UCA

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas



Carta a las Iglesias

© 1997 UCA Editores


Carta a las Iglesias, AÑO XVII, Nº388, 16­31de octubre, 1997

Monseñor Romero en la Abadía de Westminster

En el mes de julio de este año se colocará una estatua de Monseñor Romero en la abadía de Westminster, Londres. Es este un homenaje más a su figura. Los homenajes más importantes son los que le hacen los pobres en su corazón, pero como el evangelio dice que el cristiano debe hacer brillar su luz, bueno es que también en Westminster, templo anglicano, recuerden a Monseñor Romero.

Monseñor estará en buena compañía. Forma parte de un grupo de diez mártires de este siglo de diversas creencias. Entre ellos, el apóstol de los negros (y de la dignidad, perdida, de los blancos) Martin Luther King. Este pequeño país nuestro, el pulgarcito de América va a estar para siempre presente en Londres no por su café (cuyos precios se deciden ahí) ni por sus alardes democráticos (que, la verdad, no interesan mucho allí), sino por ese hombre bueno, honesto, compasivo y fiel que fue Monseñor Romero. Por cierto, también del parlamento londinense salió la propuesta, en 1978, de nominar a Monseñor para el Premio Nobel de la Paz. Pero el mundo no tenía oídos para escuchar tal estampido, pues Monseñor, entre otras cosas, denunciaba la política criminal de Estados Unidos hacia nuestro país (y tampoco por entonces Monseñor era muy bien visto en el Vaticano). El Nobel fue para la Madre Teresa, compasiva, pero sin ocasionar las molestias de la profecía. Los ingleses han vuelto a las andadas, y ahora ponen a Monseñor en el centro de Londres. Los salvadoreños se lo agradecemos de todo corazón.

En la ceremonia del mes julio estarán presentes Mons. Fernando Saénz y Mons. Ricardo Urioste, éste último compañero de fatigas y de esperanzas en aquellos años de 1977 a 1980. Es natural que después de la misa del 19 de octubre, le preguntaran al señor arzobispo su opinión sobre el homenaje a Monseñor Romero. Quizás por las prisas, no formuló la respuesta de manera muy feliz y coherente: "No tiene mayor significado. Más bien contribuye a reconocer la fama de martirio que monseñor Romero tiene en el mundo". Monseñor Saénz quiso decir que "no tiene significado" para el proceso de canonización. Pero, como lo reconoce, Monseñor es un personaje del mundo. Ponerle una estatua en Londres ayuda a expresarlo, y más allá de lo externo de la estatua, el contexto es importante: Monseñor es un símbolo ecuménico y mundial de todos aquellos, hombres y mujeres, que deciden dar la vida para que los pobres y las víctimas de este mundo cruel la tengan en abundancia.

* * *

Junto a este reconocimiento de alcance mundial prosigue el proceso de canonización, que es "muy estricto" como dice Mons. Sáenz, y en el que "homenajes como éste influyen poco". Y es bueno que los procesos sean estrictos. Con eso se evitan favoritismos y arbitrariedades (aunque no siempre, pues unos santos y beatos esperan siglos y otros unos pocos años), y por ello hay un cardenal del diablo. Se evitan histerias que ven milagros por todas partes. Y se posibilita que lleguen a los altares buenas gentes escondidas, que no suelen recibir homenajes internacionales, y que sin una congregación para canonizaciones tendrían todavía menos posibilidades de salir del anonimato y llegar a los altares.

Dicho esto, los procesos tienen sus peligros y problemas. Problema es el pisto que cuestan. A San Romero de América lo ha canonizado el pueblo sin gastar un centavo, pero no sabemos cuánto va a costar su beatificación oficial. El problema es un cierto elitismo eclesiástico y vaticano a lo largo de la historia de las canonizaciones. Como dijimos en un editorial anterior (Carta a las Iglesias n. 386) hasta la década de los sesenta, de los canonizados, ellos y ellas, el 78 por ciento pertenecían a la clase alta, el 17 por ciento a la clase media y el 5 por ciento a la clase baja. Y problema es también -inevitable- la consideración del virtudes heroicas que exige y aprecia la Iglesia en una determinada época. Eso suele cambiar, con lo cual, por el tipo de santos y santas que se canonizan se puede saber qué ideal de Iglesia existe en un momento determinado. (Aunque esto hay que matizarlo, pues si la canonización tiene lugar mucho tiempo después, se pueden aceptar siglos después virtudes que la Iglesia contemporánea de los mártires no hubiese apreciado).

Próspero Lambertini, que después sería el Papa Benedicto XIV, a mediados del siglo XVIII, se dedicó a escribir las virtudes que debían adornar al futuro santo (y le salieron 823 páginas en folio). En esa época se exaltan las virtudes "privadas" (amor a Dios y al prójimo, esperanza en la otra vida, humildad, paciencia etc), pero no se dice ni una sola palabra sobre denuncias como las de Jesús (que llevan al martirio) a instituciones civiles y religiosas. Cuando se trata de la canonización de reyes (recuérdese lo del 78 por ciento), la primera virtud que se exige es el servicio (sobre todo de tipo económico) a la religión. La segunda es la obediencia al Romano Pontífice. Y la tercera es el comportamiento del rey en las guerras (tarea que, por lo visto, era considerada bastante normal entre los príncipes cristianos).

Al leer estas cosas hoy no hay que ser anacrónicos (de lo cual nos suelen avisar para que todo lo del pasado, incluido lo malo o menos bueno, no lo sea o no lo sea tanto), pero tampoco hay que ser ingenuos y no aprender lecciones de la historia.

Por lo que toca a Monseñor Romero, esto significa lo siguiente. A lo largo de la historia se han canonizado a muchos obispos y Papas, y digamos que con razón, pues han sido de verdad virtuosos y hasta mártires. Pero Monseñor Romero rompe el esquema histórico. Como se ha dicho muchas veces, cuando lo asesinaron en el altar los historiadores tuvieron que retroceder siglos para encontrar un precedente en el arzobispo de Canterbury, Inglaterra, Tomás Becket en el siglo XII. Pero no lo encontraron. El Papa lo canonizó por haber defendido los derechos (legítimos) de la Iglesia en contra del rey, y éste mandó asesinarlo. Pero el martirio de Monseñor Romero no fue así. Fue asesinado por enfrentarse a las "monarquías" actuales: fuerzas armadas, gobiernos, de aquí y del norte, embajadas y, sobre todo, oligarquías. Y fue asesinado, "a sueldo, a dólar, a divisa, como Jesús, por orden del imperio", como dice don Pedro. Y lo principal para conocer las virtudes heroicas de Monseñor Romero, es que no fue asesinado por defender los derechos, aun los legítimos, de una Iglesia a la que amaba tiernamente ("sentir con la Iglesia" fue su lema), sino por defender los derechos de los pobres.

