P. Ignacio Ellacuría (1930 - 1989)


Nació en Portugalete ( Vizcaya ), el 9 de noviembre de 1930. Sus primeros estudios los hizo en Portugalete entre 1934 y 1940. En ese año fue al colegio de los jesuitas de Tudela, donde terminó su secundaria en 1947. A los 17 años entró en el noviciado de la Compañía de Jesús de Loyola, el 14 de septiembre de 1947 y un año después, en 1948, fue enviado por sus superiores a El Salvador para terminar su noviciado en el nuevo noviciado de Santa Tecla. En ese año se acababa de fundar el noviciado para Centroamérica, junto a la residencia de la Iglesia del Carmen, en Santa Tecla, bajo la dirección del P. Miguel Elizondo, quien también fue enviado desde Loyola para ser maestro de los novicios. El P. Ellacuría siempre reconoció que los fundamentos de su espiritualidad habían sido puestos por el P. Elizondo, a quien siempre admiró con un especial cariño. El fue su primer gran maestro.

Después de hacer sus primeros votos de pobreza, obediencia y castidad en septiembre de 1949, salió para Quito, donde estudió humanidades clásicas durante dos años en la Universidad Católica. En Quito se encontró con su segundo gran maestro, el P. Aurelio Espinoza Polit. Se entusiasmó tanto con el P. Espinoza que a sus compañeros jesuitas recién llegados a Quito les insistía en largas conversaciones que no despreciaran la oportunidad de estar en contacto con un gran hombre. Les pedía entregarse a él con confianza, pues la formación les vendría por el simple contacto.

En un artículo , publicado en la Revista Estudios Centroamericanos (ECA), en 1963 (p. 21-24), el P. Ellacuría cuenta lo que más le impresionó de aquel gran humanista ecuatoriano : La combinación del trabajo intelectual serio y eficacia pública inmediata ; el haber preferido la educación a la erudición y las formas vitales a los contenidos materiales ; y la creatividad de sus clases, en las cuales no usaba esquemas hechos, mostrando el qué, el por qué y el hacerse de las cosas. Sus clases eran una experiencia de creatividad viva y el hallazgo imprevisto. Curiosamente, el P. Ellacuría tenía todo esto. En sus clases, le gustaba insistir en que lo importante era aprender a pensar y a buscar los datos necesarios. Enseñaba a aprender de la realidad. Los libros sólo eran un instrumento útil que estaba a mano. Su método preferido era poner a sus alumnos en contacto directo con los grandes autores del pensamiento, aunque fueran incomprensibles. Para él, lo importante era pasar por la experiencia filosófica directa, encarando los grandes textos de la filosofía. No le preocupaba cubrir los programas ni llenar de contenido a sus oyentes. Se burlaba de quienes acababan sus programas y de aquellos a quienes se les terminaba la materia. Para él esto era inconcebible. Al igual que el P. Aurelio Espinoza , superaba el texto que le servía de punto de partida y cuando se le advertía que se había salido del tema no lo admitía . Respondía que todo estaba relacionado por ser realidad . Nada quedaba fuera y siempre tuvo un más que nunca tuvo tiempo de explicar. Terminaban los ciclos, pero sus clases quedaban como en suspenso porque no había podido terminar. Por esto valoraba mucho la capacidad intelectual de las personas, hasta el punto de discriminar a los menos inteligentes. Con los primeros era muy exigente y perfeccionista y nunca estaba satisfecho.

Al P. Ellacuría le gustaba recordar cómo el P. Aurelio Espinoza le dijo al despedirse en Quito que fundara en San Salvador una gran biblioteca donde estuviera todo lo relacionado con el país, tal como lo había hecho él con la Biblioteca Ecuatoriana. Por eso, en la biblioteca de la UCA quería que estuviera todo lo relacionado con El Salvador. Asimismo, en el Centro Universitario de Documentación y Apoyo a la Investigación debían estar todos los documentos producidos en el país o referidos a él. Hubiera querido completar ambos centros con una pinacoteca salvadoreña.

