Carta a las iglesias, AÑO XVIII, Nº403, 1-15 de junio de 1998

 

Obispos Profetas

Hoy no hay muchos, pero sí hay algunos. Alrededor de Medellín surgió la edad de oro de obispos profetas en América Latina. Era la generación de don Helder Cámara, el cardenal Arns, don Leonidas Proaño, don Sergio, Mons. Angelelli, y entre nosotros nuestro querido Monseñor Romero. Además formaron parte de grupos y conferencias episcopales que escribieron inolvidables cartas colectivas, cartas por tanto de mayorías de obispos, no de excepciones, como aquellas cartas de los obispos brasileños que comenzaban "He oído los clamores de mi pueblo".

Han sido muchos más que los nombrados, pero basten estos nombres para recordar a toda una generación. Como obispos fueron una generación comparable a los de los tiempos de la patrística en los seis primeros siglos de la Iglesia. Como profetas eran comparables a los Bartolomé de Las Casas, Juan de Zumárraga, Antonio de Valdivieso, del siglo XVI.

Insistimos en que fueron obispos profetas. Y es que es muy fácil repetir que la Iglesia -y sus obispos- deben hacer presente las tres funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey, pero no es nada fácil hacerlo como lo hizo Jesús de Nazaret. Cristo-rey puede acabar significando la autoridad que tienen los obispos para gobernar -olvidando muchas veces que ese rey es el servidor que lava los pies a sus súbditos. Cristo-sacerdote puede acabar significando la concentración en lo sagrado y separación de la historia real -olvidando que el sacerdote es el que se entrega a sí mismo hasta el final. Y lo que más nos interesa recordar en este editorial es que Cristo-profeta puede acabar significando el uso y hasta abuso de la palabra (en homilías y en cartas pastorales, con conciencia de autoridad, cuando no de infabilidad) -olvidando que profecía es hablar en nombre de Dios, concretamente y sin tapujos, para defender a los débiles del pueblo de Dios y en contra de sus opresores. (Y esto que acabamos de decir vale también para la vida religiosa, tantas veces proclamada -y exigida- como vida profética, siendo así que pocas veces denuncia el pecado de nuestra sociedad y mucho menos las limitaciones y pecados de nuestra querida Iglesia).

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Hoy en día se puede decir con razón que la jerarquía y los obispos muchas veces desenmascaran la injusticia que nos rodea: neoliberalismo, injusta deuda externa, pobreza galopante... y todo eso es bueno, pero en sí mismo no es todavía "profecía", sino que es juicio "ético", importante por supuesto. Con frecuencia los obispos latinoamericanos y sobre todo Juan Pablo II tienen textos importantes: "la hipoteca social que pesa sobre la propiedad privada", "la prioridad que el trabajo tiene sobre el capital", "en el día del juicio los países del tercer mundo juzgarán a los países del primer mundo"... Pero ahí suele terminar la palabra eclesial. No menciona con suficiente realidad lo concreto del pecado y del pecador, la opresión en este mundo y sus responsables -a no ser que se trate de Cuba y de Fidel Castro, cuando entonces todo el mundo sabe qué se está denunciando y a quién. Y la palabra eclesial es cooptada, no duele. Recordemos, pues, qué es profecía, y cuánto de ella hay en nuestra Iglesia.

La palabra profética es la que se pronuncia en nombre de Dios (que podrá ir acompañada de racionamientos y texto eclesiásticos), y que por eso tiene la fuerza de Dios y la fuerza de la realidad pero a veces parece que no se puede denunciar nada sin apoyar la denuncia en algún texto del magisterio, lo cual le quita fuerza a la profecía. La palabra profética es libre y creativa. Tiene en cuenta al magisterio y, por supuesto, al evangelio, pero responde a los clamores de la realidad, de los pobres sobre todo, en quienes habla Dios.

La palabra profética denuncia el pecado concreto. Va más allá de una condena del mal y de una exigencia de hacer el bien. La corrupción y el robo, el fraude y la mentira, la opresión y la pobreza, son bien concretos. Y también son bien concretos sus responsables. No se trata de odiar a nadie ni de tomar venganza de nadie, pero nombrar al pecado y al pecador es necesario para cambiar este mundo. El silencio sobre ello, el encubrimiento, el olvido, las amnistías precipitadas... todo ello son una burla de la profecía e incluso de la ética.

La palabra profética anuncia el castigo, lo cual suena hoy a algo "políticamente incorrecto", pero es importante. El profeta Jonás tenía que predicar: "Si no se convierten, Nínive será destruida". Monseñor Romero recordaba al Cardenal Lordcheider cuando dijo: "quítense los anillos antes de que les corten los dedos". No hay aquí catastrofismo ni desear mal a nadie, sino honradez con lo real. Y tampoco hay exageración: en todos los países latinoamericanos, con excepción de Chile, ha aumentado la pobreza.

Profecía es por último, una llamada a la conversión. Buena es la reconciliación, la comprensión y la tolerancia, pero nada de eso puede suplir a la conversión de los pecadores y opresores, de los asesinos y los mentirosos. Lo esencial de la conversión, sin embargo, es que es una buena noticia para el opresor. Hay futuro, se puede vivir como hermanos y hermanas, pero hay que convertirse. A veces parece imposible, y dice el evangelio de Lucas que "no se convertirán aunque un mundo resucite". Pero siempre queda el amor de Dios capaz de transformar al hijo pródigo. Y siempre queda la esperanza de Monseñor Romero: "sobre estas ruinas brillará la gloria del Señor".

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Volvamos al comienzo. Hoy no está de moda la profecía en la Iglesia como lo estuvo en tiempo de Medellín y Puebla que exigían la defensa de los pobres y la lucha contra los ídolos. Tampoco está muy de moda en la vida cotidiana de la Iglesia, aunque Santo Domingo tenga textos preciosos denunciando las aberraciones que se hicieron contra los indígenas y, sobre todo, contra los afroamericanos en el siglo XVI. Pero no creemos exagerar al decir que en un mundo cada día de mayor pobreza, de seres humanos simplemente excluídos de la vida, de pueblos enteros sobre los que se cierne un silencio cruel como si no existiesen, la profecía no está a la altura de las circunstancias.

Sin embargo, como hemos dicho, hay profecía y hay algunos obispos proféticos. En estos días seguimos recordando a Monseñor Juan Gerardi. Con el peso de la realidad, en nombre de Dios, sin componendas eclesiásticas o diplomáticas, mencionando aberraciones concretas y sus responsables, dijo la verdad. Y que dijo la verdad profética se desprende de que "los de siempre" lo asesinaron. Y se desprende también de que su pueblo "lo ha llorado como a un padre" y quiere que siga vivo y presente entre ellos -noble tarea, la de mantener vivos a los mártires, en la que estamos empeñados.

Entre nosotros Monseñor Gregorio Rosa enjuicia la realidad salvadoreña alabando lo bueno y, sobre todo, denunciando lo malo. No teme a las reacciones del gobierno, de los políticos, de la oligarquía, del ejército. Dice simplemente la verdad, defiende a quien tiene más verdad, y ellos casi siempre son los pobres del país. En este número, como en otros anteriores, ofrecemos declaraciones suyas sobre la realidad del país. Algunos desearán cooptarlas, como ocurre con declaraciones de otros jerarcas, pero Monseñor Rosa lo hace difícil pues cada domingo vuelve a tomar la palabra "en nombre de Dios" y "en nombre de este sufrido pueblo". Predecesores para ello tiene: Monseñor Rivera, siempre ético y algunas veces profético, y Monseñor Romero, profeta y mártir de América Latina.