* * *

En la misma página de la Prensa Gráfica del 20 de octubre, donde aparecen las declaraciones citadas de Mons. Sáenz, aparece una preciosa foto (el fotógrafo es Félix Amaya, de la Prensa) con este pie de página: "Mauricio Cáceres, de dos años, permanece en un refugio improvisado por sus padres en la Plaza Gerardo Barrios, en San Salvador. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrrollo (PNUD), 1,5 millones de salvadoreños viven en condiciones de extrema pobreza". Y añadimos otra cifra de la misma fuente: la mitad de los salvadoreños vive en pobreza. La familia pobre recibe un salario mensual de 407 colones en el área urbana y de 238 en la zona rural. Las familias que viven en extrema pobreza reciben 204 y 119 colones respectivamente.

Por esos pobres, víctimas de la injusticia nacional e internacional, murió Monseñor Romero. Llevó hasta el final el amor, la verdad, la compasión hacia ellos. Estas son sus virtudes heroicas y el amor más grande del martirio. Esperamos que le canonicen por eso. Y que por eso tenga una estatua en la abadía de Westminster.

Por coincidencia, en el otro matutino, El Diario de Hoy, aparece el mismo día 20 de octubre un articulito con el título "Por qué Monseñor Romero no debe ser canonizado", que no comentamos porque, entre otras cosas, no da ninguna razón. Pero lo mencionamos porque, a pesar de lo burdo, no es lo peor que está pasando en el país con Monseñor Romero. Lo peor es el silencio de (casi) todos los poderosos, adinerados, oligarcas, gobernantes, militares (y algunos eclesiásticos), como si Monseñor nada tuviese que decir en este mundo de globalización, ni nada tuviera que ofrecer para salir de las trampas que éste nos tiende. Menos mal que, no sólo en Londres, sino que también aquí, entre la gente sencilla, muchos lo llevan en su corazón.


Política Nacional de la Mujer.

El gobierno hace suya la problemática de la mujer

Los empresarios se quejan del "acoso fiscal"

"Detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer". Esta conocida frase resume, equívocamente, una persistente dinámica histórica, en la cual la mujer es relegada debido a unas relaciones sociales en las que el hombre ocupa un lugar preponderante. En El Salvador este mal está bastante arraigado. Por herencia, costumbre o comodidad, siempre se ha visto a la mujer como minusválida o como incapaz para desempeñarse en actividades tradicionalmente adscritas a los hombres, y las leyes salvadoreñas apoyan esta mentalidad. El Código Penal, el Código Civil y el Código de Trabajo promueven la obediencia, la sumisión y la dependencia de la mujer, poniéndola al mismo nivel de capacidad que una persona menor de 18 años o un discapacitado mental (basta revisar, por ejemplo, el artículo 1007, capítulo II del título III del Código Civil para darse cuenta de ello). En la década actual, muchas disposiciones legales que van en detrimento de la mujer ­disposiciones consideradas "sexistas"­ han sido derogadas. Sin embargo, no lo han sido totalmente, pues hay secciones que sí están vigentes y que violan los derechos femeninos.

Pese a esto, hay que admitir que la anulación de este tipo de disposiciones legales es síntoma de una toma de conciencia respecto de la situación de la mujer. De hecho, el brote de movimientos de liberación femenina, instituciones en pro de los derechos humanos y documentos legales a favor de la mujer es cada vez más notorio. Tal es el caso de la última propuesta gubernamental: "La Política Nacional de la Mujer" (PNM), la cual fue presentada por la Presidencia de la República el pasado 28 de agosto. En la formulación de esta política participaron el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU), el gobierno de El Salvador, el Ministerio de Justicia, la Procuraduría General de la República, la Secretaría Nacional de la Familia, el Ministerio de Trabajo y otros 26 organismos estatales.

La PNM se centra, como primer punto, en el ámbito legislativo, y propone una evaluación de las leyes nacionales para poder reconocer las declaraciones que atentan contra los derechos de la mujer e impiden su acceso al quehacer político. En cuanto al sector educativo, la PNM debe complementarse con la reforma educativa. Los aspectos más importantes se fundamentan en la apertura de condiciones para que, tanto mujeres como niñas, puedan obtener educación formal y no formal partiendo de sus necesidades e intereses. En el terreno de la salud, tomando en cuenta todo el ciclo vital de las mujeres, se destacan dos cosas: priorizar el derecho a mejores niveles de salud física y mental, y fomentar que las mujeres acudan a servicios preventivos integrales, aumentando la calidad y atención de los mismos. Todo esto, combinado con la prestación de servicios y evaluaciones periódicas del sector.

Una materia esencial que se discute es la de la mujer y el trabajo. Ya se sabe que el 52% de la población salvadoreña está conformada por mujeres. De ese porcentaje, el 36% son mujeres generadoras de ingresos y riquezas. A partir de esto se considera necesaria la implementación de nuevas leyes laborales para que las mujeres se introduzcan en el área laboral con oportunidades equivalentes a las de los hombres y que les garanticen una justa proporción de prestaciones básicas. Asimismo, se propone reelaborar artículos de la Constitución de la República y del Código de Trabajo que se presten a la discriminación femenina.

Como quinto punto, la PNM considera la participación ciudadana y política, aspecto que se potenciaría aboliendo estructuras institucionales, sociales, políticas y culturales que obstaculizan el paso de las mujeres a todas las esferas del poder. Esto es evidente, pues sólo el 16% de los puestos parlamentarios y el 9% de las Alcaldías son ocupados por mujeres. Lastimosamente, el papel participativo del sexo femenino en espacios de decisión nacional es casi nulo, y en muchas ocasiones se limita a niveles de apoyo y ejecución.

El documento del gobierno no olvida tratar una parte importante en la vida de la mujer: la familia. Aquí, se pretende conciliar la PNM con los principios rectores del Código de Familia en base al derecho de igualdad entre sus miembros. Después de abordar este punto, se pasa al espinoso tema de la violencia intrafamiliar. Al respecto, se apunta a la necesidad de la intervención del Estado, dando protección en el momento en que se afecte la integridad física y moral de la mujer al interior del hogar. Además, se propone impulsar y desarrollar una política preventiva de la violencia contra la mujer, tanto dentro como fuera de la familia.

Como puntos finales de la problemática de la mujer se considera la situación del sector agrícola, en el cual se ubica un 64% de hogares en relativa y extrema pobreza; la protección del medio ambiente, donde la mujer, por sus funciones reproductoras y comunitarias, se convierte en pilar esencial; y, finalmente, el papel de medios de comunicación y cultura, a los que se les asigna el deber de reflejar una imagen positiva de la mujer, excluyendo los estereotipos sexuales y resaltando sus méritos profesionales y familiares.

De esta forma se resume la temática desarrollada en el documento sobre la Política de la Mujer. A partir de ello, podemos extraer la idea de mujer que se trata de dejar atrás: sumisa, víctima y supeditada a las decisiones y órdenes de los hombres. El rol principal que se le asigna es el de reproductora, acompañante y merecedora de una reivindicación de género. Este es el encasillamiento típico que se impone a la mujer en nuestra sociedad. El problema es que ello, además, está tan arraigado en la mentalidad colectiva que las mujeres mismas terminan por aceptar pasivamente el lugar que se les asigna. No se puede negar que sus derechos están siendo violados, pero ¿qué hacen ellas al respecto? Hay una alto nivel de resignación en las mujeres que, incluso, se traduce en una cierta "complicidad" con quienes las maltratan.

