Universidad Centroamericana José Simeón Cañas

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Sacerdote y maestro


Tuve la bendición de cursar la materia de Ética allá por 1988 con este gran ser humano [Amando López]. En una clase, nos estaba explicando las distintas formas de generar violencia y dijo: “Mantener en ignorancia a las personas es una forma de generar violencia”. Esta afirmación me hizo recordar que mis padres me contaban que antes la misa era pronunciada en latín. Tomando de base la afirmación del padre y la historia de mis padres, le hice la siguiente pregunta: “Si mantener en ignorancia a la población es fomentar violencia y la Iglesia en el pasado daba las misas en latín, ¿podemos afirmar que la Iglesia generaba violencia?”. La clase la recibíamos en un aula magna. El murmullo del gran número de estudiantes no se hizo esperar, seguido de un silencio sepulcral. El padre me dirigió una mirada de complicidad, tomo su pipa, inhaló una bocanada de humo y me respondió: “Se te olvida que soy sacerdote, ¿verdad? Como sacerdote te digo que la Iglesia no generó violencia”. Luego, con una dulce sonrisa, me dijo: “Pero como tu maestro de Ética debo decirte que bajo los hechos así analizados se pude interpretar que la Iglesia generaba violencia”. Un “guau” casi al unísono sonó en el aula, seguido de risas de satisfacción por la brillante respuesta de nuestro amado maestro. Me duele en el alma saber que vidas tan preciosas se han perdido. Pero, sin duda, la pérdida más dolorosa para mí fue la del padre Amando.

Manuel Cardona, alumno del padre Amando López en 1988.