Estando en Quito se encontró con otra gran personalidad que le impactó mucho : el P. Angel Martínez, uno de los poetas más importantes de Nicaragua, también jesuita y navarro. Desde su primer encuentro, el P. Ellacuría supo descubrir y admirar el genio poético del P. Angel . Desde entonces se escribieron durante algunos años. El P. Angel le mandó algunos de sus originales para que se los criticara. El P. Ellacuría guardaba con cariño esas cartas y los manuscritos del P. Angel. Escribió dos artículos sobre su poesía, uno de ellos está escrito a mano e inédito, el segundo lo publicó en la Revista Cultura del Ministerio de Educación de El Salvador en 1957 y es un gran artículo sobre el P. Angel Martínez "poeta esencial". Al hablar de este tema decía que le gustaría tener tiempo para profundizar sobre la dimensión estética de la realidad.

Después de las humanidades clásicas, el P.Ellacuría estudió filosofía en la misma Universidad Católica de Quito, obteniendo su licencia, civil y eclesiástica, en 1955. Entonces, sus superiores lo enviaron a trabajar al Seminario San José de la Montaña. Enseñó filosofía escolástica en latín, pero también comenzó a enseñar las corrientes modernas existencialistas. Además de enseñar, le tocaba cuidar a los seminaristas, quienes estaban internos en el seminario todo el año. Explicaba que el mayor problema era entretenerlos durante los fines de semana . Para que no se aburrieran, organizaba excursiones a pie al volcán, al lago de Ilopango o a la piscina del Colegio Externado. Con orgullo recordaba cómo logró establecer una pequeña biblioteca de clásicos para que los seminaristas no leyeran sólo literatura barata. Como no había dinero para comprar libros, convenció a los seminaristas para ahorrar unos cuantos centavos del dinero que les daban para comer los días de excursión. De esta manera pudo comprar los libros. De ese entonces son sus primeros artículos en ECA sobre temas filosóficos de actualidad (Ortega y Gasset , los valores y el derecho ). Los padres mayores del seminario lo oían con admiración y callaban.

En 1958 volvió a ser estudiante, esta vez, en Innsbruck (Austria ), Donde estudió teología hasta 1962. Nunca tuvo mucho aprecio por esta etapa de su formación, exceptuando el impacto que le causó su tercer gran maestro, el P. Karl Rahner. Decía que este teologado valía la pena sólo por oír a Rahner. Riéndose recordaba cómo tuvo que defender ante sus superiores al equipo de fútbol del teologado, pues estando apunto de ganar un campeonato universitario aquéllos querían que dejara de jugar en público porque lo consideraban poco acorde con la vida religiosa. En su cuarto se reunían los estudiantes hispanohablantes, descontentos por las estructuras preconciliares del teologado. Fue ordenado sacerdote en Innsbruck el 26 de julio de 1961 e hizo profesión solemne en la Compañía de Jesús en Portugalete, el 2 de febrero de 1965.

En 1962 comenzó sus estudios de doctorado en filosofía en la Universidad Complutense, en Madrid. No estaba satisfecho con los profesores que tenía. No eran personalidades que lo llenaran. Comenzó a buscar y se encontró con su último gran maestro y amigo, Xavier Zubiri. Con él hizo su tesis doctoral sobre la inteligencia y se hicieron amigos. Desde entonces Zubiri se acostumbró a discutir con él todas sus ideas. Zubiri ya no publicó nada ni dió conferencia alguna que antes no hubiera discutido con el P. Ellacuría. En su archivo se han encontrado apuntes de estas conversaciones con Zubiri. Al morir éste en 1983, el P. Ellacuría quedó como heredero intelectual de su obra y como director del Seminario Xavier Zubiri con sede en Madrid.

El P. Ellacuría fue un gran filósofo , pero quizá fue más teólogo que filósofo. De hecho hizo los cursos de doctorado de teología en la Universidad de Comillas en 1965, pero nunca hizo la tesis. A veces decía que le gustaría escribirla sobre Dios. El primer escrito suyo que causó gran impacto en la conciencia nacional no fue uno de filosofía, sino de teología. El texto, Teología Política, publicado por el Secretariado Social del Arzobispado de San Salvador en 1973, pronto fue traducido al inglés (1976) y al chino. Su último gran escrito fue también sobre teología, "Utopía y profetismo en América Latina ". Probablemente este es une de sus textos teológicos más profundos. De hecho, decía que en América Latina era más urgente la teología que la filosofía porque era más eficaz. En su larga bibliografía predominan con mucho los artículos teológicos y sus únicos libros publicados ( que no son muchos ) también son de teología. Sin embargo, dejó un manuscrito casi terminado sobre filosofía de la historia, el cual será publicado por UCA editores. En este libro discute uno de los temas filosóficos que más le apasionaron, quién es el sujeto de la historia, si es que la historia tiene algún sujeto ;es decir, en definitiva, quién mueve la historia.

