ubicada en el kilómetro 35 de la carretera que conduce a Quezaltepeque. El panorama era de fuertes vientos huracanados, láminas que volaban por los aires, llanto, pánico, mujeres con sus hijos en brazos y tiendas de campaña, frágiles como hojas.

Según las personas que viven en dicha comunidad, están allí desde 1984 y no han recibido ayuda estatal. Sólo personas particulares les han ayudado con tiendas de campaña.

 

 


 

 

Horas sociales para recibir el sacramento de la confirmación

en Zonacosta

Desde tiempo atrás tenemos muchas inquietudes, nosotros de las comunidades eclesiales de base (CEBs) con los sacramentos. Y quizá mientras haya curas no se logrará reflexionar, y mientras haya derecho canónico no se podrá partir de la comunidad.

Además hay otros obstáculos entre otros. La misma gente con los sacramentos quieren "salir" de su compromiso cristiano. Como decía esta piadosa mujer: "ya bauticé a mis hijos, ya hicieron la confesión y Ia primera comunión, me urge la confirma para salir de mis obligaciones, porque lo del matrimonio... a uno ya no le hacen caso...". Qué resumen más exacto, pero fatal, de lo que llamamos "la presencia de Dios en la vida".

En este sentido hemos reflexionado en nuestra CEB el significado del sacramento de la confirmación o de la militancia cristiana.

1. Cada uno que quiere pedir entrar en la militancia cristiana debe tener 16 años de edad.

2. Debe recibir semanalmente formación y debate sobre los siguientes temas: la realidad en que vivimos; la misión de salvación; el pecado en la humanidad; la perdida de valores y la misión del cristianismo.

3. Cada solicitante debe realizar en el año en que se realizará su confirmación 100 horas de obras sociales en bien de la comunidad.

También este último punto lo consideramos muy espiritual. Porque para realizar 100 horas de trabajo social hay que tener mucho espíritu. Los que no tienen espíritu no las realizan y por ende no pueden confirmar que tienen espíritu.

En este momento de reconstrucción de las casas después de los terremotos no nos cuesta hallar dónde trabajar y sudar para construir un pueblo nuevo.

Algunas personas pueden considerar esto como un capricho al que la ley no obliga, pero nuestra comunidad se siente orgullosa de tener 100 jóvenes que realizan tales obras. Para los que no quieren hacerlo sobran las parroquias donde hay confirmaciones de rutina.

Pero ¿será confirmación?

Estas reflexiones, bellas, salvadoreñas, cristianas, aparecen publicadas en el boletín de la comunidad de Zonacosta, Usulután, que lleva por nombre "Acompañando la Vida". También reflexionan sobre la realidad nacional, y hay que agradecerles que lo hacen con humor.

"Había una vez 11,000 sacos de abono"

Sucedió que a raíz de tanto desastre en nuestro país El Salvador e indudablemente conmovidos por ver la desgracia en que se encuentran los campesinos y campesinas, un gobierno asiático con el nombre de Japón, donaron entre otras muchas cosas, 11,000, sacos de abono para los agricultores.

Y sucedió que de repente estos sacos de abono, los completos 11,000, habían desaparecido. El embajador de este país asiático dijo que para él era una vergüenza, y dijo también que los ciudadanos de Japón tienen mucha autoestima y que su honor sea burlado es un asunto muy grave. Y más cosas dijo en japonés que nosotros no logramos descifrar.

Unos opinaban que esos sacos nunca habían entrado al país. Otros opinaban que fue un desvío en alta mar. Otros opinaban que estaban asegurados esos sacos y que el seguro pagaba y que para qué tanta bulla. Otros opinaban sobre la violencia común y sobre el crimen organizado y la falta de recursos y muchas cosas más.

Resulta que el embajador japonés quiere saber dónde están esos sacos. Eso lo dijo cuando ya estaba dando otras ayudas. Y aparecen sacos en el occidente del país legítimamente comprados en la bolsa de valores. Casi los 11,000 completos.

Ahora dicen que los hallaron. Otros tienen otras opiniones sobre cómo llegaron esos sacos en la bolsa de valores...

¿Y ustedes qué opinan?

Y también reflexionan sobre su fe.

¡El Señor ha resucitado! Somos testigos mediante la solidaridad

La resurrección de Jesús da el fundamento de nuestra fe, pero en los relatos evangélicos prevalece el miedo, y con razón. Lo que se sabe a ciencia cierta es que Jesús fue asesinado en público. La humanidad es capaz de asesinar al Hijo de Dios y esta experiencia es válida hasta nuestros días. La humanidad es capaz de tirar la bomba atómica sobre Hiroshima, es capaz del holocausto de los judíos y es capaz de matar a san Romero de América. Es capaz de privatizar la salud y de excluir a hombres y mujeres.