No cabe duda de que la pasividad de las mujeres es un obstáculo para el desarrollo pleno de la política diseñada por el gobierno. Es totalmente legítimo aspirar a un ideal de mujer con un buen nivel de preparación académica, con facilidades de acceso a las esferas del poder, capaz de establecer relaciones horizontales con las demás mujeres y los hombres. Pero la concreción de ese ideal no es tarea fácil. ¿Acaso la solución de la problemática femenina depende de que se apruebe o no una ley? De ser así, el artículo 3 de la Constitución de la República sobre la igualdad ciudadana bastaría para garantizar ese derecho cotidianamente violado a la mayor parte de salvadoreños. Las políticas de gobierno son un ingrediente necesario para alcanzar determinados ideales de vida social, pero su éxito depende de cómo esas políticas cobren realidad en las relaciones sociales cotidianas.

Los absurdos del celo fiscal

Una vez más ha salido a relucir el tema del "acoso fiscal" que las autoridades de hacienda presuntamente ejercen sobre el sector empresarial. Esta vez, según denuncias de empresarios "víctimas" de la medida ­seis personas detenidas por la PNC, en cumplimiento de una orden de la Fiscalía General de la República­, las sumas defraudadas al fisco y por las cuales se les acusa, oscilan entre los 1,446 y los 5,538 colones. Esto, al parecer, fue suficiente para que las autoridades procedieran en contra de los presuntos culpables de defraudación fiscal, quienes han denunciado el exagerado rigor con el que se les ha tratado. Mientras tanto, otros miembros de la empresa privada han visto en ese caso la prueba fehaciente de que los empresarios salvadoreños son "perseguidos" por el Ministerio de Hacienda, lo cual ­en su opinión­ no sólo es injusto, sino desalentador para la iniciativa empresarial. Esta situación tiene que ser vista más en detalle. Ante todo, no se puede argüir en favor de los empresarios que cometieron fraude lo reducido del monto que fue a parar a ­o no salió de­ sus bolsillos. El asunto es que violaron la ley, por lo que no pueden quedar exentos de la sanción correspondiente, aunque no hay que aceptar la aplicación de sanciones que van más allá del delito cometido.

Existen, pues, abundantes casos que demuestran la dureza con la que son tratados quienes cometen delitos menores. Pero a la inversa, también hay abundante evidencia del modo más bien blando y hasta absurdamente respetuoso con el que son tratados los delincuentes de altos quilates. Para nadie es un secreto que prominentes hombres de negocios se han hecho de sumas millonarias por los medios más diversos, entre los que no escapan la evasión de impuestos o, entre los grandes dueños de centros comerciales, el acaparamiento de ingresos, como el IVA, que pertenecen al Estado; eso por no mencionar las estafas millonarias, la compra de favores o el simple robo. Muchos de estos "respetables" hombres de negocios no sólo no son víctimas de acoso alguno por parte de las autoridades, sino que, cuando han sido inocultables sus prácticas ilegales, encuentran comprensión y bueno trato. Los empresarios capturados por defraudar cifras irrisorias no tienen razón para quejarse. Pero el problema de fondo es que a otros miembros del sector empresarial involucrados en actividades ilícitas de gran envergadura no les alcanza el brazo de la ley.


1998, AÑO DEL ESPIRITU SANTO (IV)

El Espíritu profético

Cuando decimos que una persona o un grupo poseen el Espíritu de Dios y son guiados por el Espíritu de Dios, ¿en qué se nota eso? O dicho de otra manera, ¿cómo podemos saber que en un individuo o en una comunidad está presente, de verdad, el Espíritu Santo? Estas preguntas nos llevan, sin poder evitarlo, a plantearnos otras cuestiones que interesan a muchos cristianos. Por ejemplo: ¿se puede afirmar que una persona tiene asegurada la asistencia del Espíritu Santo "por el cargo que ocupa"? O también, ¿se puede decir tranquilamente que en un grupo está presente el Espíritu por el solo hecho de que ese grupo reza mucho y con mucho entusiasmo? Más aún, ¿podemos estar seguros de que el Espíritu de Dios está donde ocurren cosas extraordinarias, como milagros o cosas parecidas?

Para responder a estas preguntas, lo primero que se tiene que hacer es echar mano del Evangelio. Porque está claro que, para los cristianos, el primer criterio a tener en cuenta (en todo lo que se refiere a Dios) debe ser el Evangelio. Pues bien, hoy está fuera de duda que, cuando los evangelios hablan del Espíritu (pneûma), se refieren al "Espíritu profético". En efecto, los judíos del tiempo de Jesús sabían muy bien que, en los escritos proféticos del Antiguo Testamento, se explica, muchas veces, la relación tan profunda que existió siempre entre el "Espíritu" y los "profetas" (por ejemplo: Is 32, 15­20; Ez 31, 1­14; Is 42, 1­4; 49, 1­6; 59, 21; 63, 11­14; Joel 3, 1 ss; Ag 2, 5; Zac 4, 6). Pero, además de eso, se sabe que aquellos judíos estaban convencidos de que el Mesías, que ellos esperaban, tenía que ser un salvador que cumpliría las promesas del Espíritu que, en tiempos antiguos, anunció el profeta Isaías. La consecuencia es clara: en tiempos de Jesús, hablar del "Espíritu" era hablar del Espíritu "profético".

Ahora bien, ¿qué quiere decir esto? Sin duda alguna, donde el Evangelio explica este asunto con más claridad es cuando cuenta que Jesús, "con la fuerza del Espíritu" (Lc 4, 14), fue a Nazaret, entró en la sinagoga, y leyó, delante de la gente, el siguiente texto de Isaías:

"El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque él me ha ungido

para que dé la buena noticia a los pobres.

Me ha enviado para anunciar la libertad a los presos

y la vista a los ciegos,

para poner en libertad a los oprimidos,

para proclamar el año de gracia del Señor" (Is 61, 1­2).

Después de leer estas palabras del profeta, Jesús se sentó y dijo: "Hoy, en presencia de ustedes, se ha cumplido este pasaje" (Lc 4, 18­21). Esto quiere decir tres cosas:

1. Jesús fue un profeta. Primero, como es obvio, porque él se aplica a sí mismo lo que dijo aquel gran profeta que fue Isaías. Segundo, porque sabemos que Jesús fue reconocido como profeta por el pueblo (Mc 6, 15 par; 8, 28 par; Mt 21, 11. 46; Lc 7, 16; Jn 4, 19; 6, 14; etc). Tercero, porque los discípulos también pensaban que era un profeta (Lc 24, 19). Cuarto, y sobre todo, porque el propio Jesús se consideró a sí mismo entre los profetas (Mc 6, 4; Lc 13, 33; Mt 23, 31 s. 34­36 par. 37­39 par).

