Carta a las Iglesias, AÑO XIX, Nº 422-423, 16 de marzo-15 de abril, 1999

 

24 de marzo 

 

Monseñor Romero... Este 24 de marzo ha significado un salto cualitativo. Será por lo de la Abadía de Westminster o porque el proceso de canonización está en marcha en Roma, será porque los salvadoreños –ciertamente los pobres y cualquiera que tenga buen corazón– no tienen ya a dónde voltear la cabeza para encontrar un líder, un profeta o un santo que les dé esperanza, pero el hecho es que estas celebraciones han sido mejores que las de otros años. "Esto nos recuerda el tiempo de Monseñor", decía una señora en la misa de la UCA. "Lo mejor es que muchos jóvenes están participando este año". Otros muchos no saben quién fue Monseñor, pero preguntan por él, lo que significa que quieren saber quién fue él. Y Monseñor ha estado en muchos lugares: en Catedral, en Soyapango, en Apopa, en su ciudad Barrios natal, en la UCA, en muchas alfombras de viernes santo, en la YSUCA y otras radios participativas... ¡Para qué seguir!

El tiempo está dando la razón a Westminster y a Roma. El tiempo está desvelando, no ocultando, la verdad de Monseñor Romero, como lo intentaron desde el principio sus asesinos. Lo escribimos hace unos años y lo repetimos ahora. Un ex-mayor lo mandó a matar, y la noche de su asesinato algunos brindaron con champán, pero fue inútil. "Monseñor Romero no durará. Es un globo hinchado fabricado por los jesuitas", pero fue inútil. "Monseñor Romero fue un sacerdote, y su lugar no está en calles y manifestaciones, sino en el templo"; pero es inútil. "A Monseñor Romero hay que encomendarle a Dios, y hay que evitar darle culto público"; pero sigue siendo inútil. De forma burda o sutil, lo han querido eliminar, ignorar, cooptar y recortar, pero todo ha sido inútil.

Monseñor Romero no es un mito artificial, fabricado por mentes malévolas, que se estaría ahora desinflando —como quisieron hacerlo creer los poderosos de entonces y hasta algunas curias eclesiásticas en los primeros años de los ochenta. Hasta que Juan Pablo II visitó su tumba y lo alabó públicamente en 1983, con lo cual llenó de gozo a los pobres y cerró la boca a esos eclesiásticos.

¿Y sus asesinos? Todavía no han sido juzgados, pero sus nombres sí que van quedando en el olvido, y nadie se atreve hoy a presentarlos públicamente como héroes. Hay que volver al "Informe de la Comisión de la Verdad" de 1993 para recordar sus nombres y constatar su ruindad: "El ex-mayor D’Abuisson ordenó la entrega de mil colones a Walter Antonio ‘Musa’ Alvarez, quien, junto con el asesino de barba recibió el pago correspondiente. Alvarez fue secuestrado en el mes de diciembre de 1981 y se le encontró muerto poco tiempo después". Triste final.

Son ya diecinueve años y las cosas van a más, no a menos. Y es que lo de Monseñor Romero "es de Dios" y es inútil querer luchar contra ello. El mismo Monseñor estuvo enraizado en Dios y ese Dios era lo mejor que tenía que ofrecer a su pueblo. Pero no era un Dios cualquiera, sino el Dios de Jesús, con entrañas de compasión hacia los oprimidos, con la audacia de la verdad para defenderlos, y con el amor que acompaña hasta el final a las víctimas.

A encontrarse con ese Dios le ayudaron los pobres de su pueblo, que fueron su mayor gozo: "con este pueblo no cuesta ser buen pastor". Y con ellos se identificó: "Yo no quiero seguridad mientras no la tenga mi pueblo... Quiero asegurarles a ustedes, y les pido oraciones para ser fiel a esta promesa, que no abandonaré a mi pueblo sino que correré con él todos los riesgos que mi ministerio exige".

Hoy el pueblo salvadoreño está tocando fondo. Quieren vivir, necesitan una esperanza, y para ello no bastan ni gobiernos ni asambleas ni curias ni cánones. Necesitan del Dios vivo, de Jesús de Nazaret, de una iglesia de los pobres para vivir como hijos e hijas de Dios, o, simplemente, como ciudadanas y ciudadanos salvadoreños. Hasta el día de hoy no encuentran nada ni a nadie que les anime mejor en esa tarea que Monseñor Romero.

No es de extrañar, pues, que este aniversario haya sido mejor que el anterior. La celebración externa ha sido multitudinaria, evidente y gozosa. Lo que queda es pedirle a Dios la celebración más honda en el fondo de los corazones. Que allí esté Monseñor Romero como en su casa, que anime a aguantar sufrimientos sin cuento sin caer en la tristeza, y que anime al compromiso y a la generosidad de vivir para los demás.

 

 

... Y Pinochet. Londres y 24 de marzo han unido para siempre a Monseñor Romero y a Augusto Pinochet. Romero ha quedado para siempre en la Abadía de Westminster como el mártir más querido de nuestro tiempo, Pinochet ha sido considerado en la Cámara de los Lores como criminal. Un 24 de marzo Monseñor Romero se convirtió en mártir y otro 24 de marzo Pinochet ha sido declarado verdugo. No sabemos —ni importa ya mucho— cuál es el futuro de Pinochet desde un punto de vista jurídico. Lo importante es que la humanidad, con un olfato que no se equivoca, ha declarado mártir a uno y verdugo a otro —y también con la difícil esperanza de que pida perdón y se deje perdonar.

Los seis meses transcurridos desde su captura no han hecho sino profundizar el juicio y la condena moral de Augusto Pinochet y, tras él, de tantos criminales latinoamericanos de los que necesitó la seguridad nacional (también la CIA y el Pentágono) para frenar los aires de libertad, de esperanza y de liberación de los pueblos latinoamericanos.

En los días cercanos a su captura todavía reinaba cierta confusión entre los funcionarios públicos sobre qué decir de Pinochet y su responsabilidad en genocidio, torturas y masacres, de lo que le acusaba el juez Garzón. La doctora Sheila Cassidy, ciudadana británica que fue arrestada y torturada en Chile en 1975, recuerda la hipocresía oficial de aquellos primeros días. "Hoy he dado cinco entrevistas a la televisión. Lo mejor fue cuando un reportero me preguntó que sentí cuando la baronesa Margaret Thatcher fue a tomar el té con su buen amigo el general Pinochet. Después de reflexionar un momento expresé mi opinión de que o ella no creía que en Chile habían muerto tres mil personas o que era corrupta. El secretario de prensa del hospital intervino ansiosamente para que el periódico Mirror dejara en claro que ésta era mi visión personal del asunto y no de la dirección del hospital". La misma Sheila Cassidy dice que "me sentí muy triste al ver a sir Malcom Rifkind, antiguo secretario de asuntos exteriores, echándose hacia atrás en un sillón para hablar sobre los "supuestos" crímenes del general Pinochet".

Eran los primeros días en que a la comunidad internacional le costaba simplemente pronunciar palabras con la verdad de los hechos. Pero todo fue cambiando poco a poco. Ahora resulta que el gobierno de Estados Unidos desclasifica documentación sobre la barbarie de Pinochet. Y no sólo eso, sino que documentos secretos del gobierno muestran cómo Henry Kissinger, secretario de estado del presidente republicano Gerald Ford, habló personalmente con Pinochet en Santiago de Chile el 8 de junio de 1976 y le expresó el total apoyo del gobierno de Estados Unidos, le alentó a la represión, ocultando las atrocidades del régimen golpista (véase El País, 28 de febrero). Y siguiendo con Estados Unidos, documentos secretos prueban ahora la complicidad de la CIA con el genocidio del pueblo maya, mientras en los años noventa seguía ocultando estas atrocidades.

Pinochet y sus padrinos han quedado al descubierto. Al gobierno chileno no le queda más que apelar a la extraterritorialidad, pero no niega ya las aberraciones. Más aún, dice que en Chile juzgarán al antiguo dictador. Margaret Thatcher insiste en que Pinochet ayudó a restablecer la democracia en Chile —al igual que lo hizo Henry Kissinger—, pero la verdad se ha hecho inocultable. Dice Carlos Reyes portavoz de un grupo antipinochetista: "Pinochet mató a nuestro presidente constitucional, Salvador Allende, elegido democráticamente, mató a miles de personas, hizo desaparecer a miles más y envió a cientos de miles al exilio. Bajo Pinochet Chile se transformó en un campo de concentración y la única constitución que él estableció fue para protegerse a sí mismo. ¿Es esto lo que Thatcher llama democracia?".

¿Y la Iglesia? El nuncio apostólico en Chile, Piero Biggio, aclaró que la intervención vaticana ante las autoridades británicas para pedir clemencia por Pinochet correspondió sólo a "razones humanitarias", fue una gestión "legítima" y pidió no armar polémica "sobre un documento que ni se conoce". Pero esto no ha calmado los ánimos. Es triste y lamentable que ni siquiera los obispos chilenos conozcan el documento y es más triste y lamentable que, por lo que se conoce, no se haya hablado desde las víctimas ni se haya exhortado a Pinochet a que pida perdón por sus crímenes y repare por ellos, ayudando al menos a encontrar a los desaparecidos.

Por su parte el obispo de Punta Arenas Tomás González, considerado el "hijo espiritual" del cardenal Raúl Silva Henríquez, gran defensor de los derechos humanos durante la dictadura, entregó a las autoridades chilenas un mapa que indica el presunto paradero de restos de detenidos políticos durante el régimen militar, de 1973 a 1990: las cifras oficiales son 3,197 víctimas, de las cuales 1,102 corresponden a detenidos cuyo paradero nunca se ha sabido. Monseñor Tomás González explicó que "en estos días he tenido la presentación de algo muy confidencial que me ha pasado una persona, un mapa de un lugar donde pudiera haber restos de personas desaparecidas. Esto después hay que chequearlo para que sea verdadero". Añadió que existe disposición a entregar antecedentes sobre violaciones a los derechos humanos, pero advirtió que hay algunas personas con "problemas de conciencia muy serios" que impiden la entrega de información. "Muchos de estos elementos estaban basados en el juramento que se hacía de una lealtad, que era una falsa lealtad. Es muy difícil hacer que una persona se quite ese peso de falsa lealtad por una verdadera lealtad a la verdad".

