Carta a las Iglesias AÑO XIX, Nº 425, 1–15 de mayo, 1999

 

"Una Iglesia con aliento".

Dos ejemplos: Gerardi y Brasil

 

Una Iglesia con aliento, no descafeinada –continuamos con el tema del editorial anterior–, es una Iglesia que cree en Dios, pero no en cualquier Dios, sino en el de Jesús. Y ese Dios es "el que ama y defiende a los pobres por el mero hecho de serlo". No hay aquí nada de la denostada teología de la liberación ni, mucho menos, de marxismo. No hay más que Antiguo Testamento: "Padre de huérfanos y viudas es Dios". No hay más que Nuevo Testamento: "Dichosos ustedes, pobres, que pasan hambre y lloran. De ustedes es el reino de Dios". Y no hay más que ortodoxia de la Iglesia latinoamericana en Medellín (1968), Puebla (1979), y Santo domingo (1992): "Independientemente de su condición personal y moral, por el mero hecho de ser pobres, Dios los defiende y los ama". Una Iglesia con aliento es, pues, una Iglesia de los pobres, una Iglesia que defiende y ama a los pobres. Lo que ocurre es que ninguna de estas dos cosas –amar y defender– son fáciles de llevarlas a la práctica. Veámoslo.

1. La Iglesia no debe estar alejada de los pobres por supuesto, pero tampoco basta con ayudarlos, porque amarlos es otra cosa. Amarlos es que los pobres entren en el corazón de la Iglesia, se sientan en ella como en casa, experimenten acogida y ternura. Que la Iglesia haga de ellos prioridad y se alegre de tenerlos por amigos –no a los personajes de este mundo–, que los pobres vean a la Iglesia como madre –ahora que estamos en el año de Dios Padre– eso muestra si hay Iglesia con aliento o sólo a medias.

2. Lo Iglesia no debe estar contra los pobres, por supuesto, pero tampoco basta con apoyarlos, sino que hay que defenderlos. Es decir, no basta con la ética –lo cual no es poco en este mundo inmoral e injusto en que vivimos–, sino que hay que avanzar a la profecía. Hay que defender a la víctima, pero también hay que desenmascarar al verdugo, aunque esto no esté de moda. Hay recordar a los centenares de millones de excluidos, pero si la Iglesia no analiza y denuncia sus causas y sus responsables, si cooperara a que para éstos haya un estado de amnistía permanente, sean cuales fueren las barbaridades que cometan, entonces sólo hay Iglesia a medias.

3. La Iglesia no debe desentenderse de los problemas del mundo, por supuesto, pero tampoco basta con entrar en debate, sino en conflicto. La idea, de nuevo, no está de moda, pero qué Iglesia verdadera puede haber, qué Iglesia de los pobres, qué Iglesia con aliento, si el conflicto en el que están los pobres de este mundo –en forma de hambre, desempleo, desprecio, indignidad– no le salpica a ella. Morir en la cruz a manos de los paganos, como Jesús, no es una idea agradable, (aunque a veces la Iglesia mencione palabras como "la gracia del martirio"), pero sin algo de eso, alguna vez, de alguna forma, no hay Iglesia con aliento.

Estos son graves peligros de la Iglesia de nuestro tiempo. Pasados los años de Medellín, con sus riesgos y sufrimientos, pero también con su gozo y esperanza, se ha deslizado por la pendiente de lo no conflictivo, por la pendiente de las palabras correctas –pronunciadas y escritas hasta la saciedad–, pero muchas veces sin obras que correspondan. De vez en cuando, sin embargo, volvemos a encontrar una Iglesia con aliento. Dos ejemplos.

Monseñor Gerardi fue un defensor de los indígenas, de los pobres, y lo fue no a la manera fácil y como para salir del paso, sino con seriedad. Amó a los pobres, y éstos le han llorado en su aniversario, como en aquel 30 de marzo de 1980 en San Salvador lloraron a otro grande de sus defensores: Monseñor Romero. Y por cierto, también como en aquel 30 de marzo, tampoco ahora se hizo presente el gobierno de Guatemala para honrar a quien probablemente es ya uno de los más ilustres guatemaltecos. Sí estuvieron presentes, entre cien mil personas, obispos de muchas partes. Y aunque sea obvio, es de agradecer la presencia de obispos salvadoreños, encabezados por Mons. Sáenz Lacalle, quien recordó a Monseñor Romero y recalcó que "la sangre derramada de nuestros hermanos obispos ha sido y es también una experiencia de la Iglesia que peregrina en El Salvador".

Y Mons. Gerardi no sólo amó a los pobres, sino que también los defendió de los lobos rapaces que siempre los acechan, entró en conflicto con ellos y acabó con la cabeza destrozada. Su labor fue ética, pero no sólo ética, sino también profética, y por eso con él los victimarios de pobres e indígenas de Guatemala no pudieron llegar a debates o componendas.

"Recuerda Israel", decía el pueblo de Dios. "Recuerda Guatemala", dijo Gerardi. "Hagan esto en conmemoración mía", dijo Jesús. Y eso lo hizo Monseñor Gerardi: seguir hasta el final, hasta partir el cuerpo y derramar la sangre –de Cristo y la suya. Como Jesús, es un mártir. Y un mártir importante –subjetivamente todos lo son– porque desenmascara el pecado estructural de Guatemala (bien apoyada, cuando fue necesario, por los militares del área centroamericana, por la CIA, el Pentágono y la Casa Blanca). Mártires como Gerardi, Romero, Martin Luther King manifiestan que ha habido y sigue habiendo pecado estructural. Pero se convierten también en símbolos, cada vez más inocultables, de que se puede vivir de otra manera, de que se puede amar y no despreciar al indígena, devolverle su memoria y no robársela.

Y una cosa más. En vida, fue inevitable la confrontación de Mons. Gerardi con los poderes de este mundo, en el Quiché hace años y en la arquidiócesis después. Ahora en muerte continúa la confrontación, sorda, a veces elegante, a veces hipócrita entre la Iglesia y el gobierno a causa de la investigación. Algo real e importante tocó Mons. Gerardi, cuando tal ha sido la confrontación. ¡Bendita confrontación!, digamos, si sirve para despertar, para que entre el bien y el mal no sólo haya diálogo y buenos modos, para que la Iglesia recobre aliento.

También en estos días los obispos de Brasil han dado muestras de ello. Les viene de lejos, de don Helder Camara, quien en el concilio Vaticano II decía que el mayor problema de la Iglesia de América Latina no era la escasez de sacerdotes –como se lamentaban muchos–, sino el hambre de los campesinos; de don Candido Padín, de Fragoso y Casaldáliga. Pues bien, esta Iglesia –y su jerarquía– sigue viva y con aliento, a pesar de que también en Brasil se ha querido propiciar una Iglesia más tranquila.

La ocasión ha sido la XXXVII Asamblea de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), celebrada entre el 13 y el 20 de abril. En ella los obispos discutieron un documento de 35 páginas titulado Análisis de Coyuntura, y en él afirman que el presidente del país "ha perdido la credibilidad y el contacto con el pueblo". Se sienten en la obligación de apuntar a las sombras que el gobierno esconde, y así afirma "que nunca fueron tan altas las tasas de desempleo, que la producción industrial es la peor en siete años, que la inflación ha vuelto a oscilar, que la violencia aumenta y reaparecen los saqueos". El secretario, Francisco Whitaker, añade que "el futuro del país se presenta sombrío y todos los brasileños sienten que están cayendo por un abismo". Por su parte, el obispo auxiliar de Sao Paulo, Antonio Celso Queiroz, dijo que "si la CNBB calla, traiciona al evangelio". Y cuando le recordaron que los obispos no son expertos en economía respondió que "tampoco son bobos y mucho menos ciegos".

