I-
FUNDAMENTO.
Los costos de
lo ocurrido en El Salvador desde inicios de la década de 1970 hasta 1992,
fueron altísimos. Más allá de los materiales, los humanos fueron y siguen
siendo incalculables y–sobre todo– inmorales. Se habla de setenta y cinco mil
personas de la población civil no combatiente que fueron ejecutadas y ocho mil
desaparecidas de manera forzada; la Comisión de la Verdad da cuenta de casi
veintiún mil víctimas en estas y otras formas criminales, a partir de las
denuncias que recibió. A esos seres humanos con nombre y apellido, rostro e
historia, familia y querencias, le truncaron sus sueños; víctimas directas de
la conflagración sus proyectos de vida, de por sí inciertos, nunca se
realizaron. Hoy, todavía no se conoce toda la verdad de los hechos. Algunas de
las víctimas siguen presentes en la discusión por su trascendencia política,
social o económica; en algunas ocasiones hay quienes, por sus intereses
personales o políticos, pretenden hablar a nombre de todas y erigirse como
ejemplo de una supuesta y quimérica “reconciliación nacional”. Pero la mayoría
ha quedado en el limbo del anonimato y en el infierno de la injusticia, sin
siquiera alcanzar a ver de lejos el cielo que les prometieron tras el fin de la
guerra.
No se reconocen
las responsabilidades de las graves violaciones de derechos humanos, los
crímenes de guerra y los delitos contra la humanidad. La impunidad se mantiene
después de la firma de la paz entre los bandos armados, para su exclusivo
beneficio. Las víctimas y sus familiares, resultado de las prácticas estatales
de persecución y exterminio tendientes a arrasar con quienes reclamaron
inclusión y equidad, siguen ausentes en la agenda de los poderes dentro de los
cuales debe incluirse la antigua insurgencia. A una y otras, su dignidad se les
sigue atropellando.
Porque esa
deuda enorme con la dignificación de las víctimas directas e indirectas no ha
sido considerada para ser saldada, fue necesario plantearse en el año 2009 la
necesidad de crear mecanismos de búsqueda de la verdad, justicia y reparación
instaurando el Tribunal Internacional para la Aplicación de la Justicia
Restaurativa en El Salvador. Así, se intenta contribuir a impulsar una
modalidad de la justicia transicional adecuada a las condiciones del país;
reconocer la responsabilidad oficial entraña admitir el valor intrínseco de sus
víctimas como parte de un proceso integral de verdad, justicia, reparación,
perdón y democratización de las sociedades modernas. Se trata de dignificarlas,
a las víctimas y a las sociedades, considerando las condiciones propias de cada
situación. Las peticiones genéricas de perdón o la sola reparación material, en
caso de darse, tienen sus límites. Las vidas cegadas, las verdades
desconocidas, la justicia esquiva, los sufrimientos extremos, los dolores
permanentes y los proyectos de vida deshechos por el horror de la actuación
cruel e inhumana de agentes estatales y –aunque diferente en cantidad y, sobre
todo, en calidad– de integrantes del Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional (FMLN), no pueden satisfacer las aspiraciones de una sociedad que
pretende llegar a ser normal. Lo que se plantea desde la justicia restaurativa
es un proceso que, sin ser lineal, avance en esa dirección. Así, es
imprescindible saber la verdad y aceptarla; también investigar los hechos hasta
encontrar a sus responsables, con el objeto de remediar los abusos y garantizar
que no se repitan. El perdón –resultado de un acto de arrepentimiento por las
barbaries cometidas– es lo que vale junto a la reparación integral, moral y
material, sabiendo a quién se va a perdonar y porqué se va a reparar. De esa
manera, es posible sentar las bases para que las víctimas sanen sus heridas con
el único remedio: la justicia. Ese proceso es necesario para que las
comunidades, cuyo tejido social se rompió encuentren razones sólidas para tener
esperanza en el presente y tengan perspectivas para construir su futuro en
armonía.