2. El Espíritu se hizo presente en Jesús e intervino en su vida para que cumpliera su tarea y su destino de profeta. Esto significa lo siguiente: Jesús pudo presentarse, en la sociedad de su tiempo, como "hombre de Dios", porque ese título y esa vocación existió entre los judíos (Elías, Eliseo), pero el Espíritu no llevó a Jesús por ahí, seguramente porque el rasgo principal del Dios de esta clase de hombres no era la bondad, sino el poder (cosa que está bien demostrada). Por otra parte, Jesús pudo presentarse también como "visionario" (otro título y otra vocación que hubo entre los judíos), pero tampoco el Espíritu llevó a Jesús por ese camino, sin duda porque, con frecuencia, los "visionarios" se dedicaron a legitimar (dar por buena) la moralidad pública, es decir, lo que se hacía o se dejaba de hacer en la sociedad judía. Pero resulta que el Espíritu que impulsó a Jesús no quiso que éste se limitara a ser un "hombre de Dios" o un "visionario". El Espíritu de Jesús fue el "Espíritu profético". Por eso Jesús tuvo que cumplir en su vida con la tarea y el destino de un verdadero "profeta".

3. Jesús realizó este destino y esta tarea haciendo cuatro cosas: 1) "dar la buena noticia a los pobres"; 2) "anunciar la liberación y poner en libertad a los oprimidos"; 3) "indicar que los ciegos iban a ver"; 4) "proclamar el año de gracia del Señor". Todo esto quiere decir, por lo menos, algo que está muy claro: el Espíritu de Jesús se hace presente donde se alivia el sufrimiento de los que peor lo pasan en la vida. Aunque eso lleve consigo tomar decisiones que pueden costarle a uno la misma vida, si es que se toman en serio las cuatro cosas que indica el Evangelio.

Pero aquí se plantea un problema: ¿por qué el Espíritu de Jesús nos puede llevar a tomar decisiones que pongan en peligro la misma vida? ¿Es que aliviar el sufrimiento de la gente puede ser una cosa que resulte tan peligrosa?

La respuesta se comprende cuando tenemos en cuenta estos tres hechos: 1) no vivimos en un mundo "ideal", en el que todo funciona bien, y en el que toda la gente se porta honradamente; 2) vivimos en una sociedad que está "organizada" de tal manera que unos seres humanos hacen sufrir a otros seres humanos mucho más de lo que humanamente se puede soportar; 3) estando así las cosas, callarse y pretender ser "neutral", ante semejante situación (porque hay quien piensa que no debe "meterse en política", porque no tiene que implicarse en "las cosas de este mundo" o algo por el estilo) es hacerse cómplice de tal situación. O dicho más claramente: en esta vida, el que (por la razón que sea) no se pone, claramente, decididamente, de parte de los más débiles (que son los que más sufren), se hace responsable del sufrimiento de esas personas.

Pero hay más. Porque, en este mundo, desde que unos hombres (reyes, gobernantes, dirigentes, poderosos de todas clases) se pusieron a mandar sobre los demás, inevitablemente ocurrieron dos cosas. Primero, los que tenían y tienen poder (político, económico, militar, ideológico...) son los que causan más sufrimiento a los que no tienen poder. Segundo, el que se pone de parte de los que sufren, por eso mismo y por eso sólo, se enfrenta a los que causan el sufrimiento.

Ahora se comprende por qué ponerse a aliviar el sufrimiento de los pobres (los débiles, los que no tienen poder) es lo mismo que tomar una decisión que puede y suele resultar muy peligrosa. Por eso, el Evangelio dice que Jerusalén mataba a los profetas (Mt 23, 37). Por eso también, san Pedro afirma que Jesús "pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos", pero añade enseguida: "lo mataron colgándolo de un madero" (Hech 10, 38­39). ¡Qué cosa más rara! ¿Cómo puede ser que a alguien que se pasa la vida haciendo el bien lo cuelguen como a un delincuente? Es el comportamiento normal del poder con los "profetas" que se ponen de parte de las víctimas de ese poder.

Todo esto quiere decir que el Espíritu de Jesús, el Espíritu "profético", se hace presente, no simplemente en los que son "buenas personas", y nada más. Es decir, en los que hacen el bien, pero sin arriesgar nada. El Espíritu "profético" no está en los que hacen cosas que tienen como consecuencia conseguir aplausos, premios, elogios de todo el mundo. El Espíritu "profético" tampoco está en los que se limitan a ser "hombres de Dios" o "visionarios". Y menos aún (me parece a mí), en los que, por la razón que sea, piensan que el Espíritu está en los que se limitan a rezar o hacer cosas que llaman la atención (por ejemplo, milagros sorprendentes). Por supuesto, Dios puede comunicarse en la oración y en los milagros. Pero, en cualquier caso, debe quedar bien claro que el Espíritu de Jesús está presente donde se alivia el sufrimiento que unos hombres (los poderosos) causan a otros hombres (los débiles). Y eso suele costar muy caro. A veces, la misma vida. Exactamente como ocurrió con monseñor Romero. O también con el P. Ellacuría y los otros cinco jesuitas y las dos mujeres, que fueron asesinados, hace ocho años, precisamente porque se pusieron de parte de los "pobres", los "oprimidos", los "ciegos", las gentes en las que el Espíritu que ungió a Jesús se hace presente. Todo lo que no sea ir así por la vida, es vivir en el engaño. Un engaño que, por desgracia, es frecuente en "gente religiosa".

José M. Castillo


María, Julia Elba y Celina

Hace unas cuantas semanas me acerqué como oyente al curso de mariología que reciben los estudiantes de teología en la UCA. Quiero decir que me dio mucha alegría que mi jefe me motivara e invitara a ir, pero el gusto rebalsó cuando llegué al aula de clase. Allí me sentí privilegiada, junto con otras tres mujeres, porque el curso estaba lleno de hombres. En ese mismo momento pensé que los hombres dirigen la Iglesia, pero las mujeres la llenamos, y sobre todo las Marías. Ese es también mi nombre, y es que la devoción a la madre de Jesús ha sido tan grande para los que nos llamamos cristianos que casi puedo asegurar que no hay lugar en el mundo en el que las mujeres por una u otra razón no se llamen María.

Para ser sincera diré que después de la primera media hora de estar en clase, no solo constaté mi ignorancia, sino que me sentí bien con ella. ¿Por qué? Bueno, porque de lo que se sabe mucho ya no se disfruta, y yo hoy puedo decir que disfruté del curso y he conocido a una María más cercana y más alcanzable de imitar que la que conocía.

Desde que tengo uso de razón creo que la única imagen de María que mi madre, mi abuela, mis parientes y, por qué no decirlo, algunos curas me mostraron fue la de la estampita, donde se nos muestra a una mujer de facciones finas, estilizadas, bella y generalmente blanca. Hasta ahí nos han limitado el conocimiento de María. Las imágenes morenas y feas son muy pocas y desde luego reciben menos veneración.