El presidente Cardoso, que estaba en Europa, contestó –irritado– que la Iglesia no debía opinar sobre economía, así como él no opina sobre dogmas. Pero la CNBB no se achicó y ha continuado hablando sobre la situación del Brasil. Mons. Mauro Morelli, obispo de Caixas, respondió al presidente: "El gobierno trata la economía como dogma. La Iglesia está formada por gente y la economía nos compete a todos. La Iglesia tiene derecho a opinar. Pedir que no hablemos de economía es pedir que vayamos a la estratosfera, donde están viviendo muchos de ellos, los políticos". Ejemplo no sólo de ética, sino de profecía.

Polémicas como ésta era antes más frecuentes (en Brasil, Perú, El Salvador...). Hoy escasean, pero muestran algo importante: existe todavía una Iglesia que quiere ser defensora de los pobres y que por ello entra en conflicto y confrontación –los de ahora son pequeños comparados con los de hace 20 años– con los gobiernos y los poderes de este mundo. De nuevo, ¡bendita aconfrontación! Quiere decir que no estamos en sueño letárgico dormidos, como dijo Montesinos en 1511.

 

 


 

 

"El Directo": tragedia, hipocresía y sensacionalismo de los medios

 

"El Directo" es el apodo de Gustavo Adolfo Parada Morales, joven de unos 17 años. Acusado de haber cometido más de una docena de asesinatos, fue capturado y enviado a un correccional de menores. A los pocos días escapó del correccional y juró vengarse de quienes facilitaron su captura. En San Miguel mucha gente quedó aterrada al andar suelto el joven delincuente. Y como la ley no permite publicar fotos de delincuentes menores de 18 años el miedo llegó a tanto que algunos huyeron de la ciudad. Entonces la prensa publicó fotos del "Directo". Hasta aquí una historia triste y macabra, pero que ha ido sacando a luz graves males en el país.

El hecho de que un delincuente juvenil de alta peligrosidad se fugue de su centro de rehabilitación es grave y amerita cobertura periodística, pero la manera en la que el caso ha sido tratado no ha sido la más adecuada. Desde el inicio, la polémica empezó a girar alrededor del aspecto legal. La mayor parte de los comentaristas y redactores están de acuerdo en que la Ley del Menor Infractor es demasiado blanda y, por consiguiente, está poco ajustada a la realidad de una sociedad en donde los menores infringen continuamente la ley.

Amparados en ello, prensa, radio y televisión se dieron a la tarea de publicar la mayor cantidad posible de fotos del imputado y de crear un aspaviento pocas veces visto antes. Como consecuencia, la controversia se centra ahora en el interés de los jueces que atienden el caso en demandar a los medios, pues éstos, al hacer público el rostro de "el Directo", habrían violado la ley. Los medios, a su vez, han puesto el grito en el cielo argumentando que, ante los peligros que corre la ciudadanía con jóvenes asesinos como éste, no tiene sentido que la Ley garantice la intimidad personal del menor.

La cuestión es compleja, pero algunas cosas son muy claras. La primera es si a los medios interesa realmente el bienestar de la ciudadanía cuando durante los crudos años de la década pasada, asesinos y torturadores hacían de las suyas a lo largo y ancho del territorio salvadoreño sin que ninguno de los medios de comunicación se pronunciara al respecto. "Eran otros tiempos", dirán algunos, tiempos que justificarían el que los mismos directores de cadenas de radio, prensa y televisión que ahora proclaman a los cuatro vientos el derecho de la ciudadanía a estar informada, callaran deliberadamente los nombres de los responsables de horrendas masacres, el paradero de los niños desaparecidos y todo tipo de violaciones sistemáticas a los derechos humanos.

En segundo lugar, también queda claro la irresponsabilidad o amarillismo de los mass media cuando, sin ningún escrúpulo, publican a diario imágenes de niños maltratados completamente desnudos o preguntan a una mujer que acaba de ser víctima de una violación cosas tan absurdas como "¿cómo se siente?". De igual manera, resulta dudosa la preocupación de los medios por el bien común cuando a crímenes tan condenables como los que se le atribuyen a "el Directo" no se le da la misma cobertura, cuando personalidades influyentes se hallan involucradas en ellos. Si los rotativos y demás medios de difusión están tan interesados en defender los derechos de la población, ¿por qué unos delincuentes parecen tener para ellos más relevancia que otros?

La respuesta es sencilla: sensacionalismo. Identificar el rostro del joven delincuente para tomar precauciones y contribuir a su captura es argumento válido y sostenible en una situación límite, pero para ello hubiera bastado una foto de tamaño regular o una exposición de algunos segundos en televisión. No era necesario llenar las primeras páginas de los diarios con fotografías desde todos los ángulos posibles durante tres días. Por otra parte, que la fuga de "el Directo" y los crímenes que se le atribuyen causen espanto es lógico. Pero es igual o más alarmante que una persona tan joven haya cometido diecisiete asesinatos y que, además, la probabilidad de que sus delitos queden impunes sea tan grande.

¿No sería más propio de quienes dicen estar interesados por el bienestar de los salvadoreños indagar sobre las motivaciones de los delincuentes juveniles, realizar investigaciones que permitan ir vislumbrando modos de prevenir y enfrentar este tipo de casos, más que dedicarse a explotar el morbo de la audiencia con el único fin de no quedarse atrás en la competencia entre los medios?

No es satanizando a un delincuente como los medios de comunicación van a contribuir a mejorar la crítica situación de la seguridad pública en El Salvador. No es explotando la tendencia general de la gente a quedarse en el lado superficial y llamativo de las cosas como esas entidades encargadas de informar van a cumplir la función pedagógica que les es inherente y que debería tener prioridad sobre sus intereses económicos. No es tratando los hechos como casos aislados como los periodistas van a cumplir con el rol crítico y comprometido que su oficio les demanda.

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Cuando en este país el problema de la delincuencia es un problema de adultos, se nos presenta a un delincuente juvenil como expresión simbólica de la violencia común. Se ha satanizado a una persona que siendo delincuente tiene también una serie de condiciones de víctima de la propia sociedad. Peor aún, se sataniza a este adolescente mientras se condecora asesinos, se ocultan crímenes, y se invita al perdón y olvido, frente a delitos igualmente terribles, o incluso más graves, que los que se le imputan a este menor. Este menor, en efecto, creció en un ambiente en que se condecoraba a militares que habían sido denunciados de asesinatos de niños, de monjas, de ancianos, de sacerdotes, de periodistas y de todo estorbo viviente que se les presentara por delante. Con el argumento de la reconciliación se echaba un manto de olvido sobre crímenes inconfesables. Los siete años de cárcel que ahora parecen pocos para El Directo, les hubieran parecido una monstruosidad hace seis años a quienes nos recetaron la amnistía. Arrogarnos el derecho de calificar como monstruos a unas personas y absolver a otras de sus delitos, no es más que promover la destrucción del Estado de Derecho.