Para cooperar
en ese sano proceso reparador, la Universidad Centroamericana “José Simeón
Cañas” (UCA) a través de su Instituto de Derechos Humanos –el IDHUCA– y desde
su compromiso con las víctimas, sus familiares e instituciones que las
acompañan, impulsó en marzo del 2009 el Tribunal Internacional para la
Aplicación de
la Justicia Restaurativa en El Salvador. Es ineludible escuchar las voces de la parte
sufriente. Por eso se buscó verdad, formas de justicia y reparación, con y para
las víctimas. Se abrió el espacio para que su palabra dolorosa fuera escuchada
por oídos fraternales, ligados a su destino. Para el IDHUCA, las víctimas son
lo más importante. En esa línea, son las víctimas la esencia y la razón de ser
del IDHUCA; por ello, la justicia transicional –empezando por la restaurativa–
puede ser un bálsamo que ayude a curar las heridas aún abiertas y el motor que
empuje una demanda social hasta ahora latente en el país. Así las cosas, se
instauró el referido Tribunal. Integrado por personalidades nacionales e
internacionales reconocidas por su labor en la materia y referentes de las
víctimas, planteó señalar públicamente a los responsables de graves violaciones
de derechos humanos, delitos contra la humanidad, crímenes de guerra y
genocidio, tomando en cuenta directamente a las personas y las comunidades
afectadas por tales atrocidades a efecto de conocer y reconocer la verdad. La
voz de las víctimas reclama justicia y a sentencia del Tribunal se constituye
como un paso más, después del informe de la Comisión de la Verdad, en el camino
por reafirmar el derecho que asiste a las víctimas para alcanzarla. Se han
realizado ya cinco ediciones del Tribunal en 2010 en Suchitoto, 2011 en
Arcatao, 2012 en Tecoluca y 2013 en las instalaciones de la UCA, en el marco
del vigésimo aniversario de la Ley de Amnistía y del informe de la Comisión de
la Verdad.
II- BREVE
DESCRIPCIÓN DEL PROYECTO:
La búsqueda de la verdad, justicia y reparación a
través del Tribunal Internacional para la aplicación de la justicia
restaurativa en El Salvador se conforma por conocedores en materia de Justicia
Transicional quienes conocerán casos de graves violaciones a derechos humanos
como masacres, ejecuciones sumarias, desapariciones
forzadas y torturas sufridos antes y
durante el conflicto armado, cuyo procedimiento consiste en la selección de
casos, su exposición pública y evaluación desde la perspectiva del
derecho humanitario y el ofrecimiento de una respuesta fundada en el derecho y
la Justicia tendiente a la reparación individual y del tejido social, los
cuales posteriormente se presentarán ante la fiscalía General de la República para
que realice la investigación pertinente y en caso de ser necesario presentarlos
ante las instancias internacionales.
III- CONTEXTO
Más de veinte
años han transcurrido desde el fin del conflicto armado fratricida que dividió
a la sociedad salvadoreña que todavía sufre de una fuerte polarización
político-social, de un tejido social extremadamente frágil y de un control
autoritario de las instituciones estatales, sobre todo de las encargadas de
impartir justicia. Su consecuencia más lógica y evidente: la impunidad, sobre
todo aquella discrecional que la garantiza dependiendo de quién es el
victimario y quién la víctima.
Esto último
influye en todo lo demás y en gran medida responde a la absoluta ignorancia de
esenciales recomendaciones formuladas por la Comisión de la Verdad en su
reporte final y, como complemento, a la malicia en el mal cumplimiento de
otras. Más aún, cinco días después de la presentación de tal informe –el 20 de
marzo de 1993– el Órgano Legislativo decretó una amnistía contraria a las obligaciones
internacionales adoptadas por aquél en materia de derecho internacional de
derechos humanos y –a estas alturas– sigue negándose a derogarla pese a los
señalamientos reiterados en tal sentido, provenientes de distintos organismos
intergubernamentales internacionales y sociales internos.
A excepción
del cese al conflicto bélico a la mayor brevedad posible por la vía de la
negociación política, se continúa esperando el irrestricto respeto de los
derechos humanos, la democratización del país y la reunificación de la
sociedad.
En buena
medida, esta situación tiene su origen en las decisiones políticas adoptadas
para proteger a los responsables de las atrocidades; muchos de éstos son, aún,
actores vigentes en los ámbitos político, económico y social. Por eso no se
llevó ante la justicia a los perpetradores de graves violaciones de derechos
humanos, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidio que, por su
trascendencia, son considerados como imprescriptibles por la comunidad
internacional.
La
realización de este tribunal está jurídica, ética y políticamente justificada
sobre la base del derecho de las víctimas a tener acceso a un Tribunal para la
presentación de sus casos, al derecho de la sociedad salvadoreña de conocer la
verdad y trabajar sobre su memoria histórica y finalmente emprender acciones
que reparen el tejido social dañado por la guerra y por la perpetuación de la
impunidad.