 

 

La nueva catedral de San Salvador. Por fin se ha abierto al público la nueva catedral de San Salvador, que al parecer de las mayorías ha quedado bien. Nos alegramos por salvadoreños, pero hay que hacer también algunas reflexiones para que este nuevo edificio ayude a todos a ser mejores salvadoreños y cristianos.

La primera reflexión es que la construcción de catedral ha costado muchos millones y según el señor arzobispo faltan todavía otros veinticinco millones de colones para terminarla en su totalidad. Ni en tiempo de Monseñor Luis Chávez ni en tiempo de Monseñor Romero ni en tiempo de Monseñor Rivera se consiguieron suficientes recursos para la reconstrucción. Ahora, aunque con dificultad, el dinero ha fluido de parte de gobierno y capitalistas –más el óvulo de la viuda del pueblo salvadoreño. ¿Pone esto a la Iglesia en una senda peligrosa?

La segunda reflexión quizás sólo tenga sentido para quienes conocieron catedral en tiempos de Monseñor Romero. Entonces era un manojo de cemento y hierro, despintado, y ahora es un edificio acabado y ya suficientemente ornamentado. Aunque pueda parecer ridícula hacemos la pregunta de qué catedral es más bonita. Y para responder todo depende de dónde se mire. Ahora todo está bien pintado y la fachada luce bonita y salvadoreña con los dibujos de La Palma. En su interior hay también dibujos y habrá un sagrario de plata, de gran peso y volumen, de artistas españoles. De nuevo, ¿qué es más bonito? No dudamos y esperamos, que mucha gente, sobre todo de pueblo, vaya a visitar catedral, encontrar allí a su Dios y rezar a Monseñor Romero. Pero la catedral de antes tenía otro tipo de belleza. Fue refugio donde salvaron la vida muchos manifestantes que reclamaban el respeto a la vida. Fue lugar de entierros de mártires. Fue verdadera cátedra –de donde viene la palabra catedral– en la que Monseñor Romero defendió a los pobres de este país. Y el atrio y la plaza ante catedral fue lugar de innumerables acontecimientos inolvidables. Allí la Universidad de Georgetown otorgó a Monseñor Romero un doctorado honoris causa el día 14 de febrero de 1978. El acto tuvo lugar ante catedral y no en la Universidad de Georgetown, Washington, porque Monseñor Romero no quiso abandonar el país en momentos difíciles para el pueblo, y alguien comentó que quizás por primera vez en la historia se entregaba un doctorado ante miles de personas, muchas de las cuales no sabían ni leer ni escribir. El segundo acontecimiento ante esa catedral que queremos recordar fue el entierro más increíble de la historia un 30 de marzo de 1980: el entierro de Monseñor.

Sea lo que fuere de lo anterior, queda una tercera reflexión: no separar lo que Dios unió para siempre, a Monseñor Romero y a su catedral. Que la cripta esté bien cuidada y que al menos cuando Monseñor sea elevado a los altares lo tengamos también en la planta principal de catedral.

 

 

Dos salvadoreños han sido condenados a pena de muerte en Cuba y los obispos salvadoreños han intercedido ante Fidel Castro para que muestre clemencia. Y bien está. Visto desde un punto de vista político, Castro tiene ahora la oportunidad de mostrar firmeza revolucionaria, tal como él la entiende, y clemencia humanitaria como le piden los obispos. Sabe bien que en Estados Unidos Juan Pablo II habló claramente en contra de la pena de muerte, aunque no le hicieran mucho caso, y Fidel quedaría bien con el Papa –a quien dice admirar (a lo cual añade que el problema no es el Papa sino la jerarquía)– y demostraría mayor flexibilidad que la democracia norteamericana.

Esta puede ser una actitud política y humana, pero a la Iglesia le toca, además, mostrar una actitud cristiana. Si los obispos salvadoreños están realmente en contra de la pena de muerte, y si quieren tener credibilidad, deben condenarla tajantemente, deben denunciarla a los vecinos del norte y deben dejar todo esto en claro ante los diputados de ARENA y quienes les apoyan, que la propusieron en la Asamblea como ley de la República.

 

 

Por último, Semana Santa. Muchas iglesias y templos se han llenado esta semana santa, y también han ido los jóvenes. Qué es lo que esta semana santa dice a cada una de las personas que recuerdan la pasión y muerte de Jesús –no a quienes la sustituyen por lujo y diversión– sólo ellos lo saben. En cualquier caso siempre causa impresión la mirada de la gente sencilla al contemplar al crucificado. Ahora, sin embargo, queremos recordar lo más flagrante de la última semana santa de este milenio, y qué es lo que le dice a la Iglesia de Jesús. Terminemos con las siguientes palabras del P. José María Castillo.

"A la Iglesia se le plantean muchas cuestiones en este momento. Y sobre la Iglesia, la gente se hace muchas preguntas. Pero, ahora mismo, hay algo que pesa más que todo lo demás. Lo más grave, lo más urgente. ¿De qué se trata? Estamos acabando el siglo más violento de toda la historia de la humanidad. Hasta tal extremo, que resulta sencillamente imposible calcular, de manera más o menos aproximada, los millones de muertos que han sido víctimas de las dos guerras mundiales y de los cientos de otras guerras que han arrasado y siguen arrasando a pueblos enteros. Pero la violencia más aterradora de este siglo ni ha sido, ni es, la violencia de las guerras. La violencia mayor, la que más muertos ha costado, la que sigue destruyendo más vidas humanas, es la violencia que resulta de la economía, concretamente la economía del mercado neoliberal, tal como está organizado y tal como funciona de hecho.

No es una exageración. Ni una afirmación gratuita. Se sabe que, en la actualidad, se produce un 10 por ciento más de los alimentos que necesitamos para vivir toda la humanidad y, sin embargo, mueren de hambre 35,000 niños cada día. Y adultos que pierden la vida, como consecuencia de la desnutrición, son, por lo menos, otros tantos. O sea, la economía neoliberal está "organizada" de tal manera que produce, cada veinticuatro horas, por lo menos 70,000 muertos. Que yo sepa, no ha habido guerra que se acerque, ni de lejos, a semejante crueldad. Y lo peor es que estas cifras van en aumento. Porque cada año que pasa hay más pobres, que son cada vez más pobres.

En efecto, según el Informe sobre desarrollo humano 1996, de Naciones Unidas, el fenómeno más importante, que se está produciendo en la economía mundial, es la creciente concentración de la riqueza en menos países y, dentro de esos países, progresivamente en menos personas. De manera que la distancia, entre ricos y pobres, es cada año mayor. Los datos son conocidos. El 20 por ciento de la población mundial consume el 85 por ciento de la riqueza que produce el planeta. Lo cual quiere decir que el 80 por ciento de los habitantes de la tierra se tiene que contentar con el 15 por ciento de los bienes que se producen en todo el mundo. Y repito, son datos de la ONU, tal como estaban las cosas en 1996. Hoy seguramente están peor".

 

Kosovo, Rwanda, el Mitch, el hambre cotidiano... Prosigue la Semana Santa del pueblo crucificado.

 

 


 

¿Por qué ganó ARENA las elecciones?

Crisis en el FMLN

 

El triunfo de ARENA

En los días que rodearon al pasado evento electoral, alguna de las preguntas más frecuentes de los periodistas, sobre todo extranjeros, de muchos ciudadanos en los programas de opinión e inclusive de algunos comentaristas políticos era por qué ARENA ganó otra vez. Y luego de esa pregunta seguían otras: ¿acaso no ha habido desgaste en el gobierno?, ¿es que los salvadoreños están satisfechos con diez años de gobierno arenero?, ¿acaso su propuesta de gobierno, incluyendo los candidatos, es tan superior a la de sus adversarios?, etc. La mayoría de esas interrogantes era sincera, pero no apuntaba en la dirección correcta. La victoria de ARENA en los comicios presidenciales por tercera vez consecutiva se explica no sólo por lo que el partido en el gobierno pudo haber hecho como gobierno y como partido, sino sobre todo por el comportamiento de la oposición, especialmente del FMLN.

El FMLN le sirvió la victoria a los areneros en bandeja de plata. Y lo hizo porque fue incapaz de abrirse efectivamente a lo que la población esperaba de él. El FMLN creyó que el avance logrado en 1997 era garantía de crecimiento y de nuevas adhesiones a su proyecto; no entendió que, frente a la población, su virtud o fuerza fundamental no radicaba en su proyecto ideológico en sí mismo, sino en ocupar la posición que mantenía: ser la única fuerza política diferente y capaz de hacer frente a ARENA.

Concentrado en sus propios recelos y fantasmas, el FMLN no supo liderar un amplio pacto de fuerzas en contra de ARENA, en el cual se integrasen los grandes sectores de la población que vienen alejándose de la política. ARENA, por su lado, supo agradecer el gesto, haciendo lo que debía hacer: promoviendo una imagen nueva en la persona de un candidato desconocido y "acicalable", quien tomó distancia de un gobierno desprestigiado y basó su campaña más efectiva (la que inició en abril y terminó en octubre de 1998) en lo que nunca habían hecho sus predecesores, proyectar la imagen de escuchar a la población.