Escribí y tomé nota hasta donde pude y, siendo honesta, hasta donde entendí, porque por mucho que el P. Castillo explicaba las cosas, había algunas que estaban relacionadas con otras materias de teología que desconozco, y me quedaban lagunas. Pero lo más importante es que durante el curso me pude experimentar plenamente libre y mujer. Nunca había oído hablar a un hombre tan bien de la mujer, en toda la extensión de la palabra, sin que me pareciera, falso y sin pretensiones. Y es que el P. Castillo llama a las cosas por su nombre y basta.

Lo que más me impactó del curso fue conocer a una María sin ritos, sin vestidos brillantes y coronas. Conocer a la mujer de fe, a la mujer del pueblo, ­y para el pueblo­, a la madre de Jesús.

* * *

Es más fácil para mí hoy, no sólo comparar, sino encontrar a María en mujeres más de carne y hueso, de pies descalzos y manos callosas como las de mi madre; en mujeres gorditas, canosas y simpáticas como Merceditas, que nos ayuda a mantener limpia nuestras oficinas, doña Amanda y la niña Santos, que sirven a los que han tomado el apostolado de Jesús con la misma entrega que lo hicieran Elba y Celina. Y digo "sirven", como sinónimo de ser útil, de acompañamiento, de amistad sincera y de identificación personal y profunda en las buenas y en las malas con todos los que las rodeamos.

Muy pronto estaremos celebrando aquí en la UCA la permanencia de los mártires en nuestra vida y en nuestro quehacer diario, y se me vino la idea de buscar en Elba y Celina a esta otra María más humana, que nos presentó el Padre José María en su curso.

Todos o casi todos los trabajadores de la UCA, podemos decir que conocimos muy poco o nada de estas dos Marías que acompañaron a los jesuitas en su encuentro con el Dios de Jesús y hoy celebran su resurrección.

De lo que se ha rescatado de sus vidas después del martirio, se puede encontrar en Elba, primero, a una mujer del pueblo, mujer de fe, madre, esposa, amiga y compañera, una mujer pobre, sencilla, alegre y comprometida con los suyos, fue una madre que, como María, trascendió lo puramente biológico del parto por una entrega total de servicio, y convirtió en su tesoro, su familia y su amor por cada uno de sus miembros. Por lo tanto no cabe duda que fue una mujer que sin saberlo encarnó a una María muy especial.

Por su parte Celina fue la María niña­joven, fresca, virgen, juguetona y sencilla como todas las muchachas de su edad. Celina es del grupo de los mártires de la UCA seguramente la más inocente y por tanto una María­Cristo, crucificada por orden del imperio de las sombras en un tiempo que al igual que en los tiempos de María, la madre de Jesús, el poder, el dinero, la explotación de los débiles, la corrupción institucional y religiosa y sobre todo la falta de justicia no era muy diferente a la de nuestros días. Estas dos Marías que fueron Elba y Celina tan humanas y tan cercanas a nosotros y a Jesús compartieron el dolor de la muerte, pero igualmente recibieron el don del martirio y de la resurreción.

No debemos olvidar que en su último momento el sentimiento más grande que prevaleció fue el amor inmenso de María­madre cuando Elba cobijó y envolvió con su cuerpo el frágil cuerpo de Celina. Cerraron sus ojos a la vida para abrirnos a todos los que quedamos las puertas de la fe y la esperanza.

* * *

El sábado 18 se levantaron nuevamente las cruces y espíritus para celebrar el VIII Aniversario, con la misa de Elba y Celina. Los Jóvenes del Centro Celina Ramos prepararon con esmero la eucaristía. Se inició con la entrada de la luz. Al igual que en un sábado de gloria, las llamas pequeñas de una vela nos envolvieron y prepararon para recibir el espíritu del compartir; el evangelio de San Lucas, nos habla de acompañamiento y de resurrección.

Los dos hombres que en el camino de Emaús se encuentran con un peregrino, que no era otro que Jesús, nos permiten entender que muchas veces no llegamos a darnos cuenta siquiera, que pasa a nuestro lado y por nuestra vida un Jesús que, al igual que María, no es el de cuadros extraordinarios. Dios quiso ser preferentemente humano, tener un rostro que nos fuera fácil de identificar.

Es por eso que se nos manifestó en la humanidad de Jesús. Fueron las mujeres quienes primero conocieron de su resurrección. No dudamos que, como dijera el P. Ellacuría, "Con Monseñor Romero Dios paso por El Salvador", en igual forma que por la UCA Jesús vinó por sus hermanos para compartir con ellos la cruz del martirio, y allí estaban Elba y Celina que fueron las Marías peregrinas que vivieron entre nosotros.

Evidentemente emocionado el P. Ibisate decía en la misa, que por muchos años había él vivido en el cuarto donde las mataron y nos contaba que se habían recogido aproximadamente 30 casquillos de los tiros disparados a esas dos inocentes. Yo pensaba en ese momento, también fueron 30 las monedas con las que supuestamente se entregó a Jesús; también decía qué difícil es vivir en un país, donde siguen dándose masacres. Hoy, ocho años después, han aparecido familias enteras carbonizadas, mutilados los cuerpos de las víctimas: mujeres, niños y niñas a los que se les ha dejado irreconocibles. Aquí cabe recordar el relato de un joven que dijo en la misa: "Celina después de ser asesinada tenía un rostro".

También desfilaron con carteles que mostraban la pobreza, la injusticia cometida y el desinterés que se tiene sobre muchos niños y mujeres que con sus rostros tristes, muchas veces llenos de mocos, y enormes barrigas, donde se refleja la ansiedad y la sed por un mundo más humano y desde luego dicen más que cualquier campaña publicitaria. Nos dan sin lugar a dudas ese rostro que es difícil limpiar como decía el P. Ibis, pero al mismo tiempo nos marcan el camino y nos confirman que los mártires de El Salvador aún cuando han sido desfigurados tienen un rostro, que nos exige compromiso. Los rostros de los mártires de la UCA, los que tenemos en la mente todos sus amigos, no los que dejaron sus asesinos, nos recuerdan año con año cual fue su trabajo, cual fue su entrega. También nos dicen que no fue sólo la casualidad lo que hizo que Elba y Celina, estuvieran acompañándoles, sino más bien que Jesús y María se encarnaron en ellos para peregrinar por esta tierra llamada El Salvador.

Carmen María


Homilía del Padre Javier Ibisate (18 de octubre)

Van a cumplirse los ocho años de la muerte martirial de Elba-Celina y de nuestros compañeros y todavía tenemos bien grabada la escena del cadáver de la madre dando protección a su hija. Consta en el relato judicial que las ametrallaron dos veces, porque "todavía pujaban". Quedaron como testigos de esta barbarie unos 30 casquillos en esa habitación donde yo había dormido durante 19 años. Ahora al revivir esta escena me he puesto a pensar que realmente causamos una grave molestia a muchas personas, porque no se puede hacer memoria de los mártires sin hacer memoria de los que hacen mártires, de los que matan a personas inocentes. Y, al parecer sin remordimiento de conciencia. No ha habido "perdón y olvido, sino olvido y perdón"...

