Arena en Washington

Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero

 

Mal hacen Arena y sus acólitos al atribuir la suspensión del permiso de permanencia temporal de los inmigrantes salvadoreños en Estados Unidos a la mala relación del Gobierno del FMLN con Washington. Es reprobable utilizar la crítica situación de esas decenas de miles de compatriotas para intentar obtener ventajas políticas. Esa acusación pone en evidencia la incapacidad de sus dirigentes para elaborar un discurso pertinente y atractivo. El señalamiento es tan oportunista como anunciar una elevación del salario mínimo para el año próximo. Las vulgaridades, cargadas de racismo y de odio, proferidas por el presidente de Estados Unidos el fin de semana recién pasado ponen al descubierto los despropósitos de Arena y sus compinches. La suspensión del estatuto migratorio de decenas de miles de centroamericanos es una consecuencia del populismo, racista y rabioso, predominante en un sector importante de la sociedad estadounidense, cuyo representante más destacado es el presidente.

Asimismo, la visita de los dirigentes y precandidatos presidenciales de Arena a Washington para cabildear en los círculos de poder a favor de los inmigrantes salvadoreños tampoco tiene sentido. La delegación gubernamental, integrada por representantes de todos los partidos políticos, hizo muy buena impresión por su carácter institucional y representativo. Ciertamente, no logró nada y nada podía lograr, porque el origen del problema es un presidente empecinado, que no entiende de razones, y un Congreso disfuncional. Pero tampoco podía dejar de cabildear a favor de los inmigrantes. No es claro cómo una delegación de Arena pueda conseguir más. Mucho menos después de que el presidente estadounidense se ha referido de manera soez a varios pueblos de emigrantes. No se trata, pues, tal como lo expresó candorosa y erradamente uno de los precandidatos presidenciales de Arena, de “mantener y fortalecer una buena relación con Estados Unidos”. Al parecer, la dirigencia de Arena fantasea con la gloria que le sobrevendría si consigue la permanencia definitiva de los salvadoreños. Es decir, utiliza el drama de los inmigrantes para sus propósitos particulares.

De todas maneras, la situación desesperada obliga a explorar todas las posibilidades. Pero ese esfuerzo debiera ser más nacionalista que oportunista. La actitud de Arena es muy poco nacionalista, tal vez porque ese lema solo conoce el oportunismo. En fin, ya que sus dirigentes y precandidatos van a cabildear, podrían contarles a sus interlocutores de Washington cómo sus cuatro Gobiernos contribuyeron activa y directamente a empobrecer a la mayoría de los salvadoreños con sus políticas neoliberales, y cómo, por descuido o incapacidad, crearon un vacío de poder que ha sido ocupado por varias generaciones de jóvenes descontentos con la exclusión y la desigualdad. Los desempleados, los sin futuro y los que se han negado a ingresar en las pandillas y en el crimen organizado han emigrado a Estados Unidos y ahora constituyen gran parte de esos 190 mil salvadoreños migratoriamente desprotegidos. También podrían explicarles por qué no desean regresar a El Salvador y por qué tampoco debieran regresar, ya que sus remesas representan un colosal 17 por ciento del producto interno bruto, lo cual contribuye a mantener la dolarización y el elevado nivel de consumo del que se nutren sus centros comerciales, sus supermercados, sus cadenas de comida rápida y sus negocios de servicios múltiples.

La visita es una oportunidad para que Arena asuma su responsabilidad directa en el fenómeno de los emigrantes y en la tragedia de sus vidas personales y familiares. Así lo reconoció otro de los precandidatos presidenciales, para quien la visita es una ocasión para reunirse con los salvadoreños y “escuchar de primera mano sus preocupaciones, anhelos, necesidades y de esa forma construir juntos un plan”. Ellos podrán explicarles por qué se fueron, sus miedos y sus sufrimientos durante la travesía, y los esfuerzos y los sacrificios que hacen para sobrevivir en una sociedad desconocida y a veces hostil. Tal vez entonces la dirigencia de Arena comience a comprender cómo sus Gobiernos los han colocado en esa situación trágica. Tal vez se convenza de cuán erradas son sus políticas y cuán poco tiene que ofrecer a la mayoría de la población.

Arena podría explicar a sus interlocutores de los círculos de poder de Washington que su presencia expresa su deseo sincero de suprimir las causas de la continua emigración hacia el norte y de comprometerse a promover políticas de integración social, que reviertan aquellas otras de exclusión de sus cuatro Gobiernos. Entonces, la visita a Washington de la dirigencia de Arena bien valdría la pena.