Los relatos evangélicos no cuentan que los discípulos estaban rezando, pidiendo protección, seguridad o clemencia. Posiblemente los discípulos y las discípulas no eran muy religiosos. Por lo menos sabemos que Jesús nunca los había introducido en sistemas religiosos. Lo que sí destacan es el miedo, la parálisis, la impotencia para actuar. Jesús les dice; "La paz esté con ustedes". Ni un paso atrás, no se me rajen, adelante. Jesús los envía a dar testimonio. Nada de consuelo, ni de consideración, nada de protección. "Les doy mi Espíritu, mi fuerza".

La resurrección les da nuevamente ilusión, esperanza para la verdad y la justicia. ¡Así lo sentimos nosotros hoy día! La explotación, la exclusión, la pobreza, la injusticia, más las inundaciones y los terremotos, nos tenían desconsolados y paralizados. Otra vez víctimas. ¿Hasta cuándo, Señor? Pero fuimos enviados nosotros también a la reconstrucción. Oímos de gente solidaria, testigos del Nuevo Mundo: "La paz esté con ustedes. ¡No se rajen! ¡Tienen Espíritu! ¡No están solos! Empezamos, y tuvimos que oír varias veces las palabras del envío porque estábamos bien aplastados.

Sabíamos que nada podíamos esperar de los cruciificadores. De las autoridades y poderes, nada. Darán los donativos en créditos para vivienda. Todavía se van a lucrar con los donativos después de haberse apropiado el dinero. Para un campesino es imposible tener acceso, porque nunca se presta al que no tiene.

Pero la solidaridad eficaz de muchos de ustedes dieron fuerza a la ilusión y a la fe. Así es el amor que es solidaridad: sustenta la fe y la esperanza. Y desde los escombros hicimos ayuno. Les comunicamos que en este momento ya están construyendo 30 casitas en San Marcos Lempa, 13 en la Noria, 7 en la Cruzadilla,10 en la Hacienda San Juan... Se reconstruirán otras 95 casas y siguen las ofertas para construir más...

No se rajen. Falta mucho camino, pero ya hemos empezado y hemos caminado un buen trecho. ¡Adelante!

 

 


 

 

Tres militares y un sacerdote condenados en el caso Gerardi

Un proceso lleno de irregularidades. El día 8 de junio tres militares y un sacerdote fueron condenados a duras penas de prisión por su participación en la muerte del obispo guatemalteco Juan Gerardi, conocido defensor de los derechos humanos, asesinado a golpes en su parroquia en abril de 1998. El tribunal aceptó los argumentos de la fiscalía y calificó el crimen de 'ejecución extrajudicial'. El móvil: la venganza por la elaboración de un informe sobre las atrocidades cometidas durante los 36 años de conflicto armado entre Ejército y guerrilla (1960-1996), que Gerardi presentó dos días antes de su muerte.

La cocinera del obispo, también acusada, fue absuelta. El caso, sin embargo, está lejos de haber sido aclarado: los autores intelectuales y materiales siguen siendo una incógnita. Según la sentencia, el capitán Byron Lima Oliva y el suboficial Obdulio Villanueva, miembros de la guardia del entonces presidente Alvaro Arzú, llegaron a la casa parroquial después del asesinato y alteraron la escena del crimen. El coronel retirado Byron Lima Estrada, padre del primero, vigiló la operación en los alrededores. Y el sacerdote Mario Orantes, auxiliar de Gerardi durante siete años, prestó su apoyo y no dio aviso inmediato a las autoridades.

Los castrenses han sido condenados a 30 años de prisión como 'coautores' y el sacerdote a 20 como 'cómplice'. ¿Pero quién ideó y perpetró el asesinato? Sigue sin saberse. Por eso los jueces han ordenado la continuación de la investigación y la apertura de un proceso contra los entonces jefes del Estado Mayor Presidencial (EMP), la dependencia militar a la que pertenecían dos de los condenados. El juicio, que comenzó en marzo, ha dejado muchas incógnitas en el aire. La clave del proceso ha sido un mendigo que dormía junto a la parroquia, llamado Rubén Chanax, testigo protegido de la fiscalía y hoy en el exilio, que ha modificado su testimonio en, al menos, cuatro ocasiones. Ni sus contradicciones ni las diferencias con los relatos de otros testigos han hecho mella en los magistrados.

"Estamos ante una sentencia política. La prioridad de la fiscalía y de los jueces no ha sido buscar la verdad, sino complacer al Gobierno", decía ayer uno de los defensores, en referencia al presidente Alfonso Portillo, ahijado político del general golpista Efraín Ríos Montt, que hizo del caso Gerardi un caballo electoral y que condicionó su permanencia en el cargo al esclarecimiento del crimen. Cinco días después de su toma de posesión, el 14 de enero de 2000, Chanax cambió su testimonio e implicó a los ahora condenados. "Toda la acusación ha girado en torno a un falso testigo. Es una monstruosidad", señalaba el abogado de Orantes, al anunciar la apelación.

Culmina así la primera etapa de una investigación jalonada de irregularidades: descuido de la escena, pérdida de pruebas, amenazas, encubrimientos y pesquisas paralelas. En el camino han quedado tres jueces, dos fiscales y varios móviles: del robo se pasó al crimen pasional. Después, se habló de la delincuencia organizada, y específicamente, de la peligrosa Banda del Valle del Sol, dedicada, entre otras actividades, al tráfico de imágenes religiosas. La fiscalía se decantó finalmente por el móvil político, defendido desde el principio por la Iglesia. (Hasta aquí la crónica de Maite Rico para El País).