También fue profesor de teología. Enseñó teología en cursos nocturnos y en los fines de semana en los llamados cursos de teología para seglares organizados por él mismo a principios de la década de 1970. A estos cursos asistían centenares de miembros de las comunidades de base, de profesionales y de estudiantes. Después pensó y organizó la maestría en teología, en cuyo programa siempre se reservó uno de los cursos más importantes. Después vino el siguiente paso, el profesorado en ciencias religiosas y morales destinado a preparar profesores de religión y a elevar el nivel de los cristianos más comprometidos. En 1984, junto con el P. Jon Sobrino, lanzó la Revista Latinoamericana de Teología.

Terminados sus estudios de filosofía en1967, regresó a San Salvador y comenzó a enseñar filosofía en la UCA, fundada hacía tres años. Al año siguiente lo nombraron miembro de la junta de directores. Desde 1972 fue jefe del departamento de filosofía. En 1974 fundó el Centro de Reflexión Teológica y fue su primer director. Desde 1976 fue director de la Revista Estudios Centroamericanos y desde 1979 fue rector de la UCA y vicerrector de proyección social. Dio cursos, seminarios y conferencias en Madrid, Barcelona, Santander, Deusto, Santiago de Compostela, Sevilla, Frankfurt, Berlín, San José de Costa Rica, Quito, Guatemala, México, Woodstock Theological Center (Estados Unidos), Washington, etc.

En 1970 y durante tres años, sus superiores le encargaron la dirección de la formación de los jóvenes jesuitas a quienes les transmitió su pasión intelectual y su celo apostólico y deportivo. Insistió que un jesuita debía estar bien formado para poder responder a los retos de la historia. Era exigente en localidad y seriedad de los estudios. Promovió y apoyó nuevas experiencias comunitarias y apostólicas para los estudiantes, entre ellas la de Aguilares. En esto también era muy exigente, las experiencias debían hacerse bien, con seriedad y profundidad. Trajo todas las fases de la formación jesuítica a Centroamérica. Fue consultor de varios provinciales y autor de varios documentos internos de la provincia centroamericana donde se planteó la opción por la liberación y la opción preferencial por los pobres.

Dentro de la provincia centroamericana, el P. Ellacuría fue un gran líder. A su alrededor aglutinó a los jesuitas jóvenes, potenció sus cualidades y dio cauce a sus inquietudes. Estando aún en Madrid, haciendo los cursos de doctorado, apoyó a los estudiantes de teología de la Universidad de Comillas, quienes se revelaron contra las estructuras preconciliares de la facultad. El apoyó la huelga estudiantil y ofreció clases de teología alternativas. Desde 1969 fue uno de los representantes de la tendencia renovadora de la provincia. Su cargo de responsable de la formación lo llevó a Roma para defender sus planes y ahí se encontró al P. Arrupe. Al comienzo discutieron, pero se hicieron amigos. A finales de la década de 1970, cuando dejó de ser encargado de los estudios, se alejó de los asuntos intrajesuíticos y se dedicó casi exclusivamente a la universidad.

En las cosas de la Compañía de Jesús así como en las de la UCA y en sus análisis políticos siempre tuvo un criterio muy propio de tal manera que su visión era absolutamente personal y original. Era tremendamente dialéctico. Por eso molestó por igual a los gobiernos de turno, a los militares, a la embajada norteamericana, a la oligarquía, y también al FMLN. Lo primero quizá no sorprenda, pero lo segundo era igualmente cierto. El no seguía la línea de nadie, decía claramente lo que pensaba y no se plegaba más que ante los datos de la realidad. En efecto, sólo abandonaba sus posiciones cuando los argumentos opuestos eran completamente evidentes. Y aun entonces planteaba una nueva postura, abordándolos problemas desde otro ángulo. En sus planteamientos nunca faltaba el dato. Estaba al tanto de los avances científicos, de las estadísticas salvadoreñas y de la humanidad. Para convencerlo había que sustentar las afirmaciones con datos y si se tenían se lo podía convencer fácilmente. Cuando discutía o estaba molesto los ángulos de su cara se afilaban, especialmente la nariz. La prioridad del dato lo llevó a fundar el Instituto Universitario de Opinión Pública . Solamente se podía hablar en nombre del pueblo cuantificando su opinión. En este punto le gustaba citar a Mao, quien dijo que quien no hacía encuestas que no hablara. En ECA, por ejemplo, quería que quedaran cuidadosamente registrados los hechos de cada mes en "la crónica del mes ", así como las leyes principales en "Leyendo el Diario Oficial" y la documentación más relevante.

