Carta a las Iglesias, AÑO XIX 439-440, 1-31 de diciembre de 1999

 

Y el niño creció

 

Aunque esta navidad es la última de este milenio, se parece mucho a las anteriores. Por una parte, ya se sabe, el negocio, el comercio, los colores saltarines y músicas alegres. Mejor es navidad cuando reúne a la familia, y mucho mejor si la reconcilia. Cristianamente, bien están los nacimientos y las lecturas bíblicas que nos hablan de un niño, de pastores y hermanos lejanos que van a visitarle, y del simbolismo que rodea a todo ello: inocencia, bondad y paz.

En este breve editorial sólo queremos añadir algo que nos parece lo fundamental: el niño creció, se hizo un ser humano como todos los demás, que tuvo que enfrentarse consigo mismo, con los demás y con Dios. Navidad es sólo el comienzo, aunque en ella aparece, en símbolo, lo fundamental. Jesús será una buena noticia, y a través de ella manifestará que el mismo Dios es buena noticia para nosotros los seres humanos en nuestra pequeñez. El Nuevo Testamento lo dice de maneras muy bellas: "En Jesús apareció la benignidad de Dios". "Jesús pasó haciendo el bien y consolando a los oprimidos porque Dios estaba con él".

Esa benignidad de Dios aparecida en Jesús hace veinte siglos es lo que cuentan los evangelios. Y hoy, en un mundo desencantado, en vías de deshumanización, ¿qué es lo que nos impacta de Jesús? ¿Cuál es la buena noticia de Jesús? ¿Qué es en definitiva navidad?

De Jesús impacta, ante todo, su compasión y misericordia, como la del buen samaritano, y desde ahí define la verdad de Dios y del ser humano. De Jesús impacta que "habla con autoridad" no como los demagogos y funcionarios a sueldo; impacta su honradez y su voluntad de verdad. Impacta que es voz de los sin voz y voz contra los que tienen demasiada voz. En un mundo de pobres y oprimidos, ayer como hoy, impacta que defiende a los débiles y que denuncia y desenmascara a sus opresores. Jesús mantiene la honradez y la justicia hasta el final en contra de tentaciones y crisis internas y de amenazas y persecuciones internas.

De Jesús impacta su libertad para bendecir y maldecir, acudir a la sinagoga el sábado y violarlo, su libertad en definitiva para que nada sea obstáculo para hacer el bien. Jesús quiere el fin de las desventuras de los pobres y la felicidad de sus seguidores, y de ahí el programa de las bienaventuranzas, el camino a la felicidad, negado y ridiculizado hoy sistemáticamente.

De Jesús impacta que acoge a pecadores y marginados, a niños y mujeres, que se sienta a la mesa y celebra con ellos y con ellas, y se alegra de que Dios se revela ahí, en los pequeños, en los despreciados y marginados. De Jesús impactan sus signos, curaciones, liberaciones de demonios, sólo modestos signos del reino, y a la vez su horizonte utópico, que abarca a todos los seres humanos, al mundo y a la historia.

Para los creyentes, sobre todo, de Jesús impacta que confía en un Dios bueno y cercano a quien llama Padre y que, a la vez, está disponible ante un Padre que sigue siendo Dios, misterio inmanipulable.

Ver a un hombre así, es como ver a Dios. Como dice Leonardo Boff, "así de humano sólo puede ser Dios". Y ver unidas en una sola persona cosas que difícilmente se pueden poner juntas, hace presente el misterio de ese Dios. Jesús es hombre de misericordia ("siento compasión de la gente") y de denuncia profética ("¡Ay de ustedes los ricos!"), hombre de duras exigencias ("quien quiera venir en pos de mí tome su cruz y sígame") y hombre de delicadeza ("tu fe te ha salvado"), hombre de confianza en Dios ("¡Abba Padre!") y hombre de soledad ante Dios ("Dios mío, ¿por qué me has abandonado?").

Ver a alguien así es siempre una brisa de aire fresco. En Jesús —y en María, en los santos y santas, en los mártires y en todas las buenas gentes de todos los tiempos— se hace presente lo mejor de lo humano y de lo divino. Por eso navidad es una gran fiesta. Pero es muy importante tener presente dos cosas. La primera es que el niño creció, y navidad es sólo el comienzo. Y la segunda es que Jesús nos exige y nos invita a ser y a hacer como él. Navidades así humanizan a este mundo.

 

 


 

 

Padre Antonio Fernández Ibáñez (1933-1999)

 

Jon Sobrino

 

En septiembre de este año estuve tres horas con el P. Ibáñez en la enfermería de Salamanca, España. Para entonces él ya sabía que tenía un cáncer incurable. Me acerqué a visitarle con cariño, por supuesto, pero también con algo de prevención e incertidumbre, pues no tengo mucha experiencia en atender a enfermos graves y menos cuando han sido amigos entrañables.

Todo cambió en los primeros momentos en que le vi. Vital, alegre, cariñoso, como siempre lo había sido, lo fue especialmente en aquellas horas. Casi no habló de él mismo, y no como recurso psicológico para no enfrentarse con su realidad, sino por el interés de preguntar por todos y cada uno de los jesuitas que conocía en Centroamérica. Le recordé anécdotas del pasado —sobre todo de los años setenta—, como cuando una mañana me dijo: "no he podido pegar ojo en toda la noche. Ayer rechacé un millón (no recuerdo si de colones o de dólares) para Vivienda Mínima por no aceptar las condiciones que me ponían". Otro día le vi en una de las colonias tratando de animar a una comunidad en problemas. De pronto agarró a una niñita la levantó con sus dos brazos sobre sus hombros y dijo: "esta niña vale más que todas las estrellas". Ese era el temple de Ibáñez.

Estas y otras muchas cosas recordamos. Y salió a relucir su inmenso amor a Monseñor Romero y su gran dolor cuando la Iglesia no se volcaba hacia el pueblo. De Dios no hacía falta hablar mucho, pues se le notaba totalmente empapado de ese misterio bondadoso y misericordioso. Lo digo sin ninguna exageración. En un momento le dije: "a quien ama a Dios todo se le convierte en bien", y los dos nos emocionamos un poco. Cerca de las doce de la noche, después de haber hablado, reído y recordado lo mejor de El Salvador y sus gentes, se levantó de la cama y me dijo: "para que veas que puedo caminar bien te voy a acompañar hasta el ascensor". Y así lo hizo.

Nunca olvidaré a Ibáñez, "el brother". En vida me hizo pensar mucho, sobre todo en los pobres y en Jesús, me hizo reír mucho y me animó mucho. La conversación de hace tres meses ha sido sin duda la mejor que tuve con él. Murió el 29 de noviembre.

Para terminar estos recuerdos reproduzco la carta que ha enviado su hermano Juan José pocos días después de su muerte:

"Quien ha entregado la vida antes, sabe darla cuando Dios se la pide. Así he podido vivir de cerca los últimos de la presencia física de Antonio entre nosotros. En Salamanca, en la "Capilla de las vidrieras", consagró su vida a Dios cuando formuló el primer compromiso de entrega mediante los votos, y en la misma capilla estuvo colocado su cuerpo, vacío del todo, al haber entregado su espíritu. Ha sabido darse como quien sabía que todo se le había dado.

Y estas palabras, que parecen conceptos, han tenido carne, han estado animadas, han sido vida concreta en su vida de formación: desde la escuela del pueblecito de Palenzuela hasta sus estudios en el Lumen Vitae de Bruselas, en su etapa creativa de El Salvador con FUNDASAL, y de Nicaragua, en el Juan XXIII. Pero sobre todo, ese espíritu de donación lo ha culminado del todo a lo largo de este año 1999.

Desde el 11 de febrero hasta el 29 de noviembre ha sido un constante ejemplo de firmeza en afrontar el último trabajo que Dios le puso en sus manos: la enfermedad. Una realidad que en ningún momento le asustó, al contrario, lo ha tomado como un reto que ha sabido afrontar con valentía, rigor, ternura, humor y amor".

 

 


 

 

El ISSS, ARENA, y el FMLN

 

Demandas sindicales en la postguerra

Hace unos años habría sido difícil apostar algo por la actividad de los sindicatos del país. Desde la firma de los Acuerdos de Paz, con la conversión de la izquierda armada en partido político y su relativo alejamiento de sus organizaciones sociales de base, los sindicatos habían ido paulatinamente perdiendo fuerza y cohesión. La privatización de algunas de las más importantes instituciones autónomas del Estado (el caso más claro: ANTEL) pareció anunciar el punto final de unas organizaciones que aparentaban estar en franca decadencia y descomposición.

Sin embargo, en 1998 entró de llenó a la dinámica social el Sindicato de Médicos Trabajadores del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (SIMETRISSS); un sindicato novedoso por su composición profesional y por sus exigencias: la reforma de un sistema de salud en crisis, estancado en la excesiva burocracia y la corrupción. La lucha, larga y escabrosa, que entabló SIMETRISSS con las autoridades de la institución marcó la pauta para el nacimiento de un movimiento sindical de nueva índole: independiente y con una plataforma de exigencias clara y coherente, no limitada a aspectos meramente laborales. Algo aún más importante: la lucha sindical de SIMETRISSS fue exitosa, estableció un precedente al obligar al gobierno de Calderón Sol a negociar en pie de igualdad y a ceder a muchas de las exigencias sindicales.

