P. Ignacio Martín Baró (1942 - 1989)


Nació el 7 de noviembre de 1942, en Valladolid. Entró en el noviciado de la Compañía de Jesús de Orduña, el 28 de septiembre de 1959. Después, sus superiores lo trasladaron al noviciado de Villagarcía y de ahí lo enviaron al de Centroamérica, donde hizo su segundo año de noviciado. A finales de septiembre de 1961 sus superiores lo enviaron a la Universidad Católica de Quito, donde estudió humanidades clásicas en 1961 y 1962. Después lo enviaron a Bogotá, donde estudió filosofía en la Universidad Javeriana. En 1964 obtuvo el bachillerato en filosofía y al año siguiente la licencia en filosofía y letras. En 1966 regresó a El Salvador. Sus superiores lo enviaron a enseñar al Colegio Externado, donde fue profesor e inspector hasta 1967, cuando comenzó a dar clases en la UCA. Volvió a salir en 1967 para estudiar teología en Frankfurt, Lovania y San Salvador , donde hizo su último año. En 1970 obtuvo su bachillerato en teología en Eegenhoven. Una vez terminada la teología comenzó sus estudios de psicología en la UCA, donde, además, era profesor. En 1975 obtuvo la licencia en esta materia. Entre 1972 y 1975 fue decano de estudiantes y miembro del Consejo Superior Universitario. Entre 1971 y 1974 fue jefe del Consejo de redacción de ECA y en 1975 y 1976, fue su director. En 1971 y 1972 dio clases de psicología en la Escuela Nacional de Enfermería de Santa Ana.

A estas alturas hizo un nuevo paréntesis para estudiar un postgrado en psicología en Estados Unidos. En 1977 obtuvo la maestría en ciencias sociales en la Universidad de Chicago y dos años más tarde, en 1979, el doctorado en psicología social y organizativa en la universidad. En la tesis de la maestría escribió sobre las actitudes sociales y los conflictos grupales en El Salvador y en la del doctorado, sobre la densidad poblacional en la clases bajas salvadoreñas. Terminados sus estudios regresó a San Salvador y a la UCA, donde reanudó sus clases de psicología. Desde 1981 fue vicerrector académico y miembro de la junta de directores. En 1989, al dividirse en dos esa vicerrectoría, se convirtió en vicerrector de postgrado y director de investigaciones. En 1982 asumió la dirección del departamento de psicología . En 1986 fundó y dirigió el Instituto Universitario de Opinión Pública. Además fue miembro del consejo editorial de UCA Editores y de los consejos de redacción de las revistas ECA, de la Revista de Psicología de El Salvador y de Polémica (Costa Rica). Fue profesor invitado de la Universidad Central de Venezuela, de la Universidad de Zulia ( Maracaibo), de la Universidad de Puerto Rico (recinto Río Piedras ), de la Universidad Javeriana de Bogotá, de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad de Costa Rica. Pertenecía a la American Psychological Association y de la Sociedad de Psicología de El Salvador ; era vicepresidente para México, Centroamérica y el Caribe de la Sociedad Interamericana de Psicología.

La vida del P. Ignacio Martín-Baró puede ser descrita brevemente diciendo que fue escritor, maestro, universitario y pastor. Como escritor tenía una pluma fácil y un lenguaje exquisito. Cultivaba mucho la lengua castellana. Sus comentarios eran agudos. Sus primeros artículos aparecieron en ECA en 1966. Publicó once libros y una larga lista de artículos, científicos y culturales, en diversas revistas latinoamericanas y norteamericanas. Siempre tenía seis o siete artículos pendientes. A quienes le pedían contribuciones les decía que lo esperaran, pues le costaba negarse. Era feliz escribiendo directamente en la computadora y perfeccionando gráficos. Gozaba cuando descubría que podía hacer algo nuevo en la computadora o cuando le instalaban un nuevo programa. Cuidó mucho sus propias publicaciones y las de otros, cuando éstas estuvieron bajo su responsabilidad, como cuando fue jefe de redacción de ECA o las de la Revista de Psicología de El Salvador. Corregía las pruebas personalmente y difícilmente se le escapaban las erratas y cuidaba en extremo las referencias bibliográficas de sus escritos.