Las reacciones

En contraste con los defensores, la alegría era patente entre los miembros de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado (ODHA) y entre los activistas humanitarios, para quienes la sentencia "rompe con el muro de la impunidad" que impera en Guatemala. Mons. Mario Ríos Mont, director de la ODHA, dijo: "Estamos satisfechos con el trabajo realizado". Mons. Víctor Hugo Martínez, presidente de la Conferencia Episcopal, dijo: "Yo creo que han hecho un trabajo muy bueno, pero todavía hay que esperar el seguimiento de las apelaciones".

Los condenados insisten en que son inocentes. El capitán Lima Oliva calificó de "patadas de ahogado" la postura del Ministerio Público. La Fiscalía sólo demostró la informalidad de sus investigaciones, "principalmente, porque primero hizo alarde de que pediría 50 años de cárcel".

Por su parte el sacerdote Mario Orantes considera ridículas las conclusiones, "en especial cuando se refieren a que es un misterio las razones de mi supuesta participación en el crimen, lo cual significa que me acusaron sin pruebas". Sobre la acusación a Mario Orantes, Mons. Víctor Hugo Martínez dijo que "mientras no esté en firme la sentencia no puede hacer ningún comentario".

En El Salvador el caso ha sido seguido con singular interés. Dos organismos de derechos humanos califican el juicio de "importante paso", pero con cautelas. María Julia Hernandez, de Tutela Legal, subrayó la deuda pendiente aún por condena de los autores intelectuales. Benjamín Cuéllar, del IDHUCA, resaltó la necesidad de continuar con el juicio.

De hecho la ODHA ha pedido al tribunal ordenar procedimiento penal contra el ex presidente Alvaro Arzú y los entonces jefes castrenses. Además, contra el ex gerente de la Presidencia, Mariano Rayo y contra Darío Morales, quien grabó en video la escena del crimen en el interior de la casa parroquial.

El P. Martin Royackers, jesuita canadiese, asesinado en Jamaica

El domingo 17 de junio Martin Royackers SJ, predicó sobre la ola de criminalidad en Jamaica: 453 personas han sido asesinadas en la isla caribeña desde principios de año, entre ellas tres sacerdotes. "Esto también podría pasarme a mi", comentó en la homilía, "y si así ocurre, quiero ser enterrado aquí entre mi gente".

Cuatro días más tarde, el jueves 21 por la mañana, el Padre Martin fue hallado boca abajo en un charco de sangre con una bala en el pecho en la terraza de su despacho en la iglesia de Santa Teresa, en Annotto Bay, una pequeña ciudad al noreste de Jamaica. Tenía 41 años. "Su entrega a los demás era completa. Parecía como si no se preocupara por sí mismo. No daba importancia ni a la comida ni a la ropa. Siempre estaba con la gente," dijo entre sollozos el diácono Fernandopulle, ayudante del P Martin.

Junto con el P. Jim Webb, Superior Regional de Jamaica, el P. Martin estaba muy comprometido en un proyecto de desarrollo que persigue, entre otros fines, que las tierras estatales infrautilizadas se destinen a la producción de alimento. El Proyecto de Desarrollo Rural Santa María (PDRSM) es un esfuerzo conjunto de los vecinos, los jesuitas canadienses y la CIDA (agencia oficial canadiense de desarrollo internacional). A principios de junio la oficina de PDRSM recibió una llamada telefónica amenazando de muerte a ambos sacerdotes. La razón para la amenaza %dijo quien hizo la llamada% era la petición del PDRSM al gobierno para que libere 60 acres de tierra y los destine a la agricultura local. La policía jamaicana, una vez informada, recomendó a los religiosos que tomaran la amenaza en serio. Pero siguieron en su lugar y trabajo.

El P Martin nació el 14 de noviembre de 1959. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1978, fue ordenado en 1988 y realizó sus votos finales en 1999. El Arzobispo católico de Kingston, Rev Edgerton Clarke, lamentó la pérdida de un valioso sacerdote y añadió:

"ya no hay respeto por la vida en ninguna área de la sociedad … ya nadie está a salvo."

Jim Webb, superior jesuita en Jamaica

 

 

 


 

 

Reflexión y propuesta eclesial desde la crisis post-terremotos (I)

Ismael Moreno, S.J.

Ocultar las tempestades o calmarlas falsamente

- Después de la fase de emergencia post-terremotos la tendencia ha sido procurar la "normalización", integrando escombros y damnificados a la dinámica diaria: aquí no ha pasado nada.

- El gran capital, los afortunados de siempre, han impuesto esta tendencia. Para ellos la vida sigue igual. Quienes han perdido son los pobres, los perdedores de siempre. Ahora hay más pobres y los que ya eran pobres ahora lo son aún más: sólo ha pasado eso.