 

 


 

Cuatro años de gobierno de Armando Calderón Sol

Reestructuración de la CEL

 

El discurso presidencial

Pese a la evidencia que fácilmente se puede conseguir para demostrar lo contrario, el Presidente Armando Calderón Sol afirmó, en su mensaje ante la Asamblea Legislativa, con motivo de sus cuatro años de gestión, que uno de los logros de su administración ha sido el haber cumplido los Acuerdos de Paz. Aquí lo único que se puede decir es que, mal que bien, los Acuerdos de Paz fueron cumplidos en sus aspectos básicos no por el empeño puesto en ello por el gobierno de ARENA, sino más bien pese a las resistencias mostradas por el mismo. Obviamente, hay cosas todavía pendientes; como las reformas electorales, en cuyo estancamiento la segunda administración de ARENA impuso su visión e intereses, aunque ello pusiera límites a los alcances de los Acuerdos de Paz.

Se ha vuelto lugar común traer a cuenta la reforma educativa para ilustrar las bondades del gobierno de Calderón Sol. Hasta ahora, salvo las autoalabanzas gubernamentales, no se ha elaborado ningún informe serio que demuestre los éxitos contundentes en materia educativa de que tanto alarde hacen las autoridades. De todos modos, una mirada, aunque sea superficial, a la situación de la educación en el país no puede dejar de constatar el caos de la educación universitaria —punto que dejó sin resolver la anterior Ministra de Educación— y lo mal formados que llegan a la universidad los estudiantes graduados de la secundaria, aun con la utilización de los nuevos planes de estudio auspiciados por el MINED.

En materia de educación, pues, queda mucho por hacer. Haber despegado con una reforma educativa sin duda alguna que es importante. Pero presentar la reforma como una meta plenamente alcanzada es burda manipulación política. Por lo demás, se entiende que el gobierno publicite sus éxitos en materia educativa cuando en otros ámbitos de la realidad nacional su desempeño ha sido desastroso. Este es el caso, por ejemplo, de las políticas de reactivación agrícola, sumamente inconsistentes. El deterioro del agro ha alcanzado niveles críticos, sin que el gobierno haya dado señales de alarma y sin que se hayan diseñado e implementado las medidas necesarias para recuperar el sector.

En cuatro años de mandato, la administración de Armando Calderón Sol no ha asumido un claro liderazgo en la conducción del país. En materia política fue arrastrada por unos dinamismos —generados con los Acuerdos de Paz— ante los cuales, por lo menos en aquellos aspectos que le fue imposible obstaculizar, no tuvo más remedio que rendirse. En materia económica —el punto débil de los Acuerdos de Paz— bloqueó hasta donde pudo el proceso de transferencia de tierras a los desmovilizados, propició el fracaso total del Foro de Concertación Económica y Social, abandonó al sector agropecuario y toleró que el sector financiero se hiciera de las riendas de la economía. En materia social, salvo los logros en materia educativa, la situación de la mayor parte de los salvadoreños se ha visto deteriorada con la privatización de los servicios públicos auspiciada por la actual administración gubernamental.

Se ha tratado de una administración sumamente influenciable por las presiones de los grupos de poder económico, entre los cuales el que ha tenido más eco ha sido el que controla las finanzas y la banca. De allí los continuos vaivenes del gobierno de Calderón Sol a lo largo de estos cuatro años de mandato; de allí la ausencia de un programa de gobierno consistente que haya permitido articular las políticas económicas que, en un discutible proceso de ensayo y error, se pusieron en marcha, se eliminaron y se volvieron a implementar. El resultado de ello fue un gobierno débil, sin capacidad de mando y dirección, blando con los grupos de poder, los cuales tuvieron siempre la certeza de manejarlo a su antojo. El gobierno de Calderón Sol no supo o no pudo en estos cuatro años distanciarse de los sectores poderosos; no supo o no pudo demostrarles y hacerles sentir que su gobierno estaba (o pretendía estar) en función de los intereses de la mayor parte de los salvadoreños y no en función de sus bienes e intereses particulares.

¿Modernización o privatización de la CEL?

Uno de los componentes más notables del proceso de privatización durante 1998 ha sido la venta de las compañías distribuidoras de energía eléctrica. A partir de lo anterior, no resultaba descabellado esperar una profundización de la privatización en el sector energía eléctrica, pasando de la distribución hasta la generación.

Esta posibilidad fue descartada recientemente por el Presidente de la Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL), Guillermo Sol Bang, quien anunció una reestructuración institucional que, según él, no necesariamente implica su privatización. De acuerdo a la misma fuente, lo que se pretende es cumplir con el mandato de la Ley General de Electricidad de modernizar la institución, mejorar su eficiencia y disminuir los precios para el consumidor final.

Según la propuesta de reestructuración de CEL, se crearían cuatro empresas diferentes que manejarían los recursos con que cuenta CEL, así: Bajo Lempa, que comprende las represas "5 de noviembre y "15 de septiembre"; Alto Lempa, que comprende las represas de "Guajoyo" y de "Cerrón Grande"; Parque Térmico, que comprende los generadores de Acajutla, Soyapango y San Miguel; y el Parque Geotérmico, con pozos en los municipios de Berlín y de Ahuachapán. CEL sería siempre la propietaria de las cuatro empresas, pues, de acuerdo a Sol Bang, "no tenemos ningún plan de privatizar la generación, que es a lo que se va a quedar CEL"; agregó, además, que "si la decisión política de privatizar se da, va a ser mucho más fácil. Sería un caso similar al que se dio con las distribuidoras".

Al margen de las posturas de los asesores de CEL, pueden señalarse dos elementos que dificultarían la venta de las empresas generadoras: primero, la escasa vida útil que les resta a las represas hidroeléctricas; y, segundo, que la concesión del uso de los recursos naturales implica privatizar los beneficios de la generación eléctrica y socializar sus elevados costos sociales y ambientales. De acuerdo a estudios elaborados a principios de la década de 1990, la principal represa construida en el río Lempa, la de "Cerrón Grande", experimentaba un azolvamiento anual promedio de 13.6 millones de metros cúbicos, lo cual implicaba una vida útil restante de 18 años. Similar o peor situación enfrentarían las restantes tres represas construidas en el curso del río Lempa, debido a que no ha existido de parte de CEL un plan de manejo de las riberas de los embalses tendientes a disminuir los flujos de sedimentos y preservar los recursos naturales. CEL ha observado, más bien, una práctica legalizada de depredación indiscriminada de los recursos naturales para los fines de la generación de electricidad.

La modernización anunciada por CEL está en clara contradicción con las prácticas que se han desarrollado en el caso del sistema financiero, los ingenios activos del INCAFE y, más recientemente, las distribuidoras de energía eléctrica. En estas últimas, la consigna ha sido la venta de los activos sin considerar —ni de lejos— la posibilidad de modernizar la administración de las empresas estatales. Así, en la práctica, los gobiernos de ARENA han asimilado el concepto de modernización al de privatización.

Muy probablemente, los que dogmatizan la privatización y la consideran como la panacea para el subdesarrollo, estarían en franco desacuerdo con que CEL mantenga sus activos, pues la defensa de la privatización supone aceptar que el Estado es ineficiente por naturaleza. Lo cierto es que el proceso de reestructuración de CEL es la primera medida adoptada por el gobierno que apunta hacia una modernización del Estado más amplia.

