Carta a las Iglesias, AÑO XIX, Nº427, 1–15 de junio de 1999

 

"¡Democracia, democracia!", y no había justicia

 

Jeremías fue un laico israelita que decía grandes verdades a su pueblo. Una de ellas fue la de desengañarles de su falsa seguridad y confrontarles con su trágica realidad. El pueblo decía: "Templo de Jahvé, Templo de Jahvé, Templo de Jahvé", y creían que estaban a salvo. Pero Jeremías les fustigaba: "ustedes se fían de palabras engañosas que de nada sirven, para robar, matar, adulterar, jurar en falso... Dios no está con ustedes. Si mejoran realmente su conducta, si realmente hacen justicia y no oprimen al forastero, al huérfano y a la viuda entonces Dios se quedará con ustedes". No nos llenemos hoy la boca y busquemos seguridad diciendo: "democracia, democracia, democracia", sino luchemos contra la injusticia y busquemos la justicia.

También Jeremías pasó revista a los reyes de Israel y a solo uno de ellos alabó, al rey Josías. Y la razón es muy clara: "Hizo justicia y equidad, juzgó la causa del humillado y del pobre, ¿no es esto conocerme?". Es normal recordar a los predecesores en la presidencia sobre todo, cuando son del propio partido, pero hay que ser honrados para reconocer si cumplieron o no sus falaces promesas de gobernar para los más pobres de los pobres.

Otro profeta, Isaías, bramó contra los que llaman "día a la noche y noche al día". Su protesta no tenía propuesta, pero la denuncia era absolutamente necesaria. Hoy no se puede confiar la seguridad de un país a personas sospechosas y hasta posiblemente responsables de delitos.

Es cierto que no se deben saltar 25 siglos sin más ni más, pero tampoco hay que olvidar lo que dijeron profetas como Jeremías o Isaías, pues la condición humana no ha comenzado a existir en 1989, con la caída del muro de Berlín, ni la humanidad ha comenzado hace cuatro o cinco años con la globalización. En estos días de cambio de gobierno es importante recordar cómo juzgaban aquellos seres humanos a sus dirigentes, reyes, jueces, políticos. Y no se piense que, por ser "profetas", vivían en las nubes y no en nuestra tierra.

Y de ellos aprendemos también que una cosa es ofrecer propuestas en cosas opinables, y otra cosa es protestar simple y llanamente ante las aberraciones. De estas cosas habla en este número de Carta a las Iglesias el artículo del P. Tojeira. Los relatos de Nicaragua y Africa, y el espeluznante recuadro en esta página muestran aberraciones humanas, ignoradas y encubiertas. Y las palabras de Mons. Romero y don Pedro Casaldáliga ponen también sobreaviso a la Iglesia de estos peligros. Pero léase también el artículo del P. Castillo sobre la bondad de Dios. Quizás estas reflexiones ayuden a enderezar los caminos del país.

 

Aberraciones en la riqueza.

Durante la guerra de Kosovo se gastaron diariamente alrededor de 522 millones de colones (60 millones de dólares). En su conjunto, hasta poco antes de la firma de la paz se gastaron 196,620 millones de colones (22,600 millones de dólares).

En el mundo del deporte, el último escándalo es el traspaso del futbolista Christian Vieri del Lazio al Inter de Milán por 418.2 millones de colones (48 millones de dólares). Esto ocurre en la mejor tradición de Michael Jordan, Ronaldo...

Aberraciones en la pobreza.

En el presupuesto general del estado salvadoreño en 1998 se dedica 1326.4 millones de colones al ramo de salud pública y asistencia social (lo equivalente a tres traspasos de Vieri). A la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos se le dedican 30.5 millones de colones, 0.7% del traspaso de Vieri. Estos son sólo unos ejemplos del presupuesto.

La República del Chad en Africa con 1,284,000 kilómetros cuadrados y una población de 7,359,512, habitantes en 1998 tuvo un presupuesto nacional de 1,712 millones de colones (198 millones de dólares), lo equivalente a cuatro veces el contrato de Vieri.

Según el Informe de Naciones Unidas de 1998, 1,300 millones de seres humanos tienen que vivir diariamente con menos de un dólar.

 

 


 

 

La herencia del nuevo gobierno de ARENA

Las jugadas de Francisco Flores

 

El legado de Cristiani y Calderón Sol

El 1 de junio, Francisco Flores tomó posesión de la presidencia de la república, con lo cual el partido ARENA inició, así, un tercer período consecutivo al frente del ejecutivo. Evidentemente, Flores no parte de la nada, sino de un contexto económico social y político cuyas dinámicas más importantes se han fraguado en el marco de las dos administraciones gubernamentales previas a su arribo al poder. ¿Cuál es la herencia dejada por los gobiernos anteriores al nuevo gobierno?

La administración de Francisco Flores recibe de los gobiernos anteriores de ARENA lo siguiente: a) una economía nacional desarticulada en sus tres sectores fundamentales: financiero, industrial y agrícola; b) un marco de políticas económicas de corte neoliberal, con resultados concretos en algunas áreas como la privatización de la energía eléctrica, las telecomunicaciones y las pensiones de retiro; c) un marco de políticas sociales con logros muy limitados a nivel estructural (disminución de la pobreza), pero con relativo éxito en campos específicos como la educación y la expansión de servicios sociales básicos (drenajes, agua potable) en zonas rurales del país; e) una desconexión entre las políticas económicas –y sus logros macroeconómicos– y las políticas sociales; f) instituciones claves para la democratización del país –como la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y la Policía Nacional Civil– debilitadas; g) afianzamiento económico–político del grupo Cristiani, lo cual convierte a este grupo en una fuerza de presión importante e ineludible sobre el nuevo gobierno; h) un problema irresuelto de seguridad pública en el que se involucran el Ministerio de Seguridad Pública, la Dirección de la Policía Nacional Civil, la Academia de Seguridad Pública y la composición del cuerpo policial; e i) una imbricación entre el partido ARENA, los grandes empresarios (sobre todo los vinculados al sector financiero) y el Estado.

En ese marco, los retos ineludibles del nuevo gobierno son los siguientes: a) rearticular la economía nacional, lo cual supone tanto la formulación de un plan de desarrollo nacional de mediano y largo plazo como la constitución de la instancia institucional que garantice su ejecución; b) lograr una mínima coherencia entre las políticas económicas y las políticas sociales, lo cual pasa por la redefinición de los marcos de política legados por las dos administraciones anteriores, así como por una mayor determinación estatal por encauzar los logros macroeconómicos hacia la solución de problemas sociales estructurales como la pobreza y la marginación socioeconómica de la mayor parte de salvadoreños; c) avanzar en la institucionalización democrática, recuperando el sentido original y propio de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y la PNC, y replanteando el rol del Ministerio de Seguridad Pública en el proceso de democratización que vive el país; e) desarticular (o redefinir) los vínculos entre ARENA, los grandes empresarios y el Estado; y f) disminuir (o "quebrar"), apoyándose en las instituciones estatales, el predominio económico y político del grupo Cristiani.

¿Cuáles son los escenarios que se pueden dibujar en el futuro inmediato? Tres son esos escenarios: a) redefinición de ARENA –afirmación de la autonomía del Estado– articulación de las políticas económicas y sociales en función de las necesidades más apremiantes de los sectores mayoritarios del país. De perfilarse este escenario, el conflicto entre el equipo de gobierno y el grupo Cristiani será inevitable, y su solución dependerá del apoyo económico (posición que asuman los industriales y los productores agrícolas) y político (composición de la Asamblea Legislativa a partir del año dos mil) que ambos logren movilizar a su favor; b) profundización del programa neoliberal heredado –desconexión entre las políticas económicas y las políticas sociales–, conservación del perfil de ARENA; es decir, más de lo mismo. El riesgo es un desgaste de ARENA, aunque ello no necesariamente se traduzca en un fracaso político–electoral (para el cual se requiere la existencia de una alternativa electoral que sea viable y que no se perfila en el horizonte inmediato); y c) una fórmula mixta (de compromiso) caracterizada por una reforma moderada de ARENA– mantenimiento de los ejes del programa neoliberal heredado– fortalecimiento y ejecución de políticas sociales ya anunciadas (o iniciadas por las administraciones anteriores).