Además, SIMETRISSS puso el dedo en la llaga: mostró al ISSS como la institución ineficiente y supremamente desorganizada que es, urgida de drásticos cambios en su dirección, estructura y propósitos. Con ello, elevó a la agenda de discusión pública un problema institucional que afectaba —y, pese a todo, continúa afectando— a muchos y que hasta entonces descansaba en la sombra de la apatía (complicidad) gubernamental. Ahora bien, ¿qué queda de esto un año después? La respuesta no es nada más que desoladora: poco o nada. La comisión que se formó (como fruto del acuerdo entre el gobierno y SIMETRISSS) para dirigir y coordinar la reforma al sistema de salud no ha dado muestras visibles de haber avanzado en algo para resolver el problema; por el contrario, la actividad de la comisión parece estar congelada, la mala atención que se brinda a los derechohabientes es la misma y, contrario a lo acordado por su predecesor, el gobierno de Flores está dando señales claras de estarse encaminando hacia la privatización del servicio.

 

Las demandas de SIMETRISSS y STISSS

En este marco debe analizarse la más reciente confrontación (expresada en un mes de huelga) entre la administración del ISSS y los sindicatos de médicos y trabajadores de la institución. Tener presente que el telón de fondo del actual conflicto socio-laboral en el Seguro Social es el incumplimiento de importantes acuerdos (que desde ningún punto de vista se reducen a cuestiones salariales), permite, por un lado, valorar la problemática al margen de los acalorados apasionamientos a los que ambas partes han llegado y, por otro, mostrar lo poco que las actuales posturas responden a la cuestión de fondo.

Lo que originó la huelga fue el fracaso de las negociaciones entre la directora del ISSS, Vilma de Escobar, y el Sindicato de Trabajadores de la institución (STISSS) en torno a un aumento salarial que había sido acordado por la anterior administración y que había sido incluido en el contrato colectivo 1997-1999. Lo que en un principio fue un paro administrativo de labores, limitado al área metropolitana, con el paso del tiempo y debido a la intransigencia de ambas partes se ha convertido en un paro generalizado y casi total. Paro al que se unió, casi desde un principio, SIMETRISSS y está siendo apoyado por un gran número de organizaciones sindicales.

Como se ha hecho obvio, ambos bandos tienen mucha responsabilidad en la agudización del conflicto. El problema con el bando gubernamental es en el fondo un problema de actitud que no responde al fracaso del diálogo ni a la dinámica interna de la cuestión. Flores ha contribuido a agravar la crisis de varias maneras: en primer lugar, al entender las luchas sindicales desde el más rancio recetario ideológico de la derecha: las huelgas y manifestaciones sólo obedecen a un plan de desestabilización tras el cual se oculta la izquierda; en segundo lugar, y en consonancia con lo anterior, al negarse a realizar concesiones de ningún tipo frente a sindicalistas que, per se, son vistos como meros agitadores y transgresores de la ley y no como iguales en un proceso de negociación o diálogo; en tercer lugar, al desligarse y no asumir ningún compromiso con los acuerdos y políticas del gobierno que le precedió.

 

Intransigencia sindical y gubernamental

Frente a la huelga y las exigencias de los sindicalistas, el gobierno sólo ha sabido responder con prepotencia y desatino. Fue desatinado ordenar que se aplicaran descuentos a los trabajadores que participaron en la huelga de octubre; provocador que se pidiera la presencia y vigilancia de la PNC en los edificios del Seguro Social; absurdo e incoherente que se descalificaran las exigencias salariales de los sindicalistas aduciendo falta de fondos y una política de austeridad mientras se destinan mil millones para CREDISA, se crean nuevas plazas para asesorar a la primera dama y se le otorgan aumentos considerables a funcionarios que perciben salarios superiores a los 30 mil colones; irresponsable que se llame a los sindicalistas a deponer sus acciones mientras se prosigue con un plan piloto de privatización de los servicios de salud que no ha sido discutido con las gremiales y que viola los acuerdos a los que se llegó con SIMETRISSS.

SIMETRISSS y STISSS también han hecho lo suyo. Fundamentalmente, al atrincherarse en el recurso continuado de la huelga sin permitirse gestos de buena voluntad y apertura; gestos que emplazarían al gobierno a reanudar las negociaciones. Obviamente, ambas partes están utilizando a los usuarios del servicio como medio de presión. Si bien la razón de fondo que anima a SIMETRISSS a apoyar a STISSS es noble y razonable, los medios que utiliza no lo son tanto. La amenaza de abandonar los hospitales es absurda, ¿qué pasaría en el caso de que el gobierno no cediera ante ella y el sindicato la adoptara? SIMETRISSS, STISSS y el Colegio Médico están realizando una apuesta muy peligrosa al suponer que el gobierno se rendirá ante semejante amenaza.

Evidentemente, ante un cese completo de labores, las autoridades del ISSS no podrán disponer del recurso humano suficiente para atender a la población necesitada de servicio. Aunque se aceptara que ésta es la única vía para hacer entrar en razón al gobierno, es este un recurso demasiado extremo y pernicioso, por lo que debe ser descartado por principio. Los médicos y los trabajadores del Seguro Social están perdiendo de vista lo más simple y obvio: la nobleza de una causa no implica el extremismo ni la irracionalidad en los medios para alcanzarla. Es éticamente inaceptable —y socialmente irresponsable— que para impulsar las necesarias mejoras estructurales en el ISSS se deba de pasar por encima de las necesidades coyunturales de un gran sector de la población. Caen en un absurdo los que diciendo defender la salud a futuro de los asegurados están dispuestos a comprometer tan gravemente su salud inmediata.

En esta coyuntura, los gestos de flexibilidad se vuelven perentorios. Ni Francisco Flores puede permitirse insistir en su negativa de nombrar una comisión del alto nivel que dialogue con los huelguistas, ni SIMETRISSS y el STISSS pueden continuar en su ya enceguecido afán de "llegar hasta las últimas consecuencias" en sus acciones. Ante un Flores ensimismado en su terquedad y ofuscamiento ideológico, es tarea de los sindicalistas ofrecer una tregua mínima, aunque ello les implique ceder momentáneamente, para reanudar el diálogo y la negociación. Es también responsabilidad de otros sectores de la sociedad mediar en el conflicto y abandonar la identificación con cualquiera de los bandos de un problema ya demasiado polarizado.

 

 


 

 

Pequeña meditación sobre el gozo de Adviento

 

El adviento es tiempo de gozo, de un gozo loco, contracorriente. El gozo de los profetas. Cuando Isaías, el anunciador del Emanuel (cfr. Is 7, 13-17; 9, 1-7; 11, 1-9), gritaba sus sueños y sus utopías, su ilusión de un mundo de paz universal y de justicia, que desde Sión abarcara y reuniera a todas las naciones (cfr. Is 2, 2-5; 12, 1-6); o cuando anunciaba aquellas visiones de esperanza para los pobres (cfr. Is 26, 1-6) y la reconciliación entre los hombres y con la naturaleza (cfr. Is 9, 6-9; 35, 1-10), seguramente pensaban que estaba loco. La realidad era muy distinta: sufrimiento y humillación, y si algo había de rescate, era muy poca cosa.

Como él, también Monseñor Romero animaba de manera impresionante a la alegría y al optimismo, en medio de una situación trágica de represión y de muerte, al borde de una posible guerra civil. Sin embargo, sus homilías, iluminadas por la palabra e iluminando con ella a los pobres, de ahí arrancaban: del gozo.

No, los profetas de ayer y de hoy no eran y no son ciegos, ni tampoco sádicos con el pueblo pobre y sufriente. Por el contrario, Isaías y Monseñor eran hombres de esperanza, y lo eran porque tenían fe inquebrantable. Y ¿qué es el Adviento, sino esperanza contra toda esperanza? ¿Y qué es Jesús mismo, sino, antes que nada, "Buena Noticia", como comienza diciendo el Evangelio de Marcos (cfr. Mc 1,1)?

Retomando las palabras de Juan XXIII al comenzar el Concilio Vaticano II, repitamos que el mundo no necesita "profetas de calamidades". Necesita un modo de ser, de anunciar y de actuar que sea Buena Noticia para los pobres, para aquellos que el dolor y la desesperación lo respiran todos los días. Necesita anunciadores y constructores de paz.

Esto no quita la dimensión importantísima de la denuncia: para los profetas alegría no es ingenuidad. A Monseñor Romero le costó la vida. Quien no es honrado con la realidad y no llama a las cosas por su nombre, por amor a la verdad, cae en la misma mentira de los medios de comunicación, cuando ofrecen una felicidad ilusoria y exterior, una falsa felicidad "de pantalla". Sólo quien tiene los pies y el corazón bien puestos en la tierra tiene derecho a soñar. Y su presencia, su palabra y su obra pueden ser Buena Noticia porque son el sueño de los pobres hecho realidad: son cercanía compasiva y fraterna.

A los sencillos no les importa si la utopía de Isaías o de Monseñor Romero no se ha realizado todavía. A los pobres les han traído gozo aquellas presencias, les han regalado esperanza en medio de la tragedia. Esto queda... Los humildes no miden según "lo realizado", como si fueran contadores. El gozo del Adviento es gratuito, porque es personal. Y es gozo de Adviento porque sigue manteniendo la dimensión del "todavía no", aun cuando se percibe con intensidad que, sí, Dios ha pasado ya entre nosotros. En Isaías, en Monseñor, en toda persona que se ha hecho testigo de esperanza...