Sin embargo, y a pesar del resultado de las elecciones, esto no le aseguró al partido gobernante un respaldo masivo de los salvadoreños; más bien, le permitió recuperar el mínimo necesario para poder imponerse en las condiciones más idóneas, sea que hubiese ganado en primera o segunda vuelta. Hay que tomar en cuenta que la victoria arenera se da en el marco de un absentismo (abstencionismo pasivo) de más del 60 por ciento de la población. Francisco Flores y su partido fueron elegidos por no más del 18 por ciento de la población en edad de votar, lo cual es incluso menos de la tercera parte de los abstencionistas, la verdadera mayoría.

En un contexto de desencanto generalizado hacia el sistema político, los políticos, el gobierno y las instituciones, la victoria de ARENA se explica y se posibilita por esos niveles de absentismo, por ese reino de desilusión de los salvadoreños más marginados hacia sus partidos políticos, y dentro de los cuales el partido de gobierno resultó ser el menos afectado. No tanto porque sea el partido de masas y mayorías que proclama ser, sino porque es el que dispone de más recursos para atraer a la minoría que vota en este país: las clases medias y altas, los más educados, los que tienen tiempo para pensar en la política, la cual les puede dejar ciertos beneficios. Los pobres, los desposeídos, no votan. De ahí que la mayor parte de quienes votaron por ARENA no hayan sido las mayorías, en el sentido cualitativo de la palabra. De ahí que una votación masiva hubiese sido contraproducente para ARENA. De ahí que un sistema electoral complicado y excluyente, en el fondo, sigue siendo ventajoso para el partido gobernante.

Sería un error, pues, pensar que ARENA va a gobernar con un amplio apoyo de la población. Enfrenta un 82 por ciento de personas que no votó por él. Pero también sería un error deslegitimar una elección que, después de todo, fue aceptada con la indiferencia activa o pasiva de la mayoría de los ciudadanos. La oposición fue incapaz de revertir esa apatía, generando un apoyo activo a favor de otras opciones, y desde el punto de vista de la mayoría de salvadoreños, éstos se sintieron obligados a escoger entre el mal menor o no votar. Flores y su partido gobernarán en principio con una gran deuda de representatividad ciudadana y con un sistema político incapaz de saldar dicha cuenta, pero la oposición y especialmente el FMLN parecen no querer cobrarla a favor del país y de las mayorías salvadoreñas más marginadas. Mientras eso suceda y mientras ARENA siga siendo lo que ha sido, podríamos tener más de lo mismo.

 

Crisis postelectoral en el FMLN

El FMLN fracasó en los recientes comicios presidenciales y ello no podía dejar de tener repercusiones en su interior. La renuncia de Facundo Guardado como coordinador del partido fue el resultado inmediato de los "ajustes de cuentas" que, indefectiblemente, se iban a generar en el Frente una vez que se comenzara a asimilar la derrota electoral. Si la renuncia de Guardado fuera expresión de un proceso de cambio organizativo y doctrinario en el FMLN no cabría menos que felicitar a la dirigencia efemelenista, pues su supervivencia política como principal partido de oposición se juega precisamente en su renovación interna. Pero todo parece indicar que no se trata de eso, sino más bien de una reconquista del aparato partidario por parte de aquellos que fueron relegados cuando Guardado se hizo de la coordinación del instituto político.

Los rivales de Guardado, con bastante éxito, se han dado a la tarea de hacer recaer sobre las espaldas de éste el fracaso en las elecciones. En su perspectiva –compartida por uno que otro militante efemelenista–, no fue el FMLN quien perdió ante ARENA, sino Facundo Guardado, cuya incapacidad personal fue la que llevó al Frente a la debacle. Así las cosas, tenía que pagar las consecuencias de su fracaso, es decir, tenía que soportar las acusaciones de unos líderes y militantes de base "traicionados" por alguien que, según ellos, se erigió como su representante sin serlo verdaderamente. El FMLN –es el corolario de la perspectiva señalada– tenía todo para ganar, pero Guardado lo echó todo a perder. Otros miembros del Frente, más firmes en sus principios revolucionarios, hubieran garantizado el triunfo en las elecciones.

Obviamente, las cosas no son tan simples como querrían quienes ahora le pasan la factura a Facundo Guardado. Ante todo, no es cierto que fue éste quien perdió y no el FMLN. Hay que decirlo sin mayores preámbulos: el FMLN perdió las elecciones porque la nominación de Facundo Guardado, con todos los conflictos que la enturbiaron, fue expresión de lo que es el Frente y de lo que éste puede ofrecer a la sociedad. Hacer de Guardado el único responsable del fracaso electoral es verlo como alguien que llegó de fuera y que, por su cuenta y riesgo, se incorporó a la competencia por la presidencia. Pero Guardado no llegó de fuera, sino que salió del seno del partido, y en su nominación y en el modo cómo Guardado terminó siendo el candidato del Frente. jugaron un papel importante tanto los que la apoyaron –los "renovadores"– como los que hicieron una franca oposición a la misma los "ortodoxos". Los primeros porque, al ver frustradas sus expectativas de llevar un candidato que les fuera afín, como Héctor Silva o Héctor Dada, vieron en Guardado la última carta para doblegar a los "ortodoxos". Estos últimos porque, al empeñarse neciamente en vetar cualquier fórmula política que no fuera la de ellos, bloquearon la posibilidad de un alternativa más competitiva y menos sometida a los intereses de los grupos que medran al interior del FMLN.

Ambos grupos, partes integrantes del Frente, querían imponer su fórmula presidencial excluyéndose mutuamente. Ambos grupos son igualmente ambiciosos. En el marco del conflicto irresuelto entre ellos Facundo Guardado se erigió como candidato; pero no sólo eso: también en el marco de ese conflicto se comenzó a gestar el fracaso electoral del FMLN, del cual la fórmula electoral es sólo uno de los componentes. En este sentido, tanto "ortodoxos" como "renovadores", son responsables directos del fracaso del Frente en las elecciones de 1999. Las ansias de poder de quienes abanderan ambas tendencias, el mesianismo excluyente de algunos de ellos, la pretensión de otros de ser quienes van a salvar al país... todo ello se tradujo en un partido sin ideas claras y sin capacidad de convencimiento, con una oferta política confusa y pésimamente comunicada; en resumen, un partido que, lejos de estar compitiendo por ganar, se estaba encaminando hacia el fracaso. Por eso es que la debacle electoral del FMLN no es responsabilidad exclusiva de Facundo Guardado, sino de las camarillas que se disputan el control del partido, una de las cuales es encabezada por Guardado. Por eso es que el FMLN fue el gran derrotado en las elecciones de marzo de 1999.

En vistas de lo sucedido, no es de sorprender que los "ortodoxos" buscaran hacerse del control del FMLN y que Facundo Guardado tuviera que salir por la puerta de atrás. Un triunfo de éste en las elecciones (o, al menos, haber forzado a una segunda vuelta a ARENA) los hubiera dejado sin nada que exigir al interior del partido. En este momento, sin que ello desdiga de la tristeza de la derrota, se han envalentonado y se consuelan con la idea de que ellos tienen poco que ver en aquélla. Si Guardado es quien perdió –y no el FMLN–, y ellos estuvieron en su contra, lo más legítimo es que asuman las riendas del partido. Un razonamiento simple y aparentemente coherente con los hechos. Sin embargo, nada es más alejado de la realidad. De ese planteamiento ni remotamente se va a seguir la transformación interna de la que urge el Frente, la cual pasa por una renovación de sus cuadros dirigentes y por una discusión a fondo de las divisiones que atraviesan al instituto político de izquierda.

La dirigencia del Frente, tanto los "ortodoxos" como los "renovadores", siempre ha rehuido el debate abierto y a fondo de los problemas que la dividen; ha preferido negar que algo grave está sucediendo en el partido antes que aceptar las dificultades y tratar de resolverlas. De nada sirven al FMLN actitudes como la de Nidia Díaz cuando dice: "creo que es la oportunidad para analizar los resultados de la elección y fortalecer el partido... sería un error pelearnos entre nosotros mismos". Pese a los deseos de Nidia Díaz, en el Frente las peleas son una realidad desde hace un buen rato. Por eso, en lugar de añorar un ambiente de paz y cordialidad en el partido, lo mejor es examinar abiertamente las razones de las peleas y de quienes pelean. Porque este examen no se haga o porque se sueñe con un ambiente de hermandad, las pugnas intestinas en su interior no van a desaparecer y, mucho menos, se van a resolver.

 

 


  

Ha muerto el cardenal Silva Henríquez,

defensor de los derechos humanos

 

El viernes 9 de abril, a la edad de 92 años falleció el cardenal Raúl Silva Henríquez, pastor de los pobres y defensor de los oprimidos. Siendo abogado, a la edad de 22 años entró en la congregación Salesiana. Fue ordenado sacerdote en 1938. En 1961 asumió el Arzobispado de Santiago de Chile y al año siguiente fue nombrado Cardenal por el papa Juan XXIII.

Lo más importante del cardenal Silva Henríquez, y por lo que será recordado siempre, es por su defensa de los derechos humanos, sobre todo desde el golpe militar de Pinochet. Su voz fue la voz religiosa más importante que se levantó en los países del cono sur, cuando proliferaron dictaduras cruentas, algunas de las cuales fueron incluso aplaudidas por las Iglesias locales. El cardenal Silva, como entre nosotros Monseñor Romero, fue acusado de comunista y fue hostigado de forma constante, de modo que recibió amenazas de muerte e incluso sufrió atentados en su residencia.

Un mes después del golpe de Pinochet, en octubre de 1973, creó el Comité de Cooperación para la Paz, que fue la base para la Vicaría de la Solidaridad, conocida en todo el mundo por su defensa de los derechos humanos y por su lucha contra Pinochet.

Su muerte ha sido muy sentida. El presidente de Chile, Eduado Frei, ha decretado cinco días de luto nacional. Por otra parte, a sus funerales asistieron la secretaria general del partido comunista, Gladys Marín y el ex-senador de ese partido Luis Corvalán. De nuevo, como Monseñor Romero, el cardenal Silva hizo creíble y respetable a Dios.