El período que va desde la toma de posesión hasta las elecciones legislativas y municipales del año dos mil seguramente no traerá mayores sorpresas o cambios políticos institucionales. Quizás las dinámicas más importantes en torno a la concreción de los escenarios esbozados se comiencen a gestar después de las elecciones del año dos mil. Entre tanto, habrá que seguir de cerca los reacomodos y los posicionamientos que las tendencias y sectores que conviven en ARENA irán tomando en vistas al futuro proceso electoral, el cual no sólo enfrentará al partido con el FMLN, sino consigo mismo.

 

Las jugadas de Flores

No cabe duda de que lo único que no puede ser puesto en tela de juicio con respecto al Presidente de la República recién electo es su habilidad para hacer girar en torno a él a la opinión pública del país. Lo primero fue el lanzamiento de su precandidatura. No está demás recordar el optimismo que se generó ante la suposición que, por haber emanado de la nueva generación arenera, no ligada a ninguna de las argollas del partido gobernante, Francisco Flores traería la renovación al interior de ARENA.

Pero lo cierto era que "Paquito" sí estaba vinculado con algunos de los "duros" de su partido, nada menos que con el grupo de Armando Calderón Sol. Primer indicio de que su astuta movida política no respondía únicamente a la "frescura" de un arenero joven y sobresaliente. Sin embargo, con todo y lo comentado que fue tal vínculo, el cometido de que "Paco" fuera percibido por los salvadoreños como un audaz e inteligente aspirante a la presidencia se logró.

Una vez electo presidente, "Paco" se mofó de la ingenuidad de la opinión pública anunciando que la elección del gabinete estaría abierta a todas las instancias sociales que estuvieran interesadas en participar en ella. Nueva oleada de optimismo: "Paquito" contravenía la tradición arenera –representada por su "enemigo" Cristiani– e iniciaba su mandato dando muestras de que sus intenciones de rehacer la política en El Salvador eran sinceras. Nueva decepción: la polémica elección del gabinete estuvo lejos de ser lo que se esperaba.

Una evidencia indiscutible de que el proceso eleccionario en cuestión terminó por ser una jugada más de Flores para continuar difundiendo su imagen de amante de la democracia está en el resultado de la elección. Escobar Galindo, miembro –faltaba más– de la mencionada "comisión técnica", manifestó en una publicación reciente que lo que la acepción (alusiva al nuevo gabinete) "equipo de afuera" significaba era que "la inmensa mayoría de los componentes de ese equipo viene de fuera del partido".

El hecho de que Flores haya aceptado –¿o tenido que aceptar?– que Mario Acosta Oertel se mantuviera al frente del Ministerio del Interior, por un lado, y Mauricio Sandoval asumiera la dirección de la Policía Nacional Civil, por otro, desdice mucho de sus tan publicitados y por muchos creídos ímpetu renovador, interés de independizarse de los lineamientos del partido, deseo democratizador... Nada en la trayectoria de estos funcionarios, que ahora ocupan cargos decisivos en la consolidación de la democracia, muestra que sus ideales coincidan en algo con los que "Paquito" ha dicho defender.

Que personas tan ligadas al pasado escuadronero de ARENA continúen acaparando tanto poder no da pie más que a despertar serias dudas en relación, no sólo a las posibilidades de Flores de cumplir con sus promesas, sino y sobre todo a sus verdaderas intenciones de cumplirlas. De los viejos amigos de ARENA que van a seguir ocupando cargos gubernamentales no cabe esperar grandes cambios. De los nuevos titulares que no forman parte orgánica del partido hay que decir que eso, en sí mismo, no es garantía de nada. Sobre todo, porque muchos allegados a ARENA, aunque no militan en el partido, son tanto o más areneros que sus miembros natos; además, porque todavía está por verse si Francisco Flores no es más que una fachada bien montada que le ha permitido a su partido salir bien librado de su desgaste y obtener nuevamente la silla presidencial.

 

 


 

 

Etica y Política

A propósito del nuevo gobierno

 

José M. Tojeira

 

Mauricio Sandoval y la PNC

Que el Sr. Mauricio Sandoval es el próximo director de la Policía Nacional Civil parece ser más que un rumor. Incluso la ANEP lo recibió para hablar del tema de la seguridad pública, y algunos periódicos lo dan como seguro. Nombramientos de este tipo nos hacen preguntarnos sobre el concepto de ética en política.

Este personaje dirigió el 11 de Noviembre de 1989 una cadena radial en la que se practicó lo que entonces se llamó un programa de micrófono abierto. Curiosamente sólo participaron en él los partidos de la mano dura frente a la ofensiva del FMLN. Y más que mano dura. Sistemáticamente se incitó al asesinato de la oposición pacífica al gobierno, se mintió sistemáticamente hablando de personas e instituciones y se pidió repetidas veces que se matara al arzobispo y su obispo auxiliar y a Ellacuría y los jesuitas de la UCA. El Mayor Chávez Cáceres, hoy difunto, atestiguó en el juicio que se siguió tras el asesinato de los jesuitas, que la programación de ese momento estaba dirigida por el Sr. Sandoval. Que el Presidente saliente lo haya mantenido como miembro directivo de la Inteligencia del Estado (OIE) no sorprendió demasiado. La OIE se veía como un grupito de "amigos" dedicado a espiar suavemente a políticos y destinado a desaparecer. De hecho hasta la Asamblea se olvidó de ellos. Y al Sr. Sandoval se le veía como una herencia del final políticamente corrupto de Cristiani, en el que se premió a múltiples acusados de asesinato incluso con condecoraciones oficiales. Pero que reaparezca ahora como fuerte candidato o como casi seguro jefe de la PNC nos obliga a hacernos algunas preguntas.

¿Se puede éticamente dar responsabilidades públicas a personas con un pasado políticamente turbio y presuntamente delictivo sin que dicha situación se aclare previa y abiertamente? Personalmente creo que sería inmoral. En efecto, el sentido de la política es perseguir la felicidad, el bienestar y la integración de la comunidad humana, por supuesto desde dinámicas propias. Pero las dinámicas de la política nunca pueden sustraerse de lo que efectivamente son, dinámicas humanas al servicio de una mayor humanización de la persona. En ese sentido, poner al frente de instituciones con dimensión política, en sentido amplio, a personalidades de trayectoria turbia o sospechosa, constituye una afrenta tanto a la comunidad a la que se pretende servir como a las relaciones de humanidad que supuestamente se deben construir desde la política. No basta con ser técnicamente bueno para ser buen político.

Además, que una persona con un pasado éticamente turbio dirija una institución como la PNC es sumamente peligroso. Los pasados no aclarados regresan siempre al presente no sólo como pregunta sino en forma de complicidades. Si hay un clamor de adecentamiento de la PNC, no va a ser una persona supuestamente entrenada en espiar políticos o en fomentar el asesinato de opositores el que la vaya a adecentar.