Ahora, al cumplir los ocho años, recordamos que, además de todos los mártires, otra gran víctima de la guerra y postguerra sigue siendo la verdad. Una de esas víctimas fue el "Informe de la Comisión de la Verdad". El subtítulo era "De la locura a la esperanza". Pero como se negó la verdad de la verdad seguimos con la locura de la violencia y sin esperanza mayor...

De acuerdo a referencias estadísticas en los años siguientes a los Acuerdos de paz se han llevado a cabo tantas o más muertes violentas que en los años de guerra. Siguen los mártires y los que hacen mártires, porque ellos recuerdan que sigue habiendo mucho pecado dentro del país...

También existen otros mártires en el mundo de hoy. Hace dos años presidía la eucaristía en memoria de doña Elba. Hacía justo una semana que había terminado en Beijing la cumbre mundial sobre los Derechos de la mujer. En los cinco continentes de la misma globalización millones de mujeres siguen siendo mártires del irrespeto y violación de sus libertades y derechos humanos.

En esa eucaristía dije que sin duda doña Elba y Celina estarían de acuerdo en que uniéramos su martirio a este pecado mundial. Si la cumbre de Copenhague era explícita al presentar, con datos estadísticos, la violencia doméstica y social en contra de la mujer, así como el fenómeno de la feminización de la pobreza, la cumbre de Beiging repite -en los doce puntos de su declaración- las palabras violencia e irrespeto. Y en forma propositiva, como tarea a realizar, detalla los derechos de la mujer en la familia, en la sociedad, en las instituciones públicas y en la construcción de la paz. Se enfatizan los derechos fundamentales de la mujer ante los gobiernos, las instituciones internacionales y ante la sociedad, sobre todo en los países donde culturalmente es marginada la mujer.

Como mártires del supremo irrespeto a la mujer, Elba y Celina estarán de acuerdo en que en esta eucaristía hagamos también un recuerdo de esa cumbre. Porque lo que molesta a algunos no es que hagamos memoria de los mártires, sino de ese pecado nacional y mundial, que sigue haciendo mártires, especialmente niños y mujeres. Lo que nos anima a otros a renovar estas memorias es que los mártires manifiestan la vitalidad de las Iglesias.

* * *

No sabemos en qué momento doña Elba y Celina, su hija de 16 años, que ayudaban en la casa, lloraron o gritaron. Tenían que matarlas, no podían quedar testigos. Murieron abrazadas, cosidas a balazos, mientras los aviones y los helicópteros ametrallaban los barrios donde viven los pobres como ellas.

Los asesinos estuvieron horas dentro del recinto universitario. En torno a sus presas se convirtieron en zopilotes alrededor de la muerte. Destruidas las cabezas, había que destruir sus frutos.

En las oficinas, con armas especiales fueron quemando selectivamente máquinas de escribir, computadoras, aparatos de sonido, grabadoras, de vídeo… La sustancia química que arrojaron estas armas derritió literalmente los aparatos.

(Mártires de la UCA, p.125).


Doña Mirtala

En este mes de mártires hemos ido a la comunidad de La Cruz, en Santa Tecla, donde viven varias personas que sufrieron durante la guerra y a quienes mataron a sus seres queridos. Hemos hablado con la señora Mirtala, quien vino, huyendo, de Suchitoto, hace 16 años. Esto es lo que nos ha contado.

Mi nombre es Mirtala. Yo quiero contarles que mi esposo era un hombre que predicaba el evangelio y daba catecismo. Salía a predicar por todas partes. Entonces, como en las Sagradas Escrituras hay partes de denuncia, y si el hombre no las dice es como un perro mudo que no ladra, él me decía que tenía que denunciar, y que no eran palabras de él sino que eran palabras de Cristo, porque también Cristo predicaba la verdad. Y si él no decía todo lo que decían las Sagradas Escrituras era como que estaba engañándose a sí mismo. Entonces él no tuvo miedo de predicar el evangelio, y por eso decían que era un revolucionario y que estaba metiendo políticas en medio de las sagradas escrituras.

¿Cuándo empezó esto? Pues antes del 80, antes que la cosa se complicara. El fue de los primeros que empezó a sentir en carne propia el sufrimiento. Los que lo odiaban lo trataban de que era comunista.

La situación estaba muy conflictiva allí en Suchitoto, ¡cómo no Padre! Entonces decía él: "Si supieran qué quiere decir comunista, que quiere decir comunidad, vivir en comunidad, no vivir como vivimos ahora... Si supieran éstos que eso quiere decir comunismo... Ni ellos saben qué quiere decir eso". Entonces lo denunciaron. El fue de los primeros, él y otro amigo de él. Eran dos iguales que se reunían con los sacerdotes, y en ese tiempo era mal visto y de allí les vino el daño y por eso los perseguían. Entonces decía mi esposo, "Bueno, si por esto muero, por las Sagradas Escrituras, pues bienvenida la muerte. Pero esto me va a servir para seguir con más fuerza las cosas de Dios. Y ahora ya no va a ser sólo las Sagradas Escrituras, sino que yo me voy a incorporar de lleno a la lucha".

Entonces los que lo odiaban ya lo perseguían a él y al otro señor, y llegaban a catearme la casa los de la fuerza armada. Entonces metían corvos adentro de los barriles de maíz, me desvaciaban los graneros de maíz, me preguntaban qué hacía él, tratándome de sacar de lo que él hacía. Yo les decía que él trabajaba.

Me preguntaban que si era cierto que él andaba el mensaje. Entonces yo, como la Biblia se la hallaron, no se lo pude negar, y se la hicieron pedazos, se la rompieron. Y dijeron una blasfemia que no sé para qué les iba a servir las Sagradas Escrituras. Entonces mi esposo decía cuando mataron a Monseñor Romero: "Mataron a Monseñor Romero. Ahora nosotros vamos detrás de él", decía. "A mí dentro de poco me van a matar, pero no me importa morir para que gocen los demás. Si yo muero quedarán mis hijos. Pero por esa sangre que los mártires han derramado, no me importa dar la vida por los demás".

Mi marido se llamaba Santana de Jesús Ramos. El decía que no quería que lo capturaran, que él mejor quería morir corriendo "porque de un balazo no se sufre", decía, "y yo, cuando eso me toque, mejor me voy a correr para que no me capturen. Yo no quiero ser torturado". Y así como él lo deseó, Dios se le concedió porque a él lo mataron de un solo. En delante de mí y de mis hijos en la casa de mis padres, allí lo mataron como un perro. Fue el 25 de agosto del 80.

* * *

Todo este tiempo ha sido de sufrir, prosigue Doña Mirtala llorando. Porque cuando ya uno se queda viuda, ya no es igual como cuando está su esposo de uno. Si él estuviera, yo estuviera en otras condiciones. No estuviera sufriendo más con este mi hijo. Cuando mataron a mi esposo, yo me quedé decidida a que también a mí me mataran, y yo no podía irme porque no podía andar con este niño que ya lo tenía enfermo hasta que la Cruz Verde nos fue a sacar a las Bermudas.