Pero lo más importante es la reacción de la gente. La agrupación de familiares de los detenidos desaparecidos le han expresado su eterna gratitud: "Fue una persona que en los momentos más duros, cuando nuestros familiares eran perseguidos, brindó ayuda y supo estar al lado de ellos". Paradojas del evangelio. A Pinochet sólo le agradecen Margareth Tatcher, Henry Kissinger y los poderosos de este mundo. Al Cardenal le agradecen y le lloran los pobres.

  


 

Kosovo. La hipocresía de Estados Unidos 

 

1) Estados Unidos y sus aliados de la OTAN están descargando un diluvio de misiles sobre Yugoslavia, o sobre lo poco que queda de lo que fue Yugoslavia.

Según la versión oficial, los atacantes actúan conmovidos por los derechos del pueblo albanés de Kosovo, víctima de la "guerra de limpieza étnica" emprendida por el Gobierno serbio de Milosevic. Al decir del presidente Clinton, las democracias occidentales no podían permanecer cruzadas de brazos ante esta "inadmisible catástrofe humanitaria".

La más feroz "guerra de limpieza étnica" y la más "inadmisible catástrofe humanitaria" de la historia de las Américas en el siglo veinte, ocurrió en Guatemala en las décadas recientes, y sobre todo en los años ochenta. Los indígenas guatemaltecos fueron las principales víctimas de esta matanza: hubo cien veces más muertos que en Kosovo, y el doble de desplazados. En su reciente gira por Centroamérica, el presidente Clinton pidió perdón por el apoyo que su país prestó a los militares exterminadores de indios, que habían sido entrenados, armados y asesorados por Estados Unidos. ¿Por qué Clinton no exige a Milosevic que aplique esta exitosa doctrina del lavado de manos? Los bombardeos podrían parar a cambio de un compromiso formal: en el año 2012 ó 2013, pongamos por caso, el presidente de Yugoslavia pediría perdón a los cadáveres de Kosovo y todo bien, asunto arreglado, el pecado expiado, el pasado pisado. Y a seguir matando.

2) Las grandes potencias practican el delito, y lo recomiendan. Nadie viola la ley con tanta frecuencia. Estos bombardeos están burlándose del derecho internacional, y también de la propia carta de fundación de la OTAN. Contra un dictador sanguinario como Milosevic, se nos dice, está todo permitido, incluyendo lo prohibido. ¿Contra Milosevic? En la tele, al menos, se ve sano y salvo al llamado Hitler de los Balcanes. La que sufre es la gente.

También las guerras contra Irak, violatorias de todas las leyes habidas y por haber, se han justificado por la urgencia de derribar a Sadam Hussein. Pasan los años y, de bombardeo en bombardeo, el llamado Hitler del Medio Oriente sigue tan campante. En cambio, ¿cuántos iraquíes han caído? Según los datos oficiales publicados en Estados Unidos (US Bureau of the Census, enero de 1992, unos 145.000 iraquíes y 124 norteamericanos han muerto como consecuencia de la guerra de 1991. ¿Y cuántos siguen sufriendo el bloqueo teóricamente destinado a voltear al dictador? ¿A cuántos castiga el hambre impuesta por las sanciones económicas internacionales? Según el último informe de la Cruz Roja, en esta década se ha multiplicado por seis la cantidad de niños iraquíes que nacen pesando menos de lo normal.

Eduardo Galeano

 

 


 

Homilía de Monseñor Gregorio Rosa Chávez en la celebración

del XIX Aniversario del martirio de Monseñor Romero, en la UCA

 

Como todos los años la UCA se ha unido a las celebraciones del martirio de Monseñor Romero el 24 de marzo. Este año se celebró, con especial esmero, la Eucaristía. De ella ofrecemos, ligeramente editada, la homilía de Monseñor Gregorio Rosa. En ella, en forma cercana, cariñosa y distendida, recuerda a Monseñor Romero, su vida y su significado, y analiza realidades importantes del país.

  

Querido Padre Provincial de la Compañía de Jesús en Centroamérica, querido Padre Rector de la UCA, queridos hermanos concelebrantes, hermanos y hermanas en el Señor.

Decía el P. Tojeira antes de entrar a misa: "¡Cuánta gente ha venido! ¡No caben en la capilla!". Y eso me recordó algo que me sucedió hace poco más de veinte años, cuando estudiaba en la universidad de Lovaina. Un fin de semana un párroco invitó a varios sacerdotes para confesar en tiempo de cuaresma en una parroquia donde nadie se confesaba. Llegamos seis sacerdotes y cada uno confesó como a tres o cuatro personas. Después hubo un gran banquete y el Padre dijo emocionadísimo: "¡Cuánta gente!". Y yo pensé para mí: "¡si estuviera en El Salvador!".

Ciertamente, hoy, en esta capilla, somos muchos y somos pocos. Somos muchos porque estamos representando a tanta gente que hubiera querido estar acá, entre ellos la gente que está con nosotros gracias al milagro de la radio, la YSUCA y, supongo, algunas radios comunitarias que están en comunión con nosotros. Y somos pocos. ¿Por qué será que el hombre más conocido y más amado del mundo todavía no es el hombre más amado en su patria?

Yo vengo con una inquietud esta tarde –ya que estamos en un ambiente universitario– y es que la juventud no conoció personalmente a Monseñor. El día 19 de marzo, cuando se reabrió la Catedral, después de la misa se acercaron los comunicadores sociales y preguntaban cómo era antes la Catedral y qué simbolizaba esta Catedral, pues casi ninguno de ellos fue testigo de lo que entonces sucedió. Yo les respondía: "La Catedral es la madre de todas las iglesias de la diócesis. Pero esta Catedral es doblemente madre, porque es madre de todo el pueblo que aquí encontró refugio. Muchos salvaron aquí la vida y muchos encontraron luz, esperanza y sentido a su dolor, y también fuerza para seguir luchando".

Celebrar estas fiestas de Monseñor, así en pequeño grupo, es muy importante para que no nos detengamos en nuestro caminar. Y las celebramos siempre en un contexto diferente. Por ejemplo, no sé por qué, por primera vez veo reflejado en los cuadros de esta capilla el misterio pascual. Los cuadros que están enfrente de ustedes –del pintor Fernando Llort–, todos ellos irradian alegría, júbilo, esperanza y vida. Y los cuadros que están detrás –los dibujos de Roberto Huezo– me recuerdan la época más oscura de nuestra historia, y entonces esta capilla nos recuerda esa doble cara del misterio pascual. Decía Monseñor: "No creo en la muerte sin resurrección". Y cuando se dio cuenta de que iba a morir, escribió en su cuaderno de apuntes: "No me atrevo a dar un sentido a mi muerte, pero me gustaría ofrecer mi vida por la unidad de la Iglesia y por la liberación de mi pueblo".

 

* * *

 

Hoy hemos escuchado (la primera lectura fue un fragmento grabado de una de las homilías de Monseñor) qué era para él la Iglesia y qué era el pueblo. Monseñor repetía muchas veces que el pueblo también necesita pedir perdón de sus pecados, que ser pueblo no es ya sinónimo de ser santo, y que ser pueblo de Dios es otra cosa. "La Iglesia, dijo, es Cristo hoy presente".

A mí me gusta comentar, cuando doy una charla sobre Monseñor, la secuencia de sus cuatro Cartas Pastorales. Cuando pregunto en cualquier parroquia los títulos, casi nadie los sabe. Pues bien, todas tratan de la Iglesia. La única que él escribió por completo de punta a punta fue la primera: "La Iglesia de la pascua". En 1971, en un retiro que hizo junto con otros obispos de Centroamérica en Esquipulas –tenía apenas unos meses de ser obispo– quedó muy impactado por el cardenal Pironio que lo dirigió, y que entonces era obispo. Acababa de pasar Medellín, y en el retiro Monseñor descubrió lo que realmente fue Medellín como acontecimiento salvífico. Todo el retiro giró en torno al tema de la Iglesia. Años más tarde, cuando conté esto en Costa Rica, en un retiro al clero de la arquidiócesis de San José, un Padre me dijo: "Mire, aquí están los esquemas de las charlas. Yo tengo los esquemas que el Cardenal repartió a los obipos presentes, y son las mismas charlas que el Cardenal Pironio dio al Papa y a la Curia Romana en el retiro de Cuaresma".

¿Por qué menciono estos dos nombres? Porque para Monseñor Romero Roma, a nivel de acogida y de amistad, era Pironio. El lo dice muy claro en su diario y me gusta mucho recordar aquella página en que dice que le fue mal en el Vaticano. Está un poco alicaído, sentía que por todas partes le reclamaban y llegó donde Pironio. Le invitó a tomar un café en uno de los cafés junto a la Plaza de San Pedro y le dijo: "Oscar, no te preocupes. También a mí me acusaron de subversivo. En mi diócesis escribieron en las paredes Pironio pirómano. Y hay un folleto con ese nombre circulando por ahí acusándome a mí de todos los males de Argentina". Su primera Carta pastoral fue, pues, sobre la Iglesia de la Pascua. Fue su saludo a la arquidiócesis en 1977, y desde entonces tomó la costumbre de escribir una carta pastoral cada seis de agosto.

La segunda carta tiene un título bellísimo: "La Iglesia, Cuerpo de Cristo en la historia". Eso somos nosotros, Cristo que camina hoy con zapatos tenis o con zapatos de combate. Somos nosotros ese Cristo que camina hoy por la historia. La tercera carta de Monseñor también tiene como tema a la Iglesia: "La Iglesia y las organizaciones políticas populares". Es el tema de la fe y la política, un tema dificilísimo en aquella época de tanta polarización. Yo le dije un día después de la misa de ocho: "Monseñor, está muy clara la teoría. Usted dice que cuando hay que tomar una opción en un conflicto entre la política y el evangelio, hay que optar por el evangelio". Y le pregunté: "¿por qué será que tantas veces sucede lo contrario, que pesa más la consigna de la organización que el evangelio?". Y me respondió: "Ese es el problema". A los pocos días Monseñor murió.