- Muchos empresarios han salido ganando: más demanda, más oferta. Las empresas constructoras se han beneficiado. Quienes comercian con materiales de construcción han aumentado los precios y están ganando más. Los bancos se han beneficiado con el incremento de nuevas cuentas surgidas de programas de apoyo a la emergencia y a la reconstrucción.

- No sólo han ganado los empresarios. Iglesias, parroquias, diócesis y congregaciones religiosas han aumentado también sus cuentas %para viviendas provisionales o permanentes y para otros proyectos% atraídos por la confianza que en las instituciones religiosas depositan las agencias de ayuda y las Iglesias de los países ricos.

- No pocas ONGs han reencontrado sentido y razón de existir gracias a las demandas de ayuda y de "intervención" que han recibido tras el desastre.

- Ha habido expresiones aisladas de buena voluntad: la esposa de un banquero que construye una colonia en un cantón destruido, un grupo de empresarios que se organiza para apadrinar a niños y niñas de otro cantón devastado... Ninguno de estos gestos ha significado un primer paso para que el sector empresarial se comprometa a destinar parte de sus ganancias y de su capital a la reconstrucción del país.

- Por diversos medios se ha querido calmar las tempestades post-terremotos. Grupos que proponen terapias personales y colectivas basadas en el intimismo, en sedantes para hallar la calma interna. Grupos que se desentienden de las consecuencias del desastre refugiándose en su activismo rutinario. Políticos que tratan de capitalizar el desastre, publicitando la eficacia de las ayudas oficiales o publicitando lo contrario: la ineptitud y la incapacidad del gobierno. Iglesias y ONGs que ponen en marcha proyectos de viviendas con excesivo protagonismo y sin coordinación entre ellas ni con los municipios.

¿Cuál debe ser la misión de la Iglesia en este tiempo tan turbulento y difícil? En el Evangelio podemos encontrar pistas.

Jesús calma la tempestad

El relato de la tempestad calmada por Jesús (Marcos 4, 35-41) puede ayudarnos a reflexionar sobre nuestra misión en estos tiempos de crisis post-terremotos. En las aguas del Lago de Galilea azotadas por una violenta tormenta, los discpíulos están sobrecogidos por el miedo, han perdido la confianza. Ven hundirse la barca mecida sin rumbo por los vientos y las olas. Mientras, Jesús, dueño de su propia tranquilidad, duerme apaciblemente. Fuera de control, los discípulos lo despiertan para reclamarle por su indiferencia ante el peligro inminente. Entonces, Jesús, dueño también de sus propias decisiones, increpa a la tempestad y reclama a los discípulos su falta de confianza y su escasa fe. Calmada la tempestad, los discípulos se preguntan asombrados y admirados quién es ese hombre al que obedecen los vientos y las olas.

Este relato revela a Jesús como Señor que domina a las fuerzas de la Naturaleza y de la Historia. En el Señor Jesús debemos buscar las respuestas para formular nuestra misión en medio de las tempestades que vivimos y que amenazan con hundirnos a todos.

La brújula que nos guía es ésta: como es Jesús así debe ser la Iglesia, como actúa Jesús así debe actuar la Iglesia. Porque en la Iglesia, comunidad de hombres y mujeres que se reúnen en el nombre del Señor, se continúa la misión de Jesús. ¿Quién es este hombre que hasta el viento y el mar le obedecen?

Jesús atiende a quien sufre, a quien clama, a quien reclama

Jesús no se corre ante el dolor. Los evangelios nos muestran a Jesús siempre conmovido ante el sufrimiento de las personas, lleno de misericordia y de compasión ante la gente necesitada. Devuelve la vista y la confianza a los ciegos, hace caminar a los paralíticos, alienta al padre del epiléptico, devuelve la vida al hijo de la viuda, valora a la hemorroísa, se acerca a los leprosos, dignifica a la mujer adúltera, llora por la muerte de Lázaro.

Jesús responde a quien sufre tocando la raíz de su dolor

Jesús no es paternalista. Cuando el ciego de Jericó lo llama a gritos a la orilla del camino (Mc 10, 46-51), se acerca para platicar con él, para preguntarle: "¿Qué quieres que haga por tí?". El ciego quiere una limosna para seguir sobreviviendo, pero Jesús busca una relación personal con él. De esta manera quiere romper "el círculo infernal de la pobreza", quebrar esa relación de lástima que se establece entre quienes sufren y quienes los apoyan. Los ciegos, los leprosos, los paralíticos dan lástima, pero la lástima es un sentimiento superficial que brota de quien se siente superior ante quienes considera inferiores por razón de sus carencias. La lástima se traduce en limosna, la respuesta de quien está arriba a quien está abajo, una respuesta que alivia más la conciencia de quien la da que la necesidad de quien la recibe. Una respuesta que deja intacta, sin tocarla, la raíz del problema.