No precipitaba sus juicios, siempre esperaba el curso de las cosas antes de tomar una postura. Por ejemplo, se opuso a atacar de inmediato a los gobiernos de Duarte y Cristiani. Su postura fue que había que esperar, dar una oportunidad para ver si cumplían lo prometido en la campaña. Cuando Duarte no cumplió lo atacó fuertemente, desenmascarando su fachada democrática. Con el gobierno del presidente Cristiani le faltó tiempo. Cuando lo mataron estaba dando un curso en el cual estaba analizando críticamente sus escritos políticos de los últimos años. Después de hacer esta revisión, pensaba publicarlos todos juntos.

Personalmente era austero. De pocas cosas. Escrupuloso con el dinero. En vísperas de su asesinato se desprendió de casi todos sus libros ; los fue regalando a la biblioteca de la UCA y a la del Centro de Reflexión teológica. Cuando viajaba al exterior no se distraía en cosas ajenas al motivo principal de su viaje.

Gran deportista desde su juventud. Escaló los Andes. Jugó fútbol y siempre siguió muy de cerca la liga mayor española y a su equipo ( el atlético de Bilbao). En los mundiales de fútbol se escapaba de su oficina para ver los juegos. El frontón de los miércoles y sábados a mediodía era jugado religiosamente junto con los padres Martín-Baró, Montes y Amando López. Al igual que con las otras cosas de su interés, estaba bien enterado del acontecer deportivo europeo, norteamericano y centroamericano.

Su presencia en la UCA, como profesor y directivo se hizo sentir pronto, a finales de la década de 1960. Muy pronto concibió que la misión más importante de la universidad no era formar profesionales, sino el ser conciencia crítica de la sociedad. En esos años de finales de la década de 1960 luchó para abandonar los esquemas desarrollistas y optar por la liberación. Quiso poner la estructura universitaria al servicio de la liberación del pueblo salvadoreño. En un famoso discurso, escrito por él y leído por el P. José M. Gondra, quien representó a la UCA en Washington, al firmar el primer préstamo del BID en 1970, quedaron formalmente establecidos estos principios liberadores.

Una de sus primeras batallas fue la estructura física de la universidad, la cual debía estar de acuerdo con su misión. Se opuso a los planes de construir una universidad al estilo del primer mundo. Peleó para que los edificios de la UCA fueran funcionales, modestos, adecuados a la realidad del tercer mundo, pero no por eso menos hermosos y cómodos. El actual campus de la UCA le debe mucho a él.

La necesidad de proyectar eficazmente la universidad en la sociedad lo llevó a buscar un órgano para difundir la verdad investigada en la UCA y para denunciar las injusticias. Entonces hizo que la UCA asumiera la dirección de la revista ECA. El primer número de esta nueva época de ECA fue el último de 1969, dedicado a analizar las causas y consecuencias de la guerra con Honduras. En esta edición de la revista se desenmascararon las causas verdaderas del conflicto al demostrar que la raíz del problema estaba en la injusta tenencia de la tierra. Repitió esta denuncia en el congreso sobre reforma agraria organizado por la asamblea nacional en 1970. A partir de esta edición, ECA ha sido el principal y más constante órgano de difusión del pensamiento crítico de la universidad y la cátedra más importante del P. Ellacuría. La larga lista de editoriales, artículos y comentarios políticos, filosóficos y culturales muestran su intensa actividad. Bajo su dirección, ECA se convirtió en la revista más autorizada sobre la realidad del país, la materia más importante de la universidad para él. Después promovió la publicación de revistas especializadas y la editorial. Para todo esto la UCA estableció su propia imprenta. En el momento de su muerte, la UCA tiene nueve revistas y una editorial, UCA editores, reconocida como una de las mejores y más prestigiosas de Centroamérica. Pero con todo, no estaba satisfecho. Uno de sus últimos proyectos era contar con una radio universitaria para aumentar la proyección de la UCA. Cuando Mons. Romero fue arzobispo de San Salvador tuvo una pequeña experiencia con el noticiero de la YSAX, en el cual se leían los comentarios escritos por él y por otros colaboradores de la UCA.