La cuarta carta pastoral, la última, de agosto de 1979, fue la carta en que él presentó Puebla a la arquidiócesis. El vio en Puebla la confirmación de todo su ministerio y de todo su magisterio. Y el título que le dio fue: "Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país". Cuatro cartas eclesiológicas y profundamente cristológicas.

 

* * *

 

Hemos escuchado en la primera lectura estos dos grandes temas de Monseñor, y hemos recordado su voz electrizante que tenía a la gente en vilo durante el tiempo que fuera. Decía el Padre Ladislao Segura que vivía con nosotros en el seminario: "cuando Monseñor Romero está delante de un micrófono pierde la libertad", y quiero leer en dos sentidos esta frase tan bonita del Padre Segura. En un primer sentido, Monseñor es el hombre de la palabra, es el hombre nacido para estar ante el micrófono. Lo sabemos bien los que lo conocimos, siendo jovencitos, allá en la Catedral de San Miguel. Antes del Concilio, cuando el obispo Machado celebraba la misma en latín, la gente oía durante toda la misa una catequesis. Era la catequesis del Padre Romero que era retransmitida por radio. Cada noche hacía un programa de radio. Lo grababa después de la cena y lo pasaba todas las mañanas en la emisora Ondas Orientales –aquí hay migueleños y por eso estoy mencionando algunos nombres concretos. Era, pues, el hombre del micrófono. Y en el sentido profundo era el hombre de la palabra porque pierde la libertad, porque es el profeta que entrega su libertad en las manos del mismo Dios.

A mí me gusta mucho hablar del profeta Jeremías porque Jeremías es el que más se parece a Jesucristo. Era un hombre dulce, tierno, hecho para decir palabras lindas, y le tocó decir cosas terribles. ¿Por qué? Porque perdió su libertad, se la entregó al Señor. Como dice San Ignacio de Loyola, "Tomad, Señor, mi libertad". Y Monseñor tenía una espiritualidad muy ignaciana, en el aspecto más duro de espiritualidad, de gran ascesis. Cuando revisamos su apartamento, después que murió, encontramos una disciplina –como se llama en el lenguaje de los padres jesuitas–, que ya no la usan, pero que antes sí la usaban. Es un azote, a veces con partes metálicas, para golpearse uno y en esa forma dominar los impulsos de la carne. Monseñor creció en esa espiritualidad y encontramos en su cuarto una disciplina que le recomendó su padre espiritual.

Monseñor fue el hombre que entregó su libertad a Dios y por eso fue profeta. En tiempo de Monseñor Romero la palabra "profeta" fue muy empobrecida, porque todo aquel que gritaba era profeta, y si estaba rabioso era más profeta. El profeta es otra cosa, es el hombre totalmente en las manos de Dios, que anuncia el amor de Dios, que anuncia el reino y denuncia todo aquello que contradice el amor de Dios y su proyecto. El profeta habla con las palabras, pero también con toda su vida. Monseñor es un profeta que va sembrando vida y esperanza.

 

* * *

 

La semana pasada acabo de estar en New Orleans con la colonia salvadoreña, celebrando a Monseñor. Una religiosa norteamericana se acercó a mí con un cuadro que había pintado en carboncillo. En él había combinado una foto de Monseñor, tomada aquí en la UCA, cuando Monseñor visitó a los padres en una de sus residencias, con otra foto, tomada creo que en Chalatenango, donde está Monseñor en un banco de madera y una niña está jugando con su crucifijo. ¿Se acuerdan de esa foto? A mí me gusta mucho porque esa niña, jugando con el Cristo de Monseñor, un Cristo sencillo, me hace pensar en el futuro, en el país que queremos y que parece estar tan lejos. Me hace pensar en esos dibujos de La Palma que están aquí, y me recuerda lo que inspiró a su autor, Fernando Llort.

El cuenta por qué habló de la "semilla de Dios" y por qué, después, habló del "árbol de Dios". Fernando cuenta que quiso ser sacerdote, y llegó a La Ceja. No funcionó, se volvió, se hizo hippy y se fue a La Palma. Allá, con una gran melena, encontró en el suelo una semilla de copinol, la partió y se dio cuenta de que tenía una superficie como de marfil. Comenzó a dibujar y después comenzó a pintar. Se casó con una campesina de La Palma, Estela, y todavía siguen juntos. Enseñó a la gente, toda La Palma se convirtió en un gran taller y en ese taller las familias se volvieron a unir. Fernando dice que "el milagro lo hizo esta semilla de copinol". ¡Qué lindo ver que en esa inspiración de Fernando surge la artesanía que más representa al país fuera de El Salvador, las artesanías de La Palma!

Años después, en La Palma tuvo lugar el primer diálogo por la paz, y a mí me gusta imaginar que la paz es una obra de arte y que el artesano de la paz tiene que tener una inspiración, enamorarse de esa inspiración y dedicarse con gran paciencia a trabajarla. Así comenzamos a trabajar la paz, después se firmó, y la paz desapareció. Se perdió la ilusión, se perdió la creatividad, se perdió el sueño, se perdió la utopía, y por eso los obispos de El Salvador en el mensaje de enero de 1996, cuando el Papa iba venir, dijimos: "Somos un país que firmó la paz, pero no tiene la vigencia cotidiana de la paz, porque después de firmar la paz aumentó la pobreza extrema, aumentó el desempleo, aumentó la inseguridad". Estadísticas oficiales dicen que en tiempo de paz hay más homicidios que en tiempo de guerra. Decimos en cifras redondas que en doce años de guerra murieron 80 mil salvadoreños. Ahora, en tiempo de paz, mueren ocho mil por año –en doce años, más de 80 mil. Entonces, ¿dónde está la paz? Por eso, estar aquí esta tarde, hermanos y hermanas, amigos y amigas, es recoger una preciosa herencia, comprometerse con ella y hacer que fructifique. Por eso he empezado diciendo que somos bastantes y que somos poquitos.

 

* * *

 

Monseñor también habló de otra semilla en la última homilía de su vida: no de la semilla de copinol, sino de la semilla que se siembra en la tierra y que muere. Era tiempo de cuaresma, la semana de pasión, y las lecturas de cuaresma no se pueden cambiar, a no ser por causa muy excepcional. Y Monseñor el día de su muerte cambió las lecturas y escogió otras para la misa de la mamá de Jorge Pinto. Un muchacho llevó una grabadora y después nos entregó el cassette. Tenemos grabada la última misa de Monseñor, desde la oración colecta hasta el momento del disparo. Cuando oímos el evangelio, nos maravillamos de que era el de la semilla que cae en tierra, y la explicación que da Monseñor Romero es que la semilla, al ir muriendo, va dando la vida. O sea que en el momento en que va muriendo va surgiendo la vida. Y dice Monseñor: "Así tenemos que ser nosotros para la liberación de nuestro pueblo". Yo me pregunto por qué cambiaría Monseñor las lecturas, él que era tan estricto con la liturgia, por qué escogió esa lectura y por qué ese comentario. Es como su testamento espiritual. ¿Sabía Monseñor que ese día iba a morir? ¿Vio al asesino en la puerta y por eso le dijo al asesino por qué moría?

Estar aquí, hermanos, es recoger la herencia de un cristiano. Como decimos en esa frase que está en la tumba de Monseñor, "nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos". Nosotros nos consideramos sus amigos y por eso estamos aquí y nos emocionamos recordando ese amor de él. Un amor sencillo.

Monseñor no era hombre de grandes banquetes, era un hombre que gozaba con una comida sencilla. Siendo sacerdote –y me consta, porque yo estaba allí con él–, después de los oficios de Semana Santa, todas las noches, iba a la coquera, a una ramada donde uno va a tomar su agua de coco, y allá nos íbamos con él.

Era el hombre de la tortilla con frijoles, con plátanos y crema, era el hombre del aguacate con sal. Le encantaban las cosas sencillas, y contaba con gracia una cosa que le pasó con un catequista. Siendo párroco de San Miguel, llegó un catequista un domingo y él, que era hombre desprendido, despegado de las cosas de este mundo, le dijo a la cocinera: "sírvale a este catequista lo mismo que yo estoy comiendo", y le sirvió ensalada. El catequista era un campesino que se enojó y le dijo: "yo soy pobre, pero no como monte (hierba)". Monseñor contaba esta anécdota con una gran sonrisa. Era un hombre de las cosas sencillas, de los chistes sencillos, de las anécdotas. Aquí está Salvador Barraza para darnos testimonio de eso. Por eso me gusta muchísimo una escena de la película "Romero", por su calor humano. Es la escena de Monseñor el día de su cumpleaños con las monjitas del Hospitalito en que están cantando "De colores".

 

* * *

 

Así se fue fraguando ese santo que hace un año fue colocado en la Abadía de Westminster. Mañana es 24 de marzo, y ¿qué va a pasar en Londres? Mañana van a dar la sentencia sobre Pinochet. No se olvidará qué día fue, porque fue un 24 de marzo. ¿Qué van a decir los Lores? Yo no lo sé. Lo que sé es que en esa ciudad y en esa Abadía está ya dicho lo que nosotros soñamos y queremos: Monseñor Romero, el mártir más conocido y más importante del siglo XX, el hombre más amado en el mundo y el hombre menos conocido y menos amado en El Salvador. ¡Qué tarea para nosotros romper esa iniquidad, hacer que nuestros niños, nuestros jóvenes, nuestros pobres sobre todo, los que están tal vez más envenenados en su mente por las ideologías en que crecieron, viendo comunismo y ateísmo en todo lo que era cambio, que los que están allí en el fondo de este templo en esos cuerpos destrozados sepan que la vida debe tener la última palabra y sepan que Cristo vino para que tuviéramos vida plena!