Lo más importante, situaciones como las que El Directo ha protagonizado deben llevarnos no solo a una revisión de las leyes, sino a una revisión de la sociedad. El planteamiento que afirma que a base de mayor represión legal del crimen se vence al mismo, olvidándose de transformar y trabajar situaciones sociales, culturales y sicológicas, es muy semejante al que se usaba en tiempo de la guerra invocando el aplastamiento total del enemigo. Personalmente creo que establecer una política criminal, todavía en pañales en El Salvador, es un paso más importante que endurecer las leyes, aunque éstas deban endurecerse no sólo con respecto a los delincuentes juveniles (recordemos la ley de tenencia y portación de armas, poco dura y demasiado influenciada por quienes dirigen el negocio de venta de las mismas en El Salvador).

Vivimos en un país donde se ha amnistiado a grandes asesinos. La droga circula con relativa libertad, y a pesar de que funcionarios de la policía han dicho que hay nombres importantes de la empresa, del aparato estatal y del ejército involucrados en el tráfico de droga, no hemos visto ninguna detención a ese nivel. A base de testaferros y engaños, la evasión del impuesto sobre la renta es un vicio bastante extendido entre los sectores más pudientes. La policía se maneja todavía con un grado de corrupción significativa. A los diputados se les perdona o ni se les investiga actos en los que la vida o el honor de otros ciudadanos ha sido severamente amenazado. El ejecutivo se salta la ley de vez en cuando sin que nadie o casi nadie proteste. Y en ese contexto, el enemigo público número uno resulta que es un muchacho de 17 años. (José María Tojeira)

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El Obispo Luterano, Medardo Gómez, manifestó que en El Salvador existen muchos parecidos a Gustavo Adolfo Parada, conocido como "El Directo", ya que según Gómez, este problema es originado por la pobreza evidente en las familias salvadoreñas.

"La madre de parada fue abandonada por sus padres cuando estaba pequeña, ella tuvo que sufrir para alimentarse. Además ella fue madre soltera como muchas madres en la actualidad", dijo Gómez.

En el marco de la celebración del día de las madres, la mayoría de los hogares son liderados por mujeres, muchas de ellas, sin empleos, sin viviendas, salud, educación y con una enorme responsabilidad, tanto social como económica.

 

 


 

 

Mártires en la vida religiosa

 

El calendario marcaba 24 de abril de 1999. El Centro Monseñor Romero de la UCA, en este año de aniversarios -X de los mártires jesuitas y XX de Monseñor Romero- anima a la celebración de todos los mártires: laicos y laicas de las comunidades, sacerdotes, etc. Este sábado le tocó a los mártires de congregaciones religiosas. La capilla, con su naturalidad acogedora, esperaba a todos los invitados y elegidos para representar a su congregación y compartir con la asamblea el testimonio de los mártires de sus respectivas congregaciones. Moderaba el P. Jon Sobrino, y sugirió que las intervenciones girasen alrededor de dos preguntas: 1) qué mártires se recuerdan en sus comunidades, y 2) qué repercusión han causado en sus congregaciones. No hay tiempo ahora para contar todo lo mucho y bueno que dijeron los panelistas, pero recordemos algunas cosas.

La hermana María Annel, de Maryknoll, recordó a Karla, mártir de la caridad por ayudar a unos campesinos, y a Ita, Maura, Dorothy y Jean: estaban amenazadas pero se quedaron en sus puestos.

Fray Antonio Castillo, franciscano, recordó a Cosme Espesotto, asesinado en El Salvador, a Tulio Maruzzo y Augusto Ramírez en Guatemala, y Tomás Zabaleta en Nicaragua.

El P. Pío González, misionero del Sagrado Corazón, recordó a todas las víctimas Por coincidencia, dos días después, el 26 de abril, se celebraba el aniversario del obispo del Quiché Monseñor Gerardi.

El P. Vicente Turri, comboniano, comenzó citando a don Pedro Casaldáliga: ¡hay de los pueblos que olvidan a sus mártires!, y terminó expresando el impacto que le había causado la sala de los mártires en el Centro Monseñor Romero. Nos habló de los mártires de su congregación en Africa y México.

El P. Anael Pascual Reyes, salesiano, nos recordó a Marco Aurelio Fonseca, tico. En Angola trató de inculturarse plenamente y de vivir la fe desde aquella realidad. Allí dio su vida, junto con un joven -como Rutilio Grande.

El hermano Rodrigo Cuestas, marista, dijo que iba a contar cosas no muy conocidas de su congregación: varios de sus hermanos se quedaron en los países africanos, con toda sencillez, para estar con su pueblo hasta el final. Y, por cierto, no sabía decir qué le causaba más emoción: el recuerdo de sus hermanos mártires o la canonización de su fundador Marcelino Champagnat.

Por último, Marta Gamboa, de La Asunción, recordó a sus hermanas de Ruanda. El soldado enviado a matarlas les perdonó la vida. Pero ellas, en lugar de escapar, acompañaron a su pueblo, y con él las mataron.

En medio de un impresionante silencio y de un gran cariño, escuchamos estos testimonios, tan distintos y tan iguales: la fidelidad hasta el fin y el gran amor a los pobres -como el sacerdote de la Carta a los Hebreos. Este legado histórico y la herencia de esa gracia santificante con que Dios premia a los que por causa del Reino ponen sus vidas en sus manos permanecen hasta la eternidad en la memoria de quienes, de generación en generación, están dispuestos a decir el sí de María. Pudimos palpar el gusto de ver juntos esa diversidad de carismas unidos en una sola causa: el trabajo por el Reino.

Y también fue hermoso escuchar que todos coincidían en la repercusión que el martirio de sus hermanos y hermanas habría tenido en sus congregaciones: muchas bendiciones y abundancia en vocaciones. Y así se cumple con lo que se dice ¡Sangre de mártires, semilla de cristianos!

 

 


 

 

"El mundo patas arriba"

La globalización y el miedo al desempleo

Eduardo Galeano

 

Lecciones contra los vicios inútiles

El desempleo multiplica la delincuencia y los salarios humillantes la estimulan. Nunca tuvo tanta actualidad el viejo proverbio que enseña: "El vivo vive del bobo, y el bobo de su trabajo". En cambio, ya nadie dice, porque nadie, lo creería aquello de "trabaja y prosperarás". El derecho laboral se está reduciendo al derecho de trabajar por lo que quieran pagarte y en las condiciones que quieran imponerte. El trabajo es el vicio más inútil. No hay en el mundo mercancía más barata que la mano de obra. Mientras caen los salarios y aumentan los horarios, el mundo laboral vomita gente. "Tómelo o déjelo, que la cola es larga".

Empleo y desempleo en tiempo del miedo

La sombra del miedo muerde los talones del mundo, que anda que te anda, a los tumbos, dando sus últimos pasos hacia el fin de siglo. Miedo de perder: perder el trabajo, perder el dinero, perder la comida, perder la casa, perder. No hay exorcismo que pueda proteger a nadie de la súbita maldición de la mala pata. Hasta el más ganador puede, de buenas a primeras, convertirse en perdedor, un fracasado indigno de perdón y compasión.