Ahondando en lo más original de este gozo, descubrimos que es patrimonio de los pobres. Quizás los pobres tienen esta dimensión profética implícita en ellos, y a eso los lleva nada más (y nada menos) que la vida. Los pobres y las pobres, con rostros bien concretos: Chica, Flor, Daisy, David... en medio de tantas pruebas, lo primero que comunican, y que no se puede olvidar, es su sonrisa, que trae consigo entusiasmo de vivir, agradecimiento por el don de la vida, deseo de servir... Ellos derraman también muchas lágrimas, signo de que sigue la espera de un mundo más justo y fraterno que les conceda la oportunidad de vivir en paz. Sigue el parto, sigue el Adviento. Pero es espera con esperanza: esperanza de ahora, no solamente de algo que será. Ellos viven el "ya" del Reino, ellos hacen nacer otra vez a este niño Jesús, día tras día. Ellos son Buena Noticia, y por eso son profetas. Al encontrarse con ellos, el corazón se llena de gozo, "desborda de gozo en el Señor", y se entiende mejor de dónde podía surgir la esperanza loca de Isaías y el optimismo de Monseñor.

"Yo te bendigo, Padre, porque has revelado estas cosas a los pequeños" (cfr. Lc 10, 21): el gozo es signo de quien realmente encuentra a Dios personalmente, mucho antes de saber alguna verdad sobre él. El gozo es síntoma y medida de la verdadera Buena Noticia.

Luca

 

 


 

 

ECOS DEL ANIVERSARIO DE LOS MARTIRES DE LA UCA

"He venido a reparar por el mal que hice antes"

15 de Noviembre de 1999, en el estacionamiento de la Biblioteca de la UCA. Eran las18:00 horas, a punto de comenzar la procesión de los farolillos. Juan Lecuona y yo estábamos en un lado, esperando que comenzara la procesión. En el fondo está el gran altar, bien iluminado, en donde, terminada la procesión, se iba a celebrar la Eucaristía en recuerdo de todos los mártires.

Se acerca un joven de unos treinta y tantos años. "¿Son ustedes sacerdotes?", nos pregunta. "Miren, yo estudié en la UCA, fui discípulo de Ellacuría, pertenecí a un grupo político, el de Arena. Soy periodista y trabajé para el periódico del partido. Me alegré que asesinaran a Ellacuría y lo celebré con vino, y escribí contra él, porque creía que lo que estaba haciendo era en perjuicio del país. Ahora, frustrado del partido, lo he dejado porque me ha defraudado. Después de 10 años, creo que coincidiría con Ellacu en muchos aspectos, aunque en otros discreparíamos. La UCA creía yo que era el santuario del FMLN. Me comporté mal, y aunque soy agnóstico he venido aquí para reparar el mal que hice antes. Vengo a pedir perdón y se lo pido a ustedes que representan a la UCA".

Al final le dije quién era yo, y que seguro que los mártires de la UCA, desde la otra vida, estarían sonriendo viendo esta escena. Luego se unió a la procesión y se quedó a la Misa y hasta bien entrada la noche.

Cuando, en el futuro, se hable de los "milagros" de los mártires, Juan Lecuona y yo podemos testimoniar que Dios, por medio de ellos, una noche estrellada, en la UCA de San Salvador, iluminó a uno que estaba ciego, y como el del evangelio fue proclamando su misericordia.

José Ellacuría, S.J.

 

 


 

 

En tiempos difíciles nunca falta una esperanza

 

"Cada vez se va sintiendo más el fervor y cariño de los mártires. La lucha continúa. Esa voz de denuncia y esperanza está más viva que nunca. Es necesario esforzarse para que se pueda concretizar todo el anhelo y el sacrificio de nuestros mártires". Así lo expresó, emocionado, José Antonio Amaya, de la comunidad Ciudad Romero del bajo Lempa, en Usulután, quien participó en la Vigilia de la UCA, en conmemoración del X aniversario de los seis sacerdotes jesuitas y sus colaboradoras.

Definitivamente, no importó, ni el día, ni la hora. Participar, compartir, recordar y revivir las luchas hechas por nuestros mártires fue el propósito que muchos se hicieron en la celebración, y también en sus lugares de trabajo, comunidades, iglesias, y principalmente en los pueblos humildes donde trabajan para medio ir pasando y no morir de hambre.

Son diez años que celebramos desde su partida física. Cada año se ha vivido de distintas maneras. Con apagones de energía eléctrica y grandes chaparrones de agua, entre otras cosas. Este día fue más bello de lo que imaginé a pesar de ser día de semana.

Desde tempranas horas de la tarde, la gente empezó a llegar a las instalaciones de la universidad para asistir a la romería y a visitar la tumba de los sacerdotes. Al caer la noche, con alegría y gran entrega, miles de personas participaron de la procesión acompañada de un farolito. Después celebramos a lo grande la vigilia con flautas, danzas, tambores y toritos pintos, hasta la madrugada del día martes 16 de noviembre, y a medianoche comiendo tamal con café para aguantarse más.

Fue increíble. Alrededor de 14,000 personas llegaron para dar testimonio de que en el país está viva la esperanza, que el espíritu de humanidad que brotó cuando asesinaron a nuestros mártires ha caído en tierra fértil. El lunes 15 de noviembre seguimos siendo testigos de aquellas palabras que dijo un hombre de Nazareth: "Si el grano de trigo no muere, no dará fruto, pero si muere lo dará en abundancia". Los frutos que nos han dejado los mártires con su sangre se pueden ver en nuestros días. Sin embargo, luchar por una sociedad más justa era uno de sus principales anhelos, y eso sigue pendiente. Pero tenemos su voz y nuestra voz para seguir cada día trabajando por hacer posible el Reino de Dios sobre esta tierra.

"En la Iglesia salvadoreña", la Iglesia de los pobres, los mártires representan la semilla del reino. Derramaron su sangre por una vida digna y justa de las mayorías de nuestro país. Si el dar la vida por los demás —por todo un pueblo—, si trabajar de una manera justa es vivir a la luz del Evangelio, los jesuitas y muchos más lo hicieron. Esto significa que un martirio nunca es en vano. Mons. Gregorio Rosa Chávez recalcó que "entre más tiempo pasa más se agiganta lo que significa este hecho: hecho brutal y hecho esperanzador. Esperamos que la esperanza predomine sobre la barbarie en El Salvador"

Y siguen presentes. "Me siento muy alegre, siento hasta ganas de llorar de la emoción al estar aquí", afirmó Yulis Ortega, una religiosa de origen venezolana. "La cantidad de personas que nos hemos reunido, es un signo visible de que los pobres siguen haciendo sentir su voz de esperanza. La manifestación de fe de esta vigilia es una manifestación de una Iglesia. ¿Por qué no llamarla popular?".

Después de diez años se siguen buscando espacios legales para que al menos se castigue moralmente a los autores intelectuales de los asesinatos. De acuerdo a investigaciones, "fueron personas con altos cargos en el gobierno, especialmente del ejército". Es necesario que de una vez se dé una señal de que a quienes han cometido estos hechos abominables, un día les llegará su turno. Pero también para que las nuevas generaciones aprendan la lección y respeten el mandamiento de la Ley de Dios: "No Matarás".

Por la masacre fueron llevados a juicio un coronel, tres oficiales y cinco soldados, pero al final hubo amnistía que ha sido una de las peores burlas contra el pueblo que desea la verdad.

Sólo queda pedir a gritos que el nuevo milenio permita la esperanza y el compromiso con el pueblo, el fruto del espíritu de los mártires.

Milady Lorena Cruz

Estudiante de Comunicaciones UCA

 

 


 

 

Conmemoración en Londres

"¡Que no se olviden que somos seres humanos!"

 

El X Aniversario se ha celebrado en muchas partes del mundo. El 13 de noviembre, la víspera de venir yo a El Salvador, me tocó estar en el instituto de filosofía y de teología de los jesuitas ingleses, Heythrop College, Londres. Un buen número de personas se juntó para reflexionar sobre el tema "Una memoria peligrosa. Recordando la vida de los mártires de la UCA".

En el centro de la sala estaba colocada una mesa con ocho fotos y ocho rosas. Habló primero el padre David Smolira, provincial de Inglaterra, recalcando el sentido de este martirio en el marco del compromiso por la fe y la justicia de la Compañía de Jesús. Después fue presentado un mensaje del padre Jon Sobrino, grabado en vídeo en su último viaje a Inglaterra. En él decía que los mártires nos indican la dirección correcta para caminar humanamente en este mundo globalizado e inhumano.

Como yo he pasado en El Salvador muchos años hice una presentación de cada uno y cada una de los ocho mártires de la UCA, y presenté unas diapositivas de lo ocurrido hace diez años. La doctora Rachel Siedler, del Instituto para Estudios latinoamericanos de la Universidad de Londres, habló de una política de verdad y reconciliación en Centroamérica, y comparó los procesos de paz en El Salvador, Honduras y Guatemala. Su balance fue poco alentador: las comisiones de la verdad y de la recuperación de la memoria histórica sacaron a la luz muchas violaciones de derechos humanos, pero a la verdad no ha seguido la justicia.