La comunidad internacional ha apostado fuertemente por el apoyo a la creación primero y por la profesionalización después de la PNC. Nombrar a una persona con un pasado como el descrito no deja de ser un paso más hacia algo que ya se empieza a comentar: Dentro de su desarrollo de posguerra, El Salvador ha sido pionero en ir instalando en su estructura estatal instituciones con rango y estilo de primer mundo, pero también está siendo pionero en poner al frente de las mismas a personajes políticamente deleznables. La Procuraduría de los Derechos Humanos, la Corte de Cuentas y, si ahora resulta lo que se anuncia, la PNC, serían ejemplos más que evidentes.

Este tipo de acciones, que aquí se pueden llevar a cabo a causa de la debilidad de la sociedad civil y la miopía de la empresa privada, no pasan desapercibidas en los países que nos apoyan en nuestro caminar hacia el desarrollo. Con frecuencia los políticos de los países desarrollados, de un modo larvadamente imperialista, hacen la vista gorda ante nuestros errores porque nos consideran algo inferiores a ellos. Pero todo tiene un límite. ¿O acaso piensan nuestros políticos que el heredero del trono español dará con tranquilidad la mano a una persona implicada de algún modo en las acciones que desembocaron en el asesinato de ciudadanos españoles y en particular de los únicos salvadoreños que se hicieron póstumamente merecedores del premio Príncipe de Asturias? ¿O es que la OIE opina que los funcionarios de la Embajada Española tienen tanta empatía con la "Inteligencia" salvadoreña como para no informar de la situación a aquel a quien se deben?

Dicen que el Sr. Flores ha estudiado ciencias políticas. Ojalá que el estudio le sirva y que no tenga que aprender a base de cometer errores garrafales. Errores que, para variar, lo pagarían los pobres, las clases medias y la sociedad civil de El Salvador. O, en otras palabras, aquellos que por número y decencia debían ser la base sobre la que se construyera la democracia y el desarrollo en el país.

 

La ética presidencial

En su discurso de toma de posesión presidencial el Sr. Flores habló de ética política. Consideró que la ética política consistía en legar a las actuales generaciones un país mejor que el que nos legaron nuestros padres. Y hasta ahí todos de acuerdo. Sin embargo, para ello pide a la oposición que haga crítica con propuesta. Y añade que la crítica sin propuesta es inútil.

Aunque esta concepción de la política ya ha sido desenmascarada por Roberto Turcios, creo que merece la pena extenderse un poco más sobre ella. No toda crítica sin propuesta es mala. Al contrario, si un ministro o un funcionario actúa mal es necesario que el hecho se denuncie. Y a la hora de denunciar, el denunciante (crítico), no está obligado a proponer soluciones concretas. Yo puedo pedir que no se cometa una injusticia, aunque no sepa la solución del problema que la provoca.

En este contexto, por ejemplo, es totalmente válido hacer críticas como las que ya se han hecho al actual jefe de la PNC. Una persona que ha participado, directa o indirectamente, en campañas de prensa que incitan al asesinato, no debe ser funcionario público. La crítica es válida y el que critica no tiene la obligación de proponerle un jefe mejor de la policía al gobernante. El que tiene que construir frente a esa crítica es el gobernante, no el gobernado. Y es más, un gobernante que no escuchara este tipo de críticas, se convertiría inmediatamente en un gobernante autoritario y carente de ética política. Lo mismo si un gobernado se pregunta si el Sr. Sandoval tiene el título universitario que la ley de policía exige para el jefe de la PNC, o si expresa que los títulos (¿diplomas?) del Sr. Sandoval no son los que la ley exige. Aunque sea una crítica sin propuesta concreta, no por ello deja de ser válida. Porque no se puede comenzar a luchar contra las violaciones de la ley violando las mismas leyes. Seleccionar a otro jefe de la Policía es función del Presidente, y no del ciudadano, de modo que sería bastante ridículo pedirle una propuesta mejor al que critique al Sr. Sandoval.

La ampliación de la democracia pasa por escuchar todo tipo de crítica, y no sólo la que uno considere que tiene propuestas mejores que la propia. El autoritarismo político consiste en encerrarse en lo que uno considera mejor, sin atender a críticas y sin responderlas cuando se dan. Para ser un estudioso de la filosofía el ciudadano presidente no hace demasiado honor a la lógica ni a la ética, que, no lo olvidemos, son materias que estudian sistemáticamente los filósofos.

La crítica, además, consiste en ocasiones en hacerse preguntas. Y no faltarán ciudadanos que le pidan al presidente que se las haga. O incluso que se les responda. Por ejemplo ¿qué significa eso de "cuidar y sostener incólume" el "legado" de los ex presidentes Calderón y Cristiani? Ciertamente durante estas dos presidencias se hicieron cosas positivas. Pero también dejaron como legado una tradición de corrupción, de impunidad y de violación flagrante del Estado de Derecho en algunos campos y terrenos. ¿Quiere también el nuevo presidente mantener ese legado?

La ética política no se construye desoyendo al ciudadano o poniendo condiciones que establezcan cuándo la crítica es positiva y buena y cuándo es negativa y mala. Hasta ahora se había acostumbrado a afirmar que vivíamos en una débil democracia. Y con ello se justificaban los errores, dejadeces y violaciones del Estado de Derecho que con facilidad se pueden detectar. Ahora resulta que según el nuevo presidente estamos en una "ya firme democracia". ¿Serán la impunidad de los crímenes de guerra, el desorden e ilegalidad con el que se manejó el caso Finsepro-Insepro (en un Estado de Derecho desarrollado habrían sido destituidos tanto el Presidente del Banco Central como el de la República, una vez hubieran reconocido, como se hizo aquí, que se reunieron antes de que la justicia actuara con los infractores de la ley para advertirles que estaban "captando ilegalmente" el dinero del ciudadano) parte de la firme democracia?

En el discurso del ciudadano presidente hay evidentemente buenas intenciones e incluso palabras bonitas. Pero hay también, a nivel objetivo (no entro en la dimensión subjetiva), un tipo de afirmaciones que solamente se pueden catalogar como cínicas. Por ser un presidente novel podemos darle el privilegio de la duda y pensar que en realidad se trata más de ingenuidad que de cinismo. Pero si se mantiene haciendo oídos sordos a la crítica ciudadana, si mantiene en puestos de dirección a presuntos instigadores de asesinatos, como el Sr. Sandoval, si quiere imponer condiciones de validez a la crítica, en vez de escuchar con un poco más de humildad, incluso las críticas desafortunadas, no se podrá pensar sino que ha optado por un descarado autoritarismo. Y entonces, cada vez que hable de ética, estará, objetiva y subjetivamente, comportándose como un cínico. ¿Crítica ésta sin propuesta? No. La propuesta es que sea Ud. ético, Sr. Presidente.

 

 


 

 

Jubileo 2000

El amor de Jesús a los pobres

 

Gustavo Gutiérrez

 

Al inicio del ministerio de Jesús, Lucas pone en sus labios un mensaje que ha sido llamado "primera declaración mesiánica". En ella, en efecto, Jesús presenta las líneas maestras de su misión. Es particularmente significativo que dicho lanzamiento se haga retomando la perspectiva y la tradición del Jubileo. Esto tiene lugar, en concreto, al hacer suyo Jesús un texto de Isaías que es una versión profética de las exigencias del Jubileo. El pasaje nos es familiar. Jesús entra en la sinagoga de Nazaret y es invitado a leer el texto de Isaías que le es entregado:

El Espíritu del Señor sobre mí, porque

me he ungido.

Me ha enviado a anunciar a los pobres la

Buena Nueva:

a proclamar la liberación a los cautivos

y la vista a los ciegos,

para dar libertad a los oprimidos

y proclamar un año de gracia del señor

(4, 18-19).