Hasta ahora el gobierno no había considerado la posibilidad de que las empresas estatales pudieran reestructurarse de manera que se volvieran más eficientes, sin necesidad de ser trasladadas a manos privadas. En realidad, es altamente cuestionable que el gobierno se haya deshecho de empresas rentables como las distribuidoras de energía eléctrica, los ingenios y hasta el mismo sistema financiero, y que, en la actualidad, pretenda deshacerse de otras, como por ejemplo la encargada de las telecomunicaciones.

La anunciada reestructuración de CEL es un buen momento para desideologizar el proceso de privatización, porque podría revelar que es posible que el Estado opere eficientemente sus empresas, ofrezca bajos precios al consumidor y, a la vez, genere ingresos no tributarios para el mismo Estado. Falta por ver, empero, si existe verdadera voluntad política en ARENA para implementar un verdadero proceso de modernización en CEL o si su reestructuración responde solamente a una estrategia preelectoral que no implica un abandono de las posturas ideológicas propias del partido de gobierno.

 

 


 

Las verdades que dice Mons. Rosa

El 7 y 14 de junio Mons. Gregorio Rosa ofreció dos conferencias de prensa. Reproducimos algunas declaraciones importantes

Se hacen secuestros al estilo de los tiempos de la guerra. "El secuestro está ligado a muchas cosas, entre ellas la tenencia de armas. Hay estudios que muestran también cómo hay tantas armas en el país, sobre todo después de la guerra, y cómo hay una especie de mentalidad de poner la confianza en las armas. Y se hacen secuestros al estilo de los tiempos de la guerra, de modo que hay una metodología que se aprendió de la guerra y que se está aplicando en tiempos de paz.

Pero ésta es una manifestación de un problema más hondo. Y por eso insisto una vez más: hay que ver el origen de los problemas. Hay una cultura de violencia que existía antes de la guerra. No es algo que surge sólo con la guerra, sino que se consolidó con la guerra y no desapareció con la firma de la paz. Por tanto, hay que desmontar todo un mecanismo y ésa es una tarea larga, es un proceso. Pero entrar en ese proceso significa, en primer lugar, aceptar un problema, y aceptar que hay que ponerle remedios radicales, no a nivel de las consecuencias, donde entraría todo lo policíaco, lo represivo, las leyes duras sino en el origen, comenzando por apoyar a las familias para que puedan ser la primera escuela de paz. Ahora muchas familias no lo pueden hacer porque no tienen paz. En la angustia de buscar el pan de cada día, en la angustia de la violencia intrafamiliar no se puede construir cultura de paz".

No se puede descartar que el asesinato de los homosexuales sea limpieza social. "Yo lo doy como hipótesis en este momento. De hecho se dio una práctica hace algún tiempo de eliminación de jóvenes de pandillas y era una práctica de limpieza social. Se dio una práctica de eliminación de personas que hacían robos –por ejemplo en San Miguel se dio esto mucho– y también se decía que era una práctica de limpieza social. Pero lo grave sería no querer abrir los ojos al problema. Y por eso yo planteaba incluso un papel nuevo de los medios de comunicación. Uno puede informar de la violencia y lo debe hacer. Pero ¿cómo hacerlo para que esa noticia genere en el que la ve una reacción de combatir la violencia? ¿Cómo hacerlo para que lo morboso no esté en primer plano? Hay que hacer una especie de estrategia amplia en la que todos tengamos un papel, pero que se parta de un diagnóstico compartido. Y ese diagnóstico compartido es el que siento que en este momento no se quiere reconocer, no se quiere asumir. Y entonces, por más reuniones que haya, por más foros que haya, por más encuentros que se realicen, estaremos tocando las consecuencias, sin tocar las raíces, y los frutos amargos de la violencia se van a seguir produciendo. Este es un punto crucial del planteamiento".

No es bueno que sólo el presidente de la República defina la política exterior con Cuba. "Yo respondería con la frase del Papa en Cuba. Fue lo primero que pensé cuando el problema apareció como tema de debate. el Papa dijo: 'Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba'. Y esta frase ha sido tremendamente dinamizadora. Nosotros no podemos quedar fuera de ese dinamismo, y más si somos un país que aprecia tanto la figura y la enseñanza del Santo Padre. Yo creo que ese enfoque bastaría para concluir que en una dinámica de política exterior no podemos aplicar dos tipos de medida. Recordemos que aquí tuvimos entrenadores cubanos contratados por el Gobierno, para no decir otros datos".

Aunque los números macroeconómicos sean optimistas, la pobreza ha aumentado, y la brecha entre ricos y pobres se ha hecho más grande. "Todo mi planteamieto nace de una lectura atenta del mensaje presidencial. Y yo he querido resumir mi planteamiento en los dos desafíos mayores que tiene el Gobierno en el nuevo año de gestión, que engloba toda la gestión presidencial de aquí en adelante y de todo el Gobierno.

Si tú te fijas, todos los análisis coinciden en que aunque los números macroeconómicos sean optimistas, la pobreza ha aumentado, y la brecha entre ricos y pobres se ha hecho más grande. Y todos los análisis serios coinciden también en que la violencia no se ha podido detener por más que se han tomado medidas como las que hemos criticado. Por tanto, me parece que a nivel de fracasos en la gestión están estos dos, pero son fracasos de todos nosotros porque el país es el que sufre las consecuencias.

Podíamos añadir un tercer elemento a la luz de tu pregunta, diciendo que la democracia hay que entenderla como democracia real, por tanto, participativa, en la que la sociedad civil tenga un papel y sea escuchada. Nos falta incluso un proyecto de nación. Y yo intentaba con este enfoque de hoy poner como dos rieles fundamentales de este proyecto de nación. Una nación que no camine por un combate a la pobreza y a la violencia, no va a ninguna parte".

Hay unas políticas sociales muy débiles. "Mi opinión personal es que el problema de los médicos era real. Es parte del problema de pobreza de que hemos hablado: hay unas políticas sociales muy débiles. Yo planteaba que un logro tan bonito como es el de la educación, se puede neutralizar, se puede anular, si no se atacan las demás políticas sociales con decisión. Si la salud anda mal, si la alimentación anda mal, si la vivienda anda mal, si no hay trabajo, entonces la educación queda neutralizada porque es parte de la configuración de lo social. Entonces la salud está muy mal. Y este diálogo, este conflicto hizo que el país entero se diera cuenta de que allí hay un problema grave. Ahora hay un compromiso. Los médicos están dispuestos a luchar para que el compromiso se mantenga. Eso llevaría a que en uno de los campos de lo social, que es la salud, se pueda avanzar de verdad".

Más soldados no reducirán violencia. En vista de la escalada de violencia que golpea a los salvadoreños, las fracciones legislativas de ARENA y el PCN, con el apoyo del PDC, propusieron la semana pasada sacar al ejército a las calles para realizar tareas de seguridad pública. Esta alternativa ha causado, desde entonces, una polémica entre diversos sectores de la sociedad. Según algunos sondeos de opinión, la mayoría de la población está de acuerdo con esa medida que el Ejército ayude a la Policía en el combate a la delincuencia.

Sobre ello dijo Mons. Rosa Chávez dijo que "la solución a la violencia no es desplegar efectivos militares a lo largo del territorio nacional, para reforzar las acciones de protección a la ciudadanía, ya que ésta es una atribución exclusiva de la Policía Nacional Civil. La Constitución de la República es clara en este aspecto, pues al ejército le establece un rol y unas funciones específicas, encaminadas, básicamente, al resguardo de la soberanía nacional, no a las de seguridad pública. Además, los resultados anteriores en experiencias similares a ésta (de enviar a la Fuerza Armada a cuidar a la población) no fueron tan exitosos como el Gobierno prometió. Con aumentar el número de agentes policiales, tampoco se conseguirá atacar las causas reales que generan la espiral ascendente de robos, crímenes, secuestros y asesinatos. De nada sirve llenar las calles de policías y de soldados si no vamos a ver el trasfondo del problema.