Por la tarde reflexionamos sobre la herencia de los mártires en la práctica de la justicia en Inglaterra. La hermana Marie Power, secretaria de la comisión de justicia social de la conferencia de religiosos y religiosas, habló de la injusticia en aquél país: la gente que vive en la calle, los desempleados, los drogadictos y un racismo creciente. Dijo que la herencia de los mártires debe llevarnos al compromiso, y el lugar de la Iglesia debe ser junto las víctimas, tanto en América Latina como en Europa. La hermana Mary habló como mujer comprometida y con entrañas de misericordia.

Yo conté mi experiencia en El Salvador y recordé lo que Monseñor Romero respondió a un periodista alemán poco tiempo antes de su asesinato. El periodista le preguntó qué podrían hacer los alemanes por El Salvador. La respuesta de Monseñor fue sorprendente y honda: "¡Que no se olviden que somos seres humanos!".

Después de evocar al obispo mártir pasamos a una pequeña celebración litúrgica. Se cantaron cantos de la misa campesina salvadoreña. Se leyeron los nombres de un gran numero de mártires salvadoreños, y todos contestamos "presente". A los participantes nos dieron unas semillas de flores para plantarlas en recuerdo de ese día. A mí, que viajaba el día siguiente a El Salvador, me entregaron unas hojas con las firmas de todos los participantes. Y me pidieron que las semillas de flores las plantaran en el jardín de las rosas.

Martin Maier, Munich

 

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Desde el sur de Chile, mi adhesión fraterna a las celebraciones de los mártires jesuitas. Mantenemos el recuerdo de unos cristianos que representan el modelo de "cristianos comprometidos" en la causa de Jesús. Jesús A. Montallano Compagnet, Chile

Sabemos que la vida de nuestros mártires está en las manos del Señor y que su sacrificio producirá fruto abundante. Virgilio López Arias, Obispo deTrujillo, Honduras

En esta mañana del 16 de noviembre no quiero dejar de deciros mi compañía y mi gratitud por vuestros -y nuestros- hermanos mártires. Aquí también los recordamos. Les recuerdo y gracias por tanto. Un fuerte abrazo, Tere Iribarren, Barcelona

La Provincia Colombiana está fraternalmente unida a todos ustedes. Hoy más que nunca, cuando Colombia sufre el flagelo de la guerra, podemos entender mejor el valor de dar la vida por la causa de la justicia que inspira nuestra fe. Pueden estar seguros que el testimonio de los mártires de El Salvador estimula permanentemente nuestro trabajo por la paz y la justicia en nuestro país. Horacio Arango A., S.J. Provincial de Colombia

Estoy muy unido a ustedes en la celebración de la vida preciosa y entregada de los compañeros jesuitas, de Elba y Celina. Un abrazo fraterno, Oscar Beozzo, Brasil

En la eucaristía de ayer y en la de hoy he recordado con mucha emoción a tantas víctimas de la guerra y de la injusticia como tienen las familias salvadoreñas. He tenido muy presente a tantas madres que han perdido a sus hijos y que tuve ocasión de conocer en aquellos días del aniversario de los mártires, cuando tuve la suerte de pasar en la UCA años atrás, y a las que debo tanto. Un abrazo, Pilar, Madrid.

 

 


 

 

Los Santos Mártires del Paraguay y los Jesuitas testigos de la UCA

Homilía de Mons. Giuseppe Pittau, S.J., 16 de noviembre

Estamos reunidos aquí para celebrar los tres mártires del Paraguay: S. Roque Gónzalez de Santa Cruz, S. Alfonso Rodríguez y S. Juan de Castillo y también para conmemorar el décimo aniversario de la muerte de los seis jesuitas de la UCA y de dos colaboradoras laicas. No obstante la distancia del lugar y del tiempo, los mártires del Paraguay y los testigos de El Salvador se unen en la vida y en la muerte por un único deseo y por un único ideal: llevar la salvación total e integral a los pueblos que servían, los indios del Paraguay y los pobres de El Salvador, salvación y libertad del pecado, de la ignorancia, de la injusticia y de la opresión.

S. Roque González entregó su vida en la búsqueda de los indios, esforzándose por llevarles a las Reducciones, instruyéndoles y sistematizándoles en pequeños poblados. En estos trabajos sufrió muchas tribulaciones, hambre y privaciones de toda clase, incluso en el vestido. El P. Roque fue el verdadero organizador y constructor del pueblo de S. Ignacio, no solamente procurándoles habitación, sino también trabajo y educación; además se esforzaba por "construir a Dios Nuestro Señor templos no hechos con manos sino espirituales como son las almas de estos indígenas". S. Roque, S. Alfonso y S. Juan bautizaban y construían, predicaban y organizaban socialmente al pueblo. Bajo todos los aspectos luchaban por liberar a los indios del pecado y de la ignorancia, de la injusticia y de la opresión. Esta lucha les obliga a hacer frente a dos categorías de opresores que intentaban tener en esclavitud a los indios: los hechiceros y los "encomenderos".

Los encomenderos en varias ocasiones habían pretendido que los jesuitas, desde los primeros tiempos de las misiones entre los Guaraníes, fuesen expulsados. S. Roque escribió una famosa carta. "No es de ayer sino hace ya mucho tiempo que estos señores encomenderos y soldados elevan protestas contra la Compañía de Jesús porque defienden a los indios y el derecho que tienen de ser libres". Los jesuitas "vivían muriendo" para dar la vida, una vida libre, a los indios.

El 15 de noviembre de 1628, el P. Roque, apenas terminaba la Santa Misa, salió de la Iglesia para colocar una campana nueva sobre un mástil que el P. Rodríguez había transportado del monte con muchos indios. Se inclinó para fijar el badajo y en esta posición un indio instigado por un hechicero le dio tal golpe con un hacha de piedra que lo mató al instante. Agredieron también al P. Alfonso que se preparaba a decir la Misa y le destrozaron el cráneo con grandes golpes. Entrambos cuerpos, despedazados, fueron quemados.

El P. Juan del Castillo, que se encontraba en un pueblecito vecino fue capturado y asesinado con torturas terribles, el 17 de noviembre.

Estos mártires constituyen la expresión de un servicio a Dios y a los hombres, de una evangelización profunda que incluía la predicación de la palabra de Dios y la administración de los sacramentos y llevaba consigo, para los indios, una nueva organización social y una auténtica liberación de toda clase de opresión.

Después de haber recordado a los mártires del Paraguay, quisiera ahora recordar a nuestros hermanos con dos frases de la Palabra de Dios que acabamos de escuchar. La primera tomada de la lectura de S. Pablo y la segunda del Evangelio de S. Juan.

La frase de S. Pablo, referida a la vida de los cristianos, es la siguiente: "Brillan como lumbreras en el mundo mostrando una razón para vivir", Fil 2, 15.16. En nuestro mundo de hoy no es el sentido de la vida y el entusiasmo lo más característico. Más bien nuestro tiempo pareciera caracterizarse por la insatisfacción que empuja a apurar el momento presente para después de apurado sentir incluso mayor insatisfacción. De ahí el escapismo de la realidad, el goce egoísta que no permite que los demás participen, el ansia del dinero rápido y fácil, el abandono de toda dignidad ética y moral.

En cambio la imagen que tiene S. Pablo del cristiano es muy distinta. Los cristianos son personas tan auténticas por una parte y tan llenas de satisfacción por otra, que llaman la atención y atraen las miradas y admiraciones. La satisfacción y el sentido hondo de la vida no se pueden forzar. Brotan del corazón como algo espontáneo, fruto de una vida de fe y de servicio a los demás. Uno está tan lleno de sentido que le rebasa y puede comunicarlo y participarlo a los otros.

Así recordamos hoy, en esta eucaristía del décimo aniversario, a nuestros hermanos que brillan ante nuestros ojos como antorchas ante un mundo egoísta, violento y carente de dignidad ética y moral. No tuvieron una vida fácil, tranquila ni cómoda, pero ciertamente tuvieron una vida llena. Estaban profundamente llenos de sentido con lo que hacían y por ello estaban dispuestos a dar la vida.

¿Cuál era ese sentido que dinamizaba sus vidas y las llenaba de satisfacción en medio de dificultades y trabajos? El sueño de ayudar a construir en El Salvador un mundo de hermanos. El sueño de un El Salvador y un mundo justo, libre, fraterno, en paz, como debería ser el mundo de acuerdo a los valores del Evangelio, al sueño de Jesús del Reino que ya comienza aquí.

Y han resultado para todos nosotros paradigmáticos. Ya en 1995 cuando se reunieron los jesuitas de todo el mundo en Roma en su máxima asamblea y quisieron hablar a todas las universidades preguntándose si era posible que "instituciones tan grandes y complejas se conformaran con la justicia que Dios mismo anhela y hace posible". Los jesuitas reunidos de todo el mundo encontraron la respuesta recordando a nuestros hermanos y afirmando: "esta tarea es posible". Cuenta con mártires que han testimoniado que una institución superior de enseñanza e investigación puede convertirse en instrumento de justicia en nombre del Evangelio" (CG34, D.17,8).