En 1974, siendo rector el Ing. Román Mayorga, la universidad optó claramente por la liberación,"el sentido último de la universidad y lo que es en su realidad total debe mensurarse desde el criterio de su incidencia en la realidad histórica, en la que se da y a la que se sirve. Debe mensurarse, por tanto, desde un criterio político" correctamente entendido, escribió el P. Ellacuría en la edición de la ECA dedicada a celebrar los diez años de la UCA. Más adelante se lee , " el proceso de liberación de los pueblos latinoamericanos, la universidad no puede hacerlo todo, pero lo que tiene que hacer es indispensable. Y si falla en este hacer ha fracasado como universidad y ha traicionado su misión histórica ". Diez años más tarde, el P. Ellacuría, ya siendo rector de la UCA, ratificó y avanzó sobre estos principios fundamentales.

La UCA fue su vida y su pasión. En buena medida hizo de la UCA una universidad de renombre internacional, que no tiene nada que envidiar a ninguna otra universidad. Bajo su dirección, la UCA se convirtió en la mejor universidad de Centroamérica tanto por su elevado nivel académico como por su compromiso con la transformación de la realidad salvadoreña. Fiel a su vocación de buscar siempre el más no se contentó con estos logros. Creía que la UCA ya había dado de sí a nivel de licenciaturas. Ahora quería dar otro paso más, el de las maestrías y los doctorados. De esta forma pensaba elevar el nivel académico de la educación superior y del país. Desde la rectoría había comenzado a promover los programas de maestría. A las de teología y administración de empresas quería añadir las de ingeniería, ciencias políticas y sociología, y el doctorado en filosofía. En eso estaba trabajando académicamente cuando lo asesinaron. Sus últimos viajes tuvieron como objetivo buscar respaldo institucional y recursos humanos y materiales para estos programas de postgrado.

En este contexto estaba planificando la celebración de los 25 años de la UCA. Quería hacer de esta celebración un año para relanzar la actividad académica y de proyección social de la UCA. Quería que las unidades organizaran actividades para mostrar al país lo que era la realidad de la universidad, es decir, que la UCA no sólo era o hacía política. Quería mostrar de lo que la UCA era capaz después de 25 años de existencia.

Con la transformación agraria de 1876, su figura comenzó a adquirir dimensión pública. A partir de este momento, el P. Ellacuría siempre estuvo presente en las grandes crisis del país con sus agudos y críticos análisis. La UCA apoyó el plan del gobierno del presidente Molina porque consideró que beneficiaría a las mayorías populares y atacó a la oligarquía terrateniente. Cuando el presidente Molina retrocedió y cedió ante la presión de aquélla, el P. Ellacuría escribió un famoso editorial de ECA ( " A sus órdenes mi capital ") , en el cual decía, " el gobierno ha cedido, el gobierno se ha sometido, el gobierno ha obedecido. Después de tantos aspavientos de previsión, de fuerza, de decisión, ha acabado diciendo, "a sus órdenes mi capital ". Este editorial le costó a la UCA el subsidio del gobierno y cinco bombas, puestas por la llamada Unión Guerrera Blanca. Esta no fue la primera vez que la proyección social de la UCA molestaba al gobierno de turno. Antes hubo dos publicaciones, el estudio sobre la huelga de ANDES y el de las elecciones de 1972, que también le costaron el subsidio. Sin embargo, el presidente Molina fue quien le dio la nacionalización.

El P. Ellacuría salió del país en 1976, como lo hacía todos los años, para trabajar durante dos meses con Zubiri en Madrid . Estando fuera, ese año se inició la primera persecución religiosa con el asesinato del P. Rutilio Grande, el 12 de marzo de 1977. En esos meses, la Unión Guerrera Blanca ordenó a todos los jesuitas salir del país, de lo contrario los asesinaría a todos. Ninguno salió, pero el P. Ellacuría no pudo regresar hasta agosto de 1978.