Jesús se compadece de quienes sufren

Jesús siente compasión. Esto significa que "padece con", que "comparte la pasión" de quienes sufren. Siente como suyo el dolor y el clamor que brota de las personas que sufren. Esta compasión compromete. Y mueve a actuar en consecuencia: tocar la raíz de donde brota la necesidad y buscar respuestas que vayan más allá de las "emergencias", respuestas que no sean limosnas para un momento. Como Buen Samaritano, Jesús rompe con la lógica religiosa, con la lógica social, con la lógica legal y se compromete hasta el final con el herido que encuentra en el camino (Lc 10, 25). Y nos dice a todos: "Haz tú lo mismo" (Lc 10, 37b).

Jesús educa a sus discípulos y a la gente

Al responder a las necesidades de quienes sufren, Jesús quiere educar a sus discípulos y a la gente que le sigue. Jesús quiere que sus discípulos no actúen como actúan los escribas y los fariseos, hipócritas repetidores de vacías normas religiosas (Mt 5, 20). Jesús enseña a sus discípulos a ser sal y luz para el mundo (Mt 5, 13-14), a no vivir de las apariencias (Mt, 6, 1ss), a no cumplir porque la ley lo manda sino por amor. Jesús forma a su gente para que crezca constantemente y llegue a ser tan perfecta como el Padre Dios (Mt 5, 48). Siempre es un maestro que forma a sus seguidores. Sus principales enseñanzas están contenidas en el Sermón del Monte, cuando proclama las bienaventuranzas. El centro de su enseñanza es que los pobres van a dejar de serlo porque Dios así lo quiere, y porque en ese proceso de liberación están llamados a ser centro y motor de la nueva sociedad. Después de su resurrección, Jesús sigue educando a sus amigos, enseñándoles a superar la frustración del presente con la memoria agradecida de una historia pasada llena de señales de la acción liberadora de Dios (Lc 24, 13-35).

Jesús organiza a la gente y la compromete

Jesús se acerca a la gente más humilde, a gente que vive y trabaja en "los anocheceres de sus vidas". De entre esa gente convoca a un grupo "para que estén con él y para enviarlos a predicar" (Mc 3, 14). Al tiempo que anuncia la buena noticia a multitudes, organiza a un grupo para que multiplique sus enseñanzas y haga más eficaz su misión. A este grupo Jesús le da autoridad para expulsar demonios y le advierte de los riesgos que corren: "Los envío como corderos en medio de lobos" (Lc 10, 3). Les propone una metodología de trabajo y de actuación: "No lleven bolsa ni saco ni sandalias" (Lc 10, 4). "En la casa donde entren, digan como saludo: Paz a esta casa". "Sanen a sus enfermos y digan a ese pueblo: El Reino de Dios ha llegado a ustedes" (Lc 10, 9). Para Jesús, los discípulos organizados en este grupo deben caracterizarse por vivir valores alternativos a los que prevalecen en la sociedad, por hacer realidad los valores que anuncian. Cuando ellos discuten quién será el primero, les dice: "El que quiera ser el más importante que se haga el servidor, y el que quiera ser el primero que se haga el último" (Mc 10, 43b-44). Jesús va involucrando a cada vez más gente en este proceso educativo: "Iba recorriendo ciudades y aldeas, predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los doce y también algunas mujeres a las que había sanado de espíritus malos o de enfermedades" (Lc 8, 1-2). Su organización se define por ser abierta e incluyente.

Jesús se abre a otros pueblos

Aunque Jesús "ha venido por las ovejas perdidas de la casa de Israel", también extendió su misión a otros pueblos: "Debo anunciar a las otras ciudades la Buena Nueva del Reino de Dios, porque para eso fui enviado" (Lc 4, 43). Al final del evangelio de Mateo quedarán en la memoria de sus discípulos sus últimas palabras: "Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos" (Mt 28, 19). A partir de su plena inserción en un pueblo y en una geografía, en un tiempo y un espacio concretos, la misión de Jesús se hace universal, con raíces en la realidad y con una mirada abierta al mundo.

Jesús proclama la verdad, denuncia la injusticia y defiende a los indefensos

Los evangelios repiten que Jesús hablaba con autoridad y no como los escribas y fariseos. Esa autoridad le viene dada a Jesús por la verdad y por la transparencia de su predicación. Esa verdad desvela la mentira institucionalizada por el poder. Esa verdad desenmascara la mentira en que se sustenta la práctica institucional y personal de la religión: "¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos hipócritas! Ustedes pagan el diezmo de todo, sin olvidar el anís y el comino, y en cambio, no cumplen lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe" (Mt 23, 23). Jesús llama a las autoridades religiosas de su tiempo "sepulcros blanqueados" y "raza de víboras" (Mt 23, 27.33). La verdad de Jesús también desenmascara la doble moral de la gente religiosa, poderosos que se escudan en las prácticas religiosas para disimular su verdadera religión, que es el dinero: "Nadie puede servir a dos señores, porque verá con malos ojos a uno y amará al otro, o bien preferirá a uno y desagradará al otro. No se puede servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero" (Mt 6, 24). En su verdad, Jesús es radical. Lo demuestra cuando invita al joven rico a seguirle y éste le asegura que ha cumplido con todo lo que manda la Ley: "Sólo te falta una cosa: anda, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres, y así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme" (Mc 10, 21). La misma autoridad basada en la verdad tienen las palabras radicales de Jesús frente al poder del imperio romano: "A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César" (Mc 12, 17). Su preocupación es que esta verdad radical oriente la vida de sus discípulos: "Los que se consideran jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños, y los que tienen algún puesto hacen sentir su poder. Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el que quiera ser el más importante entre ustedes, que se haga el servidor de todos y el que quiera ser el primero, que se haga siervo de todos" (Mc 10, 42-44).