Esa fue la razón de sus vidas: el ideal de transmitir al país la pasión por un mundo justo, más de acuerdo con los planes de Dios. Por eso brillan como lumbreras ante nosotros y nos muestran una razón para vivir que puede llenar nuestras vidas. Por su ejemplo y testimonio debemos dar gracias a Dios en esta eucaristía.

Y quisiera en este emocionado recuerdo de nuestros hermanos y hermanas -porque no queremos olvidarnos de Celina y de Elba- fijarme también en un rasgo de su muerte que me ha impresionado siempre y que no se suele resaltar, porque pareciera no típico de ellos: su profundo sentido de comunidad. Un sentido de comunidad que en el último término fue, si no la causa, si la ocasión de su muerte.

Así como el Evangelio que hemos escuchado está dirigido no a los discípulos por separado sino como comunidad que acaba de participar la última cena con su Señor, así quisiera recordar ahora a nuestros hermanos no por separado como grandes personalidades que eran cada uno de ellos, sino como comunidad que en el momento difícil decidió estar unida: si el mundo les odia a Uds. sepan que antes que a Uds. me ha odiado a mí. Si a mí me han perseguido, también a Uds. los perseguirán (Jn.15,18.20). Jesús se dirigía no a Pedro, o Juan, o Santiago, sino a la comunidad de sus discípulos.

Uds. saben que durante la ofensiva del 11 de nov. del FMLN sobre San Salvador Ignacio Ellacuría estaba en Europa, dando conferencias y buscando financiación en Alemania, recibiendo en Barcelona el Premio Alfonso Comín otorgado a la UCA por su decidida opción por los pobres, asistiendo en Madrid a la inauguración de la Fundación Javier Zubiri, y en Salamanca a la reunión de Rectores de Universidades Iberoamericanas donde acababa de ser nombrado Presidente del Consejo Superior de las Universidades Iberoamericanas de Postgrados. El tenía que volver a San Salvador el día 13. Varias personas le dijeron que no debía volver en esa situación de guerra. Que mejor esperara. Incluso desde San Salvador se intentó detenerle en Miami, pero no se le pudo localizar.

Pero ¿cómo podía estar Ignacio Ellacuría fuera de El Salvador en ese momento de sufrimiento del pueblo y sabiendo que podía ayudar a la negociación y a la paz? ¿Cómo iba a estar tranquilo lejos de su comunidad, que estaba viviendo días tan tensos? Y volvió para estar con su pueblo y para estar en su comunidad.

Y a su vez también su comunidad se quedó en la casa para estar con Ignacio Ellacuría, que juzgaba que no se debería salir de la casa a esconderse pues no habían hecho nada malo y no tenían por qué ocultarse. ¿Cómo Segundo Montes, Nacho Martín, Amando López, Joaquín López y Juan Ramón Moreno iban a dejar a Ellacuría solo en esos días de peligro y amenazas? ¿Cómo iba a quedarse Ellacuría en España tranquilo estando su gente en una situación de guerra?

Así por su sentido de solidaridad y comunidad quedaron a merced de sus asesinos, y así habiendo sido durante años difíciles una comunidad en el deporte, en el trabajo, y en el apasionado estudio de un futuro mejor para El Salvador, fueron también comunidad en los momentos de angustia y hasta en la misma muerte.

Tengo que confesarles que en personas más bien austeras y hasta secas, que incluso a no pocos les daba impresión de distantes y ocupados, siempre me ha admirado este hondo sentido comunitario que les hizo participar juntos, primero durante años la persecución y finalmente la misma suerte, ya anunciada por Jesús a los que luchan por la justicia.

Pidamos en esta eucaristía, que nos conceda el Señor la gracia de tener un profundo sentido de comunidad, por el que a pesar de las dificultades y roces de la vida de cada día, nos sea posible realizar una misión común en el trabajo diario, y de superar los momentos de dificultad y hasta la misma muerte.

Por eso ya no podemos separar a Ignacio Ellacuría de sus compañeros de comunidad: Nacho, Segundo, Lolo, Juan Ramón y Amando, su comunidad jesuítica. Ni tampoco lo podemos separar del pueblo salvadoreño, de Celina y Elba, representantes de ese pueblo por el que quisieron trabajar y morir nuestros hermanos. ¡Cómo no vamos a celebrar la eucaristía de este décimo aniversario con cariño y esperanza! ¡Cómo no vamos, también nosotros en la eucaristía a formar con ellos esa gran comunidad de los que en Cristo quieren dedicar sus vidas a la empresa del Reinado de Dios!

 

 


 

 

ABERRACIONES DE FINAL DE SIGLO

Dos niños guineanos congelados en un avión al huir a Bélgica

 

Podía haber sido un caso más, otra pequeña historia de desgracia y pobreza, otros dos muertos en la larga lista de africanos que mueren intentando llegar a Europa, pero ha acabado siendo un mazazo en las conciencias europeas. Yaguine y Fodé, dos jóvenes estudiantes de Guinea Conakry, decidieron volar a Europa para pedir ayuda para Africa. Cometieron el error fatal de esconderse en el habitáculo que guarda el tren de aterrizaje de un Airbus de Sabena que cubre la ruta Bamako (Malí)-Conakry (Guinea)-Bruselas (Bélgica). Aunque iban muy abrigados, no pudieron resistir las bajísimas temperaturas (entre 40 y 55 grados bajo cero) que se sufren a 10:00 metros de altura. Murieron congelados. Tenían 14 y 15 años.

El airbus aterrizó en Bruselas a las 5:45 de la madrugada del 4 de agosto. Cinco horas después, sus cadáveres fueron descubiertos por un operario que se disponía a llenar los tanques de combustible. Uno de ellos llevaba sujeta entre su mano y corazón una carta, que publicamos íntegra más abajo, que se ha convertido en una especie de testamento en el que ambos, quizá intuyendo los riesgos de su aventura, explican los motivos de su largo viaje: pedir ayuda a Europa.

La carta es de una sencillez y cortesía admirables. En ella dos jóvenes, casi niños, africanos lanzan un grito de auxilio, y explican que han decidido arriesgar la vida por el sufrimiento y la pobreza en que su continente vive, y porque Europa es necesaria para acabar con la guerra en Africa.

"¿Comprenderá Europa por fin que la única urgencia es la ayuda al desarrollo?" (Centro Nacional belga para la Cooperación). "Este grito de desesperación ha sido el último recurso que pudieron encontrar estos dos jóvenes desesperados para llamar la atención de la egoísta Europa" (Movimiento contra el Racismo y la Xenofobia).

* * *

 

"Excelencias, Señores miembros y responsables de Europa.

Tenemos el honorable placer y la gran confianza de escribirles esta carta para hablarles del objetivo de nuestro viaje y del sufrimiento que padecemos los niños y los jóvenes de Africa.

Pero, ante todo, les presentamos nuestros saludos más deliciosos, adorables y respetuosos con la vida. Con ese fin, sean ustedes para nosotros, en Africa, las personas a las que hay que pedir socorro. Les suplicamos, por el amor de su continente, por el sentimiento que tienen ustedes hacia nuestro pueblo y, sobre todo, por la afinidad y el amor que tienen ustedes por sus hijos a los que aman para toda la vida. Además, por el amor y la timidez de su creador, Dios todopoderoso que les ha dado todas las buenas experiencias, riquezas y poderes para construir y organizar bien su continente para ser el más bello y admirable entre todos.

Señores miembros y responsables de Europa, es a su solidaridad y a su bondad a las que gritamos por el socorro de Africa. Ayúdennos, sufrimos enormemente en Africa, tenemos problemas y carencias en el plano de los derechos del niño. Entre los problemas, tenemos la guerra, la enfermedad, la falta de alimentos. En cuanto a los derechos del niño, en Africa, y sobre todo en Guinea, tenemos demasiadas escuelas, pero una gran carencia de educación y de enseñanza: salvo en los colegios privados, donde se pueden tener una buena educación y una buena enseñanza, pero hace falta una fuerte suma de dinero.

Ahora bien, nuestros padres son pobres y necesitan alimentarnos. Además, tampoco tenemos centros deportivos donde podríamos practicar el fútbol, el baloncesto o el tenis. Por eso nosotros, los niños y jóvenes africanos, les pedimos hagan una gran organización eficaz para Africa, para permitirnos progresar.

Por tanto, si ustedes ven que nos sacrificamos y exponemos nuestra vida, es porque se sufre demasiado en Africa. Sin embargo, queremos estudiar, y les pedimos que nos ayuden a estudiar para ser como ustedes en Africa. En fin, les suplicamos muy, muy fuertemente que nos excusen por atrevernos a escribirles esta carta a Ustedes, los grandes personajes a quien debemos mucho respeto. Y no olviden que es a ustedes a quienes debemos quejarnos de la debilidad de nuestra fuerza en Africa.

Escrito por dos niños guineanos. Yaguine koita y Fodé Tounkara".

(Tomado de El País, 5 de agosto)

 

 


 

 

Situación del mundo a final de siglo

Discurso de James D. Wolfensohn, presidente del Grupo del Banco Mundial

 

El 28 de septiembre de 1999 James D. Wolfenson pronunció un discurso en Washington D.C. ante la Junta de Gobernadores. En él explica la actual situación del mundo, por lo que toca a la pobreza y al bienestar, reflexiona sobre sus causas, propone nuevas políticas y se pregunta por el papel que debe jugar el Banco Mundial. Del documento de doce páginas ofrecemos ahora algunos extractos por lo que toca a la situación actual del mundo.