Padre, tengo un niño minusválido y he quedado solita. Tengo otros dos hijos. Ya están casados. Estoy sintiendo eso, que hoy me he quedado sólo con el niño. Antes de venirme, yo no me quise quedar por el niño. Mi marido me decía de que lo dejara luchar a él. "Lo que vos vas a hacer es pedirle a Dios. Dejame luchar, porque el que no hace que deje hacer. Vos no podés por este niño". Y ya después que murió él, yo no podía andar sin el esposo. Ya otro no iba a ser igual. Así que yo no anduve en ese momento por el motivo del niño, ya me había quedado sola.

Nos sacó la Cruz Verde. Si no hubiera llegado nos hubieran matado a todos. El que se hizo renuente a no salirse, todas esas personas murieron. Entonces nosotros nos fuimos con la Cruz Verde, y después llegó el ejército y nos llevó al penal de Suchitoto. Gracias a Dios que llegó otra vez la Cruz Verde, y fue como un refugio. No nos hicieron nada. Después de eso la Cruz Verde nos buscó este lugar donde vivimos aquí en Santa Tecla, en la comunidad de La Cruz, aquí frente al Tecnológico.

* * *

Ahora aquí he conocido a gente buena. Cuando estaba en la clínica, recién venida, una religiosa me traía la medicina, yo la repartía y suturábamos la gente que venía también enferma. Después me dijo ella que hiciera unas canciones. "Mirá, me dijo. Vas a hacer unas canciones que peguen con el nacimiento del mesías en la navidad, pero que peguen también con la situación en que han sufrido. Así es que yo metía lo del niño Dios y otra parte de lo de la guerra.

Esta religiosa es la madre Rita que era monja del Colegio de Fátima. Ya recuerdo, de las dominicas. Entonces ella era muy buenísima, así como usted. Ella era bien linda y me venía a visitar. Entonces ella me ponía encargos y yo sólo cumplía. Estuve un tiempo dando medicina. Yo no me hallaba capaz de hacerlo. Gracias a Dios que aprendí un poquito a leer, porque si no hubiera aprendido no hubiera podido desempeñar eso. De allí las indicaciones y todo eso. Yo les daba la medicina hasta que después vino una suiza que era gringa. Se llamaba Josefina. Trajo otro lote de medicina y entonces ya me salí yo y ella buscó otra gente. La madre me pagaba entonces 25 colones. ¡Cada quince me pagaba!

Antes de irme no se me ocurrió otra cosa que decirla a doña Mirtala: "Lo que pueden hacernos es cantar la primera canción que compuso usted. Porque usted, como se ve, es esposa de mártir, es poeta, es profeta, maravillosa es usted, fenomenal". En estos momentos acaba de entrar a la casita de la señora Mirtala otra amiga suya, Consuelo Pasos, amiga y compañera de Suchitoto, y las dos juntas se ponen a cantar. Nos cantan una "canción de muchísimos pesares", que recuerda, por su vigor, al romancero castellano. Otra es un villancico, que parece una mezcla de los de Lope de Vega y Mejía Godoy. Otro termina, muy salvadoreñamente, con estas palabras:

Como el gobierno está bien alimentado,

nos habla de reforma aquí en El Salvador.

Pero ay qué peli que salga chipustiado

como chivo sin cabo para otra nación.

Si hay espacio publicaré dos canciones enteras, pero nunca será lo mismo leerlas que oírselas cantar a doña Mirtala y a doña Consuelo. Son la reserva inagotable de este pueblo, lleno de mártires, que mantiene el amor, la esperanza y el gozo.

Pedro Serrano


Una canción de muchísimos pesares

Voy a cantar esta canción de muchísimos pesares,

lo que en Tenango pasó sucede en todos lugares.

Miércoles 10 de septiembre el año ochenta corría,

el escuadrón de la muerte entró a las once del día.

Cuarenta del escuadrón de guardia iban combinados,

así mataron a siete de los que habían denunciado.

De los siete que murieron les diré el nombre de tres,

de los que son degollados Carmen, Julita y José.

Carmen, Julita y José luz del cielo les alumbra,

por ser buenos compañeros quedan en la misma tumba.

Las tres madrecitas lloran como si fueran criaturas,

con lágrimas en sus ojos mojaban la sepultura.

Válgame santo niñito, válgame Diosito santo,

la patria salvadoreña se convirtió en campo santo.

Hay les dejo mi canción ya me voy a retirar,

la sangre de los compañeros no debemos olvidar.

El niño Dios liberador

El 24 de diciembre el niño Dios va a nacer,

pero este niño que viene a este mundo a padecer

pero este niño que viene a este mundo a padecer.

Pues él fue muy perseguido desde antes de nacer,

porque muchos no querían que viniera otro rey,

porque muchos no querían que viniera otro rey.

.

Muchos estarán contentos porque viene navidad,

preparándose del chumpe y de la cola champán,

preparándose del chumpe y de la cola champán.

Muchos estarán llorando porque viene navidad

preparando los frijoles y un pedacito de pan,

preparando los frijoles y un pedacito de pan.

Pero algún día vendrá ese gran liberador,

que soltará las cadenas que amarran al Salvador,

que soltará las cadenas que amarran al Salvador.

Al niño Dios no se espera solamente con bebidas,

se espera con un ranchito que se llama el corazón

se espera con un ranchito que se llama el corazón.


El pueblo crucificado

Ignacio Ellacuría

Ese pueblo crucificado está ahí. A veces nos lo muestran en televisión y otras aparece en las esquinas de la prensa o de la radio. Pero, en realidad, no tiene publicidad, no se le conoce. Se hace todo lo posible por ocultarlo para que no perturbe nuestra tranquilidad occidental y burguesa; se lo muestra para que dejemos correr nuestras dulces lágrimas de cocodrilo o, a lo sumo, para que se desahogue la tensión en una esporádica protesta callejera. Contentada la conciencia con el ejercicio piadoso del lamento y de la compasión, nos volvemos enseguida a lo que de verdad nos preocupa, a la subida del precio del petróleo o de la cesta de navidad, a jugar en la lotería de la vida para ver si nos cae el premio del poder, del dinero, del dominio, del éxito, de la diversión. Todo importa más que escuchar realmente la voz de Dios que con gemidos inenarrables o con gritos estentóreos clama por las heridas abiertas de la injusticia universal; la voz de Dios que se escucha tanto en los sufrimientos como en las luchas de liberación.

Es posible que a algunos esa presencia les parezca oscura o esa voz demasiado lejana y tenue. ¡Ay de ellos ! Están muy lejos de Dios, están muy apartados de la salvación. Pero son ellos los que se alejan, porque el pueblo crucificado, crucificado por nosotros está por todas partes y son la verdadera humanidad. Y los que le crucifican, constituyen todos ellos la bestia del Apocalipsis. Y los que se hacen sordos y ciegos, porque les parece que éste no es un problema religioso, ésos son los tibios que Dios, asqueado, ha vomitado ya de su boca.