 

Jesús ora y celebra y así anticipa el Reino de Dios

Jesús une a sus palabras y acciones una relación constante, personal e íntima con su Padre Dios. "Una vez que los despidió, subió a un cerro a orar. Al caer la noche, estaba allí solo" (Mt 14, 23), "De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar solitario, donde se puso a orar" (Mc 1, 35). Los evangelios dan cuenta de la necesidad que tenía Jesús de la oración como un encuentro personal con su Padre que le diera fuerzas para seguir con su misión. Al final de su vida, y como símbolo de su entrega a los demás y como anticipo de la misión que encomendaba a quienes le seguirían, se nos relata el lavatorio de los pies, el pan y el vino de la última cena y el "mandamiento nuevo": "Ámense unos a otros como yo los he amado. Así reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: si se tienen amor unos a otros" (Jn 13, 34). Después, en los encuentros de Jesús resucitado con sus discípulos, la mesa compartida y el partir juntos el pan será signo anticipado del banquete del Reino de Dios: "Una vez que estuvo a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Ellos contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan" (Lc 24, 30-31.35).

Jesús respetó y promovió el descanso

En medio de las tareas, dificultades, fracasos y frustraciones, Jesús valoró el descanso y se propuso a sus amigos y amigas como un regazo en donde sentir consuelo y liberarse: "Vengan a mí los que se sienten cargados y agobiados, porque yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente de corazón y humilde, y encontrarán alivio. Pues mi yugo es suave y mi carga liviana" (Mt 11, 28-29). Después del trabajo, tras dar cuenta de la misión a la que fueron enviados, Jesús invita a sus discípulos a descansar juntos: "Vamos aparte a un lugar tranquilo para descansar un poco. Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron solos en una barca a un lugar desplobado" (Mc 6, 31-32). Una vez repuestos, continuaban su misión entre las muchedumbres por las que Jesús sentía "compasión" al verlos "como ovejas sin pastor" (Mc 6, 34). Les enseñaba, descansaba, y les volvía a enseñar. Y no sólo les enseña con palabras sino que, instándoles a compartir, realiza la multiplicación de panes y peces (Mc 6, 35-42).

* * *

Si a la Iglesia le corresponde dar continuidad a la misión de Jesús, debemos preguntarnos cómo calmar hoy las tempestades. Siguiendo los rasgos de Jesús al enfrentarse al dolor de las personas y a su clamor, presentamos la propuesta de un Plan de Desarrollo y Humanización con siete programas de trabajo (Continuará).

 

 


 

 

Reflexiones críticas sobre la globalización

Periódicamente ofrecemos relatos de marchas y protestas en Seattle, Praga, Porto Alegre, Barcelona... contra el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, máximos símbolos de la llamada "globalización". Ofrecemos ahora dos reflexiones sobre ella. Una, analítica y fuertemente crítica, de Carlos Taibo, aparecida en El País, el 24 de mayo. Otra que presenta algunos pensamientos de Juan Pablo II para humanizarla, tomado de la agencia Zenit.

Movimientos contra la globalización. Carlos Taibo

El recién nacido movimiento contra la globalización es la única instancia que entre nosotros se ha mostrado capaz de marcar la agenda del Banco Mundial. Y no sólo se trata de que la amenaza de su disensión haya invitado a cancelar la reunión que este último tenía previsto celebrar en Barcelona. Tanto o mayor relieve corresponde al hecho de que %tras lo ocurrido en Seattle, en Praga y en otros lugares% algunos de los máximos responsables del Banco y del Fondo Monetario hayan entonado un mea culpa que, hoy por hoy, se ha quedado en el dolor de los pecados sin abrir el camino a un genuino propósito de la enmienda.

Pese al patético esfuerzo demonizador que ha dado en identificar el movimiento que nos ocupa con la más irracional de las violencias, los propios medios de comunicación han acabado por asumir que los argumentos esgrimidos por los antiglobalizadores ponen el dedo en la llaga de muchas de las miserias del planeta contemporáneo. A la misma conclusión parecen haber arribado, bien que a regañadientes, segmentos significativos de la izquierda institucionalizada que, deseosos de no quedar al margen de una riada que se adivina procelosa, empiezan a coquetear, frente al tono claudicante de las posiciones oficiales de partidos y sindicatos, con un discurso intelectualmente más crítico y agresivo.