Termina la lectura, Jesús hace una afirmación preñada de consecuencias: "Esta Escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy" ( v. 21). Su presencia y su obra son la realización de la promesa profética. Promesa que, como lo hemos recordado, trae con ella todo el contenido del Jubileo. Eso es lo que se cumple "hoy". Analicemos brevemente el texto tomado de Is 61, 1-2 y de una línea de Is 58, 6.

Es una buena nueva para los pobres. El aserto explicita lo que está comprendido en la celebración jubilar. Perdonar las deudas, liberar a los siervos y recuperar la propiedad de la tierra, favorece ciertamente a los más pobres del país. La pobreza, la cautividad, la opresión son expresiones de muerte. El anuncio de Jesús, ungido como el Mesías por la fuerza del Espíritu, la hará retroceder, introduciendo un principio de vida que debe llevar la historia a su plenitud. El anuncio del Evangelio a los pobres es la idea clave del texto.

A los pobres se les comunica la liberación. Cautivos, ciegos, oprimidos son profundizaciones de la condición de pobreza. En todos estos casos estamos ante una proclamación de la libertad. Efectivamente, ése es también el sentido de la frase: "la vista a los ciegos". Si nos referimos al texto original, en hebreo, de Isaías, encontramos que allí se habla de los "condenados" a prisión, a quienes al salir de obscuras mazmorras se les "abren los ojos". En la versión griega citada por Lucas se usa por eso la imagen "ciegos", puesto que la falta de luz les impide ver, aunque puedan tener bien el órgano de la vista. De otro lado, reforzando la idea de liberación, cuando el texto de Isaías dice "a vendar los corazones rotos", Lucas lo reemplaza por la libertad de los oprimidos siguiendo a Is 58, 6. Es claro que la liberación es un elemento central de la Buena Nueva que anuncia Jesús.

El texto nos habla luego de "proclamar un año de gracia del Señor". El sentido es el de un año favorable, aceptable, agradable a Dios. En Isaías es un término mesiánico, recoge la idea del tiempo especialmente dedicado a Dios de que nos hablaba el Levítico. Estamos ante el año jubilar que motiva estas reflexiones.

Un texto de Juan Pablo II resume bien lo que hemos recordado en este párrafo: "El Jubileo, año de gracia del Señor", es una característica de la actividad de Jesús y no sólo la definición cronológica de un cierto aniversario. Las palabras y las obras de Jesús constituyen de este modo el cumplimiento de toda la tradición de los jubileos del Antiguo Testamento". Juan Pablo II nos invita, pues, en su carta, a leer la misión de Cristo presentada en el texto de Lucas a la luz del mensaje y la tradición de los jubileos. Ello, a la vez que renueva la comprensión de los años santos, nos da una visión amplia y a la vez muy concreta de la tarea que la Iglesia debe cumplir ante los retos actuales.

 

Amor, gratuidad y exigencia

Profundicemos lo que llevamos dicho apelando a otros textos bíblicos que, si bien no tratan directamente del Jubileo, nos ayudarán a iluminar algunos de sus temas. Todos tenemos muy presente la parábola sobre el Reino con la que Mateo termina el capítulo 18, dedicado a la vida en comunidad, en Iglesia. Ella se encuentra sólo en este evangelio y subraya uno de sus temas capitales: la gratuidad del amor de Dios. Nos referimos a aquella que es llamada la parábola del siervo sin entrañas (18, 23-35).

El relato tiene netamente dos partes. La primera trata de una deuda que alcanza la fabulosa suma de 10.000 talentos. La cifra busca hacernos comprender que nos encontramos ante algo realmente impagable (más o menos como la deuda externa de los países pobres hoy...). Cuando el servidor, que no pide la condonación de lo debido y sólo solicita un plazo, promete que lo devolverá todo, es obvio que no podrá hacerlo. El perdón del rey no se basa, en consecuencia, en la factibilidad de la promesa, sino en la compasión (desde las entrañas, dice literalmente el texto) que experimenta ante la angustia del criado y el pedido de no impacientarse con él. Le concede más de lo que pidió. El fundamento de esta iniciativa de perdón parte de su libre voluntad, de la gratuidad de sus sentimientos. Gratuidad subrayada por la imposibilidad objetiva de cancelar la deuda, debido a la enormidad de la suma en cuestión.

Al generoso compartimiento del rey se opone la mezquindad y la dureza del servidor perdonado para con un compañero de trabajo. Esta vez se trata de una cantidad irrisoria comparada con la anterior. El contraste es intencional y aleccionador. En este caso la aplicación de una justicia sin contemplaciones resulta en el encarcelamiento del deudor. En esta ocasión, la devolución era perfectamente posible, pero el pedido de tiempo para poder pagar la deuda no fue escuchado. El que había sido deudor se presenta ahora como un implacable acreedor.

La conclusión es evidente. Recogiendo una enseñanza frecuente en los evangelios se nos dice en ella que el servidor debía haberse conducido como el rey misericordioso. Ser perdonado supone saber perdonar, con la misma gratuidad. Eso es lo que se exige al creyente en un Dios de bondad. De un amor que no se basa, en última instancia, en los méritos de las personas que lo reciben sino en el amor gratuito de Dios.

 

Solidaridad en el compartir

No hay nada más exigente que la gratuidad. Nos lo dice claramente el texto que acabamos de recordar. Esta exigencia lleva a la solidaridad con el hermano y al compartir con el necesitado. Veamos al respecto un pasaje evangélico que conocemos bien. Se trata de aquel que llamamos la multiplicación de los panes. Es el único milagro de Jesús que está presente en los cuatro evangelios. Tomemos la versión de Juan 6, 1-15. El texto trae varias enseñanzas. Subrayemos una que se halla en fecunda relación con nuestro tema.

"Hambre de Dios sí, hambre de pan no", nos dijo Juan Pablo II hace más de diez años en Villa El Salvador y esa frase ha marcado nuestras memorias y nuestros corazones. El texto evangélico puede ser comprendido en esa perspectiva. La muchedumbre ha seguido a Jesús y se ha alimentado con su palabra. El Señor ve a la gente y se preocupa por el hambre que deben sentir. Felipe, tal vez con un exceso de sentido común, responde a esa inquietud diciendo que no tienen dinero para comprar pan para esas personas. Otro discípulo, Andrés, observa con cierta timidez que un muchacho tiene cinco panes y dos peces, algo absolutamente insuficiente.

Pero Jesús enseña que debemos aprender a dar de nuestra pobreza, le pide a los discípulos que hagan recostarse a la gente en la hierba, eran como cinco mil. Hacer que se recuesten (tres veces se dice que lo hicieron) es tratarlos como seres libres y con dignidad: no como siervos, obligados a tomar sus alimentos de pie y con premura para estar a disposición del amo. El Señor toma los pocos panes, da gracias y los reparte. No se dice que los multiplica, el hecho es que alcanza para todos. El amor que anima el gesto no tiene límites. La multitud queda satisfecha.

No sólo todos comieron, sobró. El amor es siempre abundante. Se llenaron doce canastas. La cifra es significativa, doce se refiere a las doce tribus de Israel, a los doce apóstoles, a todo el pueblo. Las doce canastas, plantadas en medio de la hierba, son un llamado a continuar el gesto de Jesús a lo largo de la historia.

Compartir el pan es expresión del amor de Dios. Compartir es palabra de vida. En estos tiempos en que aumenta el número de excluidos del actual orden económico, de aquellos que no tienen parte en su circuito y en sus eventuales beneficios, el magisterio de la Iglesia ha denunciado esta situación en varias oportunidades. La invitación a saber compartir nos debe conducir a construir una sociedad sin excluidos. A ello nos llama igualmente la perspectiva jubilar que hemos recordado.