La Iglesia debería ponerse como misión universal histórica hacer volver a los hombres con ojos de misericordia ­Dives in misericordia­ a esa humanidad explotada y masacrada. Lo que las agencias de turismo hacen para que el mundo se divierta debería hacer la Iglesia en dirección contraria para que el mundo se convierta. Que los hombres pongan sus ojos y su corazón en Guatemala y sus gentes asesinadas, en El Salvador y sus diez mil víctimas enterradas este año, en tantos sitios donde las mayorías son oprimidas secularmente y perseguidas cuando buscan liberarse de esa opresión. Y con los ojos y el corazón puestos sobre estas sangrantes realidades históricas, mediten sobre la pasión y la muerte de Jesús, sobre su corazón abierto por la lanza del poder, de la opresión y de la represión. Quizá salga así de ese corazón abierto una humanidad nueva y renazca así una Iglesia más resplandeciente, con menos manchas y arrugas, con mayor ímpetu profético, con mayor semejanza con Jesús muerto por nuestros pecados y matado por los ateos y asesinos de siempre.


El octavo mandamiento: no encubrir

A propósito del olvido de Ruanda: antes y después

El fenómeno es conocido. Las grandes tragedias de la humanidad son noticia durante una temporada y después desaparecen. Y eso ocurre infaliblemente cuando las víctimas son los pueblos pobres. Veámoslo en el caso de Ruanda con dos titulares de prensa.

"Asesinados miles de civiles en Ruanda" (1997)

Entre enero y agosto de este año han sido asesinadas más civiles, en Ruanda según Amnistía Internacional. Esto confirma las denuncias del pasado mes de marzo sobre homicidios indiscriminados de refugiados que volvían al país, y de tutsis. Por su parte, el pasado mes de junio, la ONU responsabilizó al Ejército Patriótico Ruandés de haber dado muerte a más de 2.500 personas en sólo dos meses.

Amnistía Internacional muestra también su preocupación por la dejadez de la comunidad internacional ante las matanzas y la repatriación de refugiados. Estos "sufren en silencio, sin que al mundo exterior le preocupe apenas su suerte. La manifiesta indiferencia de la comunidad internacional no hace más que animar a las fuerzas de seguridad y a los grupos armados de oposición a continuar matando sin temor a la censura". Y prosigue: "muchos gobiernos continúan aceptando que resulta seguro para los refugiados regresar a Ruanda, lo cual es manifiestamente falso".

Amnistía documenta en el informe que el 8 de agosto pasado las fuerzas de seguridad mataron a centenares de personas en un mercado de Mohoko. En los dos días siguientes fueron muertos 95 detenidos en la cercana localidad de Ruba y otro número indeterminado en Kanama. Entre el 9 y el 11 de mayo, los soldados del APR mataron a 1.430 civiles en Nkuli. En la localidad de Cyabingo murieron más de 300 personas en la segunda mitad de mayo y otras 130 en junio, entre ellos muchos niños pequeños. El 3 de julio se llevó a cabo una matanza en la iglesia de Gacaca. Mientras rezaban y cantaban, 45 personas fueron asesinadas por miembros del APR, incluyendo varios niños que las madres llevaban en sus espaldas.

Los grupos armados de oposición también están asesinando a la indefensa población civil. El hecho más sangriento ocurrió en la noche del pasado 24 de agosto, cuando fueron asesinados unos 130 refugiados del campo de Mundende, en la república Democrática del Congo. Entre las víctimas había niños a los que mataron mientras dormían.

Todos estos crímenes se hacen con la más absoluta impunidad. Amnistía denuncia también que Estados Unidos y Sudáfrica han suministrado armamento al Ejército ruandés y que las fuerzas de oposición reciben armas y municiones a través del antiguo Zaire. Señala, asimismo, que "el ejército estadounidense ha participado en un programa de entrenamiento del Ejército Patriótico Ruandés. El Gobierno de Estados Unidos no parece haber condenado públicamente la persistencia de las violaciones de derechos humanos en Ruanda ni ha exigido que se le ponga fin".

Por otra parte, en una reciente conferencia internacional celebrada en Copenhague sobre ayuda humanitaria Christine Umutoni, miembro del Gobierno ruandés, manifestó: "ustedes nos han dejado morir y esto no lo olvidaremos". Criticó la actuación de las ONG en su país diciendo que "la experiencia de Ruanda es el símbolo de un enorme fraude en la ayuda humanitaria".

"La ONU no evitó la matanza de medio millón de ruandeses" (1994)

La ONU hizo caso omiso de una información que le anunciaba con antelación las matanzas que se iban a producir en Ruanda, en la primavera de 1994, y que se cobraron la vida de casi medio millón de personas, la mayoría de la etnia tutsi. El argumento de la ONU: "ese cometido no entraba dentro de sus atribuciones en la zona". A esa conclusión ha llegado una comisión de investigación belga, hecha pública por el Washington Post. Por entonces, el actual secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, era el máximo responsable para las misiones de paz.

Al parecer, el jefe de la misión de paz en la zona, el general canadiense Romeo Dallaire, envió a sus superiores en Nueva York una descripción detallada de los planes del gobierno extremista hutu entonces en el poder. Pero la cúpula directiva de las Naciones Unidas decidió que prevenir aquello no formaba parte de su cometido.

La información del Washington Post es escalofriante por sus detalles. En un fax, Romeo Dallaire describía a su superior en la sede central, los planes del gobierno hutu para exterminar a la minoría tutsi. Se detallaba incluso la localización de los escondites de armas para las milicias hutus y aseguraba que la iniciativa de censar a todos los miembros de la minoría tutsi en Kigali era simplemente una forma de facilitar su exterminación. "En 20 minutos nuestro personal puede acabar con 1.000 tutsis" eran algunas de las instrucciones. Dallaire pidió autorización para confiscar las armas. Pero en Nueva York, el secretario para las operaciones de paz, se negó.

Hoy se discute quién fue responsable de la no-acción de la ONU, pero menos de tres meses después del aviso, a partir de abril de 1994, y tras las misteriosas muertes de los presidentes de Ruanda y Burundi, Juvenil Habyarimana y Cyprien Ntaryamira, en inexplicables accidentes de avión pocos días antes, las tropas ruandesas y las milicias iniciaron una sangrienta matanza, que se saldó con la muerte de 20.000 tutsis y hutus moderados en unos pocos días.

Las luchas que siguieron durante otras diez semanas, acabaron con medio millón de hombres, mujeres y niños ruandeses. Murieron baleados, degollados o golpeados hasta la muerte, en terribles masacres.

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La barbarie de nuestro mundo es terrible. Y además se oculta y se quiere desaparecer de la conciencia de la humanidad. ¿No es de vergüenza que sepamos mucho más sobre Francia 98, y similares, que de Ruanda, Timor del Este o de la violencia y pobreza de nuestro país?