Trazar un perfil de lo que al cabo son realidades muy dispares es tarea delicada, en la que resulta fácil confundir hechos y deseos. Aun así, y a manera de cautelosa aproximación, lo primero que se impone es subrayar que si los movimientos contra la globalización beben de alguna tradición, ésa es, sin duda, la libertaria. En ellos se aprecia una inclinación por la asamblea, la horizontalidad y la descentralización, acompañada de un rechazo expreso de los tributos que profesionales de la política, burócratas y santones han obligado a pagar a tantas organizaciones de inclinación emancipadora. Los movimientos se hallan más cerca de lo que pasa por ser lo marginal %okupas, insumisos, comunas rurales o radios alternativas, para entendernos% que de los cenáculos de la izquierda oficializada, tanto partidaria como sindical. Guardan también las distancias, por cierto, con respecto a otro mundo de gestación reciente, el de las organizaciones no gubernamentales, que a los ojos de muchos ha experimentado una general degradación y ha dilapidado parte del potencial de contestación que se le atribuía un decenio atrás.

Nada de lo anterior quiere decir, sin embargo, que en los movimientos hostiles a la globalización falte esa dimensión militante que tan caduca y antiestética se antoja a algunos intelectuales bienpensantes. No hay en esos movimientos desprecio alguno hacia quienes se dejan la piel en el trabajo colectivo. Despuntan en ellos, eso sí, una general apuesta por la vida cotidiana %a buen seguro, algo debe a la notable presencia de mujeres%, una dimensión lúdica claramente ausente en la conducta de las fuerzas políticas al uso y un empleo sagaz de estrategias de comunicación que aspiran a erosionar los cimientos del pensamiento único que se impone por doquier.

Otro elemento descuella en el discurso que, en casi todos los lugares, postulan los movimientos antiglobalización: la conciencia de que es preciso buscar fórmulas que rompan la miseria general que ha cobrado cuerpo al amparo del reparto de papeles asumido por neoliberales y socialdemócratas vergonzantes. Nadie vuelve la vista, entretanto, hacia unos sistemas, los del socialismo irreal de otrora, que aparecen preñados de represión, jerarquías y furibundo desarrollismo, lejos del apetito de muchas gentes que, siquiera sólo sea por razones de edad, se han instalado en un universo mental distinto. En un terreno afín, los movimientos que nos ocupan iluminan una inédita síntesis entre lo que con alguna ligereza llamaremos el espíritu contestatario del mayo francés, por un lado, y la herencia más llevadera del obrerismo de antaño, por el otro. Algunas de las corrientes de este último se sienten inercialmente enganchadas en una lucha, la que tiene la globalización por objeto, en la que se emplea una lengua franca que recurre a conceptos %desempleo, precariedad, feminización de la pobreza, explotación% que en modo alguno les son ajenos. Es cierto, con todo, que en los movimientos coexisten, no sin tensiones, grupos que preconizan una reforma, por profunda que ésta sea, de las principales instituciones económicas internacionales, junto con otros que reclaman la franca disolución de éstas en provecho de horizontes más radicales.

También se revela con fortaleza el propósito, no siempre colmado, de sortear un sinfín de prejuicios etnocéntricos deudores de una lógica en la que arrasan lo cuantitativo, la competición y el beneficio. Al respecto se dan cita ideas y prácticas que proceden del Tercer Mundo %piénsese, sin ir más lejos, en el renovado eco de los discursos indigenistas%, una consideración omnipresente de la centralidad de los problemas de los países más pobres y una propuesta de resistencia global que, de cariz transnacional, engarza con la dimensión local de tantas luchas. Por detrás se halla, en paralelo, el designio de dar réplica a una cultura que, aparentemente mestiza e internacional, responde con obscenidad a las querencias de los grandes núcleos de poder, y en singular del norteamericano. Aunque a algunos esto les parezca, de nuevo, de inequívoco mal gusto, resulta inevitable que los movimientos muestren escaso cariño por la arrogancia y la agresividad que rezuma la gran potencia, Estados Unidos, que se esconde detrás de muchos flujos globalizadores.

Si es verdad que la globalización, tal y como se nos cuenta, es un proceso imparable, no habrán de faltar los estímulos para los movimientos de resistencia, algo que por sí solo otorga a éstos un porvenir nada despreciable. Y es que lo que se barrunta en muchos escenarios le confiere un inesperado vigor a las críticas radicales. Ahí está, para demostrarlo, la propia globalización, que, desmintiendo lo que reza su palabrería socializante, ni renuncia a estructuras violentas, ni aminora el caos y la pobreza, ni se apresta a cancelar la irrefrenada voracidad de los planes de ajuste. Pero están, también, el desmantelamiento progresivo de los Estados de bienestar, acompañado de una arrasadora desregulación, la incapacidad del mercado y de la vulgata desarrollista para encarar agresiones medioambientales acaso irreversibles, la farsa de un principio de ciudadanía anegado de resultas de draconianas leyes de extranjería o los efectos manipuladores de una propaganda volcada al servicio del consumismo más desaforado. Es cierto, eso sí, que, aun a sabiendas de la enjundia de las tareas, los movimientos que han servido de excusa para perfilar estas líneas tienen que adquirir un peso específico que los haga menos dependientes de las cumbres que gustan %gustaban% de celebrar el Banco Mundial y el Fondo Monetario.