 

... Señor Presidente, hoy, al reunirnos un año más tarde, es tentador refugiarse en el consuelo de que la crisis financiera (de Asia) ha pasado, aunque para millones esa otra crisis aún persiste. Es tentador postergar las reformas necesarias, aunque para millones de personas estas reformas siguen siendo importantes. Es tentador hablar de un paso seguro, aunque millones de pobres y desempleados siguen sin vislumbrar un puerto de salvación...

¿Cómo es el mundo del milenio que se presenta ante nuestra vista? Un mundo donde la esperanza de vida ha aumentado en 40 años más que en los 4.000 años anteriores. Un mundo en el que la revolución de las comunicaciones encierra la promesa del acceso universal a los conocimientos. Un mundo en el que la cultura democrática ha representado nuevas oportunidades para muchos. Un mundo en el que 5.700 millones de personas viven en una economía de mercado, frente a los 2.900 millones de hace 20 años.

Pero, si observamos con mayor detenimiento, vemos una realidad distinta. Este año los ingresos per cápita se estancarán o disminuirán en todas las regiones, excepto Asia oriental y meridional. En los países en desarrollo, con excepción de China, las personas que viven en la pobreza son ahora 100 millones más que hace un decenio. Al menos en 10 países de Africa el azote del SIDA ha reducido la esperanza de vida en 17 años. En el mundo hay más de 33 millones de casos de SIDA, 22 millones de ellos en Africa. Hay todavía 1.500 millones de personas que carecen de acceso a agua potable y 2,4 millones de niños que mueren al año como consecuencia de enfermedades transmitidas por el agua; 125 millones de niños aún no asisten a la escuela primaria; 1,8 millones de personas mueren anualmente por la contaminación del aire en locales cerrados. La diferencia entre los niveles de información es cada día mayor. Finalmente, los bosques se están destruyendo a razón de 0,4 hectáreas por segundo...

La pobreza no es sólo un problema de falta de ingreso... ¿Qué es, señor Presidente, lo que los pobres responden cuando se les pregunta qué es lo que representaría el mayor cambio en su vida? Su respuesta es: organizaciones propias para poder negociar con el gobierno, con los comerciantes y con las organizaciones no gubernamentales. Asistencia directa mediante programas impulsados por las comunidades, para que puedan elegir su propio destino. Propiedad local de los fondos, para que puedan poner freno a la corrupción. Quieren que las organizaciones no gubernamentales y los gobiernos les den cuenta de lo que hacen.

Quisiera describir su mundo, en sus propias palabras. Una anciana de Africa: "Una vida mejor para mí es tener salud, paz y cariño y no pasar hambre". Un hombre de mediana edad de Europa oriental: "Estar bien es saber lo que me va a pasar mañana". Un joven de Oriente Medio: "Nadie es capaz de transmitir nuestros problemas. ¿Quién nos representa? Nadie". Una mujer de América Latina: "No sé en quién confiar; la policía o los criminales. Nuestra seguridad pública somos nosotros mismos. Trabajamos y luego nos encerramos". Una madre en Asia meridional: "Cuando mi hijo me pide algo para comer, le digo que el arroz se está cocinando y mientras tanto se queda dormido por el hambre, porque no tengo arroz para darle".

Estas son voces sonoras, una demostración de dignidad. Muchas de ellas representan a una nueva generación interesada en retener el control de su vida. Estas personas son un activo en lugar de objeto de actos de caridad. Con oportunidades y esperanza, ellos pueden construir su futuro. Hablan de seguridad, de una vida mejor para sus hijos, de paz, familia y ausencia de ansiedad y miedo.

Mientras estamos cómodamente sentados en la ciudad de Washington, debemos escuchar sus aspiraciones, que son las de todos nosotros. No, la crisis no está superada, señor Presidente. El desafío no ha hecho más que comenzar. El mes que viene, la población mundial llegará a ser de 6.000 millones de personas. Si se mantienen las tendencias actuales, no alcanzaremos la meta de desarrollo internacional de reducir la pobreza a la mitad ni la meta de conseguir la educación primaria universal para el año 2015. Si continúan las actuales tendencias, no alcanzaremos la meta de desarrollo internacional de invertir la pérdida actual de recursos ecológicos tanto a nivel nacional como mundial para esa fecha. En 25 años los 6.000 millones de habitantes actuales de nuestro planeta serán 8.000 millones. De esos 6.000 millones de habitantes actuales, 3.000 millones subsisten con menos de US$2 diarios y 1.300 millones, con menos de US$1 al día. Estas estadísticas sin precedentes pueden elevarse a 4.000 millones y 1.800 millones, respectivamente. No podemos dejar este legado a nuestros hijos. Es probable que se multiplique el número de conflictos, que se deteriore la calidad del medio ambiente, y que se agranden las diferencias entre ricos y pobres. Las voces de los pobres resonarán con mayor fuerza, pero ¿se tendrán en cuenta?

Señor Presidente, ¿qué hemos aprendido acerca del desarrollo? Hemos aprendido que el desarrollo es posible pero no inevitable; que el crecimiento es esencial pero no suficiente para asegurar la reducción de la pobreza. Hemos aprendido que debemos dar al problema de la pobreza un lugar central. Hemos aprendido que debemos colocar los aspectos sociales y estructurales en pie de igualdad con los macroeconómicos y financieros. Hemos aprendido, señor Presidente, que, para que el desarrollo sea real y eficaz, es preciso que a nivel local haya identificación y participación. Ha pasado ya la época en que las medidas de desarrollo podían tratarse a puerta cerrada en Washington, en las capitales de los países occidentales o en cualquier capital del mundo...

Señor Presidente, en el transcurso de los últimos 12 meses, creo que hemos aprendido algo más. Hemos comprobado que las causas de las crisis financieras y de la pobreza son las mismas. Los países pueden implantar políticas fiscales y monetarias acertadas, pero si no existe una buena gestión de gobierno, si no encaran el problema de la corrupción; si no cuentan con un sistema jurídico completo que proteja los derechos humanos, los derechos de propiedad y los contratos, que establezca un marco para las leyes sobre quiebras y un sistema tributario previsible; si no poseen un sistema financiero transparente y bien reglamentado, ni cuentan con una reglamentación adecuada y su comportamiento es poco transparente, el proceso de desarrollo estará viciado desde la base y no perdurará.

¿De qué valen los códigos legales si los jueces son corruptos, si los pobres y los grupos más vulnerables sólo pueden esperar brutalidad de las fuerzas policiales? ¿De qué sirve la protección constitucional si las mujeres sufren discriminación en el mercado y violencia en el hogar? ¿De qué vale la inversión extranjera, si no existen normas de contabilidad ni requisitos en materia de transparencia, si no hay legislación en materia de contratos ni un sistema impositivo previsible ni justo? ¿De qué sirve la privatización si no existen redes de protección social que permitan paliar el desempleo, ni reglas que protejan al público frente a los monopolios privados?...

Señor Presidente, nos encontramos en el umbral de un nuevo milenio. ¡Cuántas posibilidades tenemos al alcance de la mano! ¿Tendremos el valor y la iniciativa necesarios para alcanzarlas? ¿Reconoceremos finalmente que vivimos en un solo mundo? Miremos a nuestro alrededor. Estamos unidos por los sistemas financieros, estamos unidos por las comunicaciones..., estamos unidos por el medio ambiente, estamos unidos por el comercio. Las migraciones no conocen fronteras, la delincuencia no conoce fronteras, las drogas, la guerra y la paz no conocen fronteras. Sólo los presupuestos nacionales, señor Presidente, se detienen en las fronteras. Sólo las elecciones nacionales hacen caso omiso de ese mundo más amplio.

Necesitamos líderes que expliquen a los ciudadanos que nuestros intereses nacionales son internacionales. Debemos reafirmar nuestro compromiso con el desarrollo, un verdadero compromiso de unos con otros, un verdadero compromiso de actuar sobre la base de las generosas declaraciones formuladas por tantos de los líderes de los países industrializados en favor de los países en desarrollo. Debemos hallar modo de cumplir la meta de destinar el 0,7% del PNB a la asistencia oficial para el desarrollo. Por su parte, los líderes de las economías en transición y en desarrollo deben reafirmar su compromiso de cumplir sus promesas de buena gestión de los asuntos públicos, igualdad y crecimiento.

Esos compromisos, señor Presidente, necesitan además un aspecto humano y moral. Debe existir una nueva y ferviente dedicación recíproca al comenzar el próximo siglo. Todos debemos asumir una responsabilidad por la equidad mundial, que es la única garantía de la paz. Cómo no sentirse conmovidos por las observaciones de los pobres a que me referí antes. Un padre de Europa oriental: "La pobreza es humillación, la sensación de depender de ellos, de verse obligados a aceptar la grosería, los insultos y la indiferencia cuando pedimos ayuda"...

Señor Presidente, debemos mirar hacia adelante, debemos comprometernos a hacer realidad el día en que los pobres del mundo, la juventud esperanzada, los ancianos, los niños de la calle, los discapacitados, los trabajadores rurales, los habitantes de los tugurios, puedan gritar "Hoy no temo a nadie. Hoy no temo a nadie".