El P.Ignacio Martín-Baró fue un gran maestro. La docencia ocupó una gran parte de su vida y formó a muchas generaciones de psicólogos. Comenzó a interesarse en la psicología en Bogotá, donde devoró libros de psicología por su cuenta; buscó la asesoría de algunos de los mejores profesores de psicología de la Universidad Javeriana. Muy pronto se interesó en la psicología social y de sus primeras clases salió su primer libro en 1972, Psicodiagnóstico de América Latina. Después siguieron otros textos universitarios, en los cuales integró la psicología social tradicional en el contexto de la guerra civil salvadoreña. El P.Martín-Baró insistió en que la psicología debía enfrentar los problemas nacionales y que debía ser desarrollada desde la condiciones sociales y las aspiraciones históricas de las mayorías populares. Creía que los estudiantes debían aprender a analizar el comportamiento humano en su propio contexto. En sus clases y escritos rechazó la postura cómoda, pero falsa, de una psicología totalmente imparcial; en su lugar enseñó una psicología comprometida críticamente con los diferentes proyectos alternativos de sociedad existentes en América Latina. Tuvo una reconocida habilidad para integrar diversas teorías y para cuestionar creencias establecidas. Estaba convencido del papel desideologizador de la psicología social y por eso cuestionó los principales modelos teóricos de psicología, a los cuales consideraba inadecuados para enfrentar las situaciones de violencia colectiva prevalecientes en El Salvador. Fue un profesor agudo, capaz de relacionar conceptos aparentemente contradictorios. Creía que había un orden en el universo que los psicólogos y los científicos sociales podían descubrir eventualmente.

Como profesor siempre se preocupó por proporcionar a sus alumnos una visión del mundo objetiva y amplia. Con frecuencia afirmaba la necesidad de universalizar la psicología y de informar a los psicólogos de realidades diferentes a las suyas. Consecuente consigo mismo, al regresar de sus viajes compartía con sus alumnos lo que había observado, hablado y aprendido. Relacionaba lo que había observado fuera con la realidad salvadoreña. Por ejemplo, el no haber visto niños en las calles en determinadas horas del día porque todos estaban en la escuela, mientras que en El Salvador se pueden ver niños en las calles durante todo el día. En sus contactos personales con otros colegas siempre estaba haciendo sugerencias útiles, les enviaba materiales, les ofrecía ayuda y les insistía en publicar sus trabajos más importantes. En este sentido creía que las asociaciones profesionales de psicólogos debían promover redes de comunicación y cooperación docente, de investigación y de práctica profesional alrededor del mundo para promover una psicología relevante y sensible a las necesidades de las mayorías.

Sus estudiantes lo recuerdan como muy exigente, especialmente en los exámenes, en éstos no permitía que los estudiantes se volvieran a ver. Obligaba a leer distintos autores, a investigar y participar en clase. Sus primeros alumnos lo recuerdan como amigo de dar y recibir bromas, pues los más recientes no supieron de esta veta del P. Martín-Baró, ya demasiado serio y grave por las responsabilidades que tenía y por la situación del país. Algunos de los primeros recuerdan, por ejemplo, que durante la clase tomaba los lápices y bolígrafos de los alumnos y los iba repartiendo desordenadamente; al terminar la clase, los alumnos debían averiguar el paradero de sus lápices y bolígrafos entre sus compañeros de aula.

El P. Martín-Baró era maestro de muchos rituales. Llegaba a clase con un paraguas tipo inglés y un elegante maletín, del cual sacaba solemnemente el texto de clase Acción e ideología. Todos los viernes se despedía invariablemente con un "mis estimados estudiantes tengan todos ustedes un feliz fin de semana ". En los festivales estudiantiles de psicología era de los primeros en soltar sus sonoras carcajadas y en ponerse rojo hasta las orejas, sobre todo cuando llegaba el momento de imitar a los profesores. En dos festivales cantó la misma canción, "Usted no es na, ni chicha ni limoná". Pese a sus exigencias y su gravedad fue padrino de muchas promociones, cuyos recuerdos fotográficos colgaban meticulosamente enmarcados en su oficina. Recibía muchas invitaciones para dictar conferencias y para dar cursos y seminarios. Sus libros están siendo utilizados como texto en las universidades de Puerto Rico, México y Venezuela.

En 1986, como una proyección de la psicología social, emprendió con gran entusiasmo la fundación del Instituto de Opinión Pública (IUDOP) y comenzó a trabajar compulsando la opinión pública sobre los procesos y problemas importantes. Concibió los resultados de las encuestas como un espejo que podía reflejar en la misma opinión pública una imagen más exacta de las complejidades de la sociedad salvadoreña. Quería que el IUDOP canalizara la expresión del sentir de los salvadoreños sin filtros ni mediatizaciones partidistas. De esta forma, el IUDOP se convirtió en una fuente de información veraz, válida y fiable sobre la opinión pública. El P. Martín-Baró dirigió 25 encuestas en los tres años que dirigió el IUDOP. Los temas sobre los cuales preguntaba iban desde la salud y el empleo, hasta la democracia y la guerra y la paz. El IUDOP fue el que más exactamente proyectó el resultado de las elecciones legislativas de 1988 y presidenciales de 1989. Esta última fue su prueba de fuego. Los resultados de las primeras encuestas daban que ganaría ARENA. La democracia cristiana lo atacó y quiso desprestigiarlo; lo mismo que hicieron otros medios de comunicación. Las encuestas previas a las elecciones confirmaron y precisaron las primeras proyecciones. Al final la realidad le dio la razón.