 

 


 

 

1999. Año de Dios Padre (V)

6. Dios no quiere que sus hijos sufran

 

José María Castillo

 

En esta vida, como sabe todo el mundo, hay padres que son malas personas y hacen sufrir a sus hijos. Porque los tratan mal. Porque no les dan lo que necesitan, teniendo medios para dárselo. Porque los castigan o los abandonan. Por tantas cosas y por cosas tan desagradables que hasta da vergüenza decir lo que muchas veces pasa en la vida.

Esto supuesto, la pregunta que aquí nos hacemos es ésta: ¿se porta Dios así con sus hijos? O sea, ¿es Dios un padre que hace sufrir a los seres humanos?

Lo más seguro es que mucha gente se sentirá impresionada al leer estas preguntas. ¿Es que se puede poner en duda la bondad de Dios? ¿No es ya un enorme disparate el solo hecho de preguntarse si el Padre del cielo es tan malo como algunos de los malos padres que andan sueltos por este mundo? ¿No es incluso una blasfemia decir que Dios quiere que sus hijos sufran?

Desgraciadamente, por mucho disparate y por mucha blasfemia que todo eso pueda parecer, hay que hacerse muy en serio las preguntas que acabo de plantear. Porque es un hecho que a los cristianos se les enseña que Dios es un padre que quiere que sus hijos sufran. Y no hablamos aquí del infierno. Ni de la otra vida. Hablamos de lo que pasa en este mundo todos los días y a todas horas. Y hablamos de esto porque, mientras una persona tenga en su cabeza la idea de que a Dios le gusta el sufrimiento de sus hijos, es evidente que esa persona no puede entender que Dios es un buen padre. Por eso mucha gente piensa que Dios es Padre, pero no lo entiende. Ni puede entenderlo. Se comprende ahora lo importante que es hablar de este asunto. Y ponerlo en claro.

¿Por qué se dice que Dios quiere el sufrimiento humano? Porque en las enseñanzas de muchas religiones se dice que el "sacrificio" es el acto central de la religión, o sea el acto mediante el cual los seres humanos se acercan más y mejor a Dios. Y entonces, si eso es así, lo que en realidad dicen esas religiones es que la muerte de un ser vivo (eso es un "sacrificio") es lo que Dios quiere y lo que a Dios le gusta. En algunas religiones, se trata de la muerte de un animal, por ejemplo una vaca o un cordero. Pero ha habido religiones en que el "sacrificio" consistía en matar un ser humano. Y seguramente hay religiones que todavía hacen eso.

Entre los cristianos, todo esto se ha complicado mucho más. Porque el Nuevo Testamento interpreta la muerte de Jesús como un "sacrificio" (Ef 5, 2; 1Cor 10, 14–22; 11, 26) mediante el cual Dios salvó a la humanidad entera. Y eso da pie a que mucha gente piense que el Padre del cielo quiere la muerte de su Hijo. O sea, eso da pie para que muchos se imaginen que Dios quiere el sufrimiento y la muerte. De manera que sufrir y morir es el camino más derecho para llegar a Dios.

Todo esto es terrible. Pero todo este asunto se complicó todavía más cuando algunos escritores cristianos, desde tiempos muy antiguos (desde el siglo IV), se pusieron a decir que la muerte de Jesús fue la "satisfacción" que Dios necesitó para aplacar la ira que sentía contra los pecados que los seres humanos cometemos en este mundo. La verdad es que la Biblia no dice en ninguna parte que Dios necesitara esa "satisfacción". Ni esta teoría de la "satisfacción" es una verdad de fe que los cristianos tenemos que creer. Pero el hecho es que esto se le ha enseñado al pueblo cristiano. Y hay sacerdotes que lo siguen enseñando. ¿Por qué se dice semejante cosa?

La teoría de la "satisfacción" fue un invento que hicieron antiguamente los romanos. En realidad, de eso habla ampliamente el Derecho Romano. En el siglo XI hubo un escritor que se llamaba Anselmo de Canterbury. Y este autor fue el que mejor aplicó la teoría de la "satisfacción" a la muerte de Jesús. La idea del Derecho Romano, y también de Anselmo, es que el que ofende a alguien, no sólo tiene que dar una satisfacción por la ofensa cometida, sino que además la satisfacción tiene que ser proporcionada a la gravedad de la ofensa. Ahora bien, la gravedad se mide por la dignidad del ofendido. Pero como resulta que, en el caso del pecado, el ofendido es Dios y, además, Dios es de una dignidad infinita, entonces nos encontramos con que el pecado es una ofensa infinita. O sea, el pecado es tan grande como Dios. Pero, si eso es así, lo que ocurre es que una ofensa tan grande como Dios sólo puede ser debidamente "satisfecha" por una persona que tenga la misma categoría de Dios. Y esa persona, entre los seres humanos, sólo ha sido y sólo puede ser Jesús, que, como hombre, "satisface" por los hombres, y, como Dios ofrece la "satisfacción" infinita (tan grande como el mismo Dios).

La verdad es que, a primera vista, todo lo que acabo de decir parece una cosa que está bien pensada. Lo que pasa es que, si uno se pone a reflexionar despacio en toda esta cuestión, enseguida se da cuenta de que toda esta teoría desemboca inevitablemente en tres consecuencias, que son tres disparates monumentales.

Primer disparate: se pervierte la idea de Dios. Porque si efectivamente fue el Padre del cielo el que decidió que su Hijo tenía que morir y, además, decretó tal muerte porque necesitaba la sangre de su Hijo para aplacarse en su ira, en su furor contra la seres humanos, inevitablemente de ahí resulta un Dios que es un auténtico esperpento. Porque si eso fuera así, entonces es que Dios es un sanguinario. Pero no un sanguinario cualquiera, sino un ser tan malvado que necesita la sangre de su propio hijo para quedarse tranquilo y en paz. Eso da miedo pensarlo. Porque eso querría decir que Dios es peor que las peores fieras. Los tigres y los leones no consienten que se les toque a sus cachorros. ¿Y Dios va a necesitar que maten a su Hijo para quedarse a gusto? Yo no creo, ni puedo creer, en semejante Dios.

Segundo disparate: se pervierte el significado de la salvación. Porque si la salvación que predica el cristianismo es así, eso no tiene nada que ver con lo que enseña el Nuevo Testamento. En efecto, en los escritos del Nuevo Testamento se dice que Dios envió a su Hijo al mundo, no porque estaba irritado contra la humanidad, sino exactamente todo lo contrario: porque amaba de tal manera al mundo, que le entregó a sus propio Hijo (Jn 3, 16; 1Jn 4, 9; Rom 8, 31–32). Además, si entendemos así la salvación, semejante salvación viene a ser un "ajuste de cuentas" entre Dios y Dios, entre el Padre y el Hijo. Por tanto, la salvación sería una especie de drama divino, en el que nosotros no tendríamos nada que ver, y en el que sólo participaríamos mediante nuestra obediencia ciega y resignada. Y entonces la salvación consistiría en que Jesús, a fuerza de tanto sufrir y de su misma muerte, cambió a Dios y lo convirtió de irritado en bondadoso y misericordioso. Pero todo eso es el disparate más grande que se puede imaginar. Porque Jesús ni cambió a Dios, ni Dios necesitaba cambiar. Jesús nos salvó porque nos cambió a nosotros con el ejemplo de su vida, de su pasión y de su muerte. El Nuevo Testamento dice que Jesús nos salva "mediante nuestra fe" (Hech 15, 11; Rom 1, 16; 10, 10; 1Cor 1, 21; 15, 2; Fil 1, 27–28; 2Tim 3, 15; 1Pe 1, 9–10). San Pablo lo resume así: "Habéis sido salvados por la fe" (Ef 2, 8). Pero la fe es un acto y una manera de vivir que (con la gracia de Dios) ponemos nosotros y realizamos nosotros. Es decir, cada uno se salva en la medida, y sólo en la medida, en que se pone a vivir y actuar como vivió y actuó Jesús.