¿Quién se salva del terror a la desocupación? ¿Quién no teme ser un náufrago de las nuevas tecnologías, o de la globalización, o de cualquier otro de los muchos mares picados del mundo actual? Los oleajes, furiosos, golpean: la ruina o la fuga de las industrias locales, la competencia de la mano de obra más barata de otras latitudes, o el implacable avance de las máquinas, que no exigen salarios, ni vacaciones, ni aguinaldo, ni jubilación, ni indemnización por despido, ni nada más que la electricidad que las alimenta. El desarrollo de la tecnología no está sirviendo para multiplicar el tiempo del ocio y los espacios de libertad, sino que está multiplicando la desocupación y está sembrando el miedo. Es universal el pánico ante la posibilidad de recibir la carta que "lamenta comunicarle que nos vemos obligados a prescindir de sus servicios en razón de la nueva política de gastos", o "debido a la impostergable reestructuración de la empresa", o porque sí nomás, que ningún eufemismo alivia el fusilamiento. Cualquiera puede caer, en cualquier momento y en cualquier lugar; cualquiera puede convertirse, de un día para el otro, en un viejo de cuarenta años.

En su informe sobre los años '96 y '97, dice la OIT, la Organización Internacional del Trabajo, que "la evolución del empleo en el mundo sigue siendo desalentadora". En los países industrializados, el desempleo sigue estando muy alto y aumentan las desigualdades sociales, y en los llamados países en desarrollo, hay un progreso espectacular del desempleo, una pobreza creciente y un descenso del nivel de vida. "De ahí que cunda el miedo", concluye el informe. Y el miedo cunde: el trabajo o la nada. A la entrada de Auschwitz, el campo nazi de exterminio, un gran cartel decía: "El trabajo os hará libres". Más de medio siglo después, el funcionario o el obrero que tiene trabajo debe agradecer el favor que alguna empresa le hace permitiéndole romperse el alma día tras día, carne rutina, en la oficina o en la fábrica. Encontrar trabajo, o conservarlo, aunque sea sin vacaciones, ni jubilaciones, ni nada, y aunque sea a cambio de un salario de mierda, se celebra como si fuera milagro.

 

 


 

 

Aniversario del martirio de Monseñor Gerardi

 

"Han repicado las campanas para decirle a los asesinos que la Iglesia no termina en una tumba y que tenemos más espacio sobre y debajo de las tejas", Mons. Mario Ríos Montt, coordinador de la ODHA.

Ante Catedral: Cien mil personas en la Eucaristía

Del sábado 24 al lunes 26 de abril se celebraron las actividades del primer aniversario del asesinato de Monseñor Juan Gerardi. Llegaron a Guatemala 300 religiosos de América y Europa. Las delegaciones estaban encabezadas por el presidente y el secretario general del CELAM, el hondureño Mons. Oscar Rodríguez y el colombiano Mons. Jorge Jiménez. Llegaron también obispos de Canadá, El Salvador, Estados Unidos y México, así como un centenar de religiosos y laicos italianos de las organizaciones Pax Christi y Proyecto Continental.

El momento central de la celebración fue la eucaristía del domingo 25, a las diez de la mañana, celebrada en las afueras de la Catedral Metropolitana ante unos cien mil feligreses que habían llegado de distintos lugares del país y de otras partes del mundo, y presidida por el Arzobispo Mons. Próspero Penados. Tampoco faltaron personajes civiles: ex-funcionarios públicos, el ex-presidente Ramiro de León Carpio, diplomáticos y representantes de organizaciones pro Derechos Humanos. Sin embargo, no se hizo presente ningún miembro del gabinete de Gobierno ni funcionarios de alto rango en actividad.

En la eucaristía el presidente del CELAM recordó las palabras de Jesús: "no hay nada escondido que no llegue a saberse" y añadió que la justicia de Dios prevalecerá. Recordó que el jueves 22 el Papa Juan Pablo II pidió al presidente guatemalteco, Alvaro Arzú, que "prevalezca la verdad y se haga justicia" en el proceso que han abierto las autoridades para esclarecer el crimen.

También intervinieron el arzobispo de San Salvador, Mons. Fernando Sáenz Lacalle, y el secretario ejecutivo de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Alberto Athie. Este último leyó un mensaje en el que elogió la labor de recuperación de la memoria histórica de los horrores de la guerra. Además, participaron los obispos de las Verapaces, Mons. Gerardo Flores, y de Huehuetenango, Mons. Jorge Mario Avila del Aguila. En un ambiente multicolor y con cánticos concluyó la eucaristía, que duró casi tres horas. Minutos después, la declaración más controversial la hizo el Obispo de Zacapa, Mons. Rodolfo Quezada Toruño, quien aclaró al Gobierno que la Iglesia jamás manipuló el caso Gerardi, y agregó que rechaza que se le dé otro tipo de interpretación a la misa celebrada en su memoria, porque el acto sólo fue de carácter religioso. Muchos obispos de todo el mundo se sumaron a la conmemoración del crimen contra Mons. Gerardi.

El presidente del Celam, Mons. Oscar Rodríguez Maradiaga, por su parte, afirmó que Mons. Gerardi siempre mantuvo una actitud de amor por la justicia y de servicio al prójimo. "Quiero decirles que todo el continente y toda la Iglesia está con Guatemala y con Mons. Gerardi; por ello, no hay que llorarlo sino alegrarnos por su resurrección y su ejemplo. Monseñor Gerardi fue escogido por Jesucristo para servir a su pueblo y a la Iglesia". Al final, invitó a los fieles a repetir: "¡Guatemala, Nunca Más!".

En la Iglesia de San Sebastián: celebración popular con claveles rojos, cánticos y estribillos

El lunes 26, el repique de campanas, los rezos de los fieles, los claveles rojos y la multitud llegada de todas partes del país, sirvió de marco para la conmemoración en el atrio de la iglesia San Sebastián de la muerte de Mons. Gerardi.

Desde las 6 de la mañana, la cripta de Catedral fue abierta al público, el cual acudió masivamente a depositar claveles rojos y cantar himnos religiosos, como ofrenda ante la tumba de Mons. Gerardi.

Muchas mujeres, en silenciosa reflexión sobre su vida y obra derramaron lágrimas ante la tumba del sacerdote, identificada con una placa de granito de color verde inscrita con letras doradas.

"Guatemaltecos, orgullosos de Gerardi, por la verdad y la paz: Guatemala, nunca más", era parte de un canto que los fieles repetían en el interior de la cripta y en las filas que se encaminaban hacia ese lugar.

"Por la verdad", obispos, monjas, estudiantes, políticos, diplomáticos y católicos en general desfilaron frente a la tumba, orando por el descanso del alma del obispo, agradeciéndole su valor y exigiendo que se conozca la verdad.

Aproximadamente a las dos y media de la tarde, el parque de la Iglesia de San Sebastián comenzó a llenarse de fieles, y a las tres, cantantes nacionales ofrecieron dos horas de música y poesía en memoria de Mons. Gerardi.

A las cinco y media comenzó la primera misa a un costado del lugar en el que cayó el prelado. Cerca de quinientas personas escucharon la misa oficiada por el actual vicario general de la Archidiócesis de Guatemala, obispo Mario Rios Montt y concelebrada por varios obispos nacionales y extranjeros. "La Iglesia católica no celebra la muerte sino que celebra la vida", dijo Mons. Rios Montt. También recordó que hace un año era domingo y Mons. Gerardi, a quien comparó con el "buen pastor" que se olvida de sí mismo en favor de sus semejantes, celebró misa en la misma capilla. Igualmente hizo alusión a la misa celebrada el día anterior, domingo 25: "me alegra que tantas personas se hayan congregado ayer para celebrar la vida".

Posteriormente, se llevó una vigilia de fieles, en la que se hicieron reflexiones sobre el martirio de Mons. Gerardi, frente al templo. A las 22 horas y durante 15 minutos, cuando se calcula que murió Mons. Gerardi, las campanas de unas 180 parroquias de la Arquidiócesis de Guatemala repicaron al unísono durante quince minutos.