Al preguntar por las raíces de la guerra, fue objeto de fuertes críticas y a veces de la ira de la extrema derecha salvadoreña. Cuando el IUDOP encontró niveles muy bajos de identificación partidaria, disgustó a muchos de los políticos nacionales. Cuando dio a conocer los resultados de la encuesta sobre el Debate Nacional, mostrando un fuerte apoyo popular para el diálogo y la negociación, un periódico matutino lanzó un furioso ataque contra el IUDOP.

El P. Martín-Baró era sumamente cuidadoso con los resultados de las encuestas. Nunca los sensacionalizó ni puso en peligro a los encuestados ni a los encuestadores. Reclutó y entrenó un equipo de supervisores de campo y de encuestadores influenciados por sus ideales y principios, y por su pasión para registrar la respuesta de cada uno de los estratos sociales. Los encuestadores con frecuencia eran regresados por retenes militares y a veces fueron detenidos por subversivos. En la última encuesta que hizo se perdieron varios centenares de encuestas cuando cuatro hombres armados secuestraron el vehículo del IUDOP. Los informes de los resultados de las encuestas los editaba personalmente con gran cuidado; sus ediciones son un ejemplo de nitidez y buen gusto. Los resultados de las principales encuestas hechas en 1987 y 1988 han sido publicadas por UCA editores en dos tomos preparados por él. Cuando lo mataron estaba negociando un acuerdo para dar a conocer semanalmente por televisión los resultados de las encuestas de IUDOP.

Hasta ahora ha sido el único en dar a conocer completamente su método y la tasa de rechazo en cada encuesta del país. El obstáculo más grande que encontró fue el miedo generalizado. "La gente oculta sus sentimientos políticos reales, incluso en su propia casa", reconoció. Y luego añadió que no había ningún lugar seguro para expresar lo que uno piensa, ni siquiera en la oficina del psicólogo, lo cual imposibilita la práctica de la terapia. El paciente , explicaba , no se fía hasta no estar seguro de las ideas políticas del terapista.

En 1988, el P. Martín-Baró y otros colegas de Centroamérica, México y Estados Unidos establecieron el Programa Centramericano de Opinión Pública para unir a los institutos universitarios de opinión pública. El P. Martín-Baró estaba preocupado por los abusos de las encuestas de opinión pública por parte de los gobiernos y de ciertas firmas comerciales; bajo su dirección el Programa Centroamericano de Opinión Pública desarrolló un código profesional de prácticas y éticas para guiar a los encuestadores centroamericanos. En los últimos meses de su vida dirigió la preparación de informes del estudio político más grande de Centroamérica, el cual consiste de cuatro mil entrevistas en profundidad hechas en El Salvador, Costa Rica y Nicaragua. Estaba organizando , además, una comisión internacional de académicos para monitorear y evaluar todas las encuestas pre-electorales de Nicaragua.

El P. Martín- Baró fue un universitario a quien la UCA debe mucho. Siempre tuvo cargos administrativos. Unos más pesados que otros. En los últimos tres años se quejó bastante de la rutina administrativa y en varias coacciones, probablemente cuando se sentía más hastiado, amenazaba con renunciar. Al final se quedó en la vicerrectoría porque no era fácil sustituirlo. De él dependía, en parte, la calidad académica de la universidad, pues supervisaba las contrataciones de los profesores y su rendimiento. Bajo su vicerrectoría estaban, además, la biblioteca, el centro de cómputo y las investigaciones de la universidad. desde hacía cuatro o cinco años cuando observó que algunos profesores no cumplían con sus horarios, decidió ir a menudo a los módulos de aquéllos. Los profesores lo llamaban "policía" y él lo sabía, pero más le molestaba la falta de seriedad en los compromisos adquiridos por aquéllos. Habló con algunos de ello, a otros les envió notas con observaciones. En estas ocasiones era prudente y considerado e hizo lo posible por mantener buenas relaciones.

Su atención hacia las personas era admirable. En cuanto sabía que alguien estaba cumpliendo años, lo llamaba para felicitarlo y si podía iba a su oficina para darle un abrazo. Lo mismo hacía si fallecía algún pariente de un empleado de la universidad. Recibía a muchos visitantes extranjeros interesados en conocer la realidad del país y el papel de la universidad en el proceso salvadoreño. Los periodistas lo asediaban pidiéndole entrevistas, las cuales aumentaron en los últimos tres años con el IUDOP. El P. Martín-Baró tenía muchísimas amistades en todos lados. A su secretaría le pidió elaborarle una lista de todos sus conocidos por países y cada vez que salía al exterior llevaba una lista de todos sus conocidos en los lugares que visitaría. Regresaba de sus viajes lleno de fotografías.