Un año después, la UCA y el mismo P. Ellacuría apoyaron el golpe de estado de 1979 y la primera junta de gobierno. Después del fracaso de esta junta se desató la violencia. En marzo de 1980 cayó Mons. Romero. En una de las residencias universitarias y en la UCA estallaron varias bombas . La residencia universitaria fue dinamitada dos veces en menos de 48 horas. A finales de 1980, el P. Ellacuría salió del país bajo la protección de la embajada española porque le avisaron que en una reunión de comandantes se había discutido una lista de personalidades que serían asesinadas, y entre ellas estaba él. Estuvo varios meses en Madrid trabajando con Zubiri. Sin dejar de ser rector permaneció fuera hasta abril de 1982.

A raíz de la ofensiva de enero de 1981 del FMLN, el P. Ellacuría comenzó a madurar su intuición de lo que llamó la tercera fuerza, la cual, según él, no fue bien comprendida. Esta intuición se encuentra explicada por primera vez en el editorial de la ECA de agosto de 1981. Según esta idea, madurada y repetida más tarde, ni el gobierno ni los partidos políticos ni la Fuerza Armada ni el FMLN eran los mejores garantes de los intereses de las mayorías populares porque su prioridad era la toma del poder y los intereses partidarios. Esta prioridad no coincidía necesariamente con los intereses de las mayorías populares. Estas debían manifestarse por sí mismas y velar por su bienestar. Las otras fuerzas debían someterse a su parecer. El bien del país residía en el bien de las mayorías. Por lo tanto, el conflicto armado debía resolverse según esos intereses. Desde entonces vio claro que la vía militar no resolvería el problema de la injusticia estructural del país y comenzó a proponer audazmente que la única vía era el diálogo y la negociación. En los primeros años de la década, no fue fácil hablar de esto porque fue interpretado como traición a la patria. Pero el P. Ellacuría mantuvo hasta el final que la única salida estaba en la negociación. Al regresar a San Salvador , el lunes 13 de noviembre, se encontró con la ofensiva del FMLN. Esto le molestó profundamente; más bien estaba enojado porque la ofensiva, en su opinión, traería más males que bienes. Dijo que el FMLN se había precipitado y que estaba derrochando las fuerzas que con tanto esfuerzo había acumulado en los últimos años. Repitió que la salida estaba en la mesa de negociación. Tampoco estaba muy contento con la forma cómo el FMLN había conducido la última reunión de Costa Rica. Ante la ofensiva y sus consecuencias, pensaba exigir al alto mando y al FMLN que se comprometieran a respetar la UCA como terreno neutral . Ese podría ser un precedente muy importante para el país, pues se podría hacer lo mismo con los templos, los hospitales, las escuelas, etc.

En octubre de 1985 dio otro paso en la vida pública cuando, pese a la mutua antipatía que existía entre él y el presidente Duarte, fungió como mediador, junto con Mons. Rivera, en el caso del secuestro de la hija de aquél. Después de largas horas de negociación , los dos mediadores consiguieron la libertad de la hija del presidente a cambio de la libertad de 22 presos políticos y de la salida del país de 101 lisiados de guerra.

En ese mismo año de 1985 fundó la Cátedra Universitaria de Realidad Nacional como un foro abierto para discutir en la UCA los problemas más graves del país. En ella hablaron políticos, sindicalistas, dirigentes populares y eclesiásticos. Sin embargo, cuando hablaba él sobre la situación del país y en particular sobre el diálogo el auditorio resultaba pequeño. Varias veces repitió que combatieran sus ideas con otras ideas y no con bombas ni con balas. En estas ocasiones el auditorio lo aplaudía y reía satisfecho. La radio y la televisión llevaron su voz y su imagen fuera del ámbito universitario. Esta cátedra se convirtió en un acontecimiento al cual asistían periodistas. Poco a poco se convirtió en una de las personalidades que había que visitar obligadamente en El Salvador. Le llovieron las invitaciones a congresos y conferencias en el exterior. Lo entrevistaban las televisoras nacionales y extranjeras. A él le gustaba recibir a toda esta riada de visitantes porque aprendía, decía que era más lo que le contaban que lo que él les decía.

Cuando comenzaron los noticieros de la televisión, la cátedra perdió un poco de importancia. En esta cátedra explicó su pensamiento sobre la tercera fuerza en1986, el cual elaboró después en un artículo de ECA. La tercera fuerza fue interpretada por tercerismo, es decir, como una solución que negaba la alternativa revolucionaria y, por lo tanto, como fachada del reformismo capitalista. Pero el P. Ellacuría mantuvo que la causa fundamental del conflicto era la injusticia estructural y que la solución económica por la que abogaría la tercera fuerza rompería con el esquema de explotación y opresión. Sólo así se superaría realmente la lucha de clases violenta.