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"Los obispos de América Latina, el Caribe, canadienses e inclusive la Iglesia de Estados Unidos, a la que yo represento, estamos de acuerdo con el episcopado guatemalteco, en que es una lástima no haber encontrado a los responsables de la muerte de Monseñor", Obispo Ricardo Ramírez de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos.

"La comunidad internacional está conmocionada por este crimen espantoso, y desea que se esclarezca cuanto antes", Daniel Livermore, embajador de Canadá.

"El asesinato del prelado y el posterior proceso judicial evidencian la activa participación de los poderes ocultos en los diversos órdenes de la vida nacional y la existencia de grupos ilegales que actúan con la tolerancia del Estado y en convivencia con el sistema de justicia", Del Comunicado de la Fundación Myrna Mack.

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El ex fiscal del caso Gerardi, Otto Ardón, será sujeto de investigación para descubrir por qué razón ocultó un efectuado en 1998, en el cual se halló la cadena y el reloj del Obispo Auxiliar, actualmente extraviados.

A un año de ocurrido el asesinato del religioso continúan las sorpresas, lo cual pone en evidencia el mal desarrollo de la pesquisa, denunciado desde un principio.

Esta vez salió a luz un registro domiciliario tres días después del crimen en la vivienda de un presunto sospechoso, identificado como Rafael Eduardo Perdomo Carrera, alias El Chino Guayo, quien fue detenido junto al indigente Carlos Enrique Vielman Diani, y absuelto posteriormente por decisión de Ardón. Aunque en esa ocasión no se supo de la diligencia judicial, ésta se efectuó en la vivienda del sospechoso, 23 avenida 22-16, zona 5.

Asesores de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, ODHA, expresaron que la mencionada diligencia pasó desapercibida hasta hace unos meses, cuando recibieron una llamada anónima en la cual les informaron del cateo. Una voz de una mujer les indicó que una de las personas que había participado en el asesinato de monseñor Gerardi vivía en la dirección antes citada, y que otros presuntos involucrados lo visitaban en un vehículo.

El abogado Mynor Melgar dijo: "Nos preocupa que Ardón nos haya ocultado ese allanamiento. No conocemos las razones, ni por qué, hasta la fecha, no aparecen las joyas del obispo", puntualizó Melgar.

 

 


 

 

Homilía de Mons. Gerardo Flores en los funerales

de Monseñor Juan Gerardi el 29 de abril de 1998

 

Los cristianos tenemos una larga tradición y una experiencia de dos mil años de persecución y de martirio, y sin embargo la Iglesia está viva y sigue cumpliendo día a día la misión que su fundador, Cristo, el que vive, le ha confiado.

Recordemos que estamos inmersos en medio de esa dialéctica fatal entre el bien y el mal, entre la verdad y el engaño, entre la justicia y la explotación inmisericorde, entre la vida y la muerte, entre la luz y las tinieblas. Y es ahí, precisamente, donde se inscribe la inmolación de monseñor Juan Gerardi Conedera. Ahí porque él optó por la vida y la defendió, cuando veía caer asesinados en las horribles masacres del Quiché, a sus hijos más buenos. Porque él proclamó la verdad e hizo salir de la oscuridad del silencio doloroso la palabra que no se había podido expresar de tantas viudas, huérfanos, víctimas inocentes de la violencia irracional que ha ensangrentado a nuestra patria. Porque él optó por el amor y no por el odio, y buscó de mil maneras distintas la forma de que los guatemaltecos volviéramos a reconciliarnos y ser un solo pueblo, una sola vida, una sola ilusión, para hacer una "patria distinta", como él nos decía apenas el viernes pasado.

Pero su luz encegueció a los que parecen haber nacido para vivir en las tinieblas, porque su verdad hirió a los que sólo viven de la mentira y del engaño; porque su lucha por la vida no pudo satisfacer a los que no les importa matar para mantener posiciones injustas y mal habidas. Por eso lo mataron. Le destruyeron su rostro, pero ahora ve el rostro radiante de Dios. Le aplastaron el cerebro, donde había acumulado tanta sabiduría y tanta ciencia, pero ahora tiene la visión beatífica y conoce al Señor. Quisieron apagar su luz, pero ahora brilla mucho más en el contexto todo de nuestra patria, Guatemala. Lo destruyeron, sí, aparentemente, pero él vive junto con el Señor y es por lo que tenemos la seguridad de que algo va a acontecer y está ya aconteciendo en nuestra patria.

Su sangre no será ni mucho menos estéril. Unida a tanta sangre de mártires derramada en nuestra patria durante estos años aciagos que nos ha tocado vivir, será semilla de nueva vida, de esperanza y de fortaleza; pero sobre todo, tiene que ser un llamado muy serio a que, quienes optamos por la vida, por la verdad, por la justicia, por el amor, por la honestidad, estemos unidos, y comprendamos que, si en este momento tan delicado de nuestra patria manifestamos rupturas, indecisiones, luchas internas, para buscar lugares y prebendas, nos hundiremos de nuevo en un caos de muerte y de sufrimiento.

Tal vez algunos podemos caer otra vez, y también con nuestra sangre, si el Señor lo permitiera y nos diera esa alegría y ese gozo, pudiéramos fertilizar más todavía esta tierra nuestra. Pero el pueblo, nuestro pueblo, que ha sentido en carne propia los zarpazos más terribles de la maldad, de la opresión, de la injusticia, del hambre, de la desnutrición, de la ignorancia, de la marginación en la que se le ha querido tener, este pueblo está despertando. Lo decíamos hace varios años los Obispos en una carta pastoral, "ese gigante dormido, un día despertará".

¡Querido Juan! ¡Juanito! –como te llamábamos–, tú ya estás en la Gloria del Padre, tu mensaje es seguro, lo estamos escuchando, no con la voz, sino con la sangre derramada por ti; tu ejemplo nos fortifica, tu sencillez nos ilumina, tu fe nos fortalece. Ten seguro que este pueblo por el que tú diste la vida, este pueblo humilde y sencillo por el que tanto te esforzaste, este pueblo que quiere romper las cadenas seculares que lo atan al subdesarrollo más doloroso y a la marginación más injusta, si todos nos unimos, si todos seguimos tu ejemplo, si todos escuchamos tu palabra guiadora, ten seguridad que un día –y esperamos que sea pronto– un día este pueblo cantará, este pueblo gritará con todo el corazón y con acentos de victoria:

¡¡¡Guatemala, Guatemala: nunca más!!!

 

 


 

 

1999. Año de Dios Padre (III)

El Dios que acoge al "perdido"

 

El verbo perder se suele usar para hablar de las cosas que no encontramos, ya sea porque se nos han extraviado o quizá también porque nos las han quitado. Cuando se aplica, no a "cosas" sino a "personas", nos referimos a alguien que se ha alejado o incluso se nos ha ido para siempre. Por ejemplo, cuando uno dice: "He perdido a mi madre", lo más seguro es que está aludiendo a que su madre se ha muerto. En cualquier caso, el verbo perder indica "extravío", "alejamiento", "distancia". Por eso, cuando nos referimos a alguien que vive de mala manera (por la razón que sea), decimos que vive como un "perdido" o que está en camino de "perdición".

Por desgracia, en esta vida hay muchas personas que andan así. Porque viven en camino de perdición. Y de los que viven así, se suele decir que son unos perdidos. Pues bien, ¿cómo se porta el PADRE del cielo con los "perdidos"?