El problema de fondo no se debe olvidar, ya que las causas reales de la violencia son de tipo estructural: la pobreza, la impunidad, la corrupción y la injusticia. Por esa razón, me parece que se necesita revisar las políticas de apoyo a la sociedad, sobre todo a la familia, la mujer y el niño para que pongamos base en las soluciones".

Debe seguir la investigación de las monjas. En días pasados, el fiscal general de la República, Manuel Córdova Castellanos, resolvió que este caso quedaba definitivamente cerrado, y que su reapertura era imposible porque se había tratado como un delito común y no político.

"Me duele tanto que se cierre el caso de su muerte como si aquí no pasó nada… Yo apoyo que el caso se mantenga abierto… y no es por capricho, sino porque la verdad es siempre la base de la justicia. En las instituciones gubernamentales hay angustia para mirar la historia de frente, y existe prisa por deshacerse de los hechos más horribles.

Una vez más se lavan las manos, y eso es muy preocupante, porque así no se construye la reconciliación ni una nación diferente. Sobre la mentira, la disimulación y la hipocresía no se construye un mundo nuevo. La resolución de la Fiscalía no es una argumentación concluyente; por eso tenemos que escuchar la contraargumentación y creo que la semana nos dará la oportunidad de conocer planteamientos que nos darán otro punto de vista".

 

 


 

Jóvenes, solidaridad y utopía

El 17 de mayo pasado los jóvenes arquidiocesanos celebraron nuevamente la vida y denunciaron con fuerza las estrategias de muerte con que los potentados apuntalan cada vez más su dominio. La XIII Jornada Mundial de la Juventud no sólo impresionó los oídos y deslumbró los ojos de los que pasaban, sino que hizo patente una disconformidad radical con lo que parece tan normal a los ojos y oídos del mundo: el consumismo desenfrenado, la destrucción de la vida en sus variadas manifestaciones, las escuelas de asesinos. La juventud cristiana que prefirió marchar bajo el sol en lugar de salir a divertirse en la playa o pernoctar frente al televisor, hizo una apuesta por la esperanza y salió a gritar con fuerza que la solidaridad no es una simple palabra.

Casi en la misma fecha en que se realizaba esta demostración de fe, amor y esperanza, al revisar los archivos del padre Ignacio Ellacuría nos topamos con algo que escribió en septiembre de 1987, "Subdesarrollo y derechos humanos", en ocasión del Tercer Encuentro Internacional de Jóvenes, realizado en Venecia, cuyo lema era "Jóvenes y solidaridad". El fragmento que presentamos a continuación no sólo recoge sintéticamente las ideas principales vertidas en el texto, sino que, además leído a poco más de diez años de su elaboración, conserva una gran actualidad. Y ya que la juventud arquidiocesana ha dado tales muestras de solidaridad, ¿qué mejor que recordar las palabras de alguien que vivió su compromiso con los demás hasta las últimas consecuencias?

[La] solidaridad cobra especial color si se trata de una solidaridad promovida por los jóvenes. Los jóvenes no son los responsables de lo que ha sucedido hasta ahora pero sí lo son de lo que suceda desde ahora… Al no estar maleados todavía por intereses económicos, políticos y sociales puede esperarse de ellos una mejor comprensión de la solidaridad.

Esta solidaridad está basada en el hecho mismo de la juventud. Los jóvenes tienen en común no sólo la humanidad todavía no dividida y contrapuesta sino su propia juventud. Ser humano y ser humano de esa forma que es ser joven implica una mayor comunidad que la diversidad de clase social y, sobre todo, la diversidad nacional. Hay ciertamente una gran diversidad de culturas que debe ser respetada y preservada. Pero está el hecho biológico, psicológico y cultural de la juventud que se sobrepone a otras muchas diferencias… La comunidad de gustos en el vestido, en la música, en el modo de alejarse de la vida de los mayores… muestra hasta qué punto el hecho primario de la juventud supera diferencias raciales, económicas, políticas y aun culturales. Hay, pues, en ello una solidaridad primaria en la que los jóvenes de todo el mundo pueden unirse para protestar por la situación inhumana de la mayor parte de la humanidad y para proponerse seriamente la superación de tanta injusticia, de tanto despilfarro, de tanta violencia.

Proseguir mecánicamente el pasado, no obstante los valores que haya en ese pasado, no puede llevar sino a la repetición y a la propagación de la injusticia, a ser cada vez menos humanos, a ser cada vez más marionetas de un dinamismo impersonal que pone el lucro y la dominación, el acaparamiento de los recursos y la imposición por encima de todo valor y de toda decisión personal.

"Jóvenes de todo el mundo, uníos" podría ser, no un correctivo de las frases paralelas "proletarios del mundo entero, uníos" o "pueblos oprimidos del mundo, uníos", ni menos un sustitutivo, pero sí un planteamiento radical que pudiera poner el problema en otros términos.

(Revista Latinoamericana de Teología, 25 (1992) 17-18).

A ciento cincuenta años de la primera edición del Manifiesto Comunista, pareciera que no queda nadie capaz de responder positiva y constructivamente al llamado a la unidad. Luego de los fracasos del socialismo "soviético" pareciera que estamos condenados a vivir bajo la realidad del capitalismo cínico -léase neoliberalismo- que ya se impone y se consolida, aunque también amenaza con destruirse a sí mismo y al planeta. La muerte de las utopías nos ha dejado en la desesperanza.

Frente a estos malos agüeros es hermoso descubrir actos concretos como los de la juventud arquidiocesana, que marchó con la frente en alto y de cara al sol optando por los pequeños y débiles, y denunciando la práctica injusta del imperio y sus secuaces. También son hermosas, frente a la desesperanza, las palabras de Ellacu que relacionan a la juventud con la solidaridad, la unidad y la lucha por la justicia. Los jóvenes son los llamados a vivir la esperanza y a construir el futuro.

Carlos Molina Velásquez

 

 


 

Dialogando con Ramón Córdoba: dinámica expresión de la juventud Arquidiocesana

Con ocasión de su participación en la jornada de la juventud Arquidiocesana del 17 de mayo pasado, que llegó con marcha y cantos frente a los muros de la embajada de Estados Unidos, nos encontramos con Ramón para dialogar sobre esa manifestación eclesial, así como también para compartir con los lectores de Carta a las iglesias algo del trabajo que él representa. Se trata de un joven laico, casado, que está comprometido por vocación y misión, en la tarea de promover y asesorar la Pastoral Juvenil en la Diócesis y actualmente en la región como miembro de la Sección Juventud del CELAM.

¿Dónde tienen su origen las jornadas de Juventud?

Se realizan a partir del año internacional de la juventud en 1985. Es una actividad realizada en dos niveles, uno el diocesano y otro el mundial, correspondiendo este último a la convocatoria internacional que el papa hace en algún lugar del mundo cada dos años. Como ejemplo hasta ahora en Roma, Buenos Aires (Argentina), Santiago de Compostela (España), en Polonia, en Denver, en Manila (Filipinas), Francia. Se espera que en cada diócesis se realice en los domingos de Ramos, pero se suele celebrar en Pascua.

¿Obedecen los temas de las jornadas a un esquema previo?