Vida plena significa no sólo el derecho a nacer. Es también el derecho a vivir dignamente, en paz, en justicia, en verdadera democracia. Es también vivir con alimentación, trabajo, salud, educación, vivienda, y también el derecho de conocer a Dios y experimentar su amor.

Estar aquí es comprometernos con ese Dios de la vida de que tanto hablamos. De la vida plena que surge de una cruz, en la que Monseñor se dejó crucificar como su Maestro, para que se fueran convirtiendo en realidad esas dos ilusiones suyas: la unidad de la Iglesia y la liberación del pueblo salvadoreño. Estar aquí es estar dispuesto a seguir trabajando para que esta ilusión sea posible.

 

_______________

 

La película "Romero" fue filmada en 1989. Después de la firma de los Acuerdos de Paz, el productor y el actor que encarna a Monseñor, Raúl Julia, fueron recibidos por el entonces presidente Cristiani a quien preguntaron por qué no se podía exhibir la película en cines comerciales. "Todavía no es conveniente", fue la respuesta. Hasta la fecha, marzo de 1999, las autoridades locales no han autorizado que el filme se difunda públicamente en el país.

 

 


 

Homilía del 24 de marzo

(extractos)

 

Mons. Fernando Saénz Lacalle

 

El día 24 de marzo estará siempre presente en el corazón de los salvadoreños. Día fatídico, para algunos. Para otros, en cambio, un día en que se hicieron realidad las palabras que frecuentemente recordamos en las misas de los difuntos: "si el grano de trigo no muere solo queda, pero si muere da mucho fruto". Hermosa frase que, como todos sabemos, está sacada del evangelio de San Juan (12, 24) y que, a mi modo de ver, proyecta bien la visión de todo cristiano ante el misterio de la muerte y, en particular, ante la de aquel buen pastor que, en un día como éste, entregó su alma al Padre Celestial.

Hay una lectura política de la muerte de Monseñor Romero que se empeña en ver este hecho como un asesinato, enfatizando más a los viles actores del mismo y los móviles que les indujeron a perpetrarlo contra la persona del Arzobispo. Es una lectura que reclama la obra de la justicia y por ello es válida. Los cristianos la apoyamos, pero no con odios ni rencores, sino con la misma serenidad y caridad con que la humanidad reclama justicia, desde hace veinte siglos, en el proceso de Jesús, el Cristo, nuestro Salvador. Estamos seguros de que la justicia logrará esclarecer el oscuro asesinato de Monseñor Romero, cuando logre individuar el autor del mismo. Demás está decir cuánto interesa este paso para el proceso de beatificación del Arzobispo.

 

* * *

 

Monseñor Romero fue un hombre desarmado. ¿Quién podría tenerle miedo? El hizo uso de la Palabra de Dios. fue su arma con que defendió a los más desprotegidos contra la voracidad de los ídolos que se pavoneaban de sus fuerzas seculares; fue el pan con que alimentó a los hambrientos de Dios, en una atmósfera plagada de ideologías e intereses rastreros; fue el aliento con que acompañó a los cansados y desalentados, como lo hizo el mismo Jesús con los discípulos de Emaús, explicándoles por el camino las Escrituras.

Con la Palabra de Dios, Monseñor Romero pretendía hacer vigente en nuestro país las obras de Dios, las mismas obras que el Padre del cielo realiza por medio de su Hijo Jesucristo, el Verbo Encarnado, que es Luz para disipar las tinieblas, Pan vivo bajado del cielo para alimentar al hambriento de Dios, Fuego para que arda el mundo purificado del pecado, Paz, pero no como la da el mundo, para que haya comunión y solidaridad entre todos los hombres.

Con la sola palabra, Monseñor Romero presentó a los salvadoreños la Palabra que es Cristo, el Hijo amado del Padre, en quien se fundan todos los valores profundos del hombre y la altísima dignidad de cada uno de nosotros. Derechos y dignidad humanos que no son respetados cuando se pierde de vista la fuente de donde emanan.

 

* * *

 

Monseñor Oscar Arnulfo Romero queda siempre en nuestro corazón, y cada año que pasa con un cariño más acendrado lo recordamos sobre todo en el contexto de la Eucaristía, en donde él entregó su vida, después que había hecho de la misma una cotidiana eucaristía.

 

 


 

19 años

 

José M. Tojeira

 

Celebramos una vez más el aniversario de Mons. Romero. Y como hay conciencia de que está cercana su beatificación, el ambiente de júbilo se sintió. Tres mil personas en la Vicaría Monseñor Romero lo aclamaron el domingo pasado y todas las actividades entorno al 23 y 24 tuvieron una amplia participación. Cada vez más se piensa que será simbólico que el nuevo milenio se abra en El Salvador con el reconocimiento oficial eclesiástico de la santidad de este buen pastor.

Y no es para menos. Monseñor Romero es en primer lugar una víctima que triunfa sobre sus verdugos. Y esto es digno de celebración para cualquier persona bien nacida. En un mundo donde los verdugos en su mayoría mantienen su estatuto de honorabilidad frente al olvido de las víctimas (sólo si pierden una guerra se les puede llamar verdugos), el hecho de que a Monseñor Romero se le recuerde, no sólo en El Salvador, como un prócer de este país y un santo de la Iglesia, es motivo de alegría.

Que este triunfo se vaya dando, más allá del gusto que deja, es importante para el propio desarrollo de El Salvador. En efecto, ningún país se puede desarrollar en cuanto tal, sin memoria colectiva. Porque la memoria es la base de la propia identidad. Y Monseñor Romero es símbolo de toda una historia en la que el bien, la bondad, la veracidad, el amor a los débiles sufrieron una auténtica persecución de parte de los ídolos del dinero y del poder. Y símbolo porque es mártir–testigo de que esa bondad, a pesar de los golpes que reciba, puede resurgir, resucitar en el pueblo salvadoreño y recrear la esperanza de todos. Comentaba Mons. Urioste que los acuerdos de paz recogían en general muchas de las cosas que Mons. Romero pedía y por las que fue asesinado: Que nadie mate a su prójimo, que el ejército vuelva a los cuarteles, que el sistema judicial mejore, que los campesinos tengan tierras, que la política sirva al país y no a intereses demasiado privados… Y es cierto, la figura de este pastor ha marcado la historia de este pueblo y su búsqueda de justicia con una fuerza tal que ya no se le puede borrar del día a día de nuestro acontecer.

Desde esta memoria creativa y presente tenemos además que reconstruir nuestra propia identidad. No una identidad fija y permanente, sino la identidad abierta de los seres históricos que quieren construir la fraternidad en un mismo territorio. Cuando se habla de identidad nacional se busca con frecuencia imponer tareas fijas, cerradas. Y por eso fracasan esas identidades construidas sobre próceres que dijeron una frase que se repite después mecánicamente y con frecuencia al servicio de sinvergüenzas. La identidad, por el contrario, construida sobre figuras como la de Mons. Romero, permanece siempre abierta. Porque es en definitiva una identidad construida sobre el amor, y éste permanece siempre abierto al futuro. Un futuro que tiene que ser de todo Mártir de la dignidad humana, y especialmente de la dignidad de los más pobres. Mons. Romero nos enseña que no se puede construir el futuro si no es un futuro de todos.

 

Un ejemplo de las celebraciones de estos días. En Soyapango varios miles de personas de las comunidades celebraron a Monseñor Romero el domingo 21. El acto, denominado "Festival verdad 99", fue organizado por los hermanos de la Fratenidad Franciscana de Soyapango, junto con algunas ONGS. El festival comenzó a las dos de la tarde con la participación de grupos de música popular. También hubo danzas típicas, como la danza de los emplumados de Cacaopera. El Padre Tojeira, rector de la UCA, dijo: "Para los salvadoreños lo que ayer fue luto hoy es alegría. Monseñor Romero ha resucitado en la conciencia popular". El franciscano Elmer Guevara dijo que "la fe del pueblo esta alimentada por Monseñor Romero". María del Carmen, de 62 años, dijo: "El siempre tuvo tiempo para ayudar a los campesinos".

 

 


 

Una vida digna de imitar

 

Hno. Melvin A. Otero, S.J.

 

Pasadas la celebraciones conmemorativas del XIX aniversario del asesinato de Monseñor Romero, quiero dedicar unas líneas sobre mis impresiones acerca de este acontecimiento. No voy con esto a aclarar cómo se desarrollaron estas celebraciones. Lo que quiero transmitir es lo que personalmente he reflexionado a partir de un hecho que despertó inquietudes e interrogantes en mi vida.

Hace unos días, en medio de la clase de Cristología, nos dividimos en pequeños grupos para reflexionar un poco sobre las características personales de Monseñor Romero y los rasgos que de Jesucristo se podían encontrar en ellas.

En ese momento se produjo un gran silencio en toda el aula, y es que, para todos los presentes, traer a la memoria el recuerdo de un personaje como lo fue Mons. Romero toca en lo más hondo de las personas que, de alguna manera, tuvieron la oportunidad de conocer, escuchar y recibir, las enseñanzas que impartía como Pastor, el calor humano y el apoyo moral que inspiraba su persona.

A los que como yo, que no llegamos a tener la oportunidad de conocerle, y lo poco que sabemos de él se reduce a lo que dicen los escritos que de él se han hecho, de las grabaciones de las homilías que de él se conservan, de las proyecciones televisadas sobre su vida, recogida en una película filmada después de su asesinato, y de las memorias de los que vivieron toda la trama de su vida, nos tocaba hacer nuestro aporte (teórico) sobre el tema en cuestión a partir de lo que en nuestra mente queda de lo antes mencionado. En resumen, los rasgos encontrados en la vida de Mons. Romero son los mismos de los que se nos habla sobre el Jesús histórico, y su asesinato no fue más que el resultado de lo que fue su vida, vivida coherentemente con las enseñanzas del evangelio. Pero ahí no termina todo. A partir de esta reflexión en que me tocó escuchar los comentarios–testimonio de los compañeros de clase, se despierta en mí una serie de pensamientos que ocuparon mi mente durante los días posteriores.