El evangelio de Lucas dedica un capítulo entero (el capítulo 15) a este asunto. El hecho es que, por lo que se dice al comienzo de este capítulo, Jesús andaba con malas compañías: "Todos los publicanos y los pecadores se le acercaban para escucharlo" (Lc 15, 1). Y además, Jesús los "acogía" y "comía" con ellos (Lc 15, 2). O sea, Jesús convivía con la gente más "perdida" de aquel tiempo. Lo cual, como es lógico, era motivo de murmuración y de escándalo para las personas mas "respetables" (fariseos) y también para los más "entendidos" (letrados) en asuntos de religión (Lc 15, 2). Sin duda, a los fariseos y a los letrados no les cabía en la cabeza que Jesús estuviera hablando a todas horas de Dios como PADRE y que, al mismo tiempo, se pasara la vida juntándose con los "perdidos". Dicho de otra manera, los "hombres de la religión" estaban convencidos de que Dios, por muy "padre" que sea, tiene que rechazar al "perdido".

Y sin embargo, Jesús no se defiende de la acusación que hacen contra él los "respetables" y los "entendidos" en las cosas de Dios. Todo lo contrario, en vez de defenderse, lo que hace el evangelio de Lucas es explicar que el Dios, en el que creían los fariseos y los letrados, no es como el Dios que anunciaba Jesús. Porque el Dios de fariseos y letrados es un Dios que condena a los "perdidos" de este mundo, mientras que el Dios que anunciaba Jesús quiere tanto a los "perdidos" que no puede pasar sin ellos, sea cual sea la razón por la que se pierden.

Para explicar esto, el evangelio de Lucas pone en boca de Jesús tres parábolas: la oveja perdida (Lc 15, 3–7), la moneda perdida (Lc 15, 8–10) y el hijo perdido (Lc 15, 11–32). Las tres parábolas coinciden en una cosa: el pastor que pierde la oveja (Lc 15, 4), la mujer que pierde la moneda (Lc 15, 8) y el padre que pierde al hijo (Lc 15, 32) son personas que quieren tanto lo que se les ha perdido, que no paran hasta que lo encuentran. Y cuando lo encuentran, les da tanta alegría (Lc 15, 7 y 10), que todo termina en una gran fiesta, con comida abundante, música y baile (Lc 15, 24–25). Lo que llama la atención, en estas historias, es que el Evangelio explica de esta manera cómo es Dios. Y entonces eso quiere decir que Dios no ve a los pecadores (Lc 15, 7 y 10) como personas "malas", sino como personas "necesitadas" y "desamparadas". O sea, son personas que no le causan a Dios, ni rechazo, ni indignación, ni (menos aún) resentimiento. Todo lo contrario: cuando Dios, el PADRE, ve de lejos al hijo, siente tanta emoción que el Evangelio dice literalmente que se le "conmovieron las entrañas" (Lc 15, 20). Dios siente lo más hondo y lo más fuerte que sentimos los seres humanos en esta vida cuando queremos de verdad a alguien. Eso le pasa a Dios con los "perdidos", por muy perdidos que estén en este mundo.

Pero, en esas tres parábolas, hay una cosa en la que no coinciden: la oveja y la moneda se pierden sin culpa propia, como es natural. Por el contrario, el hijo que se va de la casa del padre (Lc 15, 13), se va porque quiere. O sea, se pierde por culpa suya. Además, no sólo se va por su culpa, sino que encima se lleva la mitad de la fortuna del padre (Lc 15, 11–13), se va lejísimo de su casa (Lc 15, 13) y allí se gasta todo el dinero "viviendo como un perdido" (Lc 15, 13), en juergas con gente indeseable (Lc 15, 30). Es la imagen trágica de un desgraciado que terminó viviendo peor que los cerdos, ya que no podía comer ni lo que se comían los chanchos (Lc 15, 16).

Pues bien, estando así las cosas, en esta parábola se dicen dos cosas que resultan de tal manera impresionantes que no nos las acabamos de creer. La primera cosa es que el hijo perdido (el "pródigo", como suele decir la gente) volvió a la casa del padre, no porque "se convirtió" (eso no se dice en la parábola en ninguna parte), sino porque "se moría de hambre" (Lc 15, 17). Y eso es lo que explica el discursito que prepara (Lc 15, 18–19) para que su padre no le dé con la puerta en las narices. Y el PADRE lo recibe con los brazos abiertos y se lo come a besos, sin dejarle ni que eche el discurso que traía preparado para dar explicaciones y excusas (Lc 15, 20–22). Es decir, al PADRE no le interesan los motivos por los que el hijo vuelve. Lo que le importa al PADRE es el hecho de que el hijo está con él. Y prueba de ello es que no le reprocha nada, ni le echa en cara las barbaridades que ha hecho. Todo lo contrario, encima de que ha tirado un capital de mala manera, el PADRE le organiza un fiestazo por todo lo alto.

Pero es más chocante la segunda cosa. El hermano mayor, "el bueno de la película", que siempre estuvo donde tenía que estar, cumpliendo con su deber al pie de la letra (Lc 15, 29), es el que termina, al final de la historia, recibiendo una reprensión (Lc 15, 31–32). ¿Por qué? Porque el hermano mayor era, efectivamente, cumplidor y observante. Pero era un cumplidor con espíritu y con mentalidad de fariseo. Es decir, era un individuo que tenía conciencia de que él era el bueno. Y porque él se consideraba el bueno y estaba orgulloso de serlo, por eso despreciaba al perdido (Lc 15, 28). Y debía de sentir por él tal clase de desprecio, que ni lo llamaba "hermano" suyo (Lc 15, 30). Lo cual quiere decir que el hijo mayor era, por supuesto, un cumplidor y un observante perfecto, pero no se relacionaba con su padre como con un PADRE, sino como con un jefe o un amo al que hay que someterse, desde luego, pero también ante el que uno se puede quejar, si el jefe (o el amo) no le da aquello a lo que uno se piensa que tiene derecho. Por eso, ni más ni menos, el hijo mayor le echa en cara al padre que no le ha dado ni un cabrito para merendar con los amigos (Lc 15, 29).

La consecuencia que se sigue de todo esto es clara. Hay personas religiosas que son observantes hasta el último detalle. Son personas que precisamente porque se ven a sí mismos tan observantes, por eso se piensan que son los buenos y de ello se sienten satisfechos. Pero resulta que viven todo eso de tal manera que desprecian profundamente a todos los que van por la vida como unos "perdidos". Y entonces, lo que realmente ocurre es que las personas, que piensan y sienten como el hermano mayor, por más observancias y más fidelidades que puedan presentar como "méritos" ante Dios, la pura verdad es que no se han enterado de lo que es Dios. Ni saben media palabra de cómo es Dios. Porque la pura verdad es que ni se han enterado si saben que Dios es PADRE. Y un padre se relaciona con su hijo, no por lo que hace o deja de hacer, sino "porque es su hijo". De manera que un padre, cuando es padre de verdad, quiere a su hijo siempre, por más "perdido" que el hijo esté o por mas "perdido" que el hijo viva.

Lo que pasa, tantas veces en la vida, es que muchos de los que decimos que Dios es nuestro Padre, en realidad no hemos matado al fariseo que todos llevamos dentro. Y por eso nos parecemos más al hermano mayor, al "observante", que al hijo pequeño, al "perdido". Seguramente en eso está la gran dificultad que tenemos para comprender que DIOS ES PADRE. Y, de rebote, por eso hay tanta gente "religiosa" que desprecia profundamente a todos los que nos parecen los "perdidos" de este mundo.