En el ámbito diocesano hemos recogido esfuerzos eclesiales de estructura y de base, a favor de la promoción y formación en la fe de los jóvenes, realizados desde 1985 por el equipo del Departamento de Pastoral Juvenil iniciado ese año. Nuestro equipo actual, desde Mons. Rivera, comparte la importancia que la trayectoria de nuestra Iglesia otorga a la cercanía con la realidad, que en nuestro caso significa cercanía con la problemática y realidad de los jóvenes. Es así como después de evaluaciones y consultas a través del Congreso arquidiocesano de pastoral juvenil y cuatro asambleas ordinarias elegimos los temas de ese año para ofrecer signos de vida en nuestra realidad que desde nuestra perspectiva de jóvenes, nos presenta muchas señales de muerte.

¿Por qué el signo de orar y protestar frente a esta Embajada?

Surgió entre nosotros la idea de que la peregrinación de este año, en primer lugar, comunique nuestra solidaridad con el drama de la deportación con la que ese país está afectando especialmente a los jóvenes latinoamericanos. Se trata de un gesto que denuncie su política anti inmigrante precisamente aquí, leyendo nuestro pronunciamiento a sus puertas. En el manifiesto exhortamos a recordar que ellos mismos son inmigrantes, de diferentes nacionalidades, a una tierra que les recibió como amigos", y a atender el llamado de los padres de la Iglesia "Nunca den por caridad lo que deben otorgar por justicia".

En segundo lugar queríamos unirnos a la demanda también eclesial por el cierre de la Escuela de las Américas, que como dice el documento, ha sido capaz de entrenar asesinos "tiranos y holladores de la libertad". Todavía continúan viviendo estos patrones de muerte hasta el final, por ejemplo desde las redes del narcotráfico o desde estructuras militares que creen esos esquemas. En el pronunciamiento expresamos que esta escuela "es un insulto a la vida y a los postulados de su nación que proclaman democracia y libertad, tan defendidos por sus insignes Abraham Lincoln y George Washington". Y en tercer lugar nos unimos al clamor por el fin de la deuda externa que lleva la gente latinoamericana, incluso antes de nacer (que supera los 574 mil millones de dólares). "Creemos que desde hace tiempo la deuda está saldada económica y moralmente, por la inmensa cantidad de productos que día a día nos obligan a consumir las sucursales de sus oligopolios transnacionales... está pagada mediante el trabajo incansable de las maquileras y de peones emigrantes que reciben a cambio de su ardua labor, un salario misérrimo por parte de sus patrones norteamericanos".

Pedimos esta cancelación en comunión con el espíritu del papa y la proclamación del jubileo del fin de milenio. ¡Los jóvenes queremos que en realidad sea un año de gracia!

¿Esperaban esa respuesta de la presencia de casi ocho mil jóvenes?

Se trata de todo un trabajo que está a la base de esta experiencia, es una respuesta también a la dedicación y trabajo de asesores, de su acompañamiento a sus procesos, de la gente que está comprometida en este trabajo de promoción juvenil. Estas acciones no se improvisan, son fruto de la herencia que los jóvenes hemos asumido de una Iglesia profética y martirial que ha querido estar presente en la realidad nacional y asumir sus costos.

 

 


 

Carta de don Samuel Ruiz

 San Cristóbal de las Casas

Catedral de la Paz

Chiapas, Mexico

 7 de junio de 1998

La voluntad de Dios, manifestada a través de su Santidad el Papa Juan XXIII, me pidió desde hace más de 38 años el servicio como Obispo de la Diócesis llamada entonces de Chiapas y, después de la erección de la de Tuxtla Gutiérrez, de la que quedó conocida como San Cristóbal de Las Casas, por el nombre de su Sede. La tarea específica de una acción evangelizadora, dirigida a todos y en especial a los más pobres y necesitados, en nuestro caso a los indígenas, la entendimos y la vivimos siempre como la predicación del Evangelio de Cristo, esto es, como el anuncio y construcción del Reino de Dios en la Justicia, en la Verdad, en el Amor y en la Paz. Si bien, es cierto que el Concilio Ecuménico Vaticano II, en cuyas sesiones por la gracia de Dios estuve participando, agregó una iluminación especial que me ayudó a entender mejor la incidencia histórica del quehacer pastoral.

De ahí que al surgir en Enero de 1994 un conflicto armado, no hayamos dudado los Obispos de Chiapas en condenar la violencia, al paso que reconocimos la legitimidad de las causas justas que se enarbolaron y ofrecimos nuestros buenos oficios para que se buscara una salida pacífica.

Esto lo consideramos como uno de los aspectos de nuestro quehacer pastoral.

Así tampoco juzgué ajena a la misión episcopal, la propuesta de participar en la Comisión Nacional de Intermediación (CONAI) y servir como mediador en un proceso de diálogo que buscaba una solución pacífica para Chiapas y para todo el País. Es más, aceptamos en la Diócesis que la primera etapa del diálogo, que por las circunstancias exigía de especial seguridad, se llevara a cabo en la propia Catedral, que se convirtió así en un símbolo de nuestra preocupación por la Paz.

No hemos ignorado, al aceptar la Mediación, que el proceso de Paz tenía una dimensión nacional e internacional; que suscitaba a diferentes niveles grandes y legítimas expectativas; que traería consigo la incomprensión, el sufrimiento y presiones de diferente índole; que la CONAI tendría que pasar por diferentes etapas y adaptaciones para garantizar a las partes, a la sociedad mexicana y al consorcio internacional ante cuyo seguimiento se ha desarrollado este proceso, la credibilidad de las afirmaciones y acciones en él desarrolladas; que la Mediación estaba al servicio de las Partes (Gobierno y EZLN), sin representar a ninguna de ellas ante la otra, o ante la sociedad, sino ubicada en el proceso de Paz.

Por otra parte, varios condicionamientos que afectan la continuación del diálogo, mencionado por el EZLN y considerados atendibles por el Gobierno, fueron reconocidos, pero luego considerados inaceptables. El cumplimiento de lo acordado en la Mesa 1 de San Andrés se convierte en una afirmación reiterada que no se concretiza. El EZLN, ante esta situación, dijo sus últimas palabras para sumirse luego en un largo, comprensible y al final pesado silencio, que fue leído por la otra parte como rechazo al diálogo.

En el momento presente, a pesar de las afirmaciones dichas en contrario, es evidente que el Gobierno ha desistido del camino del diálogo según el modelo que se observaba en San Andrés, para ejecutar unilateralmente lo acordado y transitar hacia la temática pendiente, invocando un diálogo directo, sin que sea necesaria ninguna Mediación.

Se constata, además de la interrupción del diálogo, no sólo el deterioro de la situación en Chiapas y en el País, sino una constante y creciente agresión gubernamental a la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, a la Mediación y al mediador mismo, puesta en marcha por distintas instancias oficiales y recientemente llevada a cabo, con signos y palabras, por el propio titular del Ejecutivo en diversas ocasiones.

Esta agresión a la Diócesis, que se inicia inclusive antes del conflicto, se ha convertido ya en una persecución sistemática contra ella y se ha concretizado en numerosas acciones: expulsión de 7 sacerdotes por falsas acusaciones; negación práctica de residencia a los agentes de pastoral extranjeros; encarcelamiento de 4 sacerdotes falsamente acusados y con franca violación a sus derechos humanos; cierre de unos 40 templos (alguno de ellos ocupado por el ejército mexicano); órdenes de aprehensión a numerosos sacerdotes, religiosas y misioneros; presión a varios campesinos para que afirmen que la Diócesis entrega armas a las comunidades; directrices a varios medios de comunicación para que tergiversen las noticias; generación de un clima de linchamiento; profanación del Santísimo Sacramento en varios templos, hecha por la policía de seguridad. Todo lo cual indica que esta persecución religiosa ya no se dirige únicamente a nuestra Diócesis, so pretexto de condicionar la Mediación para el diálogo, sino que visualiza a la Iglesia católica de todo el País.