Tercer disparate: se pervierte la vida cristiana. Porque quien explica la muerte de Jesús diciendo que eso es lo que quería Dios, en realidad lo que está afirmando es que lo que más acerca a Dios es el sufrimiento, el dolor, todo lo que nos humilla y nos fastidia y todo lo que hace que la vida resulte desagradable. Y además está diciendo también que todo eso se tiene que soportar con resignación y hasta con alegría. Porque, por lo visto, lo que más nos hace sufrir a nosotros es lo que más le gusta a Dios. Eso –por más extraño que parezca– es lo que se le ha enseñado a los fieles. Aunque eso no se dijera con esas palabras. Pero la pura verdad es que el mensaje que la gente ha recibido, en no pocos sermones y bastantes catequesis, es toda esta serie de disparates.

La consecuencia, que se ha seguido de esta manera de hablar de Dios, es que a la gente se le ha enseñado que lo mejor que se puede hacer en esta vida, es tener resignación y aguantarse cuando nos vienen las cosas mal. Eso está bien dicho y es lo que hay que hacer cuando se trata de males que no se pueden remediar de ninguna manera. Por ejemplo, si me pongo enfermo con un cáncer o si llego a viejo y ya no tengo fuerzas para hacer lo que me gustaría, lo que tengo que hacer es saber soportar el sufrimiento y no amargarle la vida a los que están a mi lado. pero otra cosa muy distinta es cuando hablamos de males y desgracias que se pueden remediar, incluso que se deben evitar. Por ejemplo, en este mundo hay ricos y pobres. Y sabemos que los pobres sufren y lo pasan mal porque los ricos tienen más de lo que necesitan y acaparan lo que les pertenece a los pobres para vivir dignamente. Y entonces, lo peor que se puede hacer (y se hace muchas veces) es decirle a la gente que Dios le pide que soporte con resignación sus sufrimientos. Eso se le ha dicho a los pobres miles de veces. Y con eso, lo que se ha hecho es poner a Dios al servicio de los intereses de los ricos.

Estas cosas se predicaban antiguamente diciendo que "el orden y la virtud son dos palabras que indican la misma cosa". Eso es lo que predicaba en sus sermones el padre Crasset, en Francia en el siglo XVIII. Ahora bien, para que haya "orden" en la sociedad y, por lo tanto, para que haya "virtud", tiene que haber ricos y pobres. Porque si todos quisieran ser ricos, no habría para todos. Y además, para que haya "orden, es necesario que los pobres no pretendan ser ricos. En otras palabras, para que haya "orden" es indispensable que cada uno se quede donde está, el pobre como pobre y el rico como rico. Todo esto es lo que se le predicaba a la gente antiguamente. Por eso, un predicador famoso, el padre Bourdaloue, decía en sus sermones: "Fue necesario que hubiera diversas clases sociales y, ante todo, fue inevitable que hubiera pobres, a fin de que existieran en la sociedad humana obediencia y orden".

Estas cosas ya no se suelen decir ahora, por lo menos de esa manera tan brutal. Pero el hecho es que al pueblo se le sigue enseñando que Dios nos manda vivir en obediencia y orden, soportando con paciencia y resignación la suerte que a cada cual le ha tocado en la vida. Por ejemplo, a los pueblos del Tercer Mundo se les dice que, si queremos que la "economía de mercado" funcione bien, no hay más remedio que aceptar las "reglas de juego" que imponen los países ricos a los países pobres. En definitiva, seguimos con el mismo discurso de los predicadores antiguos, aunque se diga lo mismo que se decía antes, pero usando otras palabras.

Y todavía, una cuestión importante que es necesario aclarar: si Dios no quiere que sus hijos sufran, entonces ¿por qué hay terremotos y huracanes, enfermedades y desgracias, que tanto hacen sufrir a la gente? Esta pregunta se responde diciendo dos cosas: 1) La mayor parte de los sufrimientos se podrían evitar o, por lo menos, disminuir, si los que tienen el poder y el dinero tuvieran también voluntad de remediar esos males. Por ejemplo, un terremoto (de la misma intensidad) no causa las mismas desgracias y los mismos muertos en California que en Centro América. Otro ejemplo: si todo el dinero que se gasta en inventar y fabricar armamentos de guerra se gastara en inventar y fabricar medicinas, es seguro que ya se habría acabado con las enfermedades que causan más muertos. 2) En el mundo hay sufrimientos porque el mundo no es Dios. Esto quiere decir que sólo Dios es absolutamente perfecto y en El no cabe limitación alguna. El mundo es limitado, es imperfecto. Por eso en el mundo hay limitaciones o sea sufrimientos. Todo lo que es vida, en este mundo, enferma, envejece y termina muriendo. Eso les pasa a los árboles, a los animales y a las personas. Pero ¿no pudo Dios hacer el mundo de otra manera? Los sabios más sabios, que ha habido en la tierra, llevan muchos siglos haciéndose esta pregunta. Y nadie encuentra la respuesta que a todos nos deje tranquilos. Seguramente es que eso no tiene respuesta. Y, en cualquier caso, lo único que se puede decir con seguridad es que el sufrimiento no está para que lo expliquemos, sino para que lo remediemos o, por lo menos, para que lo hagamos más llevadero.

Y para terminar, una cuestión que a algunas personas les deja con cierta inquietud: ¿Quiso o no quiso Dios el sufrimiento y la muerte de Jesús? Hay que hacerse esta pregunta porque san Pablo dice que Dios "no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros" (Rom 8, 32). Y sabemos que Jesús, en la oración de Getsemaní dijo: "Padre, si quieres, aparta de mí este trago; sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22, 42). Entonces, ¿es que el Padre quería que Jesús sufriera? Cualquiera que lea los evangelios con atención, enseguida se da cuenta de una cosa que es fundamental: lo que Dios quería y quiere, no es que haya sufrimiento, sino que se remedie o se alivie el sufrimiento. Por eso, Jesús (que sabía esto muy bien) se puso a remediar el sufrimiento: curando a los enfermos (aunque fuera en sábado), dando de comer a los que tenían hambre, diciendo a los ricos que ellos no podían entrar en el reino de Dios, perdonando a los pecadores, acogiendo a la gente sencilla, etc., etc. Y como hizo todo eso, que molestaba mucho a los que tenían el poder y el dinero, por eso persiguieron a Jesús y terminaron matándolo. En ese sentido (y sólo en ese sentido) se puede decir que Dios quiso la muerte de Jesús.

La conclusión final es clara; Dios no quiere que sus hijos sufran. De manera que el único sufrimiento que Dios quiere es el que brota de la lucha contra el sufrimiento. Por eso el Nuevo Testamento cambia el significado del "sacrificio" que han predicado las religiones. La carta a los Hebreos termina diciendo: "No os olvidéis de la solidaridad y de hacer el bien, que esos sacrificios son los que agradan a Dios (Heb 13, 16).