Cómo humanizar la globalización. Juan Pablo II

Juan Pablo II, en los últimos años, se ha referido con frecuencia a la globalización. Insiste en que la globalización es, ante todo, un hecho humano. "No es ni buena ni mala en sí misma. Será lo que la gente quiera que sea" (27 de abril, 2001).

Recuerda que la globalización no sólo tiene una dimensión económica, sino también cultural y política. Es un "signo de nuestros tiempos" (10 de noviembre, 1999), en el que hay que descubrir "los aspectos positivos" y evitar "los peligros" (9 de abril, 2001). Y para que la globalización no lleve a la deshumanización, el Papa recuerda tres principios de la doctrina social de la Iglesia.

1. Globalización de los derechos humanos

Para el Papa el primer principio que ha de regir la globalización "es el valor inalienable de la persona humana, fuente de todos los derechos humanos y de todo orden social. El ser humano debe ser siempre un fin y nunca un medio, un sujeto y no un objeto, y tampoco un producto comercial" (27 de abril, 2001).

La pregunta por el respeto de la dignidad humana se podría expresar en términos muy concretos: ¿qué papel tienen los más débiles de la sociedad, sus discapacitados, sus ancianos, sus no nacidos? Esta es la cultura de la vida, "una exigencia particularmente apremiante en el momento actual, en que "la cultura de la muerte se contrapone tan fuertemente a la cultura de la vida y con frecuencia parece que la supera" (Evangelium Vitae, n. 87).

A la globalización de la economía, por tanto, le debe seguir una globalización de los auténticos derechos humanos.

2. Solidaridad, opción preferencial por los pobres

Del principio fundamental del respeto a la dignidad de la persona se deriva la necesidad de globalizar la solidaridad. El principio de solidaridad constituye una apuesta por la opción preferencial por los pobres. Afirma que "los individuos, cuanto más indefensos están en una sociedad tanto más necesitan el apoyo y el cuidado de los demás, en particular de la intervención de la autoridad pública" (Centesimus Annus, 10).

Juan Pablo II, al encontrarse con el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, el 7 de abril de 2000, constataba que "el aumento de la interdependencia en el mundo ha dado a estos retos (guerras, persecuciones, desastres, epidemias) una dimensión global que requiere nuevas formas de pensamiento y nuevos tipos de cooperación internacional para hacerles frente de manera efectiva".

Se trata, de "entretejer de solidaridad las redes de las relaciones recíprocas entre lo económico, político y social, que los procesos de globalización en la actualidad tienden a aumentar" (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2000).

A la globalización de la economía, Juan Pablo II responde con la globalización de la solidaridad. Esta ha sido también la conclusión a la que llegaron todos los sínodos de los obispos continentales que sirvieron para preparar el gran Jubileo del año 2000.

3. Subsidiariedad

La subsidiariedad es, quizás, el principio ético más revolucionario de la doctrina social cristiana para los tiempos de globalización. El papa advierte: en esta aldea global "las unidades sociales más pequeñas, naciones, comunidades, grupos religiosos o étnicos, familias o personas, no deben ser absorbidos anónimamente por una comunidad mayor, de modo que pierdan su identidad y se usurpen sus prerrogativas. Por el contrario hay que defender y apoyar la autonomía propia de cada clase y organización social, cada una en su esfera" (24 de febrero, 2000). En este sentido, Juan Pablo II insiste en el valor de las culturas humanas. "La globalización no debe ser una nueva versión del colonialismo" (27 de abril, 2001).

La integración que impulsa la globalización para que sea realmente útil al progreso de la dignidad y de los derechos del hombre, e inclusive para su propia consolidación y permanencia, no puede prescindir de la constante búsqueda de las "garantías sociales, legales y culturales... necesarias para que las personas y los grupos intermedios mantengan su centralidad" y para no "destruir las estructuras construidas con esmero, exigiendo la adopción de nuevos estilos de trabajo, de vida y de organización de las comunidades" (ibidem).

La importancia de este principio es tal y su desconocimiento tan grave que Juan Pablo II ha pedido "que la opinión pública adquiera conciencia de la importancia del principio de subsidiariedad para la supervivencia de una sociedad verdaderamente democrática" (24 de febrero, 2000).

* * *

Con estos tres principios fundamentales Juan Pablo II ha ofrecido elementos irrenunciables para dar un rostro humano a la globalización. Ahora bien, esta empresa puede parecer desproporcionada. Las dimensiones planetarias de un mundo global parecen aplastarnos. Sin embargo, el Papa, presenta al cristiano una respuesta muy concreta: "Para promover una cultura global de esos absolutos morales que son los derechos de la persona, es necesario que cada cristiano comience por sí mismo, esforzándose por reflejar en cada uno de sus propios pensamientos y de sus propios actos la imagen de Cristo. El mundo se cambia con la santidad" (9 de abril 2001).