Con las limitaciones propias de la naturaleza humana, la Mediación ha cumplido con su tarea esforzándose en momentos críticos del proceso de diálogo porque éste no se rompa, sin importar su propio desgaste.

Constato claramente que se ha terminado una etapa del proceso de paz en la que cumplimos responsablemente con lo que tocaba hacer para edificarla. Agradezco a todos aquellos que me acompañaron en la tarea mediadora, particularmente a los miembros de la CONAI, que con generosidad y entusiasmo dieron su contribución por la Paz.

Ha de construirse otra etapa en la que se recreen las condiciones del proceso de paz con un diálogo y negociación que miren a la solución pacífica de las causas del conflicto. La construcción de la Paz es para todo Obispo una tarea irrenunciable que se cumple de diferentes maneras y mediante diversos instrumentos a lo largo de la historia, según las situaciones por las que se atraviese. Continuaré, con la fuerza de Dios y la iluminación de su Espíritu, en el empeño de construir la Paz verdadera desde Chiapas, sabiendo que ésta no se puede confundir con aquella que surge de la represión selectiva a las comunidades, ni con los enfrentamientos que otros provocan en ellas, ni tampoco se puede alcanzar por caminos de desarticulación que rompe la unidad de las legítimas diferencias. La demanda de los derechos individuales y colectivos forma parte de nuestra acción Pastoral.

El Romano Pontífice actual, su Santidad Juan Pablo II, (cuya presencia en México es anunciada para el 22 de Enero próximo), así lo resumía al dirigirse el pasado 7 de Abril a los Jóvenes del mundo: "Los derechos de la persona son el elemento clave de todo el orden social. Reflejan las exigencias objetivas e inolvidables de una ley moral universal, que tiene su fundamento en Dios, primera Verdad y Sumo Bien. Precisamente porque son el fundamento y la medida de toda organización humana, y solamente basados en ellos se puede construir una sociedad digna del hombre, arraigada sólidamente en la verdad, articulada según las exigencias de la justicia y vivicada por el amor. Ante las diversas formas de opresión existentes en el mundo, la Iglesia no duda en denunciar, con valentía, las violencias".

En esta nueva etapa, además del trabajo por la reconciliación y una unidad de nuevo cuño en la que no haya excluidos, aparece la responsabilidad de todos por construir un orden nuevo, con una conciencia histórica que abarca impresionantemente un abanico social cada vez más amplio.

Reconciliación profunda, unidad que convoca a todos, participación más diversificada y consciente, búsqueda de la verdadera justicia, son los caminos por donde deben transitar aquellos cuyo objetivo es construir la verdadera paz.

"Para que edifiques y plantes"

Samuel Ruiz García

Obispo de San Cristóbal de Las Casas

 

 


 

A Monseñor Juan Jose Geradi Conedera, Obispo y Mártir

 Querido hermano Obispo:

Quisiera hacer memoria de tu martirio iluminando tu vida con aquella figura bíblica de Esteban: "hombre lleno de fe y de Espíritu Santo" (Hechos 6, 5), protomártir de la Iglesia de Jerusalén (Hch 6–7). Tú eres el último de esa nube inmensa de mártires que te han precedido en Guatemala (Heb 12, 1). Como Esteban, tu también "lleno de gracia y de poder realizabas entre el pueblo grandes prodigios y señales" (Hch 6, 8). Tu misión fue en medio de grandes dificultades y persecuciones, pero tuviste siempre ante ti las palabras de nuestro Señor Jesús: "Cuando los lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo o con qué se defenderán, o que dirán, porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir" (Lc 11, 11–12).

Te acusaron tanto y tan cruelmente, y tú nunca preparaste tu defensa, fiel también a las palabras de tu Señor: "Propongan en su corazón no preparar la defensa, porque yo les daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos tus adversarios" (Lc 21, 14–15). Por eso, como Esteban, cuando te acusaban "no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba" (Hch 6, 10). Como en el juicio de Esteban, sobornaron a unos hombres para calumniarte. También a ti te acusaron "de hablar mal en contra del Lugar Santo y de la Ley" (Hch 6, 13). Pero tu respuesta no fue con palabras humanas, sino con la Gloria de Jesús que siempre se reflejó en tu rostro. Así podemos imaginar los momentos de tu martirio con el relato del martirio de Esteban: "Fijando en él la mirada todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel. Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios, y dijo: "Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre que está en pie a la diestra de Dios" (Hch 6,15 y 7, 55–56).

El largo discurso de Esteban (Hch 7, 1–54), por el cual lo mataron, fue el REMHI (Recuperación de la Memoria Histórica) del mártir de Jerusalén. También Esteban recuperó la memoria del Pueblo, desde una perspectiva profética, para construir un nuevo Pueblo de Dios. Cuando presentaste tu informe "Guatemala: Nunca más", la reacción fue igual que con Esteban: "sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él" (Hch 7, 54). Y aquí viene la trágica coincidencia: "Entonces gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron a una sobre él; le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrarle" (Hch 7, 57–58). Los enemigos de la Paz y de la Justicia en Guatemala también se tapan sus oídos y revientan tu cabeza con una piedra, igual que Esteban.

Querido hermano obispo Juan Jose Gerardi: gracias por tu fidelidad al Espíritu y al Evangelio de Jesús. Tu muerte, como la muerte de los mártires Jesús y Esteban, es hoy el triunfo de la Verdad y la Justicia. Tu martirio nos prueba y nos confirma la presencia y la fuerza inclaudicable del Espíritu en nuestra Iglesia.

Ahora sí podemos seguir adelante, llenos del Espíritu y de la Utopía que sellaste con tu martirio.

Descubro tu Nombre en el libro de la Vida, en el capítulo: Obispos Mártires de Amerindia:

Colombia: Mons. Gerardo Valencia Cano: 21 de enero 1972

Argentina: Mons. Enrique Angel Angelelli: 4 de agosto 1976

El Salvador: Mons. Oscar Arnulfo Romero: 24 de marzo 1980

El Salvador: Mons. Joaquín Ramos: 25 de junio 1993

Guatemala: Mons. Juan José Gerardi Conedera: 26 de abril 1998

Queridos obispos: gracias de corazón.

San José, 4 de mayo de 1998

Pablo Richard, Pbro.

 

 


 

Carta desde Ruanda

Después de la ejecución pública de 22 personas han habido muchas desapariciones, encarcelamientos (acuerdos de genocidas después de 4 años de haber vivido normalmente), expulsiones de personas extranjeras, muertes violentas en combates y muerte de hambre, cierres de centros de salud, de escuelas, de parroquias, empeoramiento de las condiciones de vida en algunas cárceles… Cuando se vive aquí, todo esto tiene rostros concretos, familias conocidas que se deshacen… Pero hoy quiero, para ayudarme a mí misma también, compartirles algunos hechos vividos en este mes pasado que mantiene la esperanza y demuestran lo que hace todavía posible la vida. En la comunidad solemos estar atentas para que no se nos pasen inadvertidos pues el ser tan densa esta noche, pudieran parecer insignificantes una serie de cerillas encendidas que además muchos vientos quieren apagar.

Tanto dolor no es capaz de ahogar la fuerza de la vida; en increíble la capacidad de los y las rwandesas de hacer frente a situaciones que sobrepasan nuestra capacidad física, síquica y espiritual. Esto nos hace reconocer la presencia activa del Espíritu de Jesús, ese Defensor del que nos hablan los textos de estos días, ese Espíritu de la Verdad que va haciendo su camino callado para poder resistir y no sucumbir volviéndose loca, dura, pasota o espiritualista.