El P. Martín-Baró era una persona muy ordenada. Su oficina estaba llena de libros, folders y papeles, pero sabía dónde encontrar cada cosa. Le molestaba tener su escritorio lleno de papeles y con frecuencia trataba de limpiarlo. Una de las cosas que más cuidaba eran sus libros; su oficina estaba llena de ellos. Cuando decidió ampliarla, mandó a hacer nuevos estantes que llenó de inmediato con libros. Prácticamente mandaba a encuadernar todo lo que caía en sus manos. En la comunidad le hacían bastantes bromas sobre esto, pero él respondía diciendo que era la mejor forma de preservar las revistas y cuando él faltara, toda su biblioteca pasaría a la biblioteca de la universidad. Por lo tanto, él estaba ahorrando trabajo y tiempo.

Era un trabajador polifacético y superdotado. Tenía tiempo para hacer todas estas cosas porque era el primero en llegara su oficina. A las cinco y media de la mañana ya estaba trabajando. A medio día interrumpía su trabajo, pero a las dos de la tarde volvía a su oficina. Regresaba a su casa después de dar una última clase, a las ocho de la noche. Este ritmo de trabajo fue haciendo estragos en su salud, como es natural. Padeció de dolores en la espalda y en un brazo, el cual fue intervenido quirúrgicamente. Ninguno de estos malestares interrumpió su trabajo. Se levantaba de su escritorio para hacer algunos ejercicios y seguía trabajando . Poco antes de que lo asesinaran tuvo una neumonía que al principio no cuidó bien hasta que el médico y el superior le ordenaron quedarse en la cama. En los últimos tres años se quejó bastante de cansancio. Había decidido aceptar más invitaciones para salir al exterior, tomando así alguna distancia y descansar un poco de la rutina universitaria.

Finalmente el P. Martín-Baró fue también un pastor. Atendió secerdotalmente la colonia Zacamil y la parroquia de Jayaque. A comienzos de la década, cuando no hubo quien atendiera sacerdotalmente la colonia Zacamil, él se ofreció y estuvo prestando sus servicios los fines de semana. Dejó la colonia cuando consiguieron secerdotes que la atenderían a tiempo completo. Entonces buscó trabajo en la parroquia de Jayaque. Comenzó atendiendo un cantón los fines de semana, pero acabó responsable de la parroquia durante el último año.

Entre la gente sencilla se transformaba. Se volvía alegre, reía mucho y se mostraba cariñoso, sobre todo con los niños. Alegraba las reuniones y las fiestas con su guitarra y su voz. Siempre llevaba dulces para los niños y jugaba con ellos. Buscó una imagen de la Virgen para una ermita, material de construcción para un puente... En sus clases de la UCA pedía cosas para la parroquia - dulces, galletas, e incluso un altar. Los adultos lo buscaban para conversar. El dinero que recibía por sus actividades en el extranjero lo usaba para comprar cosas para la comunidad parroquial ( pintura, madera, clavos, etc. ); asimismo, con ese dinero ayudaba a mucha gente . Organizó cursillos y paseos con los miembros de su parroquia. Cuando estuvo enfermo de neumonía, mucha gente de Jayaque lo visitó en su casa y en la oficina; en esa ocasión le trajeron tamales, guineos, verduras, atole, etc. La gente de Jayaque recuerda su última homilía, en la cual, dicen, estuvo muy lúcido, como si previera lo que iba a pasar. Todavía se oye su último grito," Esto es una injusticia, son ustedes una carroña !".

En uno de sus últimos escritos, el P. Martín-Baró describió cómo sería manejado asesinato, "ante todo se trata de crear una versión oficial de los hechos, una 'historia oficial', que ignora aspectos cruciales de la realidad, distorsiona otros e incluso falsea o inventa otros. Esta historia oficial se impone a través de un despliegue propagandístico intenso y muy agresivo, al que se respalda incluso poniendo en juego todo el peso de los más altos cargos oficiales... Cuando, por cualquier circunstancia, aparecen a la luz pública hechos que contradicen frontalmente la 'historia oficial' , se tiende alrededor de ellos un 'cordón sanitario'... que los regala a un rápido olvido... La expresión pública de la realidad... y, sobre todo, el desenmascaramiento de la historia oficial... son consideradas actividades 'subversivas' - y en realidad lo son, ya que subvierten el orden de mentira establecido. Se llega así a la paradoja de que quien se atreve a nombrar la realidad o a denunciar los atropellos se convierte por lo menos en reo de la justicia ".




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