De todas las actividades realizadas en este aniversario sólo participé en la misa celebrada en la Capilla de la UCA y que lleva el nombre de Monseñor Romero. Esta fue presidida por Mons. Gregorio Rosa, Obispo Auxiliar, y en ella concelebró un número considerable de sacerdotes de varias congregaciones, con una asistencia numerosa de distintos sectores de la población. Puedo decir con toda seguridad que todos los presentes vivieron esta celebración con mucha alegría porque saben que aquel que ayer fue asesinado por los enemigos de la verdad, hoy es un intercesor ante Dios por nuestras necesidades y que su presencia entre nosotros es tan real o mayor que hace 19 años. Me bastó observar el semblante de algunos presentes para darme cuenta de ello.

Tanto lo visto y vivido en esta eucaristía como las demás actividades realizadas, me hacen sentir un gran gozo, pero también una gran pena por los que no supieron o no han sabido valorar lo que han tenido, lo que tienen y lo que tendrán de parte de quien generosamente vivió para su pueblo, derramó su sangre por su pueblo y hoy intercede por su pueblo: Monseñor Romero. Es una lástima que hoy exista en el mundo entero más simpatía, admiración y amor por un Monseñor Romero "el Santo de América", a quien no llegaron a conocer siquiera, que lo que algunos sienten aquí, en la tierra que le vio nacer y en el pueblo por el que entregó su vida. El pueblo se siente orgulloso de que uno de sus hijos haya sido elevado a los altares como el Mártir del siglo XX, pero aún hay en él muchos sectores cuyo veneno se ensaña en su contra, tratando con ello de obscurecer el rostro que hoy sigue presente, animando e invitando a quienes sí son capaces de ver más allá de sus narices y que saben que aún queda mucho por hacer tanto aquí, en El Salvador, como en todos los países en donde los más desposeídos siguen mudos porque han sido acallados por el poder opresor y en donde los enemigos de la verdad son admirados y enaltecidos por los que egoístamente buscan su propio bienestar sin importarles un pepino la suerte que puedan correr los de abajo, los pobres. Esos pobres en los que el rostro sufriente de Jesús sigue presente entre nosotros, a la espera de su liberación y de mejores oportunidades para realizarse como personas y por quienes, en última instancia, se nos pedirá cuentas.

Desde muy joven me decía: "si yo hubiese tenido la oportunidad de conocer personalmente a ese tal Jesús", o por lo menos a alguien cuyas características y valores fuesen los mismos que los de Jesús y cuyo comportamiento y causa fuera el proyecto de Jesús. Eso no era más que un sueño del que tenía que despertar para conformarme con el Jesús que nos transmiten los evangelios.

Hoy en mi mente merodea el pensamiento de "si por lo menos hubiese tenido la oportunidad de conocer personalmente a Monseñor Romero", entonces habría alcanzado mi mayor deseo en esta vida, pero nuevamente me toca despertar y conformarme con el Mons. Romero que pasa a la historia, dejándonos, al igual que Jesús, una senda marcada para seguir luchando por los valores del reino; un ejemplo a seguir, una vida que imitar.

 

_________________

 

Monseñor Romero y los zapatistas. El P. Mario Bernal, expulsado del país en 1977, se comunicó con la YSUCA: "Estamos viviendo las vibraciones que El Salvador está enviando a todo el planeta en esta misa del 24 de marzo. Aquí en México lo celebramos el domingo pasado a las 7 de la tarde en un templo de Jesús Resucitado, de los padres jesuitas, lleno hasta reventar. Estaban presentes los hermanos zapatistas que en esa día estaban haciendo la consulta nacional sobre si tienen derecho o no los indígenas a estar en la constitución del país, si tienen derecho o no de tener rostros, si tienen derecho o no a ser tenidos en cuenta. Yo hablé en la misa y les hice ver que Monseñor Romero estará muy contento ese día con la consulta que hicieron a todo el país. Ayer tuve un programa de una hora por esta radio Iberoamericana. Les puse la homilía de cuando él regresó de recibir el doctorado honoris causa en Lovaina. Así es que todo va por buen camino, y sobre todo la juventud acoge el mensaje vivo de Monseñor Romero.

 

* * *

 

Un minuto de silencio en la Asamblea. Los diputados del FMLN pidieron un minuto de silencio por Monseñor Romero en el pleno de la Asamblea Legislativa —y así ocurrió. Por primera vez en estos diecinueve años un órgano del estado tributó un muy modesto homenaje a Monseñor Romero. Los diputados de ARENA, por su parte, pidieron otro minuto de silencio por el padre del presidente Calderón Sol recién fallecido.

 

* * *

 

Una plaza en honor de Monseñor Romero fue inaugurada en frente de la Plaza del Salvador del Mundo a las 4 de la tarde del 24 de marzo. Ese mismo día, después de una misa tenida en el hospitalito a las 7 de la mañana, se organizó una marcha hasta catedral. En la misa de las 12 un grupo de jóvenes desfiló por la nave central hasta el presbiterio, portando 54 fotografías de tamaño grande en las que se presentaba toda la vida de Monseñor Romero desde que era niño hasta el final. Este desfile arrancó los mayores aplausos.

 


  

1999. Año de Dios Padre (I)

 

1. ¿Quién conoce a Dios?

José María Castillo

 

Mucha gente piensa que tiene muy claro lo de Dios. Me refiero a las personas que, no solamente están seguras de que Dios existe, sino que además afirman, sin lugar a dudas, que saben perfectamente quién es Dios, cómo es Dios, lo que le gusta a Dios, lo que hay que hacer para estar cerca de Dios, etc., etc. Naturalmente, los que (según se creen ellos) tienen todas esas cosas tan claras, aseguran también que ellos tienen respuestas firmísimas a las siguientes preguntas: ¿qué es conocer a Dios? ¿cómo es posible conocer a Dios? ¿desde dónde se puede conocer a Dios? ¿quién conoce a Dios? Repito: hay gente que en cuanto escuchan alguna de estas preguntas, la que sea, no dudan ni un segundo. Por eso, los que tienen en su cabeza todas estas "seguridades", se consideran a sí mismos como personas "bien formadas", educadas "como Dios manda" y, desde luego, con una fe sólida y firme, la única fe que vale, "como tiene que ser".

  Como es lógico, la primera impresión, que producen los que aseguran que tienen todo eso tan claro, es que son personas admirables y hasta envidiables. ¡Qué suerte! ¡Ver con tanta claridad lo que otros ven tan oscuro o incluso no lo ven de ninguna manera! Pero todo esto es la "primera impresión". Porque si todo este asunto se piensa más despacio, enseguida se da uno cuenta de que la cosa es mucho más complicada de lo que algunos se imaginan.

  Por supuesto, no se trata de poner en duda si hay Dios o no hay Dios. El problema está en saber qué es eso de conocer a Dios. Y, sobre todo, cómo es posible conocer a Dios.

  ¿Por qué nos hacemos aquí estas preguntas? Según cuentan los evangelios, un día dijo Jesús: "¡Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra!, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a la gente sencilla" (Mt 11, 25; Lc 10, 21). Con estas palabras, Jesús quiso decir que eso de "conocer a Dios" es algo que se oculta a los "sabios" y "entendidos", mientras que (sorprendentemente) se da a conocer a la "gente sencilla". O sea, según el criterio de Jesús, los que conocen a Dios no son los sabios y entendidos, sino la gente simple y sencilla. Porque de eso exactamente, del "conocimiento de Dios", es de lo que Jesús estaba hablando cuando dijo que ese conocimiento lo tienen sólo los sencillos (Mt 11, 27).

  Pues bien, lo que aquí interesa saber es a quién se refería Jesús cuando dijo que solamente los sencillos son los que conocen a Dios. El texto original de los evangelios utiliza la palabra griega nepioi (Mt 11, 25; Lc 10, 21) para referirse a esos "sencillos". Esa palabra se traduce literalmente así: Lo que significa es que a Dios lo conocen solamente "los que no tienen nada que decir" en este mundo. Lo cual es una forma muy clara de afirmar que a Dios lo conocen de verdad los que no tienen importancia ni influencia, los que no pintan nada en esta vida. Exactamente, los que se encuentran en el extremo opuesto a los sabios y a los entendidos.

  Por esto se comprende que San Pablo (de acuerdo con lo que había dicho Jesús) llegue a asegurar que, para esto del conocimiento de Dios, no valen "las persuasivas palabras de la sabiduría humana" (1Cor 2, 4). Y la razón está en que, a juicio de San Pablo, cuando se trata de conocer y de hablar de Dios, no sirven para eso ni los "sabios", ni los "letrados" ni los "estudiosos de este mundo" (1Cor 1, 20). Porque "lo necio del mundo se lo escogió Dios para humillar a los sabios; y lo débil del mundo se lo escogió Dios para humillar a lo fuerte; y lo plebeyo del mundo, lo despreciado, se lo escogió Dios" (1Cor 1, 27-28).

  En realidad, ¿qué significa todo esto? Significa, ante todo, que "conocer a Dios" es una cosa que no va, ni puede ir, por donde van los conocimientos de los sabios y de la gente entendida. Significa, en segundo lugar, que "conocer a Dios" es una cosa que (se explique como se explique) está presente allí donde hay "gente sencilla", personas que no representan nada en esta vida y que, por eso, nada tienen que decir.