 

 


 

 

ESPERANZAS DE FINAL DE SIGLO

Otra visita a la cripta

Una viejecita me dijo: "No hay duda. Monseñor vive"

 

En el contexto del X aniversario de los mártires de la UCA una delegación de UNICEF, de España, nos visitó en el Centro Monseñor Romero el 29 de octubre. A su regreso, uno de sus miembros, Carlos Darío Lavado, nos escribió desde España: "Dos cosas me impactaron de mi viaje a El Salvador. La visita a la UCA y la misa en la cripta". Así cuenta la misa.

"Estuvimos en El San Salvador, y cuando alguien me pide que le cuente cómo está El Salvador, lo mejor que les puedo contar es ‘la misa de Monseñor’, que se celebra y se vive en la ‘catedral de abajo’ en la Cripta. Quedé muy impresionado y sintiendo que el espíritu de Mons. Romero estaba con la gente que allí rezaba. En el mejor sentido evangélico, en esa eucaristía se me conmovieron las entrañas; entrañas que hacía mucho tiempo la Iglesia no me movía. Por ello deseo compartir parte de esa experiencia".

"Por la puerta de servicio". Las casas residenciales de la gente de dinero tienen por lo general dos entradas: la principal y la de servicio. Por la segunda la empleada doméstica sale y entra, le abre la puerta al jardinero, saca la basura, etc. Por la primera se recibe a los grandes invitados. Pues bien, entramos por la puerta principal de catedral e inmediatamente caí en la cuenta que ahí no era. Seguí caminando (cada vez más temeroso de un regaño, pues estaban celebrando misa) con la esperanza de encontrar un rótulo o una flecha que me indicara "Cripta de Mons. Romero". Gracias a Dios, ésta no era. Salimos de la Catedral y nos condujeron hacia la "puerta de servicio", donde estaba por comenzar la Eucaristía en memoria de Monseñor.

"La sobriedad del lugar". La misa tiene lugar en los cimientos de catedral, en el "sótano" (lugar donde usualmente se va almacenando de manera desordenada todo lo que no sirve). Las paredes y los pilares sin pintar, el techo con cables colgando, sobresalían los hierros del encofrado, como las obras sin terminar, dos o tres puntos de luz ínfima, los bancos, viejos todos y cojos la mayoría.

"El altar". No desentonaba con la realidad del lugar. Estaba pendiendo de un madero el Crucificado. Hermoso fue ver un altar sin oro, sin valiosas obras de arte. Junto al altar, unas pancartas a ambos lados de la cruz, pancartas que además de las fotos de Monseñor Romero y Ellacuría decían algo así como: "resucitaré en el Pueblo Salvadoreño". Al pie de un pilar una virgencita, que, lo mismo que María, discreta y desde atrás, entre el pueblo observaba. En fin, esa sobriedad del sótano de catedral me pareció una sobriedad sagrada que no he encontrado jamas en otra catedral.

"La gente". Allí había de todo. Desde las casi extintas viejecitas con su tocado negro a la cabeza hasta jovencitas muy bien arregladas; parejas de abuelitos contemporáneos de Monseñor y jóvenes parejas con sus niños y niñas pequeñas; señoras de delantal y señoras de oficina. Un grupo de gente que llamó mi atención fue el de las monjas, los seminaristas, los religiosos y algún que otro cura. Otro grupo en la parte trasera estaba registrando bautizos y primeras comuniones que en la Catedral de arriba se estaban celebrando.

"La celebración". Mi impresión visual me hizo quedar de pie para no perderme, a ser posible, ningún detalle de la celebración. Comenzaron con bailes tradicionales, cohetes, alboroto, y la gente era cada vez más. Ya no había lugar y muchas personas estaban sentadas en el piso. Yo me experimenté en una verdadera comunidad de fe reunida en recuerdo agradecido a Monseñor. Y, a juzgar por los saludos efusivos, los besos y los abrazos, estaba en una auténtica comunidad de vida. Durante toda la misa se escuchó un murmullo santo. Cuando creí que el Evangelio había terminado, volví a entrar en Catedral por la puerta principal. Era otra gente, no tenían los rostros felices, pero sí tenían las ropas mejores.

Monseñor Romero está vivo. Más que como una consigna cristiana yo viví esta afirmación como una verdad de fe. Monseñor Romero, puesto de una vez y para siempre en el seno del Padre, estaba omnipresente en su catedral de abajo. Todos y todas entramos ahí con algo de él y salimos con más. Luego de la comunión mucha gente fue donde está enterrado. Era estar viendo una auténtica peregrinación a un lugar santo y humilde. Una viejecita, ayudada de su bastón, le dijo a su nieto con voz muy decidida luego de comulgar: "Voy a pasar viéndolo". Yo la escuché por casualidad y me dijo: "No hay duda, Monseñor Oscar Arnulfo Romero vive".

 

 


 

 

Cuatro buenas mujeres

 

Hace años, durante la guerra, el gobierno de Estados Unidos enviaba mucha ayuda a El Salvador. A la fuerza armada le enviaba un millón de dólares diarios para la guerra. Del pueblo estadounidense, sin embargo, llegaban cosas mejores, ayuda y solidaridad, y sobre todo hombres y mujeres que venían a dar lo mejor que tenían —aunque ellos y ellas recibían más, como tantas veces se ha repetido—. Las más conocidas son cuatro mujeres: Ita, Maura, Dorothy y Jean. El 2 de diciembre fueron asesinadas por los de siempre. La fotografía de los cuatro cadáveres, siendo desenterrados, dio la vuelta al mundo, como la del cadáver de Monseñor Romero desangrándose en el Hospitalito y la de los jesuitas de la UCA en el "Jardín de rosas".

Eran mujeres, con lo cual se rompieron las reglas, no ya del bien, sino del mal. Pero con ello también, el amor de la entrega de sus vidas se tiñó de la ternura y de la sencillez. Eran religiosas, con lo cual culminaron el proceso de inserción entre los pobres reales que las religiosas, más que otro grupo eclesial, comenzó con Medellín y lo tomó en serio a petición de Monseñor Romero. Eran norteamericanas, con lo cual revirtieron la ayuda que venía del norte: no el dólar para negocios ni armas para la guerra ni logística para la represión, sino compasión, verdad, amor y entrega.

Ahora, 19 años después, estas cuatro mujeres siguen siendo recordadas. El día 2 de diciembre, en una sencilla capilla construida en el lugar en que fueron encontrados sus cuerpos asesinados, en el cantón Santa Rita Almendro de Santiago Nonualco, se juntaron cristianos y cristianas de varias comunidades del país, delegados de la Conferencia de Religiosas y Religiosos de El Salvador (CONFRES) y representantes de la Iglesia Luterana de Suecia. Un Padre de Maryknoll celebró la eucaristía.

El asesinato nunca se aclaró debidamente, sobre todo por lo que toca a los autores intelectuales. Varios soldados, bajo la presión del gobierno de Estados Unidos, fueron acusados y condenados en tiempo de Duarte, pero años después quedaron en libertad. Los autores intelectuales nunca fueron juzgados. Por eso, miembros de la Comisión de Justicia y Paz de la CONFRES entregaron una misiva a la embajadora de Estados Unidos, Anne Patterson, quien estaba presente en Santa Rita, pidiéndole que prosigan las investigaciones. En Estados Unidos, grupos de abogados, continúan la investigación, sobre todo del general José García y de Vides Casanova, quienes ocupaban altos cargos cuando sucedió el crimen.

 

* * *

 

La compasión, la cercanía y la fortaleza de estas cuatro mujeres fueron buena noticia durante sus vidas. Ahora se las sigue recordando. Siguen siendo inspiración para muchos y muchas. Los salvadoreños les están eternamente agradecidos, y los ciudadanos y ciudadanas de su país sienten un mezcla de dolor y orgullo. Ita, Maura, Dorothy y Jean representan lo mejor de su pueblo. Y eso es buena noticia.

Como se verá, en este rincón de "Esperanzas de fin siglo" hemos recogido testimonios que tienen que ver con martirios: la tumba de Monseñor Romero, los mártires indígenas de Guatemala, las cuatro mujeres norteamericanas. No es masoquismo, pues no recordamos la muerte, sino la vida. Pero sí es escandaloso y paradójico, lo cual ya empezó hace dos mil años: cuando en la cruz hay amor, hay también resurrección y gozo.

 

 


 

 

Mensaje en la clausura del año de Dios Padre

Estadio Cuscatlán, 28 de noviembre

 

P. Jaime Paredes

 

"Llamados por Cristo a la conversión,

comunión y solidaridad para el tercer milenio"

 

Estamos reunidos hoy con alegría muchos de los que nos sentimos hijos amados del Padre del cielo. Hijos del Bueno, del Misericordioso, del Santo. Al concluir el año dedicado al Padre, nosotros, su Iglesia en la Arquidiócesis de San Salvador, queremos adorarlo, glorificarlo, alabarlo. Lo hacemos de la única forma posible: a través de Cristo, su Hijo, escuchando a ese Hijo amado (Mc 9, 7), uniéndonos a El en la ofrenda eucarística que celebraremos más tarde. Pero queremos glorificarlo, sobre todo, con nuestra vida de testimonio y acción cristiana en la cual podamos decir con verdad: "¡Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí!" (Gal 2, 20).