 

 


 

 

Medellín ayer, hoy y mañana (I)

José Comblin

 

Medellín no es sólo una realidad de ayer, vive todavía hoy y con toda seguridad vivirá mañana. ¡Pero en formas muy distintas!

Ayer, en 1968, se respiraban aires de libertad en el mundo y en la Iglesia. En Medellín, el aire de libertad lo invadió todo. Ahora bien, donde hay libertad, allí está el Espíritu, como decía san Pablo. La libertad es lo que hace la diferencia. En libertad todo asume un aire diferente, mientras que en ambiente de opresión, todo se torna triste, inseguro y sin fuerza.

En el mundo soplaban aires de libertad. El tercer mundo se estaba levantando —lleno de esperanza—, porque virtualmente había terminado la descolonización -sólo quedaban las colonias portuguesas. Y con la libertad nace la esperanza. En los pueblos del tercer mundo nacía la esperanza. Parecía como si toda América Latina despertase de 500 años de sueño, y con ello también nacía la esperanza. También el primer mundo pasaba por una época de optimismo. En Europa se habían instalado las estructuras del Estado de bienestar con la alianza entre demócrata cristianos y socialdemócratas. En Estados Unidos reinaba el proyecto de la great society de Lyndon Johnson, forma acabada del new deal de Roosevelt. El Partido demócrata parecía triunfar. Incluso en el imperio soviético, las reformas de Kruschef parecían anunciar una nueva época, aunque luego quedó desmentida por la represión de la primavera de Praga. En Cuba, la revolución brillaba todavía como luz de esperanza para los pueblos de América.

En aquellos años, unos usaban la palabra reforma o desarrollo, otros la palabra revolución; pero todos hablaban del futuro, querían preparar un porvenir y estaban seguros de que ese porvenir iba a ser mejor que aquel presente. A mucha gente le encantó la fórmula de "revolución en libertad" o bien la de "el socialismo por la vía democrática". Cada cual se sentía libre de escoger. Medellín tuvo lugar precisamente cuando las élites no apoyaban esos movimientos, sino que estaban desconcertadas, y muy pronto iban a recurrir a la creación de regímenes militares.

Ese aire de libertad duró hasta 1973: el golpe de Pinochet en Chile fue una señal para todos y todos lo sintieron así en América Latina. Cayó la esperanza que todavía no ha renacido, a pesar de la restauración formal de la democracia. Y esa nueva democracia no genera esperanza, porque no da libertad a los pueblos.

La década de los setenta fue un tiempo de transición de una era de libertad a una era de renovada opresión. Estados Unidos volvió a reafirmar su vocación imperial e intentó recuperar el control de América Latina, misión encomendada a los militares latinoamericanos, cuidadosamente preparados en las escuelas y las bases militares de estadounidenses. Las fuerzas armadas tuvieron que abrir las puertas al capital financiero, a las multinacionales y a toda la cultura norteamericana. Lo hicieron muy bien, y cuando se retiraron pudieron decir: ¡misión cumplida!

En los setenta —lo que llegó a plenitud en los ochenta—, en Estados Unidos se preparó la "rebelión de las élites", como decía uno de los más agudos analistas de la sociedad estadounidense, Christopher Lasch. Fue una revolución, que era naturalmente una contrarrevolución, liderada por los presidentes Reagan y Bush y por un Partido Republicano animado por la "nueva derecha", llenos de agresividad y triunfalismo. Declararon la guerra a los pobres, iniciaron programas políticos destinados a aplastar a las organizaciones y movimientos populares. La guerra todavía continúa y el presidente Clinton, aunque elegido con otro programa, tuvo que ceder y actuar como si fuera un presidente republicano. Como un signo de todo ello, los republicanos conquistaron la mayoría en las dos cámaras del Congreso.

En América Latina, el cambio en Estados Unidos tuvo profundas repercusiones. La nueva derecha estadounidense tiene como bandera y como programa el neoliberalismo más implacable. Su ídolo es Milton Friedman. El neoliberalismo invadió América Latina por todos lados: por el canal de las universidades, especialmente las escuelas de economía, por la vía de los gobiernos, por la vía de la publicidad cultural, por las multinacionales y toda su publicidad. Fue el anuncio de una nueva era de felicidad y prosperidad.

En Chile, el neoliberalismo fue implantado en 1975. En los demás países, entró en vigor en los últimos años de la década de los ochenta y al principio de los noventa. Arrasó como un huracán. Aplastó los movimientos sociales de los trabajadores, impuso su ley en los gobiernos. Fueron los años de triunfo de los nuevos héroes de la globalización y modernización: Carlos Salinas de Gortari, Carlos Menem, Hermán Büchi, Alberto Fujimori, Fernando Collor de Melo, Fernando Henrique Cardoso. El triunfo de las burguesías fue arrogante y cínico. Fue la gran revancha de los ricos contra los pobres, que los habían asustado por un momento, entre 1960 y 1973. Fue, y todavía es, una gran guerra de los ricos contra los pobres.

Esta situación ha quedado muy clara en un sociodrama que todavía no ha terminado. Estoy escribiendo en el mismo momento en que Pinochet todavía está detenido en Londres. Desde hace tres meses, toda la burguesía chilena está histérica. Se muere de rabia porque se siente impotente para defender a su ídolo. Nunca como ahora se ha manifestado con tanta claridad el odio de los ricos a los pobres: ¡el hombre que les dio más que riqueza, opulencia, está detenido! Se está manifestando todo el menosprecio, habitualmente escondido bajo las apariencias de civilización. Es el odio de los ricos hacia los "rotos" chilenos.

Al mismo tiempo, el gobierno y los partidos de la Concertación (demócrata cristianos, socialistas y radicales) están en un desconcierto total. Han descubierto que tienen el gobierno, pero no el poder. El poder todavía lo tiene Pinochet, aun estando detenido en Londres. Todavía hoy le tienen miedo. Y las masas populares le siguen teniendo miedo. Sienten que la dictadura todavía está presente.

En los demás países no hay un sociodrama semejante, pero sí lo es la situación. Es la gran venganza de los ricos, el triunfo cínico de las élites tradicionales. La ideología neoliberal les da la razón: según esa doctrina, el egoísmo de los ricos es la liberación de los pobres. Así lo explican los economistas, que son los nuevos magos.

Por eso, el aire que hoy se respira es de miedo, de desconcierto y sin esperanza. Y lo que más destruye la esperanza es el mensaje mil veces repetido, de que no hay alternativa, de que no hay otro camino.

* * *

También la Iglesia ha tenido una evolución paralela, y no podía ser de otro modo. Aunque los caminos son distintos, se llega a la misma situación.

En los tiempos de Medellín también se respiraban en la Iglesia aires de libertad. El Concilio Vaticano II había tenido como resultado principal la venida de esos aires de libertad. Se estaba saliendo del pontificado de Pío XII, en el cual en la Iglesia el aire se había hecho casi irrespirable. El miedo lo invadía todo. Estaba presente en el clero, entre los religiosos, en los teólogos y en todos los que debían pronunciar una palabra. El reino de la ley era total y absoluto. Al padre Lyonnet le quitaron su cátedra en Roma, por haber explicitado el mensaje de san Pablo sobre la libertad y la ley.