Tomó en serio la propuesta del presidente Cristiani de reanudar el diálogo sin condiciones. Así lo expresó en un exhaustivo artículo de ECA. En el editorial de esa edición escribió, " se va consolidando en el gobierno la línea civilista de Cristiani, frente a la línea militarista de D'Aubuisson y a la línea escuadronista de cabeza clandestina ". En privado también hablaba de las tres tendencias de ARENA, pero añadiendo, por primera vez desde que volvió a El Salvador en 1982, "ahora sí puede pasar ", es decir, que lo podían matar. En varias ocasiones dijo lo mismo a sus colaboradores más cercanos en la rectoría, sobre todo después que se corrió el rumor de que lo habían matado a mediados de 1989. Cuando en tiempo de la presidencia de Duarte había nerviosismo y le advertían que se cuidara, respondía que no le harían nada porque la política norteamericana no lo permitiría. Pero con el triunfo de ARENA el freno era más débil, aunque tenía confianza en la apertura civilista.

El cateo del lunes 13 no lo interpretó como una amenaza grave, sino como una señal de seguridad. Cuando alguien se lo advirtió, respondió que no había que ser paranoico. Como ya habían visto que no había nada ya no los molestarían más. Todavía le advirtió al oficial que le costaría caro al gobierno lo que estaba haciendo. Cuando pidió hablar con el ministro de defensa o con el superior del oficial al mando del operativo se lo negó tajantemente argumentando que cumplía órdenes superiores y que había estado de sitio. Pareciera que quiso demostrar que no debía nada. Esconderse podría haber sido interpretado como si hubiera hecho algo malo. No le gustó que los dirigentes de Convergencia Democrática se hubieran refugiado en las embajadas.

El P. Ellacuría valoró la importancia del pensamiento como orientador de la sociedad y estaba convencido de su eficacia transformadora. Cuando le cuestionaron ésto o la eficacia del trabajo universitario, con su pesada carga institucional y administrativa, respondía que lo que contaba era el largo plazo. La UCA estaba construyendo para el largo plazo y no había otra forma de hacerlo que dedicarse de lleno al tedioso trabajo institucional, asumiendo su tedio y su rutina. Más aún, estaba convencido que el trabajo intelectual tenía tantos riesgos como cualquier otro, si se pone del lado de los intereses de las mayorías populares.

La opción universitaria al servicio de los pobres estaba haciendo serios estragos en el P. Ellacuría. Llevaba tres años muy cansado. Atendía a todas las responsabilidades administrativas que había asumido en la UCA, daba clases, atendía a los visitantes y las invitaciones del exterior, y , además, encontraba tiempo para escribir. En sus últimos años casi no revisaba lo que escribía, lo entregaba tal como salía de la máquina. Decía que si tuviera más tiempo lo haría mejor. Sabía perfectamente bien que, en este sentido, su rendimiento andaba entre el siete y el ocho. Su extraordinaria salud había comenzado a resentirse, teniendo que estar bajo control médico. Se había encerrado mucho en sí mismo. Se volvió callado y serio, casi hosco. Cuando se le pedía que descansara respondía que el pueblo no descansaba de la guerra ni de la crisis económica. Lo menos que podía hacer era seguir trabajando por su liberación y por la paz. No le importaba enfermarse y no poder llegar al final, también habría cumplido con su vocación.

No tuvo miedo. Decía que así como no tenía olfato tampoco sentía miedo. Su razón le decía que no le podían hacer nada porque eso no le convenía al gobierno ni a Estados Unidos. También pensó que estaba seguro con los cientos de efectivos de la Fuerza Armada alrededor de la UCA. Pero todo eso le falló.

En los últimos meses repitió mucho que aunque hubiesen algunas turbulencias en la superficie, el proceso, en la profundidad de su curso, seguía avanzando incontenible hacia la paz justa y duradera. Su muerte ya forma parte de esas turbulencias superficiales; su vida, entregada cotidianamente hasta los límites de la salud, ya forma parte del curso profundo del proceso de la vida que avanza irreversiblemente hacia el futuro.




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