 

 


 

 

A vueltas con "los pueblos crucificados"

Tragedia y esperanzas en nuestro mundo

 

Podrá decir alguno que somos obsoletos impenitentes o masoquistas sin remedio, y que por ello volvemos a hablar de "pueblos crucificados". Semejante acusación se ha escuchado estos días contra el rector de la UCA, el Padre José María Tojeira, por cuestionar nombramientos e ideas del nuevo presidente, en lugar de unirse al coro de los entusiastas que proclaman el triunfo de la democracia en nuestro país o, al menos, de los que piden el beneficio de la duda. Pero no se puede ocultar la realidad de los pueblos crucificados, y con ello sólo se consigue una mayor deshumanización. Y además, esos pueblos crucificados también traen luz y escandalosamente- también traen salvación. Por ello publicamos dos relatos de actualidad, uno de Nicaragua y otro del Zaire, y un testimonio de una religiosa que ha pasado varios años en Ruanda, Burundi y el Zaire. A algunos no les gustará leer estas cosas, pero quienes viven y luchan por una humanidad justa y humana, no simplemente globalizada y privatizada, encontrarán en ellos luz y ánimo.

Fernando Cardenal S.J. "La inseguridad de los pobres. Relato desde Nicaragua"

Hace unos días llegó a mi casa una vecina como a las 10 de la noche. Desesperada y ahogándose por las lágrimas, me pidió que la llevara al Hospital con su hijita Jessenia, de pocos meses de edad porque, según me dijo, se le moría. Por desgracia ya estaba muerta. Ya no se podía hacer nada por su vida. Fui después a la casa.

La mamá de la niña vive con su suegra. La casa consta de un solo cuarto y un corredor. En ella vive la abuela y sus cuatro hijos, dos de ellos con sus esposas y sus respectivos hijos, total, 14 personas. Algunos de los chavalos sacan cartones del cuarto y duermen en el corredor. El papá de Jessenia carga bultos en el mercado Roberto Huembes, y el otro hijo casado, lisiado de guerra, cuida carros en el Oriental. En el corredor de la casa hay tres pupitres destartalados para sentarse, pero no existe ni una mesa para poner el cadáver de la tiernita durante la vela. La abuela la tuvo cargada en sus brazos deshecha en llanto. Nadie en el barrio se dio cuenta de nada. Algunas de las calles son muy oscuras y así nos fuimos a buscar un carpintero que nos quisiera hacer un pequeño ataúd para la niña. Cada paso en la vida de los pobres es difícil. Había también que encontrar dónde enterrarla y cómo.

Ningún vecino se dio cuenta de la muerte. Ya todos estaban dormidos. Todo en el barrio era tranquilidad. Se sentía así más profunda la soledad y abandono de esta familia. Ante la niñita muerta me hice muchas reflexiones sobre la forma en que viven los pobladores del barrio. La muerte es el final de un proceso que comienza con el desempleo, y con esto, mala alimentación, desnutrición; luego enfermedad junto con carencia de medicinas y después, si no se hace algo eficaz en la dirección contraria, la muerte. Es el final lógico.

Esa noche me parecía que esta niña muerta era como un símbolo de la orfandad y abandono en que viven los pobres en los barrios marginados de Managua. Según la última encuesta de CID GALLUP sólo el 7 % de los entrevistados estaba cubierto por el Seguro Social. Por otro lado sabemos que el 47% de los nicaragüenses están en el desempleo o subempleo, o sea, sin ningún seguro. Igual están las empleadas domésticas, campesinos, jornaleros, artesanos y tantos otros. Pero, aún los asegurados, no tienen todos los servicios cubiertos, y, además, sólo las medicinas más corrientes las paga el Seguro Social.

Esa noche junto a la familia de la Jessenia pensé que lo más grave de todo lo que sufren los pobres es la inseguridad. No tienen seguridad de si podrán conseguirle alimento para sus hijos al día siguiente, ni medicinas si se enferman. Inseguridad ante los robos y la delincuencia. Muchos de ellos no tienen muy en regla los títulos de sus terrenitos, o no los tienen del todo. Inseguridad de poder pagar mes a mes el agua, la luz. Cada comienzo de semestre escolar trae la angustia de no saber cómo conseguir todo lo que se necesita para poner a los hijos de nuevo a estudiar. Inseguridad ante el comienzo del invierno pues no saben cómo podrán conseguir zinc para cambiar el techo que deja pasar toda el agua y también cemento para componer la parte inferior de la casa que no impide que se les inunde cada vez que llueve. Ante los grandes problemas de sus vidas están solos, indefensos, desamparados, inseguros.

Pensando en la inseguridad, me parecía que una de las pocas seguridades que tienen es la de saber que nunca mejorarán sustancialmente el nivel de vida que están llevando ahora, saben que no tienen estudios y que es dificilísimo conseguir empleo. Las únicas cosas que ven cambiar de verdad son los precios de la canasta básica y de los servicios públicos. Esto lleva en algunos casos a la desesperación. Una vecina bastante joven todavía, sin trabajo y con un marido con trabajos sólo ocasionales, ella con casi permanente dolor en el cerebro, con gastritis y con la dentadura destruida, me decía hace algunos días que ella no ve esperanza de cambio para su vida por ningún lado: "Estoy cansada de luchar, estoy cansada de vivir", me decía entristecida.

Esta inseguridad se siente también a nivel político. Más del 80% de los nicaragüenses declaran no creer en los partidos políticos. Tantas veces los políticos les han hecho maravillosas promesas de resolverles sus problemas, que ya no esperan nada de ellos, han ido aprendiendo que todas esas promesas son falsas y que esa historia termina siempre en la frustración. Se sienten permanentemente engañados por los políticos.

Estoy convencido de que es importante para todos nosotros hacer conciencia de que existe este otro mundo de los barrios marginados. Yo me lo imagino como un mar inmenso de sufrimiento, angustia, dolor, hambre, tristeza. No podemos ir por la vida ingenuamente, superficialmente, ignorando la existencia de esta otra Nicaragua.

Hay, sin embargo, algunos hechos que sostienen las vidas de los pobres. La sobrevivencia de los desempleados no se entiende sino por la solidaridad de los familiares y vecinos. El bocado de comida se comparte con el que no tiene ni eso. Se dan casos de familias que no tienen trabajo y que sin embargo aceptan generosamente en su casa a otra familia que ha sido desalojada y han quedado en la calle. Entre ellos sigue existiendo esa bella virtud, la solidaridad, que a otros niveles en Nicaragua ha ido desapareciendo, pulverizada como por una gigantesca ola: el individualismo. A pesar de su abandono, los más pobres nos dan un gran ejemplo a todos de compasión, generosidad, apoyo mutuo, y en definitiva: amor.

 

Declaración de Mons. Kataliko Emmanuel, arzobispo de Bukavu

Estos días hemos recibido un mensaje del arzobispo de Bukavu en el que se hace una enérgica denuncia de las situaciones de quebranto a los Derechos Humanos que se está produciendo en la Región de los Grandes Lagos, Africa Central. El mensaje del Arzobispo no es cualquier cosa. Sabe que, con su publicación, se juega la vida y que puede perderla fácilmente, como le pasó a Mons Christophe Munzihirwa. A pesar de ello denuncia con claridad, pero sin encono, algunas de estas situaciones. He aquí el texto.

 

Solidaridad de la Iglesia de Bukavu con la de Ruanda con ocasión de la detención de Monseñor Misago Augustin

El pueblo de Dios, que está en Bukavu, ha sabido con consternación la detención de Monseñor Misago Augustin, obispo de Gikongoro. Esto produce consternación porque esa manera de tratar a la Iglesia constituye una nueva práctica que está a punto de nacer y extenderse en nuestra región. Cuatro obispos ruandeses y burundeses, así como numerosos eclesiásticos, ya han sido asesinados; nuestro predecesor, el arzobispo Munzihirwa Christophe, varios sacerdotes, religios y religiosas de Bukavu, de Uvira y de Goma han sido fríamente asesinados; el último ha sido el padre Juakali Paul, sacado de un grupo de cinco personas y ejecutado en solitario. Fue en la diócesis de Goma.