En este contexto, después del Vaticano II, se tenía la impresión de que cada cual podía pensar y expresar su pensamiento también en la Iglesia, cosa que había desaparecido desde el Concilio de Trento. Los obispos que llegaron a Medellín tenían la impresión de que podían hablar libremente y que también ellos podían tener proyectos y tomar decisiones con libertad. Pero en Santo Domingo (1992) fue exactamente al revés: los obispos tuvieron la impresión de que no podían expresarse, y menos todavía elaborar programas de acción. La máquina romana mantenía el control absoluto. De allí el malestar permanente. Se había suprimido la libertad. ¡Que lo diga el cardenal Arns!

En el momento actual, en la Iglesia vuelve a prevalecer el miedo, y solamente algunos ancianos jubilados se sienten libres. De Roma emanan cada año nuevos controles, nuevas advertencias, nuevas condenas. El reino de la ley ha vuelto a implantarse. De allí ha surgido un desconcierto muy grande y un ambiente de desánimo entre todos los que habían creído en Medellín, y habían tenido esperanza. Ahora, muchos dudan y se preguntan si no habían elegido el camino equivocado.

En Medellín estaba presente el empuje dado por la Populorum Progressio. Era una invitación a apoyar, a participar y a comprometerse con todas las iniciativas de desarrollo que habían nacido en esa época. Pero cuando con el neoliberalismo vino la gran victoria de las élites y la profunda derrota de los pobres, no pasó casi nada. Santo Domingo dijo algo, pero de modo tan discreto que nadie se dio cuenta.

En Medellín estaba presente, si no físicamente, sí espiritualmente, Paulo Freire con su educación liberadora. La Iglesia estaba interesada en los problemas de la educación, y muchos religiosos y religiosas trabajan en el campo de la educación. En este contexto, el mensaje de Paulo Freire fue una revelación. Muchos sentían que la educación católica había apoyado muchas veces a los sectores más conservadores de la sociedad, pero Paulo Freire ofrecía una salida. La educación liberadora repercutió con gran intensidad. Los obispos llegaron a Medellín como a una escuela de educación liberadora.

Hoy día no sólo ha muerto la educación liberadora, sino que ya no hay educación popular de ninguna especie. Todavía hay escuelas, pero no hay ya educación para los pobres. Del advenimiento de la libertad en Medellín, se retornó al miedo. Medellín subsiste, pero clandestinamente, marginadamente, como un sector sospechoso en la Iglesia. Pero continúa sobreviviendo, porque la situación de los pueblos latinoamericanos que es lo que generó a Medellín, no sólo subsiste, sino que ha empeorado en muchos aspectos. (Continuará).

 

 


 

 

El Mitch empobrece la zona oriental de Chalatenango

 

La población campesina de la zona oriental de Chalatenango, que durante 1998 trabajó la tierra para conseguir el sustento familiar, con ocasión del Mitch ha experimentado una sensible pérdida en sus cosechas de maíz, frijol, etc. La Vicaría Nororiental de la Diócesis de Chalatenango en coordinación con la Coordinadora de Comunidades Rurales, CORDES, las Alcaldías y Directivas comunales, entre el 22 de diciembre de 1998 y el 15 de enero de 1999, realizó una investigación domiciliar en 47 comunidades de los Municipios de: Arcatao, Nueva Trinidad, San José Las Flores, San Isidro Labrador, San Antonio Los Ranchos, Chalatenango (Guarjila y Ellacuría), Las Vueltas, Ojos de Agua, Nombre de Jesús, San Francisco Morazán, Tejutla (Nueva Esperanza) y Potonico (El Alto).

Los resultados aportados por 1,504 personas responsables de familia, equivalentes al 21% de la población, muestran que la población campesina va a sufrir una gran carencia en el sustento familiar al perderse el 56% del maíz y el 84% del frijol respectivamente. En todos los municipios es similar la situación de pérdida:

Quintales de Maíz

Municipio

Esperados

Cosechados

Porcentaje

1.Arcatao

16,072

6,796

42.28%

2.Nueva Trinidad

9,874

3,512

35.57%

3.Sn. José Las Flores

9,898

5,010

50.62%

4.San Isidro Labrador

3,808

1,110

29.15%

5.San A. Los Ranchos

6,794

3,006

44.24%

6.Potonico

930

514

55.27%

7.Chalatenango

18,694

9,418

50.38%

8.Las Vueltas

3,604

1,316

36.51%

9.Ojos de Agua

3,154

1,630

51.68%

10.Nombre de Jesús

6,456

2,834

43.90%

11.San Fco. Morazán

4,863

1,625

33.42%

12.Tejutla

790

268

33.92%

Total

84,937

37,039

44.00%

NOTA: Las 1,504 familias consultadas cultivaron 2,196 manzanas de tierra a razón de 20 libras de maíz por manzana.

Quintales de frijol

Municipio

Esperados

Cosechados

Porcentaje

1.Arcatao

3,138

609

19.41%

2.Nueva Trinidad

1,580

205

12.97%

3.Sn. José Las Flores

1,000

167

16.70%

4.San Isidro Labrador

644

35

5.43%

5.San A. Los Ranchos

1,888

365

19.33%

6.Potonico

78

20

25.64%

7.Chalatenango

4,124

771

18.70%

8.Las Vueltas

854

122

14.29%

9.Ojos de Agua.

414

51

12.32%

10.Nombre de Jesús.

724

52

7.18%

11.San Fco. Morazán

551

59

10.71%

12.Tejutla

50

6

12.00%

TOTAL

15,045

2,462

16.00%

NOTA: Las 1,504 familias consultadas cultivaron 1,018 manzanas de tierra a razón de 80 libras de frijol por manzana.

La inversión realizada por las 1,504 familias consultadas fue de ¢3,344,908 colones, de los cuales ¢1,669,788 colones los obtuvieron mediante créditos y el resto por venta de animales domésticos y granos anteriores. Si se tiene en cuenta que para el cultivo de una manzana de maíz se gasta un promedio de 4 sacos de abono (2 fórmula y 2 sulfato), se estima que estas familias gastaron 7,180 sacos de abono y cerca de 3,590 garrafas de herbicidas (Gramoxone y Edonal) respectivamente, lo que muestra la suerte de los campesinos: producir caro y vender barato cuando la cosecha da para vender. En 1998, con el Mitch esto ha empeorado.

Con lo que esperaban cosechar las familias querían abastecerse de alimento, vestido, medicinas y estudio a su familia, así como vender un poco de grano para pagar la deuda de los insumos agrícolas y comprar los que van a utilizar durante este año de 1999. Sin embargo, ahora temen la insuficiencia de grano básico para el sustento de los meses que faltan hasta que salga la siguiente cosecha y al menos la mitad se encuentra endeudada y sin poder pagar. Además, no existe ni siquiera trabajo remunerado que permita comprar los insumos para los próximos cultivos, ni para cubrir las necesidades de vestido, salud estudios, etc. Y lo más grave es que a estas alturas aun no se vislumbra ayuda para estas comunidades.

Ante esta realidad las familias campesinas solicitan ayuda en granos básicos, en insumos agrícolas, en créditos con intereses bajos, en mejoramiento de viviendas, en medicinas y en capacitación técnica que permita la sostenibilidad alimentaria, el mejoramiento de los suelos y la protección del Medio Ambiente y la prevención de desastres similares a fin de ir posibilitando el desarrollo rural del país en general.