El 27 de abril, en el funeral del sacerdote asesinado, la catedral de Ruhengeri estaba llena de gente; ha sido uno más en esta lista de mártires y podemos decir que el motivo ha sido que molestaba a los de siempre porque decía la verdad de lo que pasa, porque atendía a todo el mundo y se desplazaba con libertad en esa región de guerra. Después del entierro un sacerdote me comenta, ¿quién será la próxima víctima? Yo estoy amenazado, pero no importa, seguiré acompañando las comunidades. Seguidamente una religiosa con la que hablaba cosas del trabajo me dice, voy a seguir haciendo lo que me han encomendado aunque me maten, no puedo abandonar a mi pueblo, tengo que visitarles y animarles. No quiero precisar ni nombres ni otros detalles pero, en un rincón de este país en donde hace tiempo que hay combates, se han tenido que ir las hermanas, los sacerdotes, se ha cerrado el centro de salud y las escuelas, dos responsables del centro nutricional empiezan de nuevo a trabajar, se las arreglan para contactarnos y ver cómo les podemos ayudar "pues hay mucha necesidad".

La semana pasada viene una persona a verme con un paquete de regalo, me dice: lo que hay dentro lo he hecho yo mismo, gracias por el apoyo, y se va pues son horas de trabajo. Cuando lo abro en casa me encuentro con 5 preciosos cestitos uno en otro y una tarjeta en donde expresa lo que vive y lo mejor de su corazón. Nos conocimos en el trabajo de hace dos años; en la huida ha perdido a TODA la familia, se ha quedado solo. Igualmente una mujer que vive en la zona más conflictiva, sale de su colina de noche con riesgo, para poder coger autobús en el pueblo más próximo al amanecer, hace 6 horas de viaje hasta llegar a nuestra casa y me dice: "en los ratos que no tenemos que correr huyendo de las balas o de la persecución, he bordado estos pañitos y no quería tardar en venir porque pensaba que estando las cosas tan mal te irías cualquier día a tu país y quería verte y contarte todo lo que hemos podido hacer con lo que nos diste hace dos meses." ¿Quién ayuda a quién? ¿Quién agradece a quién? Tiene 8 hijos, el marido en la cárcel y confía en que Dios nos ayudará a salir de este infierno; no eran palabras vanas ni de evasión, toda ella expresaba la decisión de hacer frente a todo.

Cada día desde el autobús que me lleva al centro para ir al trabajo, voy viendo escenas que me ayudan a vivir. Nuestro barrio es el más populoso de Kigali, de los tugurios, –no se pueden llamar casas–, sale la gente arreglada y animosa; los niños van a la escuela y, como todos los niños del mundo, saltan, ríen y juegan, seguro que no han desayunado y ¿qué habrán cenado? La mayoría no tienen los 50 francos que vale el trayecto y van andando, algunos choferes suben a 2 ó 3 y todos nos estrujamos más. Muchos jóvenes están al borde de las calles vendiendo caramelos, galletas, cigarros… una caja de cartón es su tienda portátil, cuando regreso a las cinco y media de la tarde ahí siguen, es el momento en que todas las callejuelas están muy animadas con las pequeñas ventas de plátanos, aguacates, tomates… lo que se puede necesitar para cenar cuando se puede comprar.

También me cruzo en el camino con mujeres que van a trabajar (un privilegio) con buen ánimo y una sonrisa, nadie diría que la mayoría tienen el marido en la cárcel aunque su inocencia sea conocida, ha recogido en su casa a algunos niños huérfanos al regreso del exilio, no pueden vivir en su propia casa porque la ocupa otro (generalmente uno vestido de olivo) y querer recuperarla le puede costar la vida o la cárcel y así están donde pueden y como pueden, atendiendo encima a los que se desplazan de las colinas en guerra, con un salario que no da para cubrir los gastos sobre todo si algún hijo estudia… y con mucho otras situaciones que no voy a descubrir, y ahí están como si no pasara nada, pensando que otras personas están peor, con todas las que hablo reconozco que viven hondamente su fe en el Dios de la Vida que las mantiene con toda su dignidad.

 

 


 

María, nube de nuestro éxodo

Meditación

Muchas de nuestras celebraciones finalizan con un canto a la Virgen. Sigue siendo frecuente comenzar o acabar las reuniones de tema religioso con una avemaría, y es raro el documento eclesial que no la menciona, al menos al terminar.

De los doce meses del año, mayo le está tradicionalmente dedicado, aunque también la recordamos especialmente en adviento. Antes de dormir, muchos cristianos permanecen fieles en rezar las tres avemarías; ponemos su imagen en nuestro dormitorio y la llevamos colgada al cuello en medallas o escapularios; peregrinamos a sus santuarios, visitamos sus ermitas, nos llamamos con los nombres de sus advocaciones…

Son nuestras maneras filiales de hacerle sitio en nuestra vida, costumbres que se enraízan entrañablemente en nuestras tradiciones familiares y eclesiales. Pero ¿no se nos anquilosan a veces? ¿No corren el peligro de convertirse en una rutina, en una fórmula de cortesía ("Que no hemos nombrado a la Virgen, vamos a acabar con un avemaría"; "Venga, para terminar cantamos la Salve"), en una "mención honorífica" que se ha ido quedando vacía de significado?

En el Concilio hubo dos tendencias: una maximalista, que quería glorificarla consagrándole un decreto íntegro aparte; otra consideraba a María dentro del misterio de la Iglesia en la Lumen Gentium; y se optó por ésta, que la pone en el lugar que le corresponde. Su sitio está, pues, junto a nosotros, como estuvo junto a su hijo mientras vivió en nuestra tierra, desde Belén hasta el Calvario.

Es a ese Jesús, presente en medio de nuestra vida, a quien ella nos remite constantemente. No es sólo "después de este destierro" cuando ella desea mostrárnoslo, ni sólo en la hora de nuestra muerte, sino ahora, como nos recuerda el avemaría. Se diría que es el rosario la devoción que ha captado mejor su espíritu: es a Jesús mismo a quien se nos invita a contemplar a través de los misterios de su vida, su muerte y su gloria; mientras, las avemarías van pasando como un susurro por nuestros labios, tan borradas como ella.

Nosotros le dedicamos tiempos y lugares especiales, pero su presencia se nos escapa de mayos, advientos, camarines y basílicas y se despoja de coronas, cetros y mantos bordados que la estorbarían para venirse a caminar junto a nosotros.

Porque ése es su lugar, y sus tiempos son nuestras mañanas, mediodías y noches. Viene a nuestro lado, discreta como la columna de nube del Exodo, frescura cuando el calor arrecia, resplandor cuando se echan encima las sombras (cfr. Ex 12, 21–22).

No nos hagamos "baales" que la desfiguren; no tratemos de apresarla entre rejas de solemnidades y novilunios. Porque lo suyo es precedernos y acompañarnos mientras caminamos hasta la Tierra y peregrinar junto a nosotros, madre nuestra, sí, y también hermana y amiga y compañera, nube de la buena compañía…

Dadora de la Palabra

La vida humana es un juego entre la palabra y el silencio: "Hay tiempo de hablar y tiempo de callar", nos recuerda el Eclesiastés (3, 7).

La palabra tiene infinitos matices: comunica, grita, pregunta, se queja, susurra, canta… Poseer la ciencia de la mesura y de la audacia para lograr que exprese y transparente en cada momento el fondo de nuestra verdad, es un don precioso.

