Universidad Centroamericana ''José Simeón Cañas''

“Señor, aquí hay unos voluntarios”
Amanda Peña
26/08/2015

El relato de la multiplicación de los cinco panes y los dos pescados se encuentra presente en los cuatro evangelios. Mi favorito es la versión del evangelista Juan. Sólo difiere en un detalle con los otros tres: ¿quién tenía el pan? En los otros evangelios los discípulos notifican la posesión del pan a Jesús, en cambio, en el relato de Juan es un muchacho quien proporciona el alimento.

No conocemos la historia del muchacho, ni siquiera su nombre. Probablemente se encontraba ahí, atraído por el mensaje de Jesús, o por curiosidad, o quizás acompañaba a un amigo. Solo sabemos que:“(…) Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es esto para tanta gente?” (Jn 6, 8-10).

Nunca había prestado atención a este detalle, hasta que un domingo en la misa me impactó porque intuí semejanzas con el voluntariado, concretamente con la gratuidad que se ve reflejada en el relato. Justo ese domingo llevaba puesta la nueva camisa del Voluntariado UCA. Desde hace un año soy voluntaria en uno de los proyectos.

En la homilía, el sacerdote mencionó la presencia del número siete y cómo este simboliza todo/totalidad. Es decir, el muchacho dio todo y lo dio todo gratuitamente. El relato no cuenta que de las 12 canastas que se recogen al final el muchacho exigió algo. Es lógico pensar que los discípulos le dieron una canasta en señal de agradecimiento, pero eso no es lo importante. Lo fundamental radica en la gratuidad con que el joven, al ver la problemática de dar alimento a toda esa gente, responde ofreciendo todo lo que tenía.

Además, de la gratuidad representada en el muchacho, me resuena la pregunta final del discípulo Andrés: “Pero, ¿qué esto para tanta gente?” E indudablemente, es una pregunta válida, especialmente para los voluntarios: ¿Realmente hace alguna diferencia acompañar a un grupo de niños en una comunidad durante unos cuantos sábados al mes para enseñar valores humanos a través del arte? ¿Por qué no mejor invertimos ese tiempo para protestar por su derecho a una vivienda digna? ¿Por qué perdemos el tiempo?

Seamos claros, los voluntarios no cambiamos directamente los problemas que enfrentamos, no atacamos la médula económica del sistema generador de las realidades a las cuales respondemos desde los proyectos, pero sí afrontamos todo esto desde el campo cultural. Enrique Falcón habla de la gratuidad como una experiencia subversiva, precisamente por trastocar los valores que dan vida al sistema económico-social. Se transforma al voluntario en una reorganización de sus opciones personales y esquemas de pensamiento; a los destinatarios del voluntariado en cuanto al impacto, acompañamiento, empoderamiento, capacitación, integración etc. que se brinda y es a su vez un discurso que exige una nueva civilización. Entonces, la pregunta que siempre hay que realizar es: ¿y si el muchacho no hubiera dado sus cinco panes y los dos pescados?

Otra respuesta ante la interrogante de Andrés la obtuve al visitar el proyecto asilo Reina de la Paz. Se trabaja con mujeres portadoras con VIH/SIDA y con el público masculino del asilo. Al finalizar la jornada, durante la evaluación de la visita, yo expresé la felicidad por la fraternidad que se nos mostraba por parte de los abuelos y señoras del asilo y un cierto malestar por lo poco que habíamos dado. Nuestro coordinador de voluntariado, Marcos, me dijo: “Bueno, no se ha dado poco. Hemos dado amor.” Y él tiene razón. Damos algo que es despreciado: amor, escucha, sonrisas, fraternidad: ¿Por qué ese afán por devaluar algo tan humano como escuchar al otro? El voluntariado debe evitar caer en la dinámica del pragmatismo y la eficiencia. Es un afán que nos conduce a un proceso de humillación e irrespeto dando por resultado la cosificación del otro. No es mi hermano, por lo tanto, lo puedo excluir, explotar, oprimir.

Así es como debe ser un voluntariado, especialmente aquel que se inspira en la espiritualidad cristiana. Responder ante la realidad, pero no cualquier tipo de respuesta, debe ser una que (me) cuestione las concepciones y valores arraigados que dan vida y promueven la realidad de pecado del país. Una respuesta que rescate los valores humanos sistemáticamente despreciados y donde considere al otro como mi hermano, mi prójimo. Una respuesta que me mueva a comprometerme para la construcción de una sociedad más justa y verdadera donde todos tengamos los panes y pescados necesarios. Una respuesta para la construcción del Reino de Dios.

 



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