Conversión. Cristo Jesús nos llama hoy a profundizar nuestra conversión. Es la primera palabra de Jesús: "Conviértanse y crean en el Evangelio" (Mc 1, 15). Conviértanse, nos dice el Señor, es decir: cambien de vida, cambien el corazón. Cambiar nuestras decisiones y sentimientos, nuestras ideas y conceptos, cambiar nuestro modo de ser completo, nuestras relaciones personales con los demás, con la naturaleza, con Dios mismo, reconociéndolo como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La conversión es urgente. Basta vernos a cada uno de nosotros. Basta ver nuestro pobre testimonio de vida del Reino. Basta ver las familias que formamos y la sociedad en la que participamos para darnos cuenta de que el grito de Jesús: ¡Conviértanse! es para nosotros y es urgente. Jesús nos recuerda hoy: "No todo el que me diga ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: "¡Señor, Señor! ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" (Mt 7, 21-22).

Y muchos le dirán: "¿no llenamos los hoteles en tus desayunos católicos y las calles en las procesiones y tus templos en las vigilias y los estadios en tu nombre? ¿No corrimos tras las apariciones de la Virgen, no llenamos las casas de retiros, no pusimos tus cuadros en nuestras salas y calcomanías tuyas en nuestros carros? ¿No estábamos en tus movimientos o participábamos en tus comunidades?". "Y entonces les declararé: ¡No los conozco! Apártense de mí, agentes de iniquidad" (Mt 7, 23).

Estamos llamados a la conversión verdadera. A no ser agentes de iniquidad, ni en la familia, ni en los negocios, ni en los medios de comunicación, ni en los puestos públicos. A no ser agentes de iniquidad, ni en los sindicatos, ni en la policía, los juzgados o el ejércitos. A no contribuir al mal, ni a hacernos sus cómplices, ni a encubrirlo con nuestra indiferencia o silencio.

Estamos llamados a la conversión verdadera, no a la simple piedad, ni a las emociones sentimentales. Estamos llamados al cumplimiento fiel de la Palabra de Dios. A la configuración con Cristo. Hay que volver a esa Palabra. Escuchar, guardarla en el corazón, orar con ella, hacerla vida y proclamarla. Hay que volver a Jesucristo y sólo a él. Es la Palabra hecha carne (Jn 1, 14).

Comunión. La verdadera conversión nos lleva a la unidad entre los convertidos, a la comunión, a la comunidad. En la convivencia con Jesús, al ir participando de su vida, de su ministerio, y principalmente de su Pascua redentora, los apóstoles entraron en profunda comunión con el Padre, con el Hijo hecho hombre y con el Espíritu.

El bautismo nos hace "un solo cuerpo y un solo Espíritu… nos da un solo Señor, una sola fe, un solo Dios y Padre de todos" (Ef 4, 4-5). En la celebración Eucarística, "La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos del mismo pan" (1Cor 10, 16-17).

Pero la verdad es que en nuestra vida eclesial arquidiocesana necesitamos crecer en la comunión con Cristo y entre nosotros. Aunque tenemos el mismo bautismo y celebramos la misma eucaristía, nos parecemos a los corintios. Cristo, a través de san Pablo nos dice hoy: "Los conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que… no haya divisiones entre ustedes, antes bien estén unidos… Me refiero a que cada uno de ustedes dice: ‘yo soy de Pablo’, ‘yo de Apolo’, ‘yo de Cefas’, ‘yo de Cristo’. ¿Está dividido Cristo?" (1Cor 1, 12-13). Me refiero a que alguno de ustedes dice: "yo soy renovado", "yo del camino neocatecumenal", "yo encuentrista", "yo de las comunidades". ¿Es que está dividido Cristo? Me refiero a otros que dicen: "yo soy jesuita", "yo salesiano", "yo del Opus Dei", "yo dicesano". ¿Es que está divido Cristo?

Es que aunque cada uno de estos caminos espirituales está aprobado por la Iglesia, cuando absolutizamos lo de cada uno y vemos al otro como de menos o con desconfianza, cuando por ser de tal o cual grupo nos aislamos o nos creemos superiores, cuando queremos seguir nuestra propia línea, o espiritualidad, o estilo de trabajo pastoral, y no la de la Iglesia local, la de la Arquidiócesis de la que formamos parte, en verdad, dividimos a Cristo.

¿Cómo es posible que siendo la misma Iglesia, no queramos coordinarnos con los pastores en las parroquias para anunciar a Jesucristo, para celebrarlo, para servir en su nombre, sino que queremos hacerlo aislados y por nuestra propia cuenta?, ¿que no queramos vivir en comunidades, que son la expresión más concreta de la comunión que es la Iglesia; no queramos participar de la misma Eucaristía que todos los fieles y pidamos "nuestra" eucaristía aparte; no queramos aceptar y practicar toda la doctrina de la Iglesia, como sucede con la Doctrina Social de la Iglesia a la que muchos grupos (diz que cristianos) le tienen miedo? ¿que no queramos participar en una pastoral de conjunto, con prioridades bien claras para la Evangelización, que nos señala el Arzobispo en el Plan de Pastoral Arquidiocesano?, ¿que no asumamos las opciones de Jesús y de la Iglesia por el reino, por los pobres, por la transformación de la estructuras sociales?

Estamos llamados urgentemente a reforzar la comunión. Es Cristo mismo quien lo urge en su oración: "Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros" (Jn 17, 11). "…yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí" (Jn 17, 23).

Solidaridad. La verdadera comunión con Cristo nos conduce a la solidaridad, que es el nombre moderno de la caridad cristiana. Ese es nuestro distintivo. "En esto conocerán que son mis discípulos, en que se aman unos a otros como yo los he amado" (Jn 13, 35). "¡El amor de Cristo nos urge!" (2Cor 5, 14) y hay que hacerlo realidad en esta Iglesia nuestra con un amor sin fingimiento (Rom 12, 9) y en la realidad social nuestra, donde lo que abunda es la violencia y la muerte, la injusticia social y la pobreza de las grandes mayorías. ¡Son nuestros hermanos!

¿Cómo mirarlos con los ojos y el corazón de Cristo, con compasión, es decir, que su pasión, su padecimiento sea el nuestro? (cfr. Mt 9, 36; 14, 14). ¿Cómo no defenderlos con firmeza cuando los lobos (incluso con piel de oveja) atacan al humilde rebaño del Señor? (cfr. Jn 10, 11-13; Mt 7, 15). ¿Cómo decir que amamos a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano a quien vemos? (cfr. 1Jn 4, 20-21; 3, 14-17).

Este pueblo empobrecido, ultrajado, siempre marginado, ¡son nuestros hermanos! Ellos son Cristo Jesús presente entre nosotros que nos llama a la caridad sincera, práctica, de fondo. El Señor, que siendo rico se hizo pobre nos recuerda: "lo que hacen a uno de estos los humildes, a mí me lo hacen" (Mt 25,40).

Nuestra opción real por los pobres determina nuestra salvación. Multitudes sin techo y sin trabajo; víctimas del clima y de las enfermedades; niños y mujeres ultrajados; mutilados de guerra y minusválidos abandonados; campesinos, vendedoras y obreros siempre empobrecidos; jóvenes sin esperanza y ancianos sin consuelo… ¿Es que no vemos sus lágrimas y aflicciones?; ¿es que no oímos su clamor? Dios sí lo hace: "Bien visto tengo la aflicción de mi pueblo… y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores; ya conozco sus sufrimientos" (Ex 3, 7). Y Dios quiere para ellos la liberación: "He bajado para liberarlos", dice Yahvé, y Cristo en Nazareth hace suya esa tarea: "El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos" (Lc 4, 18).

La misma misión es la nuestra; es cosa del Espíritu. La opción por los pobres no es ideológica ni oportunista, es fidelidad a la acción del Espíritu Santo en nosotros que nos va "recordando" (cfr. Jn 14, 26) la obra salvadora de Jesús y nos va introduciendo en ella, para que el reino venga. Cuando Juan el Bautista mandó preguntar a Jesús si él era el Mesías, la respuesta fueron las obras liberadoras en favor de los marginados y la afirmación: "se anuncian buenas noticias a los pobres; ¡y dichoso aquel que no se escandalice de mí! (Mt 11, 5-5). Ese es el criterio seguro para saber si el reino está viniendo a nuestros corazones, comunidades y movimientos, a nuestra sociedad.

Conclusión

¡Iglesia Santa, Pueblo del Señor! La Palabra del Señor nos llama a convertirnos; a consolidar nuestra comunión eclesial; a la solidaridad ferviente con los pobres. La exigencia es grande, la situación que vivimos difícil. Pero el Señor nos anima: "No temas pequeño rebaño" (Lc 12, 32). "¡Yo he venido al mundo!" (Jn 16, 33). "Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se acabe este mundo" (Mt 28, 20).

(Texto ligeramente editado)

 

 


 

 

Diez dedos tiene el Ellacu

 

El primero acaricia a Dios

Los tres siguientes a los humildes

El quinto sintoniza al "atleti"

Con el gordo golpea la pelota

contra el frontón

con la fuerza que el índice señala la injusticia

Uno besa al País Vasco

y el anular luce anillo de compromiso Salvadoreño

El último sangra y cura la herida

de todos

todos sus asesinos.

Francisco Navarro