Victoria es un municipio del
departamento de Cabañas, de acuerdo al censo oficial de 2007 tiene una
población de 12,626 habitantes. El municipio cubre un área de 146,95 km², está
limitado al Norte por Nombre de Jesús (Departamento de Chalatenango) y la República
de Honduras; al Este por la República de Honduras y Sensuntepeque; al Sur y
Oeste por Sensuntepeque, entre sus cantones se encuentra Santa Marta a unos 20
km de la frontera de Honduras, entre los departamentos de Morazán y
Chalatenango, sus habitantes en mayoría son refugiados que se vieron obligados
a huir de la zona por la represión indiscriminada de la Fuerza Armada bajo el
operativo “tierra arrasada”. El 18 de marzo de 1981, cientos de personas,
mujeres, niños, niñas y adultos mayores marcharon hacia la frontera con
Honduras, trazada por el curso del río Lempa, cuando llegaron a la orilla,
encontraron que habían abierto las compuertas de la represa río arriba, con lo
que el nivel de las aguas se había incrementado considerablemente, a pesar de
ser verano. Mientras buscaban la forma de atravesar el río, fueron atacados por
el Ejército salvadoreño, con morteros y un helicóptero, y por el hondureño
desde el otro lado de la frontera. Decenas de personas murieron por los
disparos, otras se ahogaron intentando cruzar el Lempa. El día siguiente
consiguieron pasar al otro lado, donde fueron nuevamente atacados por los
militares hondureños, que mataron alrededor de 35 personas más.
Finalmente, llegaron a la aldea de Los Hernández, donde la población les
acogió y les ofreció parte de lo poco que tenían. Pasaron una semana
prácticamente sin comida y sin agua. A diario se morían niños y ancianos. Hasta
que llegó una representación de la Iglesia Católica de Honduras y de la
organización Médicos Sin Fronteras, que alivió su situación se dirigieron hacia la aldea de La Virtud, donde los
refugiados estuvieron durante nueve meses, con problemas de desnutrición y
enfermedades, hasta que en enero de 1982, con la mediación del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), fueron trasladados el
campamento de Mesa Grande. ACNUR propició el inicio de un proceso de
negociación con el gobierno salvadoreño que duró hasta octubre de 1987. El 10
de octubre, un grupo de 1.008 personas regresaron a Santa Marta con la
protección de Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales.
Actualmente Santa Marta tiene una
población de 3000 personas aproximadamente, con 550 hogares, la mayoría de las
personas viven de una agricultura de subsistencia: cultivan maíz, frijoles y
sorgo, algunas personas cultivan verduras o crían animales para proporcionarles
algún ingreso adicional y para mejorar su dieta, las oportunidades de trabajo
remunerado son pocas, lo que implica que para sobrevivir, las familias dependen
en gran parte de las remesas enviadas desde los que ahora están trabajando en
Estados Unidos.
Mapa de El Salvador
Mapa de Cabañas
Habitantes de Santa Marta intentando cruzar el río Lempa, 18
de marzo de 1981
IV-
POBLACIÓN BENEFICIARIA
En la
realización del tribunal participarán las 14 organizaciones salvadoreñas que
conforman la Red de Comités de Víctimas de violaciones de derechos humanos en
el conflicto armado. Calculando un promedio mínimo de 5 miembros activos por
organización. Los beneficiarios directos del proyecto serán las víctimas
directas e indirectas de graves violaciones de derechos humanos, crímenes de
lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidio, sucedidas antes y durante el
conflicto armado en El Salvador.
·
Destinatarios
indirectos:
Las organizaciones reunidas en la Red de Comités de Victimas de violaciones de derechos humanos en el conflicto armado, representan varias comunidades que fueron el escenario de graves violaciones de derechos humanos durante el conflicto bélico. Por tanto, el veredicto del Tribunal internacional para la aplicación de la justicia restaurativa en El Salvador tendrá un valor real para los habitantes de estas comunidades. Las cuales son: San Salvador, Arcatao municipio de Chalatenango, cantón La Quesera municipio de Usulután, Tecoluca municipio de San Vicente, Santa Marta municipio de Victoria, Cabañas, El Mozote municipio de Perquín, Morazán, Zacatecoluca municipio de La Paz, Suchitoto municipio de Cuscatlán, Nahuizalco municipio de Sonsonate, comité de expresos políticos (EXCOPPES), Cacaopera municipio de Morazán, comité 31 de octubre de 1989 y Guancora municipio de Chalatenango y Concertación Monseñor Romero.