  Ahora bien, ¿qué es lo que tienen estas personas, que se da solamente en ellas y no está en los "sabios", ni en los "entendidos" y ni en los que tienen importancia en este mundo? La respuesta es sencilla: los sabios y entendidos tienen poder y por eso son gente influyente; ellos son los que mandan o los que influyen en los que mandan. Por el contrario, la gente sencilla, los que no representan nada en esta vida, tienen debilidad y por eso no significan nada y pasan desapercibidos. Son los pobres, los ignorantes, los que carecen de casi todo.

  Y aquí viene la gran pregunta: ¿por qué precisamente estas gentes son los que conocen a Dios? Porque conocer a Dios no es asunto de ideas, de saberes y de teorías, sino que sólo es posible allí donde hay debilidad. ¿Por qué? Porque sólo donde hay debilidad es posible el cariño, la verdadera bondad y la ternura. "El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor" (1Jn 4, 8). Pero la condición indispensable para poder amar es ser débil, sentirse débil. Porque "amar" es "necesitar" a quien se quiere. Sólo el "necesitado", el "débil", el "indigente" puede amar. Y por eso, sólo quien va así por la vida, es quien puede conocer a Dios. De ahí que los "poderosos" de este mundo (en política, en religión, en sabiduría, en lo que sea) difícilmente pueden enterarse de quién es el Dios de Jesús y de cómo es el Dios de Jesús. Mientras que los que nada tienen que decir, esos son los que, con toda naturalidad, se enteran enseguida de lo que es Dios y lo conocen sin más problemas.

  

2. La complicada relación con el Padre

 

A primera vista, decir que Dios es "padre", más aún, decir que Dios es EL PADRE, parece una cosa, no sólo estupenda, sino lo más hermoso y lo más reconfortante que se puede decir en esta vida. Por eso, sin duda, tantas veces se nos ha enseñado que la fe en Dios como Padre es lo más grande y lo más consolador que hay en las enseñanzas de la Biblia y en la doctrina que predica la Iglesia.

  Y es verdad. No cabe duda que resulta sencillamente maravilloso tener el firme convencimiento (por la fe) de que el Dios en el que creemos, no es un juez que amenaza, ni un gobernante que castiga a los malos y a los buenos también como se descuiden. Y menos aún es una especie de gran policía cuya misión es mantener el orden, para que cada cual esté donde tiene que estar. Saber que Dios es Padre es saber que Dios es Bueno. Esto es verdad. Y, sin embargo, por poco que se piense en toda esta cuestión, enseguida se da uno cuenta de que afirmar que Dios es Padre es lo mismo que decir algo que tiene sus complicaciones. ¿Por qué?

  Tal como normalmente funcionan en esta vida las relaciones entre un "padre" y su "hijo", sabemos perfectamente que el padre es, para el hijo, en primer lugar, protección frente a cualquier amenaza. Esto se nota mucho sobre todo cuando el hijo es pequeño. Porque entonces, naturalmente, el niño se siente más desprotegido. De ahí, el desamparo en que viven tantos niños de la calle, que quizá ni conocen a su padre y se sienten por eso más solos y más indefensos.

  En segundo lugar, el padre es para el hijo seguridad. Y lo es por lo que se ha dicho hace un momento. Lo cual es decisivo en la vida de cualquier persona. Frente a tantas amenazas como hay en la vida, saber que hay alguien, con quien me puedo sentir seguro, es determinante para que una persona se sienta bien y no acabe siendo un desgraciado.

  En tercer lugar, el padre es para el hijo explicación de todo lo que el niño no sabe explicar. Por eso los niños, cuando empiezan a hablar, no paran de preguntar a sus padres. Como no saben casi nada, la explicación de casi todo la encuentran en el padre, que es el que sabe y da la razón de ser de las cosas y de lo que pasa.

  Por último, el padre es para el hijo poder y autoridad. Porque el padre es el que manda en la casa. Y, por tanto, el padre es el que ordena lo que hay que hacer. Y también el que prohibe lo que no se debe hacer. Además, el padre censura al hijo que se porta mal. Y si es necesario lo castiga. Lo que significa que relacionarse con el padre es encontrarse, no sólo con el cariño, la bondad y la protección, sino también con lo que está prohibido, con lo que muchas veces está mal visto, y también con lo que merece un castigo.

  Ahora bien, si las cuatro cosas, que se acaban de indicar (protección, seguridad, explicación y poder), se dan en la relación del hijo con el padre, se comprende perfectamente que semejante relación presente no pocos problemas en la intimidad de la vida de muchas personas. Porque, por una parte, todos los seres humanos necesitamos protección, seguridad y explicación de lo que no sabemos. Por eso el padre es alguien a quien tanto queremos y a quien tanto necesitamos. Pero, por otra parte, el padre es también poder y autoridad, que manda y prohibe, que amenaza y castiga. Y la experiencia nos enseña que, con frecuencia, hay padres que castigan más de la cuenta o amenazan con tanta severidad que los hijos sienten verdadero miedo o hasta terror ante la figura paterna. Pero todos sabemos hasta qué punto queremos ser libres y necesitamos libertad.

  Entonces, estando así las cosas, se comprende en qué consiste la complicada relación con el "padre". Porque el padre es alguien de quien no podemos prescindir. Pero, al mismo tiempo, es alguien que instintivamente rechazamos. Y es que, por una parte, nos da la seguridad que necesitamos. Pero, por otra parte, representa la prohibición y hasta la amenaza que tenemos. Es verdad que hay personas afortunadas que han tenido la suerte de que su padre ha sido siempre bueno, cariñoso, cercano, comprensivo y hasta tolerante. Pero también es verdad que, no pocas veces, hay gente destrozada en su intimidad porque han tenido la desgracia de un padre duro y distante, incluso difícil, que se ha pasado la vida amenazando, prohibiendo y castigando.

  Todo esto es de sobre conocido. Pero lo que mucha gente no se imagina es que la imagen del padre, en esta vida, determina decisivamente la imagen que cada uno lleva dentro sobre lo que es Dios como Padre. Por eso hay tantas personas a quienes les resulta un problema enorme creer en Dios como Padre que quiere a sus hijos. Y hasta hay personas que se sienten incapaces de creer en Dios. Porque hablarles de eso, es lo mismo que mencionar castigos y amenazas, censuras y privaciones de libertad.

  Lo que pasa es que la mayoría de la gente no se atreve a hablar de estas cosas. Porque son cosas muy íntimas. Tan íntimas que muchas personas las viven como auténticos dramas, pero son incapaces de darse cuenta de lo que les ocurre. El problema está en que la relación con Dios como PADRE no puede funcionar con normalidad, mientras la persona no se aclare sobre estos asuntos tan profundos y tan íntimos en la vida de cualquier ser humano.

  Esto supuesto, lo que nos queda por ver es cómo Jesús presentó a Dios como Padre, lo que dijo de ese Padre, y cómo tenemos que relacionarnos con EL. (Continuará).

  


 

El Padrenuestro de Dios

 

Hijo mío que estás en la tierra,

preocupado, solitario, tentado;

yo conozco perfectamente tu nombre,

y lo pronuncio como santificándolo,

porque te amo.

No, no estás solo, sino habitado por mí,

y juntos construimos ese reino,

del que tú vas a ser heredero.

Me gusta que hagas mi voluntad,

porque mi voluntad es que tú seas feliz,

ya que la gloria de Dios

es el hombre viviente.

Cuenta siempre conmigo

y tendrás pan para hoy; no te preocupes,

sólo te pido que sepas

compartirlo con tus hermanos.

Sabes que perdono tus ofensas

antes incluso de que las cometas;

por eso te pido que hagas lo mismo

con los que te ofenden.

Para que nunca caigas en la tentación,

tómate fuerte de mi mano

y yo te libraré del mal,

pobre y querido hijo mío.

 

J.L.M.D.

 


 

Edición de las obras completas de Monseñor Romero

 

El señor Jesús lo dijo claramente: "Nadie es profeta en su propia tierra". Y El fue el primero en sufrir las consecuencias de esa verdad. El resto del mundo lo acogió como su Salvador, pero en su propia tierra fue rechazado. Rechazado por los poderosos y por el Sanedrín –los jerarcas religiosos de su tiempo– sufrió la cruz por nuestra salvación. Sus predicaciones y sus hechos fueron la causa de su condena, dentro del plan de Dios.

  Estamos a menos de un año del inicio de un nuevo siglo y del vigésimo aniversario de la muerte de Monseñor Romero . Con esta ocasión, los Obispos Católicos de Inglaterra, a través de su organismo de ayuda, han aprobado y financiado, casi totalmente, una edición de todas las obras de Mons. Romero. Con la aprobación del Señor Arzobispo, Mons. Sáenz, esta edición está ya en curso en la Imprenta.

  La edición comprenderá 10 volúmenes. Siete, de sus homilías completas. Un octavo del "Diario de Monseñor". Un noveno que se llamará: "Día a día con Mons. Romero", que contendrá en cada página de los 365 días del año, un párrafo escogido de sus homilías, que será motivo de reflexión y meditación y un décimo volumen que llevará por título: "Monseñor Romero: Su vida, su palabra y su testimonio", que, con ilustraciones, dará a conocer quién fue Mons. Romero, dirigido especialmente a menores de 20 años, para conocer y recordar su figura. Los Obispos ingleses han querido así, recordar a Mons. Romero en el vigésimo aniversario de su martirio.

  La edición será, naturalmente, limitada. Sin embargo, por la ayuda recibida, el costo será solamente de 75 colones, los diez volúmenes. Quienes tengan interés en adquirirlo, reserven sus pedidos en la Librería del Arzobispo de San Salvador, (tel. 226-6066 ó 226-6211) donde se empezará a entregar en el próximo mes de agosto. Agradezcamos al Señor la admiración que Mons. Romero suscita en la Iglesia de otros países.

 

Mons. Ricardo Urioste