También hay una sabiduría del silencio, y es la intuición del corazón la que acierta con los momentos de escucha, de atención, de receptividad callada, de vencida mansedumbre. Hay ocasiones en que sólo es comunicativa la calidad de nuestro silencio; en otras, es ese silencio el que construye un muro de quietud que protege del olvido o de la trivialidad nuestras experiencias más hondas.

Optar en cada momento por la palabra o por el silencio forma parte de la gracia de nuestra libertad. Acertar siempre en la elección, sólo María supo hacerlo; pero es que ella era pura libertad; y eso desde que comenzó a germinar en nuestra tierra la semillita mínima de su existencia, afirma la Iglesia con orgullo.

Pero a nosotros suele darnos miedo la libertad, y corremos muchas veces el riesgo de privilegiar el silencio de María y de justificar con él las situaciones de enmudecimiento que padecemos o que provocamos. Nos asustan las palabras que padecemos o que provocamos. Nos asustan las palabras que crean conflicto, que cuestionan situaciones que parecen intocables o que preguntan el porqué de esas posturas ajenas al Evangelio de las que fácilmente nos hacemos cómplices. Nos callamos refugiándonos en una sumisión que no hemos aprendido de ella, sino de nuestra propia cobardía, o callamos a los otros, erigiéndonos en maestros, padres o directores (cfr. Mt 23, 8–10) y apoderándonos en exclusiva de una palabra que es de todos.

María supo guardar la Palabra (Lc 2, 51) y aceptar silenciosamente situaciones que no comprendía (Lc 2, 50). Supo retirarse sin decir nada, abriéndose a la novedad de que Jesús considerase "madre y hermanos" a todos los que escuchasen su palabra (Mc 8, 21), y supo permanecer silenciosa junto a la cruz, porque allí la palabra definitiva era la del amor fiel llevado hasta el fin (Jn 19, 25). Pero supo también discernir cuándo era tiempo de preguntar ("¿Cómo se hará esto?: Lc 1, 34; "¿Por qué te has portado así con nosotros?": Lc 2, 48) y cuándo era tiempo de intervenir y persuadir ("No tienen vino… Haced lo que él os diga": Jn 2, 4-5).

Dios se había arriesgado a entregarle su Palabra, hecha debilidad humana (Jn 1, 14), y a entregarle también la palabra, porque iba a ser en las palabras sencillas de aquella mujer con acento galileo donde iba a aprender su hijo a nombrar las cosas elementales de la vida. Aquella mañana de la creación, cuando toda la realidad fue desfilando mansamente ante el primer hombre para ser nombrada, había sido sólo una imagen, un presentimiento de lo que iba a ocurrir en Nazaret. Porque iba a ser allí donde el agua, el dolor, la tierra, los árboles, el pan y la ternura habrían de encontrar su verdadero nombre y su sentido y habrían de llenarse de gracia y de novedad.

María fue tejiendo pacientemente en Nazaret el lenguaje humano del Verbo, con la misma naturalidad con que cualquier mujer enseña a hablar a su hijo y se convierte entonces realmente en madre. Porque es la palabra la que aporta el correctivo de libertad que necesitan los arquetipos maternos, y es ese paso del nivel del instinto y de la naturaleza al de la libertad el que invita a dar Jesús. Cuando oye decir: "¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!", Jesús corrige: "Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la guardan" (Lc 11, 27–28). La grandeza de María no le viene de la sublimación de su función materna, sino de su relación con la Palabra.

Y es que, hasta cuando la acción de Dios fecunda la tierra, lo hace en la prolongación de un diálogo de persona a persona:

"Y sucederá aquel día que yo responderé

–oráculo de Yahvé–, responderé a los cielos,

y ellos responderán a la tierra;

la tierra responderá al trigo, al mosto y al aceite virgen,

Y ellos responderán a Yizreel" (Os 2, 23–24).

Quizá estemos a punto de dejar que suceda ese día, el día en que aprendamos a responder a Dios entregándonos la palabra unos a otros, el día en que nadie la considerará un propiedad privada, sino que la dejará circular libremente entre todos, como circula el pan en la reunión de los hermanos.

Y sucederá aquel día que en la Iglesia se escucharán con alegría las voces nuevas de los que llevaban tantos siglos de silencio: la voz de los pobres y de los pequeños, la voz de los que saben menos, la voz de las mujeres, la voz de los laicos…

Y será sólo entonces cuando se podrá reconocer en nosotros a los hijos de aquella que tuvo como misión entregar al mundo la Palabra.

Mujer de la buena vecindad

"Todo tiene su tiempo, y cuanto se hace bajo el sol tiene su hora" (Ecl 3, 1), dice la tolerante sabiduría del Eclesiastés.

Ha habido tiempos de esforzados caballeros, de generosos bienhechores, de comprometidos militantes. Hoy somos muy críticos de las hazañas de conquista, recelamos de la beneficencia y conocemos a demasiados militantes refugiados en el individualismo y hasta en la gastronomía. Decimos que las utopías están heridas de muerte, y los compromisos pasados de moda; y con eso justificamos nuestra pasividad.

¿No será más bien que lo que se ha apagado son los oropeles, los brillos y la purpurinas con que a veces se recubría todo aquello? ¿No será que nos resulta más ingrata la tarea de seguir cultivando la esperanza en esta etapa oscura y se nos queda pequeño –ad maiora natus sum– lo sencillo, lo borrosamente cotidiano?

María de Nazaret, que pasó toda su vida sin ser otra cosa, a los ojos de casi todos, más que una buena vecina de un pueblo perdido, puede descubrirnos la grandeza oculta del vivir diario, las actitudes de la buena vecindad. Empezamos por lo más fácil: los niños que se acogen, aunque molestan, mientras la madre hace la compra; el volumen del estéreo, que se baja por si duermen los de al lado; la atención a la recién operada, que quizá no puede arreglarse sola…; pero terminamos por comprender que es precisamente en las relaciones modestas de todos los días donde podemos hace verdad nada menos que "el fruto del Espíritu" que describía Pablo a los cristianos de Galacia (Gal 5, 22):

• la tolerancia o magnanimidad, que relativiza y disculpa las mezquindades inevitables de la convivencia;

• la esplendidez (jrestoi se llamaba en Atenas a los ciudadanos que contribuían con sus fortuna a sostener los gastos de la armada), que no calcula ni lleva contabilidad de los favores que uno hizo ni de las faenas que le hicieron.

• la bondad, que nos empuja a "ser, en el buen sentido de la palabra, buenos", que decía Machado, o a sentir que el inasequible "sed perfectos como vuestro Padre" parece que baja de escalón cuando lo leemos traducido por "sed buenos del todo como vuestro Padre";

• y luego, el hermano pequeño de la alegría, el bendito humor, que acude como un perro de San Bernardo a reanimarnos cuando nos cae encima un alud de noticias sobre procesos, instrucciones, declaraciones y beatificaciones, y nos vemos amenazados de quedar congelados por la acritud o el estupor.

Y creo que también es fruto del Espíritu el aceptar ser un poco menos listos y menos valiosos de lo que nos gustaría; llegar a ser de esos que se quedan con el trabajo poco lucido que nadie quiere hacer, que arriman el hombro y no dejan la firma, que no abruman con su ocupadísima agenda de personas importantes, que se abren a la posibilidad de que la mota en el ojo ajeno sea bastante pequeña en comparación con la viga del propio.

Y tener el sentido común de no empeñarnos en hacerlo y decirlo todo con mayúsculas y acompañado de acordes solemnes de órgano, sino con la melodía simple de una flauta de caña. O de una armónica, que cabe en cualquier bolsillo.

Dolores Alexandre