También han sido asesinados jueces: uno en Uvira, tres en Goma y uno en Kinshasa. Ante esta violencia criminal organizada, no ha habido ninguna persecución ni detención de los asesinos; y lo mismo pasa con el resto de las masacres de masas populares.

Nosotros tenemos la sensación de que, más allá de los hechos aislados, se adjudiquen a unos o a otros, con razón o sin ella, hay una estrategia que trata de destruir todo lo que es considerado por el pueblo como sagrado. Una vez destruido ese núcleo alrededor del cual se construye la cohesión y la identidad comunitaria de los pueblos, será más fácil someter a las poblaciones que se habrán quedado sin defensa y sin orientación, al arbitrio de una ideología y de un sistema totalitario que quiere imponerse a cualquier precio.

En este contexto, la Iglesia Católica se convierte en objetivo privilegiado de un poder que quisiera hacer tabla rasa de los valores cristianos y tradicionales. Su mecanismo consiste en desestructurar a un pueblo atacándole en las raíces de su identidad para someterle mejor.

"Cuando la casa del vecino se quema hay que darse prisa en detener el incendio y mirar alrededor de sí", dice un proverbio africano. Hoy, es la Iglesia Católica de Ruanda la que está amenazada. Por ello la Iglesia de Bukavu une su voz a la de Ruanda, Burundi, Mozambique, Francia y la de la Santa Sede para expresar su solidaridad con la Iglesia hermana de Ruanda. Ella invita a las demás Iglesias hermanas, a las organizaciones de defensa de los derechos del hombre, a la comunidad internacional y a todos los hombres de buena voluntad, a observar con atención lo que pasa en la región de los Grandes Lagos.

Reina del cielo, intercede por nosotros para que tengamos paz en la verdad.

Bukavu, 8 de mayo de 1999

 

Teresa Florensa: "El refugiado sabe que no cuenta para nadie"

Hace tres años que Teresa Florensa, religiosa de la Congregación de la Sagrada Familia, trabaja en el Servicio Jesuita para los Refugiados (SJR), en la región de los Grandes Lagos. Primero estuvo en Bukavu, en la provincia congoleña de Kivu, después pasó una temporada colaborando con Cáritas Española en Ruanda, y desde hace unos meses, realiza su labor en los campos de desplazados de Burundi, donde hay más de 600.000 personas. Ha conocido tres países diferentes, pero con un denominador común: el sufrimiento de miles de personas que han debido abandonar sus casas y sus tierras huyendo de la sinrazón de la violencia.

Por la experiencia acumulada en este tiempo de trabajo con refugiados y desplazados nos dice:

Estos seres humanos siguen siendo el deshecho de la humanidad. Son millones de personas que sobran en nuestro mundo. Nadie sabe qué hacer con ellos, y son conscientes de que no cuentan para nadie. Llevan pegada a su piel toda una historia de sufrimiento, humillación, terror, hambre y muerte. Están heridos en su dignidad, porque dependen por completo de lo que otros pueblos puedan ofrecerles.

Sin embargo, Teresa considera un privilegio compartir algo de la vida de estas gentes. Eso le ha llevado "a un recorrido interior que me ha hecho descubrir mejor mis propios límites y, al mismo tiempo, la riqueza que encierra este servicio, por todo lo que me han aportado los desplazados y por lo que supone vivir en un país empobrecido y en guerra". Ahora, el SJR tiene en marcha dos campos de refugiados congoleños en Ruanda, mientras que en Burundi atiende dos proyectos sanitarios en el interior del país y otros dos de desplazados urbanos en las afueras de Bujumbura, la capital.

A Teresa no le importa reconocer que, a veces, ante las dificultades, de todo tipo, se piensa en arrojar la toalla.

Pero luego miras a tu alrededor y te encuentras con un pueblo que vive constantemente inmerso en estas condiciones y que, pese a todo, continúa luchando, con una paciencia infinita, comenzando sin cesar. Entonces, nuestra eficacia europea se rompe en mil pedazos, y aprendes a dar un pasito tras otro, disfrutando de lo poco que se consigue, admirando a este pueblo que vive con el miedo metido en el cuerpo, sin saber qué va a pasar mañana, pero que sabe acoger con una sonrisa y ocultar su propio miedo.

Muchos de los desplazados llevan viviendo años en esta situación, que les ha llevado a acostumbrarse a depender de la ayuda exterior, quizá porque los occidentales así se lo han enseñado. Según Teresa

el problema surge cuando se pretende ayudarles a ayudarse. Esto les descoloca y crea una especie de tira y afloja por las dos partes. Comprender esta actitud no es fácil, pues hay momentos en que te parece que se están aprovechando y, en otros, la miseria en la que viven es tan grande que estarías dispuesta a darles todo lo que piden. El diálogo y el verdadero amor son los caminos para que todas estas personas vayan recuperando su verdadera cultura y dignidad.

Otra experiencia que le ha enriquecido personalmente ha sido vivir en una comunidad mixta con laicos, con personas de otras nacionalidades, de edades muy diferentes.

Mezclar monjas mayores con laicos jóvenes puede ser algo explosivo —y a veces explota—. Pero es sano, positivo y enriquecedor. Estamos unidos por una misión común y, en ella, cada uno aporta lo que es, y la vida misma va planteando dejar de lado pequeñas manías para poner en común y acoger lo mejor de cada uno.

Finalmente Teresa resume en pocas frases su labor con desplazados y refugiados.

Este trabajo es una invitación a confiar en el ser humano, en su capacidad de superarse aún en las peores condiciones; es colaborar con un grupo de personas para que puedan recuperar su dignidad; es aprender día a día a respetar otra cultura, otra forma de ver y de vivir la vida, dando todo su valor al presente.

(El relato de Teresa Florensa está tomado de Vida Nueva, mayo 1999).

 

 


 

 

Palabras de interpelación a la Iglesia

 

"Desde la Iglesia yo veo también grandes deficiencias de nuestro cristianismo, que nos ha definido hoy Medellín: supersticiones, tradicionalismos, escándalos de la verdad que la Iglesia predica. Y Cuando se tiene dinero, hasta se publican esos escándalos como si se tratara de defender verdaderos valores. No se dan cuenta que están defendiendo lo indefendible: la mentira, la falsedad, un tradicionalismo sin vida y, mucho peor, unos intereses económicos a los cuales lamentablemente la iglesia sirvió, pero que fue pecado de la Iglesia, engañando y no diciendo la verdad, cuando había que decirla". (Mons. Romero, 31.12.1978)

"Esta Iglesia, carne de Cristo en la historia, necesita redención en todos los tiempos. Y en 1978, obispos, sacerdotes y fieles, todos necesitamos redención. Somos carne putrefacta, somos carne frágil, somos carne de Cristo en la historia. Nadie puede decir que puede tirar la primera piedra, cuando todos somos pecadores. Por eso decíamos que si la iglesia tiene la valentía de denunciar los pecados del mundo, no es porque ella se crea impoluta, sino porque ‘el que denuncia está también dispuesto a ser denunciado’, y tiene la obligación de convertirse y de corregirse para Dios, como nos va a decir hoy San Pablo". (Mons. Romero, 17.12.1978).

 

Los diez leprosos

Eran diez leprosos. Era

esa infinita legión

que sobrevive a la vera

de nuestra desatención.

Te esperan y nos espera

en ellos Tu compasión.

Hecha la cuenta sincera,

¿cuántos somos?, ¿cuántos son?

Leproso Tú y compañía,

carta de ciudadanía

nunca os acaban de dar.

¿Qué Francisco aún os besa?

¿Qué Clara os sienta a la mesa?

¿Qué Iglesia os hace de hogar?

Pedro Casaldáliga